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Hidalgo Leyendas Cortas

El minero ambicioso

Había una vez un minero llamado Juan que vivía en Pachuca, estado de Hidalgo. Como muchos otros hombres del lugar trabajaba en una mina. Estaba muy descontento de su suerte, ya que ganaba poco y era explotado sin piedad por su patrón.

Cierto día se fue a beber a la cantina junto con otros mineros. Estando ya muy borracho, empezó a quejarse de su mala suerte y afirmando que daría lo que fuese por ser rico y dejar ese horrendo trabajo. En ese mismo momento se apareció en la cantina un charro vestido de negro que le dijo: – ¡Yo puedo hacer realidad lo que quieres! Ante esta aparición los amigos de Juan se espantaron y se fueron. El charro le dijo al minero que fuera a las doce de la noche a la Cueva del Coyote, como le llamaban a una mina en desuso. Así lo hizo Juan. Al adentrarse un poco en la mina, vio una enorme serpiente, y pensó en llevársela a su casa con el fin de venderla, mientras la pondría en un pozo que se encontraba seco. Así lo hizo y cerró el pozo con tablas.

En seguida, el minero se acostó y se durmió. En su sueño escuchó una voz que le decía que le agradecía el que se la hubiese llevado a su casa y que cuando despertara encontraría un buen dinero por su alma, pero que si deseaba quedarse con él, le tendría que dar a uno de sus dos hijos, el hombre tenía un niño de seis meses y una niña de seis años.El Charro Negro

Al día siguiente Juan, aún bajo los efectos del alcohol, se dirigió al granero y encontró varias bolsas repletas de monedas de oro. En ese momento escuchó el llanto de su esposa quien le decía que el bebé había desaparecido. Al voltear a ver a la niña que estaba en el granero vio que ésta señalaba el pozo. Inmediatamente, destapó el pozo y vio a su pequeño completamente despedazado y notó que la víbora había desaparecido.

Con el dinero que encontró Juan se compró una gran hacienda que lo volvió rico. Pasado un tiempo, Juan soñó que la serpiente le decía: – ¿Juanito, no te gustaría hacer más grande tu riqueza? Sólo tienes que darme otro hijo. Por aquel entonces, el minero tenía muchos más hijos, pues al verse rico se había vuelto muy mujeriego y tenía muchos hijos regados por Pachuca y otros lugares cercanos. Poco a poco fue dándoles algunos de sus hijos al Charro Negro. Su fortuna se hizo inmensa.

Pero llegó el día en que Juan murió. En su velorio hubo muchas personas. En un momento dado se abrió la puerta y entró un hombre alto vestido con traje negro de charro. Al verlo todas las personas se asustaron. El Charro Negro se acercó al ataúd y dijo: – ¡Bueno, querido Juan, he venido por el último pago! En seguida desapareció como por arte de magia dejando un horrible olor a azufre. Algunas personas se acercaron al ataúd donde solamente encontraron el esqueleto del que había sido Juan.  Su alma se la había llevado el Charro Negro quien no era otro que el mismísimo Diablo.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Estado de México Leyendas Cortas Leyendas de Terror

El tesoro y el Diablo

Cuenta una leyenda del Estado de México que, en el año de 1880, en Valle de Bravo, cerca de una barranca, una banda de ladrones iba huyendo de la justicia. Las mulas que llevaba la pandilla iban completamente cargadas de lingotes de oro, plata y numerosas y valiosas joyas que habían robado a las personas que habitaban cerca de la mina de Temascaltepec.

Los soldados que los perseguían estaba a punto de atraparlos, por lo cual los bandidos se encontraban tan desesperados que decidieron esconder el rico tesoro robado en una cueva que se encontraba en la barranca por la que transitaban. Ya guardado el botín en dicha cueva, procedieron a ocultarla tapándola con mucha tierra, de tal manera que los soldados no pudiesen verla. Pasado un cierto tiempo pensaban regresar a buscar tanta riqueza que su trabajo les había costado robar.

