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Leyendas Mexicanas Prehispanicas

La fundación de Mexico-Tenochtitlan. Leyenda prehispánica.

Los mexicas no fueron el primer grupo nahua que llegó a poblar la meseta central de México, muy por el contrario, pues fueron los últimos. Cuando llegaron ya se encontraban asentados otros grupos de habla náhuatl emparentados con ellos, lingüística y étnicamente, desde muy antiguo. Nos referimos a los tepanecas, “los que se encuentran sobre la piedra”, situados hacia el sureste del Valle de México; los acolhuas, asentados al este del lago Texcoco; los chinanpanecas, “los que viven en las chinampas”, sitos hacia el suroeste y los chalcas, “moradores de chalco”, establecidos en el sureste de Valle. Además, se encontraban los grupos de tlatepotzcas, “los que viven a espaldas de los montes”, habitantes de Tlaxcala y Huexotzingo; y los tlahuicas, “gente de tierra”, que ocupaban los valles sureños, justamente en las ciudades de Cuernavaca, Oaxtepec y Tepoztlán.

Según nos cuenta la leyenda, todas estas tribus habían surgido de la tierra y emergieron en Chicomoztoc o “lugar de las siete cuevas”. Naturalmente, el número siete hace referencia a las tribus que comprendía el grupo nahua contando, por supuesto, a  los aztecas o mexicas. Por otra parte, dicho número siempre tuvo un carácter sagrado para ellos, al igual que  para los mayas, para quienes el dios agrario era el Dios-Siete ligado al fenómeno astronómico que determina la estación de las lluvias.

Los aztecas afirmaban que provenían de una ciudad que denominaban Aztlán, “el país del color blanco”, concebido como una isla en medio de un lago rodeado de carrizos y pleno de chinampas –podemos notar fácilmente la similitud con la posterior Tenochtitlan-, en una de cuyas orillas se levantaba el cerro de Colhuacan, “lugar de los nietos-sobrinos”, provisto de las famosas siete cuevas. De la palabra aztlán, derivó el nombre de aztecas; es decir, “la gente de Aztlán”, aun cuando ellos mismos se denominaban mexicas, vocablo proveniente del nombre de su héroe Mexitli, o Mecitli; aunque también usaban el término tenochcas, en referencia a su caudillo Tenoch.

Los aztecas salieron de Aztlán posiblemente en el año de 1168, y llegaron por el norte al Valle de México, para establecerse en la orilla occidental del lago de Texcoco. Otra versión nos cuenta que arribaron, en el año 1256, a un bosque de ahuehuetes que tenía un manantial que brotaba de una fuente. Este bosque se llamaba Chapultepec, o “cerro del chapulín”. En este lugar se asentaron y tuvieron que soportar los continuos ataques de que fueron víctimas por parte de los otros grupos nahuas cercanos a ellos, hasta que éstos consiguieron arrojarlos del cerro. Entonces, vencidos y apesadumbrados, debieron someterse al príncipe de Colhuacan, quien ordenó asesinar a su caudillo. Sin embargo, aun débiles y pobres, los aztecas lograron escapar a esta sumisión y se refugiaron en unas islas situadas en el occidente del lago de Texcoco. Fue en este preciso lugar donde fundaron la Ciudad de Mexico-Tenochtitlan en 1370, y no en 1325, como se ha creído erróneamente.

Durante los primeros tiempos de la colonización de las islas, los aztecas fueron comandados por el gran Tenoch, a quien debió su nombre la ciudad, que viene a significar “el lugar de Tenoch”. Sin embargo, la etimología de la palabra también se presta para que se la pueda interpretar como “el lugar donde el nochtli (nopal), crece sobre la piedra (tetl).
El mito sobre la población de Tenochtitlan nos refiere que durante el peregrinaje que tuvieron que padecer los aztecas para asentarse definitivamente, dos de sus sacerdotes descubrieron en una isla un manantial de aguas cristalinas, en una de cuyas rocas cercanas se encontraba posada un águila devorando una serpiente, portento que según los sacerdotes constituía una señal inequívoca de que ahí se debía construir un templo a Huitzilopochtli, “Colibrí Zurdo”, y máxima deidad del panteón mexica. Por cierto que, ya construido el gran teocalli, aprisionó entre sus muros al mencionado manantial. Desde el punto de vista simbólico, el águila representaba al sol y al cielo diurno; y la serpiente al cielo nocturno.

Ya fundada la Ciudad de Tenochtitlan, en sus inicios estuvo gobernada por caudillos, para más adelante dar lugar a una etapa monárquica que fuera conformada por once tlatoanis, o jefes supremos, encabezada, en 1376, por Acamapixtli; y finalizada, en 1521, por Cuauhtémoc, último baluarte heroico quien fuera torturado y ahorcado por el capitán Hernán Cortés en las selvas del Petén, Guatemala, el 28 de febrero de 1525, acusado, injustamente, de conjurar en contra del corrupto español.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Diferencias y similitudes entre mitos y leyendas

El mito y la leyenda son relatos que se divulgan en forma oral, de una generación a otra. Son narraciones que nacen espontáneamente como una expresión colectiva de una raza o pueblo, debido a una necesidad de crear una imagen del mundo y una necesidad de manifestar una fe. En ellos participan seres y hechos sobrenaturales.

