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Tradiciones

La historia de los Reyes Magos.

A estos santos monarcas también los conocemos como los Reyes Magos. Cuando Jesús nació en Belén unos magos, procedentes de Oriente, llegaron hasta su pesebre con el fin de ofrecerle regalos al recién nacido, pues sabían que se trataba del Mesías, el hijo de Dios Padre y Salvador de la Humanidad. Cada uno de los magos en su palacio, situado en la ciudad de Sava (Saveh) en Persia, había visto una estrella que anunciaba el nacimiento del Niño Dios, y había decidido ir a venerarlo a Belén.

Montados en un camello, un elefante y un caballo, según la más conocida tradición, y cargados de un precioso tesoro consistente en varios kilos de piedras preciosas, collares, plumas de avestruz, bálsamos, cofres de áloe, ébano y sándalo, llegaron hasta el humilde pesebre sobre el cual la estrella se detuvo para señalar el recinto sagrado. Tenía tres días de nacido el Niño, cuando recibió las ofrendas y les dio a los reyes a cambio un cofrecito que contenía una piedra, la cual simbolizaba el hecho de que tenían que ser firmes y constantes en su fe. Pero como los magos desconocían su significado, arrojaron la piedra a un pozo; hecho lo anterior, desde una nube bajó una enorme llamarada hasta la piedra. Entonces los magos comprendieron que la piedra era un talismán y tomaron parte del fuego para llevarlo a sus respectivos lares y mantenerlo encendido y utilizarlo en los holocaustos sagrados.

Historia de los reyes magos - Sarcofago

En cuanto a la estrella que se les apareció a los Reyes Magos, un director del observatorio del Vaticano, jesuita irlandés apellidado Treanor, publicó en el Oservatore Romano que la estrella fue la conjunción, demostrada posteriormente por métodos modernos y científicos, de Júpiter y Saturno, bajo el signo de Picis, en el año 7 de la era cristiana. Este fenómeno fue pronosticado y observado por astrónomos babilónicos y persas, por lo que los Reyes Magos la asociaron con el nacimiento del Mesías. En realidad, los Reyes Magos fueron sacerdotes del mazdeísmo, antigua religión persa basada en Ahura Mazda (u Ormuz en idioma avéstico), suprema deidad del zoroastrismo, y en el Zend-Avesta, la colección de textos sagrados persas. Constituían una casta muy cerrada de carácter sumamente austero. En Persia, los magos se distinguían por su afición al estudio, pues eran verdaderos astrólogos y teólogos. Sus principales funciones consistían en mantener el fuego sagrado dedicado a los dioses, estudiar el curso de los astros y descifrar el significado de los sueños.

En algunas de las primitivas pinturas cristianas encontradas en las catacumbas romanas, donde se practicaban clandestinamente las primeras ceremonias, aparecen más de tres Reyes Magos: cuatro, seis y hasta doce de ellos dedicados a adorar al Santo Niño. No fue sino hasta el siglo V, cuando el Papa León I decretó que los Magos habían sido tres, posiblemente porque cada uno representaba a una raza de las entonces más relevantes; pues es sabido que Melchor representa la raza aria, Gaspar la semita, y Baltasar la camita o negra. Beda el Venerable (Ca. 673-735), eclesiástico inglés y doctor de la Iglesia, nos relata que Melchor era un anciano de larga y poblada barba; Gaspar, joven, lampiño y rubio, y Baltasar negro y de tupida barba.

En cuanto a sus apelativos no han sido iguales en todos los países. Sabemos que los etíopes los llamaban Ator, Sater y Paratoras; los hebreos los conocían como Magalath, Galhalath y Serakin; los sirios les denominaron Kagpha, Badadilma y Badakharida, y los griegos les pusieron los nombres de Apelicón, Amerín y Damascón. Los nombres con que los conocemos actualmente quedaron consignados, en el siglo VII, en un documento anónimo que se conserva en la Biblioteca Nacional de París.

Cuando los Reyes Magos murieron, se les enterró en Persia en sepulcros de gran lujo y belleza, colocados uno junto a otro. Hasta el siglo XIII los cenotafios (tumbas monumentos) conservaron los cuerpos intactos, con sus largas barbas y cabelleras, muy cerca del Cala Atepereistán; o sea, el alcázar de los adoradores del fuego.

En el siglo IV, Santa Elena, madre de Constantino, primer emperador romano convertido al cristianismo, se llevó los restos de los magos de su sepulcro, por considerar que se encontraban en manos de infieles, y los depositó en un inmenso sarcófago de granito que mandó construir en Bizancio, capital antiguo imperio romano de Oriente (Imperio Bizantino).
Pasado medio siglo, un obispo de Milán, San Eustorgio, trasladó de Bizancio a su Diócesis los sagrados cuerpos. Para tal efecto, utilizó un carro tirado por bueyes. Sobre el camino que debía recorrer el santo en su misión, resplandeció la estrella que había brillado y guiado a los Santos Reyes hacia Belén cinco siglos antes. Cuando pasaban por los Balcanes, un lobo hambriento agredió a uno de los bueyes y le dejó imposibilitado para halar. Entonces, el fraile domó al lobo y lo ató a la yunta para que reemplazase al animal de tiro. Al llegar a su destino,  la ciudad de Milán, mandó edificar una hermosa tumba para que los creyentes pudieran visitarle en peregrinación.

Pero estaba escrito que los Reyes no descansasen en paz. En 1162, Federico Barbarroja, emperador de Occidente, en una de sus expediciones a Milán saqueó la regia tumba y su consejero Reinaldo de Dassel, le pidió llevarse los restos. Sin embargo, cuando acudió por ellos, los sacerdotes del templo negaron que ahí estuviesen los tres Reyes Magos, y lo engañaron diciéndole que en esos sarcófagos sólo se encontraban los cadáveres de Dionisio, Rústico y Eleuterio, santos venerados, pero de no mucha importancia. Escéptico, Reinaldo mandó levantar la lápida que los protegía y encontró las tumbas vacías, pues manos piadosas se habían anticipado llevándose los restos a la iglesia de San Gregorio el Palazzo. Reinaldo, indignado, decidió buscarlos arduamente hasta encontrarlos y llevárselos hasta la ciudad de Colonia Agripina, llamada así en honor de las madres de Nerón, hoy en día conocida simplemente como Colonia.

Para poder recibir a todos los peregrinos que año con año acudían a la ciudad a honrar a los Reyes Magos, Federico Barbarroja emprendió la construcción de una gran catedral. En 1248, el arzobispo Conrado de Hostaden colocó la primera piedra de lo que sería la Catedral de San Pedro. Terminada la obra, Maese Nicolás de Verdun elaboró una urna de oro y plata que pesaba 350 kilos, en la que se conservaron las reliquias.

