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Leyendas de Terror

El Carro Rojo

Esta leyenda acontece en México, mas precisamente en el camino que une el Distrito Federal con Cuernavaca, aunque también ha habido reportes de varios avistamientos en varios lugares más. Se trata de un carro de color rojo en el que viaja un grupo de mujeres hermosas cuyo número difiere entre dos y cinco. Sólo los varones pueden observar este carro y ver a las bellas mujeres que están en el, quienes a través de insinuaciones, palabras y gestos invitan a subirse al carro para vivir intensos momentos de placer.

Las féminas les hacen propuestas difíciles de rechazar, por lo que en general los hombres se pierden en sus encantos, tras lo cual los invitan a subir de todas las maneras posibles, con gestos y palabras, con platicas y coqueteos, esperando el momento de encontrar algún lugar en al camino donde no puedan ser observadas, para hacerle un último ofrecimiento mostrándole alguna parte de su cuerpo, haciéndole notar de todo lo que se perderán si no suben, por lo que la mayoría accede.…firmando de esta forma su sentencia de muerte.

Al cabo de unos días, el cuerpo del infortunado aparece tirado al costado de la carretera, con signos de haber sido torturado o de haber sido utilizado para algún tipo de antiguo ritual satánico. Las bellas mujeres no son sino que un grupo de brujas que buscan incautos por los caminos y hay quienes afirman que el color escarlata que recubre al carro está hecho a base de la sangre de los incautos que han subido al carro….

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El Pozo de las Cadenas

Esta leyenda mexicana sucede cerca del pueblo de Tecate, donde en un campo vivía en tranquilidad un granjero con su familia. Su vida transcurría placidamente hasta que un día llegaron dos hombres, que afirmaron estar de paso hacia Tijuana. Tras darle refugio y comida, les ofreció que pasaran la noche en su casa para evitar andar en medio de la oscuridad y que luego siguieran su camino. Los visitantes comenzaron a averiguar sobre las posesiones del granjero: hacienda, cosechas, dinero, etc. a lo que el dueño de casa respondía con total inocencia, sin saber que estaba firmando su sentencia de muerte….

Una vez entrada la noche, los maleantes esperaron que los propietarios se durmieran para dirigirse a su habitación y despertarlos bruscamente. Inmediatamente los obligaron a revelar dónde escondían el dinero por lo que el hombre les dio un pequeño cofre donde guardaba algunas monedas, que era todo lo que tenía. Los ladrones, enfurecidos, comenzaron a golpearlo hasta provocarle la muerte. Al comprobar que estaba muerto, los delincuentes tomaron una decisión diabólica: asesinarían al resto de la familia para que no hubiera testigos. Así, dieron muerte a la esposa y a los hijos del dueño de la granja, para luego darse a la fuga, no sin antes esconder los cuerpos en el pozo de agua de la finca, atándolos con cadenas.

Con el paso de los años, la granja se vendió, y sus nuevos dueños decidieron remodelar el pozo. Cuando estaban en estas tareas, unos ruidos les llamaron la atención y al mirar al fondo del pozo vieron con terror, a los fantasmas de los antiguos dueños de la finca con sus cuerpos envueltos en cadenas, pidiendo auxilio en forma desesperada….

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El fantasma del parque

Esta leyenda sucedió en la localidad de  Jaral del Progreso en México donde un intendente mandó a colocar varias bancas en un parque ubicado muy cercano a un cementerio.

El hecho fue que las bancas comenzaron a aparecer manchadas y rotas por lo que debió enviar a un vigilante para que las cuidara, pero lo llamativo del caso fue que todos los agentes enviados comenzaron a enfermarse luego de pasar una noche en el lugar.

