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Tradiciones

La alfarería en México.

En el México prehispánico la alfarería apareció en la zona cultural denominada Mesoamérica, durante un período muy antiguo conocido como el Horizonte Preclásico, alrededor de 1,800 a 1,300 a, C. Se trata de una cerámica muy desarrollada en su técnica, forma y calidad, cuya máxima expresión la encontramos en Cuicuilco, Ticomán, Zacatenco, San Cristóbal Ecatepec, Tetelpan, Tlapacoyan, Xico, y otros lugares del Valle de México. Los artistas de este período ejecutaron con admirable destreza trípodes, platos, comales ovales, botellones zoomorfos, cajetes, cántaros, tinajas y variadas figurillas humanas.

La materia prima de la alfarería
El barro es la materia prima con la cual trabajan los artesanos alfareros. Sin embargo, debemos aclarar que no todos los barros son adecuados para elaborar objetos; ya que es necesario que posean ciertos componentes químicos que les permitan obtener determinada plasticidad para ser manejables. El barro es una sustancia de grano fino compuesto de sílica, alúmina y agua. A veces contiene hierro, álcalis, tierras alcalinas y caolín. La sílica y la alúmina combinadas con agua forman el barro alfarero fundamental, cuya fórmula química se expresa: Al2O3 2SIO2  H20.
A veces sucede que el barro es plástico en exceso, se pega a las manos y se dificulta su manejo. Para remediar este problema, algunos artesanos le agregan cuarzo, tepalcates molidos, arena, conchas u otras sustancias que consideran adecuadas. Así por ejemplo, en Metepec, Estado de México y en Tlayacapan, Morelos, los artesanos emplean la plumilla o pelusa de la flor de tule para suavizar el barro. En cambio, en Silao, Guanajuato, se emplea arena de río mezclada con estiércol.
El alfarero se procura el barro de yacimientos que existen en los alrededores de su comunidad, más o menos alejados de sus talleres o casas. Una vez que lo ha seleccionado, en su centro de trabajo lo lava, retira las piedras o basuritas que tenga, lo deja secar, lo muele y le agrega las sustancias que requiera para su óptima plasticidad.

El trabajo del alfarero
Con el barro ya preparado y listo para usarse, el alfarero o la alfarera  -pues no debemos olvidar que en esta rama artesanal participan tanto los hombres como las mujeres-  pueden optar por tres técnicas fundamentales para dar forma a sus piezas. La primera y más antigua la denominamos modelado a mano; con ella se elaboran los objetos utilizando simplemente las manos a partir de uno o varios rollos de barro; o bien, dando forma a un trozo de arcilla; tal y como lo hacen hoy en día los artesanos de Tepalapa, Chiapas. La segunda técnica, consiste en modelar el barro por medio de moldes o patrones de barro cocido y yeso. Más avanzada tecnológicamente que la anterior, esta técnica  se empleaba ya en el México prehispánico por los pueblos de los horizontes Clásico, Postclásico e Histórico. La tercera técnica, el torneado, permite al artesano fabricar sus piezas en un torno, el cual consiste en un disco que se impulsa por medio de electricidad o de los pies, para hacer girar una superficie circular en cuya parte superior se coloca un trozo de barro. Hay tornos más elementales que consisten en una simple tabla o cualquier pieza plana, que se coloca sobre una superficie curva, y se le imprimen movimientos giratorios. El torno no fue conocido por los alfareros del México precolombino, sino que se introdujo  a partir del siglo XVI, a raíz de la conquista hispana.

La cocción
Cuando el artesano ha terminado de labrar, darle forma a una pieza, la pone a secar a la sombra. Ya que está completamente seca la cuece. A esta operación se le llama quema o cochura. La cocción del barro puede realizarse en hornos circulares abiertos por arriba, como se usan en la mayoría de los centros alfareros. Pero también suelen emplearse hornos bajo tierra, como en San Bartolomé Coyotepec, Oaxaca; o a la intemperie, sobre el piso, tal como se acostumbra en Amatenango del Valle, Chiapas. El combustible para calentar los hornos es muy variado, puede ser leña, boñiga, petróleo, gas o electricidad. Estos dos últimos se emplean para cocer piezas de alta temperatura; es decir, de 1,200º C, como es el caso de la mayólica o talavera, recubierta de esmaltes a base de óxidos de plomo y estaño, que se cuece en hornos de gas o del llamado tipo morisco.     

Decoración de una pieza de alfarería
Para dar un bello acabado y decorar una pieza, el alfarero utiliza varias técnicas. Puede emplear el alisado que consiste en eliminar las asperezas de un objeto para dejarlo suavecito al tacto. O bien, puede bruñirlo antes de cocerlo frotándolo con una piedra o un trozo de metal para darle un acabado brillante. Pero también el artesano suele decorar su pieza por medio del calado, en cuyo caso perforará el barro crudo para formar decoraciones geométricas o fitomorfas. Otras veces aplica un colorante de origen mineral al barro que se conoce con el nombre de engobe, empleado mucho en el acabado de los cántaros. Asimismo, el artesano puede practicar incisiones en la pieza sin hornear, con el fin de lograr un bello esgrafiado. El esmaltado se obtiene cuando al objeto se le aplica esmalte y se cuece,  si el esmalte es vidriado, el artesano obtendrá una buena impermeabilización de la pieza. Cuando el objeto cerámico está cocido y se aplican sobre él dibujos monocromáticos o policromados, se dice que el artesano ha empleado la técnica del pintado. Por último, tenemos el pastillaje que sirve para decorar la pieza por medio de la aplicación de figuras hechas del mismo barro, como lo podemos observar en las muñecas que se elaboran en Atzompa, Oaxaca, y que además conservan el bello color natural del barro claro.

Las piezas de alfarería tienen diferentes usos: el doméstico, como los jarritos que cotidianamente usamos para beber atole o café; el ornamental, como los árboles de la vida de Izúcar de Matamoros, Puebla, con que adornamos nuestra casa; el ritual, como los incensarios de Yecapiztla, Morelos, en los que quemamos copal para nuestros difuntos; y el lúdico o de diversión, tal las muñecas de barro de Tehuantepec, Oaxaca, llamadas tanguyús y que se regalan a las niñas con motivo de Año Nuevo.