En 1495, Rodrigo Borgia, después convertido en el Papa Alejandro VI, a instancias del duque de Milán Ludovico el Moro, le pidió al arzobispo de Colonia la restitución de los santos despojos que les fueran quitados. Sin embargo, el clérigo se rehusó. Tampoco tuvieron éxito las gestiones del Papa Pío IV, de origen milanés, ni de Gregorio XIII, ni el rey de España Felipe II, quien a la sazón gobernaba el Milanesado. Tiempo después, un cardenal de Milán llamado Ferrari, obtuvo la devolución de una tibia, un húmero y un esternón. Durante la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de los huesos permanecieron en Colonia de donde desaparecieron. Actualmente, nadie sabe dónde se encuentran.

Del tesoro de los Reyes Magos sí tenemos noticias. Se dice que desde el siglo IV se guardan en el monte Athos, cerca se Tracia, en Grecia. En dicho monte existen varios conventos en los que se custodian, además de manuscritos pre medievales y medievales, las joyas de los emperadores bizantinos, fragmentos de la Santa Cruz, y los fabulosos tesoros que recibiera el Niño Dios de parte de los Reyes Magos.

Sonia Iglesias y Cabrera


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Leyendas Mexicanas Varias

«Hey, familia, danzón dedicado a…»

Los orígenes del danzón
El ritmo musical y baile conocido con el nombre de “danzón” tiene su origen en la danza y la contradanza europea (ritmo de danza en compás binario compuesto por secciones de ocho compases que se repiten) que llegó a La Habana en 1762, cuando migraciones de colonos franceses y negros de Haití llegaron a Cuba, a raíz de las revueltas de los trabajadores de los trapiches contra los patrones franceses. La contradanza se arraigó  en Cuba, y al recibir las influencias musicales del país, dio origen a una música criolla especie de contradanza, pero ya con sabor cubano. Un ejemplo lo encontramos en la composición Los Ojos de Pepa de Manuel Saumeill. La contradanza aumentó sus partes formativas y alargó el tiempo de baile, y se le llamó “danzón”, es decir, danza grande. El primer danzón  recibió el nombre de Las Alturas de Simpson (titulado así en alusión a un barrio de matanzas); se estrenó en Matanzas, una provincia de Cuba, el 1° de enero de 1879, ejecutado por una orquesta compuesta de trombón, cornetín, un fingle, dos clarinetes, un contrabajo, dos violines, un güiro y dos timbales. Este danzón (más otros 144) lo compuso Miguel Faílde, hijo de gallego y de una mulata cubana, quien también dirigía la orquesta. El danzón estaba estructurado por una introducción, un trío de clarinete y un trío de metales, y lo interpretaba la llamada “orquesta típica”. Ni qué decir que este danzón fue un éxito total, obligatorio en cada fiesta habanera.

Hacia inicios del siglo XX, el danzón se fue modificando e incorporó elementos de otros ritmos musicales como el son cubano (ritmo de la parte oriental de Cuba) y del son montuno, como se escucha claramente en el danzón titulado El Bombín de Barreto, de José Urfé. Desde entonces el danzón ha seguido su camino. En cuanto a la estructura musical del danzón nos dice un investigador que: es una especie de rondó que se desarrolla bajo el esquema AB-AC-AD-AF, es decir, (A) introducción que después se torna en estribillo, (B) desarrollo del primer tema, (A) estribillo, (C) desarrollo del segundo tema, (A) estribillo, (D) ocasionalmente, desarrollo del tercer tema, (A) estribillo, poco acelerado al final que resuelve en (F) «montuno» final, ligeramente más vivo. Como en los temas B, C y D pueden acomodarse las melodías de canciones populares de cualquier nacionalidad, trozos de ópera o de piezas muy conocidas, el danzón adquiere una gran versatilidad que le permite ser fácil y francamente aceptado en diferentes ámbitos. 

El Ministerio de Cultura de Cuba, decretó al danzón como parte del Patrimonio Inmaterial de la isla, dentro del marco del XXII Festival Cubadanzón-2013.

Salón MexicoEl danzón llega a México
El danzón llegó a nuestro país en el año de 1890, vía Yucatán, y se arraigó inmediatamente, sobre todo en el estado de Veracruz, donde fue  llevado por inmigrantes cubanos que salieron de Cuba huyendo de la situación política causada por la Independencia de España, la intervención armada de los Estados Unidos, y la instauración del primer régimen constitucional. En todo México el danzón gustó mucho, y muy pronto se empezaron a formar orquestas danzoneras como la de Severiano y Albertico, la de los Chinos Ramírez, y la Danzonera Pazos. A la orquesta inicial se le agregaron nuevos instrumentos como el saxofón barítono, y los metales que agregaron más trompetas y trombones. Hoy en día, el danzón forma parte importante de las tradiciones populares del Puerto. De Veracruz el danzón pasó a la Ciudad de México, gustó, se aclimató, y dio origen a la aparición del famoso Salón México, centro de reunión de los amantes del danzón, ubicado en la calle Pensador Mexicano No. 16, en la Colonia Guerrero.

