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Matías y Brazo Fuerte

Entre los indígenas zoques que habitan El Jobo, una comunidad cerca de la ciudad de Tuxtla Gutiérrez en Chiapas, de poco más de tres mil habitantes, circula la creencia de que existe en ser sobrenatural llamado Oso Hormiguero, también conocido como Brazo Fuerte. Veamos lo que le pasó a Matías cuando se lo encontró.

 

Cuenta una leyenda que Matías era un joven debilucho y flaco a quien todos los muchachos de su pueblo sometían a duras burlas por su debilidad. El muchacho aguantaba pacientemente las bromas de sus compañeros, aunque en su interiormsufría mucho con ellas. Matías trabajaba en el campo con su padre en las faenas de la milpa. Todos los días salían a trabajar muy de mañana.

Matías y Brazo Fuerte

Un cierto día, el padre cayó enfermo y Matías se fue solo a trabajar. Cuando se encontraba en la milpa oyó los gruñidos de un animal, volteó hacia donde provenían y se dio cuenta de que al borde de la tierra trabajada se encontraba un Oso Hormiguero. En seguida trató de ahuyentarlo con un palo, pero como también llevaba una cuerda, intentó lazarlo, y tan buena fue su suerte que consiguió atraparlo. Al sentirse preso, el Oso inmediatamente cruzó sus brazos sobre el pecho y se afianzó de tal modo a sí mismo que se hizo un verdadero nudo. Como Matías conocía lo que se decía en el pueblo acerca del animal, trato de zafarle las patas al Oso… y lo consiguió. Entonces, vio con gusto y sorpresa que empezaba a volverse muy fuerte, los músculos se le agrandaron y dejó de ser debilucho y flaco: se había convertido en una persona sumamente fuerte, pues la leyenda que circulaba entre las abuelas, decía que aquél que lograra zafarle las manos al Oso Hormiguero, se convertiría en un hombre de mucha fuerza.

Matías regresó al pueblo muy contento de su cambio. Todos admiraron su musculatura, Nadie más se burló de él, pues se dieron cuenta de que había sido capaz de deshacer el nudo ursuloso. Desde entonces Matías vivió feliz y seguro de sí mismo.

Sonia Iglesias y Cabrera

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El Tsempayomo o la mujer que orina

Cuenta una leyenda zoque que en el pueblo de Ocotepec, al norte del estado de Chiapas, hace muchos años vivía un hombre con su esposa y sus hijos. Un buen día decidió dejar el pueblo para irse a vivir en una choza cerca de un arroyo en una montaña. Era un hombre muy sabio que se comunicaba con los seres sobrenaturales en sus sueños nocturnos; había inventado la cal y sus aplicaciones. Todos lo respetaban y le llevaban regalos.

Llegó el momento en que los hijos de este sabio hombre crecieron y formaron su propia familia. El hombre quedó solo y triste. Un día fue a visitar a sus hijos al pueblo y dejó a su esposa sola en la choza. De regreso a la montaña, se encontró con un grupo de amigos que le invitaron a beber, aceptó, y platicando de los viejos tiempos, las horas transcurrieron, Cuando el señor se dio cuenta era ya muy tarde. Borracho, emprendió el viaje de regreso, presa de malos presentimientos. Al llegar a su casa buscó a su mujer, pero no la encontró ni dentro ni fuera de ella. Al amanecer, muy triste, se quedó dormido junto a la cama. Cuando despertó, pidió ayuda a los habitantes del pueblo para que le ayudasen a buscar a su esposa. Todos se movilizaron, rezaron, cantaron y danzaron, pero la esposa no apareció.

