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Mapa de ciudades Mayas y sus ruinas

Por caminos paralelos e independientes, los pueblos indígenas del continente americano conformaron desde la antigüedad culturas muy complejas, avanzadas y distintas entre sí.

Entre estos pueblos, fueron los mayas de Mesoamérica los que llegaron más lejos en el desarrollo de formas organizativas que permitieron el florecimiento de una sofisticada civilización, llevando a puntos culminantes aspectos como el urbanismo, la arquitectura, las artes plásticas, las matemáticas, la astronomía, la escritura y la ingeniería agrícola, para luego desvanecerse en poco tiempo por causas aún no bien explicadas.

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La ciudad de México de la

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La patria invadida

 

5. Los primeros conflictos internacionales

En 1829 y 1838-1839 la joven nación tuvo que afrontar dos agresiones provenientes del exterior. La primera fue protagonizada por España, que no reconoció la independencia sino hasta 1836 y por ello urdió varios proyectos de reconquista. El más sonado fue el del general Isidro Barradas, quien desembarcó en la costa tamaulipeca en junio de 1829 con ánimos guerreros, pero pronto sucumbió cuando sus 800 efectivos fueron víctimas de fiebres, falta de agua y alimentos. El presidente Vicente Guerrero colocó las banderas arrebatadas a los españoles en el santuario del Tepeyac. Entre 1838 y 1839 una escuadra francesa bloqueó el puerto de Veracruz y abrió fuego sobre el fuerte de San Juan de Ulúa. En esa ocasión Francia exigió el pago de 600 mil pesos como indemnización por las pérdidas que habían sufrido ciudadanos de esa nacionalidad durante las frecuentes revueltas y motines acaecidos en México desde 1821. En este conflicto, el general Antonio López de Santa Anna perdió la pierna izquierda al ser herido por un cañón francés y los mexicanos tuvieron que pagar el dinero reclamado, en cuya suma se incluía los 60 mil pesos demandados por un pastelero francés de Tacubaya como compensación al destrozo de sus mercancías. De este suceso proviene el nombre que el pueblo dio al conflicto: «Guerra de los Pasteles».

6. La invasión norteamericana

Desde el siglo XVIII Estados Unidos se interesó por las vastas regiones de nuestro territorio. El 12 de mayo de 1846, el presidente James Polk acusó a México de haber derramado «sangre norteamericana en suelo norteamericano», aseveración totalmente falsa ya que tropas de ese país invadieron territorio mexicano entre los ríos Nueces y Bravo. A partir de ese día, el general Stephen Kearny se dirigió a Nuevo México y California; el general John Wool a Nuevo León, Coahuila y Chihuahua; y el general Zachary Taylor hacia el interior de la República. El 22 de marzo de 1847, el general Winfield Scott y unos 12 mil hombres sitiaron el puerto de Veracruz. Las armas del ejército de Estados Unidos eran las mejores del mundo, por lo que la lucha fue desigual. Chapultepec fue defendido por unos mil hombres, incluyendo casi medio centenar de cadetes del Colegio Militar. El día 13 de septiembre a las 9:30 de la mañana, el general Nicolás Bravo capituló e inmediatamente ondeó la bandera de Estados Unidos en lo alto de Chapultepec. Cayó la ciudad de México, a pesar de que el pueblo luchó contra la artillería norteamericana por 37 horas consecutivas. El 14 de septiembre, el ejército norteamericano izó su bandera en Palacio Nacional. Como concesión de guerra —no por venta—, México tuvo que ceder la mitad de su territorio: Alta California, Arizona y Nuevo México.

7. La intervención francesa

En 1861 Benito Juárez ocupaba la presidencia de la República. La falta de recursos lo obligó a suspender el pago de la deuda pública a acreedores nacionales y extranjeros. Como reacción, el emperador Napoleón III de Francia se alió a España e Inglaterra para reclamar a México sus obligaciones. Por medio de un convenio firmado en Londres en 1861, los tres países resolvieron cobrar el adeudo apoyados por sus armadas. A principios de 1862 las escuadras de las tres potencias sitiaron el puerto de Veracruz. Conforme a los Preliminares de la Soledad, España e Inglaterra se retiraron. Los franceses, en cambio, avanzaron, y el 5 de mayo de 1862 fueron vencidos por el ejército mexicano en las afueras de la ciudad de Puebla. Justo un año después tomaron esa plaza tras un sitio de 72 días, y emprendieron el avance hacia la ciudad de México. Juárez decidió entonces marchar hacia San Luis Potosí, emprendiendo una lucha desigual en la que se salvaguardó la integridad territorial y la soberanía nacional. El mariscal francés Elías Federico Forey se apoderó de la capital y, acto seguido, convocó a la Junta de Notables, compuesta por miembros del grupo conservador. Esta Junta propuso que el país adoptara la forma monárquica de gobierno y que se integrara una comisión encargada de ofrecer la corona de México a Maximiliano de Habsburgo.

8. El segundo imperio

En octubre de 1863 Maximiliano de Habsburgo recibió el apoyo político, bélico y económico de Francia. En abril de 1864 aceptó el trono mexicano, y al mes siguiente desembarcó en Veracruz junto con su esposa Carlota Amalia de Bélgica. Entretanto, el presidente Juárez mantuvo vigente el gobierno de la República. El segundo imperio se caracterizó por ser una monarquía liberal moderada con adaptaciones a la realidad mexicana. Entre otras disposiciones, decretó la protección de las tierras comunales indígenas; mantuvo la separación de la Iglesia y el Estado, lo cual le acarreó los ataques del clero mexicano y de los conservadores; propuso leyes laborales que limitaban las horas de trabajo de los peones de las haciendas, y tuvo constantes diferencias con los generales franceses. Napoleón III, urgido por los problemas en Europa, decidió suspender toda ayuda, por lo que en 1866 las tropas francesas comenzaron a salir del territorio, al tiempo en que los contingentes republicanos ocupaban las plazas. Juárez, que había trasladado su gobierno hasta Paso del Norte, pudo regresar a Chihuahua con la fortaleza del vencedor. El emperador formó entonces un ejército al mando de generales conservadores mexicanos. Finalmente se refugió en Querétaro, donde fue sitiado por las fuerzas republicanas y hecho prisionero. Sometido a juicio, fue sentenciado a muerte, y junto con sus generales Miguel Miramón y Tomás Mejía fue fusilado, en el Cerro de las Campanas, el 19 de junio de 1867.

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La guerra de Independencia (1810 – 1821)

Cuando en 1808 se tuvo noticia en Nueva España de la invasión napoleónica a la Península Ibérica y de las abdicaciones al trono español de Carlos IV y Fernando VII, el Ayuntamiento de la ciudad de México recordó la Real Cédula por la cual Nueva España se había unido a la Corona de Castilla, y la promesa de Carlos V de nunca enajenarla o cederla a nación o persona alguna. Según los miembros del Ayuntamiento, eran inválidas las abdicaciones reales y la cesión del trono a favor de José Bonaparte. De 1809 en adelante se estableció por todo el territorio novohispano, particularmente en El Bajío, una red de juntas secretas, que conspiraron para lograr la autonomía y, más tarde, la independencia de Nueva España. La guerra emancipadora se puede dividir en cuatro grandes periodos: el de mayor extensión geográfica insurgente, con las tropas de Hidalgo (1810-1811); el de mayor intensidad, con Ignacio López Rayón, José María Morelos y otros jefes (1811-1815); el de decadencia y fragmentación, con jefes como Guadalupe Victoria, Manuel Mier y Terán, Xavier Mina y sus compañeros (1815-1819), y el de consumación, con la unión de insurgentes y realistas en el Ejército Trigarante (o de las Tres Garantías, el primer ejército nacional) encabezado por Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero, y con la adhesión del pueblo al Plan de Iguala y a los Tratados de Córdoba (1821).

1. «De alta lealtad»

Entre los grupos políticos que conspiraban destacó la Junta Secreta de San Miguel el Grande, organizada en 1809 por Ignacio de Allende, capitán del Regimiento Provincial de Dragones de la Reina, contra el gobierno virreinal y el napoleónico en España. La Junta estaba compuesta por más de 45 miembros, uno de los cuales, Felipe González, propuso invitar a un sacerdote a «dar la voz», es decir, a aparecer como cabeza de los insurrectos para evitar ser acusados de afrancesados y antirreligiosos. Allende sugirió invitar a Miguel Hidalgo y Costilla, cura de la parroquia de Dolores, poblado cercano a San Miguel, «por el concepto de sabio [y] el contar con buenas relaciones en Guanajuato y Valladolid». El objetivo de los conjurados fue crear un gobierno autónomo encabezado por criollos, o sea, por «españoles americanos», reunidos en una Junta o Congreso que ejerciera el poder a nombre de Fernando VII. Al preguntársele a Allende en 1811 si aceptaba haber cometido delito de alta traición contra las legítimas autoridades, contestó que estimaba su conducta como de «alta lealtad», puesto que se habían levantado en armas en defensa de la religión y de Fernando VII, prisionero de los franceses.

2. El primer aliento emancipador

Con Hidalgo como cabeza visible, el 16 de septiembre de 1810 se inició el movimiento emancipador que se extendería por casi toda Nueva España. Poco a poco se conformó el ejército «insurgente», llamado así por las autoridades virreinales. De Dolores se dirigieron los insurrectos a San Miguel el Grande, después a Celaya y más tarde a Guanajuato, donde tuvo lugar, el 28 de septiembre, una gran matanza de peninsulares que ahuyentó a muchos partidarios de la independencia. El 17 de octubre de 1810 llegaron a Valladolid, donde José María Anzorena, intendente nombrado por Miguel Hidalgo, ordenó la abolición de la esclavitud. Hidalgo liberó a las castas del pago de tributos, y por orden suya se publicó en Guadalajara el primer periódico insurgente con el título de El Despertador Americano (1810-1811). En Puente de Calderón (16 de enero de 1811) los insurgentes se enfrentaron a las fuerzas de Félix María Calleja, quien los derrotó. Los jefes rebeldes se dirigieron al norte, donde fueron aprehendidos en Acatita de Baján. El padre Hidalgo fue objeto de dos procesos, uno militar y otro eclesiástico, y fue ejecutado el 30 de julio de 1811.

