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Laura

La ciudad de Saltillo es la capital del estado de Coahuila de Zaragoza. Esta ciudad es famosa por su producción de pan de pulque y por sus multicoloridos sarapes que son toda una belleza. El origen de su nombre es un tanto oscuro. Para algunos estudiosos de la filología su nombre proviene del chichimeca y significa “tierra alta de muchas aguas”; para otros, proviene del nombre dado a un salto de agua, a cuyo pie se fundó la inicial villa, a finales del siglo XVI, gracias a un portugués llamado Alberto del Canto, quien la llamó Villa de Santiago de Saltillo.

Varios siglos después en esta misma ciudad, vivía una muchacha llamada Laura que era un tanto cuanto vanidosa y le gustaba tomarse fotos en un espejo de su recámara. Una cierta noche, después de haberse sacado una serie de fotos frente al espejo de su coqueta, ya cansada se metió en la cama para dormir, y lo hizo profundamente.

En la madrugada empezó a caer una fuerte lluvia y un trueno despertó a la muchacha e iluminó la recámara por unos cuantos segundos. Tiempo suficiente para que Laura viera en el espejo a una serie de personas sin cara, pero a pesar de lo cual tenían los ojos fijos en ella. Esas terribles miradas le produjeron un miedo cerval y se le puso la carne de gallina. A pesar de su miedo la chica se quedó de nuevo dormida, pues se encontraba muy cansada.El tocador de Laura

A la mañana siguiente acordándose de lo que había visto Laura decidió quitar el espejo de su tocador. Al llegar la noche, de acuerdo a su costumbre, la mujer decidió tomarse las fotos, pero esta vez en el espejo del cuarto de baño. Al terminar, decidió lavarse las manos en el lavabo; cuando iba a abrir el grifo del agua caliente, éste se abrió solo y salió un tremendo vapor que empañó el espejo. Laura se asustó mucho y deseó correr con todas sus fuerzas, pero sus músculos no le obedecieron y se quedó clavada frente al lavabo. De repente, al ver el espejo vio que sobre el vapor que le cubría aparecían estas extrañas palabras: ¡Laura, mujer vanidosa, regresa el espejo a tu cuarto, pues nosotros extrañamos verte cuando te tomas fotografías y cuando te encuentras dormida en tu cama!

Laura casi se vuelve loca del susto por el terrible letrero que le habían escrito entes del más allá.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Un amor inolvidable

En el año de 1873 vivía en la Villa de San Francisco de los Patos, Coahuila de Zaragoza, hoy llamada Villa de General Cepeda, un gallardo y joven militar que estaba bajo el mando del famoso general Victoriano Cepeda, y se encontraba comprometido con una hermosa muchacha der la villa. Como era tradición muy antigua, la novia se encontraba depositada en la casa de los padrinos de la boda hasta que ésta se efectuase.

Un día antes de la boda hubo una escaramuza entre las fuerzas del Congreso y el Gobierno del Estado en el rancho de San José del Refugio cercano a la población de Villa de los Patos. El joven militar acudió a la casa donde se encontraba su amada para informarla que tenía que ir a la batalla, pero que regresaría para casarse como tenían planeado. Le dijo que no tenía por qué preocuparse que acudiría puntual a la cita y cumpliría con su promesa, para ser felices toda la vida. La mujer lloró mucho por la partida de su novio, pero se resignó porque sabía que era militar y debía cumplir con sus obligaciones.La inconsolable novia

Pero quiso la mala fortuna que el joven muriese en combate, lo cual obviamente le impidió cumplir con la palabra dada. Mientras el novio moría desangrado por una bala que le perforó el corazón, la joven se alistaba para la boda y se ponía su hermoso traje blanco la mar de feliz.

Al enterarse por los padrinos de boda de la muerte de su prometido, la chica se volvió completamente loca, y en su locura salía por las calles de la población a caminar sin rumbo durante horas y horas. Se la veía salir de la iglesia de San Francisco de Asís, para regresar a la casa de los padrinos donde había sido depositada. Esto ocurría todos los días.