Su origen no puede establecerse con precisión y a pesar de que ambos son historias orales que se trasmiten de padres a hijos, no son lo mismo.

Mito

Definir qué es un mito (del griego, muthos) no es, desde luego, tarea fácil. Una definición entregada por la Real Academia de la Lengua, señala que el mito es una “narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico. Con frecuencia interpreta el origen del mundo o grandes acontecimientos de la humanidad.” Y agrega que es una “Historia ficticia o personaje literario o artístico que condensa alguna realidad humana de significación universal”.

A partir de esta definición, podemos agregar que los mitos son relatos que cuentan cómo se crearon los cielos, de dónde provienen los vientos o cómo nacen los propios dioses; los mitos nos transportan a un tiempo sagrado distinto al nuestro, más abierto a los hombres como su propio horizonte.

Estructura del mito

La estructura del mito —que intenta significar (no explicar) su medio de supervivencia: el mundo natural, el espíritu y la sociedad en que pervive y muta— no es obra de hombre, pueblo, tribu o cultura alguna, ni está al alcance de su comprensión racional —a tal punto que cualquier interpretación dada por el pueblo mismo del que surgió, o en el que subsiste, debe ser considerada como la más alejada de la verdad—; surge de, apela y conmueve a los entramados inconscientes que diseñan la personalidad, la cultura y el ser mismo del hombre en cuanto tal.

Un mito es, simplemente, un espejo de aumento en donde el espíritu humano, como tal, se observa con una mirada que cala hasta los huesos de su propia estructura; es el desvelador, el presentador, el mediador del espíritu ante sí mismo, aquello que le permite advertir que su estructura interna coincide con la externa y no es más que una con ella.

Leyenda

En definición de la Real Academia de la Lengua, leyenda es una “relación de sucesos que tienen más de tradicionales o maravillosos que de históricos o verdaderos”.

La leyenda es un relato hablado que se conserva en la tradición oral de un pueblo. Indica lugares con precisión y en su origen tiene antecedentes históricos. Por lo mismo, sus personajes son identificables, aunque nunca iguales al personaje o hecho en el cual se basan. Posteriormente, la leyenda pasa a la escritura, con lo cual se fija, perdiendo una de sus características: la capacidad de transformarse.

La leyenda es una narración ficticia, pero basada en la realidad, ligada a temas de héroes, de la historia patria, de seres mitológicos, de almas, de santos o sobre los orígenes de hechos varios.

La leyenda pertenece al folclore y por ello corresponde a la más arraigada sabiduría de un pueblo.

Expresa los deseos, los anhelos, los temores, los ideales y sueños que son parte de la visión global que tiene ese pueblo de su propia historia y de sus relaciones con la naturaleza.

Cuando se hacen estudios históricos, etnográficos, sicológicos, sociológicos y geográficos es necesario recurrir también a la leyenda para ver cómo la colectividad percibe su forma de ser y su medio.

La leyenda no pretende explicar lo sobrenatural; es un relato que,  a partir de hechos y personajes reales, hace resaltar algún atributo o característica de un pueblo, región o ciudad.

La leyenda no pretende explicar nada, sino relatar un suceso. Tiene un fin moralizante y es didáctica.

Si bien transcurre en un tiempo histórico reconocible, la leyenda se diferencia de la historia porque ésta son hechos comprobables, mientras que nadie puede probar que lo narrado en una leyenda haya ocurrido realmente, y porque la historia se conoce por la escritura, a diferencia de la leyenda que se difunde oralmente.

Diferencias entre mito y leyenda

1. El mito es un relato que intenta explicar un misterio de la realidad y que está asociado generalmente a las creencias y ritos de un pueblo. La leyenda no pretende explicar lo sobrenatural pues es un relato que resalta alguna característica o atributo de un pueblo, ciudad o región a partir de personajes y hechos reales.

2. Mito y leyenda se diferencian en cuanto a los personajes y al escenario donde se desarrollan los acontecimientos. El ámbito donde se desarrollan los mitos es en un tiempo en el que el mundo no tenía su forma actual, en cambio las leyendas se ubican en tiempos más modernos o posteriores a la creación del mundo. Los personajes del mito son, por lo general, dioses o seres sobrenaturales mientras que en la leyenda son casi siempre seres humanos o animales antropomórficos.

3. El mito y la leyenda cumplen funciones diferentes. Para las diferentes culturas el mito narraba sucesos reales y verdaderos, los cuales eran modelos sagrados para los hombres; la leyenda  en cambio, no pretende narrar hechos verdaderos sino instruir o entretener, por lo tanto, su función es didáctica.