3. La guerra fraterna

La guerra de Independencia fue un conflicto civil que enfrentó a familias, amigos, vecinos, peones y amos, a comunidades religiosas y a todos los novohispanos entre sí. Por ejemplo, Josefa Ortiz de Domínguez tenía un hijo de 20 años que fue oficial realista en Querétaro; mientras estuvo presa, entre 1813 y 1817, escribió al virrey Félix María Calleja y le hizo evidente cómo dicho hijo se había portado «con la hombría de bien que corresponde». Leona Vicario se unió a la insurgencia no obstante ser sobrina del licenciado Agustín Pomposo Fernández, notable realista cuyo hijo murió como insurgente. La participación femenina e infantil se destacó también en la guerra de Independencia. Las mujeres actuaron con arrojo y valentía como conspiradoras, militantes activas y correos. Fueron acusadas de «seductoras de tropa», es decir, que persuadían a los soldados realistas a desertar, o bien de ser familiares de insurgentes o realistas. Los niños también formaron parte de las fuerzas combatientes, algunos desde los nueve o diez años. Varios de ellos llegarían más tarde a perfilarse como importantes figuras políticas en el México independiente, como el insurgente Juan Nepomuceno Almonte, hijo de Morelos; o los realistas Martín Carrera, Mariano Arista, Pedro María Anaya y Manuel Lombardini, quienes llegaron a ser presidentes de la República Mexicana.

4. El Siervo de la Nación

Según José Joaquín Fernández de Lizardi, José María Morelos fue el «alma de la insurrección armada». Con él se inició la etapa más constructiva de la insurgencia: sus campañas militares en Tierra Caliente constituyeron el más grave peligro para el gobierno virreinal. En 1813 pidió la independencia absoluta de América y la formación de un Congreso Nacional Americano. Quienes lo conocieron recordaban que era un jefe incansable, de innato talento militar, buen humor, gran sentido común y sensible a las necesidades populares. Él mismo, inspirado en sus lecturas del profeta Isaías y del Evangelio de San Marcos, se definió como Siervo de la Nación. Sus escritos lo revelan como un hombre sencillo y de gran visión política. Supo llevar con estoicismo la dirigencia del movimiento insurgente durante momentos difíciles, como el sitio de Cuautla, que duró más de 70 días. Logró reunir un Congreso en Chilpancingo (1813) y la promulgación de la Constitución de Apatzingán en 1814. Morelos fue aprehendido el 5 de noviembre de 1815, condenado a muerte y llevado a San Cristóbal Ecatepec para ser fusilado. Antes de morir pidió un crucifijo y dijo: «Señor, si he obrado bien, Tú lo sabes; y si mal, me acojo a Tu infinita misericordia».

5. «Con abrazos, y no a balazos»

Hacia 1815 la destrucción, las epidemias y la guerra civil habían desarticulado la economía y cubierto de luto Nueva España. El pueblo estaba cansado de la violencia. Las conspiraciones continuaban en cuarteles, cafés, conventos y en los hogares. La condesa viuda de Regla describió la situación así: «Aquí todo es desolación y muerte. No se piensa en medios pacíficos para concluir una guerra exterminadora. No se quieren persuadir de que esta guerra debe terminar con abrazos, y no a balazos». En Gran Bretaña, agentes de la insurgencia prepararon una expedición en apoyo de la independencia novohispana. La encabezó el famoso guerrillero navarro Xavier Mina, conocido como «El Estudiante». Aprovechando que la batalla de Waterloo (15 de junio de 1815) había dejado sin ocupación a miles de soldados de diversos ejércitos europeos, Mina llegó a Nueva España con unos trescientos oficiales voluntarios. Este esfuerzo recibió el apoyo de los hermanos Fagoaga, ricos mineros novohispanos, y del padre Servando Teresa de Mier. La expedición fracasó, y Mina fue fusilado cerca de Silao, en noviembre de 1817. Sin embargo, en Nueva España se acrecentaba el anhelo de independencia.

6. La unión de voluntades

El plan de independencia de Agustín de Iturbide respondía a las condiciones en que se encontraba Nueva España en 1820. Recogía las aspiraciones de muy diversos grupos y las propuestas emancipadoras de distintos momentos. De los criollos del Ayuntamiento de 1808 tomaba la idea de una Junta o Congreso Americano representante de Fernando VII y el principio de la soberanía popular; del movimiento de Hidalgo y Allende asumía la abolición de la esclavitud, la defensa de la religión y de los intereses criollos; de las ideas de Morelos, la igualdad de todos ante la ley, el guadalupanismo del Siervo de la Nación y la necesidad de una constitución propia. Con Mina y los liberales compartía la fe en el régimen constitucional y la unión necesaria entre españoles peninsulares y americanos para lograr la emancipación. Otorgaba a las castas con sangre negra la ciudadanía que les negaba la Constitución de Cádiz. Con su propuesta aglutinó a participantes de todas las etapas de la lucha, por ejemplo, a Francisco Azcárate (1808), Miguel Domínguez (1810), Ignacio y Ramón López Rayón (1811), Vicente Guerrero, Guadalupe Victoria, Andrés Quintana Roo, Nicolás Bravo, Manuel Mier y Terán (1811-1819), Jean Aragó y David Bradburn (1817), también a realistas como Anastasio Bustamante y Manuel Gómez Pedraza.

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Las revoluciones El siglo XX (1910-2000)

Para muchos historiadores, el siglo XX en México se inició en 1910. La nueva Constitución, proclamada el 5 de febrero de 1917, marcaría el devenir político y social de México a lo largo de la centuria. Surgieron instituciones a la luz de políticas de Estado que aseguraron el reparto y la regularización en la tenencia de la tierra; que extendieron la educación laica y gratuita; que favorecieron al arbitraje entre el capital y el trabajo, y que brindaron seguridad social y salud para los asalariados y la población en general.
La preeminencia de la Constitución y de las instituciones a que dio fundamento, no impidió que el siglo XX estuviera marcado por convulsiones sociales, como la rebelión cristera, el movimiento ferrocarrilero de finales de los cincuenta, el magisterial y el estudiantil de los sesenta, los guerrilleros de los setenta y ochenta, o el indígena zapatista de los noventa. Todos los que participaron en ellos, hicieron oír sus voces. La lucha en favor de la ecología, los derechos humanos y otras causas han sido impulsados por organizaciones civiles no gubernamentales (las ONG). La permanencia de un solo partido en el poder durante un prolongado periodo, despertó un nuevo tipo de lucha ciudadana por la democracia que fue encauzada en las contiendas electorales del 2000.

1. Democracia frustrada

El llamado a las armas del Plan de San Luis Potosí (1910) tuvo una respuesta inesperada. En los estados norteños, pequeños partidos dirigidos por Pascual Orozco, Francisco Villa y Abraham González, entre otros, tomaron varios pueblos y ciudades de Chihuahua, Coahuila, Durango y Zacatecas; a los pocos meses, sitiaron y se apoderaron de Ciudad Juárez. Mientras, en Guerrero y Morelos, las fuerzas maderistas de los hermanos Figueroa y Emiliano Zapata atacaron las haciendas cañeras y amenazaron con llegar a la ciudad de México. La presión revolucionaria obligó a Porfirio Díaz a renunciar a la presidencia de la República el 25 de mayo de 1911. Francisco I. Madero asumió la presidencia en noviembre de 1911. Desde el principio de su mandato fue duramente atacado tanto por quienes buscaban regresar a la paz porfiriana como por los revolucionarios que sentían incumplidas sus esperanzas de cambio profundo. Sufrió severas críticas en la prensa y en la tribuna legislativa. También enfrentó varias rebeliones, entre las que destacan las de Emiliano Zapata y Pascual Orozco, así como las de los militares Félix Díaz y Bernardo Reyes que concluyeron con la destitución y asesinato de Madero y del vicepresidente José María Pino Suárez, con el golpe de Estado de Victoriano Huerta.

2. La ira en el campo

La usurpación huertista desestabilizó aún más el país y organizó múltiples rebeliones contra el nuevo régimen. En poco tiempo México estaba nuevamente incendiado por la guerra. En el sur, las tropas campesinas de Emiliano Zapata se mantuvieron en armas bajo los principios del Plan de Ayala. Pese a que se les atacó a sangre y fuego, los zapatistas extendieron su control a los estados vecinos al de Morelos. En el norte, Venustiano Carranza, gobernador de Coahuila, desconoció a Huerta y, bajo los lineamientos del Plan de Guadalupe expedido el 26 de marzo de 1913, buscó el restablecimiento del orden constitucional. En dicho Plan, Carranza fue nombrado Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, por lo que al triunfo revolucionario debería asumir interinamente el Poder Ejecutivo y llamar a elecciones. El gobierno de Huerta recurrió al reclutamiento forzado –conocido como “leva” – para organizar un ejército de 250 mil hombres contra Carranza, Pancho Villa y Zapata. Ello tuvo, sin embargo, un efecto contrario al esperado: gran parte de la población rural y urbana se unió a las diversas facciones revolucionarias. Huerta renunció el 15 de julio de 1914. El primero de octubre se reunió en la ciudad de México la Convención Revolucionaria con representantes constitucionalistas sin la presencia zapatista. El debate que desató obligaría a otra reunión para alcanzar un acuerdo sobre el futuro de la Revolución.

3. La Constitución de 1917

La Convención se trasladó a Aguascalientes, pero fue desconocida por Carranza, quien estableció su gobierno en Veracruz. Se inició así una lucha de facciones que concluyó con la derrota de los convencionistas (Gobierno de la Soberana Convención Revolucionaria), que eran apoyados por Villa y Zapata. En septiembre de 1916 Venustiano Carranza convocó a elecciones a un Congreso Constituyente –según lo previsto en las reformas al Plan de Guadalupe en diciembre de 1914-, cuya tarea consistiría en reformar la Constitución de 1857. La Comisión encargada de revisar la propuesta presidencial de reforma estuvo integrada, entre otros, por los diputados Enrique Colunga, Luis G. Monzón y Francisco J. Múgica, quienes transformaron algunos apartados del proyecto de Carranza introduciendo postulados más radicales de reforma social. El resultado fue una novedosa Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Destacan en ella los artículos 3º., que establece la educación obligatoria, laica y gratuita; el 27, que recobra para la nación la propiedad del subsuelo y reconoce la existencia de las tierras comunales y ejidales; el 115, que reafirma el municipio libre; el 123, que regula las relaciones obrero patronales; y el 130, que norma las relaciones Estado-Iglesia. La nueva constitución fue promulgada el 5 de febrero de 1917.

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La patria recobrada: hacia la modernidad (1867-1910)

El proyecto republicano liberal triunfó sobre el segundo imperio y se consolidó en las siguientes décadas, hasta que fue puesto en tela de juicio en 1910. La Constitución de 1857 continuó siendo la expresión más acabada de las ideas liberales que fundamentaban la nación, aunque no reflejaba las aspiraciones del grupo conservador ni de muchos sectores de la población. Porfirio Díaz adoptó políticas conciliatorias con sus antiguos enemigos; se combinaron los proyectos políticos de los conservadores con los de los liberales: el Poder Ejecutivo, en pugna con el Legislativo desde la época de Iturbide, impuso su supremacía a un Congreso debilitado. Gracias a nuevas leyes y a los avances técnicos de la época, a la estabilidad política nacional y a un contexto internacional favorable, entre 1890 y 1910 muchas fábricas, minas y haciendas gozaron de una bonanza hasta entonces desconocida; se garantizó la seguridad en la inversión de capitales, se reordenó la hacienda pública y se fundaron los primeros bancos.