Principales centros alfareros
La alfarería es una de las principales ramas del arte popular distribuida a todo lo largo de México. Su importancia radica,  precisamente, en esa enorme distribución, y, por supuesto, en la finura y belleza con que las mujeres y los hombres del pueblo ejecutan sus piezas. Podemos decir que existen alrededor de setenta y cinco centros alfareros que destacan por la maestría de sus artesanos. Así por ejemplo, en Puebla encontramos a Acatlán con sus cántaros, cajetes, apaxtles y chimbules; a Izúcar de Matamoros que destaca por sus muñecos animales, candeleros, y sus, famosos árboles de la vida y la muerte; está también Huaquechula en donde se labran figuras para Muertos y Navidad. En Oaxaca tenemos a San Bartolo Coyotepec que produce ollas, cántaros, pichanchas y sirenas; Jamiltepec destaca por sus juguetes a la usanza prehispánica; Tehuantepec por sus muñecas y caballitos, y San Blas Atempa por sus ollas y tinajeras para enfriar agua.

En Michoacán podemos mencionar la cerámica de Capula y sus vasijas, macetas y ollas vidriadas; las piñas y poncheras verdes de San José de Gracia; de Patamban nos asombra su loza vidriada en verde; y de Tzintzuntzan sus cuichas y tachas. Basten los ejemplos anteriores para darnos una somera idea de la enorme producción alfarera de nuestro país.                                                    

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Mexicanas Prehispanicas

El funesto matrimonio de Tariácuri. Leyenda purépecha.a

Hubo una vez que por razones político-religiosas, el Señor de Curínguaro dio a Tariácuri una de sus hijas para que contrajera matrimonio con ella. El propósito oculto de tal dádiva era quitarle a Curicaveri, el máximo dios. Para ello, la muchacha debería ser obediente con Tariácuri y no abandonarlo en ningún momento. Tariácuri se encontraba en Zinbani haciendo flechas cuando vio llegar a los viejos que le llevaban a la joven. Les dio la bienvenida mientras los ancianos le informaban que Chánshori le enviaba a la chica, para que le ayudase  a guardar sus aperos cuando viniese de sus labores, y para confeccionar mantas para el dios Curicaveri y para el mismo Tariácuri. El joven, complacido, aceptó la ofrenda en nombre del dios, y obsequió a los ancianos con una sabrosa comida. Poco después, los mensajeros se despidieron llevando consigo bellas mantas y camisetas para entregar a su Señor. La mujer tomó posesión de la casa de Tariácuri, y al poco tiempo quedó encinta. Pero la joven era licenciosa y frecuentemente se escapaba para ir a Curínguaro a emborracharse con sus amigos. En una ocasión ya no volvió más, y Tariácuri, extrañado, le preguntó a su tía el paradero de la muchacha. La tía le respondió que se había ido a la casa paterna sin siquiera enviar un mensajero avisando de su ausencia. Tariácuri le pidió a su tía que fuera a buscarla, pero ella le respondió que tal vez fuera mejor que él fuese en su búsqueda. Tariácuri emprendió la marcha acompañado de su séquito. En Zirimba Angátacuto atrapó un venado y recogió leña. Al llegar al pueblo encendieron un gran fuego en honor del dios Uréndequauécara de Corínguaro al que sacrificaron el venado. Cuando llegó ante su suegro, el príncipe se dio cuenta que todos los amigos, parientes y mujeres del Señor estaban borrachos. Su suegro le instó a que desollase al venado para asarlo y comerlo a fin de quitarse la borrachera. Cuando estaban comiendo, el suegro le preguntó a Tariácuri la razón por la que no había llevado a su esposa, a lo que él respondió que no era su intención visitarlo, sino que había ido tan solo a llevar una ofrenda al dios Uréndequauécara, y que había aprovechado para pasar a saludarlo. Chánshori le invitó a beber, pero Tariácuri le respondió muy airado y enojado: -No tengo de beber, que me tomo luego el vino y cairéme aquí, encima de vosotros, porque me tomo muy malamente. En seguida agarró su arco y sus flechas y, sin despedirse,  salió de la casa. Chánshori envío un hijo suyo a darle alcance. Tariácuri le preguntó la razón por la cual se esposa no se encontraba en la casa de su padre, el cuñado prometió indagar el paradero de la joven. De regreso, y una vez informado Chánshori, les preguntó a las mujeres de su harén si sabían dónde estaba la joven esposa de Tariácuri. Pero nadie la había visto. Entonces el Señor dijo: -¿Quién dijo que la apartase de su marido? Id a buscalla. Al enterarse la joven huidiza que todos la estaban buscando, sigilosamente se refugió en sus antiguos aposentos. Cuando la encontraron, la llevaron delante de su padre, quien enseguida se percató de que llevaba los belfos llenos de licor y la cara tiznada. Enojado, le preguntó la razón por la cual había abandonado a Tariácuri, a lo que la joven respondió que su esposo pensaba matar a sus hermanos y familiares, que la cuestionaba mucho acerca de su carácter y forma de ser de manera inadecuada y grosera, que le decía mostrándole una flecha en la mano: – Mira, mira mujer, con estas tengo de matar todos tus hermanos y parientes. ¿Cómo, son valientes hombres? ¿Son ligeros? ¿Para qué se quieren poner bezotes? ¿Es por ventura bezote el que se ponen? ¿No es un palo que se ponen allí? ¿Son esforzados? ¿No son mujeres’ Y las guirnaldas de trébol que se ponen en la cabeza no son sino cintas de mujeres que se ponen en el cabello. Y las orejeras de oro no son orejeras de oro, mas zarcillos de mujeres. ¿Por qué no se las quitan y se ponen zarcillos? Y lo labrado que tienen en las espaldas no es de valientes hombres, mas labores de mujeres. Y las camisetas que traen no son sino mantas de mujeres y sayas. ¿Para qué traen los cueros de tigre en las muñecas? ¿Son por ventura valientes hombres? Mejor harían de comprar sartales para ponerse en las muñecas. Y las otras insignias que traen de valientes hombres y los mástiles que traen, que no son mástiles mas sayas y fajas de mujeres. Y los arcos que traen no son arcos, mas telares de mujeres; y las flechas no son sino lanzaderas y husos de mujer… Yo los mataré, acabaré con todos. Mira, mira, mujer, con estas les tengo de flechar. En una palabra, según la mentirosa esposa estaba llamando cobardes maricones a sus hermanos.

