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Leyendas Cortas Nayarit

La Madre del Mar

En el Municipio de San Blas, en el estado de Nayarit existe una zona sagrada para los huicholes llamada Tatéi Haramara situada hacia el oeste. En este bello lugar habita una diosa que lleva el mismo nombre y es la madre del mar. Dice el pueblo wixárika que el mar dio vida a todo lo existente en este mundo. De ahí salieron los seres humanos cuando el mundo era oscuro, y solamente la Luna y las estrellas lo iluminaban, y cuando los dioses formaron a los jicareros para que buscaran el Cerro del Amanecer, Wirikuta, el lugar donde debía salir el Nuestro Padre el Sol, Tayau, cuyo sitio sagrado se encuentra en el este. Los colores simbólicos de este sitio son el azul y el morado.

Dentro del mar habita Waxiewe (Blanco Vapor), la roca blanca, primera cosa sólida que existió y que tiene la forma de la diosa Tatéi Haramara, hay también una piedra más pequeña que se conoce con el nombre de Cuca Wima. Cuando la diosa choca con la roca se transforma en vapor y se producen nubes que darán lugar a la lluvia. El símbolo tanto de la lluvia como de las nubes es la serpiente alada o el camino que toman Nuestras Madres de la Lluvia, las Tateteima, para llegar a los lugares sagrados de la cosmografía huichola. Cada una de las diosas de la lluvia ocupa un punto cardinal: al sur se encuentra Tatéi Niaariwame, en el norte está Tatéi Yrameka (Nuestra Madre del Retoño), la lluvia del este la produce Tatéi Kiewimuka (Nuestra Madre del Venado). El oeste vive Tatéi Matinieri, y en el centro la lluvia se debe a la venerada Tatéi Aitzarika.Ojo de Dios

Si no fuera por Tatéi Haramara que da lugar a las nubes y la lluvia, el mundo no existiría. Por ser tan buena a la diosa se le visita en peregrinaciones que los huicholes organizan hacia el lugar sagrado, con el fin de agradecerle la fertilidad y de tomar tierra de la orilla que permita fertilizar sus campos serranos.

Tatéi Haramara, el mencionado lugar sagrado, según algunos etnólogos, es el sitio donde moran los muertos, y se denomina Narahama, a donde van las almas de los muertos, después de haber estado cinco días en los lugares que conocieron en vida. A este monolito se llevan las ofrendas sagradas que son lanzadas al mar. Dichas ofrendas consisten en el tzicuri (Ojo de dios) elaborado con una cruz de carrizo y estambre alrededor de ella, que simboliza la tierra primaria; se agregan jícaras votivas y flechas, o peticiones pintadas en papel, algunas veces tales peticiones se elaboran en tablas de madera con dibujos de estambre. Asimismo, las ofrendas llevan galletas, monedas, velas y chocolate.

Este cerro, isla o monolito situado en el mar y que como queda dicho simboliza a Muestra Madre el Mar, es ella misma que nos permite ver su cabeza y su mano, la izquierda; su pelo lo forma el cielo que lleva como adorno a los pájaros y a las nubes; su vestimenta la forma el mar Pacífico, cuyo encaje le corresponde a la espuma que se forma al chocar contra la isleta, y que le permite recoger las ofrendas que le brindan sus adoradores.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Rebeca, la novia

Ella despidió a su amor /él partió en un barco en el muelle de San Blas. / Él juró que volvería, / y empapada en llanto ella juró que esperaría. / Miles de lunas pasaron / y siempre ella estaba en el muelle / esperando… Fragmento de la canción En el Muelle de San Blas del grupo musical Maná

Había una vez una muchacha que vivía en San Blas, Nayarit. Tenía un novio llamado Manuel que se dedicaba a la pesca. Los novios se iban a casar en cuatro días, pero resultó que cuando el joven se encontraba pescando en alta mar, el huracán Priscila atrapó a la embarcación y la destruyó matando a todos los pescadores. Era el año de 1971.