El ferrocarril unió al norte y al sur, al este y al oeste del país; permitió la exportación de henequén, algodón, chicle, café, azúcar, hule y metales. Porfirio Díaz mejoró los caminos vecinales y persiguió a los bandoleros que asaltaban a los viajeros y a los trabajadores del campo. Apoyó la inmigración de italianos y alemanes para trabajar y colonizar regiones poco pobladas. Chinos y japoneses llegaron como mano de obra para la construcción de los ferrocarriles.

1. El triunfo de la República

Después del triunfo liberal frente a la intervención francesa y el segundo imperio, Juárez regresó a la capital con un proyecto político diferente al de 1859-1863: ahora combinaría la posición liberal moderada de Ignacio Comonfort con la estrategia centralista y de consenso aplicada por Maximiliano. En 1867, Juárez fue reelecto presidente de la República. Para ello logró superar la oposición de sus propios compañeros liberales. A partir de ese año, intentó pacificar el país y sentar las bases del futuro progreso. Sin grandes resultados en lo político y económico, Juárez acudió al plebiscito para ratificar cinco reformas a la Constitución de 1857, entre ellas la que restablecía el Senado de la República. Sin embargo, no contó con el apoyo de los gobernadores de Guanajuato y Puebla ni del pueblo en general para dicha consulta. Ofreció una amnistía a la Iglesia, por lo que el arzobispo de México, don Antonio Pelagio de Labastida, pudo regresar del exilio. No obstante, muchos de sus proyectos cayeron en el olvido. En 1871 volvió a reelegirse; pero en esa ocasión el general Porfirio Díaz se levantó en armas con el Plan de la Noria. El 18 de julio de 1872, Benito Juárez falleció siendo presidente.

2. La consolidación del liberalismo

Al morir Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada asumió la presidencia de la República por ser el presidente de la Suprema Corte de Justicia. Convocó a elecciones, en las que resultó triunfador. Durante su gobierno, dio carácter constitucional a las Leyes de Reforma; estableció el Senado, poniendo en práctica la iniciativa de Juárez presentada en 1867, y permitió la participación de miembros de distintas tendencias políticas en su administración. En materia económica, correspondió a su gobierno concluir en su totalidad la línea ferroviaria entre Veracruz y la ciudad de México. Favoreció el establecimiento de fábricas de hilados y tejidos en Orizaba, Atlixco y Querétaro. De igual forma, otras ciudades, como Monterrey, comenzaron a experimentar un notable desarrollo. Al concluir su periodo de gobierno, Lerdo intentó reelegirse, pero se encontró con la oposición de José María Iglesias y Porfirio Díaz, quienes se lanzaron a la lucha armada para impedirlo. Díaz se apoyó en el Plan de Tuxtepec que pugnaba por el principio de la no reelección y desconocía a Lerdo. Éste fue derrotado y obligado a abandonar el país. Murió en Nueva York en 1889.

3. El sueño del progreso

En noviembre de 1876, el general Porfirio Díaz asumió interinamente la presidencia y llamó a elecciones para los tres Poderes de la Unión. Díaz resultó triunfador y ocupó la titularidad del Poder Ejecutivo desde mayo de 1877 a noviembre de 1880. Con la reforma al artículo 78 de la Constitución que hacía posible la reelección, Díaz gobernó ininterrumpidamente de 1884 a 1910. Don Porfirio buscó el ordenamiento económico del país como base del progreso nacional. A través del Ministerio de Fomento, que encabezó el militar Carlos Pacheco, planeó el desarrollo de la producción y del comercio nacional. La instauración de la paz permitió la estabilidad de la vida cotidiana de los mexicanos. De acuerdo con las ideas tenazmente defendidas por los liberales, el buen ejercicio legal debería llevar a la tan esperada prosperidad general. Para los aproximadamente 10 millones de habitantes de México, luego de casi 70 años de incertidumbres, epidemias y guerras, la llegada de Porfirio Díaz al poder significó el comienzo de una nueva etapa de su historia. Con firmeza, Díaz impulsó la modernización del país. Su intención como liberal era convertir México en una nación de pequeños propietarios respetuosos de los derechos individuales, aunque ello significara abandonar las tradiciones comunitarias de sus ancestros.

4. La presidencia de Manuel González

El general González gobernó al país entre 1880 y 1884. Su administración hizo efectivos muchos de los contratos y concesiones que se habían establecido durante la primera presidencia de Porfirio Díaz. El Ferrocarril Central Mexicano fue concluido hasta El Paso, Texas, y se construyeron vías que comunicaron la ciudad de México con Toluca, Morelia y Celaya. Se tendieron más de 30 mil kilómetros de líneas telegráficas, y el cableado submarino entre Veracruz, Tampico y Brownsville permitió la comunicación de México con todo el mundo. Debido a la crisis bancaria internacional de 1884, se llevó a cabo la fundación del Banco Nacional de México mediante la fusión del Nacional Mexicano y del Mercantil; el Monte de Piedad se vio obligado a suspender sus pagos, y se tuvo que hacer una emisión de monedas con una mezcla de cobre y níquel, lo que provocó descontento en la capital. La renegociación de la deuda con Gran Bretaña también fue motivo de levantamientos, pese a lo cual nunca se limitó la libertad de imprenta. Además de concretarse la implantación del sistema métrico decimal en toda la República, se promovió la inmigración de europeos y la educación primaria se impuso como obligatoria en muchas entidades de la federación.

5. La instrucción pública

La falta de recursos y estabilidad política en las primeras décadas del siglo XIX impidió que se llevara a cabo con regularidad la disposición establecida en la Constitución de 1824, que obligaba a los ayuntamientos a impartir la educación primaria. A partir de 1867 todos los sectores sociales se esforzaron por mejorar la educación. Se decretó la educación pública obligatoria y gratuita; se fundaron nuevas escuelas; se fomentó la educación de la mujer y las autoridades se preocuparon por la educación indígena. Ignacio Manuel Altamirano escribía: «Lo que necesita México no son cárceles… lo que necesita es abrir escuelas de enseñanza primaria». Ese mismo año se reorganizó el Museo Nacional de México fundado en 1825, convirtiéndose en un sitio que atraía gran número de adultos y niños de escuela. El presidente Juárez dispuso que la Biblioteca Nacional, fundada en 1833, se instalara en la antigua iglesia de San Agustín. Durante el gobierno de Porfirio Díaz se dio énfasis a la educación superior, más que a la básica. Se multiplicaron las escuelas normales y se restableció la Universidad Nacional de México. Existieron publicaciones dedicadas a la educación como El Porvenir de la Niñez, La Enseñanza, La Voz de la Instrucción y La Niñez Ilustrada. La mayoría de los libros para niños se imprimía en España y Francia.

6. Prensa, fotografía y cine

En el verano de 1839 se dio a conocer en París el daguerrotipo. Las primeras tomas realizadas con esta técnica que se conocen de nuestro país se atribuyen al francés Jean François Prelier y retratan Veracruz, la catedral de México, la Plaza Mayor y el Parián (demolido en 1843), entre otros paisajes y edificios. En 1846-1848 el ejército invasor de Estados Unidos trajo daguerrotipistas que dejaron testimonios de tropas, soldados y paisajes. Estas fotografías son las primeras que existen en el mundo sobre una guerra. El estudio fotográfico fue uno de los primeros sitios que abrió sus puertas al trabajo profesional de la mujer. En 1895 los hermanos Augusto y Luis Lumière registraron en Francia la patente del cine silencioso y en 1896 mandaron uno de sus aparatos a México. Una cámara fue adquirida por Salvador Toscano Barragán, quien abrió la primera sala pública, el Cinematógrafo Lumiere, en la calle de Jesús María. La función costaba 10 centavos. La prensa fue un factor decisivo en la vida decimonónica. Durante este siglo aparecieron cantidad de periódicos, algunos de ellos ilustrados con litografías y, más tarde, con fotografías, como El Mundo Ilustrado. Gracias a la fotografía, los lectores pudieron conocer la apariencia real de personajes, los interiores y exteriores de edificios públicos, e incluso el estilo de vida de muchos particulares.

7. Las apariencias del México moderno

Durante su prolongada administración, el general Porfirio Díaz procuró mostrar a México como una nación en la que reinaba la paz e imperaban las instituciones. El país debía parecer moderno para atraer a los inversionistas y lograr el reconocimiento internacional. Entre los medios utilizados para ello figuró la instalación de pabellones en las exposiciones internacionales de Filadelfia (1876), Nueva Orleáns (1884) y París (1889). Asimismo, en 1910 se aprovecharon las conmemoraciones del Primer Centenario del inicio de la Independencia de México para llevar a cabo actividades y festividades cívicas en las que estuvieron presentes delegaciones de los países con los que México mantenía relaciones diplomáticas. La crónica destacó la inauguración de la Columna de la Independencia en la ciudad de México. Los banquetes, recepciones y desfiles se multiplicaron. Fue memorable la ceremonia del Grito de la Independencia que, según las notas periodísticas, fue «animada y solemne como nunca, y la apoteosis de los héroes, broche dignísimo con que el gobierno cerró la conmemoración del Centenario». Además, el acontecimiento festejó simbólicamente al «Héroe de la Paz», Porfirio Díaz. Sin embargo, apenas dos meses después los antirreeleccionistas encabezados por Francisco I. Madero, descontentos por el fraude electoral que mantendría al presidente en su puesto otro periodo más, llamó a la insurrección popular. Iniciaría así, la Revolución Mexicana (1910 – 1920).

8. Oposición organizada

Durante el porfirismo el fraude electoral y el abstencionismo no fueron extraños. Las elecciones presidenciales y de gobernadores se desarrollaban bajo estrecha vigilancia de jefes políticos y fuerzas rurales. Clubes y partidos se reunían para apoyar a sus candidatos, pero sin desconocer la autoridad del presidente como árbitro máximo. A fines del siglo, el periódico Regeneración fue tribuna de subversión que circulaba clandestinamente en México. En vísperas de las elecciones presidenciales de 1910 la inquietud política creció al publicarse la entrevista que Porfirio Díaz concedió al periodista James Creelman, en la que el presidente declaró que ya no se presentaría como candidato. Varios partidos se prepararon entonces para la contienda: el Nacional Democrático, que postuló al general Bernardo Reyes como vicepresidente; el Reeleccionista, que apoyaba la fórmula Porfirio Díaz-Ramón Corral, y el Antirreeleccionista, organizado por Francisco I. Madero, quien recorrió gran parte del país divulgando los principios de su partido. Ante la popularidad que despertó, Madero fue encarcelado; más tarde huyó a San Antonio, Texas, donde redactó el Plan de San Luis Potosí que convocó al levantamiento armado para el 20 de noviembre de 1910.

