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Berta y Elodia

En la Ciudad de Puebla vivían Berta y Elodia, dos hermanas que se destacaban por su gran belleza. Como eran vanidosas y coquetas contaban con muchos pretendientes, con quienes gustaban divertirse, jugar bromas, y cuyos elogios las hacían felices. Siempre estaban de fiesta y a la conquista de nuevos amoríos. Ni que decir tiene que los galanes agasajaban a las dos hermosas mujeres llevándoles serenatas casi todos los días con la intención de obtener sus favores.

En cierta ocasión, paseando por las calles del Puebla con algunos pretendientes y ya casi anocheciendo, las hermanas se detuvieron frente a la iglesia de la Doctora Santa Teresa de Jesús. Al ver el humilde portón, se acercaron a él y Berta llamó tres veces con los nudillos. Al poco tiempo se escuchó una voz por detrás de la puerta que preguntaba: – ¿Quién llama? A cuya pregunta Berta respondió: – ¡Por favor Madre, le suplico encarecidamente que rece usted por dos mujeres que se encuentran muy enfermas y sufren en demasía! Pida al Cielo por ellas, porque si no ocurre un milagro es seguro que morirán esta misma noche.

En seguida, se oyó una voz que respondía: – ¡Querida hermana, pierda usted cuidado, Voy a decirle a todas las monjas de este convento que dirijan sus plegarias a Dios todo poderoso para que auxilie y salve a esas pobres enfermitas!Santa Teresa de Jesús

Muy satisfechas por la broma, Berta y Elodia siguieron tranquilamente su camino. Al llegar a su casa, invitaron a los galanes que las habían acompañado a una fiesta que se celebraría al siguiente día.

Así pues, al otro día, amigos y pretendientes llegaron a la casa de las coquetas hermanas con el propósito de pasar un buen rato con las bromistas mujeres. Pero al tocar el portón nadie acudió a abrirles la puerta, y toda la casa estaba en completo silencio.

Al no tener repuesta, los invitados entraron forzando una ventana, pues estaban seguros de que se trataba de una de las tantas bromas que les gustaba a las hermanas hacer a todo el mundo.

Al entrar en el salón los invitados quedaron mudos de asombro al ver que en él se encontraban dos ataúdes negros. Todavía pensando que se trataba de una broma pesada de Berta y Elodia, se acercaron a los ataúdes. Fue entonces que se dieron cuenta de que dentro de ellos se encontraban los cuerpos sin vida de las muchachas.

Así terminaron las hermosas mujeres, víctimas de su propia broma, pues con Santa Teresa y con la Muerte no caben las bromas ni los juegos.

Sonia Iglesias y Cabrera

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La Fuente de los Muñecos

En el Barrio de Xonaca del estado de Puebla está ubicada la famosa Fuente de los Muñecos, cuyo nombre se debe a una trágica historia que ha dado pie a una leyenda. La fuente se sitúa exactamente entre las calles 22 Oriente y 18 Norte de la ciudad. En la fuente hay dos personajes, una niña que lleva un vestido muy bonito amarillo y un niño con impecable overol que sostiene en una mano un paraguas abierto.

Cuenta la leyenda que cerca de la fuente, había una finca propiedad del gobernador de Puebla Maximino Ávila Camacho, hermano del presidente de México Manuel. En la propiedad se dicho gobernador trabajaba un hombre padre de dos niños pequeños. La niña contaba con seis años y el niño con siete. El padre quería mucho a sus vástagos, y éstos eran muy felices y se pasaban el tiempo jugando, cantando y riéndose a más no poder.

Por supuesto que los niños acudían a la escuela regularmente, y muy arregladitos, pues su madre ponía especial esmero en que fuesen muy limpios y con bonitos trajes; se veían tan bien que los llamaban los muñecos.Los hermanos desaparecidos

Un cierto día en que estaba lloviendo muy fuerte, los pequeños se encaminaron hacia su escuela. El niño había tomado un paraguas para cubrirse del chubasco y, sobre todo, para evitar que su hermana se mojase, pues la quería mucho y siempre trataba de protegerla.