El Tsempayomo o la mujer que orina

Al cabo de muchos años, en cierta ocasión el hombre pasó por un bosque y vio entre los árboles un objeto blanco que se movía, lo siguió hasta la entrada de una cueva donde se metió el espectro. Curioso, el hombre lo siguió y, de repente, se dio cuenta que se trataba de su esposa perdida. La blanca aparición le dijo: -¡Siempre he estado a tu lado, nunca te abandoné! El hombre temblando de miedo escuchó la voz de su mujer: -¡Cuéntame qué ha sido de mis hijos! Ante estas palabras, aterrado el señor pronunció ciertos conjuros. La mujer se puso en posición de orinar y se transformó en estatua y afirmó que siempre permanecería en tal sitio vigilando a sus hijos y para servirle si tenía necesidad de ella. En medio de las piernas de la mujer-estatua brotó una límpida agua, como un manantial. Desde entonces, el hombre visitaba a su esposa convertida en un dulce manantial.

Pasado el tiempo, el hombre murió, pero el manantial quedó para satisfacer la sed de los caminantes y de todo aquel que la necesite.

Sonia Iglesias y Cabrera

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San Pascual y la carreta

San Pascual es un santo muy venerado entre los indios zoques de Chiapas. Este buen santo cuenta con un templo en Tuxtla que le sirve también de tumba, ya que se encuentra enterrado atrás del altar, lugar en donde se llevan a cabo limpias con aguardiente de caña y manojos de albahaca cuando se está muy desesperado por los avatares de la vida.

San Pascual y la carreta

San Pascualito Muerte o San Pascual Rey, como también se le conoce, está asociado con San Pascual Baylón. San Pascual se representa en forma de esqueleto y lleva una capa y una corona; el esqueleto se considera como reminiscencia de un posible parentesco con el dios de la muerte de los antiguos mayas, a más de ello va montado en una carreta. Se le adora desde 1650, cuando se le apareció a un indígena de San Antonio Aguacaliente que agonizaba de cucumatz, una terrible y mortal fiebre. A punto ya de morir y de haber recibido la extremaunción, se le apareció un esqueleto con ropa refulgente. Dicha aparición que se dice era San Pascual Baylón, le prometió que el cucamatz desaparecería si a cambio se le nombraba santo patrón del pueblo. A los nueve días el milagro sería cumplido, aunque el enfermo moriría irremediablemente. Y así fue, a los nueve días terminó la epidemia y la vida del indio. Desde entonces se le veneró, a pesar de la prohibición de la Santa Inquisición.

Cuentan los hermanos zoques que cuando las personas están enfermas tienen la seguridad de que se aliviarán en tanto que no escuchen el chirrido de una carreta a la media noche, pues si llegan a escucharlo, es absolutamente seguro que morirán en los próximos minutos. Dicha carreta es conducida nada menos que por San Pascualito, el milagroso santito.

Es conocido que entre los fieles de San Pascualito que acuden a la capilla de Olintepeque en Guatemala, es costumbre ofrecerle velas, capas y recaditos en agradecimiento por los favores recibidos. Las velas rojas sirven para milagros de amor, las rosas para recuperar la salud, las amarillas para obtener protección, las azul cielo para que llegue dinero, las verdes para que los negocios progresen, las negras para vengarse de alguien que nos haya hecho un mal, las blancas para proteger a los niños del mal de ojo o de las enfermedades, y las púrpuras para protegernos de los vicios.

Sonia Iglesias y Cabrera

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El Sombrerón

El Sombrerón es un personaje mágico que usa un gran sombrero y vive en las cuevas de la región de Tuxtla, en el estado de Chiapas. Su vestimenta cambia en atención a quien se le aparece. Si la elegida es una mujer, entonces El Sombrerón se disfraza de catrín citadino; pero si la muchacha es de rancho, el chaparro se viste de humilde ranchero. Si se trata de aparecerse a una joven indígena, pues se transforma en un indio guapo. Es variable. A las mujeres siempre se les aparece, son sus preferidas. Les obsequia con regalos como collares, perfumes y aretes, y se las lleva a su cueva. Las mujeres desaparecen muy seguido porque El Sombrerón se las roba y nunca más se las vuelve a ver. A veces solamente se encuentra su capa en las cuevas adonde se refugia este malvado ser.