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La joven nación (1821 – 1867)

No bastó obtener la independencia para formar una nación fraterna. Los nuevos gobiernos del México independiente enfrentaron serios problemas para dotar al país de un sistema político sólido y respetado. Se ensayó la monarquía constitucional, la república federal y la central; cuatro poderes en vez de tres; se promulgaron la Constitución Federal de 1824, la Constitución centralista de 1836, llamada Las Siete Leyes, las Bases Orgánicas de 1843 y la Constitución Federal de 1857. Nada parecía resolver la inestabilidad política, económica y social que aquejaba al país. Las provincias resentían el poder de la Ciudad de México; los federalistas enfrentaban a los centralistas; se presentaban planes por doquier que no cuajaban; se buscó organizar la Hacienda Pública y aclarar la relación Estado-Iglesia. Centroamérica se separó en julio de 1823: sólo Chiapas quedó unida a México, y Texas se independizó en 1836. Hubo conatos separatistas en Jalisco, Zacatecas, Durango, Oaxaca, Puebla y Yucatán. Existían fricciones entre los ayuntamientos y los gobiernos estatales, y aparecieron nuevos grupos de poder como las logias masónicas yorkinas que, a partir de 1825, se enfrentaron a las ya existentes logias escocesas. Todo ello hizo vulnerable a México frente a otras potencias.

1. El primer imperio

El primer gobierno del México independiente fue la Junta Provisional Gubernativa (septiembre de 1821-febrero de 1822). Los 38 «padres de la patria» representaban tendencias diversas: siete eclesiásticos, catorce ex funcionarios virreinales, nueve nobles mexicanos, cinco militares, dos comerciantes y un hacendado. En ese momento México era el país más extenso de la América española: en un territorio de 4’665,000 km2 vivían aproximadamente siete millones de personas. El 24 de febrero de 1822, se instaló el Primer Congreso Constituyente Mexicano. Ante el rechazo de España del Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba, el Congreso eligió como emperador a Agustín de Iturbide. Los enfrentamientos del Congreso con el emperador fueron inmediatos, debido a la bancarrota del país y a que ambos poderes reclamaban para sí la soberanía. Cuando Iturbide impuso una contribución de 40 por ciento sobre el valor de cada casa, dicha medida afectó a los ricos propietarios, ya que la mayoría de la población vivía en casas rentadas. Apareció el siguiente reclamo: Cuarenta por ciento has gravado a la Patria de pensión, por eso en su estimación cuarenta por ciento has bajado. Cuidado, Agustín, cuidado… Iturbide abdicó el 19 de marzo de 1823, y salió al exilio a Europa con su familia. Regresó a México en 1824 y murió fusilado el 19 de julio de aquel año.

2. Ensayo de república

Al fracasar el imperio, México adoptó la forma de gobierno republicano, cuyos modelos eran Francia y Estados Unidos. La primera República Federal duró 11 años (enero 1824 – octubre 1835) y tuvo 16 presidentes. Las logias masónicas intensificaron su actividad y lograron convertirse en agrupaciones que prefiguraron a los partidos políticos. A ellas se afiliaron gobernadores, diputados, senadores, eclesiásticos y militares. La logia escocesa, formada a finales del siglo XVIII, agrupó a aquellos ilustrados y más tarde liberales proclives a la monarquía constitucional. La logia yorkina, formada en 1825, agrupó a los hombres que simpatizaban con el liberalismo y con el modelo de república norteamericana. En el seno de las logias se crearon y dirimieron muchos conflictos nacionales. Durante el gobierno de Guadalupe Victoria, primer presidente de la República Federal (1824-1828), los «escoceses» perdieron poder; al final de este periodo, y estando próximas las elecciones, los «yorkinos» se dividieron en dos bandos: unos postularon para la presidencia a Manuel Gómez Pedraza y otros a Vicente Guerrero, quien perdió las elecciones. Sus partidarios se sublevaron, declararon nulas las elecciones y lo nombraron presidente. Guerrero fue depuesto por su vicepresidente Anastasio Bustamante, y fusilado en 1831 en Cuilapan, Oaxaca.

3. Secesión texana (1836)

Quizá el suceso más lamentable en los primeros años del México independiente fue la pérdida de Texas. Varios actores participaron en este drama: los mexicanos nacidos en Texas; los colonos, que habían recibido una concesión legal en Texas y aceptaban en parte las leyes mexicanas; los rebeldes texanos, muchos de ellos recién llegados a la región, deseosos de separar Texas de Coahuila y de la República Mexicana, y los voluntarios extranjeros, mercenarios procedentes de 22 estados de la Unión Americana, enganchados por agentes de los rebeldes en cantinas y establecimientos de Nueva York, Tennessee, Kentucky o Nueva Orleáns. Ejemplos de ello fueron los «Gray Volunteers», cuya bandera fue tomada en El Álamo. Para 1853 se habían acumulado unas 80 reclamaciones de Estados Unidos contra México, cuyo pago alcanzaba millones de dólares. Presionado por el país del norte, México tuvo que ceder 76,845 km2 en La Mesilla para que los estadounidenses pudieran construir el ferrocarril proyectado para unir el este con el oeste de su país. La Mesilla fue el único territorio objeto de venta a Estados Unidos, ya que los otros fueron cedidos en 1848 como botín de guerra. Los defensores del fuerte de El Álamo eran, en su gran mayoría, voluntarios recién llegados a Texas procedentes de 22 estados de la Unión Americana. Entre ellos se encontraba la «First Company of Texan Volunteers from New Orleans», cuya bandera se exhibe aquí.

4. Tres proyectos de reforma (1833 – 1867)

Los proyectos reformistas mexicanos tienen su raíz en el pensamiento ilustrado y la revolución francesa del siglo XVIII. El primer intento por reformar las relaciones Estado- Iglesia fue obra del vicepresidente Valentín Gómez Farías, quien quiso acabar con el poderío del clero —al que se atribuían el malestar y las miserias del país—; reducir el número de conventos, destruir el monopolio educativo ejercido por la Iglesia y privar de sus propiedades tanto a ésta como a las corporaciones civiles, entre ellas las comunidades indígenas. La segunda reforma se intentó después del triunfo del Plan de Ayutla (1854). Se inició con la «Ley Lafragua» que reconocía la libertad de expresión. El 25 de junio de 1856 se expidió la Ley de Desamortización de Bienes de Corporaciones Civiles y Religiosas, conocida como «Ley Lerdo», y en abril de 1857 se expidió la «Ley Iglesias» sobre Derechos y Obvenciones Parroquiales. Entre 1858 y 1861 dos grupos gobernaron en México: el conservador, del general Félix Zuloaga, emanado del Plan de Tacubaya, y el liberal, del presidente Benito Juárez, fundamentado en la Constitución de 1857, que en ese momento no estaba en vigor. En 1859 se dictaron en Veracruz las célebres Leyes de Reforma, un tercer intento, que incluía la nacionalización de los bienes eclesiásticos, la creación del Registro Civil, el matrimonio como contrato civil, la secularización de los cementerios y la libertad de cultos.

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El Reino de la Nueva España (1521-1821)

A lo largo de tres siglos se moldearon las bases de un nuevo pueblo: el del México actual. A la mezcla de diversas etnias, tradiciones culturales, lenguas y grados de civilización, se sumó la difusión del idioma castellano y la religión católica. Durante ese periodo también se perfiló el territorio mexicano, se originó la mayor parte de las instituciones políticas, las estructuras económicas y las tradiciones y costumbres, así como el arte y la literatura de lo que hoy es México como nación. Los elementos indígenas, europeos, asiáticos y africanos se mezclaron para dar vida a un nuevo pueblo multicultural y multiétnico. De acuerdo con la real cédula del 22 de octubre de 1523, Nueva España nunca fue considerada una colonia, sino un reino federado a la Corona de Castilla, como también lo eran Nápoles y Sicilia respecto de la Corona de Aragón. Al iniciarse el siglo XVIII, con la llegada al trono español de los Borbones, de origen francés, Nueva España resintió un trato político distinto: ahora se le veía como colonia, mera factoría y mercado para la metrópoli. Entonces los novohispanos le recordaron al monarca su naturaleza de reino, sus fueros y privilegios. Basándose en estos derechos, hacia el final del periodo virreinal (1808) se negaron a reconocer las abdicaciones de Carlos IV y Fernando VII, y el advenimiento al trono de José Bonaparte, hermano de Napoleón I.

1. La labor evangelizadora

Tan importante como la conquista militar, tecnológica o artística, fue la evangelización, también llamada «conquista espiritual». Esta labor fue realizada en los primeros años por religiosos pertenecientes a las órdenes franciscana, dominica y agustina, y más tarde por los jesuitas y el clero diocesano (formado por sacerdotes y diáconos de una diócesis). Con el fin de hacer más atractiva la nueva fe para los indígenas, las ceremonias religiosas se acompañaban de música, danzas, cantos, flores, velas e incienso. También se escenificaban autos sacramentales o pequeñas piezas teatrales para explicar la doctrina cristiana. Los religiosos utilizaron a los niños de la nobleza indígena, previamente educados en los conventos y colegios, como catequistas y, más tarde, algunos de ellos continuaron propagando la fe cristiana al transformarse en gobernadores y jueces de los pueblos de indios. Los evangelizadores concentraron a las comunidades indígenas en poblados, y permitieron la convivencia de los sistemas y formas de organización prehispánico y castellano de tenencia de la tierra; introdujeron el uso de la rueda y las herramientas de hierro, así como diversos cultivos y animales europeos. Escribieron obras fundamentales en las múltiples lenguas nativas y no pocas veces defendieron a los pueblos indios de los abusos de encomenderos, corregidores, terratenientes, mineros, y de sus propios caciques.