Ante hecho tan funesto Rebeca Méndez Jiménez quedó mal de la cabeza. A partir de ese momento, todas las tardes se paseaba por el muelle de San Blas vestida con su traje de novia esperando el regreso de su adorado Manuel, por lo que tomó el apodo de La Loca del Muelle. Para mantenerse vendía muñecas que ella misma hacía vestidas con blanco traje de novia, y golosinas. Y aunque estaba muy sola tenía hermanas que vivían en Monterrey a las cuales solía visitar.La Loca del Muelle

A veces, los habitantes de San Blas le encargaban trabajos y le pagaban con comida. Pero ella seguía asistiendo al muelle en espera de ver llegar a su amado. Su vestido de novia se había deteriorado y su cabello se había vuelto completamente blanco. Pero ella seguí confiada de que su Manuel regresaría, algún día, para casarse con ella. Dormía donde podía.

Pasado cierto tiempo, se hizo pareja de un comerciante ambulante de artesanía llamado Ladislao Cárdenas, o Laos como le decían, mismo que cuido de la eterna enamorada y le dio el mote de La Chica de Humo, debido a su canoso cabello.

Vivían en una casita de madera y láminas de cartón que se encontraba cerca del muelle de San Blas. Laos le dijo que se casaría con ella, por lo que Rebeca algunas veces se ponía su traje de novia para acudir a la iglesia de San Blas Obispo Mártir, pero el hombre nunca le cumplió a pesar de tener una hija de él.

Un día Ladislao murió atropellado en Guadalajara y Rebeca volvió a quedarse sola.

En cierta ocasión Rebeca fue a Puerto Vallarta para vender sus dulces y muñecas. Le llamó la atención a un hombre quien se acercó a ella y entabló conversación. El hombre, que se llamaba Fernando Olvera formaba parte del grupo musical Maná del cual era el cantante. Al escuchar la trágica historia de Rebeca Fher, como era su nombre artístico, escribió una canción que llamó En el muelle de San Blas, que fue todo un éxito en varios países.

Un domingo 16 de septiembre de 2012, Rebeca Méndez murió y su hija cumplió con su última voluntad: que sus cenizas fuesen arrojadas al mar en el muelle de San Blas que tanto significado tuvo para ella y donde por fin se reuniría con su amado Manuel.

Y el tiempo escurrió / y sus ojos se le llenaron / de amaneceres. / Y del mar se enamoró / y su cuerpo se enraizó / en el muelle.

Sonia Iglesias y Cabrera

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La Madre del Maíz

Los indios huicholes decidieron un buen día que ya estaban cansados de comer siempre las mismas cosas, que por cierto no les agradaban mucho. Querían algo nuevo que pudiesen comer de muy diferentes maneras. Pero desconocían cuál sería ese alimento maravilloso. Sin embargo, en la tribu había un joven que había oído hablar del maíz y de que con este cereal podían prepararse muchos sabrosos platillos como los chilaquiles, el pozole, las gorditas… Y decidió ir en busca del maíz, que sabía se encontraba pasando una gran montaña. Un buen día salió de su casa por la mañana y emprendió el camino que lo conduciría atrás de la montaña. Cuando llevaba caminado un buen tramo, se encontró con una fila de hormigas que eran las encargadas de guardar las semillas de maíz. Sigilosamente, las siguió. Pero llegó un momento que  el joven se quedó dormido de cansancio. Mientras reposaba, las hormigas se comieron sus ropas y sólo le dejaron el arco y la flecha. Cuando nuestro héroe despertó, se percató de su desnudez y se puso muy triste lamentando su desgracia. En esas estaba, cuando llegó una pájara que se posó en las ramas de un árbol cercano. En seguida, el joven se dispuso a matar el ave. Ella se lo impidió al decirle que era la Madre del Maíz, y que quería invitarlo a la Casa del Maíz donde se guardaban los granos, porque quería que el tomase los que le hacían falta.Familia huichol

