Categorías
Guanajuato Leyendas Cortas

Los Carcamanes y la Mancornadora

En el siglo XIX llegaron a la Ciudad de Guanajuato dos hermanos procedentes de Europa. cuyo apellido era Karkaman. Ambos se dedicaban al comercio con gran éxito. Decidieron habitar el entresuelo de una casona de tres pisos que aún se encuentra en la Plazuela de San José, cercana a la iglesia del mismo nombre.

Todo iba bien, los hermanos se encontraban en buena situación económica por sus negocios que les producían buenas ganancias y habían sabido ganarse el aprecio de sus vecinos. Una cierta mañana del mes de junio de 1803, el barrio sufrió una fuerte conmoción. Todos los habitantes estaban azorados, pues se habían enterado de que los dos hermanos estaban muertos, los famosos hermanos Carcamanes, como eran conocidos por el pueblo.

Los cadáveres de Arturo y Nicolás, como se les llamaba, habían sido encontrados por la sirvienta que llegó por la mañana temprano para dar comienzo a sus faenas. La puerta de entrada se encontraba abierta, lo cual extraño a la sirvienta. Se dio aviso a las autoridades, las cuales pensaron que se trataba de un robo. Pero no era así, pues además, en el piso superior de la casa, se encontró el cuerpo sin vida de una bella dama.

Un rincón de la bella Ciudad de Guanajuato

Más adelante se supo la terrible verdad. En la misma casona, pero en otro piso, vivía una joven que llamaba la atención por su increíble belleza. Alta, rubia, delgada y de ojos color violeta no pasó inadvertida por los hermanos. Los Carcamanes acabaron enamorados de ella a poco de haberla conocido. Ninguno de los dos estaba enterado del amor que cada uno le profesaba a la joven. Sin embargo, en un momento dado Arturo se enteró de que Nicolás amaba a la bella criatura y sostenía con ella relaciones amorosas al mismo tiempo que la damisela se entregaba a él.

Lleno de cólera y de desbordantes celos, Arturo esperó, pacientemente, en la sala la llegada de su hermano Nicolás. Al verlo entrar, le reclamó sus relaciones ocultas con la muchacha. Nicolás airado, le dijo que eso no era de su incumbencia. La discusión se caldeó, y llegaron a los golpes. Arturo sacó una daga y se la clavó a su hermano quien falleció en el acto. Se encontraba muy mal herido, pues en la pelea había caído golpeándose en la cabeza con el filo de la esquina de una mesa. Pero a pesar de encontrase en mal estado, sacó fuerza de flaqueza y se dirigió a donde se encontraba la coqueta muchacha. Ella aún permanecía en su cama. Arturo entró en su recámara y le clavó un puñal al tiempo que le reclamaba su infidelidad. Hecho lo cual, regresó a su casa, y en la sala, junto a su hermano se dio muerte con el mismo puñal con el que matara a su amada.

Las autoridades decidieron que el cuerpo de Nicolás se enterrase en el cementerio del templo de San Francisco, y el de su hermano Arturo fuera sepultado en el Panteón de San Sebastián.

Desde entonces, los fantasmas de los hermanos Carcamanes caminan por las noches por la casona y por la Plazuela de San José, lamentando la mala suerte de haberse enamorado de una infame y mancornadora mujer.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

Deja una respuesta