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Leyendas Cortas Puebla

Los Ángeles sin Sombra

La Catedral de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción está considerada como Patrimonio de la Humanidad. Su belleza es incuestionable y orgullo de la Ciudad de Puebla de los Ángeles, Se construyó entre los siglos XVI y XVII. Los trabajos se iniciaron en el año de 1575 y dieron término en 1649, cuando fue consagrada como tal. Por su suntuosidad se la considera un verdadero museo de obras de arte religiosas en escultura, orfebrería, pintura, y tapicería.

La catedral que mide 97.67 de largo y 51 metros de ancho se trazó siguiendo la forma de una cruz griega. Destacan en ella sus dos hermosas torres. La denominada Torre Vieja, que se encuentra hacia la parte norte se terminó de construir en el año de 1678, y es la única que tiene campanas, la torre sur carece de ellas. Ambas miden 70 metros de altura. Aunque no fueron construidas en el mismo año.

La torre norteña cuenta con varias campanas: la de San Ignacio de Jesús, la de San Joaquín, la de Santa Bárbara, la de Santa Ana, Ánima Grande, Ánima Chica, El Niño, Santo Óleo y la de María. También se encuentra siete menores o esquilas llamadas: El Venerable Sr. Palafox, Santo Domingo, San Pantaleón, San Pedro, San Miguel, Nuestra Señora de los Dolores y El Santísimo.  La legendaria Campana María

La Campaña María es la mayor de ellas y alcanza la ocho toneladas y media. La fundió el 28 de marzo de 1729, el maestro campanero llamado Francisco Márquez ayudado por su hermano Diego. Se trata de una campana mágica que cuenta con una bonita leyenda.

Fue una campana difícil de hacer que requirió de tres (otras fuentes nos hablan de cuatro) intentos previos para fundirla, hasta que se logró hacerlo empleando cobre (80%), plomo (10%) y estaño (10%) y lograr un sonido puro y sonoro. Los religiosos y los constructores estaban seguros de que la dificultad para fundirla se debía a la soberbia de querer obtener una campana tan grande.

Como la campana era tan grande costaba mucho trabajo subirla a la torre correspondiente por las escaleras. Los encargados de la obra y de subir la bella campana estaban sumamente desesperados y tratando de encontrar la manera de subirla tantos metros. Mientras tanto la campana esperaba en el atrio.

Una mañana, muy tempranito, los vigilantes se dieron cuenta de que la campana había desaparecido. Todos se dieron a la tarea de buscarla. Pero no la encontraron. Era imposible que por su tamaño alguien se la hubiese podido llevar.

Al cabo de cierto tiempo, se percataron los habitantes de la ciudad de que la Campana María se encontraba en su sitio en la torre. Era un milagro. Unos ángeles habían intervenido para que pudiese ser subida, pues estaban muy agradecidos ya que al ser fundida la campana se la había puesto la salutación “Ave María Gratia Plena.” Por supuesto que los ángeles no necesitaron de ninguna grúa para poderla subir, simplemente emplearon sus manos y volaron con sus alas hasta la torre donde la colocaron. Los ángeles encargados de dicha tarea carecían de sombra.

Otra versión de la leyenda nos cuenta que el vigilante de la construcción de la catedral y de la campana, mientras cumplía su turno, por la noche soñó que unos ángeles bajaron del cielo y se encargaron de subir la campana. Cuando amaneció, por toda la ciudad se escuchó el repique de la misma.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas Puebla

De cómo nació Puebla de los Ángeles

Según el padre Francisco de Florencia, la fundación de Puebla –unos de los actuales estados de la República Mexicana- tuvo un origen mágico-religioso. Esta leyenda de la fundación la difundió el clérigo mencionado en el año de 1647, en su escrito titulado Narración de la maravillosa aparición que hizo el arcángel San Miguel a Diego Lázaro de Francisco.