Al oír lo relatado, Chánshori se enojó mucho, y ordenó a su cohorte de ancianos que se llevasen a la joven y la entregasen a su marido. Pero en el camino la mala esposa se encontró con dos de sus amigos de juerga: Xorópeti y Taréquasinguata, quienes la invitaron a beber vino, la emborracharon y fornicaron con ella. Al otro día, Tariácuri fue a recoger leña para el templo de Curicaveri, terminada su tarea se sentó en el portal de su casa para desayunar. En esas estaba cuando su infiel esposa salió, muy bañada y fresca, por la puerta de la casa llevando en las manos una jícara llena de pescado. Su actitud era como la de alguien que sabe que ha hecho mal, pero trata de disimularlo. Llena de temor ofreció la jícara con pescado a su esposo y le dio la bienvenida. Tariácuri llamó a una tía y le ordenó que cociese el pescado, al tiempo que decía: – Ven acá y lleva este pescado y cuécelo todo. Nosotros, ¿qué, habemos de comer pescado del burdel?… Llevadlo todo y coceldo y queden algunos pocos para que pongamos ofrenda dello a Curicaveri. Esta afrenta no se ha hecho a mí sino a Curicaveri. Rauda, la muchacha entró en la casa… y Tariácuri se fue al monte por leña.

 En otra ocasión, cuando Tariácuri se alistaba para la fiesta de Purécotaquaro para la cual sacaban a Curicaveri y al dios de la guerra llamado Pungárecha de sus templos, vio llegar a Xorópeti y a Taréquasinguata, los dos amigos de parranda de la disoluta esposa. Los amiguitos deseaban participar en la celebración a los dioses. Tariácuri les dios la bienvenida. Al percatarse la mujer de la llegada de sus cotlapaches, se arregló esmeradamente para recibirlos. Se preparó una buena comida y todos se pusieron a comer y a beber. Al ver que Tariácuri no bebía le preguntaron la razón, a lo que contestó que no bebía por no emborracharse y descomponerse, pero que ellos lo hicieran. Al llegar la tarde, se despidió de ellos para ir al monte a recoger matas de trébol y leña para el templo. Mientras tanto, la esposa y sus amigos se divertían de los lindo, tomaban sin medida, y magreábanse a placer. Al llegar a su casa, Tariácuri la vio toda desarreglada y preguntó a su tía por su esposa. La tía le informó que estaba enferma, que tal vez tenía “senguero”; Tariácuri acudió a verla a sus aposentos. La encontró cubierta hasta la cara con una manta, la destapó y se dio cuenta que toda la cara y el cuerpo estaban tiznados, y las ropas mal puestas y desgarradas… Pero no quiso reprenderla por temor a causar una guerra con Chánshori. Y así siguió el mal comportamiento de la mujer por mucho tiempo. Hasta que un día, cansado de llevar los cuernos, Tariácuri decidió deshacerse de la funesta mujer y tomar una nueva esposa. Los problemas se terminaron.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas

Los Jaguares Cósmicos. Leyenda lacandona.

Cuentan los indios lacandones de la selva chiapaneca que el mundo fue creado cuatro veces por el dios Hach Ak Yum, Nuestro Verdadero Padre. El Primer Mundo fue destruido por medio de fuertes vientos y lluvias que inundaron la Tierra. El Segundo, llegó a su término a causa de un eclipse que provocó que los monstruos terrestres y celestiales devoraran a los hombres. El Tercer Mundo fue destruido por Hach Ak Yum, descontento a causa del comportamiento poco piadoso de los hombres hacia  él. Cuando Hach Ak Yum, creó el Cuarto Sol; es decir, el Cuarto Mundo,  las almas de los muertos se despertaron y volvieron a poblar la Tierra.

Cada vez que el mundo se destruía a causa de los enojos de Hach Ak Yum, el dios cubría al Sol con su manto, y los grandes Jaguares Cósmicos bajaban a la tierra para devorar a los hombres. Los jaguares, connotados con características masculinas, se encontraban amarrados a un árbol de copal, copalcuáhuitl, y vivían en el Este del universo.

Jaguar cosmicoEn cambio, los jaguares hembras habitaban el Oeste, y se mantenían atadas a un tronco de guaje, huaxin. Entre ambos bandos se entablaban, constantemente, cruentas luchas. Siempre triunfaban los jaguares masculinos, pues de otra manera el mundo hubiera terminada irremediablemente, pues nunca la Luna, hembra, puede derrotar al Sol, macho, y sumir al mundo en las tinieblas a causa de su triunfo. Ya que Hach Ak Yum calmaba su ira,  encerraba a los jaguares debajo de la Tierra, en el Inframundo donde reinaba el terrible dios Menzabak, el Hacedor de Humo, quien cuidaba las almas de los muertos, producía las negras nubes que traen consigo las lluvias, y colocaba un nuevo Sol; es decir, se iniciaba una nueva etapa en la historia de la vida de los hombres.

Un día, tal vez no muy lejano, el dios Sol y los Jaguares Cósmicos provocarán el último cataclismo y será el fin de la humanidad. Posiblemente, las plegarias a la diosa Luna pudieran detener tal catástrofe, pero aun antes de que acontezca este suceso, los dioses ya se han alejado de la selva, la han abandonado, razón por la cual los hombres viven actualmente sin sus dioses protectores y deben luchar, escarnecidamente, por sobrevivir en el mundo de los blancos. Los dioses se han ido, los dioses se han muerto…

Sonia Iglesias y Cabrera


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Mitos Cortos

Chichini, el rey de los dioses. Mito totonaco.

Los indígenas totonacos del estado de Veracruz, adoran al dios Sol, Chichini, por sobre todas las cosas. Se trata de un ser muy poderoso al que no se le puede ver por la luz tan intensa que emite. Gracias a él, los hombres pueden gozar de la luz del día. Chichini es el dador de la vida y del calor que propicia la existencia; es el dueño de la siembra y del maíz; los alimentos son el producto de la sangre de este dios. Chichini es, además, el héroe civilizador que encontró al maíz y enseñó a los hombres cómo cultivarlo, allá por el inicio de los tiempos. Chichini nació un día en que se juntaron cuatrocientos dioses, entre los que había dos hermanos, uno de ellos se arrojó al fuego de una hoguera y nació el dios Sol, para beneficio de la humanidad; el otro hermano, acobardado, no se atrevió a echarse al fuego, pero después recapacitó y se arrojó. Sin embargo, la hoguera ya se había apagado, tan solo quedaban las cenizas. Este hermano se fue al Cielo y se convirtió en P’apa, la Luna, que visita todos los meses a las mujeres para que tengan su menstruación. Los eclipses se producen cuando estos dos dioses-hermanos se pelean.

