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Hidalgo Leyendas Cortas Leyendas de Terror

Un suculento platillo: Leyenda de Terror

En la Ciudad de Pachuca, Hidalgo, hace ya muchos años vivió un joven matrimonio. El esposo trabajaba en la minería, era minero; y la mujer se quedaba en casa. Ella era una muchacha sumamente guapa y vanidosa. En la misma casa vivía la madre del marido, una viejita muy buena y correcta.

En cuanto el hombre salía de su hogar para dirigirse a la mina, la esposa se arreglaba lo mejor que podía, se ponía sus alhajas de bisutería, se perfumaba, y se salía de la casa con el fin de encontrar a algún hombre con el cual tener una lucrativa aventura.

La madre se daba cuenta de las infidelidades de su nuera, por eso la reconvenía y la llamaba al orden. Le decía que la infidelidad era un grave pecado y que su esposo no merecía aquel trato, pues era muy bueno y cumplido.

Pero a la chica le tenía sin cuidado lo que dijese su suegra y partía muy oronda en busca de aventuras. Se limitaba a negar que fuese infiel.

Un sabroso bistec de hígado encebollado

Ante estas circunstancias, la madre del minero decidió buscar evidencia para poder acusarla con su hijo.

Y así fue, la vieja madre encontró evidencias que probaban la infidelidad de su nuera. Estaba dispuesta a presentárselas a su hijo con el fin de que se separase de esa mala hembra.

Pero al enterarse la joven de lo que le esperaba decidió matar a la pobre suegra. Una vez muerta, le sacó el hígado.

Esa noche el marido burlado regresó de su trabajo, y la mujer, muy solícita, lo llevó hasta la mesa del comedor, y le sirvió el hígado de su madre en bistec encebollado y aderezado con lechuga y jitomate.

Cuando estaba a punto de partir el primer bocado, escuchó una voz que le decía que no lo comiese, porque era el hígado de su madre que su mujer había asesinado.

Dudoso, el hombre le preguntó a su esposa que en dónde se encontraba su madre, a lo que la mujer no supo qué contestar. Entonces, el minero comenzó a buscarla por toda la casa y los patios, y la encontró muerta y destripada debajo de su cama.

Mientras el hijo desesperado sacaba a su madre, la asesina aprovechó y salió corriendo como loca para librarse de la ira del huérfano. La noche estaba muy oscura, y en su precipitada carrera la mujer no vio un barranco y cayó en él, muriendo en seguida, pues era muy profundo. ¡Ese fue su merecido castigo por infiel y asesina!

Sonia Iglesias y Cabrera

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Aguascalientes Leyendas Cortas Leyendas de Terror

Ardilla y su promesa

José Altamirano y Juan José Espino trabajaban como caporales en la Hacienda de los Marqueses de Guadalupe. Al primero le apodaban Ardilla y al segundo Comal. José se encargaba de las tierras que ocupaban la parte sur de la hacienda, y Juan José de las localizadas en el norte. Se mantenían en constante comunicación, aunque uno estuviera en el Cerro del Picacho y el otro en los Cerros de Pabellón. Aun así, podían hablarse y escucharse por medio de unos cuernos que llevaban un alambre en forma de espiral que los conectaba en la parte aguda del cuerno y que trasmitía los sonidos que se amplificaban en la parte ancha del mismo. Así podían comunicarse todos los días e informarse de sus faenas.

Un día Ardilla notó que los animales de la hacienda iban desapareciendo misteriosamente, y en seguida dio aviso a sus patrones. Les dijo que pensaba que se salían por la parte que no tenía valla y que llegaba hasta Peñuelas, pero que si se completaba el vallado el problema se resolvería. El patrón decidió que se pusiera el vallado faltante inmediatamente. Ardilla afirmó que estaría terminado al siguiente día en cuanto amaneciese.

El caporal Ardilla se fue al Cerro del Picacho y se comunicó con el caporal Comal para informarle el trabajo que debía efectuar. Comal, asombrado, le dijo que eso era imposible porque se trataba de un trabajo que no podría realizarse en tan poco tiempo.

El Caporal Ardilla

Ardilla, al darse cuenta de que su compañero tenía razón, invocó al Diablo e hizo un pacto con él. Le prometió que le daría su alma si le ayudaba a terminar el trabajo para cuando los gallos cantasen, como lo había prometido al patrón. El Diablo aceptó y llamó a toda una legión de demonios para que se pusiese a trabajar inmediatamente en la construcción de la valla faltante. El demonio le advirtió a Ardilla que pasados doce días regresaría para llevárselo.