Así estuvo la infortunada mujer durante muchos años, hasta que la muerte, misericordiosamente, se la llevó. Pero el espíritu de la muchacha continuó paseando por las calles y habitando la casa de los padrinos de boda donde había sido depositada, en espera del regreso del difunto.

Espantados, los padrinos dejaron la casa, porque le tenían miedo al fantasma de la desdichada novia, cuyas apariciones eran en verdad muy incómodas y llenaban de miedo a todos los habitantes de la casona. Sin embargo, pasados muchos años, los que iban a ser los suegros de la novia decidieron adquirir la casa embrujada y alquilarla. No tenían miedo de la pobre loca. Vivieron en ella muchos años, conviviendo con el fantasma vestido de blanco que paseaba por toda la casa, desde la sala hasta el granero, clamando por la llegada del novio que no pudo acudir a la cita matrimonial.

Hasta la fecha en tal casa se puede ver a la joven desolada flotando por la casa, pues sus pies nunca tocan el suelo, luciendo su hermoso traja blanco de encajes, un ramo de flores en las manos y un albeo chal que le cubre la cabeza y la cara. Cuando recorre toda la casa, se pierde en la oscuridad del patio trasero. ¡Tan fuerte fue su amor por el galán!

Sonia Iglesias y Cabrera

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El alma en pena

En la ciudad de Coahuila se cuenta una leyenda desde hace mucho tiempo. En ella se relata que había una familia de campesinos que se dedicabaN a plantar maíz, calabaza y frijoles. Araban, plantaban y cosechaban sus productos. Mientras el padre de familia trabajaba junto con la madre y dos hijos ya mayores, el más pequeño, el benjamín, se quedaba en la casa jugando.

Un día en que todos estaban trabajando, se dieron cuenta de que Carlitos, el hijo menor, tenía largo rato que no salía de la casa, como solía hacerlo de vez en vez para mirar a sus familiares trabajar en la milpa. Cuando la madre entró a la casa para ver qué pasaba, encontró al pequeño como pasmado. Estaba quieto, no oía ni hablaba. Al verlo en ese estado lelo, la madre fue a traerle un vaso con agua, a ver si así reaccionaba. Cuando la madre le iba a dar de beber, Carlitos comenzó a llorar desesperadamente, y le dijo a la mujer que había visto dentro de la casa a un hombre vestido de fraile, y que cuando trataba de acercarse a la figura ésta desaparecía para volverse a aparecer.

Nadie de la familia creyó lo que contó el pequeño. Sin embargo, el hecho sucedió en muchas ocasiones; ya no solamente se le aparecía al niño, sino a todos cuando se encontraban reunidos en casa.

La carreta del fraile asesinado

Las apariciones del fraile se hicieron continuas e insoportables, pues todos estaban aterrados, y no sabían qué hacer. En una ocasión el fraile les dijo con una voz cavernosa que por favor le dedicasen una misa, pues su alma estaba en pena y no tenía descanso. Que unos bandoleros le habían matado cuando se dirigía a entregar a sus superiores las limosnas de todo un año y monedas de oro que un ricachón había obsequiado a la iglesia.

Los ladrones le habían robado las limosnas, pero no el oro que llevaba escondido en la carreta en que viajaba. Se había salvado de milagro. El fraile les dijo el lugar donde había quedado la carreta y dónde se encontraban las monedas. Que usaran unas cuantas para pagar las misas, y que se quedaran con el resto.

Así lo hizo la familia. Encargaron misas todo un año, para que el religioso descansara y las horrendas apariciones no volvieron a tener lugar. Con el dinero compraron una tienda y ganaron mucho dinero. Vivieron felices para siempre, gracias al alma en pena del buen fraile dominico.