El Salón México
El Salón México se inauguró el 20 de abril de 1920. Ocupó  un edificio que había sido la conocida Panadería los Perros. En la apertura participó la Danzonera de Tiburcio Hernández, El Babuco, timbalero cubano muy conocido en México. Contaba el Salón México con una sala de espejos y tres pistas  de baile. Cada sala albergaba a los bailadores según la clase social a la que pertenecieran: en la pista conocida con el nombre de “Mantequilla”, bailaban los integrantes de la clase alta y los intelectuales; en la llamada “Manteca”, se encontraban las personas de la clase media; y en  denominaba “Sebo”, se refugiaban los bailarines de la clase baja. El decorado era tipo californiano, con grecas mexicanas y flores al estilo guaje michoacano. En el salón Renacimiento, el de postín, había bastidores con pinturas folclóricas de José Gómez Rojas, El Huentote, que representaban danzas como la de Los Chinelos y el Jarabe Oaxaqueño. En la planta baja, las personas se divertían con espejos deformantes, como los de Chapultepec. El Salón México contaba con un señor que por 20 centavos rociaba de perfume “francés” a la pareja de baile que lo solicitara. Como al Salón acudían todas las clases sociales de la ciudad, se daba el caso de que algunas mujeres humildes acudieran sin zapatos; razón por la cual un buen día apareció un letrero que rezaba: “No tirar colillas porque se queman los pies las señoritas”; a mas de otros letreros que recomendaban: “Favor de no limpiarse las manos en las cortinas” (verídico). Las tres salas del Salón se llamaban: La Maya, La Azteca y La Tianguis. Estaban distribuidas en semi círculo; en medio, se encontraba un quiosco-bar para la venta de licores y cervezas, y otro en el que se podían adquirir bocadillos. El Salón abría sus puertas los sábados, domingos, lunes, y jueves durante doce horas seguidas: de cinco de la tarde a cinco de la mañana del otro día. Las orquestas más ligadas al Salón México fueron la de Juan de Dios Concha y sus estrellas, la de Dimas Prieto, Gonzalo Curiel, y la famosísima de Consejo Valiente “Acerina”. Fueron famosas las Posadas organizadas en el Salón México cada temporada navideña. Los bailadores  personificaban a los Santos Peregrinos, y se pedía posada con todas las de la ley, letanía incluida. Un atractivo más del Salón México fueron los concursos de baile en los que participaron bailarines populares famosos como La Negra Palomares, Carlos D. Barriel, El Calcetín, y Jesús Ramírez, El Muerto, entre otros muchos más. El jurado lo integraban personajes de la época, como por ejemplo El Indio Fernández, quien dirigió la conocida película Salón México estrenada en 1948. Los premios eran una copa, dinero y un diploma.

El Salón México dejó de existir en 1962, por disposición del regente Ernesto Uruchurtu, como parte de su campaña “moralizadora”.

Sonia Iglesias y Cabrera


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Mitos Cortos

Los Dioses del Agua. Mito mexica.

El más importante dios del agua fue Tláloc, Néctar de la Tierra, dios del rayo, de la lluvia, y de los terremotos; hacía brotar con su lluvia las verdes plantas, los árboles y las frutas; enviaba los relámpagos, los rayos, las tempestades, los peligros del mar y de los ríos. Habitaba el Tlalocan, el paraíso, situado en la región oriente del universo, donde con su cara y cuerpos teñidos de negro o azul y su olla en la espalda hecha de plumas de quetzal, aguardaba majestuoso, haciendo sonar sus cascabeles, a que sus fieles adoradores le rindieran homenaje el tercer mes, Tezoztontli, y le ofrecieran las primicias de las flores que colocaban en el templo llamado Iopico, que nadie estaba facultado para oler antes que el dios.

A los diosecitos llamados tlaloques se les reverenciaba el primer mes, Atlacahualo, en la misma fecha que hoy celebramos la Purificación de la Virgen de la Candelaria. Estos duendecillos, hermanos de Chalchiuhtlicue, moraban junto a Tláloc en el Tlalocan, desde donde presenciaban los sacrificios de niños que se les ofrecían en los montes cercanos a la ciudad de Tenochtitlan. Desde el interior de los cerros, los tlaloques enviaban a la Tierra cuatro clases de agua. Para ello se valían de vasijas de barro, las cuales rompían causando pavorosos truenos y lluvia en abundancia. Había cuatro tlaloques principales, que a su vez eran ayudados por los ahuaque y los ehecatotontin, almas de aquellos que habían muerto por enfermedades, o a causa de accidentes relacionados con el agua. Para la fiesta dedicada a los tlaloques los sacerdotes buscaban muchos niños de teta, comprándolos a sus madres: escogían aquéllos que tenían dos remolinos en la cabeza, y que hubiesen nacido bajo un signo fausto; pues decían que éstos eran más agradables al sacrificio y los dioses otorgaban mucha agua. Uno de los tlaloques más importantes fue Nappatecuhtli, patrono de los que trabajaban las palmas y los carrizos. A él se le agasajaba con una fiesta en la que se vestía a un hombre con los atavíos del dios, para después sacrificarlo. El día que debía morir, le ponían en la mano un recipiente de color verde pleno de agua. Con una rama de sauce, Nappatecuhtli rociaba a sus adoradores con el líquido. Lo mismo hacia con las casas por las que iba pasando antes de su sacrificio. El propósito de tal ritual consistía en purificar y “bendecir” hombres y moradas.

Chalchihiuhtlicue, La de la Falda de Jade, gobernaba las aguas de los mares y los ríos. Producía tempestades y ahogaba a quien anduviese por dichas aguas. Era la patrona de los vendedores de este preciado líquido, pues el agua solía venderse en las canoas que recorrían el lago y en los mercados de Tenochtitlan y Tlatelolco. La cara de la diosa estaba pintada de color amarillo y portaba un hermoso collar de piedras preciosas, chalchihuites, con pandantif de oro. Llevaba una diadema de papel azul con un penacho de plumas verdes; orejeras de turquesa y huipil con enredo azul claro. Su fiesta principal, la Etzacualiztli, se celebraba en el mes del mismo nombre, para cuya ocasión se elaboraban unas puchas, etzalli, hechas de maíz amarillo. Los antiguos creían que toda el agua de los ríos provenía del Tlalocan, el Paraíso Terrenal, de donde la mandaba Chalchiuhtlicue. Los montes estaban situados sobre él, razón por la cual estaban plenos de agua. Es por ello que los sacrificios y homenajes que se dedicaban a los dioses del agua se efectuaban en los cerros, porque nada podía haber tan sagrado que esta bendición proveniente del Tlalocan: el átl.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas

El Niño Fidencio.

José de Jesús Fidencio Constantino Síntora, más conocido como el Niño Fidencio, fue uno de los más famosos curanderos de México. Nació el 18 de noviembre de 1898 en Espinazo, Nuevo León. Aunque para otros investigadores nació un 13 de noviembre en el Valle de las Cuevas, Guanajuato. Sus padres fueron el señor Socorro Constantino y la señora María del Tránsito Síntora. Parece ser que tuvo más de tres hermanos. En su niñez, y junto con su amigo Enrique López de la Fuente, aprendió a curar con hierbas. Asistían juntos a la escuela primaria y ayudaban en el curato del padre Segura, que era tío de Enrique. Su instrucción llegó hasta tercer grado de primaria. Desde pequeño adivinaba la suerte de sus compañeritos y hacía predicciones. Se dice que su desarrollo físico como hombre nunca fue completo, pues siempre fue lampiño, agudo de voz, y virgen de por vida.