Estos alegaban la aparición de un fantasma por lo que el intendente decidió cortar por lo sano y enviar a su policía de confianza, un hombre intachable: El chino Herrera. Como todos el primer día se presentó a trabajar pero al día siguiente debió ser internando en el hospital donde antes de fallecer le contó a su jefe una historia aterradora…

Herrera afirmó que iba todo normal hasta la medianoche cuando comenzó a surgir una densa niebla y soplar viento frío, a la vez que le pareció escuchar el llanto de una mujer al final del parque. Se dirigió allí y en medio de la bruma divisó una silueta blanca, a quien le ordenó retirarse de lugar porque era muy tarde, pero no recibió contestación alguna. Luego vio que la mujer se dirigía al panteón pero que no movía las piernas….sino que flotaba a unos 30 cm de suelo. Acto seguido el fantasma se abalanzó sobre el hombre con unos encendidos ojos rojos, lo que le provocó el desmayo, la internación y su posterior muerte.

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La Hacienda Maldita de México

La hacienda maldita se ubica en el interior de México donde la leyenda afirma que se halla la entrada al infierno y que el mismo Satanás suele visitarla cada cierto tiempo. Existen dos versiones sobre el tema: una de ellas afirma que se trata de la maldición de una pareja de brujos cuya hija fue ultrajada por el dueño de la hacienda en tanto que la otra es más increíble.

El dueño de la finca trataba muy mal a sus empleados y ni siquiera les pagaba el sueldo por lo que se produjo una revuelta que terminó cuando los trabajadores lincharon al propietario hasta causarle la muerte. Eso creyeron todos hasta que observaron con sorpresa que entre sus pantalones salía una cola gruesa como la del mismo diablo….

Sea cual sea la historia, quien ingresa allí oye ruidos y murmullos infernales así como la tremenda sensación de ser observado y perseguido. En ese sitio también se realizaron rituales satánicos por lo que los vecinos del sector debían custodiar la entrada al cementerio para evitar el robo de cadáveres para la realización de tan macabros ritos.

En la hacienda hay una leyenda en ingles que le da la bienvenida a Lucifer y una estrella de 5 picos, síntoma inequívoco del satanismo realizado en ese sitio.

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7 Leyendas que Aterrorizan al DF

La historia de la ciudad de México es muy rica, sin embargo, con el pasar de los años, varios de los acontecimientos fueron perdiendo credibilidad o sufrieron algunas modificaciones ocasionadas por las interpretaciones de los emisores o receptores, pasando a convertirse en auténticas leyendas, al desconocerse si los hechos en realidad pasaron o si sólo fueron obra de la imaginación de la ciudadanía.

Algunas de las leyendas más conocidas de la ciudad de México, las cuales han sido contadas de generación en generación, son:

1. La Llorona

Es una de las historias más famosas del México antiguo, al incluso desconocerse su fecha de origen, ya que se asegura que proviene del Siglo XVI, cuando la ciudadanía estaba obligada a refugiarse en sus hogares durante el toque de queda, instantes en el que aseguraban escuchar el conocido lamento «¡Ay, mis hijos»!

También se asegura que la leyenda se habría desprendido, porque la mujer se habría visto obligada a matar a sus hijos a petición de su novio, quien le puso esa condición para que no se apartara de su lado, sin embargo, después se arrepentiría de sus actos, cuando sorprendió a su amante en manos de otra dama.

La historia más antigua se refiere a una Diosa Azteca de nombre Chihuacóalt que predecía la conquista de «sus hijos» y lanzaba una plegaria que decía: «Hay mis hijos, como escaparan a tan funesto destino».

2. Antiguo Convento de la Concepción

Ubicado en Belisario Domínguez y República de Brasil, Centro Histórico, el conjunto original estuvo formado por varios edificios, el noviciado, el edificio principal del convento y el templo.

De acuerdo a la leyenda, por tiempos de la colonia, existió una mujer llamada Doña María Gil, la cual se encontraba perdidamente enamorada de Don Urrutia. A su relación se oponían los dos hermanos de la joven y un día decidieron ofrecerle una fuerte cantidad de dinero al pretendiente de su hermana para que dejara la ciudad y se olvidara de ella. Cuando él se fue a Veracruz, se asegura que ella ingresó al convento; pero no soportando el sufrimiento se ahorcó de un árbol de duraznos.

La leyenda señala  que su cuerpo se aparecía a las monjas enclaustradas que vivieron en el convento.

