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Leyendas Cortas Michoacán

¡Yo te bautizo con el nombre de Santa Teresa!

El Volcán de los Espinos se encuentra en el estado de Michoacán,  en el interior de su cráter tiene un lago, al cual se le suele llamar Alberca de los Espinos. Este remanso de agua cuenta con una leyenda muy antigua en la que se nos narra que en tiempos pasados el volcán estaba consagrado al dios del agua Tiripeme Curicaveri. A él acudían las mujeres indígenas para bañarse y lavar la ropa.

A la llegada de los españoles conquistadores, los frailes franciscanos emprendieron su tarea evangelizadora entre los indios purépecha, y mientras más adeptos ganaban para la religión católica, más enojado se ponía el Diablo. Estaba tan furioso en Chamuco que  cada vez que las mujeres acudían al cráter para cumplir con sus faenas agitaba el agua con tanta fuerza que el agua se salía de su cauce y se levantaban enormes olas que cubrían las paredes del cono volcánico.

Este hecho asustaba muchísimo a las mujeres que salían corriendo del cráter por temor a morir ahogadas. Y si volteaban la cabeza mientras iban huyendo, podían ver en medio del lago la cabeza extraordinariamente fea y maligna del Diablo. Sus cuernos eran enormes, su cara roja y sus carcajadas semejaban estruendosos truenos que ponían los pelos de punta.

La Alberca de los Espinos

Mucha de las indígenas murieron ahogadas por las maldades del siniestro personaje.

Tan desesperados estaban los purépechas que decidieron acudir a fray Jacobo Daciano, misionero danés que Carlos V Había enviado a la Nueva España, que vivía en Zacapu y era defensor de los indios. Cuando los escuchó el padre, y después de meditar lo que había que hacer, les comunicó a los solicitantes que era necesario bautizar el agua. El fraile preparó lo conveniente para la ceremonia, y el 15 de octubre de 1550 subió hasta lo alto del cerro. Las aguas verdosas estaban quietas, había sol y se escuchaba el suave rumor del viento. Fray Jacobo alzó la mano en la que portaba una cruz y dio inicio a la ceremonia del bautismo observado por todos los habitantes de la comunidad.

Cuando el fraile arrojó el agua bendita al cráter se levantó un gigantesco remolino acompañado de un fuerte viento. Inmediatamente el Diablo salió huyendo y maldiciendo al clérigo que se atrevía a sacarlo. Pero nada detuvo al santo varón, quien pronunció las siguientes palabras: ¡Yo te bautizo con el nombre de Santa Teresa!

Todo volvió a la normalidad, y desde entonces en la fecha mencionada se lleva a cabo una fiesta todos los años.

Sonia Iglesias y Cabrera