En dicha narración se consigna que, en cierta ocasión, fray Julián de Garcés, el obispo de la Ciudad de Tlaxcala, tuvo un sueño en las vísperas de la fiesta de San Miguel, sueño en el cual unos ángeles le señalaban el lugar donde debería fundarse una nueva ciudad. Este sitio era sumamente bello, un gran campo con ríos, y lleno de plantas y flores. Los ángeles anunciadores bajaron del cielo y con unos cordones delinearon los límites de lo que sería la nueva ciudad, según afirmó el fraile.

Al despertarse fray Julián lo primero que hizo fue efectuar una misa muy devotamente, y después se dirigió presuroso a ver a los padres franciscanos que se encontraban en la ciudad de Tlaxcala. Entre estos padres había figuras de mucha importancia, entre ellos se encontraba Toribio Paredes de Benavente, además de algunos indígenas pertenecientes a la nobleza aliada a los conquistadores españoles. El religioso, emocionado, en seguida les relató a todos los presentes el sueño que había tenido y les pidió que lo acompañaran a los campos a ver si encontraba el sitio que le habían señalado los maravillosos ángeles de su sueño.

Los Ángeles anunciadores de la Catedral de Puebla

Después de un cierto tiempo de deambular por el campo, fray Julián de Garcés se detuvo y pronunció estas palabras: – ¡Este es el lugar que me mostró el Señor y donde quiere que se le funde la nueva ciudad! Ni que decir tiene que a todos los religiosos les encantó el sitio elegido.

El lugar escogido por los ángeles, según nos informan ciertos documentos antiguos, se trataba de un lugar que anteriormente había sido un asentamiento indígena que llevaba el nombre de Cuetlaxcohuapan, “lugar donde se lavan entrañas”, o “tierra de las serpientes”.

Otro testimonio que consta en un informe del Oidor Juan Salmerón y que envió a la Segunda Audiencia, afirma que el lugar elegido por los ángeles se encontraba a tan sólo una legua de un pueblo indígena llamado Totimehuacan, pueblo antaño importante, que para la época que nos ocupa estaba habitado solamente por sesenta familias, mismas que se mostraron inconformes al arribo los frailes que deseaban fundar Puebla, pero como el pueblo pertenecía a la encomienda de Alonso Galeote, nos les quedó otra más que aguantarse ante el hecho de la fundación. El encomendero quedó como vecino de Puebla y pasó a formar parte del cabildo en el año de 1533.

La primera fundación de la ciudad –porque hubo varias-  se encontraba entre el Cerro de Belén – actual Cerro de Guadalupe- y Totimehuacan, al sureste de la Plaza Mayor de hoy en día. La fecha de su fundación nos remite a dos hipótesis. Unos investigadores afirman que fue el 16 de abril, fecha del día dedicado a Santo Toribio de Astorga, cuya misa la llevó a cabo fray Toribio de Benavente. Para otros estudiosos la fundación fue el 29 de septiembre. El día de San Miguel Arcángel. Sin embargo, las dos posiciones señalan el año de 1531.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Durango Leyendas Cortas Leyendas de Terror

Joaquín y el alma

Joaquín era un muchacho que vivía solo en un pequeño apartamiento en la Ciudad de Durango. Las paredes de su hogar estaban pintadas de un feo color amarillo que no le gustaba para nada, por lo cual decidió cambiarlas por colores más a su gusto. Acudió a unos pintores de brocha gorda del barrio para que se encargasen de la tarea, pero como le cobraban un dineral, decidió hacerlo por su cuenta. Compró todo lo necesario en la tienda de pinturas y se puso manos a la obra el fin de semana.

Pasados tres horas, Joaquín había terminado de pintar la sala y el comedor, y como el trabajo le había cansado bastante, decidió que bien se merecía un descanso, y así poder comer una torta que contribuyera a reponerle sus fuerzas. Así pues, se dirigió a la cocina, se hizo una buena torta de pollo, se preparó un agua de Jamaica y se dirigió al comedor para disfrutar de su tentempié.