El Sonbrerón

Cuenta la leyenda que un día una joven muy bonita se escapó de la cueva donde la había escondido El Sombrerón. Como la chica era lista, se robó muchas de las joyas que el malvado tenía en la cueva. La familia de la muchacha progresó con ese dinero y dejó de ser pobre. ¡Esa vez salió burlado El Sombrerón!

Este ser diabólico también disfruta robándose a los niños, los engaña dándoles juguetes que trae colgados a su enorme sombrero. Los niños nunca más aparecen. Dicen los que saben que en vida El Sombrerón fue un bandido que se dedicaba a asaltar los carruajes de los viajeros en el tiempo de la Colonia, y que de esos hurtos provienen todas las joyas con las que seduce a las mujeres. Parece ser que murió cuando las autoridades virreinales lo atraparon y él intentó escapar. Es su alma la que anda penando y haciendo maldades. Todos le tienen miedo.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Vida y Muerte

Los indígenas zoques, los o’depüt como se autodenominan, habitan en Chiapas. Como todos los pueblos cuentan con una interesante cosmovisión. Por ejemplo, para los zoques de Tuxtla, El Lugar de los Conejos, los dioses crearon el cuerpo humano y lo dotaron de cuatro elementos vitales, sin los cuales los hombres no pueden vivir: el animá, el alma; la copák, la cabeza; chocoy, el corazón; y los órganos sexuales, la vagina y el pene. Al cuerpo humano llamado nitok, le da energía el animá, gracias a ella hay movimiento y vida. El alma tiene dos espíritus, uno está formado por el animá que es inmaterial pero que puede pensar y razonar, y otro al que llaman nahual, animal que puede desprenderse del alma y puede ser bueno o maligno. Copak es la cabeza donde se asienta la razón y la conciencia, guía a las personas y les proporciona luz. A su vez, el chocoy controla las pasiones y los sentimientos de los zoques, envía energía y fortaleza anímica a todo el cuerpo, y dicta el comportamiento de los hombres. Como es de suponer los penes y las vaginas son los encargados de la reproducción y continuación de la vida.

Vida y muerte

Cuando un zoque muere, las almas se dirigen al Tzapatá, El Petate de Piedra, tomando la ruta del Río Sabinal, hasta llegar al lugar de las ánimas llamado Cunguy anteriormente y hoy conocido como el poblado de San Fernando. Dentro de las cuevas hay velas que alumbran el camino de las almas para llegar al Tsuan, donde la vida continúa y se es feliz.

Cuando los hombres vivos sueñan, las estrellas los dirigen al Tsuan para que visiten a sus difuntos. El Día de Muertos, los que moran en el Tsuan salen para visitar a los vivos y disfrutar de las ofrendas que se les colocan en las casas. Para que las almas lleguen con bien a este mundo, se les reza, se les ofrenda copal, y se les exhorta diciéndoles: ¡Vení, chalucas, a comé y a bebé, no seas flojo! ¡Dí, ay, pues, a quihoras vas a vení? Ya que se van, se las despide con música de tambor y pito. Al morir, los zoques tienen la esperanza de reencarnar en algún animal: un colibrí, un quetzal, una mariposa, un águila, o en el nahual que le corresponde.

Sonia Iglesias y Cabrera

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La Tisigua

Los viejitos de los ranchos con su gran imaginación que tenían, como don Luis Toalá, creaban personajes fantásticos, como lo fue la Tisigua, para que los jovencitos no anduvieran de parranderos y coscolinos por los ranchos y en el vecino Terán, (Colonia donde se ubica nuestra escuela). Fue así como, entre las familias se comentaba que a los que se quedan por largas horas bañándose en el Sabinal, en las hermosas pozas que se formaban junto a los gruesos troncos de los ahuehuetes se les aparecía la Tisigua.