4. En el mito lo extraordinario o sobrenatural es imprescindible, en la leyenda es un accesorio.

5. En el mito existe la “inspiración divina” que le da a conocer al hombre la explicación de algún fenómeno porque se da en el comienzo del mundo (un dios es el único que le puede contar a los hombres lo que de otro modo no podría saber). Por el contrario, en la leyenda se conoce lo dicho porque se sabe que se ha trasmitido de generación en generación, posiblemente desde el instante en que alguien fue testigo del hecho ocurrido.

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¿Qué es una leyenda?

Que es una leyendaUna leyenda es una narración tradicional que incluye elementos de ficción, a menudo sobrenaturales, y se transmite de generación en generación. Se ubica en un tiempo y lugar que resultan familiares a los miembros de una comunidad, lo que aporta al relato cierta verosimilitud.

En las leyendas que presentan elementos sobrenaturales, como milagros, presencia de criaturas feéricas (sobrenaturales) o de ultratumba, etc., estos se presentan como reales, pues forman parte de la visión del mundo propia de la comunidad en la que se origina la leyenda. En su proceso de transmisión a través de la tradición oral las leyendas experimentan a menudo supresiones, añadidos o modificaciones, surgiendo así todo un abanico de variantes.

Los hermanos Grimm definen la leyenda como un relato folclórico con bases históricas.

Otra definición profesional moderna ha sido propuesta por el folclorista Timothy R. Tangherlini en 1990:

«Típicamente, la leyenda es una narración tradicional corta de un solo episodio, altamente ecotipificada, realizada de modo conversacional, que refleja una representación psicológica simbólica de la creencia popular y de las experiencias colectivas y que sirve de reafirmación de los valores comúnmente aceptados por el grupo a cuya tradición pertenece».

Contrariamente al mito, que se ocupa de dioses, la leyenda se ocupa de hombres que representan arquetipos (tipos humanos característicos), como el del héroe o el anciano sabio, como se aprecia por ejemplo en las leyendas heroicas griegas y en las artúricas.

Características de las leyendas

 Una leyenda, a diferencia de un cuento, está ligada siempre a un elemento preciso y se centra en la integración de este elemento en el mundo cotidiano o la historia de la comunidad a la cual pertenece. Contrariamente al cuento, que se sitúa dentro de un tiempo («Érase una vez…») y un lugar (por ejemplo, en el Castillo de irás y no volverás) convenidos e imaginarios, la leyenda se desarrolla habitualmente en un lugar y un tiempo preciso y real, aunque aparecen en ellas elementos ficticios (por ejemplo, criaturas fabulosas, como las sirenas).

Como el mito, la leyenda es etiológica, es decir, tiene como tarea esencial dar fundamento y explicación a una determinada cultura. Su elemento central es un rasgo de la realidad (una costumbre o el nombre de un lugar, por ejemplo) cuyo origen se pretende explicar.

Las leyendas se agrupan a menudo en ciclos alrededor de un personaje, como sucede con los ciclos de leyendas en torno al rey Arturo, Robin Hood, el Cid Campeador o Bernardo del Carpio.

Las leyendas contienen casi siempre un núcleo histórico, ampliado en mayor o menor grado con episodios imaginativos. La aparición de los mismos puede depender de motivaciones involuntarias, como errores, malas interpretaciones (la llamada etimología popular, por ejemplo) o exageraciones, o bien de la acción consciente de una o más personas que, por razones interesadas o puramente estéticas, desarrollan el embrión original.

Cuando una leyenda presenta elementos tomados de otras leyendas se habla de «contaminación de la leyenda».

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Las orejas del conejo

Los cuentos del conejo son populares no sólo en Estados Unidos sino también en otras partes del Nuevo Mundo. Este animalito es un personaje astuto, travieso y alegre. Le gusta burlarse de los otros animales, grandes y pequeños, especialmente del coyote de México. Aunque es un pícaro, el conejo es generalmente el héroe de todos los cuentos. Esta leyenda es de origen maya.

Una vez, hace miles de años, el conejo tenía las orejas muy pequeñas, tan pequeñas como las orejas de un gatito. El conejo estaba contento con sus orejas, pero no con el tamaño de su cuerpo. Él quería ser grande, tan grande como el lobo o el coyote o el león. Un día cuando iba saltando por los campos, el conejo vio al león, rey de los animales, cerca del bosque.

-¡Qué grande y hermoso es!- dijo el conejo. -y yo soy tan pequeño y feo.

El conejo estaba tan triste que se sentó debajo de un árbol y comenzó a llorar amargamente.

-¿Qué tienes, conejito? ¿Por qué lloras?- preguntó la lechuza que vivía en el árbol.

-Lloro porque quiero ser grande, muy grande- dijo el conejito.

La lechuza era un ave sabia. Cerró los ojos por dos o tres minutos para pensar en el problema y luego dijo:

-Conejito, debes visitar al dios de los animales. Creo que él puede hacerte más grande.

Leyenda de las orejas del conejo. Leyenda de mexico-Mil gracias, lechuza sabia. Voy a visitarlo ahora respondió el conejo. Y fue saltando hacia la colina donde

vivía el dios.

-Buenos días. ¿Cómo estás?- dijo el dios de los animales cuando vio al conejito.