Después de comer, Joaquín empezó a sentir mucho sueño y decidió echarse en la cama a dormitar un poco; al fin y al cabo, nada ni nadie le apuraba en su trabajo de pintor en ciernes. Su gatita gris, Matilde, se acostó a su lado para acompañarle, En seguida se quedó dormido. No había pasado mucho tiempo cuando escuchó que de la sala provenían muchos ruidos, y Joaquín pensó que era la gata quien causaba tanto escándalo; salió de la recámara dispuesto a reprender a la gatita, pero vio que ésta maullaba con el lomo curvado y el pelaje erizado, a la vez que espantada volteaba para todos lados.El alma de don Bartolomé

De repente, el muchacho se fijó que una figura fantasmal se materializaba en medio de la sala, era como un ser luminoso que se dirigía hacia donde él se encontraba. Horrorizado, Joaquín intentó echarse a correr, pero sus piernas no le respondieron, estaban débiles y como clavadas en el suelo. Por fin después de un tiempo que le pareció tremendamente largo, la aparición desapareció.

Sin embargo, al otro día, sábado, volvió a suceder lo mismo. Joaquín estaba medio desquiciado del susto, vivía aterrado y escondido entra las cobijas de su cama. El día domingo, cuando apareció el fantasma, Joaquín pudo verle la cara y se dio cuenta que era don Bartolomé, el vecino que vivía en el siguiente apartamento, frente al suyo. El joven se dirigió hacia el mismo y se percató que la puerta estaba completamente abierta. Fue entonces cuando decidió entra a la casa de don Bartolomé a ver qué sucedía.

En la recámara se dio cuenta de que unos pies asomaban por debajo de la cama y al agacharse vio que pertenecían a su vecino. Al verlo ahí tirado sus primeros pensamientos fueron pensar que el pobre hombre estaba muerto, pues ya no era muy oven. Pero ya observándolo con más detenimiento notó que aún respiraba. En seguida tomó su celular y llamó a una ambulancia para que trasladaran a su vecino a la Cruz Roja de la ciudad.

Cuando los paramédicos se lo llevaron Joaquín empezó a atar cabos y llegó a la conclusión de que ¡el alma de don Bartolomé se había desprendido de su cuerpo para ir a pedirle auxilio al muchacho que vivía enfrente se de casa! Desde entonces, Joaquín nunca dudó de la existencia del alma.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Ciudad de México Leyendas Cortas Leyendas de Terror

El Reloj de Oro

En la antigua y hermosa Calle de Plateros de la Ciudad de México, vivía una pareja que se amaba mucho. Él se llamaba Felipe Lorenzana, apuesto joven que tenía como oficio la relojería, razón por la cual llevaba el apodo de El Relojero.  Felipe pecaba de responsable y cuidadoso en su trabajo, lo cual le había proporcionado una buena clientela, que acudía a él cuando lo necesitaba. En su labor le ayudaba su esposa, Diana, también responsable y bien hecha como su marido aparte de ser muy bella.

En cierta ocasión, un comerciante al que se conocía por el nombre de Artemio, acudió a la relojería de Felipe con el fin de que le compusiera un bello reloj de oro, caro y muy especial. Felipe tardó más tiempo del que pensaba en componerlo, lo que permitió a Artemio acudir varias veces al negocio del matrimonio, so pretexto de conocer el avance de El Relojero.

Cuando acudía a la relojería, miraba con lascivia y deseo a Diana, quien se sentía molesta con tales miradas.El Reloj de Oro

Un día, Artemio le dio cita a Felipe en su casa para que le llevase el reloj que por fin ya estaba arreglado. Al saber de la cita Diana le rogó a su marido que no fuese, sino que Artemio acudiese a la relojería, pues tenía un mal presentimiento. Pero Felipe insistió en ir para entregar el famoso reloj en persona y explicarle a su cliente porque se había tardado más de lo debido.