La pájara tenía cinco hermosas hijas que habitaban la Casa del Maíz. Se llamaban Mazorca Negra, Mazorca Blanca, Mazorca Azul, Mazorca Roja, y Mazorca Amarilla. El joven quedó prendado de Mazorca Azul, con la cual se casó, con la venia de la señora pájara. Juntos regresaron al pueblo y se pusieron a vivir en el teocalli comunal, ya que carecían de casa propia. Poco después, consiguieron una casa, que tenía la facultad mágica de llenarse de espigas de maíz continuamente que la embellecían extraordinariamente. Mazorca Azul, que era bondadosa con el pueblo, le regalaba a los pobladores parte de las mazorcas que aparecían. Un día, decidió enseñarle a su joven esposo, y a todos los hombres del poblado, a sembrar y cultivar el maíz; y a colocar alrededor de las milpas fuego para que los animales indeseables no se comiesen los sembradíos.

Una vez que Mazorca Azul transmitió sus conocimientos agrícolas a las personas, procedió a molerse a sí misma y se convirtió en un sabrosísimo atole que todos disfrutaron muy calientito, a más de que aprendieron a cocinar muchos y sabrosos platillos con los granos del maíz. Así ya nunca se quejaron de lo aburrido de su alimentación.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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La Piedra

En el Panteón Hidalgo de Tepic, Nayarit, existe una capilla dedicada a Nuestra Señora del Refugio. En el lado derecho de dicha capilla se puede ver una piedra de forma circular que pesa media tonelada y tiene de diámetro un metro. En ella se puede ver letras de metal incrustadas en ella que forman la palabra “¡Madre!” La gran piedra estuvo mucho tiempo desaparecida, ya que quedó sepultada en los escombros de la capilla, antes de que fuera restaurada y que el paso del tiempo la ocultara.

La famosa Piedra de la capilla

Obviamente, la misteriosa piedra ha dado lugar a dos interesantes leyendas. Una de ellas nos relata que hace ya mucho tiempo vivió una mujer que tenía una hija. El comportamiento de la niña era muy difícil y no destacaba por ser obediente con su madre. Todo lo contrario, era una niña muy desobediente. La madre, para lograr ser obedecida, le decía a la pequeña: – ¡Si no te portas bien y obedeces, te vas a convertir en piedra!

Cierto día en que fueron ambas a la capilla del panteón de la ciudad, al entrar por la puerta principal la señora le advirtió a su hija que se portara bien y que no corriera. Pero la niña, en cuanto puso un pie dentro del panteón empezó a correr como loca. La madre se puso a correr tras ella, y en el transcurso de su carrera hasta la capilla, la infanta se convirtió en piedra, tal como la madre la había amenazado. No se sabe quién puso el famoso letrero de las letras metálicas. Tal vez el fantasma de la hija desobediente.

Otra leyenda relativa a la piedra narra que muchas personas iban, y aún van, en peregrinación al santuario de Talpa. En una ocasión entre los peregrinos iba una familia integrada por la madre, el padre y dos hijas y un hijo varón. Cuando empezaron la manda a pie, todos iban alegres y felices hacia su destino en Talpa. Pero conforme fueron pasando los días, la señora se molestaba de cualquier cosa y estaba muy irritable por el cansancio que tenía de tanto caminar. Entonces renegaba y decía que estaba absolutamente arrepentida de haberse unido a la peregrinación. Estaba muy cansada y picada por los insectos. Blasfemaba e insultaba a los otros peregrinos constantemente. Incluso llegó a insultar a la Virgen de Talpa y decidió no continuar con los peregrinos, aunque ya solamente faltaban tres días para llegar.

Por su conducta tan blasfema e irrespetuosa la Virgen la convirtió en la famosa piedra de la Capilla, como castigo a su irreverente comportamiento.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Mololoa, Tépetl y Sanganguey

En la época prehispánica el Valle de Matatipac,  en Nayarit,  estaba gobernado por un Señor llamado Trigomil, justo y honrado como pocos. El cacique tenía una hija muy bella, Mololoa, a quien pretendían caciques de muy lejanos reinos. La princesa conoció a Tépetl, un guerrero valiente e inteligente, del cual se enamoró. Pasaban los enamorados mucho tiempo juntos planeando el día de su boda que ya estaba cerca. Se amaban con pasión.