Dionisio, a quien todos conocían por Nicho, era el hijo único del cañero don Casimiro, que por afecto todos lo conocían por el tío Cashi. Su madre, doña Micaela, siempre estaba pendiente de todos los deseos de su Nichito. En su oloroso baúl de cedro siempre le tenía su ropa bien planchada que, por cierto, en una ocasión se quemó con la plancha de mano que calentaba en un buen cuadrado comal de fierro y con buenos leños de brasil y de patzipocá.

Nicho, que ya andaba por los dieciocho años, todavía no daba muestras de enamoramiento y las amigas de la madre del joven le preguntaban que cuándo se casaría Nichito, pues ya tenía su edad. A eso la madre les contestaba: todavía no piensa mi hijo en mujer, no pues… Todavía no… Le pido al señor de Esquipulas que cuando ya piense en mujer se encuentre con una buena y galana muchacha.

Ni crea usted tía Mica, a lo mejor su Nichito ya hasta ha de tener un chiquito con alguna tiraleña o de por ahí por la Chacona, porque como es bien parecido el muchacho vierasté como lo siguen… Se iba a celebrar la velación del Señor de Esquipulas el catorce de enero, por lo que doña Micaela le alistó su buena mudada a Nicho para que fuera de conquista al baile.

Por la tarde se fue al río el jovencito muy contento, silbando una de las canciones que mucho le gustaban. Antes de salir de la casa, la buena madre le recomendó que no se tardara mucho en el río, que recordara que la Tisigua se estaba apareciendo a los que iban a bañarse ya muy tarde; Nicho muy valiente le dijo a su mamá: -¡ay mamá..! eso de la Tisigua es puro cuento de don Luis Toalá…- bueno.. ahí velo vos Nicho. Yo no quiero que te vaya a jugar y te quedes de idiota como Lipe de don Chano… ¿A poco es bonito andar así? Pero Nicho no tomó en cuenta aquellas recomendaciones y salió disparado hacia el Sabinal, que estaba bastante lleno y con una corriente tan cristalina que invitaba a bañarse, se desvistió dejando su ropa en las ramas del sabino que quedaban a manera de percha junto a la orilla del río y dándose impulso se lanzó a la poza, dando las buenas braceadas a lo largo de las tranquilas aguas, (en la actualidad son aguas negras), ya estaba enjabonándose parado sobre unas gruesas raíces, cuando de repente oyó unas palmada un poco leves y luego más fuertes acompañadas de un silbido medio mañoso. Con los ojos enjabonados, como pudo trató de distinguir de dónde surgía todo aquello. Luego escuchó aquellos ruidos por otro lado, después detrás de él y así fue dándose cuenta de que lo estaban jugando, se quitó el jabón rápidamente y se volvió a zambullir. Apenas sacaba la cabeza cuando muy cerca vio que surgía del agua el busto de una guapa mujer, rubia, de ojos azules, de nariz muy perfilada, bonita la malvada. Nicho, en cuanto la vio dijo para sí: – Ya se me hizo. Voy a saber lo que es tener una mujer junto a mí. Ojalá que se me haga. Esta no se me escapa.

Cuando más contento estaba con tan inesperado hallazgo, se dio cuenta que la bella mujer ya estaba detrás de un grueso tronco de sabino. Él trató de seguirla, pero inmediatamente la guapa mujer se escabullía por entre la maleza a pesar de las espinas y garfios que abundaban más arriba de la orilla, no se lastimaba; en cambio el pobre Nicho, se iba cayendo y levantando entre el espinero y la maleza con peligro que pisara una culebra.

Al poco rato, la maligna mujer volvía a meterse en la poza y Nicho tras de ella tratando de abrazarla y comérsela a besos, y luego… De momento reflexionó y recordó lo de la Tisigua. Dudaba si era la fantástica y perversa mujer que había vuelto tontos a muchos jóvenes de la región o que los había metido en los peroles de miel caliente de las moliendas.

