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Mitos Cortos

Pitao Cozobi. Mito zapoteco.

Mito mexicano ZapotecoLa palabra “zapoteco” procede del náhuatl; significa “hombre” o “pueblo del zapote”, como denominaban los mexicas al grupo que formó la civilización en lo que actualmente es el estado de Oaxaca. Pero los zapotecas se denominaban a sí mismos be’nezaa, “el pueblo de las nubes”, pues consideraban que de ellas descendían. Su cultura abarcó un período que va de 500 a.C. a 750 d.C.

La mitología zapoteca narra que hubo un dios llamado Pitao Cozobi, Dios de las Cosechas y del Maíz Tierno; cuyo nombre, literalmente, significa el Dios de la Comida Abundante. Los sacerdotes le dedicaban ceremonias especiales –antes y después de las cosechas- durante las cuales hacían sangrar sus orejas y sus narices, a fin de llenar una urna con sangre, la cual representaba a Pitao Cozobi. La sangre se regaba en las milpas antes de la siembre y después de las cosechas. Al término del ciclo agrícola, el sacerdote principal, daba las gracias al dios por los buenos resultados obtenidos. Se trataba de un rito propiciatorio para lograr una buena recolección de mazorcas.

A Pitao Cozobi se le representaba, antropomórficamente, con un magnífico tocado que llevaba la máscara de un animal con boca de tigre, adornado con plumas de aves fantásticas y mazorcas de maíz. Cozobi simbolizaba al Sol de Occidente; así como Pitao Pexe, el Señor de la Riqueza, representaba el Sol de Oriente; Pitao Zig, el Señor de las Miserias, el Corazón del Monte y Dios de la Tierra, al Sol del Norte; y Pitao Copijcha, el mismísimo Sol, al Sur. La representación material de Cozobi se encuentra en numerosas urnas funerarias, siempre con su tocado de mazorcas y su color blanco, asociado siempre al Occidente.

Pero no sólo Pitao Cozobi fue una deidad agrícola para los zapotecos, también estaban el Dios Murciélago, Señor del Inframundo; y Pitao Cocijo. Éste último dios, Trece Flor, era el encargado de hacer llover sobre las milpas y el patrono del Paraíso, de la Tierra y de los campesinos.
El investigador José Alcina Franch, encontró en la zona de Villa Alta y San Miguel Sola, Oaxaca, un importante dios del maíz conocido con el nombre de Lozucui, que no era otro sino el mismo Cozobi de los valles oaxaqueños.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas

Jerónimo de Aguilar. Leyenda colonial.

Jerónimo de Aguilar nació en el pueblo de Écija, Sevilla, en el año de 1489. Llegó a América como soldado, junto con el conquistador Juan de Valdivia. Cuando los españoles conquistaron las islas del Caribe, Vasco Núñez de Balboa en una nueva expedición colonizadora salida de Cuba, fundó la ciudad de Santa María de la Antigua del Darién, en Colombia, a orillas del Mar Caribe, en 1510. Acompañando al conquistador iban Gonzalo Guerrero y Jerónimo de Aguilar. De regreso a Cuba, el 15 de agosto de 1511, una tormenta hizo naufragar el barco frente a la isla de Jamaica. Sólo se salvaron ocho hombres que llegaron a las costas de Yucatán en un batel. Al bajar de la barca, se toparon con los indios maya-cocomes y todos murieron menos Gonzalo y Jerónimo, quienes se quedaron un largo tiempo en Yucatán. Ocho años después, fueron encontrados por Hernán Cortés, quien rescató a Jerónimo, siendo elección de Gonzalo el quedarse a vivir con los indios, pues había formado una familia. Más tarde, combatió contra los españoles. Diego López de Cogolludo, en su crónica Historia de Yucatán, narra:
Con el buen tratamiento del general Hernando Cortés, con no hacer los españoles daño alguno á los indios, se acabaron de asegurar todos los de la Isla, y traían buena provisión de bastimentos para el ejército. (…) Desta familiar comunicación con los indios, dice el coronista Herrera, resultó que algunos dieron á entender que cerca de aquella Isla en Tierra firme de Yucatán, había hombres semejantes á los españoles con barbas, y que no eran naturales deste reino, con que tuvo ocasión Hernando Cortés de buscarlos.

Leyenda corta de Jeronimo de AguilarCortés envió una carta a Jerónimo y Gonzalo para avisarles que serían rescatados. Pagó a los caciques de los cocomes con camisas y cuentas a cambio de su libertad. Jerónimo recibió la carta y… habiéndola leído se holgó mucho (bien se deja entender el grado en que seria) y que fue á su amo con ella, y los rescates para que le diese la licencia, la cual luego dio para que se fuese donde tuviese gusto. Gerónimo Aguilar habida licencia de su amo, fue en busca de otro compañero suyo llamado Gonzalo Guerrero y le enseñó la carta, y dijo lo que pasaba. (Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de Nueva España)

Pero Gonzalo respondió:
Hermano Aguilar, yo soy casado y tengo tres hijos. Tienenme por cacique y capitán, cuando hay guerras, la cara tengo labrada, y horadadas las orejas que dirán de mi esos españoles, si me ven ir de este modo. Idos vos con Dios, que ya véis que estos mis hijitos son bonitos, y dadme por vida vuestra de esas cuentas verdes que traéis, para darles, y diré, que mis hermanos me las envían de mi tierra.