Montaron en las mulas y se dispusieron a huir, ya tranquilizados porque se habían deshecho del tesoro. Cuando ya se creían a salvo, un pelotón de soldados les dio alcance y mataron a todos los ladrones en la escaramuza que tuvo lugar. Al ver que los facinerosos no llevaban nada de lo robado, los soldados buscaron por todos lados sin ningún éxito. Y no solamente ellos, sino que muchas personas se pusieron a la búsqueda de tan preciado y valioso tesoro, que por supuesto nunca encontraron. Pasaron muchos años y del tesoro, nada.El ambicionado tesoro

En cierta ocasión, tres hombres conocidos con los nombres de Rafael Flores, Juan Hernández y Antonio Sánchez, decidieron ir en busca del tesoro, pues estaban seguros que estaría escondido en la barranca y que solamente era cuestión de buscarlo con ahínco. Acompañados de un tal Primo Castillo, quien conocía muy bien la zona, hicieron los preparativos y planearon el lugar donde iban a escarbar. Cuando estaban trabajando de pronto escucharon unos quejidos horrendos que salían de la tierra; al escucharlos echaron a correr despavoridos, pues pensaron que el tesoro lo tenía el Diablo en su poder. Pero como la sed de riqueza era muy grande, poco después se armaron de valor y regresaron.  Antonio, que era muy religioso, se colgó al cuello un rosario bendito. Cuando estaban trabajando, un extraño hombre se acercó a él, le robó el rosario y echó a correr. En otra ocasión, vieron en el tepeguaje un mono negro con sombrero  que reía como poseído. Antonio se puso a rezar y el mono desapareció inmediatamente. Después de todas esas apariciones del demonio, los ambiciosos amigos decidieron no volver a la barranca y olvidarse del famoso tesoro que sigue si ser encontrado.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas Leyendas de Terror Yucatan

«¡Tengo hambre!»

Cuenta una leyenda yucateca que en el siglo XIX ocurrió un terrible hecho en una ciudad localizada en el Municipio de Maní y cabecera del mismo. En este lugar había una hacienda donde vivía y trabajaba un capataz con su esposa y sus dos hijos: Ricardo y Armando, de diez y once años, respectivamente.

A los jovencitos su madre les tenía prohibido que por la noche fuesen a jugar al monte, ya que era de todos conocido que ahí espantaban. Una noche que los hermanos jugaban en el patio de la hacienda sin darse cuenta de pronto se encontraron en el bosque, y decidieron regresar cuanto antes a su casa, con el fin de no enojar a su madre. De retorno a su casa se encontraron en el camino con un antiguo pozo que les llamó la atención, pues nunca le habían visto.

Al verlo, decidieron meter el cubo al interior para ver qué encontraban. Cuando lo sacaron se dieron cuenta que no contenía nada y tan solo vieron que en el fondo estaban escritas dos palabras: – ¡Tengo hambre! Creyendo que era algún vagabundo que se había introducido al pozo para guarecerse del frío, corrieron a su casa por un pedazo de pollo cocido para llevárselo.El pozo maldito

Al día siguiente, picados por la curiosidad, decidieron regresar al pozo. Metieron el cubo y se encontraron que en el fondo había una moneda de oro. Al regresar a su casa, su padre les preguntó la procedencia de dicha moneda y ellos le contaron lo acontecido. Al escuchar, picado por la curiosidad y la ambición, el hombre decidió ir al pozo al día siguiente e introducirse en él, esperanzado de encontrar un buen tesoro.

Dicho y hecho, el capataz se introdujo en el pozo. Al poco tiempo sus hijos escucharon gritos desgarradores. Asustados, Ricardo y Armando acudieron a su casa y avisaron a su madre, quien ya se había percatado de que su esposo no había pasado la noche en casa. Al saber lo ocurrido, la mujer acudió al pozo, pues sabía que se trataba de un lugar maldito. Al borde del pozo la mujer vio el sombrero de su marido.

Rápidamente sacaron el cubo y vieron que en su interior había muchas monedas de oro, partes de la ropa del capataz hecha jirones, huesos y algunos pedacitos de carne humana. Hasta el mero fondo del cubo se podían leer las siguientes palabras: – ¡Gracias por la comida!