Llenándose de valor, se lanzó hacia donde estaba nadando la Tisigua y ya casi la alcanzaba cuando ella se dirigió a donde estaba su sombrero de palma que había llevado, lo llenó de agua y en un instante se acercó a Nicho poniéndoselo en la cabeza.

Al verlo con el sombrero, que escurría una agua lodosa, olor a azufre, se carcajeaba y sonaba las manos como burlándose del joven. Él trataba de alcanzarla pero al poco desapareció entre los árboles, quedando Nicho desde ese momento alelado, idiota, con la mirada fija sin que pudiera articular las palabras con claridad que le caracterizaba.

Como pudo, con la ropa toda mojada se fue a su casa, que con trabajo la encontró a eso de las diez de la noche.

Para eso ya la familia había ido a buscarlo, el tío Cashi, con un grupo de vecinos se fue, llevando un tambor y unas teas para localizarlo. Desesperados le gritaban sin saber que ya se encontraba en su casa, donde la tía Mica lo estaba atendiendo con su buena taza de café caliente. Cuando llegaron los que fueron a buscarlo, ya don Crispín le estaba curando de espanto.

A mucha distancia se oían las imploraciones del curandero que decía: señor de las Ampollas, curá a este cristiano… señor de Esquipulas, dale la salud a tu hijo Nicho… y rameadas; lo bañaba de aguardiente y entre soplido y soplido seguía pidiendo a toda la corte celestial que Nicho volviera a su estado natural, que recobrara su buena figura. Y de nuevo volvía a decir:

– Virgen de Copoya, salvá tu hijo… Virgen de Olachea, que se componga este cristiano. Virgen de Candelaria, hacé tu milagro. San Marcos, patrón de Tuxtla, cura a este bendito muchacho.. San agustín, patrón de Tapachula, que se componga este niño… San pedro de Tapana, curálo… Pasión verde de Clacotepec, sanálo… San Sebastían de Chiapa, curálo… San Caralampio de Comitán, curálo… San Pascualito, sanálo.. y así no cesaba de pedir hasta lograr que volviera a la normalidad aquel pobre muchacho.

Pero de nada sirvieron todas aquellas imploraciones. El infeliz Nicho nunca recobró la razón y desde entonces por las calles de Terán y los callejones de los ranchos de Juan Crispín veían a Nicho parándose en las puertas de las casas mendigando un taco o algo, no porque en su casa le faltara comida sino porque gozaba al recibir algo para comer, imaginándose que era la Tisigua quien le daba todo.

Escrito por un maestro Emérito de Chiapas.
Profr. Manuel de Jesús Martínez Vázquez.
Originario de Tuxtla Gutiérrez.

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La Novia

Esta leyenda de la Ciudad de Tultepec, Chiapas, es muy antigua y se ha trasmitido de generación en generación. En el pueblo vivía una mujer cuyo nombre desconocemos. Estaba comprometida en matrimonio con un señor del cual su nombre quedó en el olvido
Estaban muy felices por su noviazgo, pero justo antes de casarse, la mujer descubrió a su querido y amado novio en la cama con su mejor amiga. La novia al verlos en tal situación,  tomó un palo, y los mató a los dos a golpes. Cuando llegó el día de la boda, todos se burlaron de ella porque no tenia con quien casarse y se encontraba sola en la iglesia, sin novio alguno.
Ante tanta burla y dolor, ella se suicidó, pero antes de morir lanzó una maldición a los que se burlaron de ella. Todos murieron y pasarían terribles tormentos  por toda la eternidad.
Desde ese entonces en la iglesia se escuchan, desde las 9 de la noche hasta las 3 de la madrugada, voces que gritan -¡Vivan los novios! y suenan las campanas aterrorizando a todos los habitantes. Si uno escucha el sonido de las campanas y sale a la calle en ese lapso de tiempo macabro, se convierte en un espectro más….