-Buenos días, señor. Estoy triste porque soy tan pequeño.

Su majestad, ¿podría hacerme grande, muy grande?

-¿Por qué quieres ser grande?- preguntó el dios con una sonrisa.

-Si soy grande, algún día yo, en vez del león, puedo ser rey de los animales.

-Muy bien, pero primero tienes que hacer tres cosas difíciles. Entonces voy a decidir si debo hacerte más grande o no.

– ¿Qué tengo que hacer?

-Mañana tienes que traerme la piel de un cocodrilo, de un mono y de una culebra.

-Muy bien, señor. Hasta mañana.

El conejo estaba alegre. Fue saltando, saltando hacia el río. Aquí vio a su amigo, el pequeño cocodrilo.

-Amigo cocodrilo, ¿podrías prestarme tu piel elegante hasta mañana? La necesito para …

-Para una fiesta, ¿no?- dijo el cocodrilo antes de que el conejo pudiera decir la verdad.

-Sí, Sí- respondió rápidamente el conejo.

-¡Ay, qué gran honor para mí! Aquí la tienes.

Con la piel del cocodrilo, el conejo visitó al mono y a la culebra. Cada amigo le dio al conejo su piel para la fiesta.

Muy temprano a la mañana siguiente, el conejo fue despacio, muy despacio, con las pieles pesadas ante el dios de los animales.

-Aquí estoy con las pieles- gritó felizmente el pequeño conejo.

El dios estaba sorprendido. Pensó: «¡Qué astuto es este conejito!» Pero en voz alta dijo:

-Si te hago más grande, puede ser que hagas daño a los otros animales sin quererlo. Por eso voy a hacer grandes solamente tus orejas. Así puedes oír mejor y eso es muy útil cuando tus enemigos estén cerca.

El dios tocó las pequeñas orejas del conejo y, como por arte de magia, se le hicieron más grandes. El conejo no tuvo tiempo de decir nada, ni una palabra.

-Mil gracias, buen dios. Usted es sabio y amable. Ahora estoy muy feliz- dijo el conejo. Y fue saltando, saltando por los campos con las pieles que devolvió a sus amigos con gratitud.

Al día siguiente vio al león que estaba visitando a la lechuza.

La lechuza le dijo al conejo:

-Buenos días, amigo mío. Eres muy hermoso. Y para ti es mejor tener las orejas grandes que el cuerpo grande.

Con mucha dignidad, el león dijo:

-La lechuza tiene razón.

Y desde aquel día el conejo vivió muy contento con su cuerpo pequeño y sus orejas grandes.

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El sol y la luna

En casi todas las culturas hay leyendas que explican el origen de estos dos cuerpos celestiales. Esta leyenda explica también por qué en México se pueden ver las huellas de un animalito en la luna. Otras leyendas nos dicen que en el Perú un zorro está en la luna, mientras en España, en Vietnam y en los Estados Unidos hay un hombre ¡Qué curioso que los astronautas no los vieron!

Antes de que hubiera luz en el mundo, los dioses de Teotihuacán  hablaron entre sí para decidir quiénes iban a dar luz al mundo. Todos los dioses estaban en un salón grande de uno de los muchos templos. Preguntaron:
-¿Quiénes de nosotros van a dar luz al mundo?
Todos sabían que dar luz al mundo no era una tarea fácil. Iba a costar la vida de los que decidieran hacerlo, pues tenían que echarse en una gran hoguera. Nadie contestó al principio. Luego uno de los más jóvenes de los dioses, Tecuciztécatl, habló y dijo en voz alta:
-Yo estoy dispuesto a echarme al fuego.
Imagen leyenda mexicana del sol y la lunaTodos a una voz dijeron: -¡El dios Tecuciztécatl es un gran dios! Todos te felicitamos.
Pero necesitaban dos dioses y no había otro dios lo suficientemente valiente para acompañar a Tecuciztécatl. Él se burló de los otros diciendo:
-¿Dónde hay un dios tan valiente como yo en toda la región? ¿Nadie se atreve a ofrecer su vida para dar luz al mundo?
Nadie contestó. Todos guardaron silencio por unos minutos y luego comenzaron a discutir entre sí. Durante la discusión el ruido era tan grande y el movimiento tanto que no se dieron cuenta de que un dios viejito se levantó lentamente y se puso delante de todos ellos.
El viejito era pobre y humilde. Su ropa no era elegante. Los otros quisieron saber por qué él se había levantado.
-¿Qué quiere él?-dijeron algunos.
-¿Quién cree él que es?-dijeron otros.
-No tenemos tiempo para los viejitos ahora-dijeron los más jóvenes.
-Él no es lo suficientemente valiente-gritaron unos de los dioses.
-¿Cómo puede querer un viejito dar su vida?-dijeron los principales de entre los dioses. Pero el viejito, levantando la mano, pidiendo silencio, dijo:
-Yo soy Nanoatzín, viejo sí, pero dispuesto a dar mi vida. El mundo necesita luz. Como no hay otros voluntarios, quiero ofrecer lo que queda de mi vida para dar luz al mundo.
Después de un momento de silencio, -Grande es Nanoatzín-gritaron todos. Si las felicitaciones dadas a Tecuciztécatl fueron muchas, las dadas a Nanoatzín fueron mayores..
Luego todos se pusieron a hacer la ropa necesaria para la ceremonia. Era muy bonita, de algodón muy fino, con oro, plata y plumas de aves de todos colores.
Durante toda una semana nadie comió. Todos estaban en estado de meditación porque dar luz al mundo era muy importante.
Cuando llegó el día, encendieron una gran hoguera en el centro del salón. La luz iluminó todo.
Tecuciztécatl fue el primero que se acercó al fuego, pero el calor era tanto que él se retiró. Cuatro veces trató de entrar, pero él no se atrevía.
Luego Nanoatzín, el viejito, se levantó y caminó hacia la hoguera. Él entró en el fuego y se acostó tranquilamente. -¡Ay!-dijeron todos con mucha reverencia. Y en voz baja todos repitieron: -¡Grande es Nanoatzín!
Después le tocó a Tecuciztécatl. Él tenía vergüenza. El viejito no tenía miedo y él sí. Así que él se echó al fuego también.
Todos los dioses esperaron y, cuando ya no había fuego, todos se levantaron y salieron del salón para esperar las luces.
No sabían de qué dirección ni cómo iba a llegar la luz. De repente, un rayo de sol apareció en el este; luego, el sol entero. Era muy brillante y todos sabían que era Nanoatzín porque él entró en el fuego primero.
Después de algún tiempo, salió también otra luz. Era la luna, y era tan brillante como el sol.
Uno de los dioses luego dijo:
-No debemos tener dos luces iguales. Nanoatzín entró primero. Él debe tener la luz más fuerte. Debemos oscurecer un poco la segunda luz.
Y otro de los dioses agarró un conejo y lo arrojó al cielo, pegándole a la luna.
Hasta el día de hoy, el sol es más brillante que la luna; y si uno se fija bien en la luna, puede ver las huellas del conejo.

