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De Lo Que Sucedió en la Explanada de San Juan

Pues, señor, había en Campeche, en la época en que se construían las murallas, un espadachín de nombre Cosme de Santaclara. Este caballero, miembro de una familia pudiente de la población, tenía fama de terrible. Y he aquí por qué lo era.
Ocurría entonces, como ocurre hoy y continuará ocurriendo siempre, que los hijos de familias pudientes se marchaban a estudiar al extranjero, que para nuestros abuelos era España. Y como los padres de Cosme podían lo enviaron a España a educarse. El mimado jovenzuelo, por supuesto, no estudió ni por asomo, y en la nación de Cervantes se dedicó a los menesteres a que se dedican los golfos que huyen de su país en busca de cierta cultura: la vagancia y la mala vida. Y aunque se llenó de vicios, también adquirió una espada que le robó a un compañero de aventuras. Y cuando el malandrín le fue imposible ya sostenerse en Iberia, regresó a su puerto natal, con la espada al cinto.

Cómo engañó Cosme a sus progenitores en lo que toca a su estancia en España. O cómo ellos quizá le perdonaron su barrabasada al hijo de sus entrañas, no lo consigna la historia ni es material del presente capítulo. Pero lo que sí trascendió y pertenece a este veraz relato es que, ya en Campeche, el estudiante fracasado paseaba por todas partes con la espada. El matasiete, naturalmente, no conocía la esgrima ni siquiera por los libros, que nunca leyó; pero como era nido de embustes, no se le dificultó convencer a los crédulos campechanos que él era un experto esgrimista. Y Don Cosme de Santaclara se convirtió en un personaje de leyenda. Se hablaba de que en Europa se instruyó con los grandes maestros del florete, y que en diversos certámenes había puesto la muestra a los europeos de lo que son capaces los americanos con una espada en las manos.

No dejó Cosme de capitalizar la estimación y el respeto que por él sentían los bienintencionados porteños. Y de sus falsas dotes de espadachín unió las de Casanova. Y muchos maridos de la ya casi urbe intramuros tenían que hacerse de la vista gorda cuando se topaban inopinadamente en su casa con el de Santaclara, en compañía de su consorte por añadidura, pues pensaban para sus adentros que es mejor ser marido burlado, pero vivo, que un digno reivindicador de la honra de su caramitad, pero difunto. Y Cosme recorría las alcobas de la próximamente murada fortaleza como un emir su harem.

Extramuros, entre la floresta que crecía en esos tiempos en los alrededores, habitaba una familia de campesinos que tenían por hija a una beldad. Esta belleza, a la que llamaremos Irene, estaba comprometida para casarse con un zagal de nombre José.

Pero quiso que un día, respirando el aire puro de las afueras, Cosme recalase por el rumbo do se levantaba la vivienda de Irene, yq eu la bella se hallase a la puerta de su cabaña contemplando el horizonte. Y descubrir Cosme a la muchacha y prenderse de ella fue todo una misma cosa.

El galán empezó a asediar a Irene. Pero la joven, que, como mujer de pueblo, valoraba el honor femenino como si fuera joya preciosa y además le profesaba un sincero cariño a su prometido, puso a éste al tanto de lo que acontecía. José, que era de genio violento, quiso arrebatar un machete para enfrentarse al insolente. Mas Irene, preocupada por su futuro compañero de penas y alegrías con cuerdos razonamientos lo persuadió a emplear la circunspección porque Cosme, como todo el mundo afirmaba, era el mejor espada de cien leguas a la redonda, de manera que daría buena cuenta de un infeliz machetero. –Eso sí –dijo la eva-,  procura reclamarle su conducta para que no crea que yo me rendiré a él, y así ya no me importune más.