El tiempo pasó y los niños nunca regresaron de la escuela. Vecinos, autoridades y los padres los buscaron por todos lados sin ningún éxito, nadie los había visto ni sabía su paradero. El padre de los dos niños y su madre estaban muertos de la aflicción y locos de angustia. Después de días y semanas de una búsqueda infructuosa, todas las personas estaban convencidas de que los infantes se habían caído y ahogado en un pozo de agua que se encontraba en los terrenos de la finca y que tenía que pasar para acudir a su escuela.

El gobernador Maximino Ávila Camacho había hecho todo lo posible para que los niños fuesen encontrados, y se sentía muy afectado por la desaparición de los hermanos que conocía desde pequeños y eran hijos de uno de sus trabajadores. Este sentimiento de compasión le llevó ordenar que en el pozo de agua se construyera una fuente con las esculturas de los dos niños extraviados.

Y así se hizo, los hermanitos aparecían en la fuente caminando juntos y amparándose de la lluvia con el paraguas que el niño había tomado de su casa. La fuente estaba ornamentada con azulejos de talavera y era muy bonita. Desgraciadamente, hoy en día se encuentra muy deteriorada.

La leyenda nos dice que desde el día en que fue terminada la Fuente de los Muñecos, por las noches los pequeños dejan sus pedestales y se van a jugar a las calles aledañas en donde se pueden escuchar sus cantos y sus risas de niños felices. Poco antes de que vaya a salir el sol, los niños regresan a sus lugares en la fuente con las rodillas raspadas y los trajecitos rotos de tanto jugar. Este hecho se repite cada noche.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Carmen la desdichada

Esta leyenda data del año de 1705, cuando era alguacil mayor de Puebla don Juan de Mendoza y Escalante, hombre tenido por muy honrado y profundamente devoto a su religión. El alguacil tenía una hermosa y rubia hija llamada Carmen, a la que adoraba, y a quien decidió meterla en un convento cunado la chica contaba con diez y ocho años de edad. La muchacha no contaba con la menor vocación religiosa; sin embargo, aceptó la orden de su padre ya que pensó que en el convento habría manera de seguir se verdadera vocación que era el canto.

Así las cosas, Carmen entró al convento de monjas agustinas de la ciudad. El padre la visitaba frecuentemente, y en una de esas visitas llevó con él a don Sebastián de Torrecillas, un hombre rico a quien le gustaba mucho Carmen la novicia. Sebastián empezó a cortejar a la chica a pesar de encontrarse en el convento. Como era de esperar, pasado un tiempo, Carmen se embarazó de su enamorado, quien al saber el estado de su amante huyó como buen cobarde que era.Carmen, la burlada

El padre de Carmen se enteró de lo ocurrido e inmediatamente sacó del convento a su hija y lleno de vergüenza se la llevó a la casa donde residían. El deshonrado padre decidió encerrar a su mancillada hija en una habitación del fondo de la casa, por todo el tiempo que durase el embarazo y aún más.

El día llegado, Carmen dio a luz a un hermoso varoncito. El padre, que continuaba enojado y ofendido, tomó al niño en sus brazos y, presuroso, le fue a arrojar a un río. Sin embargo, poco tiempo después don Juan fue presa de arrepentimientos por su mala acción y murió víctima de un infarto fulminante.

Carmen se encontraba completamente afectada por el robo de su hijo, y por la muerte de su padre; poco a poco su salud se quebrantó, hasta que empezó a desvariar y acabó en la absoluta locura. Después de algunos meses de encontrarse completamente trastornada, la infeliz mujer murió.

Su alma, que no encontraba descanso, empezó a penar por la casona en que vivió. Los vecinos y aquellos que pasaban frente a la morada, escuchaban el llanto y los patéticos lamentos de Carmen que penaba por su hijo y por su amado,

Actualmente la casa en que ocurrió la terrible tragedia es sede de una escuela de música de la Ciudad de Puebla, ubicada en la calle 8 Oriente número 409. Donde los lamentos desgarradores de Carmen aún se siguen escuchando para tormento y espanto de los estudiantes.