2. Conquistas y poblamiento del territorio

Consumada la derrota mexica, los españoles y sus aliados indígenas continuaron el avance hacia los cuatro puntos cardinales de esta parte del mundo. Sometieron a los zapotecos, mixtecos, purépechas, mayas y a los habitantes de la región de Occidente. La frontera de Nueva España en el sur llegó hasta la península de Yucatán y los actuales estados de Campeche y Tabasco, aunque su jurisdicción también abarcó la Capitanía General de Guatemala, incluyendo la mayor parte del Soconusco y Chiapas. Durante el siglo XVI, el avance hacia el norte se extendió hasta la provincia de Nuevo México. Se fundaron entonces las ciudades mineras de Guanajuato, Zacatecas y Parral, así como numerosos pueblos y haciendas habitadas por colonos españoles peninsulares y novohispanos, indígenas y castas. Desde el siglo XVII, misioneros jesuitas como Eusebio Kino y Juan María de Salvatierra evangelizaron Sonora y la península de California. La conquista y poblamiento de Nuevo Santander, actual Tamaulipas, tuvo lugar a partir de 1748. En el último tercio del siglo XVIII se efectuaron expediciones que ampliaron la geografía de Nueva España, y que permitieron fundar poblados como San Diego, Santa María de los Ángeles y San Francisco en la Nueva o Alta California (1769-1776).

3. Sembradores de misiones

Entre 1682 y 1733 se crearon los colegios de Propaganda Fide para preparar catequistas que reforzaran las misiones franciscanas del norte del virreinato. Fray Antonio Margil de Jesús fundó tanto los colegios de Guatemala y Zacatecas como misiones en Texas. Por su parte, el franciscano fray Junípero Serra estableció, durante la segunda mitad del siglo XVIII, las misiones en la Sierra Gorda de Querétaro y en la Alta California. Nueva España fue además un centro de difusión religiosa y cultural. En 1571 Miguel López de Legazpi fundó Manila como capital de las islas Filipinas, llamadas así en honor de Felipe II. Estas islas, así como las Marianas y las Palau, en Micronesia, fueron consideradas dependientes del virreinato novohispano; su evangelización corrió a cargo de jesuitas, franciscanos y agustinos. En 1668 llegó a las Marianas el padre jesuita Diego Luis de Sanvítores, quien fundó una misión y escribió la primera gramática de la lengua malayo-polinésica.

4. El pueblo elegido

Desde mediados del siglo XVII, muchos hombres y mujeres cultos de Nueva España se afanaron en estudiar y difundir ideas sobre la singularidad del Nuevo Mundo. Imaginaron sus raíces y estudiaron las características de su tierra, las propiedades de plantas y animales, la armonía de los astros, la influencia de sus cielos. No pocas veces se sintieron privilegiados. Fue en ese periodo cuando los criollos —es decir, todos los nacidos y nutridos en América, sin importar su origen social o racial— idearon una historia propia. Exaltaron a la Virgen de Guadalupe y le brindaron su devoción; defendieron las ventajas naturales del ser americano y rechazaron la idea de superioridad europea. Tales fueron las manifestaciones de la conciencia criolla y el primer esbozo de una idea de Patria. Suyos eran el pasado indígena y el presente cristiano, como lo plasmaron en versos, crónicas y pinturas. La vida intelectual novohispana fue intensa: artistas y científicos se consagraron a la creación plástica, a la especulación filosófica, a satisfacer la curiosidad que les ofrecía el espectáculo del mundo. No temieron a debatir sus ideas: los espíritus más modernos confrontaron a los más tradicionales en temas como geografía, cartografía, astronomía, matemáticas y ciencias naturales.

5. Los frutos de la tierra

A partir del siglo XVI la agricultura y la economía prehispánicas se enriquecieron con plantas, animales y tecnología de Europa, África y Asia. Además de maíz, frijol, calabaza, chile, maguey, tomate, cacao y frutas como el zapote y el mamey, todos ellos americanos, llegaron a Nueva España trigo, arroz, mijo, la vid, el olivo, los cítricos y la caña de azúcar, así como gallinas, burros, caballos, bueyes, vacas, puercos, chivos y borregos. También hizo su arribo el arado, la azada y el sistema árabe de riego. Muy pronto el trigo se extendió por El Bajío y otras regiones, y el territorio se vio cubierto de ganado mayor y menor. Desde el siglo XVI la hacienda surgió como unidad productiva derivada de las mercedes o concesiones reales de tierras, montes y aguas. Existieron haciendas cerealeras, ganaderas, pulqueras, de beneficio minero (donde se procesaba y separaba el metal) y de caña de azúcar o «ingenios». En todas ellas vivía parte de los trabajadores del campo. Durante esa época se originaron costumbres y tradiciones rurales como la charrería, el jaripeo y el rodeo.

6. Los caminos de la plata

La extracción de la plata fue fundamental en Nueva España, reino que en el siglo XVIII llegaría a convertirse en el primer productor del mundo. En 1528 se fundó Taxco, donde se explotó la primera mina americana con técnicas europeas. En 1546 y 1554 se descubrieron los grandes yacimientos de Zacatecas y Guanajuato, respectivamente. Muy pronto florecieron las ciudades mineras del norte, que se enlazaron con las haciendas y poblados comerciales a través del Camino Real de Tierra Adentro. La plata novohispana circuló por todo el orbe, y fue muy apreciada en Asia tanto como materia prima para la manufactura de objetos de lujo como en forma de monedas acuñadas en México. En Europa jugó un papel importante al financiar las constantes guerras, como la de Treinta Años, en el siglo XVII; dos siglos después pagaría los gastos de las armadas española y francesa que intervinieron en la batalla de Trafalgar (1805), y también se usaría en los subsidios que los ingleses ofrecieron a otras naciones para aliarse contra Napoleón Bonaparte (1812-1814).

7. Los juego del intercambio

Las pulperías o tiendas de abarrotes —unas 107 en la Ciudad de México hacia 1804— vendían vinos de Castilla, La Rioja y Málaga; vinagre castellano, aceitunas de Sevilla, canela de Ceilán, cacao de Caracas, clavo de Filipinas, así como botones, velas, paños finos, terciopelos y sedas europeas y asiáticas. Del Extremo Oriente procedían los muebles y cajas de laca, porcelanas y marfiles; gran demanda tuvieron las chaquiras y lentejuelas, abanicos de seda con varillas de plata, oro, marfil, carey o madera, los mantones de Manila y los paliacates de algodón. Nueva España exportaba tanto a Asia como a Europa y a otros dominios americanos plata en barras, en moneda y en piezas de orfebrería; grana cochinilla, añil y palo de Campeche para el teñido de telas; carey y perlas de la Baja California; objetos de hierro forjado, cerámica de Puebla, Guanajuato y Nueva Galicia; textiles de algodón y lana, chocolate, vainilla y recipientes de vidrio. De África procedía la mayor parte de los esclavos traídos a Nueva España durante tres siglos: unos 250 mil en total. En aquellos años los esclavos eran considerados y tratados como mercancías.

8. La Edad de la Razón

Desde finales del siglo XVII, y a lo largo de todo el XVIII, la Ilustración se impuso como una nueva actitud ante la vida y la naturaleza. Se privilegiaron la razón y las ciencias; la observación y la experimentación permitieron cuestionar aquello que hasta entonces había sido considerado verdad absoluta. De la fe en la razón nació la confianza en la capacidad del hombre para dominar al mundo. Surgieron así laboratorios, jardines botánicos, observatorios e instrumentos especializados. Se integraron colecciones de plantas, animales y minerales; su clasificación y estudio se consideró condición previa para conocer las leyes que regían la Naturaleza. El predominio de la razón que promovía la Ilustración se expresó en el ámbito político con autoritarismo, dando por resultado lo que se ha denominado «Despotismo Ilustrado». Dicha corriente permitió a los monarcas concentrar el poder que hasta entonces habían compartido con la Iglesia y otras corporaciones, al tiempo que promovían todas aquellas expediciones capaces de enriquecer los conocimientos sobre la geografía y los recursos naturales y humanos de los territorios y pueblos que gobernaban.

9. La transformación del viejo régimen

La modernización política y económica de Nueva España se inició durante el reinado de Carlos III (1758-1788). Entre las medidas más importantes figuran la que dividió al virreinato en doce intendencias y una Comandancia General de las Provincias Internas de Oriente y Occidente, a fin de disminuir el poder de los virreyes y de los ayuntamientos. Asimismo, entre 1764 y 1765 se creó el ejército novohispano mediante el envío de tropas y oficiales españoles para el adiestramiento de soldados locales. En Nueva España, los personajes que pusieron mayor empeño en concretar estos cambios fueron el visitador general José de Gálvez, y virreyes como Carlos Francisco de Croix, Antonio María de Bucareli y el segundo conde de Revillagigedo. Para favorecer la explotación de los yacimientos mineros y el beneficio de los metales se emitieron las Reales ordenanzas de minas, que propiciaron la fundación del Real Seminario y de la Escuela de Minería. De gran importancia fueron las leyes destinadas a permitir el libre comercio entre las distintas provincias y reinos de América y con otras naciones europeas. Además se dispuso el fin del monopolio que mantenía el Galeón de Manila en el comercio con Oriente, y se inició la apertura al «comercio neutral», es decir, con países como Dinamarca, Suecia y Estados Unidos (1797).

10. «Callar y obedecer»

Entre las decisiones de la Corona española que ocasionaron mayor descontento en Nueva España figuraron la secularización de parroquias (hacia 1753), mediante la cual los frailes (clero regular) fueron sustituidos por sacerdotes del clero diocesano (o secular); el establecimiento del ejército novohispano (1764-1765); la expulsión de los jesuitas (1767); la creación de estancos o monopolios estatales del tabaco, la nieve, el papel y los naipes; el establecimiento de las Intendencias (1786), que disminuyó el poder de los ayuntamientos dirigidos en su mayoría por criollos; y la aplicación de la Real Cédula de Consolidación de Vales Reales (1805-1809). Esta Real Cédula permitió a la Corona cobrar las deudas contraídas por los particulares con la Iglesia, que prestaba dinero a artesanos, agricultores, mineros, cofradías, comunidades indígenas y otros, con un interés de cinco o seis por ciento anual. La Corona exigió la inmediata liquidación de los préstamos y amenazó con incautar y rematar las propiedades de quienes no pagaran sus adeudos. Miguel Hidalgo, por ejemplo, vio embargada su Hacienda de Santa Bárbara. Llovieron las quejas y nació así una conciencia ciudadana que a partir de entonces no callaría ni obedecería decretos considerados como «irracionales».