José esperó a Cosme en su ronda diaria por el predio de Irene. Y habiéndole identificado, le salió al paso, dirigiéndose a él con estas palabras: -Señor de Santaclara, discúlpeme usted, pero quiero suplicarle que no siga molestando a mi novia.
-¿Qué decís, campesino?-, respondió Cosme, que se las daba de elegante y perito en el uso de la lengua al estilo de la Madre Patria.
-Que mi novia me ha dicho que usted la pretende, y le pido que la deje en paz-, replicó José algo amoscado.
Entonces Cosme, irguiéndose en su vanidad de conquistador y empuñando el pomo de su espalda, exclamó:
-¡Alto ahí, palurdo! ¿Cómo os atrevéis a insultarme? ¿No sabéis quién soy? ¡No ha nacido todavía el que me prohiba hacer lo que me venga en gana! ¡Irene será para mí i no sois vos quien ha de impedírmelo! ¡Y quitáos de mi presencia antes de que yo pierda la paciencia!

José no pudo contenerse más y se arrojó sobre el petimetre; pero éste lo esquivó, y el campesino que, según se entiende, no era ningún cobarde, dio con sus huesos en la tierra. No se había incorporado aún cuando sintió sobre sus costillas la fría punta de la espada, y oyó a Cosme gritar:
-¡No intentéis moveros o sois hombre muerto! ¡De que no sois de mi alcurnia, os brindaré la oportunidad de defenderos en el campo de honor!.

Esto diciendo, le propinó al caído una bofetada y agregó: -¡Os guardaré mañana antes del alba, con vuestros padrinos, en la explanada de San Juan!
Y contoneándose como un campeón olímpico, se alejo de allí.

Imagen de la Leyenda mexicana explanada de san juanInútil es declarar que José, iracundo y humillado, exbería mataros al momento por vuestra osadía, pero aun experimentó el impulso irresistible de alcanzar al pisaverde y cobrársela; pero el amor a la vida y a Irene le aconsejó prudencia; y también el recuerdo de la helada punta de la espada.

Al siguiente día, a la hora fijada, apareció José en la explanada de San Juan flaqueando por otros dos labradores, fornidos gañanes, que fungirían como padrinos. Cosme, que esperaba hacía rato en el lugar del duelo, al ver a José comentó despectivamente:
-¡Ajá, por fin llegáis! No niego que sois valiente, a pesar de comprender que dentro de algunos minutos seréis ya cadáver. Y me place que vuestros padrinos sean de vuestra calaña. ¡Ea, pues, a lo que hemos venido! ¡Porque tengo una cita con Irene después de que os atraviese el corazón!

Los padrinos procedieron al examen de las armas que los contendientes usarían en el encuentro; y luego de que Santaclara exhibió con aspavientos y frases de suficiencia su brillante y hermosa espada, reparando por primera vez en que el montuno no portaba ni puñal, preguntó:
-¿Y con qué combatiréis, pobre diablo?
-¡Con esto!-, repuso José, al tiempo que, abriendo una caja que le ofreció uno de los padrinos, extraía de ella un imponente garrote. Y no repuesto aún de la sorpresa, Cosme recibió un garrotazo inicial. Y detrás cuarenta más. Y, como ya sospechaba el lector, la espada no le sirvió al espadachín para nada, porque la verdad es que ignoraba completamente como manipularla.

Al mirar a su ahijado en estado parecido al de Don Quijote tras el tratamiento que le propinaron las cabreros, los padrinos de Cosme quisieron ir en su auxilio. Pero entraron en escena los padrinos de José y, armados también con garrotes, arremetieron contra los socorristas, que, no deseando sufrir el destino del Don Juan, emprendieron veloz carrera a todo lo que daban sus piernas para conjurar el peligro.

Varios meses estuvo Cosme pagando el precio de su bravuconería imposibilitado para caminar. Y cuando, ya algo recuperado, comenzó a sentarse a la entrada de su casa para tonificarse con la luz del sol, un día fue visitado por un grupo de maridos ofendidos que, informados del castigo que le obsequió José, y ya seguros de el embaucador era solo un fanfarrón aprovechado, le administraron otra tupida paliza. Y como el número de los esposos burlados no era escaso, no transcurría semana sin que el Casanova desacreditado recibiese su tunda reglamentaria. Hasta que sus padres, que conocían la piel del hijo que Dios les había mandado, lo remitieron de nuevo a España para salvarle su perra existencia y para que, ahora si, se dedicara a estudiar.