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El robo del fuego

Hace mucho tiempo, no se conocía el fuego, y los hombres debían comer sus alimentos crudos.

Los Tabaosimoa, los Ancianos, se reunieron y discutieron sobre la manera de obtener alguna cosa que les procuraría el calor y les permitiría cocer sus alimentos.
Ayunaron y discutieron… y vieron pasar por encima de sus cabezas una bola de fuego que se sumergió en el mar pero que ellos no pudieron alcanzar.
Entonces, fatigados, los Ancianos reunieron personas y animales para preguntarles si alguno de ellos podía aportarles el fuego.
Un hombre propuso traer un rayo de sol a condición de que sean cinco para ir al lugar donde salía el sol. Los Tabaosimoa aprobaron la proposición y pidieron que los cinco hombres se dirigieran hacia el oriente mientras que ellos, llenos de esperanza, continuarían suplicando y ayunando.
Los cinco partieron y llegaron a la montaña donde nacía el fuego.

Esperaron la llegada del día y se dieron cuenta que el fuego nacía sobre otra montaña, más alejada. Retomaron entonces su camino.
Llegados a la montaña, en un nuevo amanecer, vieron el fuego nacer sobre una tercera montaña, aún más alejada. Prosiguieron así hasta la cuarta, después la quinta montaña donde, desalentados, decidieron regresar, tristes y fatigados.
Contaron esto a los Ancianos quienes pensaron que jamás podrían alcanzar el Sol. Los Tabaosimoa les agradecieron y se volvieron a poner a reflexionar sobre lo que podrían hacer.

Es entonces que apareció Yaushu, un Tlacuache sabio, y él les relató un viaje que había hecho hacia el oriente. Había percibido una luz lejana y quiso verificar lo que era. Se puso a marchar durante noches y días, durmiendo y comiendo apenas.
La noche del quinto día pudo ver que en la entrada de una gruta ardía un fuego de madera de donde se elevaban grandes llamas y un torbellino de chispas.
Sentado sobre un banco un hombre viejo miraba el fuego. Era grande y llevaba un taparrabo de piel, los cabellos blancos y los ojos horriblemente brillantes. De tanto en tanto alimentaba esta «rueda» de luz con leños.
El Tlacuache contó cómo él permaneció escondido detrás de un árbol y que, espantado, él hizo marcha atrás con precaución. Se dio cuenta que se trataba de alguna cosa caliente y peligrosa.

Cuando él hubo acabado su relato, los Tabaosimoa pidieron a Yaushu si él podía volver y traerles un poquito. El Tlacuache aceptó, pero los Ancianos y su gente debían ayunar y orar a los dioses haciendo ofrendas. Ellos consintieron pero le amenazaron de muerte si éste los engañaba. Yaushu sonrió sin decir una palabra.
Los Tabaosimoa ayunaron durante cinco días y llenaron cinco sacos de pinole que dieron al Tlacuache. Yaushu les anunció que estaría de regreso en otros cinco días; debían esperarlo despiertos hasta medianoche y si él moría, les recomendó de no lamentarse por él.