Sonia Iglesias y Cabrera

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El Hombre de la Caja

De los indígenas tepehuas, “gente de la montaña”, que habitan en los estados de Hidalgo, Veracruz y Puebla, proviene la leyenda que a continuación relatamos.

En tiempos muy remotos y lejanos, cada que se cumplía un año, era de ley que la Tierra se inundara y todo se volviera un espantoso caos.

En cierta ocasión a un indígena tepehua se le ocurrió la idea de elaborar una caja y meterse dentro de ella para no morir ahogado cuando llegara el momento de la inundación. Y dicho y hecho, se puso a construir una buena caja con la madera que recogió de su entorno.

Cuando empezó a notar que llegaba el día de tan terrible inundación que devastaba la Tierra, el hombre se metió dentro de la caja, la cerró con un tablón y encima de la tapa colocó a un verde loro que tenía como mascota.El loro que e volvió encorvado

Mientras tanto, el agua caía torrencialmente y cada vez se inundaba más y más la Tierra, hasta que la inundación llegó al cielo. El agua se movía demasiado y provocaba que la caja chocara contra el cielo. El loro, que se encontraba encima de ella, se daba de golpes contra el cielo, y trataba de esquivarlos bajando la cabecita y encorvándose; razón por la cual ahora todos los loros andas medio agachados.

Al cabo de un cierto tiempo, el agua de la inundación empezó a bajar, y bajó tanto que llegó de nuevo a la Tierra. En ese momento, el hombre decidió abrir la caja y salir de ella, pues se encontraba medio entumido.

Cuando quiso poner un pie en la superficie, se dio cuenta de que la tierra estaba demasiado enlodada y chiclosa, lo cual no le permitía salir, pues se quedaría atrapado en el lodo. Entonces decidió esperar hasta que se secara lo suficiente. Esperó y esperó hasta que la tierra se secó.

Cuando pudo salir, el hombre se dio cuenta de que a su alrededor habías muchos pescados que el agua había dejado en su tremenda subida. Este hecho lo puso muy contento y se dispuso a hacer un buen fuego para para los pescados y comérselos.

Por su astucia el hombre se había salvado de morir ahogado y había obtenido un sabroso y buen alimento.

Sonia Iglesias y Cabrera

Fuente: Heiras Rodríguez, Carlos Guadalupe, Pueblos Indígenas de México y Agua:Tepehuas

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Los Ángeles sin Sombra

La Catedral de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción está considerada como Patrimonio de la Humanidad. Su belleza es incuestionable y orgullo de la Ciudad de Puebla de los Ángeles, Se construyó entre los siglos XVI y XVII. Los trabajos se iniciaron en el año de 1575 y dieron término en 1649, cuando fue consagrada como tal. Por su suntuosidad se la considera un verdadero museo de obras de arte religiosas en escultura, orfebrería, pintura, y tapicería.

La catedral que mide 97.67 de largo y 51 metros de ancho se trazó siguiendo la forma de una cruz griega. Destacan en ella sus dos hermosas torres. La denominada Torre Vieja, que se encuentra hacia la parte norte se terminó de construir en el año de 1678, y es la única que tiene campanas, la torre sur carece de ellas. Ambas miden 70 metros de altura. Aunque no fueron construidas en el mismo año.

La torre norteña cuenta con varias campanas: la de San Ignacio de Jesús, la de San Joaquín, la de Santa Bárbara, la de Santa Ana, Ánima Grande, Ánima Chica, El Niño, Santo Óleo y la de María. También se encuentra siete menores o esquilas llamadas: El Venerable Sr. Palafox, Santo Domingo, San Pantaleón, San Pedro, San Miguel, Nuestra Señora de los Dolores y El Santísimo.  La legendaria Campana María

La Campaña María es la mayor de ellas y alcanza la ocho toneladas y media. La fundió el 28 de marzo de 1729, el maestro campanero llamado Francisco Márquez ayudado por su hermano Diego. Se trata de una campana mágica que cuenta con una bonita leyenda.