3. La casa de la Tía Toña

Ubicado en la tercera sección del Bosque de Chapultepec, este inmueblese ha popularizado debido a una leyenda urbana en donde se asegura que ahí aún habita una mujer que se enfurece cuando es visitada por curiosos.

Cuando se enfada ocurren cosas inexplicables en la propiedad. Se escuchan ruidos de cosas que caen, una silueta aparece en las ventanas y se siente la presencia de alguien.

La casa se localiza cerca del panteón «Dolores», en Avenida Constituyentes, y la leyenda señala que la «Tía Toña» era una mujer solitaria y con dinero. En medio de esta soledad decidió darle cobijo en su casa a niños de la calle, proporcionándoles techo, ropa y comida.

A pesar de su aplaudible acción, los jóvenes le hicieron la vida imposible, motivo por el que un día comenzó a a matarlos a base de golpes y luegos arrojó sus cuerpos a un río cercano. Cuando la culpa la alcanzó, se encerró en su habitación y nunca volvió a salir.

4. Casa de Don Juan Manuel

En la calle de Uruguay 94, en el Centro Histórico, se encuentra el inmueble que habitó Don Juan Manuel de Solórzano, edificio que encierra la historia de un hombre que, de acuerdo la leyenda, vendió su alma al diablo con tal de saber con quién lo engañaba su mujer.

Supuestamente en las noches aparece un hombre en el portón de la construcción y pregunta la hora. Si alguien contesta «Son las 11 de la noche» él dirá «¡Dichoso aquel que sabe la hora de su muerte!

Este sitio en la actualidad sirve de salón para eventos y fiestas privadas, ya que su arquitectura del siglo XVI lo convierte en un lugar bello y confortable para pasar el tiempo con amigos, además de que está catalogado como Monumento Histórico por el Instituto Nacional de Antropología e Historia y por el Instituto Nacional de Bellas Artes.

5. Viejo Hospital Juárez

Esta clínica localizada en Jesús María y Fray Servando, en el Centro Histórico, es conocida por recibir con cierta frecuencia la visita de «La Planchada», una enfermera de apariencia inofensiva cuya risa es calificada de «siniestra» por las personas que se han topado con esta manifestación.

El nombre lo obtuvo por su atuendo colonial, el cual luce perfectamente planchado y amildonado.

De acuerdo a relatos urbanos, la mujer se enamoró perdidamente de un médico, sin embargo, el cariño no era recíproco, tal y como ella misma lo pudo constatar al enterarse que el galeno salía con otra mujer. Jamás se recuperó de la desilusión amorosa.

6. La calle de La Quemada

A mediados del siglo XVI, Gonzalo Espinosa de Guevara llegó a la ciudad de México y lo hizo acompañado de su bella hija Beatriz, de  20 años, quien es la protagonista de esta sangrienta y meomrable historia.

La leyenda relata que Martín de Scópoli, un Marques italiano de Piamonte y Franteschelo, se enamoró perdidamente de ella, por lo que decidió matar a todos sus posibles pretendientes, para así asegurar que Beatriz se fijara en él, sin embargo, la joven decidió acabar con su belleza y así dejar de atraer a Martín, por lo que llenó un recipiente de metal con carbón y lo arrojó en dirección a su rostro.

A pesar de las quemaduras y de haber perdido uno de sus principales atractivos, Martín le confesó que la amaba por su interior, confesiones que le robaron el corazón a Beatriz, quien meses más tarde se casaría con el Marques.

Betty utilizó un velo blanco en el día de su boda, pero después siempre portó un velo de color negro, por lo que nunca nadie pudo volver a ver su rostro, aquel que robó los suspiros de los hombres de la época.

A partir de entonces, la calle donde vivió Beatriz se llamó la calle de la Quemada, aunque en la actualidad  es conocida como la 5a. calle de Jesús María.

7. Fantasma de la Basílica de Guadalupe

Muchos narran que han visto salir a una mujer de la Basílica que carga una vela que no se apaga ni con la lluvia ni con el viento.

