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No sabían nadar

Una leyenda del estado de Tabasco narra la triste historia de dos mujeres: una madre y una hija pequeña. Cerca de la ciudad de Frontera se encuentra el puerto de Frontera, uno de los más importantes por su actual tráfico marino y su belleza, y porque ahí desemboca el Río Grijalva. Se localiza a setenta y ocho kilómetros de Villahermosa, la capital de Tabasco. En este puerto y ciudad, transcurre la leyenda que nos ocupa.

No sabían nadar

Hace ya muchos años, a principios del siglo XX, los habitantes de Frontera solían acudir de paseo al puerto los sábados, para descansar del trajín de toda la semana. Doña Rosa y su hija Ema, no eran la excepción, todas las mañanas de los sábados se dirigían al puerto y observaban maravilladas la belleza del mar, de la cual nunca se cansaban. Caminaban tranquilamente por los muelles, y como nunca faltaban a su paseo, los pescadores ya las conocían y las saludaban afectuosamente, saludo al que las dos mujeres respondían con alegría.

El tiempo fue pasando y Ema se convirtió en una adorable joven a quien todos admiraban por su belleza, donaire y gentileza. Un día que se encontraban caminando por los muelles, los pescadores las invitaron a subir a la lancha que efectuaba un recorrido por el mar con los paseadores que quisieran hacerlo. Doña Rosa y Ema aceptaron la invitación con mucho gusto, pues era un paseíto que ya habían realizado en otras ocasiones -aunque no en muchas porque como no sabían nadar y no dejaba de darles un poco de miedo-, y a ambas les gustaba mucho sentirse sobre el mar y recibir la brisa marina en la cara. Iban en el bote muy felices ya de regreso al muelle, después de haber pasado dos horas en el mar, cuando de pronto un barco golpeó a la lancha, todos cayeron al mar, pero desgraciadamente las madre y la hija murieron ahogadas porque no pudieron nadar para salvarse, y nadie pudo rescatarlas.

Los habitantes de frontera aseguran que todos los sábados por la tarde se ve a la madre, Rosa, y a la hija, Ema, caminar muy felices por el  muelle, pero al llegar al final ambas desaparecen como por arte de magia. Son los fantasmas de las infelices mujeres que murieron ahogadas por no saber nadar.

Sonia Iglesias y Cabrera

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