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Zacatecas

Había una vez una piedra negra.

Gildardo Higinio y Misael Galán se fueron a la sierra zacatecana a buscar una mina, pues eran ambiciosos y quería hacerse ricos. Encontraron una cueva donde se encontraba una piedra negra muy brillante. Pensaron que sería de gran valor y que podrían venderla a buen precio si la partían en pedazos. Los habitantes del pueblo donde vivían los muchachos, considerando que habían encontrado un tesoro en sus búsquedas, les esperaban con una gran fiesta.
 Había una vez una piedra negra

Pero el tiempo pasó y los muchachos nunca llegaron. Los hombres del pueblo se decidieron a ir a buscarlos. Los encontraron a la entrada de la cueva muertos apuñalados. Nadie se explicaba cómo habían muerto los dos amigos: si los habían matado para robarles la piedra, si se habían herido en una pelea o si se habían suicidado. Sin embargo, la piedra negra se encontraba junto a los cuerpos de los jóvenes, lo que hacía poco plausible la idea de que hubiesen sido atacados por bandoleros. Los hombres cargaron a los caballos con los cadáveres y se regresaron al pueblo.

Se llevaron al cabo los funerales y el entierro de los desdichados buscadores de tesoros. Un comerciante del lugar había guardado la piedra negra. Al poco tiempo, asesinó a su esposa y se quitó la vida, hecho que extraño a los lugareños, pues eran un hombre intachable y bondadoso. Como la misteriosa piedra negra había formado parte de los dos espantosos sucesos, decidieron devolverla a la cueva. Unos cuantos hombres fueron los encargados de llevarla de regreso al monte. Pasaron cuatro días y no volvían. Asustados, los vecinos del pueblo fueron a buscarlos. Al llegar cerca de la cueva, horrorizados, vieron que los hombres estaban muertos.

Todos  fueron conscientes que la causa de tantas muertes era la piedra negra y que se hacía necesario deshacerse de ella a toda costa. Fueron en busca de un sacerdote, quien roció la piedra negra con agua bendita, para luego ser trasladada a un sitio secreto.

La leyenda cuenta que puede verse la piedra en un muro de la catedral de Zacatecas, cerca de una campana que se pone a repicar cuando alguna persona trata de acercarse a la maldita piedra negra.

Sonia Iglesias y Cabrera

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