Así pues, Jerónimo se fue con Cortés a la conquista de México y le sirvió de intérprete en maya, junto con la Malinche que hablaba náhuatl, además del maya. Del español al maya por medio de Jerónimo, y del maya al náhuatl por medio de la Malinche. Por sus servicios al Capitán, Jerónimo recibió, en encomienda, Molango, Xochicoatlan, y Malilla. Se casó con Elvira, una indígena tlaxcalteca con la que procreó una hija: Luisa de Aguilar. Murió Jerónimo de Aguilar en el año de 1531, cerca del río Pánuco. No se conoce el sitio donde fue enterrado este legendario personaje.
                       

Sonia Iglesias y Cabrera

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Tradiciones

La Navidad. IV. El origen del Árbol de Navidad.

Los primeros cristianos evangelizadores aprovecharon la adoración que los paganos tenían a los árboles, para consolidar el mito del nacimiento y existencia de Cristo. Una leyenda nos cuenta que en 522, un monje inglés llamado Winfrido, convertido después en San Bonifacio, caminaba por los bosques pertenecientes al caudillo germano Gundhar, a quien deseaba convertir al cristianismo. Era una fría noche del solsticio de invierno en la cual el hijo de Gundhar iba a ser sacrificado al Dios de la Agricultura, Donar, bajo el gran roble sagrado. Cuando el sacerdote iba a asestar el golpe mortal, Bonifacio, de un solo tajo de hacha, derribó el árbol. Todos los asistentes callaron. Bonifacio, solemne y majestuoso, señaló un pequeño abeto, símbolo de la vida perpetua, y lo nombró Árbol del Niño Dios; e instó a Gundhar a celebrar el nacimiento de Cristo con obsequios y bondad, y no con asesinatos. El germano cortó el abeto y lo colocó en el gran salón de su palacio, para que todos pudieran admirarlo y así celebrar su conversión al cristianismo. 

Existe otra leyenda que nos relata que Martín Lutero, monje alemán (1483-1546), una noche cercana a la Navidad paseaba por los campos cubiertos de nieve, cuando bajo el resplandor de la luna los árboles, totalmente salpicados de nieve, le mostraron los bellos destellos luminosos que de ellos emanaban. Lutero, impresionado, permaneció un momento silencioso y luego decidió regresar a su casa. Al otro día, muy de mañana, fue al bosque por un pequeño pino y lo puso en el interior de su hogar. En sus ramas colocó pequeñas velas que, al encenderse, semejaban el maravilloso efecto que Lutero viera en el bosque.

arbol navidad

Una vez que la costumbre de poner un árbol navideño se arraigó entre los germanos, los niños y jóvenes adornaban un árbol y lo paseaban por las calles de su pueblo, para propiciar que la primavera apurase su llegada y volviera a renacer el verdor en los campos. Los jovenzuelos coronaban sus cabezas con flores y, llevando el árbol como bandera, tocaban a las puertas de las casas para pedir fruta y panes. Mientras tanto, los mayores se divertían bailando y libando alrededor de un gran árbol que se colocaba en el centro del poblado.

Durante la Edad Media, en Europa se festejaba la Navidad colocando en las casas ramas de boj, jengibre, abedul, encina y pino, árboles que nunca pierden su ramaje verde. Fue en Alsacia donde se implantó la costumbre de usar pino.

En 1600, en la población de Sélestat, Bajo Rin, situada en la ahora Alsacia francesa, se erigió un árbol navideño al que se adornó con manzanas y hostias -las cuales darían lugar, con el devenir del tiempo a las tradicionales galletitas de navidad, tan usuales en los países nórdicos- como adornos arbóreos. Un siglo después, las hostias se sellaban con pintaderas que representaban las imágenes de Adán y Eva, y fue en Estrasburgo, capital de Alsacia, donde, cinco años después, el Árbol de Navidad enriqueció su decorado con rosas de papel multicolor, que simbolizaban a las rosas de Jericó florecidas en la Navidad para que María caminase sobre ellas; figuras de azúcar, y finas hojas de metal dorado que simbolizaban el ruido producido por los regalos que los Santos Reyes obsequiaran al Niño Dios. Poco tiempo después, las fábricas de vidrio de Meisenthal, en Lorena,  y de Turingia, Alemania, fabricaron bolas de colores para adornar los árboles.

En 1840, a petición de la duquesa Hélène d’Orleans y por influencia de las familias alsacianas, se colocó un Árbol de Navidad en el Palacio Real de las Tullerías, en París, Francia. En ese mismo siglo, la tradición llegó a Inglaterra cuando, desde su nativa Sajonia-Coburgo, la introdujo el príncipe Alberto, consorte de la reina Victoria.