Al día siguiente encontraron el cadáver de Felipe tirado en un barranco lleno de heridas de cuchillo. La policía afirmó que se había tratado de un asalto, pero Diana nunca se lo creyó y estaba segura que Artemio la había dado muerte a su querido esposo.

Una tarde gris, Artemio acudió a la casa de Diana y la solicitó en matrimonio. Propuesta que la joven rechazó rotundamente. Llena de repulsión y desesperanza, la mujer se arrodilló en el altar doméstico y le rogó a Dios que la librara de ese horrendo hombre que la perseguía.

Al otro día, los sirvientes de Artemio encontraron el cuerpo sin vida de Felipe bajo uno de los árboles del jardín del pretendiente. En la mano derecha llevaba el reloj de oro que le entregara a Artemio.

En seguida, Felipe fue sepultado de nuevo. Pero al siguiente día volvió a suceder lo mismo, el cadáver de Felipe estaba bajo el mismo árbol con el reloj en la mano.

Este hecho se produjo durante una semana, al término de la cual, Artemio, horrorizado y terriblemente asustado por las macabras apariciones de su víctima, murió de un fulminante infarto. ¡Por fin Diana se vio libre del molesto y asesino pretendiente!

Sonia Iglesias y Cabrera

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Aguascalientes Leyendas Cortas Leyendas de Terror

«¡Apúrate, mujer!»

Doña María y don Pedro formaban una pareja que se quería mucho. Estaban casados desde hacía treinta años. Vivían en la ciudad de Aguascalientes con sus siete hijos, cinco hombres y dos mujeres.

Cuando los padres murieron, poco a poco todos los hijos fueron dejando la ciudad para hacer sus vidas en otros lugares con más oportunidades de ganarse la vida. Todos menos uno que continuó viviendo en Aguascalientes. Aunque alejados los unos de los otros, los hijos de María y Pedro seguían manteniéndose en contacto, a pesar de la distancia.

Se acercaba ya la Fiesta de Día de Muertos y todos los hermanos decidieron reunirse en Aguascalientes para conmemorar el día agasajando con un altar y ofrenda a sus progenitores, pues se daba al caso de que hacía más de diez años que no se reunían para nada y menos para celebrar al Día de Muertos en el cementerio donde se encontraban enterrados sus padres.El Panteón de Aguascalientes

Así pues, se pusieron de acuerdo y fueron llegando a la casa del hermano que vivía en dicha ciudad, para ponerse de acuerdo en lo que harían.

Ya estaban reunidos todos menos Lola que brillaba por su ausencia. Por la noche decidieron hablarle por teléfono para enterarse del porqué de su tardanza, o si es que pensaba llegar directamente al panteón. Así lo hicieron y cuando Lola respondió al llamado telefónico su voz era muy triste, y con mayor tristeza aún les contó a sus hermanos que no iría al festejo ya que su marido se oponía totalmente, pues consideraba que si sus padres estaban muertos ya no tenía ningún caso ofrendarles comida que no tocarían, a más de que el viaje a Aguascalientes costaba mucho dinero que bien podían emplear en alguna cosa mucho más útil.

Cuando Lola colgó el teléfono se fue a su recámara enojada y triste para dormirse y olvidar el mal comportamiento de su esposo. Al poco rato el descreído la alcanzó y se acostó. A la medianoche, el hombre escuchó pasos cansinos muy cerca de donde se encontraba, y fuertes ruidos en el piso como si arrastraran algo en el suelo de madera. Se incorporó mosqueado y prestó atención. En esas estaba cuando distinguió dos sombras que se fueron aclarando hasta que se dio cuenta de que se trataba de los fantasmas de sus suegros. Lo miraban con mucho odio y coraje, al tiempo que sonaban sus bastones en la madera del suelo como protestando.