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Guerra con Estados Unidos (1846-1848)

Contenido:

  1. Anexión de Texas
  2. Intervención de Estados Unidos
  3. Retorno de Santa Anna
  4. Anexión de Nuevo México y California.
  5. Malestar de México
  6. Cambio de táctica norteamericana.
  7. Ocupación de la Ciudad de México.
  8. Tratado de Guadalupe Hidalgo
  9. Consecuencias de la Guerra
  10. Bibliografía

Introducción

Entre las amargas experiencias que México tuvo que padecer durante sus años de formación, tal vez la más dura fue la guerra con los Estados Unidos, entre los años de 1846 y 1848. Su derrota militar fue absoluta, padeció la primera ocupación de su capital y perdió aproximadamente la mitad de su territorio original. Sin embrago, esta experiencia dejó algunos resultados positivos, pues contribuyó a que los mexicanos maduraran su sentimiento de nacionalidad. Las causas de esta guerra han sido objeto de muchas especulaciones. Pero, sin duda, las raíces del conflicto se encuentran en el desarrollo diferente que tuvieron las sociedades mexicana y norteamericana, cuyas características hacia la mitad del siglo XIX hacían inevitable su encuentro y la derrota de la primera. Desde sus orígenes, el pueblo norteamericano se caracterizó por sus afanes expansionistas. La compra y la conquista se habían establecido como principios perfectamente legales para la adquisición de tierra; así, desde la fundación de las primeras colonias hasta el rompimiento de las hostilidades con México, su territorio se había extendido de una pequeña franja en la costa del Atlántico hasta los límites con Texas, Nuevo México y California.

Diversos elementos contribuyeron a crear este carácter; en primer lugar, su población estuvo integrada por las constantes oleadas de inmigrantes europeos – predominantemente anglosajones – deseosos de mejoramiento económico, y por consiguiente hambrientos de tierras. En segundo lugar, la realización de su anhelo tuvo que vencer problemas como los presentaba la naturaleza misma, las tribus indígenas y la existencia de otras colonias europeas, todo lo cual afirmó más su deseo de expansión. Para 1840 estos elementos habían determinado la sorprendente movilidad de la sociedad norteamericana. Pero también para estas fechas el problema entre el norte y el sur – que siempre existió en los Estados Unidos – se había agudizado. Por lo tanto, la política se había convertido en un juego de compromisos, y uno de ellos fue la guerra con México. En cada uno de los bandos había quienes se opusieron a la guerra, pero en fin de cuenta en todos existió el deseo de expansión. El norte ansiaba un puerto en la costa del Pacífico para comerciar con Asia; el su fortalecer su posición esclavista, y el oeste quería más tierra.

Además de todo estos, otra característica de los Estados Unidos en la década de 1840 fue un profundo nacionalismo y una gran fe en su sistema político. Estos elementos combinados propiciaron la aparición de la teoría del Destino manifiesto. El origen de esta teoría se remota al pensamiento puritano del siglo XVII, pero se empezó a caracterizar con tal nombre en 1845, cuando John O´Sullivan acuñó este término. En el Destino manifiesto se han incluido una amplia gama de conceptos; pero en aquellos años sé él interpretaba como la designación providencial para extender al área de la libertad, o bien como un derecho especial para poseer territorios de los cuales otros pueblos no sacaban provecho alguno. Todo esto, pensaban, era en última instancia en bien de la civilización y la humanidad. Estas ideas llegaron a la casi totalidad de los norteamericanos. Por su parte, México presentaba un panorama bastante diferente. Su sociedad era definitivamente tradicionalista y estática. Las prolongadas luchas, primero por la independencia y después por la organización política, habían conducido a la bancarrota, al pesimismo y a la inexistencia de un sentimiento de nacionalidad.

El territorio del norte estaba abandonado y todos los intentos para colonizarlo habían fracasado rotundamente. La escasez de población y la falta de dinamismo social impedían la movilidad de los mexicanos, a pesar de que eran conscientes de su riqueza potencial. Además, las relaciones diplomáticas entre México y los Estados unidos habían sufrido durante la primera década del siglo XIX un progresivo deterioro. Los principales problemas habían surgido en relación con la cuestión de límites y las constantes presiones del gobierno de los Estados Unidos para obligar a México a vender parte de su territorio. Hubo problemas también por la actitud de los diplomáticos, quienes, cuando no se involucraban en la política interior, hacían arrogantes declaraciones en contra de México.

Pero uno de los problemas más decisivos lo constituyó el de las declaraciones de ciudadanos norteamericanos por daños ocasionados en sus propiedades. Este problema se resolvió parcialmente en 1842, cuando, después de varias convenciones, México se comprometió a pagar las indemnizaciones correspondientes. Pero dada su mala situación económica, México no pudo cumplir con lo estipulado en tal tratado.

Anexión de Texas

El rompimiento definitivo le vino a producir la anexión de Texas. La idea de anexar ese territorio a la Unión Americana era bastante antigua; sin embargo, hasta 1845 sólo se habían dado tímidos pasos en este sentido. Hacia 1844, la creciente influencia inglesa en la república de Texas a los Estados Unidos, en la cual tanto norteamericanos como texanos habían manifestado interés. Además, en este mismo año el candidato demócrata a la presidencia, James Knox Polk, basó su plataforma expansionista que favorecía a todas las secciones de los Estaco Unido; el cual, por supuesto, incluía la anexión de Texas y el territorio de Oregón. Después de fracasaren 1844, la anexión de Texas pudo lograrse mediante una trampa legal el 4 de marzo de 1845. El gobierno mexicano protestó de inmediato ante esta medida. México jamás había manifestado que la anexión de tal territorio a la Unión Americana sería considerada como un acto de hostilidad y una causa suficiente para la declaración de guerra. Al decretarse ésta, el ministro, pidió pasaportes, y México rompió las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos.

La opinión pública mexicana empezó a exigir la declaración de guerra y la organización de una campaña para recuperar de inmediato a Texas. EL espíritu bélico de los intelectuales mexicanos se apoyaba principalmente en la idea de que la guerra sería el único medio de detener el expansionismo norteamericano. También se consideraba que la guerra era el medio más efectivo para despertar el sentimiento nacional, acabar con las luchas internas y acelerar las reformas que la sociedad y las instituciones necesitaban. Pero el gobierno de José Joaquín Herrera no compartía estas opiniones. Por ello, siguiendo el consejo de Inglaterra, estuvo dispuesto a reconocer la independencia de Texas sé ésta se comprometía a rechazar la anexión a los Estados Unidos. Texas confirmó sé incorporación el 4 de julio de 1845. A pesar de ello, Herrera dio un paso más en pro de un arreglo pacífico aceptando recibir a un comisionado norteamericano con poderes para llevar. El gobierno de los Estados Unidos envió a John Slidell con el carácter de ministro plenipotenciario, lo que implicaba la reanudación de relaciones entre ambos países, que en momento tan delicado no podía ser aceptada por el gobierno norteamericano insistían en exigir a México reconociera el río bravo como límite de Texas y presionar para que vendiera el territorio de California Herrera se negó a recibir a Slidell.

Mientras tanto se había gestado el movimiento de Mariano Paredes Arrillaga, que Acusó de traición al Presidente en el Plan de San Luis, y prometió declarar la guerra sin tardanza. Con parte del ejército que debió haber apoyado las líneas mexicanas en el norte, Paredes avanzando hacia la ciudad de México y tomó el poder. El nuevo presidente se percató de la debilidad del país y adoptó una política más conciliadora, similar a la de su predecesor. Pero tampoco recibió a Slidell, con lo cual toda posibilidad de arreglo desapareció definitivamente.

Intervención de Estados Unidos

La ocupación del noroeste de México se inició en enero de 1846, cuando el general en jefe de las fuerzas norteamericanas, Zachary Taylor, comenzó el avance desde la bahía de Corpus Christi hacia las riberas del río Bravo, después de recibir órdenes escritas de Polk desde el 15 de junio de 1845. Dos meses más tarde, Taylor se atrincheraba frente a la ciudad de Matamoros, donde los mexicanos habían iniciado los preparativos de defensa al mando del general Pedro Ampudia, que fue sustituido poco tiempo después por el general Mariano Arista. Este último había recibido órdenes de obligar a los ejércitos norteamericanos a retirarse a las márgenes del río de los Nueces.

Arista conminó a Taylor a retroceder, y ante su negativa el general mexicano cruzó el río Bravo para cortar la línea entre las fortificaciones en el Bravo y el Frontón de la Isabel.

El 25 de abril una compañía de caballería mexicana sostuvo una escaramuza con las fuerzas norteamericanas al mando del capitán Thorton, resultando vencedores los mexicanos. En Washington, el presidente Polk, ya impaciente, había empezado a preparar una declaración de guerra tomando como bases las indemnizaciones que México no había pagado hasta este momento y la negativa del gobierno mexicano a recibir a Slidell. Pero al ser informado de la escaramuza antes mencionada, la convirtió en el argumento principal de su mensaje enviado al Congreso para pedir la declaración de guerra.

En este mensaje afirmaba que «sangre norteamericana había sido derramada en territorio norteamericano». El Congreso, de inmediato y con una oposición mínima, aceptó la declaración de guerra el 13 de mayo de 1846. Para esta fecha las fuerzas mexicanas habían sufrido ya las dos primeras derrotas en el noroeste, en Palo Alto y La Resaca de Guerrero, los días 8 y 9 de mayo, respectivamente. El 18 de mayo, Taylor ocupaba la ciudad de Matamoros.

Retorno de Santa Anna

En el interior de la República mexicana se preparaban nuevos cambios políticos. Paredes Arrillaga había tenido desde el principio una fuerte oposición. Álvarez se había sublevado en el sur y Yáñez en Jalisco, pidiendo el restablecimiento de la Constitución de 1824 y el retorno de Santa Anna. Además, en la ciudad, las críticas a su administración se habían agudizado a causa de sus tendencias monarquistas y su dilatación en declarar la guerra. Finalmente, el 6 de julio el Congreso mexicano autorizó al gobierno a emplear los recursos del país «para repeler la agresión». A fines de este mismo mes, Paredes se puso al frente de las fuerzas que debían partir al norte. Pocos días después, el 4 de agosto, la guarnición de a Ciudad de México, al mando del general mariano Salas, desconoció el plan de Yáñez había lanzado en Guadalajara – El 14 de septiembre, Santa Anna entraba en la capital, y días más tarde se restablecía la Constitución de 1824.

Al tiempo que estos acontecimientos tenían lugar en la capital, el ejército mexicano sufría una nueva derrota en el norte. El general Ampudia, quien había sustituido a Arista después de su retira de Matamoros, recibió órdenes de resistir en Monterrey. Las hostilidades en este punto se iniciaron el 21 de septiembre se vieron en la necesidad de rendirse. Los términos de la rendición establecieron la suspención de hostilidades durante ocho semanas. Al recibir Polk las noticias de dicha capitulación, decidió suspender como general en jefe a Taylor, y dio este nombramiento al general Winfield Scott. Esta medida fue dictada por consideraciones de orden político, ya que con gloria de sus victorias en México Taylor se estaba convirtiendo en candidato a la presidencia. Taylor recibió órdenes de transferir parte de sus fuerzas a Scott, con lo cual su posición se debilitó, a pesar de que hacia febrero de 1847 las fuerzas del general Wool, que había atacado la parte oeste de Coahuila, sé le sumaron.

