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Un inglés muy goloso

Esta leyenda tiene su origen en el barrio de Belén en Guadalajara, Jalisco. Data de la época colonial, de principios del siglo XVII, cuando llegó a Guadalajara un misterioso hombre procedente de Inglaterra el cual respondía al nombre de George. Alto y delgado, vestido siempre de negro, el inglés llamaba la atención porque nunca hablaba con nadie y se mostraba distante con sus vecinos o con aquellas personas que trataban de hacer amistad con él. En cuanto llegó compró una gran hacienda, pues era un hombre muy rico.El inglés goloso

Al poco de tiempo de su llegada, muchos animales del entorno empezaron a morir, así como niños que aparecían completamente desangrados. Nadie se explicaba el fenómeno, al inicio todos pensaron que se trataba de una epidemia, pero pensándolo un poco los lugareños llegaron a la conclusión que todo había empezado cuando llegó el misterioso personaje y decidieron averiguar.

Una cierta noche los más valerosos hombres del lugar se dirigieron al Panteón de Belén donde averiguaron que se encontraba el inglés. Al llegar a las proximidades del cementerio, escucharon un aterrador grito que les hizo correr hacia donde provenía. Lo que vieron les llenó de terror, pues el hombre estaba mordiendo en el cuello a un campesino. Al verse descubierto George huyó, y los hombres le persiguieron acompañados del cura de la iglesia de Belén, hasta que le dieron alcance en su casona. Al verlo, el sacerdote sacó una estaca y se la clavó en el pecho; además, todos los demás le aventaron muchos ladrillos hasta cubrirlo completamente.

 Cuando el vampiro estaba en agonía juró que se vengaría de todos ellos. Fue enterrado en el Panteón de Belén. De repente, la lápida del chupa-sangre se rompió y un gran árbol empezó a crecer sobre ella.

La leyenda nos dice que el día que la lápida se rompa completamente o el árbol sea derrumbado, el terrible hombre resurgirá y se vengará desangrando a muchos más hombres y niños. Mientras tanto, cuando alguien trata de cortar una rama de dicho árbol, empieza a sangrar, como sangraban las víctimas del hombre vampiro.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Fermina

Cuentan en la ciudad de Guadalajara,  capital del estado mexicano de Jalisco, que en una ocasión Fermina fue llevada por su madre al Hospital Civil debido a un fuerte dolor en el vientre. Debían operarla de urgencia. Por lo tanto, los médicos la anestesiaron y la llevaron al quirófano para proceder. Fermina se durmió bajo los efectos de la anestesia.

Cuando despertó, se encontraba en un cuarto blanco y alto, con muchas camas con pacientes quejumbrosos. La oscuridad del recinto sólo se atenuaba por una luz que procedía del cubículo de las enfermaras. Fermina se dio cuenta de que una mujer vestida con los hábitos de monja antigua caminaba por entre las camas de los enfermos. Con el rostro cubierto, la monja se detenía en cada cama, miraba al doliente y rezaba. La aparición se repitió cada noche, justo cuando las enfermeras apagaban la luz y se trasladaban a su cubículo.

Fermina le preguntó a una de las enfermeras sobre la identidad de aquella monja, pero no obtuvo respuesta, sino solamente la indicación de que se fuese a bañar. Pero como la muchacha se sentía muy débil, esperó hasta la noche para acudir a bañarse. Al irse acercando al baño escuchó que alguien se encontraba en él y se estaba tomando una ducha. Cautelosamente, Fermina se puso a espiar y vio que una mujer con largo y negro cabello negro estaba bajo la ducha… pero en vez de chorrear agua lo que corría por su cuerpo y el suelo era sangre! De repente, la mujer volteó y Fermina vio que tenía unos ojos muy negros. Atemorizada, la joven volvió al dormitorio temblando de horror.

Poco después, Fermina trabó amistad con una enferma de su edad. Ya entradas en confidencias le preguntó si ella había visto a una monja que caminaba entre las camas de los pacientes. Fermina le respondió: -Por supuesto que la veo, siempre viene a rezarles a los enfermitos para que se curen rápido. Entonces la amiga le respondió: -¡Pero es que no me has entendido, esa mujer está muerta! ¡Fíjate bien, su cara es una calavera y flota porque no tiene pies!

La Monja fantasma

Incrédula ante lo dicho por su amiga, Fermina decidió cerciorarse por ella misma. Por la noche espero a que las enfermeras apagaran las luces y se mantuvo al acecho. Poco tiempo después la monja apareció. Fermina fingió dormir, pero la observaba a hurtadillas semi tapada por la colcha. Cuando se acercó a su cama, pudo constatar que, efectivamente la monja flotaba y su cara era una horrible calavera con dos profundos hoyos negros como ojos. Ante tan horrenda aparición, Fermina cayó desmayada.

Al día siguiente, muy tempranito, la muchacha, a pesar de aún no estar dada de alta, sacó su maleta de debajo de la cama, se vistió apresuradamente, y se fue cuan veloz era a su humilde casa que se encontraba en un cercano pueblo. Jurándose que nunca más volvería a pisar ese escalofriante Hospital Civil donde el fantasma de una monja se aparecía.