Cuando ya se iba a cumplir el plazo, la marquesa notó que Ardilla estaba muy triste y preocupado. Le preguntó lo que le pasaba, asegurándole que le apreciaban mucho y que tratarían de ayudarle en el problema que le aquejaba. Entonces, el caporal le dijo a su patrona que faltaban tres días para que el Diablo llegara a llevárselo por la promesa que había hecho para poder construir la valla. La marquesa, tranquilamente, le dio un crucifijo para que se lo colgara al cuello, y le conminó a que dijera ¡Ave María, Ave María! continuamente y le aseguró que con eso el Diablo no se lo llevaría.

Cuando Comal se enteró del fatal pacto que había realizado su compañero, rodeó el cerro de cruces. Llegado el décimo segundo día, el Diablo llegó y vio  que Ardilla estaba en su cerro montado en su caballo. En un cierto momento cayó sobre él y se lo llevó por los aires, junto con su cabalgadura. Al verse atrapado Ardilla dijo con todo el fervor que pudo: ¡Ave María, Ave María!

Al escuchar tales palabras, el Diablo, furioso, dejó caer al caporal con fuerza. De manera que Ardilla quedó estampado en una piedra a la que llamaban La Peña Blanca, donde quedó para siempre su estampa en bajo relieve. A pesar del golpe y por efecto de su fe, Ardilla no murió y continuó trabajando en la Hacienda de los Marqueses de Guadalupe.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Leyendas Cortas Leyendas de Terror Morelos

Un bebé truculento

Cerca de la ciudad de Cuautla en el estado de Morelos, existe la llamada Ex Hacienda de Coahuixtla, la cual fue fundada por frailes dominicos en el año de 1587, misma que hoy se encuentra abandonada, ruinosa y pintarrajeada. En sus buenos tiempos esta hacienda fue muy próspera, y una de las más importantes de la región. En ella laboraba una mujer extraordinariamente hermosa. Por supuesto que los pretendientes no le faltaban; sin embargo, la bella mujer no le prestaba atención a ninguno; bien porque no le gustaran, bien porque no los consideraba a su altura.

Un día que se estaba bañando en el río, se encontró con un hombre que tenía toda la facha de forajido. Iba montado en un hermoso caballo negro de considerable tamaño. Al verla, el jinete se ofreció a llevarla a su casa, pero la dama se negó. Finalmente, ante la insistencia del hombre aceptó y se montó a la grupa del equino.

Al llegar a la hacienda se despidieron y la joven pensó que ahí terminaba toda relación. Sin embargo, el jinete del caballo negro volvió varias veces a buscarla para cortejarla, hasta que logró hacerla su amante. Poco después, la chica quedó embarazada, y el galán puso pies en polvorosa y desapareció.

La abandonada Ex Hacienda de Coahuixtla

Cuando la mujer cumplió seis meses de embarazo, el niño nació. Era un bebé muy listo, diferente a los demás niños, raro. Cuando el muchachito cumplió seis meses de edad, la madre decidió bautizarlo y escogió como madrina a su mejor amiga. Cuando se dirigían a la iglesia donde iba a tener lugar la ceremonia bautismal, la madrina llevaba en brazos al nene. Cuando estaban por cruzar un río el niño habló y dijo: -¡Madrina, ya soy capaz de hablar, incluso tengo dientes, y tengo la intención de matarte! Dicho lo cual dio un brinco, saltó al río, se metió en una piedra y desapareció.

Este extraño personaje se trataba nada menos que del hijo del Diablo. Todos sabían en la región que el pequeño Diablito se aparecía en la hacienda, hacía travesura y media, asustaba a los trabajadores, e incluso mataba a las personas que pasaban junto a él.

En estos tiempos, el Diablito maligno vive escondido en los túneles de la antigua hacienda, y sale para efectuar sus fechorías por las noches y aun a pleno día. En ocasiones se pone a llorar con su llanto de bebé por los caminos de la región; cuando alguien le encuentra y lo levanta en brazos para llevarlo a algún hospital o a la policía, el Diablito lo muerde con sus dientes, lo cual ocasiona mucho daño, ya que cuenta con varias hileras de ellos. Una vez que mordió a la persona elegida, con voz ronca e impropia de un nene, dice una sarta de groserías, amenazas y maldiciones. Es un ser terrible y maligno que nadie desea encontrarse.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

 

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Leyendas Cortas Leyendas de Terror Sinaloa

Silvia

En la década de los años sesenta, en la Pérgola de los Mochis cada año se llevaba a cabo baile popular en el mes de diciembre, que animaba las bandas con su música de viento. En una ocasión unos jóvenes acudieron al baile y llevaron con ellos a otro que venía de México. Todos llevaban pareja menos el fuereño.