Un día, llegó al señorío un guerrero muy grande y fuerte, que solicitó a Trigomil le concediese ver a  Mololoa. Cuando el guerrero la tuvo frente a él, le propuso matrimonio. Pero la joven se negó alegando que no le amaba. Sanganguey, furioso, le respondió que sería su esposa aun en contra de su voluntad. Indignada y con cierto miedo, pues conocía la reputación del guerrero que era cruel y tenía poderes sobrenaturales, le pidió que se retirase inmediatamente.

Cuando el malvado guerrero se enteró de que la bella princesa pronto se casaría con Tépetl, colérico juró que impediría tal boda, que Mololoa sería suya, y que mataría a Tépetl. A la mañana siguiente, muy temprano, Sanganguey entró a los aposentos de la princesa y la raptó. Al enterarse Tépetl de que su amada había sido raptada, salió en su busca. Después da varios días les encontró y se enzarzó en terrible combate con el malvado Sanganguey. Al ver que los dos hombres peleaban, aterrada Mololoa huyó por el campo y se subió a una roca, desde donde podía ver la terrible lucha de los dos guerreros. Ambos luchaban con toda la maestría que poseían, ya que ambos deseaban casarse con la bella niña.

El hermoso Valle de Matatipac.

De la boca de Sanganguey salía un espantoso fuego que derritió algunas rocas que le aprisionaron como si en una cárcel se encontrara. Tépetl se defendía con sagacidad, astucia  y fuerza. El valle de Matatipac se lleno de humo y cenizas. Al quedar libre de Sanganguey, Tépetl buscó a Mololoa, pero no lograba encontrarla ya que, aun preso, el malvado guerrero lanzaba fuego por la boca. Decidido, Tépetl le arrojó una roca directamente a la boca. Así se formó la roca que divide en dos partes el Volcán Sanganguey. Enseguida, formó un monte de piedras para poder observar el Valle y así encontrar a su novia querida. Sanganguey lo miraba en agonía, y haciendo un esfuerzo sobrehumano le lanzó una bocanada de fuego, la cual ocasionó que Tépetl se fundiera con las rocas que había juntado. Así se formó el Cerro de San Juan. Al ver Mololoa lo acontecido a Tépetl, comenzó a llorar y poco a poco se fue convirtiendo en un hermoso  y cristalino río que cruzó todo el Valle hasta desembocar en el Río Santiago. La dulce y triste princesa e había convertido en el Río Mololoa.

Sonia Iglesias  y Cabrera

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Peter, el mal amante

San Blas es un puerto y una ciudad del estado de Nayarit. Fue fundado durante el Virreinato, y fue uno de los puertos más importantes del Pacífico, fundado por el conquistador Nuño de Guzmán. Debe su nombre al santo español conocido como el monje Blas de Mendoza. De dicho puerto es originaria una triste leyenda, que aconteció hace ya muchísimos años, en la ciudad que lo acompaña.

Elena era una jovencita de dieciocho años que vivía con sus padres y sus dos hermanos en una rica casona blanca por fuera y con escaleras y pisos de mármol por dentro.

En una ocasión en que Elena acudió a pasearse por el parque central de la ciudad con su dueña, se topó con un hermoso marinero venido de allende los mares. Peter era rubio, tenía los ojos azules, y sobresalía por su elevada estatura. Todas las jóvenes le codiciaban. Pero Peter también observó a la linda Elena, y se enamoró de ella. Ambos estaban como locos de amor, ambos se idolatraban cada día más.

El marinero llamado Peter

El romance duró cerca de seis meses, ni que decir tiene que la familia de Elena ignoraba tal situación, pies la joven nada había dicho, sabedora de que nunca aceptarían sus padres a un pobre marinero llegado de lejanas tierras holandesas.