Y así terminó el episodio de la explanada de San Juan, en el siglo glorioso en que se erigieron las inexpugnables murallas de la muy noble y leal ciudad de San Francisco de Campeche.

Fuente: Libro LEYENDAS APOCRIFAS
Folklore Campechano
Autor: Guillermo González Galera
Editado por el Depto. de Difusión Cultural de la Universidad Autónoma del Sudeste
Septiembre de 1977

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El Puente de los Perros

No viene al caso señalar los defectos de los campechanos, que son muchos, como corresponde a toda comunidad tropical heredera de una tradición que le permite vivir a costa del recuerdo; pero tampoco está de más mencionar que los alegres descendientes de una pintoresca mezcla de indígenas, comerciantes y piratas cultivan algunas virtudes singulares que, en el plano político, les han proporcionado siempre una estabilidad envidiable.

Efectivamente, lo que en otros lugares se resuelve por medio de conflictos sangrientos, porque nadie está dispuesto a que su gremio sea humillado –y de las discusiones se pasa a las trompadas y a los garrotazos-, en Campeche se trueca en un mimetismo que ya quisiera para su coleto el más consumado camaleón. Y es así como, en tiempo de colonias, los porteños eran peninsularistas, y hasta los caballos pertenecían al partido español; en la época de la efervescencia insurgente, eran casi rebeldes; bajo la República, republicanos; durante el efímero imperio de Iturbide, monárquicos; y, cuando se enteraron de que la estrella del futuro Su Alteza Serenísima empezaba a fulgurar, se declararon satanistas. Esto último no obsta para que, en 1830, y para evitar fricciones innecesarias y tópicos mal entendidos, los campechanos fuesen paulistas; por aquello de que el comandante militar de la plaza, cuñado del esforzado caudillo veracruzano, se llamaba Francisco de Paula Toro, y porque sonaba más eufónico ese término que el de toristas.

Don Pancho, en su calidad de jefe castrense de Campeche, no se sabe si poseía atribuciones administrativas propias del poder civil o se las tomaba por su cuenta; pero el hecho es que compartía la autoridad con el gobernador Don José Segundo Carvajal quien, nada celoso de los militares, prefería dejar a Don Francisco actuar, toda vez que el coronel se distinguía por su espíritu de progreso. Pues bien, quizá procurando la ventura de los campechanos, o por dar satisfacción a los deseos de su mujer, la virtuosa Doña Mercedes López de Santa Anna de Paula Toro, que gustaba de los paseos dominicales en el campo, héte que el comandante dispuso un día construir un puente sobre el canal de desagüe del suburbio de Santa Ana, vecindad a la que Doña Mechita le tenía particular afecto nacido probablemente de la homonimia.

Recibió el encargo de realizar la obra el afamado alarife Don José de la Luz Solís, que fue también al arquitecto de la Alameda; y en pocos meses, gracias al empeño y la diligencia del experto maestro, el puente quedó casi listo. Como se anotó Doña Mercedes era aficionada a pasear por la campiña; y en cierto ocasión llegó, en compañía de su marido, a inspeccionar los trabajos del puente. La señora se mostró entusiasmada con la mejora material, y creyó prudente comentar que, además de que sería de indudable beneficio para los habitantes del barrio, a ella le serviría de viaducto para disfrutar de un acogedor rincón de descanso en medio del monte. Examinando lo contraído, atrajeron su atención los cuatro extremos en que el puente remataba, por lo que preguntó al alarife: -¿Quiere usted decirme, Don Pepe, para qué son los remates del puente?
-Tengo instrucciones de mi coronel aquí presente –contestó el aludido-, de colocar sobre los remates cuatro hermosos pebeteros, que han pedido a México y se encuentran ya en camino, y que simbolizarán respectivamente el fuego inextinguible de la ciencia, del arte, del pensamiento y del amor.

Después de oír tales palabras, la señora de Torno no preguntó más, pero guardó un silencio reflexivo.

Transcurridos algunos días doña Mercedes, acompañada de un aya, se apeó de su carruaje frente al puente en ejecución, y tras ella bajo un mocetón que a duras penas sostenía una traílla a la que estaban sujetos dos magníficos e imponentes mastines.

