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Leyendas Cortas

Ilancuéitl, la primera reina de México. Leyenda prehispánica.

Reina de MexicoFalda de Anciana o Ilancuéitl, fue una hermosa mujer que gobernó a los mexicas. Nació en el año de 1299 y murió a los 48 años de edad. Su padre fue Acolmiztli, Señor de Acolhuacan, e hijo de Tlacatéotl y de Chalchiutoxochtzin. Muy jovencita contrajo matrimonio con Acamapichtli, El que Empuña la Vara de Caña, el primer gobernante tenochca. Su matrimonio fue impuesto por Cóxcox, el gran tlatoani de Acolhuahcan por razones políticas. Juntos subieron al trono en 1376. Acamapixtli había nacido en 1347 (ca.) en la ciudad de Tenochtitlan, como fruto de la unión entre Opochtli Iztahuatzin y Atotoztli, princesa de Culhuacan e hija de Nauhyotl. De Acamapixtli descienden todos los otros tlatoanis que gobernaron la Gran Tenochtitlan hasta la llegada de los conquistadores hispanos. Poco después de ser el huey tlatoani de Tenochtitlan, Acamapixtli emprendió numerosas batallas contra los pueblos aledaños con el fin de someterlos; por ejemplo, según queda asentado en el Códice Mendocino, guerreó contra Xochimilco, Mixquic, Cuahunáhuac y Cuitláhuac.

Aparte de casarse con Ilancuéitl, tuvo veinte mujeres más, escogidas entre las hijas de los nobles mexicas. Para desgraciada de la reina no pudo tener hijos con su esposo Acamapixtli debido a su  esterilidad. Esta incapacidad le ocasionó una terrible depresión, y Ilancuéitl lloraba y se lamentaba todo el tiempo caminando por los pasillos de palacio. Por otra parte, los celos que sentía hacia las concubinas de su esposo eran terribles, pues el tlatoani había engendrado varios hijos con algunas de ellas. En su desesperación por ser madre pidió a su esposo que

…y fue que ya que el Señor de lo creado le había privado del fruto de bendición, que para que aquel pueblo perdiese aquella mala opinión que de infecunda de ella tenía, le concediera que aquellos hijos que de las otras mujeres naciesen, que en naciendo ella los metería en su seno y se acostaría fingiéndose parida, para que los que entrasen a visitarla le diesen el parabién del parto y nuevo hijo. El rey, inclinado a su ruego, mandó que así se hiciese, y así en pariendo que paría alguna de aquellas mujeres, acostábase ella en la cama y tomaba al niño en sus brazos… recibiendo las gracias y dones de quienes la visitaban.

La pobre reina estéril Ilancuéitl murió en el año de 1383 sin haber dado a luz nunca.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Mitos Cortos

El universo según los nahuas. Mito nahua.

Para los nahuas de Chicontepec, Veracruz, piensan el universo, conocido por el nombre de Semanahuactli, el Contenedor, está formado por  tres planos: el Cielo, Ilhuicactli; la Tierra, Tlaltepectli; y el Inframundo, Mictlah o Tlazcuitla. Estos planos se encuentran   orientados hacia los cuatro puntos cardinales. El Cielo y la Tierra están rodeados por los tlalcueitin, “faldas de la tierra”, que evitan que las aguas del mar se desborden. La Tierra, que es plana y cuadrada, se encuentra sostenida por los tlaketzalmeh, parados en el carapacho de cuatro tortugas.

En la Tierra viven Tlaltenana, la MadreTierra y Tlaltetata, el Padre Tierra. La Tlaltepactli equilibra al Cielo, al Inframundo, al hombre, y a las divinidades. Por lo tanto, el hombre, que vive en ella,  tiene a su cargo dicho equilibrio, el cual puede romperse cuando su conducta es mala; o bien, cuando maltrata a  la superficie de su hogar: la Tlalixoantzi, la Cara de la Tierra. En la Tierra habitan seres malvados junto a algunos dioses. Por ejemplo, están los chanehketl que adoran vivir en el agua y en los cerros, y gustan de hacer maldades. Junto a ellos conviven  los bondadosos guardianes o tlamocuitlahuianeh: en el cerro vive Tepetlácatl; en las milpas, Tecohmilli. El cuerpo de la Tierra está representado por cuarzos que simbolizan su masa encefálica; la sustancia de la tierra es la carne; el corazón, el fuego; la cabeza, los cerros; las rocas representan los huesos; y el agua la sangre.

El Cielo se encuentra  arriba de la Tierra sostenido por columnas; tiene la forma de una gran bóveda. Debajo del Inframundo está el Tzopilotlacualco, “comida de zopilotes”, el Lugar de la Podredumbre. El Cielo y el Inframundo se subdividen en diversas capas, cuyo nombre se refiere a los fenómenos de la naturaleza y a los dioses. Al Cielo le corresponden siete capas: Ehecapa, Lugar de los Vientos, que comprende al ihiyotl, el aire, y a los tlasolhecameh, vientos malos; Ahuechtla, que contiene a ahuechtli, el rocío; Mixtla, donde están mixtli, la nube, y tecihuitl, el granizo; Citlalpa es la capa de las estrellas, citlalimeh,   llamada Citlalcueitl, Falda de Estrellas; Tequihuahtla, Lugar de Autoridades, sitio de  los dioses superiores, los tlamocuitlahuianeh; Teopanco, es el lugar donde se ubican los santos católicos, totiotzitzih, y los dioses nahuas, a saber: Tlacatécotl, Meetztli, Tonatih, Macuilxóchitl, Chicomexóchitl y Ompacatotiotzih. La séptima capa, conformada por una barrera denominada Nepancailhuicac, Límite del Cielo, es dura y oscura, llena de los desperdicios de los dioses. En la parte de arriba de la barrera viven los hitzitzilmeh, los colibríes encargados de alegrar al Sol cuando es mediodía.

