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Nahuani y Ahuilizapan

Al Citlaltépetl, Cerro de la Estrella, también se le conoce como el Pico de Orizaba. Se encuentra situado en Veracruz; mide 5,610 msnm y es muy hermoso. En la época anterior a la llegada de los españoles, le llamaban Poyauhtécatl que significa en náhuatl “el que está donde adelgaza la niebla”. Después fue llamado Cerro de la Estrella, porque, a decir de los coscomatepequenses, desde la ciudad de Coscomatepec, en otoño e invierno se puede ver al planeta Venus como si estuviera sobre el cráter del volcán.

Nahuani y Ahuilizipan

Posteriormente, durante la Colonia, se le llamó Cerro de San Andrés por su cercanía con el poblado de San Andrés Chalchicomula.

Como todo buen cerro que se precie tiene una bella leyenda que narra que en tiempos de los olmecas había una guerrera  de nombre Nahuani, quien siempre estaba acompañada de su amiga Ahuilizapan, una hermosa águila. En una batalla en la que participó la guerrera, resultó herida y murió; entonces  Ahuilizapan, muy triste y desesperada, se elevó muy arriba en el Cielo, para después dejarse caer en picada. En el sitio donde cayó su emplumado cuerpo, se fue formando un promontorio que se convirtió en un enorme volcán: el Pico de Orizaba.

Cuando Ahuilizapan se acordaba de la muerte de su querida amiga Nahuani, hacía erupción por lo furiosa y enojada que se ponía. Para apaciguar al águila-montaña, los campesinos de los pueblos falderos, subían hasta lo alto del Citlaltépetl y efectuaban ceremonias en honor al águila que es también Orizaba, y a la joven y bella guerrera muerta en la batalla. Dos amigas que se quisieron entrañablemente y estuvieron juntas hasta la muerte.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Nahuani y Ahuilizapan

Al Citlaltépetl, Cerro de la Estrella, también se le conoce como el Pico de Orizaba. Se encuentra situado en Veracruz; mide 5,610 msnm y es muy hermoso. En la época anterior a la llegada de los españoles, le llamaban Poyauhtécatl que significa en náhuatl “el que está donde adelgaza la niebla”. Después fue llamado Cerro de la Estrella, porque, a decir de los coscomatepequenses, desde la ciudad de Coscomatepec, en otoño e invierno se puede ver al planeta Venus como si estuviera sobre el cráter del volcán.

Nahuani y Ahuilizapan

Posteriormente, durante la Colonia, se le llamó Cerro de San Andrés por su cercanía con el poblado de San Andrés Chalchicomula.

Como todo buen cerro que se precie tiene una bella leyenda que narra que en tiempos de los olmecas había una guerrera  de nombre Nahuani, quien siempre estaba acompañada de su amiga Ahuilizapan, una hermosa águila. En una batalla en la que participó la guerrera, resultó herida y murió; entonces  Ahuilizapan, muy triste y desesperada, se elevó muy arriba en el Cielo, para después dejarse caer en picada. En el sitio donde cayó su emplumado cuerpo, se fue formando un promontorio que se convirtió en un enorme volcán: el Pico de Orizaba.

Cuando Ahuilizapan se acordaba de la muerte de su querida amiga Nahuani, hacía erupción por lo furiosa y enojada que se ponía. Para apaciguar al águila-montaña, los campesinos de los pueblos falderos, subían hasta lo alto del Citlaltépetl y efectuaban ceremonias en honor al águila que es también Orizaba, y a la joven y bella guerrera muerta en la batalla. Dos amigas que se quisieron entrañablemente y estuvieron juntas hasta la muerte.