Al otro día, el hombre preparó las maletas antes de que su esposa despertase, y en cuanto lo hizo le dijo a Lola, arrepentido y solícito: – ¡Apúrate mujer, que tenemos que irnos a Aguascalientes a poner la ofrenda en la tumba de tus padres!

Sonia Iglesias y Cabrera

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Jalisco Leyendas Cortas Leyendas de Terror

¡El que la hace, la paga!

Tapalpa se encuentra ubicada en el estado de Jalisco. El nombre de esta población proviene de la lengua otomí y significa Lugar de Tierra de Color, de dicha localidad proviene la leyenda que a continuación relataremos.

En la iglesia de Tapalpa vivía el padre Bernardo. Entre sus feligreses había una mujer, Marta, que cada domingo iba a confesarse. El cura ya estaba cansado de oírla, pues sus confesiones tenían mucho de fantástica y de terroríficas, por lo cual suponía que eran puro invento de la dama.

Un domingo del mes de octubre, apareció en el confesionario Marta, como ya era costumbre y el padre Bernardo se apresuró a escucharla a fin de quitárselo pronto de encima. La mujer le dijo que había visto un aparecido en su casa, y lo describió: era un hombre robusto, pero de baja estatura, moreno y de pelo lacio, con una protuberancia en la nariz. Al oír el relato el cura le preguntó a Marta si lo había conocido en vida, pregunta a la cual la mujer contestó que no, que nunca lo había visto ni conocido. Pero le afirmó que el espanto estaba seguro de conocer al padre Bernardo.La Iglesia de Tapalpa

Ante estas palabras el sacerdote se mostró extrañado y expresó: ¿Ese ente del Más Allá le dijo a usted dónde me conoció? La mujer haciendo memoria le respondió al cura: – ¡Sí, padre mío, creo recordar que mencionó un sitio en el que había abedules o algo relacionado con ellos!

Al escuchar la respuesta a Bernardo se le fueron los colores de la cara, pues en una finca donde había muchos abedule le había dado muerte a su hermano menor. Después de cometido tan nefando crimen, Bernardo había huido del pueblo en donde se encontraba la finca y se escondió en la población de Tapalpa, que quedaba bastante lejos. Llegó a este nuevo poblado y se hizo pasar por un cura al que esperaban en la iglesia y que, por supuesto, nunca llegó, posiblemente asesinado por Bernardo, el falso cura, y del cual tomó su identidad.

El cura Bernardo siguió interrogando a Marta y le preguntó si el espectro le había dicho algo más. Marta aseguró que no, que solamente le había pedido que fuera con el sacerdote del templo porque quería hablar con él.

Asustado ante lo acontecido Bernardo le dijo a la mujer que se fuera a su casa y que la esperaba a la siguiente semana. Al anochecer, el falso cura encendió un gran cirio y con la Biblia en la mano se puso a rezar con un fervor inhabitual en él.

Cuando dieron las doce de la noche con doce minutos, súbitamente la puerta de la iglesia se abrió, y un tenebroso fuerte viento como venido del Infierno echó las bancas por tierra. En ese momento se escuchó una terrible voz que decía: ¡Conque ahora te escondes bajo una identidad que no te corresponde, te haces pasar por quien no eres! ¡Pero te juro que pagarás por tu espantoso crimen! A lo que Bernardo respondió: ¡No me arrepiento, pues nunca dejaría que ella fuese tuya!

Entonces, el aparecido emitió unas palabras en un lenguaje extraño, una lengua que ningún humano había escuchado antes y Bernardo, el cura apócrifo, cayó al suelo convertido en polvo.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Estado de México Leyendas Cortas Leyendas Mexicanas Época Colonial Zacatecas

El Cristo del Perdón

Esta leyenda tuvo su origen en el estado de Zacatecas, en Peñuelas, por los años de 1565. En tal ciudad vivía un señor de apellido Medina, de oficio barretero, al que en una ocasión se acusó de haber matado a un hombre, con el fin de defender a una de sus hijas. Como era inocente decidió huir con sus hijas para salvar su vida de una muerte segura en la horca. Se fue por los montes hasta llegar al mineral de Zacualpan, sito en Sultepec en el actual Estado de México.