El Inframundo comprende cinco capas: Tlaquetzaltla, Lugar de Horcones, donde se encuentran los cargadores tlalmamameh; Cipacttla, donde está el Monstruo de la Tierra y donde se apoyan los cargadores; Tlalhuitzoctla, morada de unos horribles gusanos, los tlalhuitzocmeh: Tzitzimitlai, habitada por fantasmas y otros seres horrorosos; Mihcapantli es la última capa, ahí residen Mikistli, Señor de los Muertos, y Tlacatecólotl Tlahuelicoc el Hombre Búho Enfurecido.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Tradiciones

La Tamalada del Día de la Candelaria.

Como todas las fiestas tradicionales mexicanas, el Día de la Candelaria cuenta con una comida y una bebida ritual específicas que lo caracterizan. El hecho de que este día se merienden tamales no es un simple capricho gastronómico, sino que está estrechamente relacionado con la intrusión sincrética del tamal, alimento de origen prehispánico, utilizado como parte importante en las ofrendas de los dioses del panteón azteca en las festividades que se les realizaban a lo largo de los dieciocho meses que integraban el calendario mexica.

Fray Bernardino de Sahagún cita en su obra Historia General de las cosas de Nueva España, diez celebraciones en las que se elaboraban, ritualmente, tamales de maíz. Veamos cuáles eran:
Durante el segundo mes llamado Tlacachipehualiztli, “desollamiento de hombres”, realizaban la fiesta Ayacachpixolo en la que …hacían unos tamales que se llamaban tzatzapaltamalli, hechos de bledos o cenizos, principalmente hacían estos tamales los del barrio llamado Coatlán y los ofrecían en el mismo cu, delante de la diosa que ellos llamaban Coatlicue, por otro nombre Coatlantonan, a la cual estos maestros de hacer flores tenían gran devoción.

Asimismo, en el quinto mes Tóxcatl, “seco o resbaloso”, dedicado a la fiesta de Tezcatlipoca y de los difuntos, se utilizaban tamales rituales: Después de haber asentado el tabladillo sobre el que estaba la imagen en lo alto del cu y puesto el papelón enrollado junto al tabladillo- descendían todos los que habían subido y solamente quedaban allá los que habían de guardar, que eran los sátrapas de los ídolos; cuando lo acaban de subir ya que era a puestas del sol, y luego entonces hacían ofrendas a la imagen de tamales y otras comidas.

Tamales

En el mes octavo, Huey Tecuílhuitl, “gran fiesta de gobernantes” festejaban los mexicas a la diosa Xilonen, ”la del maíz tierno” ,y, por supuesto había muchos tamales: Cuando servían luego tomaban tamales a almantadas y comenzaban desde los principios de las rencles a dar tamales y, daban a cada uno todos los tamales que podían tomar con una mano; daban tamales de muchas maneras: unos llamaban tenextamalli, otros, xocotamalli, otros, miauatamalli, otros ya cacoltamalli, otros necutamalli, otros yacacollaoyo, otros exococolotlaoyo.

En el noveno mes conocido con el nombre de Tlaxochimaco, “nacimiento de las flores”, se celebraba la fiesta en honor del dios de la guerra Huitzilopochtli, y …La noche antes de esta fiesta ocupábanse todos en matar gallinas y perros para comer, en hacer tamales y otras cosas concernientes a la comida.

Para la fiesta de los difuntos del décimo mes Xócotl Huetzi, caída de los frutos”, se preparaban tamales grandes de bledos (amaranto): Ponían también tres tamales grandes hechos de semillas de bledos sobre la cabeza de la imagen, hincados en tres palos…

En cuanto a la “fiesta de los montes y montañas” del mes Tepéhuitl, decimotercero del año, el fraile constata: Después que con muchas ceremonias habían puesto en sus altares a las imágenes dichas (los montes), ofrecíanles también tamales y otras comidas, y también les decían cantares de sus loores y bebían vino por su honra.

Se preparaban tamales de dulce para celebrar la fiesta del dios Mixcóatl, llevada a cabo el decimocuarto mes llamado Quecholli, “pájaro, perdiz”:  Al quinto día hacían unas saeticas pequeñas a honras de los difuntos, eran largas cono un geme o palmo, y poníanles resina en las puntas, y en el cabo el casquillo era de un palo, de por ahí ataban cuatro saeticas y cuatro teas con hilo de algodón flojo, y poníanlas sobre las sepultura de los difuntos; también ponían juntamente un par de tamales dulces; todo el día estaba esto en las sepulturas y a la puesta del sol encendían las teas y las saetas.

Durante el decimoquinto mes, Panquetzaliztli, “fiesta de las banderas”, los mexicas veneraban a Huitzilopochtli, dios de la guerra, con tamales de bledos: Hecho esto comenzaban a comer masa de bledos que tenían aparejados; ninguno dejaba de comerla, y estos tamales rollizos no los partían con las manos, sino con un hilo de ixtli; en acabando de comer estos tamales cogían petates y enrollabánlos, y poníanlos todos juntos en un lugar. Esto se hacía en todas las casas del pueblo.

Las ceremonias a los tlaloques, dioses del agua, se efectuaban en las calendas del décimosexto mes denominado Atemoztli, “caída de las aguas”, en las que hacían las imágenes de los montes y montañas que circulaban la ciudad y de donde descendían las aguas:  Después de haber compuesto estas imágenes poníanlas en orden en el adoratorio de la casa, y luego ponían comida en cada una por sí, y delante de ellas sentábanse, y los tamales que las ponían eran muy chiquitos, conforme las imágenes que eran muy pequeñitas, poníanlos en unos platillos pequeñuelos y unos cajetillos con un poquito de mazamorra, y también unos tecomates pequeñitos en que cabían un poquito de cacaotal, en una noche les presentaban comida de esta manera, cuatro veces, también poníanles dos tecomates de calabaza verde que es llamada tzilacayotli, henchíanlos de pulcre, y toda la noche estaban cantado delante de ellos.