Portando su pinole, él llegó al lugar donde el viejo hombre contemplaba el fuego.
Yaushu lo saludó y fue solamente a la segunda vez que él obtuvo una respuesta. El viejo le preguntó lo que hacía tan tarde en ese lugar.
Yaushu respondió que era el emisario de Tabaosimoa y que buscaba agua sagrada para ellos. Estaba muy fatigado y preguntó si podía dormir antes de retomar su camino la mañana siguiente.
Debió suplicarle mucho pero al fin el viejo le permitió quedarse a condición de que no toque nada. Yaushu se sentó cerca del fuego e invitó al viejo a compartir su pinole.
Este vertió un poco sobre el leño, tiró algunas gotas por encima de su hombro, después bebió el resto. El viejo le agradeció y se durmió.

Mientras que Yaushu lo escuchaba roncar, pensaba la manera de robar el fuego.
Se levantó rápidamente, tomó una brasa con su cola y se alejó. Había hecho un buen pedazo del camino cuando sintió que una borrasca venía sobre él y vio, frente a él, al viejo encolerizado.

Él lo reprendió por tocar y robar una cosa que no le pertenecía; lo mataría.
Inmediatamente él tomó a Yaushu para quitarle el tizón pero aunque éste lo quemaba no lo soltaba. El viejo lo pisoteaba, le trituraba los huesos, lo sacudía y lo balanceaba.
Seguro de haberlo matado, se vuelve a vigilar el fuego. Yaushu rodó, rodó y rodó… envuelto en sangre y fuego; llegó así delante de los Tabaosimoa que estaban orando.

Moribundo les dio el tizón. Los Ancianos encendieron los leños.
El Tlacuache fue nombrado «héroe Yaushu».
Lo vemos aún hoy marchar penosamente por los caminos con su cola pelada.

Tlacuache: Mamífero arborícola.
Pinole: Bebida alcohólica a base de maíz.

Leyenda mexicana azteca sobre el robo y creacion del fuego

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Leyenda del flechador del sol

En la nación Mixteca, existe la leyenda de un héroe mixteco llamado Tzauindanda, (también conocido como Yacoñooy o Mixtecatl), quien demostró que la fuerza de la voluntad y el amor a su patria hizo posible que pudiera librar la batalla más difícil y con ello vencer al enemigo más fuerte que cualquiera pudiera tener. Esta héroe es mejor conocido como “EL Flechador del Sol”.

Eran dos árboles gigantes que existían en el fondo de una misteriosa cueva en tierras de Apoala, que llegaron a amarse tanto, que entrelazaron, sus ramas y unieron sus raíces, de este fantástico amor, nació el primer hombre y la primera mujer Mixtecos. Con el tiempo, aquellos seres tuvieron hijos y os hijos de los hijos fundaron la ciudad de Achiutla, lugar donde nació Tzauindanda. La población de Achiutla creció tanto que ya no cabían, entonces Tzauindanda decidió salir a conquistar las tierras que necesitaba su pueblo para asentarse, así que tomó su arco y flechas y partió una mañana, dispuesto a disputárselas a quien fuera.

Por días, no descansó un solo instante hasta que llegó a una vasta y deshabitada extensión en donde no halló nada que estorbara su paso, sólo el sol brillaba esplendoroso como dueño y señor de aquellas tierras; tierras que Tzauindanda codició para él por frescas y hermosas.

Tzauindanda alzó la vista, no había una sola nube que le quitara el sol; después de un rato sediento y cansado, sentía los rayos del sol como cuchillos, como flechas que se clavaban en cada parte descubierta de su piel. Entonces comprendió: ¡El Sol era el señor de aquellas tierras!, por lo que levantó su arco y lanzó muchas de sus flechas contra el sol.

Por fin al atardecer se dio cuenta de que el sol se había debilitado, ya no herían sus rayos con la misma fuerza y el cielo tenía un ligero tinte rojo. Poco a poco el sol empezó a caer y el cielo se puso más y más rojo, hasta que por fin cayó tras los montañas , el cielo estaba teñido con la sangre del sol, indicaba donde había caído vencido el poderoso señor; ¡Tzauindanda, lo había derrotado!; de ahí, nuestro eslogan que dice: “lo Imposible, es Posible”.

La figura del Flechador del Sol, es el símbolo del IDM, Significa que nada es imposible cuando se tiene la determinación de cambiar. El héroe de Tilantongo, como dice la leyenda, se enfrentó al sol en desigual combate, hasta que una de sus flechas dio en el blanco y el sol, herido, cayó rendido hacia el abismo de la noche.

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La madre del maíz

Esta leyenda cuenta como el pueblo Huichol, gracias a la madre del maiz y a un joven afortunado, conoce la planta de maíz.

El pueblo Huichol estaba cansado por la monotonía de su comida. Un muchacho del pueblo, al que le habían llegado noticias de la remota existencia de una planta con cuyos frutos se podían preparar muchas y variadas comidas, decidió partir en su búsqueda. Encontró una fila de hormigas, que solían ocultar maíz y decidió seguirlas. Caminó y caminó tras de ellas, hasta que rendido por el cansancio, se durmió.