A los Estados Unidos de Norteamérica el Árbol de Navidad llegó en 1821. La costumbre se inicio en Lancaster, Pensilvania, llevada por un grupo de alemanes asentados en dicha ciudad. En un principio, los árboles se exhibían en lugares públicos y en los grandes almacenes. Más adelante, entraron a los hogares, en donde se les decoraba con figuras de papel brillante, manzanas, galletas y velas encendidas.

El árbol de navidad llega a México
De cómo y cuando llegó a México el Árbol de Navidad, existen dos versiones. La primera nos dice que a principios del siglo XIX, llegaron al país familias alemanas con el deseo de forjarse un capital en estas tierras. Celosas de sus costumbres, no quisieron perderlas, y conservaron la tradición de poner el Árbol de Navidad adornado. En tiempos del Imperio de Maximiliano de Habsburgo, iniciado en 1864, tal adorno llamó mucho la atención y fue ganando adeptos entre las familias mexicanas, pero pronto se olvidó la costumbre, a raíz de la muerte del usurpador.

La otra versión nos informa que, en 1878, el famoso general Miguel Negrete, acérrimo enemigo político de Porfirio Díaz y ministro de guerra durante la presidencia de Benito Juárez, colocó un árbol navideño en su casa por haber quedado muy impresionado con los que vio en uno de sus viajes a los Estados Unidos. El acontecimiento fue tan impresionante que fue descrito por la prensa: “El árbol sembrado de luces, cubierto de heno, extendía sus ramas a una gran distancia, y contenía como 250 juguetes, entre los que cada invitado tenía derecho a elegir uno designado por un número que de antemano se repartió; los objetos consistían en juguetes de muy buen gusto y aun de lujo”.

Sea cual fuere la versión verídica, el hecho es que actualmente la costumbre de poner árbol de Navidad ha sido adoptada por varios sectores de la población mexicana, sobre todo en las ciudades, donde las familias colocan el árbol, acompañado del tradicional nacimiento, adornado con esferas, foquitos y escarcha o con figuras de hojalata, trigo, pan y papel, para hacer más vistosa esta controvertida costumbre que ya cumplió más de cien años en México.

Símbolos del Árbol de Navidad.
El árbol en sí representa el Paraíso de cuyos frutos comieron Adán y Eva, el Pecado original, y es el recordatorio de que ha llegado el Mesías para salvar a la humanidad. Es el Árbol de la Vida eterna. La forma triangular del pino hace referencia a la Santísima Trinidad. Las oraciones que se dicen durante el Adviento son de cuatro colores: el azul representa las oraciones de reconciliación, el color plata connota a las oraciones de agradecimiento, el oro simboliza a las oraciones de alabanza, y el color verde a la abundancia, la fortaleza y a la naturaleza. Se dice que la estrella que se coloca en la punta del Árbol, representa la Fe que guía a los cristianos, en recuerdo de la Estrella de Belén. Las esferas son el símbolo de aquellas manzanas que colocara San Bonifacio y que representan a las tentaciones a que está expuesto el hombre. Las luces del Árbol, que en su inicio eran velitas, simbolizan la luz de Cristo. Los lazos son los símbolos de la unión entre las familias y los amigos queridos.
                            Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Mexicanas Época Colonial

Las apariciones de la Virgen de Guadalupe.

La compuesta de flores maravilla.
Divina protectora Americana,
Que a ser se pasa Rosa Mexicana
Apareciendo Rosa de Castilla.

Sor Juana Inés de la Cruz

La mañana del día 9 de diciembre de 1531, muy tempranito, un indio mexicano, natural de Cuautitlán, llamado Cuahtlatoatzin, bautizado Juan, y por sobrenombre Diego, acudía desde su pueblo Tolpétlac a oír misa al templo de Santiago el Mayor, Patrón de España, ubicado en el barrio de Tlatelolco. Cuando al llegar el alba arribó al pie del cerro del Tepeyac, oyó que de la cima provenía un dulce y melodioso canto de pajarillos que se esparcía por todo el lugar.

Asombrado, volteó hacia el sitio de donde procedía tal prodigio y vio una nube blanca y resplandeciente rodeada de un colorido arco iris. Súbitamente, escuchó una dulcísima voz que le hablaba en lengua náhuatl, al tiempo que vio una hermosa señora que decía:

-Hijo mío, Juan Diego, a quien amo tiernamente como a pequeñito y delicado, a dónde vas?
A lo que Juan Diego le respondió:

-Voy, noble dueña y señora mía, a México al barrio de Tlatelolco a oír la misa que nos muestran los ministros de Dios y sustitutos suyos.