Sonia Iglesias y Cabrera

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El niño llorón

La Laguna de Ojo de Agua se encuentra en Orizaba, Veracruz,  situada en la parte baja del Cerro de Escamela. Por ser un sitio muy bello, numerosos orizabeños acuden al lugar a pasar un agradable día de campo. La tradición oral veracruzana cuenta una leyenda escalofriante que sucedió en tal lugar.
 El niño llorón

Hace algunos años, un trabajador regresaba de sus labores algo apurado, pues se le había hecho tarde. Con el fin de llegar pronto a su casa, tomó el camino de Ojo de Agua. Al pasar cerca de un pozo de agua ya seco, escuchó el llanto lastimero  de un niño. Buscó de donde provenía y se encontró a un niñito sentado al pie del pozo. Se le acercó  y le preguntó la causa de su llanto. El infante primero se mostró reticente, pero acabó por decirle al señor que estaba perdido, y le pidió que lo llevase a la iglesia de Potrerillo, donde sus padres seguramente irían a buscarle, pero que debería llevarlo cargando ya que no podía caminar.

El buen hombre se aprestó a cargar al niño para llevarlo a donde le pedía, pues consideró que era su deber de buen cristiano. El pequeño añadió que por ningún motivo volteara a verlo hasta que no hubiesen llegado a la primera iglesia que encontraran en el camino. Al trabajador le pareció un poco extraña tal petición, pero como ya quería llegar pronto a su casa, asintió.

Al llegar a una iglesia, se escucharon unos ruidos muy raros, extraños, y el hombre reaccionó instintivamente y volteó a ver al pequeño. El susto fue tremendo cuando en lugar del niño vio un horripilante monstruo que se reía de una manera escalofriante. Al escuchar las carcajadas, el hombre aventó al “niño” y corrió a refugiarse en la iglesia. Al verlo entrar tan espantado, el sacristán lo acogió y le contó la terrible historia. Le dijo que de todos era sabido que el día en que ese repugnante monstruo lograra entrar en una iglesia, el Ojo de Agua se desbordaría e inundaría completamente a la Ciudad de Orizaba y todos sus habitantes morirían ahogados, y que se trataba de una profecía que algún día se cumpliría inexorablemente, aunque aún no había llegado el momento.

Sonia Iglesias y Cabrera

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La leyenda de la Danza de los Negritos

En el tiempo en que la Villa de Santa María de Papantla estaba dominada por los conquistadores españoles abundaban los esclavos negros. En el año de 1550, Papantla, El Lugar de los Papanes, formaba parte de la encomienda otorgada a Andrés de Tapia, y contaba con bastantes esclavos indígenas y negros que habían sido traídos por esclavistas portugueses para trabajar en las labores agrícolas. Entre tales esclavos negros, se encontraba un jovencito que había sido capturado en África.

La leyenda de la Danza de los Negritos

Al ser apresado, su madre, que le adoraba, pidió que se la hiciese esclava y se la llevaran junto con su único hijo querido. Así llegaron ambos hasta tierras americanas. Trabajaban mucho y eran sometidos a malos tratos por parte de los españoles. Cierto día, el jovencito tuvo que ir al monte a buscar un poco de leña y de repente una víbora lo mordió. La madre se dio cuenta de lo acontecido y acudió en auxilio del muchachito acompañada de otros esclavos negros. Para salvarle la vida ejecutó de inmediato una ceremonia como las que su comunidad en África realizaba en tales casos: bailó, cantó, y gritó alrededor del joven en espera de revivirle. Un grupo de indios totonacos observaba lo que la madre realizaba y le gustaron los movimientos que la mujer realizaba.

Entonces, decidieron imitarla y crearon una hermosa danza adaptándola a su propia inventiva. Así nació la Danza de los Negritos. Con el tiempo, la incipiente danza se consolidó hasta llegar a ser lo que es actualmente. La comparsa está integrada por un caporal, un subcaporal, la Maringuilla, que representa a la madre del mordido, un bufón que abre la danza, y nueve danzantes ayudantes. Al compas de la música de El Son de la Calle, La Cadena, Menear la Cabeza y El Son de Salida, la danza suela durar hasta cuatro horas, cuyo clímax se alcanza cuando la serpiente muere.