Más tarde, en 1912, ambos jóvenes partieron a la ciudad de Morelia, Michoacán, a trabajar como ayudante de cocina de una familia pudiente. Llegada la Revolución, Enrique se adhirió a la lucha armada y Fidencio se fue a vivir a Loma Sola, Coahuila, con su hermana Antonia. En el año de 1921, tras años de separación, Fidencio se fue a vivir con su amigo Enrique a Espinazo, como cocinero y niñero de su hijo Ulises. En este tiempo, Fidencio comenzó a llamar “padre” a su amigo, pues le consideraba un protector. Es en este año que dio inicio su carrera de curandero. Su forma de curar era sui generis: operaba sin anestesia a sus pacientes, sin que sintiesen el más mínimo dolor; subido a un árbol de pirul arrojaba diversos objetos a los enfermos: los que recibían el golpe se curaban. Otras veces, acudía con sus pacientes a un charco de lodo que se encontraba en las afueras del pueblo, en donde sumergía a los dolientes quienes salían completamente curados. El 8 de febrero de 1928, Fidencio curó al entonces presidente de la República Plutarco Elías Calles de lepra nodular. Este hecho acrecentó su ya merecida fama. Miles y miles de pacientes acudían a Espinazo para ser curados por El Niño Fidencio.

Murió Fidencio en Espinazo en el año de 1938, a la edad de 40 años, debido a las duras jornadas de trabajo que realizaba, pues trabajaba hasta de 48 horas seguidas, para curar a los miles de enfermos que acudían de todo el país. Se dice que sus últimas palabras, junto al famoso pirul donde agonizaba, fueron: -Ya me voy, pero volveré, y nadie sabrá en quien. Unos cuantos minutos después de su muerte, una mujer cayó en trance y dijo: -¡Yo les dije que me iba y volvería, y aquí estoy de nuevo!

Desde entonces muchos de sus seguidores empezaron a curar en su nombre y se conocen con el nombre de “cajitas”. Sigue siendo venerado en Espinazo, a donde acuden los dolientes a curarse con las “cajitas”.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Tradiciones

La Fiesta de la Epifanía y los Reyes Magos.

El día de los Santos Reyes, tan deseado y esperado por los niños, se celebra el 6 de enero. Por la mañana, muy tempranito, los infantes abren los regalos que los Reyes les dejaron junto al zapato que colocaron cerca del nacimiento o el árbol de navidad. Hacia el atardecer, la familia partirá la famosa “rosca” en compañía de sus más cercanos amigos, saboreando una taza de espeso y espumoso chocolate, siempre tan agradable a nuestros paladares.

El día 6 se conmemora la Epifanía o epiphaneia, vocablo que en lengua griega significa “aparición”, “manifestación”. Este día recibe tal nombre ya que en tiempos muy antiguos se conmemoraba el nacimiento de Jesucristo, y la visita que recibiera por parte de los Reyes Magos llegados de tierras orientales.

La primera festividad de la Epifanía se celebró por primera vez en Egipto en un año que nos es desconocido, pero cuyo día coincidía con los rituales que el pueblo egipcio llevaba a cabo por el descenso de las aguas del río Nilo, que crecía e inundaba los campos cada año. El mismo 6 de enero se conmemoraba el nacimiento del dios Horus, hijo de Isis y Osiris, adorado y venerado como el Sol Naciente.

Asimismo, en Alejandría, capital y puerto de Egipto fundados por Alejandro Magno en 331 a.C., el día Tybi, 11 del calendario egipcio que corresponde a nuestro 6 de enero, el pueblo tenía la costumbre de recoger agua del Nilo y guardarla, ya que se consideraba que en este día el agua tenía el poder de convertirse en vino, creencia que coincide con el primer milagro de Cristo cuando transforma el agua en vino durante las bodas de Canaán.

Fiesta reyes magos en MexicoLos antiguos cristianos coptos, sirios, griegos y armenios el 6 de enero bendecían las aguas de cualquier río cercano a sus lugares de asentamiento, para utilizarlas todo el año en la ceremonia del bautismo de los llamados neófitos; es decir, aquellos conversos recientemente bautizados.
Hacia la primera mitad del siglo IV, la Iglesia de Oriente tomó la decisión de festejar el nacimiento y el bautizo de Jesús el día 6 de enero, al que denominó por tal causa Día de la Epifanía. La liturgia de la fiesta era muy sencilla: la noche del 5 al 6 estaba consagrada a honrar el divino nacimiento; y toda la mañana del 6 se dedicaba a conmemorar el bautismo del Niño Jesús.

A decir del sirio Efrén, Padre de la Iglesia nacido en 373, por la noche se celebraba la Natividad, la Adoración de los Pastores y la Aparición de la Estrella. Al otro día, la Adoración de los Reyes Magos y el bautismo de Cristo en las aguas de Jordán. Para este día, las casas se adornaban con una corona de adviento –símbolo del transcurso de las cuatro semanas de la llegada del Redentor-, puesto se trataba de la fiesta más importante de la cristiandad.

De este mismo siglo data un documento descubierto en Egipto que contiene la oración litúrgica más antigua que conocemos, y que el coro de la iglesia debía responder a la lectura bíblica del nacimiento de Cristo, la huída de Egipto de la Sagrada Familia, y su regreso a Nazaret:

Nacido en Belén,
Criado en Nazaret,
Vivió en Galilea.
Cuando el sacerdote leía en la Biblia la parte en que los Reyes Magos se acercan a adorar al Niño Dios, el corro cantaba:
Hemos visto la señal en el Cielo,
de la estrella luminosa.

Después, el coro mencionaba el regocijo de los pastores ante el nacimiento del Señor:
Los pastores que pacían sus rebaños
En los campos, se asombraron,
Cayeron de rodillas y cantaron:
¡Gloria al Padre!
¡Aleluya!
¡Gloria al Hijo y al Espíritu Santo!
¡Aleluya, Aleluya, Aleluya!

Existe un interesantísimo testimonio de una romana noble llamada Egeria, quien viviera durante tres años en la ciudad de Palestina. En él nos relata la fiesta de la Epifanía en la que en la noche del 5 al 6, un obispo, sus clérigos y feligreses, acudían a la gruta en la que había nacido el Niño Jesús para rezar hasta el amanecer. Iniciado el día, todos regresaban al Templo de la Resurrección cantando himnos en honor al Salvador y por la gloria de Dios Todopoderoso. El templo se iluminaba con velas y cirios. Se cantaban salmos y se decían plegarias. Hacia las once de la mañana se hacía un alto y se descansaba hasta el mediodía, tiempo en que continuaban los rituales por muchas horas más, para terminar contando un himno compuesto por Efrén.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Mexicanas Varias

La Banda del Automóvil Gris. Leyenda urbana.