Seguido lo cual, la Virgen hizo su famosa petición:

-Sábete, hijo mío, muy querido, que soy yo la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios, Autor de la Vida, Creador de Todo y Señor del Cielo y de la Tierra, que está en todas partes, y es mi deseo que se me labre un templo en este sitio, donde, como Madre piadosa tuya y de tus semejantes, mostraré mi clemencia amorosa, y la compasión que tengo de los naturales y de aquellos que me aman y buscan y de todos los que solicitaren mi amparo, y me llamaren en sus trabajos y aflicciones; y donde oiré sus lágrimas y ruegos, para darles consuelo y alivio; y para que tenga efecto mi voluntad, has de ir a la ciudad de México, y al palacio del Obispo, que allí reside, a quien dirás que yo te envío, y como es gusto mío que me edifique un templo en este lugar, le referirás cuanto has visto y oído, y ten por cierto tú, que te agradeceré lo que por mí hicieras en esto que te encargo, y te afamaré y sublimaré por ello; ya has oído, hijo mío mi deseo; vete en paz, y advierte que te pagaré el trabajo y diligencia que pusieres; así harás en esto todo el esfuerzo que pudieres.

Ante esta divina petición, Juan Diego acudió presto a entrevistarse con fray Juan de Zumárraga, primer obispo de México, quien desconfiado del relato del indio, no le creyó y le despidió pidiéndole que volviese en unos días. Desalentado Juan Diego por la poca credibilidad que otorgó Zumárraga a su relato, por la tarde regresó al Tepeyac para informar a la Virgen del fracaso de su misión y pedirle que encomendara la tarea a alguien más importante y respetado que un simple indio. Sin embargo, María Santísima insistió en que debía regresar al otro día a llevar de nueva cuenta su petición al obispo. El indio aceptó con profunda humildad y al día siguiente, domingo 10 de diciembre, después de oír misa, Juan Diego volvió al palacio del obispo, humillado y con lágrimas en los ojos. Ante tanta insistencia Zumárraga empezó a dudar y formuló ciertas preguntas al indio, al tiempo que le pedía  algún prodigio o señal que le indicase que, efectivamente, se trataba de la Madre de Dios. Entonces, Juan Diego se marchó, seguido de cerca por frailes menores encargados por el obispo de espiarle en sus pesquisas; pero, misteriosamente le pierden la pista una vez llegado al cerro. El indio le hizo saber a la Virgen la petición del prelado y le instó a regresar al día siguiente, para darle la señal demandada. Pero, el 11 de diciembre Juan Diego faltó a la cita con la Virgen debido a que su tío Bernardino, a quien quería mucho y era como su padre, tuvo fiebre muy alta causada por la enfermedad llamada por los indios cocoliztli. Fue tan mal curado por los médicos indios que fue necesario llamar a los religiosos de Tlatelolco para que le diesen la Extremaunción. Así, la madrugada del 12 de diciembre, Juan acudió a Tlatelolco evitando pasar por el sitio de las apariciones. La Virgen, al darse cuenta de la maniobra, se le apareció por el paraje por donde iba Juan Dieguito y lo interceptó preguntándole hacia dónde se dirigía. El indio, apenado, le explicó a la Madre del Señor la razón de su incumplimiento, a lo cual la Virgen le ordenó que fuese a lo alto del cerro a recoger rosas en su ayate y se las entregase a Zumárraga y díjole:

-Ves aquí la señal que has de llevar al obispo, y le dirás que por señas de estas rosas, haga lo que le ordeno…

Maravillado Juan Diego de encontrar rosas en un cerro tan yermo, agarró las más que pudo y se dirigió a la ciudad de México. Llegó ante Zumárraga, desplegó la tilma, cayeron las rosas al suelo, y apareció la imagen de la Virgen de Guadalupe tal como la conocemos hoy en día, plasmada en la más humilde de las vestimentas.

Más tarde, el obispo y otros clérigos acompañaron a Juan Diego a su casa, donde el tío Bernardino, sano y contento, relató que se le había aparecido la Virgen para devolverle la salud e indicarle que, de ahora en adelante, la nombraran la Virgen María de Guadalupe.

En cuanto al divino ayate, fue guardado por el Obispo de México en su capilla particular y, poco después, llevado al altar mayor de la Catedral, para que todo el pueblo pudiese admirar tal portento.

Hoy, la sagrada imagen de la Virgen aparece en el interior de los hogares, en comercios, en los talleres, en los transportes, en las fachas de las casas y aun en los altares de muertos. Con su nombre se llama a miles de mujeres mexicanas. En todo México su presencia se enraíza profundamente, cohesiona y da identidad a los mexicanos. La devoción guadalupana es profunda, impulsa constantemente a los peregrinos a asistir a la Villa de Guadalupe desde los más remotos confines de México y aun del extranjero. La asistencia a la Basílica constituye una forma de venerarla, sobre todo el 12 de diciembre cuando diversas manifestaciones de la religiosidad popular se congregan confundidas en un sincretismo ancestral en que se funden lo indígena con lo español, para dar vida a la fiesta más importante de nuestro calendario ritual.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas

La Casa Blanca. Leyenda colonial.

La Casa Blanca se ubica en la calle de Hidalgo 43 en San Ángel, uno de los barrios más hermosos del sur de la Ciudad de México. Fue edificada en el siglo XVII por los condes de Oploca, al estilo de las casas campiranas de la época. Su portal es sencillo y bello; en la parte superior del zaguán puede verse un escudo de armas.  Los condes, un poco más tarde, fundaron en ella una institución de frailes evangelizadores con destino a catequizar a los niños filipinos, por lo cual se la conoció como La Casa de los Niños de China.