Entonces las hormigas se aprovecharon y se comieron toda su ropa. Al despertar y verse desnudo y hambriento, el muchacho cayó en sentidas lamentaciones hasta que un pájaro se posó ea una rama cercana. Cogió su arco y apuntó su flecha, pero el pájaro le habló y le dijo que no osara matarlo, puesto que era la Madre del Maíz, y estaba dispuesto a guiarlo hasta donde había maíz en abundancia.

Fueron hasta la Casa de Maíz, y el muchacho conoció a la las hijas de la Madre del Maíz, con una de las cuales, Mazorca Azul, se casó y regresó a su pueblo. Como no tenían casa, el muchacho y su bella y dulce esposa durmieron en los lugares del culto.

Como un milagro, el lugar de los recién casados amanecía todo lleno de mazorcas de maíz, que Mazorca Azul repartía generosamente a quien quisiera pedirle, mientras enseñaba cómo preparar las comidas, cómo sembrar y cómo cuidar de la siembra del maíz. Cuentan que a tanto llegó la generosidad de Mazorca Azul que, después de enseñar todo lo que sabía acerca del maíz, se molió a sí misma para que su hermoso cuerpo sirviera también de alimento.

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El flechador del cielo

Historia de Moctezuma Ilhuicamina, guerrero, se lo llamo el flechador del cielo por su valentia e incomparable punteria usando el arco y la flecha. Se dice que sus flechas impactaban y herian a los astros.

Introduccion: Pocas tradiciones pueden evocarse que sean tan bellas como ésta y que tanto se presten a la interpretación artística, fundándose en el nombre de un emperador azteca aguerrido y joven, que dejó en la trayectoria de las flechas que disparaba una estela de leyendas gráficamente poéticas.

Reseña: Ese nombre fue el de Moctezuma Ilhuicamina, sucesor de Izcoatl en el trono de México, en pleno apogeo del imperio de los mexicas. No hay que confundir a este rey y emperador con el otro Moctezuma, el último, que llevaba el apelativo de xocoyotzin, esto es, xocoyotito o último, y también se le conocía por Moctezuma segundo. No: Moctezuma el primero era Moctezuma Ilhuicamina, y este nombre quería decir en azteca Flechador del Cielo. (De ihuícatl, cielo y mina, flecha.

Y lo llamaron así los dignatarios del imperio y los jóvenes guerreros y sacerdotes que le rodeaban porque, según ellos decían, era tal su puntería con las flechas y tan potente la fuerza de su arco en sus ágiles y fuertes brazos, que por las noches se ejercitaba en disparar flechazos a las estrellas y daba en el blanco, habiendo quien contara haber visto caer astros heridos por el dardo del flechador, del Flechador del cielo!.

Fue Moctezuma Ilhuicamina el que dio lugar a muchas creaciones estéticas, con la peregrina ocurrencia de flechar a los astros y la leyenda que sobre tal hazaña tejieron sus contemporáneos y camaradas de guerra, cuando era príncipe de la dinastía de Izcoatl. Y también fue por eso por lo que le eligieron para gobernar el imperio, precisamente cuando los de Acolhuacán celebraban las exequias del fallecido emperador rival, Izcoatl que, aunque enemigo estratégico, por ser rey de México, había ayudado a Netzahualcoyótl a recobrar el trono que le arrebatara Maxtla. menazaban los chalcas a los tenochas recién proclamado Moctezuma candidato a emperador. Al saberlo Ilhuicamina, organizó su ejército y se fue sobre Chalco, trabándose fuertes batallas, hasta que los chalcas propusieron una tregua para celebrar las fiestas en honor de Camaxtli, al que consideraban divino.

Reanudados los combates, Ilhuicamina derribó a nacanazos a doscientos veinticinco enemigos y, por lo que hacía a sus flechazos a distancia, se dijo que sus saetas eran como rayos que fulminaban. Venció a los chalcas, trayendo a Tenochtitlán subido número de prisioneros que sacrificar en honor de Huitzilopochtli, y durante esos sacrificios se llevó a cabo su coronación, una de las más fastuosas de aquellos tiempos. a historia anota que Ilhuicamina abusó del sacrificio de prisioneros, irritando con ello a los dioses, que desencadenaron una serie de tormentas sobre la ciudad lacustre, habiendo llegado el agua de las lluvias hasta lo más alto de los teocalis. Moctezuma el bravo, llevado en andas por sus adeptos, tan valientes como él, como el agua casi al cuello, para conjurar las tempestades, cosa que se logró. El Flechador del cielo no temía ni a los elementos… Por eso se atrevía, por las noches, a apuntar sus flechas a los luceros de Dios…

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Leyendas Mexicanas Prehispanicas

Leyenda Azteca del Aguila y el Nopal

El águila y el Nopal. Esta es la leyenda en que se inspiraron los antiguos aztecas para fundar la ciudad de México. El escudo de armas de la bandera nacional mexicana representa parte del mito en el centro de la misma.