Este fue el terrible final de un hombre que creyó haber encontrado la fortuna de manera fácil, sin darse cuenta que estaba tratando con el Diablo.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Baja California

El Diablo y su Perla

Baja California Sur, uno de los estados de la República Mexicana, se encuentra en el sur de la Península de Baja California, su capital es La Paz. Limita al este con el Mar de Cortés, y al oeste y sur con el Océano Pacífico. Antiguamente estuvo habitada por grupos de indígenas cochimíes, guaycuras y pericúes, hasta la llegada de Hernán Cortés inició la fundación de dicha ciudad.

Baja California Sur es un estado poco poblado, pero con una gran tradición oral. Una leyenda de sus muchas leyendas nos relata que destacaba por las perlas que producían las conchas de sus mares. Al suroeste de la Isla de San José, sita en el Golfo de California, al norte de la Bahía de La Paz, y cerca de la Bahía La Amortajada, existe un yacimiento productor de perlas, cuyo auge se produjo a fines del siglo pasado.

A dicho yacimiento acudían, todos los años, multitud de buzos para procurarse las preciadas perlas. Cuando la temporada de cosechar perlas llegaba a su fin, debido a que ya estaban por llegar los fuertes vientos del noroeste y el frío empezaba a hacer de las suyas, los pescadores de perlas tenían la arraigada tradición de sacar una última perla que dedicaban a la virgen: – ¡Esta es la última perla “para la Virgen”! solían decir.La Perla Negra del Diablo

Un año en que los pescadores habían terminado con su labor, uno de los trabajadores se iba a meter al mar, cuando en eso uno de sus compañeros le avisó: – ¡Oye, amigo, ya no te metas al mar, pues ya tenemos la perla para la Virgen! Sin embargo, el aludido, entre irónico y burlón, volteó a ver al compañero que le hablaba, y le respondió: – ¡No compa, yo no voy a buscar la perla para la Virgen! ¡Voy a buscar la perla “para el Diablo”!

Desconcertado, su amigo le vio tirarse al mar muy decidido a buscar la perla. El Diablo que acechaba y les había escuchado, bajó al mar y esperó a que el pescador encontrara la perla. Después. Ya que el hombre había encontrado lo que buscaba, lo mantuvo dentro del agua hasta que murió ahogado.

Nunca más salió el pescador blasfemo. Su cadáver nunca subió a la superficie. En el lugar en que se lanzó al agua ya nadie solía pescar perlas por considerar que estaba maldito. Se volvió un sitio prohibido al que nadie acudía por temor.

Sin embargo, aquellos pocos que se atrevieron a lanzarse al mar en el ese lugar, aseguraban que en el fondo del agua se podía ver al fantasma del pescador, quien lucía una larga cabellera enmarañada, así como una barba que le llegaba hasta el ombligo. El hombre-fantasma sostenía en su mano derecha una gran concha de madreperla. Y el Diablo disfruta aún de una enorme perla negra.

Según aseguran algunos atrevidos que se han lanzado al agua del lugar prohibido aún puede verse a la terrible aparición de aquel sacrílego que quiso darle una perla al demonio.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

 

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Ciudad de México Leyendas Cortas Leyendas de Terror Leyendas Mexicanas Época Colonial

Clara, la bella

En la Ciudad de México en los inicios de la época colonial, vivía un matrimonio joven de alcurnia y buenos recursos, en una casona que se encontraba muy cerca de la Plaza Mayor. Dicho matrimonio estaba ansioso de tener un hijo, pero no lo lograban. Por fin. la mujer se embarazó, después de muchas dificultades y tuvo una hermosa niña a la que pusieron por nombre Clara.

Era tan hermosa la pequeña que en el momento de nacer la partera sentenció que tanta hermosura solamente sería causa de problemas y se la disputarían Dios y el Diablo. Como es de suponer, los padres quedaron muy impactados con las palabras de la mujer y trataron de olvidarlas.

Quince años después, Clara. la niña de tanta hermosura, se había convertido en una señorita, que a su belleza agregaba la altanería y la mala educación, pues sus padres la habían consentido sobremanera convirtiéndola en una majadera. Ante el mal comportamiento de la chica, las monjas de un convento cercanos ofrecieron a los padres llevársela con ellas, a fin de educarla y hacerla una buena creyente de Dios Padre. Pero la chica se rehusó totalmente a enclaustrarse.