Durante la intervención norteamericana de 1847, dio alberge a las tropas extranjeras; y más tarde, de 1863 a 1867, fue ocupada por las fuerzas armadas francesas, con la anuencia de su entonces propietario José del Villar y Bocanegra. Posteriormente, la casa pasó a ser una congregación de monjas. El inmueble se vendió varias veces; en 1902 era propiedad de Willam Lucien Morkil.

Casa blanca imagenLa leyenda de la Casa Blanca nos dice que doña Giomar, dueña de la casa, tenía un enamorado que le prometió, formalmente, matrimonio. Pero don Lope, mujeriego y casquivano, faltó a su promesa. Decepcionada y herida en lo más profundo de su femineidad, doña Giomar murió de la pena. Años después, de regreso a México, don Lope pasó por la puerta de la Casa Blanca, y oyó una voz que desde adentro le llamaba. La curiosidad le hizo acercarse a una ventana, agarrar los barrotes y tratar de ver hacia el interior. Cuando don Lope asustado quiso huir, no pudo despegar las manos de las rejas. Lamentablemente, al día siguiente fue encontrado muerto en la ventana y con las manos fuertemente apretadas a las rejas de hierro forjado. Desde el día de este hecho legendario hasta hoy, por la ventana puede verse a la luz de la Luna a doña Giomar sentada y acongojada, esperando la llegada de su amado.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Mitos Cortos

Los niveles del universo. Mito tojolabal.

El universo de los indígenas tojolabales de Chiapas está formado por tres niveles;  cada uno de ellos cuenta con seres sobrenaturales capaces de interferir en la vida de los seres humanos para causarles daños o procurarles beneficios.

En el primer nivel se encuentra el Cielo, Satk’inal, la hermosa morada de Dios, K’awaltic, de Santa María, Nantik; de K’ak’u, el Sol; y de Jnantik ‘Ixaw, Nuestra Madre  Luna.

Mito tojolabal

En el segundo nivel se sitúa la Tierra, llamada Lu’umk’inal, la cual está formada por el Mar, la Tierra Caliente y la Tierra Fría. En la Tierra viven los seres humanos y todos los santos que son la representación de dios. Además de ser los fundadores de los pueblos que existen, los santos ayudan a los humanos y a los animales a tener buena salud. Pero en la Tierra también existen seres malignos que castigan a los que infringen las normas de la comunidad, y cometen faltas;  por ejemplo, hay mujer mala que encanta a los hombres con su seducción y los mata.

También se encuentra en la Tierra Nejk’eltzi, el Cadejo, que gusta de aparecérseles a los borrachos por la noche y les produce la terrible enfermedad del “espanto” cuando le ven. En las aguas de los ríos y las lagunas, existe un ser llamado Xinalniha’ malo como él solo.

En el tercer nivel se sitúa el Inframundo, K’ik’nal, Negro, el mundo de la oscuridad, donde vive el maligno Pukuj, conocido también como el Sombrerón, o el Dueño del Monte, cuyos rasgos físicos son parecidos a los de los mestizos, los kaxlanes… En el K’ik’nal viven los muertos, pero que aún se les considera con existencia, son los ‘altzilales, “los que tienen corazón”.
 
Sonia Iglesias y Cabrera.

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Tradiciones

La Navidad. III. El origen de la Piñata.

Este maravilloso juguete tan estrechamente ligado a las Posadas, llegó a México con los conquistadores españoles para subyugar a los indígenas y formar parte de nuestras tradiciones culturales populares.

Su origen no es del todo claro, ya que existen varias teorías al respecto. Una de ellas afirma que fue Marco Polo (1254-1324), ese famoso viajero veneciano, quien llevó la piñata a Italia desde la remota China, una vez cumplida su estancia en ese país. Efectivamente, los chinos de la etapa dinástica tenían la costumbre de elaborar una figura de buey, búfalo o vaca en cartón, a la que adornaban pegándole papel de colores. A esta efigie le colgaban los diversos implementos agrícolas que usaban los campesinos para trabajar la tierra. El interior del animal se llenaba con cinco clases de cereales: mijo, sorgo, arroz, cebada y trigo. La piñata se colgaba y los mandarines se encargaban de golpearla y romperla con largas varas multicolores. Una vez rota, los papeles, cartones y semillas desparramados por el suelo, se quemaban y sus cenizas eran recogidas por los participantes y guardadas como amuletos para obtener suerte y una buena cosecha. Obviamente, se trataba de un rito propiciatorio de carácter agrícola.