Los totonacos de la Sierra Norte de Puebla    cuentan que en un principio principio todo era oscuro. Como a los animales no les gustaba la oscuridad, en un momento dado se reunieron para hacer la luz. A la reunión no fue la lagartija, la cual se escondió debajo de una piedra. Una vieja mujer fue a buscarla, rompió la piedra en cuatro trozos, y encontró dos huevos que se guardó en el pecho. La vieja quedó embarazada; a los nueve meses tuvo dos hijos, quienes tuvieron que pasar varias pruebas. La primera, consistió en matar a dos serpientes voladoras que devoraban a los animales. Éstos les pidieron a los jóvenes que se transformaran en el Sol porque todo estaba muy oscuro. Para lograrlo debían sacrificarse arrojándose en una laguna de fuego. Antes de hacerlo, el mayor de ellos fue a despedirse de las muchas novias con que contaba; luego, se echó al fuego y se convirtió en el Sol. Cuando llegó a la laguna el hermano menor, ya no había fuego, tan solo cenizas. Ni tardo ni perezoso el chico se  arrojó y se transformó en la Luna.

mito chichini de VeracruzOtra versión nos cuenta que los antepasados veían pasar todos los días una iguana macho llamada Martín. En una ocasión un muchachito vio a Martín, le siguió y le vio acostarse e introducirse en una roca caliente. Asombrado, el muchacho le contó lo que había visto a su padre; éste fue a la Presidencia Municipal y relató el hecho a los funcionarios. Las personas que se encontraban en la Presidencia y el padre del joven decidieron que había que partir la roca para ver que había dentro… pero nadie logró partirla. Ante su incapacidad, llamaron a un pájaro llamada Francisco, quien saltó sobre la roca hasta que consiguió romperla en el vigésimo salto. Entonces, de la roca abierta salió un rayo muy fino que se fue hasta al Cielo. En la grieta que se formó con la rotura quedó una yema de huevo que se le dio a tragar a una niña huérfana que vivía en el pueblo. A los nueve meses, la jovencita dio a luz al Sol que tenía la forma de un hombrecito. Había nacido el dios Sol. Cada vez que Francisco, el Sol, se pone, se enfrenta con Manuel, la Luna, que no puede reponerse del enojo que le causó el nacimiento de Francisco. Cada día emprenden ambos una carrera para ver quién puede salir primero por el Oriente. La Luna siempre llega tarde, porque el Sol cuenta con un perro que le ayuda a no ser alcanzado por P’apa.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Tradiciones

La miniaturas mexicas.

Una opinión muy generalizada entre los estudiosos del arte popular mexicano consiste en considerar a la miniatura como la expresión más bella y delicada de todas nuestras manifestaciones artesanales. En cierto sentido lo anterior es verdad, ya que es un hecho irrefutable que se requiere mayor destreza y maestría para ejecutar piezas de diminutas dimensiones, que aquéllas que se necesitan para elaborarlas de mayor tamaño, aun que se trate de un mismo objeto. Es por ello que la miniatura mexicana goza de tan alto prestigio en el mundo.

Según el Diccionario de uso del  español de María Moliner, la miniatura es una: Pintura de pequeñas dimensiones, realizada con tantos detalles como si fuera de mucho más tamaño (…) Por extensión, reproducción en muy pequeño tamaño, hecha generalmente para servir de modelo, de juguete o de adorno, de una cosa mucho mayor.

Ahora bien, estamos ciertos de que se trata de una definición muy amplia, pero conocerla nos permite acercarnos hacia una precisión más acorde con nuestra necesidades. Efectivamente, la miniatura es un objeto pequeño que representa a uno mayor. Pero aquí cabe una interrogante: ¿Qué tan pequeño? A este respecto, los investigadores no han llegado a un acuerdo total. Algunos incluso llegan a hablar de medidas, determinando que para que un objeto sea una miniatura debe medir 1.33 centímetros, aunque las haya de menor tamaño. En realidad, definir las medidas que debe tener una miniatura es tarea ardua y, tal vez, sin importancia, ya que nunca se llegaría a un acuerdo satisfactorio para todos. Por lo tanto, más nos vale quedarnos con la definición de Moliner y tratar de precisar su sentido en atención a las funciones de la miniatura, toda vez que el término está sujeto a cierta relatividad semántica que no debemos olvidar. Acerquémonos brevemente a los antecedentes prehispánicos de la miniatura.

Miniaturas mexicas

El miniaturismo popular tiene sus raíces en las culturas mesoamericanas. Respecto a la cultura mexica, el cronista del siglo XVI, fray Bernardino de Sahagún nos informa en su obra Historia General de las Cosas de Nueva España:

Al tiempo de bautizar la criatura luego aparejaban las cosas necesarias para el bateo, que era que le hacían una rodelica y un arquito, y sus saetas pequeñitas, cuatro una de las cuales era del oriente, otra del mediodía y otra del norte; y hacíanle también una rodelita de masa de bledos, y encima ponían un arco y saetas, y otras cosas hechas de la misma masa.

Este testimonio de Sahagún nos informa que algunas miniaturas mexicas tenían una función ceremonial, puesto que se usaban en el rito bautismal. Según fuera el sexo del bautizado se le ponían utensilios en pequeño que le correspondieran. En el párrafo anterior, hemos visto lo que se hacía con masa de amaranto si se trataba de un niño. En cambio, si era una niña la bautizada, se le obsequiaban malacates y lanzaderas en pequeña escala.
Por su parte, fray Diego Durán nos cuenta:

… si era varón… poníanle en la mano derecha una pequeña espada, y en la otra, una rodelilla chiquita. Esta ceremonia hacían al niño 4 días arreo… Y si era hija, después de lavada cuatro veces, poníanle en la mano un aderezo pequeño de hilar y tejer, con los dechados de labores. A otros niños ponían a los cuellos carcajes de flechas y arcos en las manos. A los demás niños de la gente vulgar les ponían las insignias de lo que el signo en que nacían conocían. Sin su signo se inclinaba a pintor, poníanle un pincel en la mano; si a carpintero, dábanle una azuela, y así de los demás…

Es decir, que se les colocaban objetos en miniatura a los infantes, según el oficio que dictara su tonalli.

 Otros objetos pequeños que fabricaban los mexicas fueron los tepitones, figurillas de barro que, a manera de dioses tutelares, protegían y ayudaban a las familias. Se les colocaba en un altar o adoratorio construido ex profeso en la casa para rendirles culto. Francisco Javier Clavijero en su Historia de México antes y después de la conquista española, nos legó un testimonio al respecto:
Tepitón (pequeñito) era el nombre que daban los mexicanos a sus penates o dioses domésticos y a los ídolos que representaban. De estos idolillos debían tener en sus casas seis los reyes y caciques, cuatro los nobles y dos los plebeyos. En los caminos públicos se veían en todas partes (…) eran infinitos (…) la materia ordinaria de que se hacían era el barro y algunas especies de piedras y de maderas, pero también los hacían de oro (…) y algunos de piedras preciosas.

