Antes de que Aguascalientes se convirtiera en la Villa de Nuestra Señora de la Asunción de las Aguas Calientes, por Cédula Real de 1575, una pareja de indios chichimecas vivía en un jacal, en lo que hoy en día es el Jardín de Zaragoza. La pareja había procreado una niñita que a la sazón contaba con nueve años de edad; la niña era bonita y muy alegre. La pareja veneraba al dios de los mercados a quien consideraba su protector; en cambio la niña sentía una fuerte inclinación por Chulinche, el dios ciego, quien, a su vez, quería a la jovencita. Cuando sus padres murieron y quedó sola, Chulinche envió un mensajero para que velara por la joven, y le advirtió que siempre la cuidaría y que le dijese que es lo que quería porque se lo concedería hasta que muriese. Pero la joven enfermó de la cabeza, desvariaba y hablaba mucho. El dios Chulinche viendo lo enferma que estaba la niña, les pidió a los otros dioses que le ayudaran a sanarla. Los dioses atendieron a la petición de Chulinche, pero con la condición de que la muchachita tendría la tarea de poblar todo el territorio por donde vivía. Al oír la condición la joven se dirigió al adoratorio doméstico que tenía en el jacal, para aprestarse para cumplir su tarea, y recoger sus libros donde anotaba los sucesos importantes; sin embargo, el dios la atajó y le comunicó que aún no había llegado el tiempo de hacerlo, que él le avisaría cuando fuera llegado. La india insistió alegando que mientras más pronto cumpliera lo ordenado, mejor sería, pero el dios le reiteró que debía aguardar. La muchacha obedeció, volvió a su casa y se dedicó a escribir en sus libros el proyecto que tenía pensado para poblar tan vasto territorio. Una vez terminado su proyecto se lo mostró al dios Chulinche quien lo aprobó. En seguida se puso manos a la obra y elaboró muchos muñecos de barro, para darles el aliento de la vida y poblar toda la región de la actual Zaragoza. Cuando los hombres surgieron veneraron a la india que era muy buena con ellos, la consideraban una diosa más, y la consentían con ofrendas de miel y leche. Pasado el tiempo, la india-diosa murió; los hombres le organizaron rosarios, se clavaron espinas de maguey en las rodillas como sacrificio en su honor, y ayunaron comiendo solamente un poco de queso y miel. Asimismo, a la primera calle que se formó en el poblado, le dieron el nombre de la india, que hoy es una calle que se puede ver al final de la Calle Juárez. Sonia Iglesias y Cabrera
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