Cuando la piñata llegó a Italia cambio su función ritual por la lúdica y se la utilizó como parte de los festejos del primer domingo de Cuaresma, que recibió el nombre de Domingo de Piñata. En este día se forraba una olla con papeles, se la rellenaba de dulces y se la rompía con un palo. Fueron famosas las piñatas que se emplearon en Nápoles en la corte de los Borbones, pues la conseja popular nos dice que se les ponían joyas en su interior, entre otros objetos de menor valía.
De Italia la costumbre pasó a España, donde se la elaboraba en ocasión del Baile de la Piñata que tenía lugar en el tiempo de Carnaval, el cual se prolongaba hasta el primer Domingo de Cuaresma.
Otra versión, debida a la pluma de la doctora Ruth Lechuga nos afirma que:

La piñata se originó en Italia. “Pignatta” significa olla. Durante la Cuaresma se acostumbraba obsequiar a los trabajadores agrícolas una olla llena de regalos. De Italia la práctica pasó a España, donde se fijaba el primer domingo de cuaresma para “romper la olla” como solía decirse. La fiesta se denominaba “domingo de piñata“. Según noticias de este tiempo, ni en España, ni en Italia, se adornaba el recipiente. Pocos años después de la conquista, los misioneros trajeron la costumbre a la Nueva España, pero cambiaron la fecha por los días de las posadas.

Efectivamente, al llegar a México la piñata se rompía el llamado Domingo de Piñata que correspondía a la doménica siguiente al Miércoles de Ceniza. La fecha cambió a las Posadas Navideñas por razones posiblemente ideológicas, para atraer adeptos indígenas a las celebraciones litúrgicas de la Natividad del Señor; pero en un principio debió haberse seguido la costumbre española, ya que aún hoy en día, en algunos lugares de la República como en Magdalenas, Chiapas, y en Mérida, Yucatán, se sigue conservando la fecha inicial.

Existe un testimonio que sostiene que en el siglo XVII, las piñatas ya eran de uso frecuente, pues el pintor Juan Rodríguez Juárez (1675-1728), inmortalizó un rompimiento de piñata acaecido en Iztacalco, Distrito Federal, en una pintura donde pueden verse dos piñatas sostenidas por una cuerda desde la azotea de una iglesia. Dos indígenas las soportan, mientras que otros, alborozados y vendados, intentan romperla.

Fray Juan de Grijalva, conquistador y fraile español, aseguraba que la olla de la piñata representaba a Satanás; su colorido y adornos eran el anzuelo para atraer a los hombres hacia el pecado; la colación y las frutas simbolizaban los placeres pecaminosos; la persona vendada que golpeaba al  juguete, encarnaba a la Fe, que es ciega; el acto de golpear a la piñata, representaba la destrucción del mismísimo Demonio; y los picos de la tradicional figura de estrella, simbolizaban los siete Pecados Capitales.

Así pues, la forma clásica de la piñata ha sido la de una estrella de siete picos, aunque según Sebastián Verti, en el siglo XIX se pusieron de moda las piñatas hechas en forma de gajos, amarrados todos en la parte de arriba con listones de colores. Estos, en un momento dado se jalaban y los dulces caían quedando al alcance de todos.
En el momento en que se va a “quebrar” la piñata, chicos y adultos suelen cantar rondas populares. Por ejemplo:
 
Dale, dale, dale,
No pierdas el tino,
Porque si lo pierdes
Pierdes el camino
*******************************
Dale, dale, dale,
No pierdas el tino,
Mide la distancia
Que hay en el camino

*************
No quiero oro
No quiero plata
Yo lo que quiero
Es romper la piñata
*****************
Echen confites
Y canelones
Pa’ los muchachos
Que son muy tragones.
******************
Ándale María
No te dilates
Con la canasta

De los cacahuates.

Ándale Juana
No te dilates
Con la canasta
De los cacahuates.
***************
La piñata tiene caca,
Tiene caca,
Tiene caca,
Cacahuates de a montón.

Sonia Iglesias y Cabrera


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Leyendas Mexicanas Prehispanicas

La cuetlaxóchitl, Flor de Noche Buena.

Y se discute, furia desatada,
sobre tu origen, cuando tú eres nuestra.
Matriarcal Cuetlaxóchitl, bien amada,
solemne y bendecida, fiel Maestra.

Autor desconocido.

Esta conocida y bella flor, ha formado parte de nuestra cultura desde hace ya varios siglos, pues se le conocía desde antes del esplendor mexica, etnia tan amante de las plantas y las flores, como podemos constatarlo por los muchos jardines botánicos que crearon para su deleite, y en los cuales cultivaban muy variadas especies llegadas de todas las regiones conocidas por los aztecas. En efecto, muchas fueron las flores que admiraron nuestros antepasados, algunas las utilizaban como ornato por su natural belleza, otras se emplearon como parte de la terapéutica, y las más, para honrar a los dioses en las múltiples ceremonias que les dedicaban durante el transcurso del calendario festivo.

Leyenda mexicana flor noche buenaDe entre las muchas flores con que los mexicas contaban, la cuetlaxóchitl destacaba por su elegancia y exquisitez. Su nombre en lengua náhuatl significa “flor que se marchita”, posiblemente aludiendo a lo efímero de su existencia. Otros etimólogos pretenden que su denominación nos remite a “flor de cuero”, lo cual no es muy probable ya que no se trata de una flor de consistencia dura. La leyenda nos cuenta que en el norte del territorio de Taxco se daba un arbusto de bellas flores blancas. Después de una batalla en la cual los mexicas derrotaron a los chontales y los diezmaron, las flores sin razón alguna, se marchitaron, y los vencedores optaron por llamar a la flor “flor que se marchita”. Cuando llegó el tiempo de la siguiente floración, los arbustos se cubrieron de flores de un hermoso color rojo debido a la sangre derramada por los vencidos chontales.