Por su parte, Santa Anna poco después de su regreso al país salió rumbo al norte para organizar un ejército, logrando el milagro gracias a su enorme fuerza carismática. No tenía dinero ni armas y sus soldados no estaban adiestrados para la guerra. Santa Anna estableció su cuartel general en San Luis Potosí. En febrero de 1847 ambos ejércitos empezaron su avance desde estos puntos y el día 22 se enfrentaron y liberaron la batalla de la Angostura.

Las fuerzas mexicanas, aunque debilitadas por la deserción, las enfermedades y las marchas forzadas, tomaron la ofensiva y estuvieron a punto de vencer; pero después de dos días de lucha, la falta de recursos obligó a Santa Anna a ordenar la retirada. El desierto y el hambre consumaron el desastre. Una gran cantidad de muertos quedaron a lo largo del camino. Al tiempo que se desarrollaba la ocupación del noroeste, los territorios de California y nuevo México eran declarados posesión de los Estados Unidos, con la única justificación posible: el derecho de conquista.

Anexión de Nuevo México y California.

El 5 de junio de 1846 los coroneles Stephen W. Kearny y Alexander Doniphan salieron del fuerte Leavenworth, en Missouri, con la comisión de ocupar Nuevo México. Hacia mediados de agosto las principales poblaciones, excepto Santa Fe, estaban en poder de los norteamericanos. Manuel Armijo, gobernador de Nuevo México, había recibido noticias de la ocupación norteamericana desde el 17 de junio, y con la ayuda de los gobiernos de Chihuahua y Durango había iniciado los preparativos para la defensa. Sin embargo, cuando las tropas de Kearny se acercaban a Santa Fe, Armijo, sin causa aparente, decidió retirarse, dejando el campo libre al enemigo. El 18 de agosto los norteamericanos ocuparon Santa Fe, y Nuevo México fue declarado parte de los Estados Unidos. Kearny organizó un gobierno provisional; el mando político quedó en manos de Charles Bent y el militar en las del coronel Sterling Price. El 25 de septiembre, Kearny salió de Santa Fe rumbo a California. Al parecer este territorio fue tomado sin dificultad alguna, pero a fines de 1846 Armijo y un grupo de mexicanos se rebelaron y pusieron en jaque, por un momento, a la autoridad de los Estados Unidos se impuso por la fuerza. El ejército al mando de Doniphan quedó a cargo de la ocupación de Chihuahua.

El general Heredia comandante general de este estado, y Angel Trías, gobernador del mismo, había organizado una fuerza militar para operar sobre Nuevo México.

Una parte de esta fuerza salió al encuentro de Doniphan y avanzó hasta El Paso del norte. Ambos ejércitos se enfrentaron el 25 de diciembre en el sitio llamado Temascalitos, donde las fuerzas mexicanas resultaron vencidas, siendo ocupada la plaza antes citada. Desde este lugar, Doniphan se aprestó para la ocupación de la Ciudad de Chihuahua, mientras Heredia y Trías redoblaban los esfuerzos para su defensa; pero todo resultó inútil, pues los mexicanos fueron nuevamente vencido el 28 de febrero de 1847 en la batalla de Sacramento.

La anexión del territorio de California era un antiguo proyecto, y desde hacía dos décadas llegaban ya los colonos. Uno de los acontecimientos que puso de manifiesto las intenciones norteamericanas al respecto fue la ocupación del puerto de Monterrey, en 1842, por el comodoro Thomas Jones, quienes a través de la lectura de un periódico atrasado creyeron que se había roto las hostilidades entre su país y México.

El gobierno norteamericano presentó sus excusas y así quedó el asunto. Pero en Octubre de 1845 el presidente Polk dio órdenes expresas al cónsul norteamericano en Monterrey, Thomas O. Larkin, de que habilitara a los medios necesarios para anexar pacíficamente California a los Estados Unidos. Poco tiempo después – en enero de 1846 -, John C. Freemont, al mando de una expedición «científica», pidió autorización para establecerse en las cercanías de Monterrey, que no sólo él fue denegado, sino que sé él ordenó que saliera del territorio mexicano. Freemont se dirigió entonces a Oregón, pero en el camino no recibió de manos de Archibald Gillespie noticias del gobierno de Washington. Dando marcha atrás se dirigió a la población de Sonoma, donde inició una revuelta con la colaboración de colonos norteamericanos. Como resultado fue proclamada la República del Oso, declarando su independencia de California el 4 de julio de 1846.

Pocos días después arribaron las noticias de la ruptura de hostilidades entre México y los Estado Unidos. Con esto, Freemont se movilizó hacia Monterrey con el fin de apoyar las maniobras de la escuadra norteamericana. El 7 de julio el comodoro John Drake Sloat tomó posesión de Monterrey y declaró a California territorio norteamericano. Dos días más tarde el capitán John B. Montgomery ocupó la bahía de San Francisco. Aproximadamente un mes después, el comodoro Robert F. Stockton, que sustituyó a Sloat en el mando de la escuadra norteamericana, junto con Freemont, ocupó la población californiana de Los Angeles. La defensa mexicana había sido hasta este momento casi nula por la carencia de recursos y por la división que existía entre las autoridades de la provincia. Pero en el mes de septiembre de 1846 los habitantes de Los Angeles se rebelaron y recuperaron la plaza, y progresivamente fueron ganando terreno en el sur de California. Son embargo, la suerte de este movimiento cambió de signo con la llegada de las fuerzas de Kearny en diciembre del mismo año. Después de las victorias norteamericanas de San Pascual, San Gabriel y la recuperación de Los Angeles el 10 de enero de 1847, California quedó definitivamente en manos de los Estados Unidos.

Malestar de México

En el momento en que el norte de México era ocupado por los norteamericanos, en la capital de la República estallaba una nueva guerra civil, conocida como el movimiento de los polkos. A fines de 1846, Antonio López de Santa Anna y Valentín Gómez Farías habían sido nombrados presidente y vicepresidente, respectivamente. Como Santa Anna partió al norte para rechazar la invasión, Gómez Farías quedó al frente del gobierno. Ciertas inquietudes se dejaron sentir entre los habitantes de la Ciudad de México dada la fama de extremista de Gómez Farías, inquietudes que aumentaron cuando el vicepresidente empezó a dar pasos decisivos para la solución a la crisis económica. La situación era insostenible que podía ayudar al gobierno en el financiamiento de la guerra era la Iglesia; más aún, en su opinión ésta se hallaba definitivamente comprometida en ello, puesto que la nación la reconocía como oficial y única. El 11 de enero de 1847 el Congreso, tras un intenso debate, aprobó una ley que autorizaba al Ejecutivo a obtener quince millones de pesos mediante la hipoteca de algunas propiedades de la Iglesia. El 4 de febrero se libró otro decreto por el que se otorgaban al Ejecutivo facultades para reunir cinco millones de pesos mediante la venta directa de algunas propiedades eclesiásticas.

Los dos decretos constituyeron un rotundo fracaso. Casi todos los encargados de dar curso a los decretos se excusaron de hacerlo; los posibles compradores o prestamistas temían las correspondientes excomuniones y se negaron a proporcionar dinero. Peor la cosas no quedaron ahí, pues muchos ayuntamientos y gobiernos estatales pidieron la derogación de tales medidas y como Gómez Farías insistiera en llevarlas a cabo a toda costa, algunos cuerpos de las guardias nacionales de la Ciudad de México se levantaron en armas pidiendo no sólo la derogación de los dos decretos, sino también la renuncia inmediata del vicepresidente. La lucha duró aproximadamente un mes y terminó con la entrada de Santa Anna en la capital.

Cambio de táctica norteamericana.

Simultáneamente a estos acontecimientos dio comienzo la campaña de occidente. Los puertos mexicanos habían sido bloqueados por la escuadra al mando de comodoro Perry desde que la guerra había sido declarada oficialmente. Pero no fue hasta fines de 1846 que se tomó la ofensiva en este frente, atacándose los puertos de Alvarado, San Juan Bautista, en Tabasco y Tampico. Tampico fue ocupado el 15 de noviembre, después de que santa Anna ordenara su evacuación.

El cambio en las tácticas norteamericanas se inició formalmente el 18 de noviembre de 1846, cuando el presidente Polk nombró general en jefe a Winfield Scott, dándoles órdenes de tomar Veracruz y avanzar sobre la Ciudad de México por la ruta de Cortés. Las razones de este cambio en el mando y la estrategia norteamericanos se debieron a varias circunstancias. Por una parte, Polk temía la creciente popularidad de Taylor, que lo convertía en un rival político en las próximas elecciones. Por otra, la guerra se prolongaba demasiado y los mexicanos, pese a sus constantes derrotas, parecía cada día menos dispuesto a negociar un arreglo. En México la opinión predominante era que se había de obtener al mes una victoria antes de entrar en pláticas con los Estados Unidos, ya que de otra manera tales pláticas sólo conducirían a la sanción de las injusticias demandas y pretensiones del gobierno de Washington.

El 9 de marzo de 1847 Scott llegó a las playas de Veracruz e inició de inmediato los trabajos para sitiar la plaza, mientras la población, con mínimos recursos, se aprestaba para la defensa. El día 22 quedó establecido el sitio, que se prolongó por una semana. El capítulo el puerto. Al recibir Santa Anna las noticias de la caída de Veracruz, se puso de nuevo al frente del ejército el 2 de abril. En la presidencia quedó el general Pedro María Anaya. Por su parte el general Scott inició su avance rumbo al interior el 8 del mismo mes. Santa Anna decidió interpretar a los norteamericanos en un lugar cercano a Jalapa llamado Cerro Gordo, donde se libró una batalla el día 18. Debido a un error táctico, lo mexicanos fueron derrotados, pero más grave era que las fuerzas norteamericanas tenían ya el campo libre para ocupar Jalapa y el fuerte de San Carlos en Perote. Además, Scott ordenó al general Worth avanzar hasta puebla. Después de esta derrota, Santa Anna se dirigió a Orizaba, donde trató de reorganizar el ejército mexicano, y después partió hacia Puebla. Su reputación había recibido un fuerte golpe con el resultado de la última batalla, y por esta razón tanto las autoridades como la población de Puebla se manifestaron poco dispuestas a colaborar en la resistencia. Ante esta situación y luego de una escaramuza en Amozoc, Santa Anna decidió retirarse a la Ciudad de México, y Puebla fue ocupada el 15 de mayo. Entre mayo y agosto de 1847 las fuerzas norteamericanas no avanzaron más allá de Puebla a causa de tres problemas. El primero lo constituyó la falta del contingente necesario para continuar la ocupación; pues las guerrillas mexicanas que operaban entre Veracruz y Puebla obstaculizaban la concentración de las fuerzas en esta última ciudad. El segundo problema era la política norteamericana, ya que el congreso no parecía estar dispuesto a autorizar nuevas erogaciones y el reclutamiento de más hombres porque la guerra empezaba a ser popular en los Estados Unidos. El último problema derivó de la llegada de Nicholas Trist, comisionado norteamericano enviado para iniciar las conversaciones de paz. Trist, a pesar de haber establecido contacto con las autoridades mexicanas, no logró el éxito en su comisión porque los mexicanos no perdían las esperanzas y seguían tan tercos como al principio de la guerra.