Los instrumentos empleados en la música son un violín, una guitarra, y algunas veces castañuelas. Los Negritos visten traje de color negro con flores bordadas con chaquiras y lentejuelas, pantalón con flecos, dos pañuelos en el pecho y dos en la cintura, botín de color negro, sombrero de palma cubierto de espejos y de papel de China simulando el pelo encrespado de los esclavos y flequillo que cubre parte de la cara. *

*Una de las versiones

Sonia Iglesias y Cabrera

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La Mulata de Córdoba

Cuenta la tradición, que hace mas de dos siglos y en la poética ciudad de Cordoba, vivió una célebre mujer, una joven que nunca envejecía a pesar de sus años. Nadie sabía hija de quién era, pero todos la llamaban la Mulata.

 

En el sentir de la mayoría, la Mulata era una bruja, una hechicera que había hecho pacto con el diablo, quien la visitaba todas las noches, pues muchos vecinos aseguraban que al pasar a las doce por su casa habían visto que por las rendijas de las ventanas y de las puertas salía una luz siniestra, como si por dentro un poderoso incendio devorara aquella habitación.

 

Otros decían que la habían visto volar por los tejados en forma de mujer; pero despidiendo por sus negros ojos miradas satánicas y sonriendo diabólicamente con sus labios rojos y sus dientes blanquísimos.

 

De ella se referían prodigios.

 

Cuando apareció en la ciudad, los jóvenes, prendados de su hermosura, disputabanse la conquista de su corazón.

 

Pero a nadie correspondía, a todos desdeñaba, y de ahí nació la creencia de que el único dueño de sus encantos, era el señor de las tinieblas.

 

Empero, aquella mujer siempre joven, frecuentaba los sacramentos, asistía a misa, hacía caridades, y todo aquel que imploraba su auxilio la tenía a su lado, en el umbral de la choza del pobre, lo mismo que junto al lecho del moribundo.

 

Se decía que en todas partes estaba, en distintos puntos y a la misma hora; y llegó a saberse que un día se la vio a un tiempo en Córdoba y en México; "tenía el don de ubicuidad" – dice un escritor – y lo más común era encontrarla en una caverna. "Pero éste – añade – la visitó en una accesoria; aquél la vio en una de esas casucas horrorosas que tan mala fama tienen en los barrios más inmundos de las ciudades, y otro la conoció en un modesto cuarto de vecindad, sencillamente vestida, con aire vulgar, maneras desembarazadas, y sin revelar el mágico poder de que estaba dotada."

 

La hechizera servía también como abogada de imposibles. Las muchachas sin novio, las jamonas pasaditas, que iban perdiendo la esperanza de hallar marido, los empleados cesantes, las damas que ambicionaban competir en túnicas y joyas con la Virreina, los militares retirados, los médicos jóvenes sin fortuna, todos acudían a ella, todos invocaban en sus cuitas, y a todos los dejaba contentos, hartos y satisfechos.

 

Por eso todavía hoy, cuando se solicita de alguien una cosa dificil, casi irrealizable, es costunbre exclamar: -¡No soy la Mulata de Cordoba!

 

La fama de aquella mujer era grande, inmensa. Por todas partes se hablaba de ella y en diferentes lugares de Nueva España su nombre era repetido de boca en boca.

 

"Era en suma -dice el mismo escritor- una Circe, una Medea, una Pitonisa, una Sibila, una bruja, un ser extraordinario a quien nada había oculto, a quien todo obedecía y cuyo poder alcanzaba hasta trastornar las leyes de la naturaleza… Era, en fin, una mujer a quien hubiera colocado la antigüedad entre sus diosas, o a lo menos entre sus más veneradas sacerdotisas; era un medium, y de los más privilegiados, de los más favorecidos que disfrutó la escuela espirita de aquella época!…¡Lástima grande que no viviera en la nuestra! ¡De qué portentos no fuéramos testigos! ¡Qué revelaciones no haría en su tiempo! ¡Cuántas evocaciones, cuántos espíritus no vendrían sumisos a su voz! ¡Cuántos incrédulos dejarían de serlo!"

 

¿Qué tiempo duró la fama de aquella mujer, verdadero prodigio de su época y admiración de los futuros siglos? Nadie lo sabe.