A los seis mese cumplidos, Peter le comunicó a su amada que debía partir en el mismo barco que le había traído, ya no podía demorar más su estancia en San Blas. La joven se desesperó ante tal aviso, y le rogó a su querido Peter que no se fuera. Pero nada logró. El marinero estaba decidido a partir, pues era su deber. Sin embargo le juró y perjuró a Elena que nunca la olvidaría y que pasados otros seis meses, regresaría para casarse con ella, lo quisieran a no sus padres. Y que mientras comprara el vestido de novia más hermoso que encontrara. Así lo hizo la joven, y cada noche sacaba el vestido de su ropero y lo acariciaba, en espera de podérselo poner muy pronto y acudir a la iglesia a casarse.

Pero el tiempo pasó, se cumplieron los seis meses y Peter no regresaba. Cuando hacía un año que la joven se había quedado solo, el ingrato enamorado aún no regresaba y la niña empezó a mostrar extraños síntomas de extravío. A estas alturas sus padres ya se habían dado cuenta de lo sucedido. La llevaron con muchos doctores, pero nadie pudo hacer nada por ella.

Cada domingo Elena se ponía el traje de novia y acudía al muelle en espera de ver acercarse el barco que le traería de vuelta a su amado. Los años fueron pasando, los padres de la infeliz novia murieron, y sus hermanos se encargaron de cuidarla. Elena envejeció, la cara se le arrugó completamente y el pelo se le blanqueó. De su belleza nada quedaba. Completamente enloquecida, un domingo vio bajar de un barco a un hermoso joven rubio, al verlo corrió a su encuentro, pero no logró alcanzarlo pues cayó fulminada por un paro cardíaco. Al verla en el suelo, el joven se apresuró a recogerla, y cuando la tuvo en sus brazos, escuchó que Elena le decía con una voz muy débil: -¡Por fin regresaste, amor mío!… y en ese instante expiró. El joven desconcertado nunca supo qué le quiso decir la anciana moribunda, pues como era obvio, no se trataba del desgraciado Peter, del cual nunca se supo nada.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

 

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El Héroe Yaushu

En el principio de los tiempos, los seres humanos desconocían el fuego. Comían los alimentos crudos. Los ancianos sabios del pueblo cora, se reunieron con el fin de averiguar que elemento serviría para cocer sus alimentos y calentarlos.

Cuando estaban meditando, vieron pasar por el cielo una bola de fuego que cayó al mar. Entonces llamaron a los hombres y los animales para preguntarles quién se animaba a traer el fuego. Uno de los hombres dijo que iría siempre y cuando fuera una partida de cinco personas, para ir a buscar en el este un rayo de Sol. Así se hizo. Los cinco marcharon hasta la montaña donde veían salir el Sol. Cuando amaneció, los hombres se dieron cuenta de que el Sol salía en una montaña que se encontraba muchos más lejos. Acudieron a ella, pero les sucedió lo mismo. Al llegar a la quinta montaña ya estaban muy cansados y decidieron regresar al pueblo, para decirle a los ancianos sabios que no lograban alcanzar al Sol. Los ancianos volvieron a meditar. En esas estaban cuando apareció Yaushu, el sabio Tlacuache.

Yaushu les relató a los ancianos que había visto por el oriente una luz roja, y que fue a ver de que se trataba. Caminó durante cuatro noches y días, casi sin comer ni beber agua: al quinto día vio una gruta en cuya entrada ardía un gran fuego alimentado con madera. Junto al fuego se encontraba un hombre viejo, alto, de cabellos blancos y ojos increíblemente brillantes que miraba meditabundo al fuego. De vez en cuando echaba leños a la hoguera. Yuashu, espantado, se escondió atrás de un árbol, pues se había dado cuenta de que se trataba de algo caliente y peligroso.