Cuando la fiesta se encontraba en su apogeo, el joven se fijó en una bellísima muchacha vestida de blanco. Se acercó a ella y la invitó a bailar. La joven accedió. Al estar bailando el muchacho se dio cuenta de que las manos y las mejillas de la chica estaban sumamente frías, lo cual le intrigó. En un momento dado la mujer de blanco le preguntó a su compañero de la baile la hora que era. Él le respondió que las doce, a lo que ella replicó que tenía que irse. Galante, la quiso acompañar a su casa, pero la bella le indicó que solamente hasta el pie de la escalinata que conducía a La Pérgola. Al ir bajando, el muchacho notó que la damita estaba temblando y le ofreció su saco para que se tapase, indicándole que al día siguiente lo recogería en su domicilio.

Y efectivamente, al otro día acudió a la casa de la joven quien le había proporcionado su dirección. Al llegar, tocó a la puerta y le abrió una señora de aspecto triste. El galán le preguntó por la muchacha y le explicó la causa de su presencia en su casa. Le dijo el nombre de la belleza, Silvia, y la describió como la portadora de un hermoso vestido blanco y de un largo y sedoso pelo negro. Al escucharlo, la señora pensó que se trataba de una mala broma, pues como explicó al intruso, la chica había muerto hacía solamente tres días, justo cuando cumplía diez y ocho años, en un terrible accidente. Como el visitante se mostraba incrédulo, la madre le mostró el blanco vestido y una fotografía de la muerta. Pero como el joven seguía dudando, la mujer lo llevó hasta el cementerio donde se encontraba la tumba con una lápida en la que aparecía escrito el nombre de la muchacha. ¡El joven casi muere del susto cuando se dio cuenta que sobre la tumba se encontraba el saco con el que la había tapado para resguardarla del frío… que no era otro más que el frío de la muerte!

La Pérgola de los Mochis

Muchas noches acudió el enamorado a La Pérgola con la esperanza de volver a ver a la joven mujer, pero nunca la volvió a encontrar, Al cabo de un año, justo el día en que tendría lugar el baile anual, desistió de su búsqueda. Sin embargo, muchas son las personas que afirman que en esa fría noche se vio bajar por la escalinata de La Pérgola de los Mochis a una bellísima mujer vestida de blanco y con el hermoso pelo negro que la caía por la espalda. Su actitud indicaba que busca a alguien a quien no puede encontrar, porque el enamorado esa noche había desistido de buscarla.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Guanajuato Leyendas Cortas Leyendas de Terror

La Carreta de la Muerte

A los diez años la madre de maría la envió a vivir con su tía, una mujer muy enferma e incapacitada que tenía un hijo de mala entraña, y vivía en el pueblo de La Noria, Guanajuato. María se fue a la casa de su tía muy contenta por poder ayudarla, pues su hijo no lo hacía para nada. La enferma mujer era dueña de un terreno muy grande que el mal hijo estaba ansioso por heredar. La llegada de su prima no le gustó para nada y empezó a hacerla la vida pesada.

 Una cierta noche, el hijo llegó borracho a la casa y arremetió contra su madre y su prima. La madre lo corrió y le dijo que no se apareciera hasta que se le hubiese bajado la borrachera. El hijo se alejó diciéndole a su progenitora que ojalá se muriera pronto. Al otro día, cuando María fue por las tortillas, escuchó que todo el pueblo se había dado cuenta del escándalo y que había escuchada a la Carreta de la Muerte. La pequeña no entendió a que se referían las personas con esos de la Carreta de la Muerte. Cuando llegó a la casa de su tía le preguntó. Al escucharla, la mujer se santiguó y le contestó que cuando pasaba la famosa carreta por el pueblo era porque alguien seguro iba a morir. María se asustó mucho, pues pensó que la que podría morir sería su enferma tía. Por la tarde regresó el hijo muy enojado y reclamándole a su madre el haberlo corrido para después haberlo ido a buscar gritándole por los montes y las calles del pueblo. La tía negó que lo hubiese ido a buscar. El joven, indignado, abandonó la casa y no regresó a dormir.