Ritualmente, la cuetlaxóchitl aparecía en casi todas las fiestas sagradas mexicas; sobre todo en la denominada Tlaxochimaco, del noveno mes y dedicada a Huitzilopochtli, Dios de la Guerra en la cual este ser sagrado se adornaba con guirnaldas, sartales, y collares elaborados con esta flor. Para los aztecas esta flor simboliza la pureza y la nueva vida que obtenían los guerreros muertos en batalla, pues pensaban que  tenían la facultad de regresar a la Tierra en forma de mariposas o colibríes para chupar el néctar de la cuetlaxóchitl. Por esta razón, se la ponía en las ofrendas mortuorias dedicadas a los guerreros muertos en el cumplimiento de su deber.

A la llegada de los españoles, la flor adquirió el nombre con el que la conocemos actualmente y perdió el dulce apelativo náhuatl. Se convirtió en la Flor de Noche Buena, precisamente porque se daba en mayor cantidad en los meses cercanos a la Natividad del Señor. Su nombre científico es Eupherbia Pulcherrima. Se trata de un arbusto lechoso de la familia de las Euphorbiáceas que puede llegar a medir hasta seis metros de altura. Presenta grandes hojas y flores cupuliformes, amarillas y pequeñas, a las que cubren brácteas de color rojo intenso, aunque algunas veces pueden ser blancas, amarillas y de color salmón. Esta flor invernal, originaria de un poblado llamado Cuetlaxochitlán, cercano a Taxco y ahora desaparecido, crece en clima cálido durante los meses de noviembre y diciembre, por lo que durante los primeros tiempos de la etapa colonial, los frailes la emplearon para adornar las iglesias y los belenes, aprovechando su anterior uso ritual y adaptándolo a la nueva religión. Una leyenda relata que una muy pobre pequeña niña se encontraba llorando cerca de una iglesia en la Noche Buena, porque no tenía ningún regalo que ofrendar a la Virgen María y al Niño Dios. Un ángel la vio desde el Cielo y se le acercó para indicarle que recogiese hierbas que se daban en el camino y las llevase al altar de la Virgen. La pequeña obedeció. Cuando colocó las hierbas en el altar se convirtieron en bellísimas flores de un rojo intenso que hicieron felices a la niña, la Virgen María y el Niño Jesús.

Otra leyenda da fe de que en un pueblo montañés un cura dio el encargo a una pobre mujer de tejer una manta para tapar al Niño Dios el 24 de diciembre. Pero la mujer enfermó gravemente, y su hijita de diez años se acomidió a ayudarla. En su torpeza a la niña se le enredaban todos los hilos del telar y no logró tejar la tela. Cuando el plazo se cumplió, la niña lloraba angustiada detrás de un arbusto por no haber cumplido con el encargo. Una viejita se le apareció y le aconsejó que cortara algunas ramas del arbusto y las llevase al altar de Jesús. La llorosa niña hizo lo que le ordenaba la anciana señora. Cuando puso las ramas en el florero, se llenaron de maravillosas flores en forma de estrella que pudo obsequiar al Niño. Al salir de la iglesia, se percató de que todas las secas ramas de los arbustos del camino estaban llenas de maravillosas flores rojas como la sangre.

En el siglo XIX, Joel Poinsett, primer embajador norteamericano en México, la llevó a su país, específicamente a Charleston, donde pronto se aclimató y pudo comercializarla por todos los estados de la Unión Americana. Más tarde, introdujo la flor en Europa, donde gustó mucho. Poinsett nunca mencionó que se trataba de una flor mexicana, y durante mucho tiempo se creyó que era una flor norteamericana, e incluso se la conoce con el nombre de Ponsetia.

La Cuetlaxóchitl, la Flor de Noche Buena y la Ponsetia, comparten otros nombres. Se la llama Flor de Pascua, Flor de Fuego, Santa Catarina, Catalina, y Bandera. En los Estados Unidos se la denomina Chistmas Flower, y en Argentina se la conoce como Estrella Federal, santo y seña de los republicanos que pelearon contra los colonialistas españoles.

Además de ser bella, ritual y patriótica la cuetlaxóchitl también tiene propiedades terapéuticas. Tomada en infusión produce más leche en las mujeres que están amamantando, pero debe ser dosificada adecuadamente, porque de lo contrario es peligrosa. Las brácteas mezcladas con octli, se usan para teñir telas y cuero, con las que se obtiene un color rojo escarlata. El jugo de los tallos se puede usar como depilatorio. Con la flor se preparan cataplasma y fomentos contra la erisipela y algunas enfermedades de la piel  como los granitos que padecen muchos adolescentes.