Se le ha visto atravesar paredes, luego de dejar ofrendas y rezar. Visitantes afirman que es un alma en pena que dejó asuntos pendientes en la tierra.

También existen relatos en torno a la antigua Basílica de Guadalupe, al asegurarse que por las noches se escuchaban las campanadas, a pesar de que nadie las tocaba, ya que el capellán había fallecido a causa de una enfermedad mal cuidada.

Fuente: http://www.vanguardia.com.mx/7leyendasdeterrorquehanpuestoatemblaraldf-668416.html

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El diablo en pañales

Esta historia que es una leyenda de la época colonial, y es muy popular en México, donde parte del folklore que lo enriquecen son sus leyendas.

Esta dice así; cierta vez, ya muy entrada la noche, circulaba en las callejuelas retorcidas y mal formadas de la ciudad un hombre en evidente estado de ebriedad, las calles eran alumbradas apenas con unos pequeños candiles que al reflejar las sombras formaban tétricas figuras fantasmagóricas, a lo cual el borrachín no daba muestra de sobresalto.

Andando unos pasos más, escuchó levemente el llanto de un bebé, era un llanto ahogado. Se detuvo tambaleante pero ya no escuchó nada más que el aullar de los perros en la lejanía. Andando unos metros más de nuevo escuchó ese llanto inconfundible, ahora si era claro era el llanto de un bebé que se escuchaba más fuerte, el hombre buscó en los rincones, y justo debajo del puente que cruzaba se hallaba la infortunada criatura rosada y regordeta que solo estaba cubierta por una pequeña manta.

El hombre levantó al bebé sin antes maldecir a la desnaturalizada madre. Aún tambaleándose el hombre siguió su camino aún murmurando pestes contra la infame que dejó a su pequeño crío en semejante situación. No había llegado ni al siguiente faro y empezó a tener la impresión de que el niño pesaba un poco más.

Avanzó 4 calles más y evidentemente se percató de que en chiquillo era más grande y más pesado, ya no podía con él, parecía que en lugar de niño llevaba un cerdito cargando, y se acercó a la luz del siguiente faro para ver bien al niño, levantó la manta y cual fue su sorpresa al comprobar que efectivamente era un cerdo lo que llevaba cargando, el cuál lo miró con los ojos encendidos, chasquió los colmillos produciéndole el terror más profundo que se pueda sentir, lanzado al animal por los aires y exclamando un «Ave María Purísima» se echó a correr por las retorcidas calles empedradas, hasta la borrachera se le quitó.

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Aparición de la Llorona en Puebla

Las leyendas en la Sierra Norte de Puebla son innumerables. Algunas de ellas tienen que ver con hechos sobrenaturales como el que a continuación les vamos a presentar. Se trata de un relato que compartió un lugareño de Tlaxco, Puebla, quien pidió omitir su nombre, aunque su versión coincide con el testimonio de otros serranos que fueron testigos del hecho.

Era el año de 1967, en aquellos tiempos no había luz eléctrica, por ende, sólo se alumbraban con lámparas de pilas, de gasolina o quinqués. En los hogares, la diversión o distracción eran los radios de transistores, ya que la televisión era un medio de comunicación aún muy lejano. Por las noches, a la luz de las velas, los señores jugaban baraja en la banqueta, mientras que las mujeres dejaban preparado el nixtamal para molerlo al día siguiente. Por las madrugadas, sólo se escuchaba el sonido de los grillos.

Sin embargo, en una ocasión, algo extraño sucedió. Era como la una de la mañana, estaba medio nublado y los perros ladraban mucho; de repente, se escuchó un llanto muy lastimero, era el de una mujer que inconsolablemente lloraba.

Preocupadas, algunas personas se levantaron a esa hora para ver qué pasaba, algunos se asomaban atrás de sus casas para enterarse de donde procedía el lamento. Posteriormente, mucha gente se concentró en el centro del pueblo y asombrados se preguntaban unos a otros qué era lo que pasaba. El comentario era generalizado, «yo lo escuche en el corral… yo por los tendales», decían con asombro, ya que pensaban que algo grave había ocurrido a alguna señora.