Cuando ya empezaba a oscurecer, los prófugos llegaron a un monte que se encontraba cerca de una ranchería conocida con el nombre de La Albarrada. Lugar que eligieron para pernoctar. Medina hizo una hoguera y en ella calentaron las provisiones que se había traído de la casa. La noche era muy fría y un fuerte viento no paraba de soplar. Juntaron muchas varas para mantener encendida la hoguera durante toda la noche y poder dormir calientitos y al amparo de algunos animales del monte.

Así pasaron la noche. Al amanecer la hoguera se había extinguido, pero Medina vio entre las piedras que circundaban al fogón, unas pequeñas láminas de metal que brillaban. Tal hecho le hizo pensar al hombre que se encontraba encima del crestón de una veta de plata y oro, lo cual le llenó de alegría.La Iglesia del Señor del Perdón en Temazcaltepec

Inmediatamente les dijo a sus hijas que se refugiaran en La Albarrada y se mantuvieran en silencio, que no dijesen nada de lo que habían encontrado. Les dejó una barreta que llevaba y un arcabuz para el caso en que tuvieran que defenderse si eran descubiertas. Mientras tanto, Medina se dirigió a la capital de la Nueva España, para dar cuenta de su hallazgo al señor virrey.

Pidió audiencia con el virrey, a la sazón don Antonio de Mendoza, quien le recibió lo más pronto que pudo al saber que se trataba de una nueva mina de oro y plata. Cuando Medina estuvo frente al virrey lo primero que hizo fue alegar su inocencia y pedir perdón por un delito al que se había visto obligado a realizar, pues el honor de una de sus hijas así lo requería.

Al escucharlo, don Antonio le otorgó su perdón, pues entendió las razones que habían llevado a Medina a matar, y pensó que si era cierto que había tal mina de oro y plata aumentaría su fortuna y la región de Temascaltepec y Sultepec progresarían.

Mendoza mandó a obreros y especialistas para revisar la zona a ver si era verdad que había tal riqueza, y poco después se habría la Mina de El Rey, cuya explotación dio empleo a muchas personas que acudieron a trabajar en la nueva mina.

Cuando Medina regresó a La Albarrada, se encontró a sus hijas en perfecta salud y protegidas por buenas personas que se habían encariñado con ellas. Las muchachas rebozaban de felicidad, pues cuando se encaminaban a La Albarrada habían descubierto otra veta de oro y plata, la cual también fue abierta para su explotación y se le puso el nombre de La Mina de las Doncellas.

Medina, que era un hombre muy religioso, por la dicha que le proporcionaba el hecho de ya no ser prófugo de la justicia y de haber descubierto dos minas importantes, decidió agradecer a los cielos tanta dádiva y mandó traer de España una hermosa imagen de Cristo Crucificado que se colocó en el Templo de Temascaltepec, donde se le adoró y se le venera hasta nuestros días, a la que se la llama El Cristo del Perdón.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Leyendas Cortas Sonora

Los niños emparedados

Hermosillo es la ciudad capital del estado de Sonora y fue fundada en el año de 1700 por Juan Bautista de Escalante, con el fin de contener los ataques de los indios pimas y tepocas. En un principio recibió el nombre de Villa de Tepic, y en 1828 cambió al de Ciudad de Hermosillo.

Cuenta una leyenda que, en la Calle de Serdán de dicha ciudad, hace ya algunos siglos, cuando aún recibía el nombre de Calle del Real, era ya una calle muy transitada por el día, aun cuando por la noche las personas evitaban pasar por ella y preferían tomar otras calles para dirigirse adonde fuesen. Pero si tenían que pasar forzosamente por esta calle, lo hacía con mucho temor y apurándose lo más que podían.