Finalmente, en el decimoctavo mes, Izcalli, “resurrección”, en las calendas hacían la fiesta llamada Huauquiltamaloualtli, dedicada al dios del fuego, Xiutecuhtli o Ixcozáuhqui: A los diez días de este mes, hacían tamales de hojas de bledos, muy molidas. Decían a esta fiesta motlaxquian tota, que quiere decir: nuestro padre el fuego tuesta para comer.
Las mujeres, toda la gente se ocupaba en hacer unos tamales que llaman huauhquiltamalli, y también en amaneciendo los iban a ofrecer delante de la estatua, y así estaba gran cantidad de ellos delante de la estatua; y como los muchachos ofrecían la caza que traían, entraban así como iban ordenados y daban una vuelta en derredor  del fuego y cuando pasaban cabe el fuego, estaban otros viejos que daban a cada uno de los muchachos un tamal, y así se tornaban a salir los muchachos por su orden.
A estos tamales los llamaban chalchiuhtamalli. Toda la gente y en todas las casas se hacían estos tamales, y convidábanse unos a otros con ellos; a porfía a trabajaban cual por cual haría primero los tamales; y a la que primero los hacía iba luego a convidar con ellos a sus vecinos, para mostrar su mayor diligencia y su mayor urbanidad.
La vianda que se comía con estos tamales eran unos camarones que ellos llamaban acociltin, hechos con un caldo que ellos llaman chalmulmulli, y todos comían en sus casas esta comida, muy caliente y tras el fuego, y las camisillas de maíz con que estaban envueltos los tamales, cuando se las quitaban para comerlos no las echaban al fuego sino juntábanlas para echarlas en el agua.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Mexicanas Época Colonial

Ixtolinque, el cacique traidor.

Don Juan de Guzmán Ixtolinque gobernó en Coyoacán en los inicios de la etapa colonial de México. Coyoacán formaba parte de los principales tlahtocáyotin, señoríos al mando de un tlatoani, cuando acaeció la conquista española. Don Juan estaba unido por lazos de parentesco con los linajes de la ciudad de Mexico-Tenochtitlan, en ese momento gobernada por el indeciso Moctezuma Xocoyotzin.

El padre de Ixtolinque fue Cuauhpopoca (¿-Tenochtitlan 1519), Águila Humeante, Señor de Coyoacán hasta su bárbara ejecución a manos de Hernán Cortés y sus compinches en 1519, por habérsele acusado de la muerte a soldados españoles durante la batalla de Nautla. Cuauhpopoca se presentó ante Cortés acompañado de su hijo y de quince principales participantes del consejo mexica, y el Capitán procedió a apresarlo. Se le quemó en la hoguera frente al Palacio de Moctezuma, sito en la Plaza del Templo mayor en Tenochtitlan, junto a los otros presos. Antes de quemarlo Hernán Cortés le puso grilletes y le dijo: -Quien mata, merece que muera, según ley de Dios. Esto sucedía poco tiempo antes de la batalla de la Noche Triste.

La madre de don Juan  se llamó Huitzilatzin y muy poco se sabe de ella, aunque se conoce que pertenecía al linaje de Huitzilopochco (hoy Churubusco). Cuando murió su hermano, Hernando Cetochtzin, quien había gobernado Coyoacán por muy poco tiempo y fue muerto durante una expedición de Hernán Cortés a Guatemala en 1525, Ixtolinque tomó el mando del Señorío de Coyoacán de 1525 a 1569. Cetochtzin también fue víctima de la crueldad hispana, pues después de participar en la heroica defensa de Mexico-Tenochtitlan, lo apresaron los españoles junto con Cuauhtémoc, y le ahorcaron el 28 de febrero de 1525.

Ixtolinque

Como Ixtolinque se hizo muy amigo y aliado de Hernán Cortés, a quien le fue fiel a pesar de los crímenes que cometió contra su padre y hermano, y a insistencia suya, en Coyoacán se estableció el segundo ayuntamiento que conoció la Nueva España, y la primera sede del gobierno colonial. En Coyoacán se estableció Cortés mientras se edificaba la Ciudad de México, y formó el marquesado del Valle. Tanta era la lealtad que le tenía don Juan que en una ocasión salvó al capitán del ataque de los indios sublevados en Cuernavaca. Arteramente, dio muerte con una flecha al jefe de los indios. Asimismo, ayudó a los españoles en las batallas libradas en la conquista de Oaxaca, y en el Valle de México derrotó a los indios que se habían escondido en las montañas.

A fin de quedar bien con Cortés y, por ende, con el rey de España Carlos V, se convirtió al catolicismo, recibió el bautizo y le fue otorgado el nombre de Juan de Guzmán Ixtolinque. Ante tanta servidumbre disfrazada de lealtad, la Corona Española le devolvió las tierras que habían sido de su familia y recibió el nombramiento de Gobernador de Coyoacán. Además, por Cédula Real del 18 del 6 de enero de 1578, se le otorgaron el escudo de armas y el título de nobleza por haber matado de un flechazo al principal de Cuernavaca, enemigo acérrimo del Capitán, La descripción del escudo consta en un documento de la época y empieza: …en el cuarto superior dos tigres empinados en campo de oro, y en el quarto inferior un León de oro… barreado de negro que es la divisa que el dicho príncipe que vos matasteis llevada vestida con un plumaje verde y oro en la cabeza y dos saetas de oro en las manos. En campo colorado, y en el quarto de abajo un peñón, y enzima de él una águila rampante puesta al vuelo en campo colorado y en el otro quarto tres flores de lis blancas…

