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El Enano soberbio

Cuando el señorío prehispánico de Uxmal estaba en su apogeo cultural y político, vivió en la ciudad de Kabah una vieja bruja que tenía un huevo al que se dedicaba a cuidar con mucho esmero. Un día del huevo salió un niño a quien cuidó como a un verdadero hijo. Pero el tiempo pasaba y el niño no crecía; sin embargo, la hechicera se dio cuenta de que al infante le salían pelos en la cara y su voz se iba volviendo la de un hombre. Entonces se dio cuenta que se trataba de un enano.

La bruja tenía un tunkul al que cuidaba mucho, porque el enano había vaticinado que cuando el tunkul se pusiera a sonar querría decir que el que el gobierno del Señor de Uxmal se terminaría. Asustado, el cacique le preguntó al enano si existía algún modo de evitar que tal maldición se cumpliera. El enano se limitó a pedirle al Señor que hiciese un camino que condujera de Kabah hasta la ciudad de Uxmal, y le dijo que cuando se hubiese acabado de construir el camino le daría la respuesta. Cuando el camino estuvo listo, la bruja y el enano llegaron a Uxmal. Entonces, el pequeñito, al encontrarse frente al mandatario le dijo que le diría la respuesta solamente su rompía con la cabeza el fruto del cocoyol que como es sabido es sumamente duro. El Señor de Uxmal accedió, si primero lo rompía el enano. Éste aceptó, porque la bruja había puesto dentro de su frente una lámina de duro metal. Cuando  dio el golpe el fruto no se rompió, pero al enano no le pasó nada; cuando le tocó el turno al Señor, del golpe que dio cayó muerto.

La Casa del Adivino en la Ciudad de Uxmal.

Entonces, el enano fue nombrado Señor de Uxmal. Cuando tomó el poder, la hechicera le dio consejos para que fuese un buen gobernante justo, honrado,  y correcto. Sin embargo, al paso del tiempo el enano se volvió déspota y malo. Incluso llegó a crear un nuevo dios que los escultores le hicieron en barro, y que aseguraba que sería mejor que los dioses conocidos y venerados por siglos, Cuando el dios de barro fue introducido al horno, salieron unos extraños sonidos como si la deidad estuviera hablando. Entonces, los habitantes lo veneraron más que  a los otros dioses.

Al enterarse los verdaderos dioses desde sus moradas de que habían dejado de ser adorados en la Ciudad de Uxmal, la destruyeron completamente. Nada quedó. El enano desapareció junto con su imperio. Nunca más se supo nada del ser que por su soberbia y su reto a los dioses creadores, había posibilitado la destrucción de una importante cultura.

Sonia Iglesias y Cabrera

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