Fue una campana difícil de hacer que requirió de tres (otras fuentes nos hablan de cuatro) intentos previos para fundirla, hasta que se logró hacerlo empleando cobre (80%), plomo (10%) y estaño (10%) y lograr un sonido puro y sonoro. Los religiosos y los constructores estaban seguros de que la dificultad para fundirla se debía a la soberbia de querer obtener una campana tan grande.

Como la campana era tan grande costaba mucho trabajo subirla a la torre correspondiente por las escaleras. Los encargados de la obra y de subir la bella campana estaban sumamente desesperados y tratando de encontrar la manera de subirla tantos metros. Mientras tanto la campana esperaba en el atrio.

Una mañana, muy tempranito, los vigilantes se dieron cuenta de que la campana había desaparecido. Todos se dieron a la tarea de buscarla. Pero no la encontraron. Era imposible que por su tamaño alguien se la hubiese podido llevar.

Al cabo de cierto tiempo, se percataron los habitantes de la ciudad de que la Campana María se encontraba en su sitio en la torre. Era un milagro. Unos ángeles habían intervenido para que pudiese ser subida, pues estaban muy agradecidos ya que al ser fundida la campana se la había puesto la salutación “Ave María Gratia Plena.” Por supuesto que los ángeles no necesitaron de ninguna grúa para poderla subir, simplemente emplearon sus manos y volaron con sus alas hasta la torre donde la colocaron. Los ángeles encargados de dicha tarea carecían de sombra.

Otra versión de la leyenda nos cuenta que el vigilante de la construcción de la catedral y de la campana, mientras cumplía su turno, por la noche soñó que unos ángeles bajaron del cielo y se encargaron de subir la campana. Cuando amaneció, por toda la ciudad se escuchó el repique de la misma.

Sonia Iglesias y Cabrera

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De cómo nació Puebla de los Ángeles

Según el padre Francisco de Florencia, la fundación de Puebla –unos de los actuales estados de la República Mexicana- tuvo un origen mágico-religioso. Esta leyenda de la fundación la difundió el clérigo mencionado en el año de 1647, en su escrito titulado Narración de la maravillosa aparición que hizo el arcángel San Miguel a Diego Lázaro de Francisco.

En dicha narración se consigna que, en cierta ocasión, fray Julián de Garcés, el obispo de la Ciudad de Tlaxcala, tuvo un sueño en las vísperas de la fiesta de San Miguel, sueño en el cual unos ángeles le señalaban el lugar donde debería fundarse una nueva ciudad. Este sitio era sumamente bello, un gran campo con ríos, y lleno de plantas y flores. Los ángeles anunciadores bajaron del cielo y con unos cordones delinearon los límites de lo que sería la nueva ciudad, según afirmó el fraile.

Al despertarse fray Julián lo primero que hizo fue efectuar una misa muy devotamente, y después se dirigió presuroso a ver a los padres franciscanos que se encontraban en la ciudad de Tlaxcala. Entre estos padres había figuras de mucha importancia, entre ellos se encontraba Toribio Paredes de Benavente, además de algunos indígenas pertenecientes a la nobleza aliada a los conquistadores españoles. El religioso, emocionado, en seguida les relató a todos los presentes el sueño que había tenido y les pidió que lo acompañaran a los campos a ver si encontraba el sitio que le habían señalado los maravillosos ángeles de su sueño.

Los Ángeles anunciadores de la Catedral de Puebla

Después de un cierto tiempo de deambular por el campo, fray Julián de Garcés se detuvo y pronunció estas palabras: – ¡Este es el lugar que me mostró el Señor y donde quiere que se le funde la nueva ciudad! Ni que decir tiene que a todos los religiosos les encantó el sitio elegido.

El lugar escogido por los ángeles, según nos informan ciertos documentos antiguos, se trataba de un lugar que anteriormente había sido un asentamiento indígena que llevaba el nombre de Cuetlaxcohuapan, “lugar donde se lavan entrañas”, o “tierra de las serpientes”.

