Categorías
Aguascalientes Leyendas Cortas Leyendas de Terror

Ardilla y su promesa

José Altamirano y Juan José Espino trabajaban como caporales en la Hacienda de los Marqueses de Guadalupe. Al primero le apodaban Ardilla y al segundo Comal. José se encargaba de las tierras que ocupaban la parte sur de la hacienda, y Juan José de las localizadas en el norte. Se mantenían en constante comunicación, aunque uno estuviera en el Cerro del Picacho y el otro en los Cerros de Pabellón. Aun así, podían hablarse y escucharse por medio de unos cuernos que llevaban un alambre en forma de espiral que los conectaba en la parte aguda del cuerno y que trasmitía los sonidos que se amplificaban en la parte ancha del mismo. Así podían comunicarse todos los días e informarse de sus faenas.

Un día Ardilla notó que los animales de la hacienda iban desapareciendo misteriosamente, y en seguida dio aviso a sus patrones. Les dijo que pensaba que se salían por la parte que no tenía valla y que llegaba hasta Peñuelas, pero que si se completaba el vallado el problema se resolvería. El patrón decidió que se pusiera el vallado faltante inmediatamente. Ardilla afirmó que estaría terminado al siguiente día en cuanto amaneciese.

El caporal Ardilla se fue al Cerro del Picacho y se comunicó con el caporal Comal para informarle el trabajo que debía efectuar. Comal, asombrado, le dijo que eso era imposible porque se trataba de un trabajo que no podría realizarse en tan poco tiempo.

El Caporal Ardilla

Ardilla, al darse cuenta de que su compañero tenía razón, invocó al Diablo e hizo un pacto con él. Le prometió que le daría su alma si le ayudaba a terminar el trabajo para cuando los gallos cantasen, como lo había prometido al patrón. El Diablo aceptó y llamó a toda una legión de demonios para que se pusiese a trabajar inmediatamente en la construcción de la valla faltante. El demonio le advirtió a Ardilla que pasados doce días regresaría para llevárselo.

Cuando ya se iba a cumplir el plazo, la marquesa notó que Ardilla estaba muy triste y preocupado. Le preguntó lo que le pasaba, asegurándole que le apreciaban mucho y que tratarían de ayudarle en el problema que le aquejaba. Entonces, el caporal le dijo a su patrona que faltaban tres días para que el Diablo llegara a llevárselo por la promesa que había hecho para poder construir la valla. La marquesa, tranquilamente, le dio un crucifijo para que se lo colgara al cuello, y le conminó a que dijera ¡Ave María, Ave María! continuamente y le aseguró que con eso el Diablo no se lo llevaría.

Cuando Comal se enteró del fatal pacto que había realizado su compañero, rodeó el cerro de cruces. Llegado el décimo segundo día, el Diablo llegó y vio  que Ardilla estaba en su cerro montado en su caballo. En un cierto momento cayó sobre él y se lo llevó por los aires, junto con su cabalgadura. Al verse atrapado Ardilla dijo con todo el fervor que pudo: ¡Ave María, Ave María!

Al escuchar tales palabras, el Diablo, furioso, dejó caer al caporal con fuerza. De manera que Ardilla quedó estampado en una piedra a la que llamaban La Peña Blanca, donde quedó para siempre su estampa en bajo relieve. A pesar del golpe y por efecto de su fe, Ardilla no murió y continuó trabajando en la Hacienda de los Marqueses de Guadalupe.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

Categorías
Leyendas Cortas Michoacán

¡Yo te bautizo con el nombre de Santa Teresa!

El Volcán de los Espinos se encuentra en el estado de Michoacán,  en el interior de su cráter tiene un lago, al cual se le suele llamar Alberca de los Espinos. Este remanso de agua cuenta con una leyenda muy antigua en la que se nos narra que en tiempos pasados el volcán estaba consagrado al dios del agua Tiripeme Curicaveri. A él acudían las mujeres indígenas para bañarse y lavar la ropa.

A la llegada de los españoles conquistadores, los frailes franciscanos emprendieron su tarea evangelizadora entre los indios purépecha, y mientras más adeptos ganaban para la religión católica, más enojado se ponía el Diablo. Estaba tan furioso en Chamuco que  cada vez que las mujeres acudían al cráter para cumplir con sus faenas agitaba el agua con tanta fuerza que el agua se salía de su cauce y se levantaban enormes olas que cubrían las paredes del cono volcánico.

Este hecho asustaba muchísimo a las mujeres que salían corriendo del cráter por temor a morir ahogadas. Y si volteaban la cabeza mientras iban huyendo, podían ver en medio del lago la cabeza extraordinariamente fea y maligna del Diablo. Sus cuernos eran enormes, su cara roja y sus carcajadas semejaban estruendosos truenos que ponían los pelos de punta.

La Alberca de los Espinos

Mucha de las indígenas murieron ahogadas por las maldades del siniestro personaje.

Tan desesperados estaban los purépechas que decidieron acudir a fray Jacobo Daciano, misionero danés que Carlos V Había enviado a la Nueva España, que vivía en Zacapu y era defensor de los indios. Cuando los escuchó el padre, y después de meditar lo que había que hacer, les comunicó a los solicitantes que era necesario bautizar el agua. El fraile preparó lo conveniente para la ceremonia, y el 15 de octubre de 1550 subió hasta lo alto del cerro. Las aguas verdosas estaban quietas, había sol y se escuchaba el suave rumor del viento. Fray Jacobo alzó la mano en la que portaba una cruz y dio inicio a la ceremonia del bautismo observado por todos los habitantes de la comunidad.