Sonia Iglesias y Cabrera

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El vampiro del panteón de Belén

La leyenda dice que ya hace muchos años llegó un hombre misterioso a la ciudad de Guadalajara. El hombre vestía de negro y sólo salía por las noches, dicen que desde su llegada a la ciudad empezaron a suceder cosas muy extrañas, empezaron a aparecer animales muertos con una seña muy particular (dos orificios en el cuello) y a todos les habían succionado hasta la última gota de sangre. La gente no le ponía atención, se preguntarán por qué…, bueno, porque pensaron que era un plaga o una infección entre los animales, pero al pasar los días comenzaron a encontrar cadáveres de jóvenes que tenían como hábito estar en la calle hasta la madrugada; lo curioso y lo que les empezó a preocupar era que los que encontraban tenían las mismas características de los animales encontrados antes, lo que ahora sí preocupó a los habitantes de la ciudad.

Se empezó a correr el rumor de que había un vampiro suelto en la ciudad. Las personas temían por sus vidas y las de sus hijos, por lo que un grupo de personas realizó un plan para atrapar a esta criatura de la noche, que se dedicaba a cometer sus bajos actos cerca de la vieja plaza de toros. Este grupo de personas se escondió detrás de un arbusto mientras uno se quedaba en la calle de carnada. Sí dio resultado, el vampiro se le apareció y cuando se disponía a clavarle sus colmillos los demás le arrojaron una red y lo atraparon. Algún gitano les había dicho que para poderlo matar tenía que ser con una estaca hecha de un árbol (no recuerdo el nombre del árbol), pero la estaca era verde, y que debían enterrarlo en un panteón. Lo hicieron, le enterraron la estaca en el corazón y lo llevaron al Panteón de Belén, donde le colocaron una lápida de cemento muy gruesa para asegurarse de que no saliera.

Al día siguiente los ciudadanos fueron a ver la tumba del vampiro y se dieron cuenta que la estaca de un día a otro se transformó en un árbol gigante que para poder salir a la superficie tuvo que romper la tumba. La leyenda dice que cuando el árbol rompa completamente la tumba el vampiro renacerá para aterrorizar nuevamente a los habitantes de la ciudad de Guadalajara; también dicen que si cortas una parte de las raíces del árbol o de su corteza el árbol sangrará.

Leyenda enviada por Braulio Ramírez

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La leyenda del judío

En lo que podría ser el Acto de Fe más sobresaliente, fue relajado al fuego don Tomás Treviño y Sobremonte, nacido en Castilla la Vieja. Su madre, Doña Leonor Martínez de Villagómez, fue relajada en estatua por judaizante en la Inquisición de Valladolid.  

Se ignora cuándo Don Tomás, pasó a la Nueva España, pero continuó con la tradición familiar impuesta por su madre y fue apresado por el Santo Oficio a finales del siglo XVII, pero como fingió arrepentimiento fue reconciliado y puesto en libertad. Poco tiempo después se casó con María Gómez procreando dos hijos llamados Rafael de Sobremonte y Leonor Martínez, quienes fieles a la familia también cayeron en las prisiones de la Inquisición.  

Pero ¿cuales fueron los crímenes cometidos por Don Tomás Treviño?  
He aquí una breve descripción de ellos.  

Cuando vivía en Guadalajara tuvo una tienda con dos accesos. Bajo una de las puertas había enterrado un Cristo, y se cuenta que todos aquéllos que entraban por ahí, les vendía más barato que a los que entraban por la otra. Comentaban también que en las noches azotaba a un Niño Dios de madera el cual conservaba las marcas de los azotes y por esto se consideró como milagroso venerándose en la Iglesia de Santo Domingo.  

Cuando regresó a México fue nuevamente hecho prisionero por el Santo Oficio con la respectiva incautación de bienes, nuevamente fingió arrepentimiento y fue puesto en libertad.  

En el nuevo proceso que se le siguió en donde fue condenado a la hoguera, los cargos fueron los siguientes:  

Realizar ceremonias judaicas, cubrirse la cabeza al momento de comer, iniciar la comida con un plato de buñuelos cubiertos con miel, degollar las gallinas con un cuchillo diciendo una oración con la vista hacia el oriente, se le acusó de obligar a su mujer y a su cuñada a denunciarse al Santo Tribunal porque ya estaban presos sus cuñados y su suegra, de haberse circuncidado, de no oír misa, cuando le decían buenos días o buenas tardes, él respondía beso las manos de vuestras mercedes, en lugar de alabado sea el Santísimo Sacramento, de que su mujer lo llamaba Santo de su Ley, y de maldecir al Santo Oficio y a sus ministros.  

La sentencia se cumplió el 15 de abril de 1649, saliendo Don Tomás Treviño de Sobremonte con San Benito y coroza, sin vela verde porque no la quiso, se le amordazó por blasfemo y fue entregado a la justicia y brazo seglar. Una vez en poder de la justicia fue montado en una mula, la cual reparaba cambiándosele a varias, la gente comentaba que los animales no querían llevar en su lomo a tan perro judío. Después de muchos intentos fue montado en un caballo que era conducido por un indio, el cual le aconsejaba se arrepintiera respondiendo Don Tomás con golpes y patadas.  

Ya en el Quemadero ubicado entre el convento de San Diego y la Alameda se le amarró al garrote de los suplicios y se encendió la hoguera. Don Tomás, a pesar del fuego y el humo no se quejó ni gritó, al contrario, acercaba las brazas y recordando sus bienes confiscados exclamó:  

-¡Echen más leña que mi dinero me cuesta!