Otro testimonio que consta en un informe del Oidor Juan Salmerón y que envió a la Segunda Audiencia, afirma que el lugar elegido por los ángeles se encontraba a tan sólo una legua de un pueblo indígena llamado Totimehuacan, pueblo antaño importante, que para la época que nos ocupa estaba habitado solamente por sesenta familias, mismas que se mostraron inconformes al arribo los frailes que deseaban fundar Puebla, pero como el pueblo pertenecía a la encomienda de Alonso Galeote, nos les quedó otra más que aguantarse ante el hecho de la fundación. El encomendero quedó como vecino de Puebla y pasó a formar parte del cabildo en el año de 1533.

La primera fundación de la ciudad –porque hubo varias-  se encontraba entre el Cerro de Belén – actual Cerro de Guadalupe- y Totimehuacan, al sureste de la Plaza Mayor de hoy en día. La fecha de su fundación nos remite a dos hipótesis. Unos investigadores afirman que fue el 16 de abril, fecha del día dedicado a Santo Toribio de Astorga, cuya misa la llevó a cabo fray Toribio de Benavente. Para otros estudiosos la fundación fue el 29 de septiembre. El día de San Miguel Arcángel. Sin embargo, las dos posiciones señalan el año de 1531.

Sonia Iglesias y Cabrera

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De cómo nació el dulce de camote poblano

La palabra camote procede del náhuatl camohtli. Se trata de una planta de la familia Convulvolaceae, muy empleada en México para preparar fruta cristalizada y compotas, y otros dulces más. En muchas ciudades del país existen todavía los famosos personajes conocidos como los “camoteros” quienes, con su máquina de ferrocarril estilizada de lámina, que emite un chiflido muy característico, anuncian por las calles su presencia para que las personas acudan a comprar sus camotes endulzados. Sin embargo, el estado mexicano que sobresale por sus dulces preparados con camotes es Puebla de los Ángeles donde los dulceros emplean en su preparación azúcar y esencias de naranja y limón.

Este dulce tan súper conocido por todos cuenta con su leyenda. En ella se nos cuenta que en el siglo XVII en una población muy cercana a la Ciudad de Puebla existía un convento de monjas que aceptaban niños para educarlos. En cierta ocasión, uno de estos niños que era muy travieso vio como una de las monjas encargadas de la cocina ponía una olla de agua al fuego. Entonces el niño decidió echar un camote al agua y agregarle azúcar, a fin de jugarle una broma a la monja. Revolvió el camote con el agua y el azúcar hasta que se formó una pasta pegajosa.

Cuando la monja embromada se dio cuenta de lo que había en la olla, trató de limpiar dicha masa y al oler su dulzura decidió probarla. Y, ¡oh, sorpresa! La pasta sabía deliciosa. La religiosa dio a probar el dulce a sus compañeras, quienes lo encontraron muy sabroso, le agregaron a la pasta las esencias mencionadas, le dieron forma tubular, le pusieron en papel,  y lo convirtieron en el famoso dulce poblano.

Los muy famosos camotes de Puebla

De esta leyenda existe otra versión en la cual se relata que una muchacha procedente de Oaxtepec, Morelos, llamada María Guadalupe, llegó al convento de Santa Clara de Jesús en Puebla con el fin de convertirse en religiosa.

Pasado un cierto tiempo, la joven pensó en hacerle un obsequio a su padre a quien extrañaba mucho. Fue a la huerta, recogió varios camotes y los coció junto con raspadura de limón y azúcar. Revolvió todo hasta que obtuvo una pasta, Formó dos cilindros con la pasta, y les dejó secar y enfriar. Cuando estuvieron listo María Guadalupe los envolvió en papel encerado y se los hizo llegar a su padre hasta Oaxtepec. Las monjas del convento probaron de este delicioso dulce y les gustó. Así nació el camote poblano.

Este exquisito dulce tiene una tercera leyenda que nos informa que existía un convento en Puebla cuyas monjas vivían de los donativos que les daban las personas ricas de la ciudad, y como no eran muchos vivían muy pobremente. En cierta ocasión la madre superiora les anunció a las monjas y a las novicias que les iba a visitar un religioso muy importante y debían agasajarlo como se merecía ofreciéndole una comida, sencilla pero buena. Como no contaban con dinero para prepararle dulces tan exquisitos como caros, una de las religiosas pensó en hacer un postre que no fuese oneroso, pero sí sabroso. Entonces tomó camotes de la huerta del convento y preparó la famosa pasta con azúcar, naranja y limón, la cual con el tiempo se convirtió en los tradicionales camotes de la ciudad de Puebla. ¡Ni que decir tiene que al obispo le encantaron y comió tantos que casi se enferma!