Al otro día, María fue por las tortillas y oyó que las personas comentaban que la Carreta de la Muerte se había dirigido a la cabaña del huerto de la casa de su tía, Cuando regresó, estaba muy preocupada, pues suponía que la muerte se acercaba cada vez más a la casa de su tía. Entonces pensó que debía comunicarle el hecho a su primo, pues se estaba quedando en la cabaña del huerto, y si llegaba a ver la Carreta de la Muerte, ésta se lo llevaría, pues nadie podía verla sin morir. Cuando llegó con su primo y le comunicó su temor, éste la corrió de mala manera. Por la noche, el muchacho fue a la casa de su madre, y tomando del pelo a María le prohibió que lo siguiera molestando con sus cuentos tontos. La tía trató de defender a su sobrina, pero no pudo y cayó al suelo. El mal hijo salió huyendo creyéndola muerta y no volvió por varios días.

Una tarde volvió reclamándole a su madre que no lo anduviese buscando, cosa que la mujer no había hecho. Le pidió a su hijo que cuando estuviera en la cabaña del huerto no le abriese la puerta a nadie. Pero esa noche los perros empezaron a aullar en el huerto y el muchacho, furioso, salió a asustarlos y a amenazarlos. Como no vio a nadie, volvió a entrar en la casa. Un fuerte aire soplaba. Todo el pueblo escuchó el escándalo que provocó un fortísimo grito que provenía de la cabaña. La tía le pidió a María que fuera a buscar a los vecinos para ver qué sucedía. Cuando llegaron a la cabaña se encontraron en la puerta al joven con el cuello partido y con una mueca de terror absoluto. La tía y la sobrina comprendieron que la Carreta de la Muerte lo había matado.

Desde entonces, cada vez que una persona va a morir se escuchan los ruidos de las ruedas de la carreta, las patas de los caballos al pegar en las piedras del suelo… y los terribles aullidos del mal hijo que deseaba la muerte de su madre para heredar sus tierras.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

 

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Baja California Leyendas Cortas Leyendas de Terror

Don Porfirio y la carroza

Hace mucho tiempo, en Baja California Sur, en las afueras de la Ciudad de la Paz, se encontraba ubicada la Ciénaga de Flores. Un pantano que permitía plantar diversas flores por sus condiciones ecológicas favorables. Todas las flores que en ella crecía eran una maravilla por su colorido y su subyugante perfume; además que eran enormes, y mucho más hermosas que las que no crecían en la ciénaga.

Cerca de la ciénaga había un rancho muy grande y bien montado que contaba con un pozo del cual se extraía agua mediante un molino de viento. El rancho tenía un cuidador que se llamaba don Porfirio y que se encargaba de cuidar la ciénaga que pertenecía al rancho. Un cierto anochecer el buen hombre se dio cuenta de que una hermosa carroza se encontraba en el lindero donde crecían las flores de la ciénaga. De la carroza descendió una bellísima mujer ataviada con un vestido negro de terciopelo a la que acompañaba un cochero. Don Porfirio se percató de que los extraños visitantes no pisaban el suelo, sino que caminaban sobre una nube de vapor, como flotando.

El cuidador decidió acercarse hasta donde se encontraban los visitantes, aun cuando estaba muerto de miedo y temor. Al aproximarse, notó que la carroza era muy similar a las que se usaban en otros tiempos en los servicios funerarios, y su miedo se incremento considerablemente.

La Ciénaga de Flores

La mujer cortó varias flores del sembradío, hizo un gran ramo y volvió a su carruaje acompañada de su cochero. Ninguno de los dos pronunció palabra. Don Porfirio seguía muerto de miedo al ver que se trataba de unos seres muy extraños, de ultratumba y ni siquiera pensó en cobrarles las flores que se habían llevado.

Al otro día, el asustado cuidador comentó lo ocurrido con su patrón, el cual no le creyó nada y pensó que al buen sirviente se la habían pasado las copas. Pasados diez, la carroza volvió a aparecerse. Solamente iba la dama condiciendo a dos hermosos caballos negros de pelambre muy brillante que tiraban de la carroza. Don Porfirio se acercó todo lo que pudo a la dama, hasta sentir su embriagador perfume y ver sus joyas de oro.