Yaushu con la cola pelada

Al llegar ante el anciano de la fogata, éste le preguntó la causa de su presencia, a lo que el Tlacuache respondió que buscaba agua para los ancianos de un pueblo, y le pidió permiso de dormir ahí. El viejo aceptó con la condición de que no tocara nada.  Yaushu compartió su pinole con el anciano, quien arrojó unas gotas al fuego, otras sobre su hombro, y se bebió el resto. Cuando el viejo se durmió, Tlacuache tomó una brasa con su cola y huyó presuroso. Cuando llevaba un buen trecho andado, se encontró de frente al viejo, quien le dijo que lo mataría por ladrón. El anciano trató de quitarle el tizón a Tlacuache: lo zarandeo, lo trituró, le pegó, lo pisó… hasta que pensó que le había dado muerte y se regresó a cuidar de su fogata.

Yaushu rodó por el suelo cubierto de sangre y fuego, y rodando rodando llegó hasta el pueblo donde estaban los sabios orando. A punto de morir Tlacuache les entregó el fuego. La comunidad se lo agradeció y lo nombre el Héroe Yaushu.

Desde entonces los tlacuaches tienen la cola pelona.

Sonia Iglesias y Cabrera

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La milagrosa Cruz de Zacate

En la Ciudad de Tepic, en el estado mexicano de Nayarit, se encuentra en un templo la famosa Cruz de Zacate, que según los creyentes es una cruz sumamente milagrosa. Una leyenda relata que hace muchos años, en 1619, la ciudad contaba con cincuenta y seis habitantes: diez y seis eran españoles y cuarenta indígenas. Se trataba de un pueblo muy pobre, dedicado al acarreo de sal en recuas de mulas. Como eran tan pobres y siempre habían sido muy leales a la Corona Española, las autoridades le habían solicitado al virrey que los dispensara del pago de tributos, puesto que no podían pagarlos.

Un cierto día, entre el pueblo de Tepic y el actual Jalisco, camino del Cerro de San Juan, un muchacho que iba a caballo arreando unos animales perdió el control del mismo, y no podía controlarlo por más que lo había tratado. En ese momento se dio cuenta que en un pedazo del campo por donde estaba, había una cruz de yerba verde que sobresalía de la demás yerbas que se encontraba a su alrededor. La yerba de la cruz estaba esponjada, alta, espesa y crespa. Medía la cruz tres varas de largo y una de ancho, con la parte superior de la cruz un poco más ancha, como si simulara el letrero que llevan las cruces y que dice INRI, iniciales de “Jesús Nazareno, rey de los judíos”. Recordemos que una vara mexicana equivale a 0.838 metros.

La Cruz de Zacate y los ex votos.

Inmediatamente, el mocito fue a dar aviso a las autoridades eclesiásticas y civiles del pueblo, para que acudieran y dieran fe del maravilloso hallazgo. Aprovechando lo milagroso de la aparición, algunas mujeres cortaron yerba de la cruz para hacer infusiones que curaran sus enfermedades. Otras tomaban tierra de cerquita de la cruz y se la aplicaban a los enfermos como cataplasmas en el cuerpo doliente. Y como todos sanaban, los pueblerinos decidieron que la cruz era milagrosa.

Cubrieron a la cruz con una ramada y la cercaron. Se llevó a cabo una misa. Por todo el Valle de Matatipac corrió la noticia de la aparición de la milagrosa cruz de hierba. Muchas personas acudían a ver a la cruz, a cortarle yerba, y a llevarse tierra para curarse a sí mismos o a sus familiares enfermos. Lo curioso era que aunque le cortasen zacate, la cruz nunca dejaba de tenerlo, y aunque se llevasen mucha tierra, nunca faltaba ni se veían hoyos. Por otra parte, la milagrosa cruz no necesitaba de cuidados, ni de riegos ni de poda; siempre estaba verde, sana y no crecía demasiado. Ni el frío ni la escarcha la marchitaba. Siempre estaba igual: verde y mullida.

Más adelante, en 1694, los frailes franciscanos decidieron levantar en el sitio un santuario, y en 1784 se edificó un convento franciscano. Durante la Guerra de Reforma, el coronel Antonio Rojas destruyó la cruz, pero volvió a brotar en todo su esplendor.