Las tierras de Juan Guzmán Ixtolinque abarcaban un gran territorio, pues comprendían desde Tizapán hasta Churubusco; en el este llegaban hasta las orillas de Xochimilco; y por el norte colindaban con Tacubaya. Además, poseía una enorme finca en Chimalistac, “el lugar del escudo blanco”, lugar dependiente del Señorío de Coyoacán.
Este cuestionable personaje contribuyó a la construcción de un convento de padres dominicos en Coyoacán, mismo que se edificó sobre las ruinas de un Calmecac, la tradicional escuela para nobles indígenas. El convento se inauguró en 1529, y el templo adjunto recibió el nombre de San Juan Bautista, el cual aún existe en el centro de Coyoacán. Debido a que la ideologización católica les era imprescindible a los dominicos para ejercer mayor control entre los indios, pidieron permiso a Ixtolinque para edificar más iglesias y otro convento en la zona de Coyoacán, ya que la de San Juan Bautista pronto fue insuficiente. El gobernador accedió a las demandas, pues siempre quería quedar bien con las autoridades religiosas y seglares. Así, surgieron una ermita fabricada en adobe dedicada a la Virgen del Rosario, que en 1554 se agrandó con un convento; y en 1596, se edificó la iglesia Santo Domingo.

Ixtolinque se casó con una sobrina de Carlos Ometochtzin, Señor de Texcoco, miembro de la nobleza acolhuacana, ejecutado en la hoguera en 1539, por no querer acoger la religión católica y seguir practicando la religión mexica. Don Juan de Guzmán Ixtolinque murió en 1569. Su gobierno había durado cuarenta y cuatro años.
Don Juan vivió mucho tiempo, tuvo una larga vida. Le sucedió en el cacicazgo de Coyoacán su hijo Felipe de Guzmán Ixtolinque, quien murió, en 1573, a los cuatro años de ejercer la gubernatura. Antes de pasar a mejor vida, cumplió con los deseos de su padre de entregar a la orden carmelita parte del terreno de una huerta situada junto a Chimalistac, donde se encontraba, en su límite con San Jacinto, una ermita dedicada a San Felipe.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas

Chalchiutecólotl y Tlacatecólotl. Leyenda nahua.

Chalchiutecólotl, Precioso Búho Nocturno, dios del Inframundo, de la pestilencia y del misterio fue venerado y temido por los mexicas. El tecolote, “pico encorvado”, símbolo de la muerte y de la noche, era el décimo de los trece glifos del Tonalpohualli, Libro de la Adivinación. Chalchiutecólotl fue el eterno acompañante del dios Tezcatlipoca, a la vez que  el mensajero del dios de la muerte y patrón de aquellas personas que nacían el día Miquiztli, “muerte”. Se le temía porque presagiaba enfermedades y catástrofes, y se le ligaba con los Tlacatecólotl, “los hombres búhos”, ladrones y violadores quienes tenían la capacidad de convertirse en tecolotes cuando estaban a punto de ser atrapados y así poder huir. Desde entonces, el tecolote anuncia la muerte: “Cuando el tecolote canta el indio muere”, dice el refrán.

Los nahuas de la región de los Tuxtlas, Veracruz, ven al tecolote como un ave de mal agüero que envían los brujos con el propósito de quitar el alma a los hombres y causarles la muerte. Los brujos arrojan tecolotes disecados rellenos de hojas de maíz al techo de la casa donde vive la persona que desean matar.

Leyenda mexicana

Los nahuas de Chicontepec cuentan que en el inicio de los tiempos, Ompacatotiotzin, el dios dual, durante la repartición de las tareas que correspondían a cada uno de los dioses en el momento de la Creación, indicó a Tlacatecólotl, el Hombre Búho, que él sería el encargado de vigilar la conducta de los seres humanos y de dar el castigo que se merecían aquéllos que pecaran de desobediencia. Fue su esposa Miztli, la Luna, la designada para ayudarle a llevar a cabo dicha tarea. El Hombre Búho es también quien propiciaba el equilibrio cosmogónico, pues auxiliaba al dios Sol en su tarea de alumbrar a la Tierra; sus dos amos son el Sol y la Luna.

El dios Tlacatecólotl otorgaba riquezas a los hombres, pero que también podía quitárselas a su arbitrio; gustaba de provocar discordias, pero resolvía muchos problemas de difícil solución; curaba las enfermedades, pero también era capaz de provocar la muerte; era el actante  mediador entre el bien y el mal. Debido a estas cualidades contradictorias y al poder que tenía para ejercerlas, fue un dios muy respetado y muy temido. Tlacatecólotl tenía un espejo luminoso y mágico en un cerro llamado Xicoatepec. Gustaba de usar indumentaria de color café y de llevar  un sahumerio con copal en las manos del cual nunca se desprendía.

Sonia Iglesias y Cabrera


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Mitos Cortos

Ompacatotiotzin, el dios dual.

Ompacatotiotzin, el Dios Doble, el dios creador de los dioses y de los hombres, forjó al mundo en cinco etapas. En la primera, dio vida a una pareja humana con barro, la cual se alimentaba de tierra y piedras. Pero la era terminó destruida por furiosas fieras llamadas tecuanimeh. En la segunda etapa, los hombres fueron de papel y se alimentaban con las cortezas de los árboles. Todos murieron cuando se produjeron tremendos huracanes. En la tercera etapa los dioses hicieron a los humanos de madera de cedro; se alimentaban del árbol llamado ohxihtli, (Brosimum licastrum),  y murieron por medio del fuego. En la cuarta etapa, los hombres fueron hechos con masa de tubérculos cocidos, misma que les servía de alimento. Se terminó a consecuencia de fuertes inundaciones como castigo por ser caníbales y comerse unos a otros. La quinta etapa, la actual, está poblada por hombres creados por Ompacatotiotzin y otros dioses que le ayudaron. Para dar vida a la primera pareja de esta era, utilizaron una mezcla hecha con los huesos de los antepasados, masa de maíz, amaranto y frijoles. A fin de insuflarles vida acudieron el Sol, el Viento, el Fuego y el Agua; fuerzas divinas de la naturaleza que, curiosamente, habían destruido a los hombres precedentes. Antes de crear a los hombres, el dios ordenó el universo, al cual denominó Semanahuactli. Hizo la Tierra cuadrada y plana, sostenida en sus cuatro esquinas por los tlamameh, cargadores, quienes están parados en el suelo de la cuarta era que ahora es el Inframundo. Los tlamameh levantaron un plano para que fuera el Cielo.