 

Lo que sí se asegura es que un día la ciudad de México supo que desde la villa de Córdoba había sido traída a las sombrías cárceles del Santo Oficio.

 

Noticia tan estupenda, escapada Dios sabe cómo de los impenetrables secretos de la Inquisición, fue causa de atención profunda en todas las clases de la sociedad, y entre los platicones de las tiendas del Parián se habló mucho de aquel suceso y hasta hubo un atrevido que sostuvo que la Mulata, no era hechicera, ni bruja, ni cosa parecida, y que el haber caído en garras del Santo Tribunal, lo debía a una inmensa fortuna, consistente en diez grandes barriles de barro, llenos de polvo de oro. Otro de los tertulianos aseguró que además de esto se hallaba de por medio un amante desairado, que ciego de despecho, denunción en Cordoba a la Mulata, porque ésta no había correspondido a sus amores.

 

Pasaron los años, las hablillas se olvidaron, hasta que otro día de nuevo supo la ciudad, con asombro, que en el próximo auto de fe que se preparaba, la hechicera, saldría con coroza y vela verde. Pero el asombro creció de punto cuando pasados algunos días se dijo que el pájaro había volado hasta Manila, burlando la vigilancia de sus carceleros…más bien dicho, saliéndose delante de uno de ellos.

 

¿Cómo había sucedio esto? ¿Qué poder tenía aquella mujer, para dejar así con un palmo de narices, a los muy respetables señores inquisidores?

 

Todos lo ignoraban. Las más extrañas y absurdas explicaciones circularon por la ciudad. hubo quién afirmaba, haciendo la señal de la cruz, que todo era obra del mismo diablo, que de incógnito se había introducido a las cárceles secretas para salvar a la Mulata. Quién recordaba aquello de que dádivas quebrantan… rejas; y hubo algún malicioso que dijese que todo lo vence el amor… y que los del Santo Oficio, como mortales eran también de carne y hueso.

 

He aquí la verdad de los hechos.

 

Una vez, el carcelero penetró en el inmundo calabozo de la hechicera, y quedóse verdaderamente maravillado al contemplar en una de las paredes, un navío dibujado con carbón por la Mulata, la cual le preguntó con tono irónico:

 

-¿Que le falta a ese navío? -Desgraciada mujer- contestó el interrogado, si quisieras salvar tu alma de las horribles penas del infierno, no estarías aquí, y ahorrarías al Santo Oficio el que te juzgase! ¡A este barco únicamente le falta que ande! ¡Es perfecto! – Pues si vuestra merced lo quiere, si en ello se empeña, andará, andará y muy lejos… – ¡Cómo! ¿A ver? – Así – dijo la Mulata.Y ligera saltó al navío, y éste, lento al principio, y después rápido y a toda vela, desaparecio con la hermosa mujer por uno de ls rincones del calabozo.

 

El carcelero, mudo, inmóvil, con los ojos salidos de sus órbitas, con el cabello de punta, y con la boca abierta, vio aquello sorprendido. ¿Y después? Hable un poeta:

 

Cuenta la tradición, que algunos años

 

Después de estos sucesos, hubo un hombre,

 

        En la casa de locos detenido,

 

Y que hablaba de un barco que una noche

 

bajo el suelo de México cruzaba

 

Llevando una mujer de altivo porte,

 

Era el inquisidor; de la Mulata

 

Nada volvió a saber, mas se supone

 

Que en poder del demonio está gimiendo.

 

¡Déjenla entre las llamas los lectores!

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Tlamana reminiscencias del pueblo del maiz

Durante miles de años los antiguos mexicanos lograron que la planta del maíz pasara a ser una monstruosidad biológica incompetente para reproducirse por medios propios, provocando su dependencia del hombre mediante una simbiosis hombre-maíz, el cual lo elevó a nivel divino mostrando la estima que se le tenía y que aún se le tiene; en algunos lugares incluso se le denomina “Su gracia” y se le ve con reverencia, como se le trata en muchos poblados y rancherías en la ceremonia conocida como tlamana, que significaría “dar de comer a los elotes”.