Como su patrón no le creyó, el guardián acudió al delegado de Gobierno, quien ordenó vigilar la zona. Sin embargo, la carroza no volvió a aparecer. Aunque pasados diez, más de veinte personas que se encontraban cerca de carretera que llevaba a la ciénaga de las flores, vieron aparecer la famosa carroza con una dama vestida de negro y un cochero luciendo una levita. Entonces, todos le creyeron al guardián don Porfirio, quien ya nunca volvió a ver ni a la carroza, ni a la dama ni al cochero.

Sonia Iglesias y Cabrera.

 

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Leyendas Cortas Leyendas de Terror Puebla

La Mano Pachona

La siguiente leyenda es una de las tantas versiones que existen acerca de la Mano Pachona, a la cual se la conoce también con otros nombres: La Mano Peluda, La Mano del Diablo, y la Mano Negra. La versión que a continuación relatamos pertenece al folklore del estado de Puebla, y ocurrió en el año de 1908.

En la llamada Calle de Merino, existía una casa de empeño conocida como Casa Comercial de los Villa. Era una de tantas casas de empeño que había en la Ciudad de Puebla por aquellos años. Y aun cuando cobraban muy altos intereses, el gobierno de Porfirio Díaz las permitía con beneplácito ya que le aportaban muy buenas ganancias, aprovechándose de la necesidad económica del  pueblo.

El dueño de la Casa Comercial era gordo, grasoso, calvo, y chaparro. Pero lo que más llamaba la atención de su físico era que estaba muy peludo, tanto en el cuerpo como en los brazos y las piernas. Era todo pelos negros e hirsutos. Se contaba que había hecho buen dinero administrando, fraudulentamente, un mercado de la ciudad, para luego dedicarse a prestamista. Tenía por esposa a una mujer flaca y gangosa, desagradable y fea.

La Mano Pachona

Los habitantes de la Ciudad de Puebla lo odiaban por usurero. Todo aquel que le empeñaba algo o le pedía dinero prestado acababa maldiciéndolo. A todas las personas les chocaba verle los dedos de las manos tan  llenos de anillos de oro y piedras preciosas.

Este mal hombre jamás fue capaz de llevar a cabo una buena acción, y menos aportar dinero para una obra benéfica. Era avaro hasta las cachas. Cuando alguien pasaba frente a su casa no dejaba de murmurar: -¡Ojalá algún día Dios te seque la mano! Adentro, se encontraba Villa y su mujer muy satisfechos contando las monedas que habían obtenido esquilmando al prójimo.

Un cierto día, el prestamista pasó a mejor vida. Lo enterraron en el Cementerio de San Francisco. Entonces sucedió que al dar las once de la noche, una mano negra y horrible trepaba por la barda del cementerio, con el fin de atrapar a los que pasaban por ahí. Cuando lograba coger a alguien, la horripilante Mano Peluda llegaba hasta la cara de su víctima y le sacaba los ojos para, en seguida, estrangularla.

Después de haber cometido los horribles crímenes, la Mano Pachona regresaba a su cripta a meterse a su ataúd. El encargado de cuidar el cementerio por las noches aseguraba y juraba por la Santa Virgen, que la mano ostentaba anillos de oro y piedras preciosas en sus asquerosos dedos peludos…

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas de Terror

Las brujas de Naica

Naica es una ciudad del estado norteño de Chihuahua situada en el Municipio de Saucillo y dedicada a la minería desde el siglo XVIII. Aparte de su destacada producción de plomo y de su famosa Cueva de los Cristales de Selenita, es conocida porque es una ciudad maldita plagada de brujas que se la pasan haciendo daño a los sufridos mortales. Si las personas no toman las debidas precauciones y se recogen en sus casas antes de la diez y media de la noche, es muy posible que se arrepientan de por vida, si es que la conservan. Las brujas, esas malas pécoras, salen de las minas abandonadas en forma de bolas de fuego voladoras, para llevarse a las niñas.

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Monserrat era una muchacha rubia, espiritual, frágil, delgada y etérea como un nebuloso ectoplasma que vivía en Naica. Obediente y dulce, todo el pueblo la apreciaba y la quería, sus padres la adoraban. Tenía la niña la costumbre de llevar siempre una camelia en el pelo. Pesar de su corta edad, pues solo contaba con diez y seis años, trabajaba en la panadería de don Isidoro, un español panzón y apestoso que había llegado a la ciudad de Naica deseoso de “hacer la América” y lo había logrado. Monserrat era la encargada de hacer el pan de bizcocho en la panadería, pues habilidad no le faltaba ni tampoco conocimientos que adquirió de su abuela doña Catarina, buena repostera ya fallecida.