La bella Clara

Entonces los padres pensaron en casarla. Clara aceptó con la condición de que cada pretendiente debía batirse en duelo con los demás que tenía. El resultado fue que muchos de ellos murieron en el empeño y Clara no se casó.

En una ocasión, un guapo caballero se colocó abajo del balcón de Clara y, montado en un blanco caballo, comenzó a tocar una melodía extraña y muy bonita, al término de la cual le entregó a la caprichosa mujer una aromática rosa roja. Cada noche sucedió lo mismo, y al cabo de diez días la chica se enamoró profundamente de su galán.

Una noche acordaron fugarse y Clara montó en el corcel de su amado sin parar en mientes por el dolor que tal comportamiento acarrearía a sus padres. Mientras se dirigían hacia uno de los límites de la ciudad, ella le acariciaba la mano a su amante. De pronto, sintió algo raro: la mano estaba peluda y los dedos mostraban unas largas uñas horrorosas. Asustada, Clara se fijó en la cara del joven que se había convertido en la espeluznante y horrible cara del Diablo.

Ante tal descubrimiento, la joven mujer pegó un escalofriante y terrible grito que nadie escuchó. Los padres de Clara al darse cuenta de su desaparición empezaron a buscarla acompañados de las autoridades correspondientes. No la encontraban. Pasados quince días por fin fue encontrada la jovencita. Su cuerpo fue hallado en pleno campo y estaba completamente destrozado por las uñas del Diablo que la había arañado hasta darle muerte. ¡Ese fue el terrible destino de la desafortunada joven malcriada!

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Aguascalientes Leyendas Cortas

Hilaria y su cabello rizado

La leyenda que a continuación relataremos forma parte de la tradición oral del estado mexicano de Aguascalientes. Nos dice la narración que en tiempos pasados moraba en el Barrio de la Triana, barrio que forma parte de la capital del estado mencionado, vivía una joven que sobresalía por su belleza y donaire, e hija de un próspero comerciante, cuyo nombre era Hilaria. Como era tan atractiva muchos hombres la cortejaban enamorados de ella. Y las mujeres, por supuesto, le tenían una envidia verde.

La chica tenía el pelo largo y muy rizado de color oscuro, y si bien era bonito naturalmente, ella lo cuidaba con esmero para acrecentar su belleza. Su cara morena clara tenía unos ojos oscuros de largas pestañas, boca grande y roja y fina nariz. Además, era dulce, piadosa y casta. Acudía a misa todos los domingos muy elegantemente vestida, y para la ocasión cubría su cabellera con un rebozo de seda.

A todos los pretendientes la muchacha solía rechazarlos por considerar que no se encontraban a su altura, pues no dejaba de ser un tanto pretensiosa. Cierto día uno de estos enamorados que era muy feo y agresivo, fue a buscarla a su casa y, sentado en un sillón de la sala, le declaró su amor. Por supuesto que la joven le rechazó. Despechado, el hombre al que llamaban Chamuco, empezó a acosarla y a decirle que se la iba a raptar.Hilaria la del cabello chino

Ni que decir tiene que Hilaria estaba muy asustada ante el acoso y las amenazas, por lo cual decidió acudir al cura de la iglesia que era su confesor, en busca de apoyo y consejos. El sacerdote escuchó las quejas de Hilaria y le dijo que no se preocupara que se arrancara uno de sus largos y rizados cabellos, y que le dijera a Chamuco cuando lo viera que fuese a verlo.

En cuanto se volvió a encontrar con el Chamuco, la muchacha le dijo que el cura deseaba verle. El patanzuelo se dirigió a la iglesia para atender al llamado. Cuando estuvo frente al religioso éste le dijo: – Mira, Chamuco, Hilaria te corresponderá el día que logres alisar uno de sus cabellos tan rizados. Aquí tengo uno que ella me dejó para que te lo diera, tómalo y cuando haya quedado completamente lacio, ella corresponderá a tus requerimientos.