Dios Dual Mito Mexicano

Un día, el dios creador Ompacatotiotzin convocó a los dioses en un cerro llamado Postectitla el cual era tan alto que llegaba al Cielo. Cuando estuvieron reunidos, procedió a designar a cada uno sus funciones y tareas. Al dios Sol, Tonatiuh, le dijo que debía dar luz al día ayudado por Tlacatecólotl, el Hombre Búho, docto en hechicería. Asimismo, Tonatiuh debería estar al pendiente de la conducta de los hombres y, en caso de que se comportaran en mala forma, debía castigarlos severamente. Para realizar dicha tarea le ayudaría Metztli, la Luna, que también era su esposa. Las diosas Chicomexóchitl, Siete Flor, y Macuilxóchitl, Cinco Flor, se encargarían de la fertilidad de las mujeres y de la abundancia de la vegetación.  Al dios Miquiztli lo nombró la deidad de la muerte. Atl, Agua, y  Apanchanch, Sirena, recibieron el título de dioses de la lluvia. Como dios del viento designó a Ehécatl. A Tlitl Xahuantzi le correspondió ser el dios del fuego; mientras que Íchcatl lo fue de la indumentaria y el tejido.

El cerro de Postectitla era tan alto que cuando los hombres subían podían acceder al lugar donde los dioses guardaban sus provisiones y robarlas. Los robos disgustaban a las deidades por lo cual decidieron partir al cerro. Así, quedó dividido en siete porciones donde habitaron los dioses:, Tzoahcalli, Xochicoatepec, Tepenáhuac, Tepeicxaitla, Postectitla, Xihuicómitl y Ayacachtli. En la primera vivió Tonatiuh; en la segunda, Tlacatecólotl; y en Postectitla vivieron Macuilxóchitl y Chicomexóchitl. Fueron moradas temporales, ya que poco después, todos ellos, se fueron a vivir al Cielo.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Tradiciones

Hilando la vida: el telar de cintura.

El tejido indígena                
Entre los siglos XV y XII a.C. cuando dio inicio la etapa cultural denominada  Mesoamérica, en México se desarrollaron culturas indígenas poseedoras de un grado de civilización sumamente relevante. Entre sus variadas expresiones culturales destacaba, por su belleza y calidad, el arte de tejer. Esta actividad correspondía exclusivamente a las mujeres, quienes estaban encargadas de producir las telas con las cuales confeccionar las vestimentas que usaban los hombres de la comunidad durante el ejercicio de sus múltiples ocupaciones y, por supuesto, las que ellas mismas lucían en su vida diaria, en festividades religiosas y en ocasiones memorables, como el día en que contraían matrimonio.

Las mujeres tejedoras mexicas tenían una diosa particular llamada Tlazoltéotl, quien las  había enseñado a tejer por medio de un instrumento que llamamos actualmente telar de cintura. Como materia prima utilizaban las fibras vegetales del agave y el algodón de colores, utilizado por las clases jerárquicamente superiores; es decir, por sacerdotes, nobles, guerreros y comerciantes. En cambio, los campesinos y artesanos menores debían conformarse con vestimentas en su mayor parte elaboradas con fibras.

Hoy en día, algunos de los grupos indígenas descendientes de aquéllas culturas mesoamericanas, continúan utilizando el telar de cintura para la producción de sus lienzos; y aún sigue siendo una tarea exclusiva del sexo femenino. En cambio, los hombres casi siempre son los encargados de tejer en el llamado telar de pedales -de origen hispano¬- los maravillosos gabanes, sarapes, y rebozos con que se cubre el pueblo mexicano.

La vestimenta indígena constituye uno de los rasgos culturales más importantes de los grupos étnicos, por medio de ella se distinguen unos grupos de otros, pues constituye un rasgo distintivo de identidad, en el que se entrelazan siglos de tradición y costumbres que caracterizan y diferencian a cada comunidad indígena. Ver a un indio o a una india vestidos con sus magníficos trajes, nos permite reconocer la etnia a la que pertenece, y saber si se trata de un tzotzil, una zapoteca del istmo o un mixe de la sierra, para mencionar algunos ejemplos. Asimismo, en ocasiones permite conocer el estatus que la persona ocupa en la comunidad.

A fin de aprender a tejer, las mujeres indígenas se adentran a este oficio desde muy temprana edad; así, cuando aún son niñitas, reciben la enseñanza en el seno familiar, en donde adquieren todos los conocimientos y experiencia acumulados por generaciones de mujeres tejedoras. Las niñas continúan la tradición hasta que son adultas y les llega el tiempo de convertirse en maestras de sus hijas a las que enseñan a plasmar en sus tejidos la simbólica cosmovisión de su cultura, pues es de todos conocido que los textiles indígenas constituyen verdaderos textos plenos de símbolos y alegorías, guardados por milenios y renovados por la dinámica propia de su existencia cultural.

