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Día de Muertos. III. Los altares de muertos y su simbología.s

La colocación de los altares con su ofrenda es el eje fundamental de la Fiesta de Muertos. Poner el altar a los difuntos constituye un sacrificio propiciatorio, pues por medio del ofrecimiento de alimentos y objetos se desea  tenerlos contentos y mantenerlos en paz para que, venido el caso, puedan y quieran proporcionarnos su ayuda y su protección. Por lo tanto, se trata también de un rito de apaciguamiento tendiente a hacer desaparecer el enojo de los antepasados y evitar que nos provoquen algún daño cuando, voluntaria o involuntariamente, no les pongamos su anual ofrenda.

En el campo de la simbología, el altar nos remite a lo sagrado, al sitio donde convergen todos los actos rituales, el lugar donde lo sagrado se condensa, donde el ser se vuelve sagrado. De esta concepción universal y de su especificidad cristiana, se derivan la mayoría de nuestros altares de muertos, como una derivación estructural de los utilizados en los ritos católicos: una mesa con una ara encajada en ella, sobre la cual se extienden los corporales para celebrar el sacrifico de la misa.

Como casi todas las manifestaciones tradicionales de la cultura popular que expresan la cosmovisión de los mexicanos, la costumbre de poner altares de muertos conlleva el sincretismo, la adopción y/o la adaptación de rasgos indígenas e hispanos, de aquéllos que pertenecen a la tradición precortesiana y de aquéllos que fueran impuestos por la colonización armada e ideológica.

Un análisis nos ha permitido establecer una tipología de los altares de muertos en atención a criterios tales como el espacio en donde se colocan, su estructura morfológica, la condición específica del alma del muerto y la extemporaneidad de los altares; esto es, grupos para los cuales no existe fiesta de muertos, pero que colocan sus altares en otras fechas no menos importantes. Dicho lo cual tendríamos las categorías espacio, forma, condición y tiempo como determinantes de su carácter simbólico.

Dia de los muertos. Altar con arcoPor el espacio en que se colocan tendríamos la casa, la iglesia y el cementerio. Por su forma, los altares de la casa pueden estar en la mesa y el suelo con arco o sin él, en niveles, suspendidos del techo, o en alacenas y repisas. En la iglesia pueden tener forma de ataúd o catafalco, o bien estar estructurados en niveles. En el cementerio, las tumbas sirven de altar y pueden adornarse con arco o carecer de él.

Casa, tumba e iglesia conforman tres espacios simbólicos cuya elección conlleva razones semióticas. Así pues, la casa representa el centro del mundo, la imagen del universo y la posición de los hombres frente a las potencias soberanas del otro mundo, a la vez que nos remite al ser interior, cuyas diferentes partes simbolizan los diversos estados del alma. Para cada hombre su casa es su microcosmos. Por su parte, la iglesia, el templo, es el recinto sagrado erigido a las divinidades y destinado al culto y al sacrificio; es por excelencia el reflejo del mundo divino, la habitación de los dioses sobre la Tierra. Dentro de la escatología indígena es el lugar al que acuden las almas a su regreso a la Tierra el Día de Muertos,  y del cual saldrán, renovadas y  purificadas, hacia el banquete mortuorio al que  tienen derecho el próximo año. En cuanto a la tumba, constituye la morada del difunto, tal como en vida lo fue su casa. Es un signo material del alma, el lugar de la metamorfosis donde el cuerpo se transforma en espíritu y del renacimiento que se prepara cuando llegue la hora de la resurrección. A la tumba también regresan las almas para comer la esencia de su festín novembrino y es de la tumba del cementerio desde donde muchas comunidades indígenas  dirigen y custodian las almas hacia la casa donde habitaron en vida.

Gran importancia reviste el simbolismo del arco en los altares de muerto; por ejemplo, para los nahuas de Zongolica, Veracruz, el arco simboliza la Puerta del Cielo; por él llegan las almas guiadas por el aroma de las vainas y la flor de cempasúchil. El arco se debe purificar con copal y agua bendita. La mayoría de los arcos llevan guindados frutas, flores y pan, pero los mayas de Yucatán utilizan otros motivos decorativos y simbólicos.

Cuando los altares se colocan en el suelo, debemos pensar en su valor analógico de tierra, símbolo indiscutible de la función materna, la que da forma y otorga la vida; simboliza la fecundidad y la re-generación; la tierra cría a todos los seres y los alimenta, y luego los recibe en su seno a la hora de la muerte.

Dia de los muertos en Mexico. Altar escalonadoHay también altares que adoptan la forma de pirámides escalonadas que participan del simbolismo del túmulo, el montecillo artificial con que algunos pueblos antiguos cubrían los cuerpos de los difuntos y que servía para evocar la colina que surgió de las aguas primordiales en el nacimiento de la Tierra. La forma ascendente del túmulo, que con el paso del tiempo devino catafalco, simboliza la comunicación con el Cielo, con las almas que lo moran y con Dios. Es, por ende, el lugar del encuentro entre dos mundos: el de acá y el del más allá que se ponen en contacto durante la celebración a los muertos.

Si atendemos a la condición específica del alma del difunto, encontramos altares dedicados a los muertos grandes que fallecieron de muerte natural, y que ocupan el lugar preferencial de los altares. Otros dedicados a los muertos en forma violenta: los “matados” y “fracasados” llamados así porque no murieron como Dios manda, no tienen altar propio sino que comparten una parte del altar dedicado a los muertos grandes. A veces, se les pone un altar que consta tan solo de flores y velas, en el lugar donde ocurrió su trágica muerte. El ánima sola es un alma triste porque no tiene quien le ponga altar, es por eso que en muchos barrios de Xochimilco, los “fiscales” y los “mandones” piden parte de la ofrenda de las casas, para obsequiarla a esta ánima que llega el 1º de noviembre a las dos de la mañana. Debido a que van tocando una campanita desde la iglesia y a lo largo de su recorrido, reciben el nombre de “campaneros”, y a su acción se le denomina campanatome. Acompañan el sonido metálico de las campanas con un sonido nasal que producen con la boca, a fin de simular que las ánimas están pidiendo su ofrenda. A su vez, los nahuas de Chicontepec, Veracruz, además del altar principal dedicado a los muertos grandes, colocan otro más pequeño, en la parte externa posterior de la casa, destinado al ánima sola.

Los niños muertos también tienen derecho a sus altares. A los angelitos, los nimbos o abrojos, y a  los limbos el pueblo les dedica altares con características especiales; a saber, su comida no debe condimentarse con chile porque les perjudicaría la salud; es imprescindible que  los candelabros, las flores,  los sahumerios y casi todos los objetos que se colocan en el altar, sean blancos, pues este color simboliza la pureza. A los niños muertos se les ponen dulces de alfeñique o azúcar vaciada, con los que se elaboran multitud de figuras. En otros lugares, los altares se adornan con juguetitos de barro pintados; así, cuando lleguen las ánimas chiquitas podrán jugar tal como lo hacían en vida. Todos los altares cuentan con panes en miniatura, pues es sabido que a los niños les gusta mucho, al igual que las frutas y el dulce de calabaza. Es característico que los elementos de la ofrenda se elaboren a escala reducida, de acuerdo al tamaño del muertito. Si se ponen objetos grandes o que pertenezcan a los altares de adultos, los niñitos se enojarán, se pondrán tristes y no comerán de lo ofrecido.

Sonia Iglesias y Cabrera

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