Dirigiéndose a Don José de la Luz, la primera dama interrogó: -¿Qué le parecería las estatuas de Aníbal y Alejandro para rematar el puente?
A lo que respondió Don José: -Señora, creo que serían unos remates admirables; y, por otra parte, estarían acordes con la profesión de mi coronel, ya que tan augustos personajes fueron grandes guerreros.
Dijo Doña Mechita: -No me he explicado claramente, Don Pepe; yo no estoy hablando de esos conquistadores franceses (Doña Mechita no era muy versada en historia universal) sino de perros, los que ve usted aquí; ¿no cree que quedarían soberbios como remates del puente?.
Aunque cortesano, el señor Solís, que comprendió la intención de la de Toro, se atrevió a replicar: -¡Pero, Doña Merceditas! ¡No pretenderá usted que se modifique el proyecto de mi coronel! ¡El ha dicho que los pebeteros adornarán el puente, y que serán el símbolo de la constante aspiración de los campechanos, no importa que sean de este barrio, hacia lo alto! ¡Además, los pebeteros llegarán en el próximo barco!
-Mire usted, Don Pepe –repuso Doña Mercedes-,  yo respeto mucho a mi esposo y sus ideas, pero también adoro a mis perros; y se me ha ocurrido que especímenes de raza tan pura y majestuosa como Aníbal y Alejandro deben pasar a la posteridad, y nada mejor para ello que aprovechar los remates del puente.
Y agregó: -Le ruego, y conste que no acostumbro hacerlo, que en lugar del proyecto original, usted que es un escultor consagrado, se ocupe de modelar cuatro figuras de mis mastines en actitud de ladrar, para que, ya puestos en su sitio, ejerzan la vigilancia permanente de la ciudad. Estoy segura de que de sus hábiles manos saldrán los perros más bellos que jamás ha esculpido ningún artista!.

Halagado por haber sido ascendido de albañil a escultor, Don José de la Luz ya no respingó, y prometió a Doña Mercedes que atendería su súplica.

Gananda la escaramuza por el lado del obrero, la dama se encaminó a ver a sí consorte; y ya de frente a él le dijo estas palabras, después de haber preparado con un cariñoso beso: -Panchito, hoy recibí carta de mi hermano Toño, y me ha recomendado que yo te salude con un fuerte abrazo. De esas cosas de política que no entiendo, dice que pronto substituirá al general Bustamante (éste era, en 1830, el Presidente de la República), y que yo te lo informe. Y también preguntó por Aníbal y Alejandro, los que, recordarás, él me obsequió; y me dice que le agradaría especialmente que se pusieran esfinges de los mastines en el puente en construcción.
Don Francisco: -¡Mechota, querida mía, no faltaba más! No era necesario que le hablaras a Antonio del puente; basta que tu voluntad sea que las estatuas de tus perros se coloquen allí para que se cumpla tu deseo; y así se hará. Pensándolo bien, serán más artísticos los canes como remates del puente que los pebeteros. ¡Ah! Y cuando le escribas a tu hermano, dile que no se olvide de nosotros.

En esa forma, Aníbal y Alejandro, reproducidas por partida doble, quedaron perpetuados en piedra en el puente del cuento; aunque no salieron imponentes de la mano del escultor; ni su actitud se antoja de ladrido vigilante sino de lúgubre lamento causado por la visión de un alma en pena.

El puente fue inaugurado con el nombre de Puente de la Merced, según una placa conmemorativa en la que se lee la siguiente inscripción: “Año de MDCCCXXX. Se construyó este puente con el título de la Merced de Santa Ana, bajo la dirección del Alarife D. José de la Luz Solís”.

El gobernador Carvajal mandó poner otra placa en el ya desde entonces llamado Puente de los Perros, con la siguiente leyenda: “MDCCCXXX. Se hizo por disposición del Señor coronel C. Francisco Toro, habiendo contribuido en unión de todo el partido, esta benemérita guarnición gratuitamente a su construcción y la de la alameda. A pueblos tan virtuosos militares tan recomendable, José Segundo Carvajal reconocido, dedica este documento.