En la elaboración de los textiles, las mujeres indígenas trabajan en los tiempos que les dejan libres sus obligaciones de madres, esposas y amas de casa; a menos, claro está, que se trate de tejedoras profesionales dedicadas solamente a esta labor. Así pues, cuando el tiempo es propicio, sacan sus hilos de lana o algodón coloreados con anilinas o tintes naturales, hilos que previamente han sido hilados en malacates, y proceden a tejer los lienzos que permitirán dar forma a sus huipiles, quechquemes, enredos, fajas, morrales, rebozos y muchas prendas más que componen  su indumentaria cotidiana y festiva.

El telar de cintura       
Muchas de las técnicas de tejido empleadas por las mujeres de la época anterior a la Conquista han sobrevivido hasta nuestros días, y siguen vigentes en los textiles de algunos grupos indígenas. Hilar y tejer continúanse haciendo en igual forma y casi con los mismos instrumentos, aun cuando hay algunos implementos que las mujeres de la actualidad han introducido para facilitar su trabajo. Sin embargo, el telar de cintura se ha mantenido en uso muy orgulloso de su nombre que se debe al hecho de que la tejedora lo amarra a su cintura por uno de sus extremos y, por el otro,  lo ata a un árbol o poste. También se le suele llamar telar de otate, porque se elabora con esa clase de planta parecida al carrizo.

El telar de cintura está formado por dos varillas paralelas que se llaman enjulios, y que sirven para tender la urdimbre. Un enjulio queda cerca de la tejedora y del amarre de la cintura; el otro, se encuentra en el extremo que da al árbol o poste donde se ata. De uno a otro de los enjulios se tiende la urdimbre. Ya que se la puso, se separan los hilos pares de los impares, por medio de una varilla de paso. Al subir y bajar la vara de lizo, que permite fijar los hilos pares e impares y manipularlos, se forma la calada o hueco por donde pasan los hilos horizontales que forman la trama, y que están enrollados en un huso. Con el procedimiento de ir mezclando la trama con la urdimbre, se va formando el lienzo de la tela, cuyo largo depende de la tela que se quiera elaborar, y cuyo ancho está en relación a los brazos de la tejedora y a su comodidad para «lanzar» el huso. El hilo que contiene este último instrumento, se obtuvo agrupando hebras sueltas para formar un hilo continuo, por medio del malacate, que posibilite el proceso de tejer.

Los ligamentos
La manera cómo se entrelazan los hilos de la urdimbre y de la trama para formar la tela reciben el nombre de ligamentos. Los ligamentos más utilizados son el tafetán, el confetillo, la tapicería, la gasa, la sarga, la tela doble o negativo, o el tejido en curva y el brocado. El tafetán es la técnica más simple, pues consiste en cruzar un hilo, o varios, de la urdimbre con el hilo de la trama en forma alternada. El confetillo se hace dejando flojas algunas hileras de hilos de la trama, que luego se jalan con una espina de maguey para que quede un afelpado parecido al de las toallas de baño. La tapicería se obtiene empleando hilos de colores en la urdimbre, de manera que se formen dibujos al pasar los hilos de la trama, los cuales son iguales por las dos caras de la tela. Con el tejido de gasa se logra una tela fluida y casi transparente, similar al encaje. El tejido de sarga produce líneas diagonales, producto del pase de varios hilos de la trama sobre la urdimbre. La técnica de la tela doble permite lienzos con figuras de colores contrastantes en ambos lados de la tela, ya que por un lado la imagen es igual a su contraria, pero de diferente color. El tejido en curva es un ligamento muy interesante, ya que en determinado momento del proceso de tejido, se da vuelta a la tela, y los hilos de la urdimbre se convierten en hilos de la trama y viceversa. Finalmente, el brocado se forma con hilos que se adicionan o se agregan, independientes a los hilos de la trama, para ir formando los dibujos que se desean realizar. Como hilos independientes que son, se pueden quitar sin que la tela se maltrate o se desbarate. Es una técnica muy bella que muchas personas no avezadas en estos menesteres textiles suelen confundir con bordados hechos encima de la tela.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Yucatan

Jacinto Canek. leyenda yucateca.

En la tierra húmeda nació
El indio Canek, a la luz de la mañana.
Con la piel de lodo y los ojos de
Obsidiana.

Jacinto Uc de los Santos, también llamado José Cecilio de los Santos, el gran héroe maya, nació el 14 de diciembre de 1730 en el Barrio de San Román, en la Ciudad de San Francisco Campeche, barrio situado en el actual estado de Campeche, en el sureste de México,  que en ese tiempo formaba parte de la Capitanía General de Yucatán. Más tarde, Jacinto Uc adoptó el nombre de Jacinto Canek, derivado de kaan ek, cuyo significado en lengua maya es “serpiente negra” o “serpiente de la estrella”. Nuestro héroe tomó el nombre del que llevaban muchos de los antiguos gobernantes, halach uiniks, de los itzáes, el pueblo maya que emigró a Yucatán en el siglo IV procedente del Petén.

Jacinto Canek. Leyenda yucateca

De muy jovencito, Jacinto fue a servir como criado de los frailes franciscanos  del convento mayor de la Ciudad de Mérida. Tiempo después fue expulsado del recinto debido a su carácter rebelde. A pesar de ser muy inteligente, los frailes no le perdonaron su rebeldía. En el convento aprendió a hablar y a escribir el “castilla”, por lo que pudo adentrarse en la lectura de la historia de Yucatán escrita por los vencedores, pero también tuvo acceso a la historia escrita por los vencidos, los mayas. A causa de sus lecturas Jacinto Canek se volvió pensativo,  orgulloso y rebelde, por lo cual los religiosos, después de tratar de convertirlo en un joven obediente y dócil como “un perro domesticado”, lo expulsaron del convento como queda asentado. Así las cosas, Canek se metió a obrero de una maderería de la ciudad de Mérida. Ahí tomó mayor conciencia de la opresión del pueblo a manos de los españoles, y decidió emprender una lucha libertaria. Empezó a recorrer muchos pueblos de la zona para concientizar ideológicamente a los indios mayas. Trabajó intensamente, y fue muy querido y admirado por los indígenas de todos los pueblos que recorrió. Se le consideraba la reencarnación de los antiguos, sabios y valerosos sacerdotes mayas. El objetivo de su lucha era expulsar de territorio a todos los colonialistas españoles, liberar al pueblo de la miseria y opresión, y volver a la forma de vida de los antiguos mayas.