El Chamuco tomó el cabello y aseguró que en quince días el cabello dejaría de ser rizado. Sin embargo, por más intentos que hizo el hombre no podía alaciar el cabello que cada vez se ponía más chino. Se encontraba tan desesperado que decidió invocar al Diablo para que le ayudara en la difícil tarea a cambio de su alma. Cuando apareció el Demonio tomó el cabello y quiso alaciarlo, pero tampoco pudo por más intentos que hizo. Después de emplear muchos métodos infructuosos, el Diablo dejó el cabello, que con cada intento se había rizado más, y desapareció frustrado y sumamente enojado por su fracaso.

El Chamuco tomó el pelo y muy triste se dio cuenta de que Hilaria nunca sería su mujer. Había fracasado en su intento. Así fue como Hilaria se vio libre de ese horripilante hombre acosador.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Guanajuato Leyendas Cortas

Don Ernesto y los naipes

Existe una leyenda del estado de Guanajuato que nos narra la triste historia de un rico caballero al que le gustaba mucho el juego. Este caballero llevaba por nombre don Ernesto y acostumbraba salir a jugar todas las noches. Su lugar preferido era la llamada Casa del Juego. Se trataba de un lugar que en la ciudad de Guanajuato era muy conocido y al que solamente podían acceder las personas que contasen con un buen capital, pues se jugaba fuerte y había que ser rico para poder participar.

Como es de todos sabido, el juego es un vicio que hace que las personas apuesten dinero, joyas, casas y hasta grandes haciendas con tal de jugar. Don Ernesto casi siempre ganaba en los juegos de azar, en este caso juegos de naipes, y si no ganaba al menos sus pérdidas no eran muy onerosas ni le causaban problemas.

Sin embargo, una cierta noche el caballero jugador empezó a perder como nunca. Perdió cuatro propiedades importantes, y se encontraba a la vez que nervioso muy enojado con dichas pérdidas a las que no estaba acostumbrado.

La Calle del Truco

Siguió jugando y perdió todo el dinero que tenía y dos propiedades más. Ya no tenía nada que apostar. Estaba desesperado y deseaba irse, cuando uno de los contrincantes del juego le detuvo por la manga de su chaqueta y le susurró que se mantuviese en la mesa de juego, que no lo había perdido todo y que aún le quedaba una cosa muy valiosa que le permitiría apostar y reponer parte de lo perdido, si no es que todo, si intentaba una jugada más.

Al escuchar tales palabras, don Ernesto se volvió presto hacia el hombre que le hablaba, molesto por el atrevimiento. Preguntó al misterioso hombre a qué se refería con lo dicho, puesto que había perdido todo su capital. Sentado nuevamente, el hombre que lucía un traje negro y era pálido como la cera y con ojos negros y profundos, volvió a susurrarle unas palabras cerca del oído.

Inmediatamente, don Ernesto lanzó un grito de espanto, enrojeció y luego se puso color papel y profirió un extraño grito de rechazo y asombro: – ¡No, no, ella no, eso no puede ser! Pero después de indignarse, el jugador quedó callado y pensativo. Después de unos momentos aceptó seguir jugando y pidió nuevas cartas.

Ya solamente quedaban dos jugadores, el hombre de negro y él desgraciado don Ernesto. Dio comienzo el juego. Se pidieron cartas. Empezó el albur… y don Ernesto volvió a perder. Quedó el hombre sin habla. No podía moverse de la silla. ¡Había perdido nada menos que a su esposa! ¡Y la había perdido jugando con el Diablo! A los pocos días murió el desdichado.

Desde entonces en la Calle del Truco se aparece el fantasma de don Ernesto, vestido con una capa negra y un sombrero que le cubre su pálida cara en la que se pueden ver sus triste y centellantes ojos cargados y dolor y de culpa por haber jugado y perdido a su bella esposa, a quien ni decir tiene que se la llevó el Diablo. Al llegar a media calle toca a una puerta tres veces. ¡Es la puerta del garito donde jugó a su mujer! Genio y figura… hasta la sepultura.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Durango Leyendas Cortas Leyendas de Terror

El Baile de los Condenados

Cuenta una leyenda de Durango que a principios del siglo XIX el músico y director Arturo Lugo gozaba de gran fama, debido a sus merecidos méritos. Por lo cual, los servicios de él y su orquesta eran muy solicitados para amenizar las fiestas a pesar de los caro que cobraba por tocar. Solamente se dignaba tocar para las clases adineradas de la ciudad, nunca para los humildes aunque pudiesen pagarle. Le gustaba rozarse con las familias de alcurnia y dinero de la ciudad.