En el año de 1915, un grupo de famosos ladrones fue conocido como La Banda del Automóvil Gris. Se presentaba en domicilios particulares de gente adinerada, y en comercios importantes para atracarlos. Los integrantes de la banda se presentaban con órdenes de cateo oficiales –pero ilícitas- , vestidos con uniformes carrancistas –verídicos- , y cometían los asaltos. Una vez efectuado el delito, se subían a un vehículo gris, un Fiat modelo 1914, y huían prestamente, hacia los barrios pobres de la Ciudad de México. La situación de inseguridad que reinaba en el país por esos tiempos revolucionarios, era propicia para cometer toda clase de delitos, pues la inseguridad social era absoluta. El gobierno efectuaba numerosos cateos en busca de armas y enemigos, verdaderos o no, lo cual favorecía la tarea delictiva de la Banda del Automóvil Gris. Los ciudadanos vivían asustados e indefensos ante tal situación, un poco como ahora.

A la banda la dirigía Higinio Granda, quien organizaba los robos y los temibles secuestros, en combinación con algunos generales carrancistas que se encontraban involucrados. Ya de por sí la entrada de Carranza y su gente, los “carranclanes”, a la capital produjo pánico debido a los saqueos y crímenes que cometían, razón por la cual, los verbos “robar” y “carrancear”, llegaron a ser sinónimos. Las órdenes de cateo utilizadas por la banda estaba firmadas nada menos que por el general Pablo González, lugarteniente de Venustiano Carranza. Este hecho era conocido por don Emiliano Zapata, quien en una carta abierta dirigida a Carranza, denunciaba: Esa soldadesca… lleva su audacia hasta constituir temibles bandas de malhechores que allanan las ricas moradas y organizan la industria del robo a la alta escuela, como lo ha hecha ya la célebre mafia del “automóvil gris”, cuyas feroces hazañas permanecen impunes hasta la fecha, por directores y principales cómplices personas allegadas a usted o de prominente posición en el ejército. Su voz no fue escuchada.

Aparte de Higinio Granda, formaban la banda Santiago Risco, Bernardo Quintero, agricultor de Almoloya, Aurora García Cuéllar, de 24 años, Rafael Mercadante, uno de los principales jefes, Ángela Agis (o Sánchez) de Apan, Hidalgo, y amante de Higinio. Había otros participantes entre los que se encontraban extranjeros, pues entre ellos había cuatro españoles. Todos los integrantes habían escapado de la Cárcel de Belem de la Ciudad de México. El mismo Higinio Granda había huido de ella disfrazado de mujer, a raíz del asalto a la Cárcel por parte de los generales Félix Díaz y Manuel Mondragón, realizado a fin de liberar a Bernardo Reyes y derrocar a Francisco I. Madero. El golpe fracasó, pero un grupo de presos aprovechó la intentona para escapar: los futuros integrantes de la banda.

Ya organizada la banda, el primer golpe que dio fue al Tesoro de la Nación. Una noche se detuvo el Fiat gris frente a la Tesorería. Un guardia le ordenó al chofer moverse de ahí, el vehículo avanzó unos metros, se detuvo, y salieron dos “soldados”: José Fernández y León Cedillo, más cuatro “policías” que eran Risco, Granda, Oviedo y Chao. En el Fiat solamente quedaron dos ladrones. Mientras los bandidos explicaban al guardia que venían a aprehender a unos subversivos que vivían cerca de ahí, del carro bajo el Pifas, un cerrajero excelente y amoral, y abrió los candados de la reja, al tiempo que los mafiosos liquidaban a los otros guardias que se encontraban dentro de la Tesorería. Una vez que entraron, el Pifas abrió las cajas fuertes, y se llevaron en costales todo el contenido en dinero y alhajas. Como inicio era un buen inicio.

Entre los muchos hechos delictivos que cometieron, destaca el llevado a cabo en la casa del ingeniero Gabriel Mancera, en las calles de Donceles número 94 de la Ciudad de México. Mancera era un rico minero nacido en el estado de Hidalgo, quien contaba con varios fundos en Mineral del Chico, Hidalgo,  a más de ser dueño de varias fábricas de textiles en Tulancingo, y propietario de los ferrocarriles Hidalgo y del Noroeste. Lo robado a Mancera, quien fuera en su momento presidente municipal de Pachuca y diputado, ascendió a 434,960 pesos. En el botín se encontraba un collar de esmeraldas que pasó a adornar el cuello de la Gatita Blanca, María Conesa, primera triple española del Teatro Principal, obsequiado por Pablo González de quien fuera amante, o quizá por el mismo Higinio, con el que también tuvo sus quereres.

Los facinerosos empezaron a vigilar las casas de  mujeres solas, sin hombres en ellas, como fue el caso de la señora Carmen viuda de Rocha, y de Fabiola, su bella dama de compañía. a Fabiola Bernardo Quintero la enamoró. Al poco tiempo de hacerle la corte, se presentó en la casa de su “amada” vestido de militar. Ante el asombro de la chica, Bernardo le dijo: -¡Hazte a un lado, preciosa, que venimos a asaltar a tu patrona! Maniatándolas, procedieron a desvalijar la casa. Antes de irse Bernardo quitó el pañuelo que silenciaba  la boca de Fabiola y le dio un beso de despedida. Recordemos que la chica era guapa.

Después de muchos secuestros y robos, la banda fue apresada y se ordenó el fusilamiento de los diez cabecillas más importantes, quienes fueron condenados a pena de muerte por dos robos de los ocho de que se les acusaba. El primero en ser aprendido fue León Cedillo, quien chivateó y denunció a los demás. Granda logró escapar, y nunca se supo nada más de él. Dicho fusilamiento se encomendó al comandante militar de la Ciudad de México, el general Francisco de P. Mariel, revolucionario que llevó a cabo el levantamiento a favor de Francisco I. Madero en Huejutla, Hidalgo. Un poco de tiempo antes del fusilamiento, Pablo González conmutó la pena de muerte a José Fernández, Rafael Mercadante, Francisco Oviedo, Luis Lara y Bernardo Quintero. La ejecución de los demás integrantes de la Banda del Automóvil Gris quedó inmortalizada en una fotografía tomada por el famoso fotógrafo Agustín Víctor Casasola.

Poco tiempo después del fusilamiento, Pablo González Garza, se dedicó a preparar el asesinato de Emiliano Zapata, acontecido el 10 de abril de 1919, en la hacienda de Chinameca, Morelos.
 