“Chikomexóchitl tata, chikomexóchitl nana, chikomexóchitl teotiotsi, chikomexóchitl xinola, chikomexóchitl la Reforma…”, se escuchan los rezos del ueuetlákatl o especialista tradicional, quien ha sido invitado por los moradores de la casa para llevar a cabo un ritual donde el principal protagonista es la mazorca del maíz tierno convertida en grano joven: in elotl.

En el inicio de los tiempos, según una leyenda huasteca, una hormiga descubrió el grano de maíz y lo llevó ante los dioses, siendo Quetzalcóatl el encargado de entregarlo a los hombres. Los antiguos pobladores de Huastecapan fueron los primeros que lo domesticaron y cultivaron llamándolo to-nacayo, que significa “nuestra carne”, porque su leyenda decía que el hombre fue hecho por los dioses únicamente de maíz.

Los aztecas transformaron el nombre huasteco y lo llamaron tsintli, aludiendo el alimento a los dioses o teosintli. Aunque el origen del maíz (Zea mexicana) es un misterio, se trata de una planta ampliamente distribuida en territorio mexicano, y su cultivo se remonta a más de 7 000 años de antigüedad. Su nombre proviene del haitiano mahis o mahys, con el cual lo conocieron los españoles por primera vez en la isla Fernandina en 1492.

Los antiguos mexicanos lograron que la planta del maíz pasara a ser una monstruosidad biológica incompetente para reproducirse por medios propios, provocando su dependencia del hombre mediante una simbiosis hombre-maíz, el cual lo elevó a nivel divino: Centéotl, Xilonen, Chicomecóatl, Tlatlauhquicentéotl, Iztaccentéotl son nombres de algunas divinidades que muestran la estima que se le tenía y se le tiene hasta nuestros días; en algunos lugares incluso se le denomina “Su gracia” y se le ve con reverencia, como se le trata en muchos poblados y rancherías en la ceremonia conocida como tlamana, interpretándose como “dar de comer a los elotes”.

Los maseualimej (campesinos), como se designan los nahuas septentrionales de la huasteca veracruzana (municipios de Chicontepec y Álamo Temapache), tienen la creencia de que el maíz tierno es un ser vivo, por lo que no debe tirarse o desperdiciarse debido a que como son niños lloran si se les maltrata, además de que se les requiere alimentar mediante un ritual antes de levantar la cosecha, motivo por el cual el propietario de la milpa contrata los servicios de un especialista tradicional que se le nombra ueuetlákatl (hombre anciano), y dependiendo de su posibilidad económica solicita la participación de un trío de huapangueros que interpretará los sones y huapangos de tlamana durante la ceremonia.

Los familiares, parientes de compromiso (padrinos de graduación) y convidados especiales son invitados a concurrir al banquete que se le ofrece al “elote sagrado” o chikomexóchitl bajo la dirección del consejero o especialista, pues si tal celebración no se practicara habría una mala cosecha para el siguiente ciclo.

El ueuetlákatl solicita al dueño de la casa todo lo necesario para el ritual: un gallo y una gallina, aguardiente, cerveza, refrescos, galletas, café, velas, copal, sahumerio, agua bendita, ramas de limonario, hojas de maíz, flores de sempoalxóchitl, hojas de coyol llamadas koyolxíutl, paliacates o ropa para vestir al maíz y al elote, listones, etcétera; todo lo cual servirá para confeccionar lo necesario para la ofrenda, los adornos y el atuendo.

A modo de purificar la casa, el especialista tradicional efectúa una limpia por medio de una planta urticante, huevos y sahumándola con copal realiza cortes específicos en papel para elaborar los tlatektli o recortes que representan el elote, el chile y el frijol, sustento tradicional indígena.

Frente al altar doméstico el ueuetlákatl reza y sacrifica el gallo y la gallina; las mujeres cocinan las aves mientras los hombres elaboran collares de flores e implementan dos arcos con las ramas del limonario, uno en el interior de la casa y otro en el exterior; algunos invitados traen costales con elotes y cuatro matas de maíz; el especialista le da los últimos toques a los huacales de flores o xochitecómitl, ramos de flores o xochitolontli, peinetas o xochitlakasuastli que representan a los nueve planetas y los manojos de flores llamados maxóchitl, todo servirá de adorno para el maíz sagrado: tierno y maduro.