Una cierta noche llegó a su casa un hombre guapo, alto, vestido con capa y sombrero negros, y le pidió, con una voz baja y profunda, que tocara en un baile que estaba organizando. Le pagó con muchas monedas de oro y le dio su dirección. Al ver el alto monto de la paga, don Arturo aceptó inmediatamente. Al llegar la noche del baile, el músico acudió a la dirección indicada y al entrar en el salón principal los músicos se dieron cuenta que se trataba de un baile de mucho lujo, con invitados muy guapos y muy bien vestidos y con mesas plenas de exquisitos manjares.

El Baile de los Condenados

Le extrañó a don Arturo no conocer a ninguno de los invitados, ya que conocía a todas las personas de alcurnia de Durango, pero pensó que se trataba de forasteros que habían llegado a la ciudad ex profeso para acudir al baile.

Los músicos tocaron como nunca, se lucieron. En uno de los descansos don Arturo caminó entre los numerosos invitados a fin de socializar. En eso estaba cuando se encontró con su comadre, a la que no veía hacía mucho tiempo. La mujer se extrañó de ver a su compadre y le preguntó qué era lo que estaba haciendo ahí. Al oír las razones por las que había ido el músico a animar la velada, la comadre quedó paralizada de horror y le dijo: – ¡Querido Arturo, váyase inmediatamente de aquí! Está usted a la entrada del infierno. Yo estoy muerta desde hace cinco años, y este es el baile de los condenados. El Diablo nos obliga a bailar y a reír por unas horas, para después someternos a terribles y horripilantes tormentos. ¡Váyase, ahora que aún puede!

El músico se dirigió rápidamente a sus compañeros para irse. En un momento dado, vio la cara burlona del hombre que lo había contratado y la piel se le erizó. Cuando los músicos intentaban marcharse se dieron cuenta que los invitados se retorcían presa de horrendos dolores, y sus caras se habían transformado en rostros donde se podía ver un miedo cerval. Salieron corriendo como almas en pena. Al llegar a la casa del director, don Arturo se dio cuenta de que habían dejado en la casona un violín muy caro y muy bueno.

A la mañana siguiente regresaron con mucho miedo a la mansión del baile para recuperar el instrumento. Al llegar a ella, se dieron cuenta que estaba abandonada y toda hecha una ruina. ¡Sobre una de las bardas de adobe que la rodeaba se encontraba el violín olvidado!

El músico se dirigió rápidamente a sus compañeros para irse. En un momento dado, vio la cara burlona del hombre que lo había contratado y la piel se le erizó. Cuando los músicos intentaban marcharse se dieron cuenta que los invitados se retorcían presa de horrendos dolores, y sus caras se habían transformado en rostros donde se podía ver un miedo cerval. Salieron corriendo como almas en pena. Al llegar a la casa del director, don Arturo se dio cuenta de que habían dejado en la casona un violín muy caro y muy bueno.

A la mañana siguiente regresaron con mucho miedo a la mansión del baile para recuperar el instrumento. Al llegar a ella, se dieron cuenta que estaba abandonada y toda hecha una ruina. ¡Sobre una de las bardas de adobe que la rodeaba se encontraba el violín olvidado!

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Baja California Leyendas Cortas

Los cirios y los huesos

Una leyenda del pueblo de Todos Santos sito en Baja California Sur en el Municipio de La Paz, Pueblo Mágico fundado en 1733 con la misión de Santa Rosa de las Palmas de Todos Santos, por el padre italiano jesuita Segismundo Taraval, nos relata la historia de una mujer atea y metiche que solía asomarse a su ventana para ver lo que ocurría afuera y así satisfacer su malsana curiosidad.

La mujer tenía varias amigas con los cuales se reunía para efectuar actos de brujería. En una ocasión decidieron invocar al Diablo y se colocaron alrededor de la mesa del comedor. Pero no lo consiguieron, pues el Demonio nunca apareció.