Corría el año de 1761, cuando en el poblado de Cisteil, en el actual municipio de Yaxcabá, cerca de la  jurisdicción maya de Sotuta, iba a realizarse una fiesta religiosa, el 19 de noviembre, en honor al santo patrono de Cisteil. La celebración religiosa  reuniría a muchos indígenas. Canek, que en ese entonces contaba con treinta y un años, aprovechando la reunión de tanta gente en el atrio de la iglesia, incitó a los indios mayas a levantarse contra los españoles. Les dijo, según nos narra el investigador mexicano E. Flores Cano: Hijos míos muy amados: no sé qué esperáis para sacudir el pesado yugo y servidumbre trabajosa en que os ha puesto la sujeción a los españoles; yo he caminado por toda la provincia y registrado todos sus pueblos, y considerando con atención qué utilidad o beneficio nos trae la sujeción de España […] no hallo otra cosa que una penosa [..] servidumbre.

 

En esta tónica siguió hablando Canek por largo rato. En la euforia, el pueblo lo nombró su rey y le otorgó el epíteto de “Jacinto Canek, pequeño Moctezuma” y le colocó la corona de oro de una imagen de la iglesia. Pero el cura de Sotuta que le había escuchado, asustado y traicioneramente, dio aviso al comandante militar sobre la insurrección de Canek y su incitador mensaje. Inmediatamente, ciento cincuenta soldados realistas fueron al lugar donde se encontraba Jacinto Canek. La lucha dio inicio, pues los indios también estaban armados. Los mayas mataron al comandante y a ocho soldados. Iban ganado la contienda. Pero las tropas españolas de varias ciudades aledañas acudieron en ayuda para sofocar la rebelión. Muchos indígenas se fueron sumando a la lucha; sin embargo, las fuerzas coloniales eran más poderosas en número y armas y, tras tres horas de una cruenta lucha, cientos de mayas perdieron la vida. Jacinto Canek rescató a quinientos de sus hombres, junto con los cuales huyó y se escondió en una cercana hacienda. Todo fue inútil, veinticuatro horas después, las tropas virreinales rodearon la hacienda e hicieron prisioneros a Canek y ciento doce de sus hombres. Los rebeldes fueron trasladados a la ciudad de Mérida. Se le acusaba de ir contra los intereses de la corona española y de haber realizado actos sacrílegos, pues las autoridades alegaban que Jacinto se había vestido como la Virgen de la iglesia de Cisteil a fin de coronarse como el rey de los mayas. Tales acusaciones le llevaron a ser descuartizado en la plaza pública un mes después de ser arrestado, haber sido cruelmente torturado, a fin de obtener una satisfactoria confesión para los intereses de los hispanos, y de haber pasado por un ridículo juicio sumario.

Para asistir a la ejecución de Jacinto Canek, los españoles de Mérida vistieron sus mejores galas y se sentaron en sillas especialmente llevadas por sus criados para ver cómodamente el espectáculo, al tiempo que saboreaban dulces y sabrosos pastelillos. Cuando Canek subió al potro de tortura, el verdugo le propinó un terrible golpe en la cabeza con una barra de hierro. En seguida, destrozaron el cuerpo del rebelde y lo exhibieron en la plaza para escarmiento de los indios quienes tristemente observaban tanta crueldad hispana. Poco después, el cuerpo de Jacinto Canek fue quemado en la hoguera y sus cenizas se esparcieron por todo el territorio maya. Sus compañeros de prisión vieron su atroz muerte. A ocho de sus compañeros se les ahorcó, destrozó, y sus cadáveres mutilados fueron enviados a sus respectivos pueblos. Los demás rebeldes fueron azotados públicamente hasta casi la muerte, y se le arrancó una oreja como ejemplo viviente de lo que les pasaría a futuros rebeldes.

El historiador don Justo Sierra (1846-1912) escribió al respecto: Se le hace pasar un suplicio de los más horrorosos que se leen en la historia, quemándose su cadáver y arrojando al aire sus cenizas; sus ocho compañeros fueron ahorcados dos días después y otros cien infelices fueron condenados a sufrir la durísima pena de doscientos azotes y la pérdida de la oreja derecha.

Finalizada la ejecución de Jacinto Canek y sus compañeros de lucha, el pueblo de Cisteil fue  quemado en su totalidad por las tropas del virrey y cubierto con sal, para que nadie olvidase la “traición” de los valerosos indios mayas.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Mitos Cortos

El Espíritu Mayor y Montezuma. Mito pápago.