Este temor de transitar por la Calle Serdán se debía a que por las noches se escuchaban gemidos y lamentos que provenían de mujeres embarazadas que rondaban las calle. Tales mujeres no tocaban el piso, sino que flotaban a la vez que se desplazaban de un lado a otro. Se trataba de mujeres fantasmas.

Un pasillo del Convento de Hermosillo, Sonora

Tales mujeres eran los espíritus de aquellas que habían habitado un convento que estaba situado en la Calle Serdán y que habían sido recluidas en ese sitio debido a que estaban embarazadas y sus familiares las encerraban para tapar la vergüenza que tal hecho provocaba en las familias de alcurnia de la ciudad. Algunas de las infelices mujeres embarazadas se convirtieron en monjas, pero de muchas de ellas no se sabe lo que les ocurrió y no dejaron rastro alguno.

Con el paso de los años la Ciudad de Hermosillo fue remodelada varias veces. En una de tantas, cuando ya el convento había dejado de funcionar, los albañiles al estar tirando las gruesas paredes del convento, se llevaron un terrible susto al encontrar muchos esqueletos de niños recién nacidos y de mujeres.

Los esqueletos pertenecían a los hijos de aquellas mujeres cuyos padres las habían encerrado por haber cometido el terrible pecado de enamorarse y embarazarse. Los esqueletos de las mujeres eran de aquellas que habían muerto en el momento de dar a luz.

Aún ahora, en pleno siglo XXI, se pueden escuchar los gemidos lastimeros de las mujeres y los llantos desesperados de los niñitos a los que no se les permitió vivir por ser hijos del “pecado”.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas Leyendas de Terror Yucatan

Una hermana muy amorosa

La tradición oral de Mérida, capital del estado de Yucatán, cuenta con una leyenda que se relata desde hace ya algunos años. En ella se nos cuenta que de la terminal de autobuses que se encuentra ubicada detrás del Palacio Municipal de la ciudad, suele bajar una guapa muchacha de unos de los autobuses. Su equipaje consiste en una caja de cartón y un ramo de flores. Al salir de la terminal, la joven se dirige a una de las calesas que se estacionan por ahí, para ofrecer sus servicios a los pasajeros que llegan constantemente.

Cuando la chica alquila la calesa le indica al conductor que la lleve a una cierta dirección de la Colonia Rosario, que por cierto no queda muy lejos. En cuanto sube al transporte no deja de hablar con el conductor, platica ya platica. Cuando concluye el viaje y la mujer llega a la dirección que le proporcionó al calesero, le tiende un billete de doscientos pesos. Como casi nunca tienen cambio los choferes ya que la dejada solamente cuesta veinte pesos, la parlanchina mujer le dice que se quede con el billete y que al día siguiente regrese porque requiere de sus servicios y que traiga consigo el cambio que le debe.Una calesa de Mérida

Así le aconteció un día a un calesero, quien al siguiente regresó muy formal a la dirección donde había dejado a la mujer, con el fin de devolverle el cambio que le debía y de trasladarla al sitio donde ella le indicase. Cuando el conductor tocó a la puerta, le abrió un hombre quien le afirmó que en esa casa no vivía ninguna joven, El chofer la describió y el hombre le dijo que la descripción que le daba correspondía a una muchacha que se había colgado de un cercano árbol.

Se había suicidado ya que su hermano había muerto y ella no soportó tanto dolor, pues le quería entrañablemente. Lo había perdido en un funesto accidente. El calesero, desconcertado, sacó de su bolsillo el billete que la chica le había entregado el día anterior, y al hacerlo se percató de que no era sino un simple pedazo de papel. Según nos dicen algunas versiones de tal leyenda, en algunas ocasiones el billete se convierte en un hueso humano.