Corrido de la Banda del Automóvil Gris
Señores tengan presente,
lo que les voy a cantar,
sobre esa banda de gente,
que asalta la Capital.
Será que el Diablo la ayuda,
a tanta mala acción,
o los mismos generales,
de la Revolución.
Dicen que todos salieron,
de la cárcel de Belén
y que rodean a las casas,
por encargo de la ley.
Y andan esos rateros,
en un automóvil gris,
robando tanto dinero
y joyas hay que decir.
 Unos son mexicanos
y otros no lo son
soldados y policías
¡cristianos sin corazón!
Señores pongan cuidado,
que les daré un pormenor,
son peores que un terremoto
y el jefe es un español.
Con órdenes de cateo
saquean la Capital,
cogiendo todo lo ajeno,
buscando un arsenal.
Todita la gente tiembla,
sin hallar ni qué pensar,
con estos hijos de Gestas,
Dios mismo se debe cuidar.
Ni toda la artillería,
del Palacio Nacional,
salvó a la Tesorería
de un robo sin igual.
Señores ya me despido,
que sigan sin novedad
cuídense de los vecinos
y de la autoridad.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Mitos Cortos

K’urhikaueri, Gran Señor del Fuego. Mito purépecha.

Un mito purépecha nos cuenta que al principio de los tiempos no había nada, todo era oscuro, todo era un gran círculo sin principio ni final. De pronto, de ese fondo oscuro surgió un rayo de luz que creció y creció hasta formar una gran bola de fuego que rompió la oscuridad en infinidad de pedazos. Del centro de la gran bola de fuego salió el dios K’urhikaueri, o Curicaveri, Gran Señor del Fuego, el Sol, dios de la guerra, benefactor de los humanos; y la diosa Kuerahuáperi: principios creadores masculino y femenino. Junto a ellos apareció  un soplo divino llamado Kuritacaheri.

Kuerehuáperi con el tiempo se volvió una hermosa muchacha y el Gran Señor del Fuego se enamoró de ella. Para hacerle la corte, le mandó rayos de luz que se le quedaron a la diosa en su frente, en su matriz y en sus dos manos. Entonces, la diosa se convirtió en Nana Kuerajperi, la Madre de la Creación, que dio nacimiento, en una tremenda tormenta, a todas las cosas: Tierra, montañas, árboles, ríos, lagos… Kuerahuáperi, Desatar en el Vientre, La que Da la Vida y la Muerte, tuvo cuatro manifestaciones o hijas, que son las cuatro nubes de las direcciones-colores, que pueden otorgar vida con su lluvia o destrozar los sembrados con los aguaceros y las granizadas. La más importante manifestación de la diosa madre fue su hija Xaratanga, Luna Nueva, relacionada con la fertilidad. Ella es la renovación de su madre, la Luna Menguante.

Sucedió que un día, la luz y la oscuridad chocaron, y del choque se formaron cuatro rayos que se dirigieron hacia los cuatro puntos cardinales. Entonces, el dios creador tomó la lumbre y le dio la forma de una esfera luminosa para que iluminara al mundo. La llamó Tata Huriata, Señor Sol. Poco después, K’urhikaueri decidió crear a Nana-Kutsi, Señora Luna, para que le ayudara a alumbrar la parte de la Tierra donde todavía había oscuridad. Así surgieron el día y la noche, que alumbraban al mundo alternativamente, con más o menos intensidad.

Pero Tata-Huriata se enamoró perdidamente de Kutsi, y al unirse en un abrazo fecundo, formaron el primer eclipse de que se tenga noticia. De un segundo parto nacieron las flores, los árboles, las plantas; es decir, la flora que se encuentra en nuestro planeta. Entonces, la diosa parió por tercera vez y dio a luz a todos los animales que eran muy hermosos, pero que carecían de raciocinio. De un cuarto parto, surgieron los hombres y las mujeres, quienes ya contaban con el raciocinio que les permitía distinguir la maldad de la bondad; lo más importante ocurrió cuando la diosa creadora les otorgó la palabra, uandakua; o lo que es lo mismo, la posibilidad de comunicarse, entenderse, e intercambiar ideas, facultad exclusiva de los seres humanos. Así como la diosa enviaba las lluvias y las semillas, también era capaz de provocar las sequias, que causaban tremendas hambrunas. Nana-Kutsi la que anunció la llegada de hombres extranjeros a la Tierra, augurio que los otros dioses no le creyeron…

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas

Itzpapálotl y las mariposas. Leyenda prehispánica.

A las mariposas en general, los mexicas las consideraban como las almas de los niños que visitaban la Tierra desde el Tlalocan; genéricamente, les otorgaron el nombre de Micpapálotl (Ascalapha Odorata), Mariposa del Mictlan, tal vez debido a su  hermoso color negro.  Fueron el símbolo del renacimiento y de la regeneración de los hombres. Según la escatología, los guerreros, después de pasar cuatro años en el Tonatiuh Ilhuicac, la morada celeste del Sol, regresaban a la Tierra en forma de hermosas y coloridas mariposas, para obtener el néctar de las flores con que alimentarse. Los muertos se convertían en mariposas y visitaban a sus familiares para protegerlos de los males que pudieran aquejarlos. Las mariposas volaban alrededor de la casa y de las flores. Los mexicas consideraban que era de mala educación oler un ramo de flores por arriba, se debía inhalar el aroma por un costado, pues la parte de arriba se reservaba para que las almas de los muertos disfrutaran oliendo la flor libremente encarnados en mariposas.

Los mexicas dieron diferentes nombres a las fases que comprende la vida de las mariposas. El huevo de la mariposa recibía el nombre de ahuauhpapalotl, de ahuautli amaranto, por la semejanza que presentaba con la semilla; a la larva la llamaron ocuilin; al capullo se le conocía como cochipilotl, etapa de sueño; y la mariposa adulta  papálotl. Asimismo, distinguieron varios tipos de mariposas: la iztpapálotl; la ixtapapálotl, mariposa blanca; la ichcapapálotl, mariposa de algodón; la matlalpapálotl, mariposa azul; la cospapálotl, mariposa amarilla; la xiquipilchiupapálotl, mariposa que hace bolsas; la zoquipapálotl, mariposa de lodo; la tzonincanpapálotl, mariposa que se para de cabeza, la tzahuanpapálotl, mariposa pájaro; y la quetzalpapálotl, o mariposa monarca.