En el momento en que arribaron las comunidades de Trist a la Ciudad de México se habían optado ya por la defensa. Para tal fin se concentraron todas las fuerzas disponibles del ejército regular y las guardias nacionales de la ciudad y de los lugares circunvecinos. Además se formó un cuerpo especial que reclutaba a los desertores norteamericanos de origen irlandés, y al que se denominó batallón de San Patricio. Asimismo se fortificaron las entradas principales de la ciudad, especialmente El Peñón, por donde se esperaba el principal ataque enemigo. El 7 de agosto Scott ordenó el avance hacia la Ciudad de México; una semana más tarde llegaba a sus inmediaciones. Después de reconocer el terreno, el general norteamericano decidió concentrar el ataque en la parte sur de la ciudad, lo que desorientó a los mexicanos, pues lo esperaban por el oriente. Santa Anna ordenó al general Gabriel Valencia, que se encontraba en la Villa de Guadalupe, que movilizara sus fuerzas hacia San Angel. Pero Valencia desobedeció las órdenes y se situó en Padierna (Contreras), donde fue atacado y derrotado el día 19. Al día siguiente los norteamericanos abrieron fuego sobre la garita de San Antonio Abad y simultáneamente avanzaron hasta el convento de Churubusco, donde lograron una victoria más.

A Raíz de estas dos últimas derrotas, las autoridades mexicanas convinieron en aceptar el armisticio ofrecido por Scott y en entablar negociaciones con el comisionado norteamericano. Estas se iniciaron el 27 de agosto y duraron hasta el 6 de septiembre, pero no se llegó a ningún resultado. Trist traía instrucciones de exigir el reconocimiento del río Bravo como límite de Texas, la venta de Nuevo México y ambas Californias y el derecho de tránsito por el istmo de Tehuantepec. A cambio, los Estados unidos pegarían las reclamaciones que algunos ciudadanos norteamericanos hacían al gobierno mexicano, no exigirían indemnización por gastos de guerra y pagarían a México treinta millones de pesos. Por su parte, los comisionados mexicanos recibieron la recomendación de ceder lo menos posible y trata como si México no hubiera sido derrotado.

Ocupación de la Ciudad de México.

El 6 de septiembre, después de intercambiar notas de acusación mutua de haber violado las bases del armisticio, los dos contendientes anunciaron la reanudación de las hostilidades. Dos días más tarde tenía lugar la batalla de Molino del Rey, en la que salieron victoriosos nuevamente los norteamericanos. De ahí se dirigieron a Chapultepec y las garitas de San Cosme y Belén, frentes que atacaron el 13 de septiembre. Este mismo día, por la noche, Santa Anna ordenó la retirada del ejército y la salida de los poderes rumbo a Querétaro. Al mismo tiempo, los miembros del ayuntamiento presentaban la capitulación de la ciudad al jefe del ejército enemigo. La ocupación se llevó a cabo al día siguiente, con una resistencia desesperada por parte de sus habitantes, que no se resignaban a verla ocupada. La lucha duró algunos días y obligó al general Scott a declarar la ciudad en estado de sitio. El 15 de septiembre por la noche ondeaba en el palacio Nacional la bandera de las barras y las estrellas. Después de su salida de la ciudad de México, Santa Anna renunció a las presidencias siendo sustituto por Manuel de la Peña, quien alternó el cargo con Pedro María Anaya que el tratado de paz fue ratificado. Santa Anna mantuvo por algún tiempo el mando del ejército dividido en dos secciones. Una quedó al mando del general Herrera y partió rumbo a Querétaro; la otra, bajo sus órdenes, trató de hostilizar las fuerzas norteamericanas de la capital y de Puebla, misión en la que experimentó un fracaso completo. Desanimado, Santa Anna se vio forzado a renunciar al mando del ejército y abandonó el país. A pesar de que México estaba definitivamente derrotado y no tenía ni ejército ni recursos, muchos mexicanos insistían en continuar la guerra. Mientras tanto, el ejército norteamericano ocupó casi sin resistencia salvo la presentada por las guerrillas, algunas poblaciones importantes. Además, por aquellos meses cobró ímpetu en los Estados Unidos la idea de anexar todo el territorio mexicano, e incluso algunos liberales mexicanos aplaudían tal posibilidad. Asimismo la población parecía irse acostumbrando a convivir con los invasores. Obrando en consecuencia, el gobierno establecido en la ciudad de Querétaro decidió, en enero 1848, aceptar la propuesta de reanudar las conversaciones formulada por el comisario norteamericano en octubre del año anterior.

Tratado de Guadalupe Hidalgo

Sin embargo, por aquellos días Nicholas Trist había desautorizado por su gobierno y se la había ordenado regresar a Washington, pues habiendo obtenido tan sonadas victorias, el presidente Polk deseaba aumentar las exigencias norteamericanas. No obstante, De la Peña comprometió a Trist a que cumpliera la propuesta empeñada, y éste, viendo el ánimo favorable a la paz, decidió permanecer y entablar las negociaciones. Estas se llevaron a cabo durante el mes de enero, y culminaron el 2 de febrero con el Tratado de Guadalupe Hidalgo. EN él se reconocía el río Bravo como límite meridional de Texas; México cedía a los Estados Unidos los territorios de Nuevo México y Alta California, y el gobierno de los Estado Unidos se comprometía a pagar las reclamaciones de sus ciudadanos contra el gobierno mexicano, ano exigir ninguna compensación por los gastos de guerra y a pagar quince millones de pesos por los territorios cedidos.

Polk recibió el tratado con disgusto, pero a causa de las elecciones decidió presentarlo enseguida al senado para su aprobación pese a que Trist había actuado sin legítima autoridad. El Senado de los Estados Unidos lo aprobó el 10 de marzo y el Congreso Mexicano el 24 de mayo. Cuatro días más tarde se llevó en Querétaro el canje de ratificaciones, y de inmediato se inició la evacuación del territorio mexicano. El 15 de junio los poderes federales volvían a la Ciudad de México, con lo que se daba fin a la más desastrosa guerra que México haya tenido en su historia.

Consecuencias de la Guerra

Las causas de la derrota mexicana fueron diversas. En realidad, México contaba con un ejército ficticio: existía un cuadro de oficiales, pero se carecía de la tropa que aquellos habían de mandar. Para colmo, los oficiales se dejaron envolver por los partidarios políticos y permanecían en constante rivalidad. Además, el armamento era inadecuado y los recursos mínimos. Por otra parte, la población carecía de un verdadero sentimiento de nacionalidad y el pesimismo había minado los estratos sociales más consientes. Dadas estas condiciones, la guerra resultó en cierto modo benéfico a pesar de sus evidentes resultados negativos. Dejó la semilla de un nacionalismo más extendida, ayudó a la maduración de la política mexicana, que vio aparecer partidos políticos durante las décadas siguientes librarían la batalla final para dirimir el futuro político de la nación. La guerra dejó, pues, a México en una encrucijada, pero el país, después de la toma de conciencia, había de defender su soberanía con mayor seguridad.

Por su parte, los Estados Unidos salieron de la guerra convertida en una potencia continental. Su futuro progreso material fue en gran medida un resultado de ella, pero al consolidar sus afanes expansionistas se aceleró la lucha que desde años atrás se veía perfilado entre el norte y el sur. Así, a pesar de ser los victoriosos, se encontraron profundamente divididos y fueron víctimas de una guerra muy sangrienta. Vista con la perspectiva, se puede afirmar, contra la tradicional creencia mexicana, que la guerra fue esencial para el desarrollo de los países y que, a pesar del trauma de la derrota y de la pérdida de territorio, no dejó de haber resultados positivos para los mexicanos. Una nueva generación más consciente había vivido el desastre y se empeñaría en lograr una nueva actitud.

Bibliografía:

Enciclopedia «Historia de México», Primera edición, México D.F 1978, Editorial: Salvat Mexicana de editores, Tomo VIII, P.p. 1865 – 1890.


 

Iván Escalona M.

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Mexico Historial

Fechas Importantes en México

Fechas de celebraciones generales civiles y religiosas mexicanas.

Enero

Año nuevo: 1 de enero (feriado oficial)
Día de los Santos Reyes: 6 de enero

Febrero

Día de la Candelaria: 2 de febrero
Proclamación de la Constitución de 1917: 5 de febrero (feriado oficial)
Día del amor y de la amistad: 14 de febrero
Día de la Bandera: 24 de febrero

Marzo

Aniversario de la Expropiación petrolera: 18 de marzo
Aniversario del nacimiento de Benito Juárez: 21 de marzo (feriado oficial)

Abril

Día del niño: 30 de abril

Mayo

Día del trabajo: 1 de mayo (feriado oficial)
Hallazgo o invención de la Santa Cruz: 3 de mayo
Aniversario de la Batalla de Puebla: 5 de mayo
Día de la Ascención del Señor: 7º Domingo de Pascua, hacia primeros de mayo.
Día de la madre: 10 de mayo
Día del maestro: 15 de mayo
Fiesta del Corpus Christi

Junio

Sagrado Corazón de Jesús: Viernes siguiente al Corpus Christi.
Día del padre: 16 de junio

Julio

Aniversario de la muerte de Benito Juárez: 18 de julio
Aniversario de la muerte de Miguel Hidalgo y Costilla: 30 de julio

Agosto

Asunción de la Santísima Virgen: 15 de agosto

Septiembre

Grito de Independencia: 15 de septiembre
Aniversario de la Independencia: 16 de septiembre
Aniversario del nacimiento de José María Morelos y Pavón: 30 de septiembre

Octubre

Día de la Raza: 12 de octubre

Noviembre

Todos los Santos: 1 de noviembre
Conmemoración de los Fieles Difuntos: 2 de noviembre
Aniversario de la Revolución Mexicana: 20 de noviembre
Cristo Rey: 24 de noviembre

Diciembre

Aparición de la Virgen de Guadalupe: 12 de diciembre
Noche Buena: 24 de diciembre
Navidad: 25 de diciembre
Santos Inocentes: 28 de diciembre