Sonia Iglesias y Cabrera

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La mujer maldita

En la Ciudad de Torreón, en el estado de Coahuila, se cuenta una leyenda desde hace muchos años. En ella se relata la historia de un hombre que salió borracho de una cantina para dirigirse a su casa. En una calle, vio a una hermosísima mujer, toda voluptuosidad y vestida con una túnica blanca que se le ajustaba al cuerpo provocativamente.

El hombre la siguió y empezó a decirle requiebros obscenos a la mujer, quien a su vez le hacía señas como invitándole a seguirla. Tan obnubilado iba el borracho viendo el cuerpo sinuoso de la dama, que no se dio cuenta que entraban a un viejo cementerio.

La mujer maldita

Cuando la mujer detuvo sus pasos, todo se oscureció más, y el lugar se enfrió sobremanera. El hombre, en el colmo de la excitación sexual, puso su mano en el hombro de la mujer y le dio la media vuelta, esperanzado en ver la hermosa cara de la joven de cuerpo tan tentador. Pero cuál no sería su sorpresa que al verle el rostro se dio cuenta que era el de un horripilante caballo, de ojos rojos, y de cuyo hocico salían escalofriantes relinchos.
Al siguiente día, el cuidador del panteón encontró al hombre muerto, con una expresión de horror en la faz.

Se trataba del fantasma de una mujer que fue víctima de un ritual satánico, en el cual fue torturada, maldecida y sacrificada, y condenada a deambular por toda la eternidad, seduciendo y asustando a los hombres que andaban fuera de sus casas a deshoras, sobre todo a los borrachines libidinosos.

Sonia Iglesias y Cabrera

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El Gigante Severo

En la ciudad de Coahuila de Zaragoza, uno de los estados norteños de la República Mexicana, se cuenta una leyenda que la tradición ha perpetuado de boca en boca. En uno de sus callejones llamado el Callejón de la Delgadina, había una casa que tenía un local que fungía como carnicería. En la casa vivía el carnicero que era un tipo asqueroso que siempre estaba sucio completamente lleno de sangre y de la grasa de los animales que mataba y cortaba para la venta. Las personas del barrio le conocían como El Gigante Severo. Este hombre estaba casado con una mujer, que a su vez llevaba por mote La Trenzona. Se trataba de una mujer infiel que le ponía los cuernos al carnicero con gran desparpajo.
 El Gigante Severo

En una ocasión, encontró a un fulano con el que se ponía a platicar dentro y fuera de la casa. Como el Gigante Severo era confiado, no se ponía celoso de los tejemanejes de La Trenzona, la cual no solamente se conformaba con platicar con su amigo, sino que las cosas habían pasado a mayores y eran amantes. Pero como nunca falta un chismoso, alguien de barrio le fue con el chisme al carnicero de que su mujer le ponía los cuernos. En tío entró en dudas y espió a la dama: y efectivamente se dio cuenta del engaño de que era víctima.

Como castigo, colgó a la infiel en uno de los ganchos que utilizaba para colgar la carne, y la encerró en una de las habitaciones. Todos los días la torturaba y sólo le daba de comer mendrugos de pan y agua. Pasado algún tiempo, el cuerpo de la esposa fue encontrado tirado en un arroyo y completamente mutilado. La reconocieron por su larga cabellera que ella solía trenzar.

Cuando las autoridades acudieron a la carnicería para apresar al Gigante Severo, no lo encontraron. Había huido. Se cree que parte de la carne de la mujer sirvió como bisteces que hicieron las delicias de algunos de los clientes de la carnicería.

Sonia Iglesias y Cabrera

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El vigilante y el niño

En Saltillo, la capital del estado de Coahuila de Zaragoza situado en el norte de la República Mexicana, una leyenda muy popular relata un hecho inverosímil. El 4 de octubre de 1972, un  tren que venía de Real de Catorce chocó contra otro. La catástrofe fue terrible y en ella murieron muchísimos pasajeros. La vía donde ocurrió el percance se cerró, y nunca se volvió a utilizar quedando en el lugar los vagones del ferrocarril abandonados como chatarra.