El llanto fue prolongado y fue escuchado en diferentes partes del pueblo. Al día siguiente, ese era el tema principal; sin embargo, nunca se pudo establecer con certeza de dónde provenía el lamento. Adultos mayores aseveraban que se trataba de la llorona. Una historia que deriva de la época colonial en México y que en la Sierra, también, la adoptaron. A raíz de ese hecho, surgieron más testimonios de apariciones de mujeres vestidas de blanco, principalmente en casas antiguas de Tlaxco.

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La calle del puente del clérigo

En 1649, vivió el sacerdote Don Juan de Nava, quien cuidaba a su sobrina Doña Margarita Jáuregui ya en edad núbil.

Don Duarte Zarraza, caballero portugués de buena presencia, conoció a Doña Margarita en una fiesta virreinal y la cortejó hasta hacerse novios. Don Juan investigó la vida de ese caballero y descubrió que tenía una vida disipada, también deudas y se separó de dos mujeres dejando bastardos. Así que le prohibió a su sobrina seguir el noviazgo, pero hizo caso omiso para tener un romance furtivo. Al caballero portugués también le prohibió lo mismo ni acercarse a la casa ni al puente cercano.

Como el sacerdote siempre se opuso al romance, Don Duarte tuvo deseos de matarlo. Una noche Don Duarte fue a casa de su amada para convencerla de escapar a Puebla de los Ángeles donde se casarían, pero repentinamente vio a Don Juan caminando por el puente. Don Duarte, ya iracundo, llegó al puente, discutió y le clavó su puñal al sacerdote en la cabeza, aquel cayó muerto y lo tiró al agua. Don Duarte se ocultó, porque muchos sabían de la oposición del sacerdote, y después se refugió en Veracruz por casi un año.

Pasado ese tiempo, regresó por Doña Margarita y una noche caminó por aquel puente hacia su casa… no se sabe que le sucedió, pero a la mañana siguiente amaneció muerto con mueca de terror y estrangulado por un esqueleto sucio vestido con sotana hecha jirones que tenía clavado en el cráneo el mismo que el le habia clavado al opositor de su amor. Tiempo después debido a esa leyenda, al puente y a la calle que después se formó se le llamó La Calle del Puente del Clérigo, y después se renombró a 7a. y 8a. de Allende.

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El Árbol

Cuando era pequeño solíamos ir a la casa de mis abuelos cada fin de semana, prácticamente ya era de ley reunirnos con mis primos y mi demás familia.

Mis primos y yo siempre nos gustaba jugar debajo de un árbol que nos decía mi abuela que había estado allá desde hace más de 40 años, ya que su padre lo había sembrado.
Siempre una tía nos contaba que no deberíamos jugar debajo de ese árbol ya que se decía que había aire (Algo maligno), en fin siempre la ignorábamos e íbamos a jugar canicas o trompos bajo ese árbol ya que nos daba mucha sombra.
Un fin de semana que fuimos me la pase jugando bajo ese árbol casi todo el día con mis primos, nos regresamos a nuestro hogar y era todo normal.
Al siguiente día no me sentía bien, tenía mucho vomito y un tremendo dolor de cabeza, era yo pequeño aun y sentía que me estaba muriendo, estaba súper deshidratado y por más que llevaron con 2 doctores no veía mejoras.
Mi madre le llamo a mi abuela y le comento que me tenía que llevar con un curandera, ya que presentía que yo había cargado el aire maligno, por mi parte estaba muy mal de salud, estaba viendo esta borroso.
En fin, mi madre decidió llevarme con una curandera que se presumía que era la mejor de la ciudad, cuando llegamos en verdad estaba muy asustado ya que no sabía lo que me podría hacer.
Esperábamos turno ya que había 2 personas que anteriormente llegaron antes de nosotros, lo que me asusto demasiado era un letrero que decía “No insulte ni agreda a los espíritus”, me quede asombrado que hasta creo que el dolor de cabeza se me quito.
Por fin llego nuestro turno y entramos a un cuarto demasiado extraño, la señor saco unas cartas de las cuales las acomodo de forma horizontal, empezó a decir palabras extrañas y me empezó a describir todo lo que había hecho el día anteriormente en la casa de mis abuelos.
En realidad estaba asombrado, menciono que estaba jugando debajo de un árbol y que el aire maligno lo tome a las 12 de la mañana, hora que no se debe estar debajo de ese árbol, termino de leer las cartas y saco unas ramas en donde las remojo con un líquido verde y me empezó a pegar todo el cuerpo.
Cuando salimos del cuarto se sentía muy extraño, nos quitamos inmediatamente y antes de llegar a mi casa estaba completamente normal, no me sentía mal y en verdad que me sentía como nuevo, desde eso siempre he creído en todo lo relacionado con los espíritus y fantasmas, ya que he tenido una experiencia demasiada extraña que me convenció completamente de creer entre el bien y el mal.
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Colombia