En una pequeña mesa y frente al altar casero, el ueuetlákatl hace los preparativos para vestir y arreglar al hombre-mujer maíz que en el pasado ciclo agrícola fue Chikomexóchitl y que ahora “recibirá” al niño-niña maíz que dentro de algunos momentos será traído de la milpa; yacen sobre la mesita los ropajes (servilletas bordadas y paliacates), velas, mazorcas, collares, peinetas, manojos y ramos de flores y recortes de papel. El especialista les reza y sahúma con copal y en pocos minutos los convierte en Tenansintli Chikomexóchitl, quien surge ante los ojos de los invitados, luciendo sus mejores galas el hombre-mujer maíz como si fuera Chicomecóatl, deidad azteca de la cosecha y la subsistencia, se le coloca en el altar doméstico y se le proporcionan los “honores correspondientes a su rango”.

Todo está listo para recibir al elote: el niño-niña que viene de la milpa, el ritual continúa y es acompañado con los sones respectivos, los arcos interior y exterior han sido unidos por medio de un mecate con flores o ueyixochimékatl.

En su momento llegan a la casa las personas que traen de la milpa los elotes y las matas de elotes, todos los asistentes los reciben en el arco exterior, mientras en el ambiente flotan los acordes de la música; las matas de elote son enterradas a cada lado del arco: la mata mayor o xiuiyo representa al niño, y la menor, tlamanasontetsi, a la niña.

Delante del arco exterior se implementa un altar sobre el cual se viste y adorna el elote para su fiesta, convirtiéndolo rápidamente en Chikomexóchitl y según la posibilidad del propietario de la casa se les viste, al “niño” y a la “niña”, independientemente el uno del otro; en la mayoría de los casos, sin embargo, ambos se sujetan juntos y así se visten y adornan para formar una unidad que comulga con la cosmovisión primitiva de dualidad que posee la divinidad del maíz.

El ueuetlákatl entra a la casa y entrega a una niña al hombre-mujer maíz que recibirá a Chikomexóchitl, mientras otros niños sostienen velas de sebo y hacen sonar una pequeña campana; todos salen para el encuentro y en el exterior comienza el ritual que le da el nombre a la ceremonia: “dar de comer a los elotes”. Se les sahúma y ofrenda el guisado de gallina, refrescos, cerveza, etcétera; se colocan collares de flores y otros adornos a las matas de elote y a los instrumentos musicales. Literalmente se les da de comer y beber a Chikomexóchitl y a las matas de elote.

El dueño de la casa recibe del ueuetlákatl la cosecha, para luego pasar todos al interior de la casa y colocar en el altar a Tenansintli Chikomexóchitl (maíz) y Chikomexóchitl (elote) e iniciar la labor de estibar al frente del altar y sobre hojas de plátano la cosecha de elote formando un círculo.

A un lado de los elotes estibados se colocan las herramientas de trabajo: azadones, machetes y hachas.

La ofrenda permanece cuatro días y el sobrante de los adornos son guardados junto con Chikomexóchitl, que se encargará, ya como hombre-mujer maíz, de recibir al niño-niña maíz del próximo ciclo, que según su calendario agrícola se presentan dos por año: tonalmilli, de enero a abril, e ipoal (temporal) de junio a septiembre, por lo que la tlamana se realiza dos veces al año: abril y septiembre.

El significado de Chikomexóchitl, “7 flor”, tal vez se perdió en el tiempo, pero no dudo que está ligado al simbolismo y la religiosidad: primero porque el 7 se utiliza esotéricamente, y segundo porque el sufijo xóchitl se relaciona con lo santo o sagrado. En el continente americano todo lo que se relaciona con el maíz tuvo y tiene una fuerte connotación religiosa, es por ello que sus antiguos y actuales pobladores han sido “El pueblo del maíz”.