El vigilante y el niño

Pasado el tiempo, una noche invernal, un vigilante nocturno, un sereno, al hacer su ronda, acertó a pasar por el lugar del choque. De pronto, escuchó el llanto de un niño que procedía de unos de los vagones. Se acercó a ver qué sucedía y se encontró con un niño de siete años que lloraba desconsoladamente. El sereno le preguntó la causa de su llanto y si vivía por ahí. El niño, sollozando, le contestó que no vivía por ahí, que venía en un tren con su mamá y que ahora no la encontraba. Apiadado, el sereno quiso ayudarlo y se comunicó con la central de trenes. Preguntó la hora en que había pasado el último tren, porque tenía a un niñito que había perdido a su mamá, tal vez porque se había bajado de alguno de los vagones. Pero le respondieron que hacía años que no pasaba ningún tren por ahí, y que la vía había sido clausurada a causa de un antiguo accidente.

El vigilante volteó a ver al niño que ya no lloraba, sino que reía escalofriantemente. Cuando vio su cara se dio cuenta de que se deformaba horriblemente. El hombre sintió un miedo terrible y se desmayó. Cuando recuperó el sentido se encontraba en una clínica en donde pasó varios días para ser atendido de los nervios. Cuando regresó a sus labores, jamás volvió a pasar por la vía donde había tenido lugar el funesto choque y donde se aparecía el horripilante niño llorón.

Sonia Iglesias y Cabrera

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La novia de blanco

En el año de 1863 vivía en la Villa de Patos, actualmente conocida como General Cepeda, en el estado de Coahuila, un apuesto militar muy enamorado de una joven que resaltaba por su increíble belleza. El gallardo militar se encontraba a las órdenes del general Victoriano Cepeda, un destacado político y profesor que peleaba en contra de la Intervención Francesa.

Desde que los enamorados se habían comprometido en matrimonio, la muchacha estaba depositada en la casa de sus futuros padrinos de boda, como era la costumbre por aquellas lejanas épocas, en cuya casa debía permanecer hasta que el matrimonio se realizase.

La novia de blanco

En un rancho llamado San José del Refugio, tuvo lugar una batalla entre el Congreso y el Gobierno del estado. El joven prometido acudió a la casa donde se encontraba su novia para avisarle que debía participar en la contienda, pero que regresaría a buen tiempo para la boda, y le pidió que estuviese preparada para su regreso.

Llegado el día de la boda, la joven se atavió con un albo y hermoso vestido, adornó su pecho con una collar de perlas, y sus pequeñas orejas con aretes de oro. Pero el militar nunca llegó a la ceremonia, pues una mortífera bala dio término a su vida y a sus ilusiones. Cuando le avisaron a la triste novia la muerte de su compañero, se volvió completamente loca.

Desde entonces recorría las calles de Villa de Patos vestida con su hermoso vestido blanco. Caminaba desde la Iglesia de San francisco de Asís, tomaba las actuales Calle de General Cepeda, seguía por la Calle de Zaragoza, por la de Guerrero, por la de Juárez, hasta llegar a la casa de sus padrinos, donde había sido depositada. Un cierto día, la joven novia murió. Pero su espíritu siguió vagando en su eterno recorrido, esperando siempre la llegada de su prometido. Los padrinos de la boda inconclusa abandonaron la casa, ya que no podían resistir la presencia del fantasma de la novia.

La casa quedó solitaria, nadie quería vivir en ella porque la novia se aparecía con su vestido blanco, flotando sin tocar el suelo, con un ramo de rosas blancas en la mano y un manto de encaje que le cubría la cabeza y la cara. La casa existe todavía, pero nadie la quiere habitar.

Sonia Iglesias y Cabrera