Cuaucóhuatl y Axolohua fieron pasando y miraron mil maravillas allí entre las cañas y las juncias.
Ese había sido el mandato que les dio Huitzilopochtli a ellos que eran sus guardianes, eran sus padres los dichos.
Lo que les dijo fue así: – “En donde se tienda la tierra entre cañas y entre juncias, allí se pondrá en pie, y reinará Huitzilopochtli.”
Así por su propia boca les habló y esta orden les dio.
Y ellos al momento vieron: sauces blancos, allí enhiestos; cañas blancas, juncias blancas, y aun las ranas blancas, peces blancos, culebras blancas: es lo que anda por las aguas.
Y vieron después donde se parten las rocas sobrepuestas, una cueva: cuatro rocas la cerraban. Una al oriente se ve, nada de agua tiene, es sin agua que se agita.
La segunda roca de la cueva ve al norte: se ve que está sobrepuesta, y de ella sale el agua que se llama agua azul, agua verdosa.
Cuando esto vieron los viejos se pusieron a llorar.
Y decían: – ¿Con que aquí ha de ser?
Es que estaban viendo lo que les había dicho, lo que les había ordenado Huitzilopochtli.
Es que él les había dicho:
-“Habéis de ver maravillas muchas entre cañas y entre juncias.”
¡Ahora las estamos mirando – decían ellos –, y quedamos admirados!
¡Cuán verdadero fue el dicho, bien se realizó su orden!
Van a buscar a los mexicanos y les dicen:
– “Mexicanos, vamos, vamos a admirar lo que hemos contemplado. Digamos al
Sacerdote: él dirá qué debemos hacer.”
Fueron a Temazcatitlan y allí se detuvieron. Por la noche vinieron a ver, vieron a mostrarse unos a otros y era el sacerdote Cuauhtlaquezqui, que es el mismo Huitzilopochtli.
Dijo él: – Cuaucóhuatl, ¿habéis visto allí todo lo que hay entre cañas y juncias? ¡Aún resta ver otra cosa!
No la habeís visto todavía.
Id y ved un nopal salvaje: y allí tranquila veréis un águila que está enhiesta. Allí come, allí se peina las plumas, y con eso quedará contento vuestro corazón: ¡allí está el corazón de Copil que tú fuiste a arrojar allá donde el agua hace giros y más giros! Pero allí donde vino a caer, y habéis visto entre los peñascos, en aquella cueva entre cañas y juncias, ¡del corazón de Cópil ha brotado ese nopal salvaje! ¡Y allí estaremos y allí reinaremos: allí esperaremos y daremos encuentro a toda clase de gentes!
– Nuestro pechos, nuestra cabeza, nuestras flechas, nuestros escudos, allí les haremos ver: a todos los que nos rodean allí los conquistaremos! Aquí estará perdurable nuestra ciudad de Tenochtitlan! El sitio donde el águila grazna, en donde abre las alas; el sitio donde ella come y en donde vuelan los peces, donde las serpientes van haciendo ruedos y silban! ¡Ese será México Tenochtitlan, y muchas cosas han de suceder!”
– Dijo entonces Cuauhcóatl: – ¡Muy bien está mi señor sacerdote:
¡Lo concedió tu corazón: vamos a a hacer que lo oigan mis padres los ancianos todos juntos!
Y luego hizo reunir a los ancianos todos Cuauhcótal y les dio a conocer las palabras de Huitzilopochtli.
Las oyeron los mexicanos. Y de nuevo van allá entre cañas y entre juncias, a la orilla de la cueva.
Llegaron al sitio donde se levanta el nopal salvaje allí al borde de la cueva, y vieron tranquila parada el Águila en el nopal salvaje: allí come, allí devora y echa a la cueva los restos de lo que come.
Y cuando el Águila vio a los mexicanos, se inclinó profundamente.
Y el Águila veía desde lejos.
Su nido y su asiento era él de cuantas finas plumas hay: plumas de azulejos, plumas de aves rojas y plumas de quetzal.
Y vieron también allí cabezas de aves preciosas y patas de aves y huesos de aves finas tendidos en la tierra.
Les habló el dios y así les dijo:
– Ah, mexicanos: aquí sí será! ¡México es aquí! Y aunque no veían quién les hablaba, se pusieron a llorar y decían: – ¡Felices nosotros, dichosos al fin: hemos visto ya dónde ha de ser nuestra ciudad! ¡Vamos y vengamos a reposar aquí!

Texto de la Crónica Mexicayotl, que redactó Fernando de Alvarado Tezozómoc hacia 1600, fundado en documentos muy antiguos de la Casa Real de México, de que era deudo. Fue dada a luz con versión en 1945. Es el fondo de muchos mitos que repiten otros autores. El texto es muy antiguo.

Tomado de La Literatura de los Aztecas – Editorial Joaquín Mortiz
Ángel M. Garibay K.
Especialista en náhuatl y en letras clásicas
Premio Nacional de Literaura 1965