Los tepitones también se regalaban durante las numerosas fiestas sagradas dedicadas a celebrar a los dioses durante todo el año. Las figuritas se guardaban y luego de depositaban en la tumba del difunto en cuya casa se encontraban. Así como también se agregaban a los entierros miniaturas de perros xoloitzcuintlin, que representaban al dios Xólotl, el dios encargado de acompañar a los muertos en su largo camino al más allá.

Otro tipo de figuras que fabricaban los mexicas en tamaño reducido fueron los muñecos articulados en brazos y piernas, que se quemaban junto a los cadáveres en las ceremonias mortuorias como representación del difunto, y que después de la cremación se recogían junto a las cenizas de éste, para ser colocados y venerados en los altares familiares.

Asimismo, las pequeñas figuras articuladas servían como títeres con que los niños jugaban, y los sacerdotes las utilizaban como parte indispensable de ciertos rituales. Pues si bien es cierto que algunos muñecos articulados medían treinta o más centímetros, los hubo que no sobrepasaron los seis centímetros. Una muestra se encuentra en el Museo Anahuacalli.

Cuando los españoles hicieron su aparición e irrumpieron en tierras mesoamericanas, trajeron con ellos estilos, materiales y técnicas artísticas que se incorporaron a las ya existentes, y dieron origen a nuevas formas de creación. El arte de la miniatura no fue ajeno a este proceso y también se vio afectado. Así, de la mezcla de la técnica indígena con la española, más otras influencias posteriormente recibidas como la asiática, nació nuestra actual miniatura mexicana.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Mexicanas Varias

Las mujeres de Emiliano Zapata. Leyenda revolucionaria.

Por los campos de Morelos
Se escucha cantar al viento.
Un canto que no envejece,
Un canto que se hace eterno;
Emiliano está en los cerros,
Emiliano no se ha muerto.

Fragmento del corrido a zapata, de Paco Chanona

Es innegable que Emiliano Zapata fue un hombre guapo, carismático, interesante y, según la leyenda, sumamente mujeriego, aunque parecer ser que siempre regresaba a su primer amor: doña Inesita. Emiliano nació en Anenecuilco, Morelos, el 8 de agosto de 1879, y murió, cruelmente asesinado, en Chinameca un 10 de abril de 1919. Nació en una familia campesina; su padre se llamaba don Gabriel Zapata y su madre doña Cleofás Salazar. Este hombre, el más importante de los caudillos de la Revolución Mexicana que estuvo al  mando del glorioso  Ejército Libertador del Sur, de niño fue educado por un viejo profesor, ex soldado juarista, de nombre Emilio Vera. De muy joven trabajó como labrador y arriero, para poco después ser llevado a la fuerza por la leva, por haber raptado a la muchachita: Inés Alfaro Aguilar. En 1910, se encontraba en el 9° Regimiento de Caballería en la ciudad de Cuernavaca, Mor., como caballerango del jefe del Estado Mayor de Porfirio Díaz, don Pablo Escandón. Más adelante pasó a servir a Ignacio de la Torre, yerno del tirano Díaz.

En 1909, Emiliano fue elegido calpuleque, jefe, de la junta que defendía las tierras de Anenecuilco, cargo que le permitió estudiar los documentos que acreditaban el derecho de los pueblos de la comarca a las tierras de la zona, y que la Ley Lerdo, promulgada por Ignacio Comonfot, había negado y rechazado. Desde entonces, se convirtió en líder agrarista pro defensa de los derechos de los campesinos a la tierra: “Tierra y Libertad” fue su lema. El 10 de marzo de 1911, tras una plática de Pablo Torres Burgos con Francisco I. Madero, en los Estados Unidos, Emiliano tomó las armas junto con otros 72 campesinos, bajo la proclama el Plan de San Luis. Emiliano acababa de entrar de lleno en la Revolución.

Emiliano Zapata y Josefa EspejoEmiliano Zapata tuvo nueve «esposas». La primera fue Inés Alfaro Aguilar con la que procreó a Guadalupe, Nicolás, nacido en la Villa de Ayala, Morelos el 6 de diciembre de 1904 y fallecido el 17 de agosto de 1979 en la ciudad de México; Juan, Ponciano, y María Elena, de los que se ignoran los datos de su nacimiento y muerte. Inés fue una joven morena, dulce, resignada, que siempre perdonó a Emiliano sus infidelidades con otras mujeres, no en vano era mujer de la época y campesina de nacimiento.

La segunda mujer de don Emiliano se llamó Josefa Espejo Sánchez (foto), natural de San Miguel de Anenecuilco, nacida el miércoles 19 de marzo de 1879, hija de Fidencio Espejo Avelar y Guadalupe Sánchez Merino. Josefa pertenecía a una familia de hacendados porfiristas de dinero y poder político, cuya casa estaba situada en el Camino Real que llevaba a la Villa de Ayala, al pie del cerro El Mirador y frente al canal de Los Tomases. Josefa tuvo una infancia feliz, mimada y llena de satisfacciones; con una preparación religiosa muy rigurosa como era costumbre dentro de las familias acomodadas de la época, y con aprendizaje de la lectura y escritura a cargo de su profesora María de Jesús Rivera, a más de la obligada preparación en las tareas del hogar. Todo era tranquilidad y paz en el hogar hasta que la “niña” Josefa conoció y se enamoró de Zapata. El padre no aceptaba el romance de su hija con un gañán desprovisto de dinero y de clase social inadecuada; además de ser contrario a don Porfirio Díaz. Según afirman varios testimonio, el padre amonestaba a Josefa con estas palabras: -¡Emiliano no te conviene; es un verdadero barrendero, jugador, mujeriego que no tiene ni burro que montar! Pero nada pudo detener el amor de la pareja, y valiéndose de mil excusas lograban cartearse con la complicidad de un amigo del caudillo. Cuando la chica iba a lavar vasijas en el agua del apantle de los Tomases, Emiliano, acompañado de tal amigo,  colocaba una carta en el sombrero el cual dejaba caer al agua, para que su amada pudiese recogerlo unos metros más adelante y apoderarse de la misiva. O bien, por la noche Emiliano silbaba y ponía a su caballo a correr a todo galope, así Josefa se enteraba que al día siguiente debía recoger un mensaje bajo una piedra del tecorral, el muro pequeño de rocas apiladas, que sólo ellos conocían.