Fuente: México desconocido No. 307 / septiembre 2002

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Leyendas de Veracruz

Algunos ejemplos de leyendas de Veracruz son La mulata de Cordoba o El Perro Prieto

 

Para leer leyendas de Veracruz presiona el siguiente link donde encontrarás una lista extensa de relatos provenientes de Veracruz.

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El Perro Prieto

En Alvarado había empezado a correr el rumor de que un hombre malo molestaba mujeres, amenazaba maridos, robaba cosechas… muchos habían sido víctimas de las fechorías de ese hombre y, aunque casi todo el pueblo se lo había topado, nadie sabía quién era, donde vivía ni cómo se llamaba.

La gente del pueblo se reunió y todos acordaron buscar al hombre malo para enfrentarlo y obligarlo a dejar el pueblo, pero él no apareció.

Nadie volvió a verlo después de ese día, como si supiera que lo esperaban para lincharlo. Un día, una señora que salía del mercado con sus frutos para la comida, se topó con un perro prieto que no le permitía el paso. Era un perro de mirada profunda, colmillos afilados y un gruñido que espantaba; no ladraba, pero su presencia intimidó a la señora que no se atrevía a acercarse más al perro.

Cuando su hijo la vio afuera del mercado, le dijo que su padre la esperaba en casa. “¿Qué haces, pues?” preguntó el hijo. “Nada, que este perro no me deja pasar”, contestó la señora. “Es solamente un perro hambriento, dale un pedazo de pan y no va a molestarte”. La señora hizo lo que su hijo le dijo, sacó un pedazo de pan de su morral y se lo ofreció al perro; éste aceptó el regalo de la señora pero no dio tiempo a que ella retirara la mano y se la mordió; así, frente a su hijo y frente a la gente que andaba por ahí, el perro le arrancó la mano de una mordida y luego salió corriendo. Todos quedaron espantados, porque era normal ver perros en el mercado y nunca había pasado nada parecido.

Otro día, cuando unos campesinos volvían a su casa después de una larga jornada de trabajo, el perro prieto les salió al paso y los campesinos quisieron ser amistosos con él pues parecía que se iba a dejar acariciar, pero cuando estuvo cerca, los hombres se asustaron porque tenía la mirada profunda y mostraba sus brillantes colmillos amenazadores. Los campesinos quisieron rodearlo, y el perro no se los permitió atacando a uno de ellos, dejándole un impresionante agujero en la pantorrilla. Los días siguientes la gente estaba temerosa del perro, no ofrecían alimento ni saludos a ningún perro en la calle, pero el perro no esperó que la gente se volviera a acercar a él, simplemente comenzó a hacer fechorías en el mercado, se metía a las casas y comía lo que encontraba, destrozaba todo a su paso y consiguió que todo el pueblo lo odiara.

Un día un hombre se encontró con el perro en el mercado destruyendo un puesto de frutas, entonces se armó de valor y empezó a golpearlo con una vara de pirul. Le pegó y le pegó hasta que el perro no pudo moverse. La gente se acercó para ver cómo el hombre acababa con el perro prieto; cuando todos aplaudieron festejando la gran hazaña, el perro se enderezó parándose sobre sus patas traseras y, con sus patas delanteras, comenzó a arrancarse el pellejo de la cara. Para sorpresa de todos, bajo aquel pellejo apareció el hombre desconocido que semanas atrás había hecho maldades en el pueblo. El hombre malo se despojó de su piel de perro y se echó a correr ante la mirada atónita del pueblo. Nunca lo volvieron a ver y nadie supo cómo había ocurrido aquello, pero lo cierto es que los perros del pueblo, nunca volvieron a recibir el trato amable al que estaban acostumbrados.

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La Cochina

Se cuentan muchas historias de hombres machos y celosos, pero ésta historia que se difundió en San Andrés Tuxtla, es especial. Se dice que había un señor muy macho que no dejaba salir de su casa a su mujer, no quería que nadie la viera porque enseguida lo invadían los celos, temía ser la burla del pueblo, ponía especial cuidado en su reputación y no se arriesgaba a que su esposa anduviera en boca de todos.