Profecía De Los Indígenas U´Wa De Colombia

«COSA EXTRAÑA EN EL HOMBRE: NACER NO PIDE,  VIVIR NO SABE Y….. MORIR NO QUIERE».

Una mañana de mayo pasado, los viejos madrugadores del pueblo de Marytown, perdido en las costas que bordean el sudeste de los Estados Unidos, se levantaron como todos los días a echarles unas migajas de pan a los pájaros marinos que merodean con mansedumbre por los patios y que se han ido convirtiendo en sus amigos.

Lo que vieron los dejó espantados: las gaviotas de cabeza negra, que son tan bellas, también tenían negro el plumaje. Del pico les goteaba una mancha babosa. No podían levantar el vuelo de la arena, con las patas hundidas en una masa de chapapote pastoso, como el asfalto cuando se derrite. Una de las gaviotas miró a la gente pidiendo ayuda.

Según cuentan los testigos, más allá de la playa, cerca del río, tres garzas morenas habían muerto con los ojos despepitados. El guiso espantoso que navegaba corriente abajo, matando todo lo que se le atravesara, era la mezcolanza de petróleo crudo de la empresa British, que cayó pocos días antes a las aguas del Golfo de México.

A esa misma hora los alcatraces de la bahía de Santa Marta, al norte de Colombia, desayunaban su ración cotidiana de buñuelos de carbón. El periodista Antonio José Caballero, grabadora en mano, esperaba en la playa el regreso de los pescadores que habían salido a trabajar temprano. Mientras aguardaba, la cámara de su teléfono celular retrató la pala enorme de un barco carbonero que arrojaba al mar el polvo negro que sobró en las bodegas.

A esa misma hora, en las playas legendarias de Juanchaco y Ladrilleros, cerca de Buenaventura, los lancheros de cabotaje que llevan carga y pasajeros por los pueblos que se arraciman en las orillas del Pacífico limpiaban sus motores preparándose para un nuevo día de trabajo. Como si fuera la cosa más natural del mundo, arrojaban al mar el contenido de unos tanques repletos de residuos de gasolina, queroseno y diésel. Un langostino magnífico, que medía un jeme, iniciaba el día tomándose su primera taza de combustible. Cuando vi la fotografía en El País de Cali me dieron ganas de echarme a llorar.

A esa misma hora, en la zona industrial de Cartagena de Indias, abierta sobre la bahía del Caribe resplandeciente, los trabajadores de una compañía empacadora se sentaron a desayunar en los comedores de su empresa. En ese momento volvieron a ver, como venía sucediendo en las mañanas más recientes, que una nata de tizne cubría la superficie del café con leche, y que una mermelada negra, tan semejante al betún de limpiar zapatos, se había pegado al pan y al queso blanco.

Entonces, no aguantaron más. Se levantaron todos, sin que nadie los hubiera convocado, y comenzaron a golpear los platos contra los mesones. La algarabía se oyó en media ciudad. Las autoridades ambientales ordenaron el cierre de un muelle vecino, que se dedica a cargar carbón a cielo raso, sin mayores precauciones ni cuidados, sin tubos cerrados ni conductores protegidos. Seis días después el muelle fue reabierto.