Las condiciones del noviazgo mejoraron cuando la familia se trasladó a la Villa de Ayala en el año de 1909. Entonces Emiliano llegó al atrevimiento de llevarle serenata a su novia. Cuando murió don Fidencio, el padre de Inés, los novios clandestinos se casaron en el mes de agosto de 1911 en la Parroquia de San José de la Villa de Ayala. El vestido de novia lo diseño la señora Olaya Naranjo de San Pedro Apatlaco, y el fotógrafo fue el señor Salvador Medina. Ni que decir tiene que la boda llevó al rompimiento con las familias porfiristas de la región, quienes nunca perdonaron a los Espejo el haber emparentado con un revolucionario de “mala muerte”. Los padrinos de la boda fueron Francisco I. Madero y su esposa Sara Pérez de Madero, quienes obsequiaron a Josefa con un camafeo de oro y coral, y aretes a juego. El banquete de bodas consistió en frijoles y arroz, y estuvo amenizado con bandas de música de viento. Según cuenta la leyenda, Emiliano pidió a Josefa que no usara el vestido de novia que era un tanto cuanto lujoso, y que en su lugar se pusiese un vestido de percal de los usados por las campesinas. Del matrimonio nacieron Felipe, el primogénito, fallecido a los tres años a causa de la mordida de una víbora del cascabel en el cerro del Jilguero, cuando sus padres, por razones políticas, se ocultaban en él. La segunda hija se llamó Josefa, quien nació en Tlaltizapán, y murió a causa de la picadura de alacrán. Josefa perdió a sus dos hijos y siempre vivió en un continuo temor de ser asesinada en manos de Victoriano Huerta, el presidente golpista, o por Venustiano Carranza, quien en su afán de dañar al Caudillo del Sur, hizo presas a la madre de Josefa, doña Guadalupe Sánchez, y a sus hermanas Félix, Juana e Ignacia; así como a su sobrino Ángel, y a su tía Gabriela Espejo.

Al morir Zapata, Josefa fue conocida como La Generala, quien encontró la muerte el 8 de agosto de 1968, en su casa de la Villa de Ayala. Fue la única esposa legal de Emiliano Zapata, reconocida oficialmente el 1° de diciembre de 1934 por el general lázaro Cárdenas del Río en su protesta como presidente de la República.

A más de Josefa, el enamoradizo Emiliano Zapata, tuvo amoríos con Margarita Sáenz Ugalde (Yautepec, Mor. 1899-México, 1974), Petra Portillo Torres, María de Jesús Pérez Caballero, Georgina Piñeiro, Gregoria Zúñiga, Matilde Vázquez, y Luz Zúñiga, con quien no tuvo hijos. Zapata tuvo en total 16 hijos habidos de sus famosos y legandarios amoríos.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Mitos Cortos

La Arña Gris salva a la Tierra de caerse. Mito pima.

Cuentan los indios pimas, o’odham, “pueblo del río”, del estado de Sonora, que en el principio de los tiempos no existía absolutamente nada, ni Cielo, ni Tierra, ni agua. Pasado muchísimo tiempo, miles de años, la Oscuridad formó una enorme masa de la cual surgió el Espíritu del Chamán de la Tierra, Juh-Wert-A-Mah-Kai, flotando incesantemente sin poder descansar ni tener un lugar donde posarse para descansar.

Un día en que se encontraba especialmente cansado, el Espíritu decidió construirse un lugar donde poder reposar y vivir cómodamente. Tomó un poco de polvo de su pecho y un poco de su sudor, los mezcló cuidadosamente y formó un terrón, sobre el cual cantó y bailó hasta que surgió un arbusto de creosota (Larrea Tridentata), planta muy común en los desiertos. Acto seguido, Chamán de la Tierra creó a las hormigas, y a la termita llamada hiaptic quien hizo crecer al terrón hasta que Tierra alcanzó el tamaño en que la conocemos. Chamán de la Tierra cantaba y bailaba, y al compás de sus pasos la Tierra se iba formando maravillosamente; hizo surgir al Cielo que desde entonces sirve para tapar a la Tierra; asimismo, apareció la primera casa de los pimas. De repente, la Tierra se deformó, se desunió, y quedó inservible para ser habitada. Chamán de la Tierra decidió crear a la Araña Gris para que tejiese una telaraña alrededor de las orillas de la Tierra que la sostuviera y pudiera volverse a unir. Así lo hizo la Araña Gris, y  tejió tan bien y tan fuerte la telaraña que la Tierra quedó firme y sólida.

Gracias a la buena fabricación de la telaraña mágica y sagrada los hombres pueden vivir en el mundo sin caerse.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas

«¡Ahí viene El Coco!». Leyenda colonial.

¿Quién no ha sido amenazado siendo pequeño, por ese ser fantástico llamado El Coco? Pero, ¿quién es El Coco?. Pues El Coco es un personaje fantasmagórico que existe en la tradición oral de casi todos los pueblos de América Latina y de España. En algunas partes del Cono Sur se le conoce como El Cuco; en Brasil recibe el nombre de Cuca, y en el Paraguay se la llama Cucú. En Cuba recibe el nombre de Cocorícamo; en Perú, se transforma en Cucufo. En México se le conoce con el temido nombre de El Coco; pero no en todo México, ya que  por ejemplo en Michoacán y Zacatecas se le llama Kukui. Pero llámese como se llame la principal tarea de El Coco consiste en asustar a los niños que no quieren dormirse, que se obstinan en desobedecer o que se portan muy mal: -¡Pedro, si no obedeces lo que te digo viene El Coco y te va a llevar!

Mucho se ha especulado acerca del nombre de El Coco, unos estudiosos dicen que procede del latín coquus, cocinero; otros que del náhuatl kojko, daño. Pero como El Coco suele representarse como un fantasma cuya cabeza es una calabaza vacía con tres orificios que hacen las veces de ojos y boca, el lingüista y filólogo catalán Joan Corominas deduce que los hombres del almirante Vasco de Gama, cuando conocieron el fruto de la palmera le llamaron “coco” por los tres hoyuelos que presenta en la parte superior que se asemejan a la cabeza de calabaza de El Coco. Recordemos que, popularmente, también se la llama a la cabeza “coco”: me duele el coco, te van a partir el coco, le patina el coco…

El Coco - Leyenda Corta de MexicoLa referencia más antigua de la existencia de El Coco, se encuentra en el Cancionero de Antón de Montoro (c.1404-c.1483), poeta satírico judío probablemente nacido en Córdoba, España, que data de 1445. En él pueden leerse los siguientes versos:

Tanto me dieron de poco
Que de puro miedo temo,
Como los niños de cuna
Que les dicen ¡cata el coco!

Por otra parte, la nana más antigua para dormir a los niños en la que se menciona a El Coco, proviene del siglo XII, como parte de una obra dramática titulada El Auto de los desposorios de la Virgen de Juan Caxés:

Ea, niña de mis ojos,
Duerma y sosiegue,
Que a la fe venga el coco,
Si no se duerme.