Poco después, cuando llegó la Semana Santa, una peregrinación recorrió el todo el pueblo parsimoniosamente. Al pasar por su casa, la mujer salió a verla para ver quiénes eran los vecinos que participaban. Al observar a los integrantes, que no eran muchos, se dio cuenta de que todos los peregrinos eran forasteros que no pertenecían a Todos Santos y que vestían de una extraña manera que ella no conocía, pues nunca había visto esa clase de ropajes.

La misión del Pueblo Mágico de Todos Santos

Cuando los peregrinos vieron a la mujer se acercaron a ella y le pidieron permiso para entrar a descansar en la casa y para dejar los cirios que llevaban, pues se encontraban muy cansados y pesaban mucho, según dijeron. La dama aceptó, y los grandes y redondos cirios quedaron depositados sobre la mesa del comedor.

Al día siguiente, cuando la atea fue hacia el comedor, se dio cuenta de que en el lugar donde habían dejado los enormes cirios se encontraba un gran montón de huesos humanos. Asustada ante este hecho que no podía explicarse, en seguida acudió a las autoridades para que investigasen qué era lo que había pasado, pero éstas nunca llegaron a ninguna conclusión, y no pudieron explicar tan inverosímil situación. Por lo que la mujer quedó terriblemente asustada.

Mirando por la ventana, la mujer se puso a cavilar y se acordó del día en que había invocado al Diablo junto con sus amigas. En ese instante se dio cuenta que había sido el Chamuco quien le había enviado un mensaje y había convertido los cirios en huesos. ¡La peregrinación venía del mundo demoníaco!

Sonia Iglesias y Cabrera

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Estado de México Leyendas Cortas

El Diablo y Juan Ruiz

Esta leyenda del Estado de México nos relata que hace ya mucho tiempo Juan Ruiz, un hombre muy pobre, realizó un pacto con el Diablo para que lo hiciese rico. El Demonio aceptó y el pacto fue firmado con sangre. Al poco tiempo, se presentó a la casa de Juan un elegante caballero que le entregó muchísimo dinero. Juan se volvió rico. Cuando pasó cierto tiempo, los familiares de Juan Ruiz se dieron cuenta que el hombre actuaba con mucho miedo y siempre estaba nervioso. Le preguntaron qué era lo que le sucedía. Después de mucho insistir, Juan confesó que había hecho un pacto con el Diablo y tendría que pagar entregándole su alma. Y no solamente la de él, sino también la de algunos de sus familiares.

Después de confesar y muerto de miedo Juan huyó al bosque. Sus familiares le fueron a buscar llevando agua bendita, cirios y palmas bendecidas que consideraban eficaces contra el Demonio. Ya casi lo alcanzaban cuando Juan estaba cerca de una cueva que tenía una peña  a la entrada, cueva que se encuentra en el camino a Tlamacas. Por más que se apuraron, los familiares no pudieron darle alcance, pero se dieron cuenta que junto a las huellas que dejaban los pasos de Juan, se encontraban otras que eran las de un macho cabrío.La peña maldita

En su huida hacia la cueva, Juan había dejado uno de sus huaraches que los familiares en su persecución reconocieron. Cuando llegaron a la peña, junto a la entrada de la cueva encontraron el otro huarache del ambicioso hombre y vieron que las pisadas del macho cabrío también estaban ahí.

Sobre la peña los familiares vieron un letrero escrito con sangre que decía: “En esta cueva se encuentra Juan Ruiz.” Temerosos, los familiares del infeliz hombre decidieron volver al pueblo en donde vivían, pues sabían que nada podían hacer contra el Diablo que se había llevado a Juan y a su alma. La esposa de Juan y sus dos hijos volvieron a ser pobres.

Poco tiempo después, el Río de la Verdura se llevó a los hijos de Juan de manera inexplicable ya que se encontraban en el puente que lo cruza. Nunca se les volvió a ver. La esposa de Juan murió de tristeza, pobreza y desolación. ¡El Diablo había cobrado su tributo!

Sonia Iglesias y Cabrera