Monse, como la llamaban de cariño, salía de su trabajo a las nueve de la noche y se dirigía tranquilamente a su casa. Una noche de Luna llena, Monse se desvió un poco de su camino acostumbrado, para ir al lago a ver cómo la Luna se reflejaba en su superficie. Tan extasiada se encontraba gozando del espectáculo que se olvidó de la hora. Cuando tomó conciencia de su impertinencia, la campana de la iglesia sonaba las doce de la noche. Montserrat observó que de las montañas mineras se desprendían bolas de fuego que se acercaban rápidamente a la ciudad, trato de corre pero no pudo, una de las bolas se acercó a ella, se transformó en una horripilante y repugnante bruja que la tomó por la cintura, le mordisqueo el cuerpo y se la llevó. Nunca nadie supo más de Monse, pero todos sabían que las brujas se llevaban a las mujeres jóvenes para convertirlas en futuras brujas. Ese fue el horrendo destino de la panaderita, confirmado cuando cerca de lago encontraron una camelia marchita… Monse se había convertido en una espeluznante bruja de Naica.

Por Sonia Iglesias y Cabrera

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El Autobús Fantasma

Esta leyenda tiene su origen en una sinuosa carretera mexicana, donde existían quebradas y barrancos extremadamente peligrosos y era muy arriesgado realizar ese trayecto por la noche, especialmente con mal tiempo.

Una noche, un autobús partió desde Ixtapán de la Sal con dirección a Toluca, repleto de pasajeros. El viaje se desarrollaba con normalidad hasta que el conductor notó con terror que comenzaban a fallarle los frenos por lo que no pudo impedir que el vehículo se precipitara al fondo de un profundo barranco. Lamentablemente no hubo sobrevivientes ya que todos los pasajeros perecieron en forma inmediata.

Tiempo después, varias personas aseguran haber visto a un viejo autobús circulando por la carretera en noches de lluvia intensa. El autobús recoge sin problemas a las personas que aguardan en las paradas habituales y todo transcurre en la más absoluta normalidad, salvo con el pasaje como con el conductor que no emiten palabra alguna….

El viaje sigue hasta que el conductor, le indica al nuevo pasajero que debe bajarse allí de manera inflexible: debe bajar allí mismo o de lo contrario ya no podrá hacerlo. El pasajero se baja ante el pedido no sin antes recibir una nueva advertencia: no volverse para ver el autobús por ningún motivo. En el caso de que ignore esta advertencia, verá con terror que se trata del autobús fantasma, con los desgraciados cadáveres de quienes fallecieron en el siniestro….

El pasajero muere en forma inmediata o a los pocos días para pasar a formar parte como un fantasma más entre los infelices pasajeros.

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Leyendas de Terror

El hijo del Diablo

Esta leyenda mexicana tiene origen en cercanías de Morelo, donde vivía una hermosa joven, pretendida por muchos hombres de la región. Ella se negaba constantemente a los pretendientes hasta que conoció a un enigmático jinete, que se ofreció a llevarla en su caballo hasta su morada. Luego de algunos días finalmente cayó rendida a sus encantos y se casó con el intrigante visitante.

La joven quedó embarazada, y el sujeto desapareció de la faz de la tierra, pero la gestación siguió su curso normal hasta los 8 meses cuando nació un hermoso bebe, algo extraño ya que era muy ágil y despierto. Al cumplir los 6 meses, se decidieron ir a bautizarlo por lo que su madrina era la encargada de llevarlo a la iglesia. Cuando iban camino a ese lugar y en medio de un río, una voz lúgubre salio de la boca del bebe diciendo – Madrina ya puedo hablar, ya tengo dientes, y te voy a matar-, tras lo cual asesinó a su madrina y desapareció en medio del agua….

Para los lugareños no quedan dudas que se trata del hijo del Diablo y que cada cierto tiempo suele aparecer por los caminos y haciendas, asustando a los seres humanos y a las bestias, incluso matando a varios de ellos.

La leyenda afirma que en los caminos rurales, suele oírse el llanto de un bebé y quienes lo recogen y lo alzan, sienten un tremendo dolor en su brazo, ya que el “bebé” los está mordiendo para luego desaparecer en forma misteriosa.