Terminemos con unas palabras del estupendo poeta español Federico García Lorca, acerca de este intimidante personaje sin figura:

El Coco […] forma parte de ese mundo infantil, lleno de figuras sin dibujar, que se alzan como elefantes entre la graciosa fábula de espíritus caseros que todavía alientan en algunos rincones de España.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Tradiciones

El Día de la Candelaria. II.

En México, la fiesta del Día de la Candelaria se celebra desde los inicios de la Colonia implantada como parte de la evangelización a los indígenas. Curiosamente, en el calendario mexica el día 2 de febrero daba inicio el llamado mes Atlcahualo o Quauitleoa, en el cual se celebraban las honras a los Tlaloques, diosecitos de la Lluvia; a Chalchiuhtlicue, Diosa del Agua; y al Dios de los Vientos, Quetzalcóatl.

En dicho mes, se engalanaba a los niños que serían sacrificados en honor a los Tlaloques. Se les llevaba en peregrinación sobre andas adornadas con bellas plumas y con flores de muchas clases de mucha hermosura y fragancia. Los “dioses-niños” iban precedidos por músicos que ejecutaban melodías sacras, por los mejores cantores del templo, y por los danzantes dirigidos por su capitán. Los niños elegidos para el sacrificio eran pequeñines aún lactantes. Se les escogía que  tuviesen dos remolinos en el pelo y que hubiesen nacido bajo un signo fausto, ya que se pensaba que eran los que más satisfacían a los dioses y, por tal razón, provocarían mejores y abundantes lluvias, tan indispensables para el ciclo agrícola y la vida de los hombres y de la comunidad. Estos niñitos se sacrificaban, principalmente, en los cerros llamados Tepetzingo, Tepepulco, y en el remolino de la laguna denominada Pantitlan, lo que explica el porqué se escogían a los niños con remolinos capilares. La procesión se dirigía hacia los cerros, todos los fieles iban llorando, pero no de tristeza, sino como tributo, pues pensaban que el llorar constituía un buen augurio para que lloviese satisfactoriamente.

Tal vez por tratarse de un día cuyo fundamento era el agua, elemento de purificación tanto en la religión católica como en la mexica, o porque los niños jugaban un papel protagónico, les fue relativamente fácil a los indígenas en vías de adoctrinamiento aceptar la festividad y los rituales del 2 de la Candelaria en la que aparecía un niño santo consagrado, desde su nacimiento, al sacrificio.
Desde que la fiesta se impusiera en la capital colonial, poco a poco se fue extendiendo a todos los rincones de la Nueva España. Cada región y cada grupo étnico la impregnaron de las características de su propia cultura. Actualmente, la fiesta se celebra con bailes populares, juegos pirotécnicos, procesiones, alboradas, ferias, música de banda, representaciones teatrales religiosas, intercambio de flores, danzas tradicionales, y, por supuesto, la bendición del Niño Dios, de las candelas, y de las semillas. Como nos refiere Samuel Salinas:

Dia de la candelaria imagenCon la fiesta de la Candelaria se cierra el ciclo de celebraciones de la Epifanía que en griego quiere decir  “aparición” de Jesucristo ante los Reyes Magos. Mientras la iglesia se llena de candelas y padrinos, de Niños dioses vestiditos, adornados, de oraciones y sermones, en los atrios de los templos hay danzas y verbenas populares.
Por lo menos en ciento cincuenta pueblos, barrios  y ciudades de México hay fiesta popular el día de la Candelaria. Sobresale el encuentro de huapangueros y la procesión en el río de Tlacotalpan, Veracruz, la feria agrícola de Amealco, Querétaro, las danzas de los Palitos y la Conquista en Arandas, Jalisco; la ceremonia de devolución de la rosca de Reyes en Campeche, Campeche; las calendas en Oaxaca, la larga fiesta que comienza una semana antes en Coatetelco, Morelos, la bendición de las semillas y las imágenes en Contadero Cuajimalpa, Distrito Federal; los carros alegóricos en Gómez Farías, Jalisco, la Danza de la Malinche en Jaltipan, Veracruz; la bendición de las flores de siempreviva y semillas en San Lucas Teopilco, Tlaxcala; la escenificación de la Sagrada Familia en Tecomán, Colima; y la veneración al Niñopa en Xochimilco, Distrito Federal.

Particularmente importante es la fiesta del barrio de la Candelaria en Coyoacán, Distrito Federal. Da inicio el día 29 de enero, cuando se invita a los niños al “víctor”, para que recorran el barrio portando carrizos adornados con flores y papel de colores y obsequiando estampitas de la Virgen de la Candelaria. El 1º de febrero llegan las bandas y la rondalla, encargada de tocarle a la Virgen las “mañanitas” a los doce de la noche. Las bandas las costean, principalmente, los mayordomos de las ceras –llamados cereros- y los otros mayordomos. A las “mañanitas” las acompañan los constantes tronidos de los cohetes.

A las 6 de la mañana, se ofrece un desayuno de atole, café, tamales y ponche a todos los participantes a la fiesta. Al poco rato, los cohetes anuncian la salida de la Virgen de la Candelaria en procesión, acompañada de la banda de música. Atrás, caminan las mujeres, las niñas y los niños con sus niñitos dios en canastas, charolas y sillitas adornadas con flores y ceras. Después de un largo recorrido por el barrio, la santa imagen acude a la iglesia de Los Reyes. Ahí, a la entrada del templo, esperan a la Virgen las imágenes adornadas con flores del Señor de las Misericordias de Los Reyes, el Señor de los Milagros del Ajusco, y San Sebastián  del Barrio de Xoco.

El tronido de dos grandes cohetes y el redoble de las campanas, anuncian que es hora de que la procesión regrese. Al frente, va la Virgen de la Candelaria seguida por las imágenes, las mujeres y los niños, los coheteros, y la banda. En medio de cohetes, campanas que redoblan y el Himno Nacional interpretado marcialmente por la banda de música, la procesión entra en la iglesia, donde darán inicio los cantos, la misa, la bendición de los niños y las candelas, y los feligreses rezan la oración a la Virgen de la Candelaria:

Virgen de Candelaria, madre de Dios
 y madre nuestra,
Con toda la devoción y
confianza, que un hijo pone en su madre, quiero ofrecerte,
hoy, mi persona, mis cosas y mi vida entera.

Acéptalas, madre mía.
Te pido protección para aquellos hijos tuyos,
que por circunstancias de la vida, se encuentran fuera de sus
hogares, y desde lejos te invocan con sincero corazón.