Cuando el conductor se dio cuenta de que tenía en la mano solamente un triste papel, se descompuso y subiendo a la calesa se alejó rápidamente hasta llegar a su casa. Se metió en la cama con el cuerpo temblando y con una fiebre muy alta, pues comprendió que su pasajera no era otra cosa sino el fantasma de la parlanchina joven.

Este hecho ocurre los días 3 de octubre que fue cuando la amorosa hermana se suicidó de pena y de dolor. Desde entonces no puede encontrar la paz.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas Leyendas de Terror Michoacán

El líder y el Aparecido

En el estado de Michoacán, hace ya algunos años, vivió un señor llamado Romualdo Juárez. Este señor era el líder de una comunidad de agricultores, los cuales le odiaban porque les trataba muy mal, siempre los ofendía y abusaba de ellos en el plano laboral; era inconsecuente y bastante corrupto. Con su comportamiento de había ganado a pulso el odio de sus compañeros jornaleros, los cuales deseaban verle muerto para librarse de él.

Como Romualdo era consciente de que nadie le tenía aprecio por las arbitrariedades que cometía siempre se hacía acompañar por dos de los campesinos que se decían amigos de él, y en los que confiaba relativamente; pues ya en varias ocasiones había sido atacado por jornaleros armados con machetes.

En una ocasión, saliendo de su lugar de trabajo se dirigió a su casa acompañado de sus guardaespaldas, pues ya la noche había avanzado. Al llegar a su hogar su esposa le comunicó que uno de sus hijos, el primogénito, estaba bastante enfermo y presentaba una fiebre muy elevada. Se hacía necesario la presencia del doctor. Pero Romualdo dudaba en salir de su casa solo, los guardaespaldas ya se habían ido y lo que temía el líder era no encontrarse con sus enemigos, sino que se le apareciera El Aparecido, que solía espantar muy cerca del rumbo donde el médico vivía.

Jornalesros  de Michoacán

Sin embargo, pudo más el amor que sentía por el niño que el miedo que le tenía al fantasma, y armándose de valor, salió y enfiló montado en su cuaco hacia donde vivía el único médico de la zona.

Cuando llegaron al sitio donde se decía que presentaba El Aparecido, el caballo de Romualdo se encabritó, se levantó en dos patas y lo tiró al suelo. Asustadísimo, el hombre se levantó como pudo y a voz en cuello gritó: ¡Hey, no sé quién eres, pero cualquiera que seas aléjate de mí! ¡No te metas conmigo!

Inmediatamente se escuchó una tenebrosa carcajada que parecía salir de ultratumba. Romualdo estaba pálido del terror y el cuerpo le temblaba sin poderlo evitar. Sin embargo, volvió a gritar con todas sus fuerzas: ¡Aléjate, espíritu del mal! ¡Soy el dueño de todo lo que ves alrededor tuyo y no te haré nada malo si te alejas inmediatamente! Volvió a escucharse la espeluznante carcajada y se escuchó una voz que nada tenía de humana que decía. ¿Acaso eres dueño de tu alma? ¡Porque es un hecho que me la voy a llevar!

En ese momento, a pesar de que Romualdo se decía ateo, empezó a rezar a Dios y a todos los santos con mucho fervor y pidiéndoles perdón por todas las malas acciones que había cometido con sus compañeros los campesinos. En ese mismo instante las carcajadas se dejaron de escuchar, ya no se oyó aquella terrible voz. Al sentir el silencio Romualdo echó a correr hasta la casa en donde se encontraba el doctor, para suplicarle que acudiese a revisar a su pequeño.

A partir de ese escalofriante día, Romualdo se convirtió al catolicismo y su mal comportamiento cambió tajantemente. Se volvió honesto y comprensivo con los problemas laborales y cotidianos de sus compañeros, nunca más los trató mal y se hizo querer de todos.

Sonia Iglesias y Cabrera