La Itzpapálotl, Mariposa de Obsidiana, tenía en sus cuatro alas triángulos de color blanco. Era la advocación de la Diosa Madre Tlazoltéotl (Toci, Tonan, Coatlicue, Teteo Innan, o Ciuhuacóatl-Quilaztli) patrona de las cihuateteo, mujeres muertas durante el trabajo de parte, habitantes del paraíso de occidente, diosa madre de la guerra y de los sacrificios humanos. Miguel León-Portilla nos dice: Mariposa de Obsidiana es la tierra personificada en su maternidad; en su regazo abarca a los vivos y muertos: para nutrir a los primeros, para transformar a los segundos…

A Itzpapálotl se la representaba como fuego;  el mismo dios del fuego, Xiuhtecutli, Señor de la Hierba, llevaba un adorno en el pecho en forma de una mariposa de obsidiana. En el Códice Borgia II se la puede ver dibujada con la cabeza de una calavera, pues se creía que si una mariposa negra, Itzpapálotl, entraba en una casa era señal de muerte entre los habitantes. En los códices Borbónico y Telleriano se la dibujó relacionada con un árbol roto, mismo que simbolizaba  Tamoanchan, el lugar al que accedían las mujeres muertas en el primer parto. En todos los códices mencionados, Itzpapálotl tiene la mandíbula rota propia de las cihuateteo, las almas de las mujeres nobles muertas en el parto. Según un mito, el poderoso Quetzalcóatl apareció por primera vez en el mundo dentro de una crisálida, de la cual emergió, dolorosamente, a la luz de la perfección simbolizada por una  mariposa.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Tradiciones

La Navidad. V. El Origen de los Villancicos.

¿Qué son los villancicos y de dónde provienen?
El villancico o villancete es una composición poética popular formada por una cancioncilla inicial, que constituye el villancico propiamente dicho; una o más estrofas más largas denominadas mudanzas, a las que sigue un verso de enlace –característico del villancico- y de otro verso llamado de vuelta que rima con el villancico inicial, y que permite la repetición total o parcial del villancico, dicha repetición recibe el nombre de estribillo. Por ejemplo:

Villancico:                             Verso de enlace:
Míos fueron, mi corazón,          no seáis desconocida

Los vuestro ojos ajenos           Verso de vuelta
¿Quién los quiso ser ajenos?    No me los hagáis ajenos
Mudanza:                              Estribillo:
Míos fueron desconocida,         Los vuestro ojos morenos
Los ojos con que miráis,
Y si mirando matáis,
Con miraros dais la vida.   

En su forma poética el villancico deriva de otra más antigua, la muwasshä, composición árabe que termina en una estrofa en mozárabe, árabe vulgar, llamada jarsha, y que fue muy empleada en la poesía de los poetas árabe-españoles. La palabra jarsha significa salida. Las jarshas pertenecen al tipo de las cantigas de amigo. La más antigua que se conoce data de la mitad del siglo XI. Esta teoría se la debemos a Raúl Dorra. En cambio, para Lázaro Carreter, el villancico proviene del zejel, así como las cantigas gallegas, portuguesas, los rondeles franceses y algunos poemas italianos y provenzales. El zejel consta de un estribillo para ser cantado por el coro, y de cuatro versos que canta el solista; los tres primeros constituyen la mudanza, son asonantes y monorrimos; el cuarto verso se llama de vuelta y rima con el último verso del estribillo era el que daba la señal al coro para repetir el estribillo. Veamos:

Estribillo:                        Verso de vuelta:
Allá se me ponga el sol      con este dolor.
Do tengo el amor               Estribillo:
Mudanza:                        Allá se me ponga el sol
Allá se me pusiese             do tengo el amor.
Do mis amores viese
Antes que me muriese.

Las formas poéticas mencionadas constituyen las primitivas composiciones realizadas en castellano; por tanto el origen de los villancicos, en tanto que estructura poética, pertenece a la época en que España iniciaba su lírica en lengua castellana. En aquel entonces, el villancico designaba una incipiente poesía pastoril de carácter profano y no religioso. De los villancicos surgieron las églogas o composiciones poéticas de índole bucólica; los autos sacramentales, o dramas en verso dedicados a los misterios del señor; y los cantos pastoriles populares que se cantaban durante la Misa de Gallo, cuyo tema central giraba en torno al nacimiento de Cristo, con los cuales dieron inicio los villancicos religiosos tal cual los conocemos.

Los villancicos llegan a nuestro país
Fueron los primeros frailes que llegaron a México, los franciscanos, quienes  los trajeron con su carácter ya religioso. Cuando los indígenas aprendieron el Credo junto con la lengua española, la música y el canto a la manera europea, se dieron a la tarea de componer villancicos que cantaban en las misas, sobre todo en la época de Navidad. Incluso en 1543, el Cabildo Metropolitano instauró un coro de niños y jovencitos indígenas que interpretaban chanzonetas de Pascua y villancicos de natividad. Don Henríquez Ureña nos dice: … a fines del XVI se componen villancicos para las fiestas obligatorias de las catedrales: Madrid, Toledo, Sevilla, México, Puebla, sobre todas. Para ellas se escriben y se imprimen letras en que abundan los elementos populares, imitados a lo divino; forman rudimentos de dramas líricos sacros, nacidos de la canción popular.

Una vez en México, los villancicos dividieron su producción en dos vertientes. Por un lado estaban los compuestos por el pueblo, debidos al ingenio de indígenas y mestizos casi siempre anónimos; y por otro, se encontraban los villancicos que componían personas del calibre de Pedro de Trejo, Fernán González de Eslava y Sor Juana Inés de la Cruz. Más algunos autores de menor importancia como Ambrosio de Montoya, Pedro de Soto Espino, Gabriel Santillana y Alonso Ramírez Vargas. Veamos un hermoso villancico como ejemplo.

Pedro de Trejo
Nació en Plascencia, Extremadura, España, en 1534. Hacia mediados de siglo viajó a la Nueva España, donde poco después fue acusado ante la Santa Inquisición de hereje, apresado y juzgado injustamente. Su sentencia lo llevó hasta San Juan de Ulúa, lugar en que se pierde la pista de su existencia. Escribió El Cancionero General, exquisita obra que data del año 1569. Este cancionero lo tenía en su haber el señor Francisco Pérez de Salazar a principios del siglo XX y actualmente se encuentra perdido. Afortunadamente, en 1940 se hizo un facsímile del cancionero del cual una parte ha llegado hasta nosotros. En esta parte se encuentran siete villancicos, de los cuales reproducimos uno:

Villancico al nacimiento de Cristo Dios y Salvador
Quién es este que nació:                En un ser Dios y hombre están   
Es el que es dador de la vida           bien hay que tal nos dio
Y que tal es la parida                      Y que tal es la parida
Cual quiso lo que parió.                   Cual quiso lo que parió
Os cielos, los elementos                 Es Dios del Cielo venido
Lo imposible y lo imposible              viene al suelo a donde estaba,
De ver su Dios invisible                   Y bajó donde quedaba
Visible, están ya contentos              Por ser ya el tiempo cumplido
Este es el cuento de cuentos           en Trinidad permitido.
Que el demonio no entendió             Un solo Dios acordó
Y que tal es la parida                       Y que tal es la parida
Cual quiso lo que parió.                    Cual quiso lo que parió.
Este es de quien dijo Juan
A nuestros antecesores,
Es hecho carne de amores,
Y la gloria de Él verán.