Sonia Iglesias y Cabrera

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¡Las culpas siempre se pagan!

Hace ya mucho tiempo escuché una leyenda procedente de la ciudad de Zacatlán, Pueblo mágico del estado de Puebla, cuyo nombre significa “lugar donde abunda el zacate”, y al cual se le conoce también con el poético nombre de Zacatlán de las Manzanas, ya nos podemos imaginar el porqué.

Durante la época de la lucha independentista de México, el insurgente Francisco Osorno tomó la ciudad que se encontraba en manos de los españoles y la convirtió en su centro de actividades militares. Osorno había nacido en Chignahuapan el 19 de marzo de 1769, y fue un gran militar que consiguió muchas victorias en la lucha armada contra los colonialistas. Antes de unirse a los insurgentes había sido procesado por ser ladrón de caminos en el estado mencionado de Puebla. Y es de todos sabido que cometió una serie de tropelías antes de convertirse en militar.

Este personaje ha sido objeto de una leyenda popular muy conocida en la región poblana. En Zacatlán existe un templo dedicado a San Francisco, y se dice que en él se aparecía – o se aparece- el fantasma de Osorno. Cuenta la leyenda que cuando sonaba la medianoche dentro del templo se aparecía el fantasma del militar, quien vestido como tal, se arrodillaba ante el altar y gemía y se lamentaba lastimosamente.El Templo de San Francisco en Zacatlán, Puebla

Al llegar la madrugada, los gemidos cesaban y el fantasma de Osorno dejaba el templo y se iba caminando por la ciudad de Zacatlán. Al salir se le notaba en la cara el arrepentimiento que llevaba a cuestas. Arrepentimiento por las malas acciones que había cometido en vida.

Muchas fueron las personas que le vieron tanto en el templo como caminando por las calles del poblado. Quien se lo encontraba se llevaba un susto tremendo. Toda la ciudad vivía asustada y temerosa de encontrarle por casualidad.

En cierta ocasión, un centinela que hacía su ronda frente a un cuartel vio pasar una sombra y al momento gritó: – ¡Alto ahí, ¡quién vive! A lo que una siniestra voz le respondió: ¡Soy el brigadier Francisco Osorno, y estoy pagando por mis delitos! El centinela, muy asustado, corrió al cuartel a dar cuenta a sus superiores de la aparición fantasmal. Tanto fue su espanto que pasados siete días murió de puro susto.

Por la ciudad cundió más el pánico, ya nadie quería salir se sus casas y tenían miedo de acudir al templo de San Francisco. Ante esta grave situación, el sacerdote de la iglesia se armó de un crucifijo, velas y agua bendita y, ayudado por el sacristán, recorrió todo el pueblo bendiciéndole, esparciendo el agua bendita y pidiendo al Santo Padre que los protegiera de tan molesto fantasma.

A los pocos días el fantasma ya no volvió. Se había ido a pagar sus culpas a otro sitio. O tal vez ya había sido perdonado por sus fechorías… ¡O tal vez aún sigue gimiendo en el templo de San Francisco! ¡Quién lo sabe!

Sonia Iglesias y Cabrera

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Iztaccóatl

Iztacoatl es una legendaria serpiente Blanca que fray Bernardino de Sahagún en su Calepino describió como larga, blanca rolliza de cabeza grande y muy venenosa; gustaba de observar a las personas y enroscarse en su cuello, para ahogarlas. Este hermoso ser, antes de la conquista hispana vivía en un nicho en el Cerro de Iztaccuatépetl, el cual actualmente se conoce con el nombre de Chachahuantla.

Los moradores del poblado de Iztaccoatépetl sentían veneración por la Serpiente Blanca, por lo que cada año le dedicaban una ceremonia en agradecimiento a los bienes naturales que les había proporcionado, a la belleza del lugar donde vivían, y a la bondad con que los trataba.

