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Leyendas Cortas

Los aluxo’ob

Los aluxo’ob, plural de aluxe, seres fantásticos de pequeña estatura de no más de cuarenta centímetros, viven en las cuevas, los bosques, y junto a las piedras, acompañados de sus perritos de barro. A la puesta del sol, gustan de salir a pasear a los montes y a las milpas.

Van vestidos a la usanza maya y tienen la carita de un niño indígena. Para tenerlos en paz, se les ponen ofrendas de comida y, de esa manera, cuidan que las milpas produzcan cosechas abundantes y  dejan de molestar a los humanos enviándoles un aire que los enferma y les produce escalofríos. Para que las milpas sean fértiles, los aluxo’ob secuestran a los chaakob, diosecitos de la lluvia, y lo ponen a trabajar en la milpa. También se les pide que cuiden una finca o un henequenal.

Un jmeen, chamán, se encarga de hacer una figura de un aluxe con barro, cera, tela, hoja de elote o madera, que va desde los cinco a los veinticinco centímetros de altura. Con semillas de frijol se forman sus ojos, dientes y uñas y para vestirlo se emplean hojas de elote. La figura ya engalanada se presenta al dios Sol y al dios Chaak de la lluvia y se derraman nueve gotas de la sangre de uno de los dedos del propietario. El chamán sopla en la parte posterior del aluxe y dice el nombre del propietario que ahora es el amo del duendecillo.

Esta ceremonia asegura que el aluxe se encargará de espantar a los ladrones con pedradas y gritos estridentes, y enfermará a las personas que se acerquen a la milpa a hacer de las suyas. Es indispensable que el amo del aluxe le ponga su ofrenda y le otorgue días de descanso –tradicionalmente martes y viernes-, pues de no ser así, la furia del aluxe recaerá sobre él. Es en ese momento que aparece con sombrero y fusil acompañado de un perrillo. Una vez terminado su trabajo de cuidador de la milpa, el jmeen les explica de forma clara al aluxe que ya no se requieren sus servicios y que se puede retirar.
                                   
Sonia Iglesias y Cabrera

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