Actualmente, la cruz se encuentra en la Zona Centro de Tepic, protegida por muros y reja de hierro, y muchos ex votos de mármol colocados junto a ella, dan cuenta de lo milagrosa que es la Cruz de Zacate.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Los colgados

En el año de 1841 se fundó una fábrica de textiles en Buenavista, Nayarit. Su dueño, un español de nombre José María Castaños, la edificó a la manera de una existente en Bélgica. Los trabajadores de la fábrica sufrían la terrible explotación del gachupín, que les sometía a largas jornadas sin ningún tipo de seguridad en el trabajo, por lo cual se producían numerosos accidentes entre los obreros.

Cansados de tanta explotación y de recibir una miseria de salario, los empleados de José María decidieron un día irse a la huelga. Dicha acción provocó la cólera del dueño, quien amenazó a los trabajadores con el despido y la cárcel si no volvían a sus labores. Pero éstos no cejaron en su empeño y continuaron con la huelga, que se dice fue la primera en México.

Los colgados

Al poco tiempo, los dirigentes laborales fueron apresados, torturados y ahorcados frente a la fábrica, para escarmiento de todos los demás obreros. De los árboles colgaban los principales líderes, mientras sus esposas e hijos lloraban a los pies de los colgados.

La leyenda cuenta que desde entonces en las noches se escuchan el sonido regular de las máquinas textileras, los terribles lamentos de los obreros asesinados y pueden verse dentro del edificio en ruinas los fantasmas de hombres trabajando y sollozando, algunos que se pasean por los múltiples pasadizos de la fábrica buscando a don Chema para hacerle pagar su nefasto crimen.

Sonia Iglesias y Cabrera

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La desdichada Claudia

Cuenta una leyenda de Tepic, “lugar de piedras macizas”, capital del estado mexicano de Nayarit, que en una casa de la Colonia Lázaro Cárdenas de esa ciudad, vivía un señor que tenía una hijita llamada Claudia.

Después de haberse separado de su esposa, la custodia legal de la niña le había correspondido a él. Padre e hija vivían tranquilamente en su hermosa casa, cuando los azares del destino, que a veces son diabólicos, les jugaron una mala pasada, pues cierto tiempo después de haber llegado a la Ciudad de Tepic, Claudia fue atropellada por un camión y murió.

La desdichada Claudia

El padre quedó completamente consternado ante esta fatal desgracia, pero decidió quedarse a vivir en la casa en la cual ambos habían sido muy felices. Poco tiempo después de su muerte, don Facundo, como se llamaba el desdichado señor, empezó a sentir que alguien lo observaba, oía ruidos en el patio trasero y pasos se niña en la escalera que conducía al piso superior; las puertas se cerraban y se abrían inexplicablemente. Espantado por tantos sucesos extraños, don Facundo decidió tomar fotografías de las escaleras y del patio, para ver qué salía en ellas y si podía hacer algo para remediarlo.

Cuando el padre reveló las fotografías, cuál no sería su sorpresa al ver que en ellas se veía perfectamente la imagen de su pobre niña Claudia, pero muy demacrada, grandes ojeras se apreciaban alrededor de sus ojos y una palidez sobrehumana cubría su dañado rostro por el accidente. Don Facundo inmediatamente tomó la decisión de marcharse de esa casa que tan dolorosos recuerdos le traía.

Así lo hizo y puso en renta la casa, después de haber encargado una misa por el alma en pena de la pequeña. Sin embargo, la misa de nada sirvió, pues varios inquilinos que la rentaron, al poco tiempo de marchaban presas de miedo y terror, pues a todos se les aparecía la niña Claudia. Desde el último inquilino que la rentó y se fue, la casa permanece vacía; los caminantes que pasan frente a ella afirman que se oyen los lamentos de la atormentada niña que clama por su padre con sollozos que ponen los pelos de punta a quienes llegan a oírla.

Sonia Iglesias y Cabrera