                   
Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Mexicanas Varias

«La Adelita». Leyenda revolucionaria.

La famosa Adelita de la canción existió en la vida real antes de convertirse en personaje de leyenda como soldadera revolucionaria; es decir, que formó parte de las mujeres que participaron en la Revolución Mexicana de 1910, que marchaban junto con los soldados como cocineras, enfermeras, ayudantes, enterradoras, y amantes. Su nombre completo fue Adela Pérez Velarde. Nació en Ciudad Juárez el 8 de septiembre de 1900. Fue nieta de Rafael Velarde, quien fuera amigo de don Benito Juárez y en cuya casa el Benemérito se alojó, en su camino hacia el norte de la República Mexicana, en los días aciagos de su lucha contra los invasores franceses.

Adela se dedicó a la enfermería, la cual estudió pese a la oposición de su padre, un rico comerciante de Ciudad Juárez. En 1914, dio la casualidad que atendiese a un soldado herido llamado Antonio del Río Armenta quien, profundamente enamorado, le escribió un corrido súper conocido por todos los mexicanos y algunos extranjeros. Veamos su letra completa:
 
Leyenda mexicana La AdelitaEn lo alto de la abrupta serranía,
Acampado se encontraba un regimiento,
Y una joven que valiente lo seguía
Locamente enamorada del sargento.

Popular entre la tropa era Adelita,
La mujer que el sargento idolatraba,
Que a demás de ser valiente era bonita,
Que hasta el mismo coronel la respetaba

Y se oía que decía,
Aquel que tanto la quería:

Si Adelita se fuera con otro
La seguiría por tierra y por mar,
si por mar en un buque de guerra
si por tierra en un tren militar.

Y si Adelita quisiera ser mi novia,
Y si Adelita fuera mi mujer,
Le compraría un vestido de seda
Para llevarla a bailar al cuartel.

Una tarde en que la escolta regresaba,
Conduciendo entre sus filas al sargento,
Y la voz de mujer que sollozaba,
Su plegaria se escuchó en el campamento.

Al oírla, el sargento, temeroso
De perder para siempre a su adorada,
Ocultando su emoción bajo el embozo,
A su amada le canto de esta manera:

Adelita, Adelita no me vayas a olvidar
Y si acaso yo muero en batalla,
Y mi cadáver lo van a sepultar,
Adelita, por Dios te lo ruego,
Que con tus ojos me vayas a llorar.

Ya me despido de mi querida Adela
Solo un recuerdo quisiera yo llevar
Su retrato grabado en mi mente
Para nunca su amor olvidar.
 

Existen otras versiones acerca de quién fue el verdadero compositor de este corrido tan famoso. Para algunos, la compuso un capitán veracruzano llamado Elías Cortázar Ramírez. Otros interesados opinan que se debe a la pluma de un sinaloense, Ángel Viderique, que la creo a orillas del mar, ya que uno de sus versos dice: “La seguiría por tierra y por mar…”. Se cree también que el corrido fue compuesto en abril de 1913, cuando fue tomada la ciudad de Camargo, Chihuahua por las tropas revolucionarias. A veces al corrido se le considera anónimo, y que una vez el general Domingo Arrieta lo escuchó en un rancho sinaloense, le gustó mucho, y pidió a al maestro de la Banda Militar, Julián S. Reyes que lo escribiera y lo instrumentalizara.

Como Adelita formaba parte de la Brigada de la Cruz (o Asociación Mexicana de la Cruz Blanca) fundada por la señora Leonor Villegas de Manón, desde 1913 se dedicaba a atender a los heridos soldados villistas de la famosa División del Norte comandada por Francisco Villa. La chica se incorporó a la División, entonces al mando del general Carlos Martínez, a muy temprana edad, trece años. Estuvo en el Ejército del Noroeste en Chihuahua, Zacatecas, Torreón, Aguascalientes, Morelos y en la Ciudad de México. “Adelita” la llamaban el general Pancho Villa y el general Rodolfo Fierro, diminutivo con el que pasó a la leyenda. Entre sus conocidos figuraban generales tan importantes como Pablo González y Venustiano Carranza.

Cuando la Revolución se dio por terminada, Adela recibió un homenaje por sus servicios prestados en batalla y, en 1941, se la nombró veterana de la Revolución por su participación contra la Usurpación Huertista, recibiendo una pensión vitalicia que la alejó del trabajo burocrático que en ese tiempo ejercía. En 1962, se la nombró miembro de la legión de Honor Mexicana. El documento oficial de su pensión dice a la letra:

Primera Comisión de Hacienda
La señorita Velarde es veterana de la revolución, según lo compruebe por oficio No. 9734 de fecha 22 de febrero de 1941, girado por la secretaría de la Defensa Nacional. Ostenta la condecoración del Mérito Revolucionario que se otorga por ser vivíos prestados durante el segundo período comprendido del 20 de febrero de 1913 al 15 de agosto de 1914. La interesada militó al lado del Venustiano Carranza, quien la tenía en muy alta estima, así como otros jefes revolucionarios que la trataron y reconocieron sus grandes dotes humanitarias, ya que dedicó su juventud y su vida al cuidado de heridos y enfermos, Al triunfo de la Causa, prestó servicios en la Cruz Blanca Neutral, habiéndosele otorgado una mención honorífica por su labor altruista y desinteresada.
Artículo Único. Como recompensa a los servicios prestados, se concede a la señorita Adela Velarde Pérez, pensión de $750 mensuales que le será pagada íntegramente por la tesorería General de la Nación, mientras la interesada conserve su estado actual civil.
Sala de Comisiones de la H. Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.- México, D.F., a 8 de diciembre de 1961.

La legendaria Adelita murió de cáncer, olvidada y en la miseria, la noche del 4 de septiembre de 1971, en el Hospital de San Antonio Texas, Estados Unidos. Sic transit gloria mundi.

Sonia Iglesias y Cabrera