Sonia Iglesias y Cabrera


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Leyendas Cortas Leyendas Urbanas de Terror Tlaxcala

Chucho el Roto

Chucho el Roto, cuyo nombre fue Jesús Arriaga, nació en Santa Ana Chiautempan. Tlaxcala, en la Calle del Gallito, en 1858. Chucho fue un famoso ladrón que se inició en la carrera de malviviente a causa de un hombre rico que le envió a presidio cuyo nombre fue don Diego de Frizac, por haberse enamorado de la señorita Matilde de Frizac, sobrina del millonario. En el año de 1885, se fugó de la cárcel de San Juan de Ulúa situada en una isla frente al Puerto de Veracruz.

Chucho y Matilde tuvieron una hija llamada María de los Dolores cuando él ejercía el oficio de carpintero. Al descubrirse el hecho la familia Frizac lo amenazó de muerte, y aun Matilde le rechazó por temor a la cólera de su tío. Acongojado, Chucho se raptó a la pequeña, fue hecho prisionero y encerrado en la Cárcel de Belem de la Ciudad de México, de donde fue llevado a San Juan de Ulúa.Leyenda chucho el roto
Para cometer sus robos, Chucho el Roto se vestía de manera elegante, razón por la cual le apodaron “el roto” (petimetre). Contaba con varios cómplices, La Changa, Juan Palomo y Lebrija, quienes le ayudaban a efectuar sus robos. Gran parte de lo robado Chucho lo regalaba a los pobres que le querían mucho.

Nueve años después de escapar, fue apresado durante su último robo, en las Cumbres de Maltrata, Veracruz. De vuelta a San Juan de Ulúa quiso volver a escapar, pero la traición de su compañero de celda Bruno, truncó sus intenciones. Herido por una certera bala, fue recapturado. El coronel Federico Hinojosa, director del penal, mandó que se le diesen cien azotes llamándole “desgraciado”, a lo que Chucho respondió: – ¡No puede ser desgraciado el que roba para aliviar el infortunio de los desventurados! Entonces, el coronel ordenó trescientos azotes. En San Juan le metieron a una celda de castigo, El Limbo, donde el verdugo El Boa le azotó. De El Limbo fue trasladado al Hospital Marqués de Montes, donde murió el 25 de marzo de 1894. Contaba con treinta y seis años de edad. Su cuerpo fue trasladado a México  y recibido por su hermana, Matilde y su hija Lolita. Cuando abrieron el ataúd sólo encontraron piedras.

Sonia Iglesias y Cabrera.

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Mitos Cortos

Itzamná, el Señor de los Cielos, la Noche y el Día. Mito maya.

En la cosmovisión maya Itzamná ocupa un papel fundamental en la creación del universo. Sentado desde una banda astronómica, símbolo de los planetas, dirigía al cosmos desde su morada en el Cielo. Itzamná, creador del fuego y del corazón, representaba la muerte y el renacimiento de la naturaleza. Debido a su carácter omnipresente se le representó de muy variadas formas: como viejo desdentado; como pájaro sagrado, Itzam Ye, símbolo del plano celestial; y como cocodrilo, Itza Na Kauil, connotación  del plano terrestre. Asimismo, su imagen podía representarse con atributos de jaguar, venado, pez, y serpiente. Fue asociado con el agua, el fuego, la vida y la muerte.

Mitos de mexico - ItzamnaEstaba vinculado con el rostro del Sol y con la lluvia y, por ende, con la agricultura. Fue el hijo de Hunab Ku, el dios único, y esposo de la diosa Ixchel, la truculenta Diosa de la Luna. Su nombre proviene de su famosa frase con la que se definió ante los hombres: Itz en kaan, itz en muyal, soy el rocío del Cielo, soy el rocío de las nubes. Pero su nombre también puede significar “casa de la iguana” Según el historiador Eric Thompson, su nombre deriva de itzam, lagarto, y de naaj, casa, lo cual nos daría Casa de Lagarto. El Dios Cocodrilo enseñó a los hombres el cultivo y el uso del ki, henequén. Además, fue el primer dios-sacerdote inventor de la escritura y de los libros, y el mecenas de la medicina. Es nada menos que el descubridor de las ciencias y el conocimiento, y patrón del día Ahua, el último y el considerado el más importante de los veinte días maya que conforman el mes.

Finalmente, mencionemos que para los mayas la Tierra era un gran cocodrilo, Itzam Cab Ain, Iguana Cocodrilo de la Tierra, Caimán de la Tierra; o bien, Chac Mumul Ain, Gran Cocodrilo Lodoso. Como nos dice Thompson: Los mayas creían que el mundo descansaba sobre el tórax de un enorme caimán o lagarto, y que éste, a su vez, flotaba sobre una vasta laguna. Aunque a veces la Tierra se representaba como un caparazón de tortuga. Al cocodrilo se le identificaba con el Inframundo y con el Cielo. Así, nuestro animal sacralizado compartía una relación tripartita: Cielo-Tierra-Inframundo.

Sonia Iglesias y Cabrera