-“No tienes nada qué hacer allá afuera; tu trabajo está acá adentro, en la casa. Además, ¿para qué quieres salir? Vas a espantar a todos con esa cara de bruja”.- Así hablaba el hombre y su esposa nada más se reía porque él no estaba tan equivocado; la mujer tenía poderes de bruja y por las noches se convertía en cochina. En cuanto su marido se dormía, la vieja se transformaba y salía de la casa.

Todas las noches iba a pasear por el pueblo, tranquilamente, sin que su marido se enterara. Un día, a la mujer se le ocurrió entrar a merodear en la casa de un señor más gruñón que su marido; cuando el señor descubrió a la cochina, agarró el machete y le rebanó una nalga. La cochina salió corriendo y regresó a su casa muy asustada.

A la mañana siguiente, el hombre descubrió que a su mujer le faltaba una nalga… “No sé –dijo la mujer- ni cuenta me di, pa’mí que alguien me embrujó”. El hombre salió a buscar ayuda y en el camino se encontró al señor gruñón, que era su amigo. Se saludaron y el hombre gruñón le contó al marido celoso lo que él nunca hubiera querido escuchar: “Anoche entró una cochina mañosa a mi casa y le rebané una nalga”. El marido celoso volvió corriendo a su casa, e iba decidido a golpear a su mujer. Llegó a su casa pegando de gritos, y cuando abrió la puerta, una cochina salió corriendo a toda velocidad; el marido buscó a su esposa pero nunca la encontró.

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La Señora de Negro

En Naranjillos había una muchacha muy guapa que acababa de quedar huérfana. Un día, una amiga suya llegó a contarle que habían visto a su madre en el camino del Barrial, cerca del pueblo. La muchacha no creyó lo que su amiga le dijo, “está bien muerta y enterrada” –le contestó-. Sin embargo, su amiga no había sido la única en ver aquella aparición, muchas señoras del pueblo se encontraron en el camino del Barrial a la señora vestida de negro; sucia, enlodada y con el pelo enmarañado. Le preguntaban quién era o a quién buscaba, pero la mujer de negro no contestaba, todos creían que era muda.

Seguían viendo a la mujer deambulando de arriba para abajo en el camino del Barrial y la gente empezó a comprender que era un alma en pena. La amiga de la muchacha fue a hablar con ella:

“Es tu mamá, estoy segura” –dijo la amiga-.
“Pero si está muerta” –aseguraba la muchacha-.
“Es ella, seguro anda penando… ¿has cuidado bien a tus hermanos?” –inquirió con algo de timidez-. A la muchacha no le agradó la pregunta, y poniéndose nerviosa se fue. Al día siguiente una señora del pueblo se encontró con la muchacha que traía cara de desvelada y, en general, un aspecto deplorable.

dama negro leyenda“¡A ver si vas dejando a ese hombre casado!” –espetó de pronto la señora. “Ve a cuidar a tus hermanos y deja descansar el alma de tu madre que anda en pena”. La muchacha se estremeció, ya que efectivamente era la amante de un señor casado y se pasaba con él toda la noche, de modo que en las mañanas no se encontraba en condiciones de atender a sus hermanos ni de salir a trabajar.

Acongojada, decidió ir al camino del Barrial a comprobar si era cierto lo que le decían. Al llegar, encontró a la mujer de negro, se acercó y la reconoció; era su madre. La mujer se puso a llorar; no le dijo nada, pero la muchacha sentía que su madre lo sabía todo, siempre había sido así, adivinaba sus emociones y sus pensamientos. La mujer de negro calmó su llanto y se perdió en el fondo del camino. La muchacha sintió el vacío que dejó su madre y advirtió la súplica que su llanto llevaba.

Con la intención de librarse de la culpa, fue a buscar a su amante y le dijo que no volvería a verlo más, luego fue a su casa y prometió a sus hermanos que nunca los dejaría solos.

Ese fue el último día que la mujer de negro se apareció en el Barrial, camino de Naranjillos.