A esa misma hora, en la región acuática de La Mojana, que cubre un gigantesco territorio húmedo de los departamentos de Bolívar, Sucre y Antioquia, bajaban resoplando los ríos Cauca y San Jorge, que se desbordan en caños y ciénagas. El apóstol Ordóñez Sampayo, que se ha gastado la vida defendiendo de la contaminación a campesinos, cosechas y animales, apareció en la plaza de Guaranda con el dictamen médico en la mano: los doctores certificaban que los tres niños que nacieron deformes tenían mercurio en el sistema sanguíneo.

El terrible mal de Minamata, como lo saben los japoneses, porque las empresas en cualquier parte del mundo, en Tokio o en Majagual, arrojan porquerías químicas a las corrientes, y primero se pudren las aguas, y después nacen degenerados los peces y los camarones, y después nacen sin ojos los niños cuyas madres, en aquellos caseríos extraviados de la mano de Dios, consumen esa agua y esos pescados.

En las cabeceras de ambos ríos, las compañías mineras, que buscan oro entre la tierra, hacen sus excavaciones con un sancocho de mercurio y ácidos. Arroyos y acequias se llevan el mazacote. Los bocachicos mueren con la boca abierta en los playones. Las espigas de arroz no volvieron a crecer.
En medio del desastre causado por las inundaciones, y como si fuera poco, las yucas harinosas de antes florecen ahora con un hongo químico a manera de cresta. El hambre campea entre los pocos ranchos que no se ha llevado el invierno. Las emanaciones de las lagunas huelen a lo mismo que huele un laboratorio de detergentes.

Hay que decir, también, que los empresarios mineros se defienden diciendo que Ordóñez Sampayo está loco. Claro que está loco: ningún hombre cuerdo expone su pellejo ni dedica su vida entera a defender a un ruiseñor, una mojarra, un plátano pintón, una mazorca de maíz o a una mujer embarazada que carga un fenómeno en el vientre.

Epílogo

Aquella mañana, cuando los pescadores de Santa Marta regresaron a la playa, el periodista Caballero los acompañó en su tarea de descamar y abrirles el buche a los escasos pescados que traían.

-¿Qué es eso? -preguntó, intrigado, al ver unas bolas negras en el estómago de un bagre.

-Carbón, amigo -le contestó uno de ellos, levantando el animal-. Pelotas de carbón. Eso es lo que comen ahora.

Caballero tomó más fotografías y se las llevó a algunos funcionarios de la industria carbonera.

-No se preocupe -le contestó el gerente-. Vamos a construir un nuevo muelle de última generación.

-No lo dudo -dijo el reportero, con una mueca de dolor que parecía sonrisa-. No lo dudo: será la última generación.

El día que Caballero me contó esa historia, y me enseñó sus fotografías, ya no sentí ganas de echarme a llorar, como la vez aquella del langostino bañado en combustible. Lo que sentí ahora fue rabia. Cuando ya no quede una sola hoja de acacia, cuando el último pulpo haya muerto atragantado con ácido sulfúrico y cuando nuestros nietos nazcan con un tumor de carbón endurecido en la barriga, entonces será demasiado tarde. Dispondremos de computadores infrarrojos de última generación, pero ya no habrá agua para beber; los celulares de rayos láser se podrán comprar en las boticas, pero el sol no volverá a salir; los niños encontrarán el algoritmo de 28 a la quinta potencia con solo cerrar los ojos, pero dentro de 20 años no sabrán de qué color era una golondrina.

Los invito a todos a ponerse de pie antes de que se marchite el último pétalo. Usen el arma prodigiosa del Internet para protestar. Hagan oír su voz. Que el correo electrónico de los colombianos sirva para algo más que mandar chistes y felicitaciones de cumpleaños. Porque, si seguimos así, el día menos pensado no quedará nadie que cumpla años. Ni quién envíe felicitaciones. 

Escrito por el periodista Juan Gossaín