Los indios pápagos de Sonora afirman que el Espíritu Mayor creó la Tierra y todo lo que en ella vive. Este dios bajó del Cielo a la Tierra para coger barro, y a continuación regresó al Cielo con la arcilla para  arrojarla a un agujero que había construido. En ese momento apareció Montezuma (sic), y con su ayuda fueron haciendo surgir a las tribus indias. Hasta el final salieron los salvajes apaches quienes inmediatamente huyeron. Fueron días felices en el mundo. El Sol se encontraba más cerca de la Tierra, por lo que no había estaciones y el clima era tan bueno que nadie necesitaba vestirse. Los animales y los hombres tenían un lenguaje común y podían comunicarse y vivir en paz entre ellos. Pero de pronto tuvo lugar una tremenda inundación que terminó con esos días felices, pues destruyó todo lo existente. Sólo Montezuma y su amigo Coyote sobrevivieron, porque Coyote predijo la inundación y ambos pudieron tomar providencias: hicieron un bote que colocaron en  Santa Rosa. Con una caña que Coyote tomó de las orillas del río, construyó un arca a mordidas,  se metieron en ella y  sellaron la entrada con hulli. Así, ambos se salvaron de la inundación y salieron cuando la Tierra se volvió a secar. Montezuma envió a Coyote a averiguar cuanta tierra se había secado. Coyote hizo cuatro viajes para saber el lugar en que el mar alcanzaba cada uno de los cuatro vientos. De su viaje al oeste, este y al sur, supo que el mar se encontraba a la mano. Pero cuando fue al norte no encontró mar, lo cual estuvo a punto de enojarlo.

Montezuma, espiritu mayor

El Espíritu Mayor, ayudado por Montezuma, volvió a crear a las personas y a los animales que empezaron a multiplicarse. Montezuma asumió el gobierno, pero por orgulloso y prepotente dada su alta posición, permitió que muchas desgracias cayeran sobre la Tierra. El Espíritu Mayor bajó a la Tierra a reprender a Montezuma, pero éste sólo se burló de las leyes y consejos que le diera, y se volvió rebelde. Muy enojado, el Espíritu Mayor se regresó al Cielo llevándose al Sol y depositándolo en el lugar que ocupa hoy en día. Montezuma reunió a todas las tribus y ordenó construir una torre que llegara hasta el Cielo. La torre fue creciendo. Tenía en sus pisos oro, plata y piedras preciosas que eran el orgullo de Montezuma. Cuando llegó al Cielo, el Espíritu Mayor mandó un rayo y la destruyó. Montezuma, arrogante, ordenó profanar los templos y romper las imágenes sagradas, e incitó los niños de la aldea a burlaran de templos e imágenes. El Espíritu Mayor envió un insecto hacia el este, para que trajera, de una tierra desconocida, a los españoles, quienes hicieron la guerra a Montezuma y lo destruyeron, haciendo que desapareciera la idea de su carácter divino.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas

El Santo Niño de Atocha. Leyenda zacatecana.

Mí muy amado Santo Niño de Atocha/en esta hora de aflicción: /te alabo, te glorifico,/te santifico con todo mi corazón,/y te doy esta oración.

El Santo Niño de Atocha es una de las tantas advocaciones del Niño Jesús. Su origen es español. Cuenta la leyenda que en el siglo XIII, la ciudad de Atocha fue invadida por los musulmanes quienes enseguida procedieron a encarcelar a todos los hombres cristianos. Los presos solamente podían recibir la comida que les llevasen sus hijos menores de 12 años. Empezó a correr el rumor de que un niño pequeño, vestido como peregrino, les llevaba comida a los presos que no tenían hijos o que eran mayores de 12 años. Los carceleros le permitían entrar a la prisión, y pronto se dieron cuenta de que la comida y la bebida que llevaba el niño en la canasta nunca se agotaban y alcanzaba para todos. Ante este prodigio, las mujeres de Atocha fueron al templo donde se encontraba Nuestra Señora de Atocha, le rezaron y le agradecieron el milagro. Al hacerlo, se percataron de que el niño que sostenía la Virgen en brazos tenía los zapatitos hechos jirones y se encontraban llenos de polvo. ¡El Niño de Atocha salía por las noches a auxiliar a los cristianos presos!

Santo niño de Atocha

Un buen día, llegados ya a México los conquistadores españoles, un general y sus tropas llegaron a un fresno que se encontraba cerca de un pozo donde la gente iba a acarrear agua. Como el lugar era fresco el general descansó bajo el árbol y decidió llamarle al paraje Fresnillo; también pensó que sería ocurrente fundar una villa en ese sitio. Cuando el pueblo se estaba construyendo, unos mineros que se encontraban cerca de un lago vieron llegar una mula que cargaba una gran caja de madera en el lomo. Los mineros liberaron a la mula de la caja para que pudiese descansar y beber agua, pero en cuanto le quitaron la caja, la mula salió huyendo. Los mineros abrieron la caja y encontraron una moneda de plata con un Cristo crucificado llamada “corpus”. El general ordenó que ahí se construyera una iglesia y que el nombre de la ciudad fuera Plateros. Mandó traer de España una imagen de Nuestra Señora de Atocha, la cual colocó en el altar de la iglesia  -a la que se llamó Iglesia de San Agustín-  junto con el Cristo de plata. Poco tiempo después, se descubrieron minas de plata en Fresnillo. En una ocasión ocurrió una terrible explosión y muchos mineros quedaron atrapados. Las esposas de los trabajadores acudieron a la iglesia a rezarle a la Virgen de Atocha y se percataron de que el Niño no se encontraba en los brazos de su madre, pues el Santo Niño de Atocha había acudido donde se encontraban los mineros atrapados para darles comida y agua, y para mostrarles el camino de salida de la mina… sus ropas y zapatitos sucios eran testimonio de su divina ayuda. Desde entonces, cada vez que les acontecía alguna catástrofe a los mineros, el Niño acudía en su auxilio. Al Santo Niño de Atocha se le colocó en una caja de cristal para que todos los vieran y lo adoraran; se convirtió en el Patrón de Zacatecas y en el protector de los mineros.

Hoy en día, las peregrinaciones acuden a Plateros, Zacatecas, a venerarlo y llevarle juguetes para su esparcimiento en el día de su nacimiento: Navidad. El Santo Niño de Atocha es una de las más bellas imágenes de la iconografía católica vestido con su capita, su sombrero adornado con plumas, su bastón de peregrino con un guaje en una mano, y su canasta plena de pan en la otra.

Sonia Iglesias y Cabrera