Dulce Virgen de Candelaria, consuelo de los afligidos y
Reina de los hogares cristianos: derrama tu gracia sobre nosotros
y sobre nuestras familias: y haz, que sin olvidarnos de Ti, tengamos
siempre, salud y paz. AMEN.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Michoacán

Los Chorros de Varal. Leyenda michoacana,

El estado de Michoacán de Ocampo cuenta con un municipio llamado Los Reyes, cuya cabecera es la localidad de Los Reyes de Salgado. La Ciudad de Los Reyes fue fundada por Cédula Real el 12 de mayo de 1594, en honor a los tres Reyes Magos;  en 1859 se le dio la categoría de “villa”, por lo que se la denominó Villa de Salgado, en memoria de José Francisco Trinidad Salgado Rentería, un valeroso insurgente. Dista la actual ciudad de  Los Reyes a 220 kilómetros  de la ciudad de Morelia.

El Municipio de los Reyes cuenta con tres zonas geográficas: la sierra, el valle y tierra caliente. En esta última zona, en Tierra Caliente, se encontraba situada la Hacienda La Mancuerna, cuya propietaria era la familia Barragán. Dicha hacienda era sumamente próspera, pues abundaba en terrenos propicios para el cultivo de caña de azúcar, mismo que desde hacía cuatro siglos se llevaba a cabo en la región. La hacienda abastecía de caña de azúcar a toda la región de Uruapan, y la azúcar elaborada se la llevaba a vender hasta la capital del estado, Morelia, donde se empleaba para la fabricación de dulces tradicionales.

Los Chorros de Varal

La familia no era nueva en la región, pues los Barragán se habían asentado en la Hacienda la Mancuerna por cuatro generaciones. La vida en la estancia era la común en las existentes en  la época: lujos y buena vida para los patrones, y pobreza y malos tratos para los peones que trabajaban en ella y a quien se debía la bonanza de los Barragán. Pero a pesar de ello, todos vivían en relativa paz y armonía. Los Barragán no tenían enemigos, y los peones eran trabajadores, tranquilos y sumisos.

El primero de los Barragán que llegó a la Hacienda la Mancuerna muchos años atrás, tuvo una nieta llamada Antonia, la cual fue hija única. Debido a esta condición, a la muerte de sus progenitores heredó toda la fortuna de la familia; así como la obligación de administrar la famosa Hacienda. Antonia era un tanto cuanto independiente, fuerte de carácter, por lo que no le gustaba recibir órdenes. Nadie la quería en el pueblo, ni los hombres la deseaban como esposa. Sin embargo, tuvo muchos amantes a los que utilizaba sexualmente, para después rechazarlos sin importar herir sus sentimientos. De uno de sus amantes que era peón de la misma estancia, la muchacha tuvo una hija, a la que puso por nombre Esmeralda. Esta hija destacaba por su belleza y por sus hermosos ojos negros. De otro amante venido de Los Reyes, nació una más de las hijas de Antonia, Rubí, cuya sonrisa cautivaba a todo aquel que la veía. De un amorío con un joven francés, Antonia concibió a Perla, bella criatura blanca como la leche y, por cierto, la más bonita de las tres hermanas. Las jóvenes no se parecían en nada, sino en que todas eran extraordinariamente bonitas, y en que las tres habían nacido con un trágico destino…

Como era lógico, las muchachitas vivían en la Hacienda la Mancuerna con su madre; nunca  había emprendido viaje alguno como no fuera para ir a la iglesia del pueblo de Los Reyes. Cuando la mayor de las hermanas, Esmeralda, llegó a la edad casadera, Antonia dispuso que irían a las ferias y a las fiestas que se realizaban en las ciudades circunvecinas, a fin de encontrarles el novio adecuado para que pudiesen contraer matrimonio. Así pues, las jóvenes viajaron muy frecuentemente a Zamora, Uruapan y Morelia. En las fiestas las tres muchachas sobresalían por su belleza y donaire de las demás jóvenes, no se perdían un solo baile, y siempre contaban con algún pretendiente dispuesto a agasajarlas. Cuando Esmeralda cumplió los dieciocho años, Antonia decidió a hacer una fiesta en la Hacienda de los Reyes, para conseguirle el joven adecuado para convertirse en su marido. A la fiesta acudieron galanes de todo Michoacán y aun de Jalisco, pues la fama de la belleza de las niñas era bien conocida en ambos estados. Todo iba muy bien, todas parecían contentas y emocionadas.

El día de la fiesta, Antonia recibió muchas peticiones de casamiento para las chicas, quienes habían causado estragos entre los jóvenes casaderos, que les habían entregado muchos pañuelos como prendas de amor. Los padres de los pretendientes y Antonia presionaban a las hermanas para que escogiesen, de entre tantos candidatos, a los tres que debían convertirse en sus maridos. Ante tanta presión, Esmeralda, Rubí, y Perla decidieron no elegir a nadie por el momento, sino pedir a la madre que les diese un poco de tiempo para seleccionar con calma al indicado. Ante esta decisión, los enamorados estaban desesperados y enfadados,  hubo incluso quien intentó robarse a Rubí. Una noche los pretendientes en el colmo de la impaciencia armaron un fuerte alboroto, con balacera,  muertos y heridos. Nadie supo quién inicio el disturbio, pero a raíz de la revuelta las hijas de Antonia desaparecieron misteriosamente.

Antonia, en un estado demencial ante la desaparición de sus queridas hijas, esa misma noche salió a buscarlas; pero nunca regresó y nadie volvió a verla jamás. Según dijeron los habitantes de Los Reyes en sus chismorreos, alguien le había dicho a Antonia que sus hijas habían sido secuestradas por un hombre que iba en un carro hacia el sur del estado. Antonia, siguiendo esta pista, inició una búsqueda que duró meses, pero que no dio ningún resultado. Triste, amargada y casi loca, la madre de las chicas regresó a la Hacienda a llorar la pérdida de sus bien amadas hijas. Tiempo después, justamente debajo de los terrenos de la hacienda de los Barragán, brotaron tres chorros de agua: era el llanto de la madre por cada una de sus desafortunadas y desaparecidas hijas.

El sitio donde brotó el agua se conoce hoy en día como Los Chorros del Varal, magnífica caída de agua de setenta metros de altura, a la que se llega descendiendo setecientas ochenta y seis gradas, y donde los turistas y lugareños suelen ir a nadar, sin sospechar que están nadando en las lágrimas de Antonia, la madre de Esmeralda, Rubí y Perla, las infelices muchachas raptadas por un desalmado pretendiente.

Sonia Iglesias y Cabrera