La Iztaccóatl

Durante una de las fiestas dedicadas a Iztac Cóatl, la bella Serpiente se molestó porque los habitantes en vez de tronar los tradicionales cuetes fabricaron “cambras” y las tronaron, hecho que no le gustó nada a la Serpiente. Entonces decidió irse del lugar. Así pues, se enrolló sobre el coatetl y, muy enojada, se dirigió hacia el Poniente.

Nadie sabe exactamente a dónde se fue, pero la conseja popular afirma que se encuentra en un cerro que recibe el nombre de San Agustín de la Barranca, sito en el Municipio de San Agustín Metzquititlan, en el estado de Hidalgo, lugar al que la Serpiente Blanca donó de muchos atractivos naturales, como lo había hecho con su antigua morada.

Sin embargo, los habitantes de Iztaccuatépec la siguen adorando con el mismo fervor, pues esperan que su adorada Serpiente Blanca regrese a su lugar de origen. Una leyenda nos cuenta que en cierta ocasión cayó una terrible nevada en los pueblos vecinos a Chachahuantla, pero en éste ni un solo copo de nieve se pudo ver y no se perjudicó.

Al notar este hecho tan particular los habitantes de Chachahuantla supieron que, aunque su querida Serpiente se hubiese ido, aún protegía a los pobladores de los males de la naturaleza. Es por ello que aún se la adora y se espera que algún día regrese, como nuestro querido Quetzalcóatl.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

 

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Dos Santos Niños legendarios

El Santo Niño de las Suertes: “Tú que estás lleno de benignidad y clemencia/ escúchame te lo ruego” (Oración)

Cuenta la leyenda que a principios del siglo XIX se les apareció a dos misioneros que vivían por el rumbo de Tlalpan, Distrito Federal, un bebé de escasos cuatro meses de edad. Al tomarlo en sus brazos se les convirtió en una escultura de gran belleza, de posición recostada, y con los bracitos apoyados sobre una calavera, en señal de su victoria sobre la muerte. En el mismo lugar donde apareció el Niño, brotó un manantial que llevó el nombre de Ojo del Niño.

Es sabido que cuando se va a visitar al Santo Niño de las Suertes al Convento de San Bernardo de monjas concepcionistas, donde vive, se le debe llevar un juguete, pues acostumbra por las noches bajarse de su nicho a jugar con sus obsequios. Sus regalos se multiplican el día de su fiesta el segundo domingo del mes de enero, cuando las monjas lo engalanan con esmero. Se le considera un Niño muy milagroso, siempre y cuando se le agasaje con juguetes.

El famoso Santo Niño de las Suertes

El Santo Niño Cieguito: “Niño cieguito, niño cieguito/¡Mi andarieguito!” (Oración)

La historia del Santo Niño Cieguito del Templo de la Capuchinas en la Puebla de los Ángeles data del siglo XVIII, cuando, durante una tormenta, un loco descreído, que se había introducido al templo con el propósito de robar,  arrebató al Niño Jesús de los brazos de su madre la Virgen María, que se encontraba por aquel entonces en el Convento de la Merced de Morelia, Michoacán. Enfurecido porque el Santo Niño empezó a llorar, el demente le arrancó los brazos y las piernas. Al observar que el Niño seguía llorando de pena por el ultraje y la miseria humana, furioso al escuchar el lastimero llanto, el loco le arrancó los ojos con un punzón.

Ya cegado,  abandonó al santo Niño en la cima del cerro de Punhuato, sito al poniente de la Ciudad de Morelia, entre espinosas breñas y animales ponzoñosos. Poco después, las autoridades apresaron al ladrón, quien confesó su crimen y señaló el lugar donde había abandonado al Niño. Éste fue en seguida rescatado y llevado a su convento de origen. Tiempo después se le trasladó a Puebla, donde empezó a realizar favores, cumplir peticiones, y obrar milagros. Y si no lo cree, vaya al Templo de las Capuchinas.

Sonia Iglesias y Cabrera