Cuando el fraile arrojó el agua bendita al cráter se levantó un gigantesco remolino acompañado de un fuerte viento. Inmediatamente el Diablo salió huyendo y maldiciendo al clérigo que se atrevía a sacarlo. Pero nada detuvo al santo varón, quien pronunció las siguientes palabras: ¡Yo te bautizo con el nombre de Santa Teresa!

Todo volvió a la normalidad, y desde entonces en la fecha mencionada se lleva a cabo una fiesta todos los años.

Sonia Iglesias y Cabrera

Categorías
Hidalgo Leyendas Cortas

Los dos compadres

Dos compadres iban un cierto día caminando por el camino a Zimapán, en el estado de Hidalgo, cuando llegaron a un llano en donde se encontraban dos peñas que marcaban su límite. Este sitio siempre fue considerado por los habitantes de Hidalgo como un lugar habitado por seres malignos, donde era frecuente escuchar, a la media noche, los terribles gemidos de un hombre que parecía a punto de fallecer. Por ello, nadie se atrevía a acercarse a dicho lugar.

Así pues, ambos compadritos iban andando por este sitio cuando comenzaron a escuchar extraños sonidos. Como eran muy curiosos, se acercaron hacia el sitio de donde provenían dichos sonidos, que al irse acercando se convertían en terroríficos lamentos, exactamente como si fueran los quejidos de alguien que estuviese a punto de morir.

Al llegar al valle de las peñas, los compadres vieron aterrorizados a un hombre que se columpiaba en una cuerda amarrada en la punta de las dos peñas del llano. Se trataba de un hombre muy delgado, cuya piel parecía pegada a los huesos, era muy pálido e iba vestido de negro; mientras se columpiaba no dejaba de gritar pavorosamente. Los curiosos compadres se sintieron morir del miedo ante tan asombroso escena.

Los compadres se quedaron medio paralizados, no podían hablar, temblaban y sus cabellos parecían erizarse del miedo. En esa terrible facha se encontraban cuando de pronto vieron que una luz intensamente roja se acercaba al hombre del columpio y lo envolvía en  rojas llamas, mientras un ser extraño, que era nada menos que el Diablo, se abrazaba al cuerpo del hombre del columpio con la intención de llevárselo al Infierno.

El terrible Chamuco

Este prodigio tuvo el efecto de sacar a los compadres de su letargo, y aterrorizados, pálidos y sin habla, salieron corriendo precipitadamente. Sin embargo, cuando habían dado cuatro pasos, los dos compadres cayeron muertos cuan largos eran… no habían podido resistir ver al Diablo que se llevaba al cristiano que se columpiaba.

El hombre del columpio había sido en vida un hacendado hidalguense que mucho tiempo atrás había vendido su alma al Diablo a cambio de tener muchas riquezas, una enorme y productiva hacienda, y a la mujer más bella de la región.

Desde la muerte de los asustados compadres, el lugar donde se les apareció el Chamuco llevó el nombre de El Columpio el Diablo.

Sonia Iglesias y Cabrera

Categorías
Colima Leyendas Cortas

La Laguna de la María

Una leyenda de Colima nos cuenta que hace muchos años vivía un matrimonio que no tenía hijos. La esposa, de nombre María, era sumamente hermosa, y estaba por completo dedicada a las labores del hogar. Por su parte, el marido trabajaba realizando las faenas del campo.

Cerca de la casita en donde vivían se encontraba una hacienda grande y bien cuidada. En cierta ocasión, los dueños de la hacienda organizaron un baile y decidieron invitar a sus amigos y a los vecinos que habitaban relativamente cerca de la haciendo. Sin embargo, el esposo de María tomó la decisión de no acudir al festejo, ya que consideraba que los dueños de la hacienda no eran sus amigos y pertenecían a otra clase social. Pero como el hombre era muy educado, pensó que sería correcto ir a la hacienda para avisar a los dueños que no podrían ir y darles las gracias por la invitación.

Salió de su casa con el propósito de regresar inmediatamente que hubiese cumplido con la tarea. Dio un beso en la frente a su mujer, y echó a caminar por un sendero. María se quedó en casa esperando el regreso de su amado. Pero el tiempo pasó y el hombre no regresaba. Ya hacía cinco horas que el marido había partido. La mujer estaba muy preocupada y muy celosa, y se imaginaba lo peor. ¿Con qué mujer se habría ido su hombre?

La trágica laguna de la María

En su terrible desesperación, María invocó al Diablo para que le trajera a su esposo a cambio de su alma. El Diablo apareció de pronto, y muy contento,  se llevó a la mujer celosa. La mató y la metió en una fosa cerca de su casa. Al poco rato el marido regresó y no encontró a María, la buscó y, ante el fracaso de su búsqueda, decidió pedir la ayuda de los vecinos. Uno de ellos descubrió la fosa donde el Diablo había enterrado a la muchacha, la abrieron pero dentro no había nadie, pues el Diablo se había llevado el cuerpo a una laguna cercana. Nunca más la volvieron a ver. Pero la laguna recibió desde entonces el nombre de Laguna de María, por instancia y órdenes subliminales del Chamuco.

Sonia Iglesias y Cabrera