 

Fuente: Libro LEYENDAS APOCRIFAS
Folklore Campechano
Autor: Guillermo González Galera
Editado por el Depto. de Difusión Cultural de la Universidad Autónoma del Sudeste

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Leyendas Urbanas de Terror

Castigo del tiempo

Momentáneamente, el aislado cuarto sin ventanas quedó envuelto en la penumbra a causa de una violenta variación en el voltaje. Un clic metálico se escuchó de pronto, y una nube de color verdoso brillo bajo la pálida luz de una lámpara de escritorio. Roger Krankeit sonrío complacido; no tenía fuerzas para más. Su mayor invento, finalmente, estaba hecho. Después de días y noches de trabajo y sufrimiento, la mayor creación de la imaginación humana había tomado forma: Krankeit acababa de inventar la tan soñada máquina del tiempo. Orgulloso, contempló con deleite el pequeño artilugio lleno de cables y minúsculos botones. Era pequeño, en efecto…perfecto para ser utilizado cuando Krankeit lo dispusiera; perfecto para cumplir todas las posibilidades que había imaginado. Podría viajar al pasado y absorber el conocimiento de las épocas y los grandes científicos. Conocería a Bohr, Einstein o al mismo Galileo. Mejor aún, viajaría al futuro y utilizaría sus conocimientos para aplastar a los hombres de ciencia modernos…podía hacer todo lo que quisiera.

Pero la ambición de Krankeit fue más allá de lo que había imaginado hasta entonces.
Sus pensamientos formaron una idea ansiosa y punzante: iría hasta el momento en que el hombre apareció en el mundo. Contemplaría a los primeros humanos y, tal vez, hasta podría convertirse en una figura de adoración al revelarles secretos y enseñanzas. Sí…sería un Dios para ellos.

El artilugio emitió un largo zumbido y dejó escapar una nube de humo amarillento por su punta en forma de espina. Estaba ansioso por ser utilizado…
¡Al diablo el presente! Krankeit escaparía hacia el pasado y formaría su propio futuro, un futuro en que el fuera el hombre más grande. Presionó algunos botones y su máquina quedó lista para el viejo. Antes de ello, Krankeit se dirigió hacia un destartalado escritorio y tomó un viejo y pesado revólver de calibre .45 Colt.
Potencia, justo lo que requería para su expedición. No sabía con que bestias prehistóricas podía enfrentarse…lo mejor era ir bien preparado. Guardó el arma en un bolsillo de su blanca bata de laboratorio y tomó entre sus brazos al pequeño artilugio. Bajó un par de palancas e –inmediatamente- una niebla obscura y espesa cubrió sus ojos.

Una nausea terrible se apoderó de el y sintió que la cabeza se desprendía de su cuello. La niebla, poco a poco, comenzó a disiparse, y Krankeit pudo ver con claridad. No se encontraba ya en su miserable cuarto de trabajo. Ante sus ojos se extendía una llanura gigantesca y solitaria. En el cielo brillaban tres soles anaranjados, y una serie de arbustos completamente desconocidos poblaban el suelo fértil, hirviente de insectos negros y asquerosos. Algunas cuevas, probables refugios de bestias, podían ser observadas a lo lejos, y Krankeit dirigió sus pasos hacia ellas; la fascinación inicial se había convertido en la ansiedad del descubridor. Al acercarse a una gruta y encontrarla vacía, escuchó un ruido sordo que provenía de su espalda. Giró su cuerpo y dejó escapar un grito al observar la cosa que había estado detrás de el. Un ser horrendo, semejante a un mono deforme, lo miraba detenidamente con unos ojos gigantescos y brillantes. El ser caminaba a cuatro patas, siendo estas velludas y enormes, como las de un gorila. El monstruo abrió su horrenda boca, dejando ver una hilera de dientes putrefactos y una lengua negra, mientras emitía un aullido temible, salvaje. Krankeit no esperó más. Con un movimiento rápido echó mano de su revólver y descargó un tiro contra la bestia. La detonación sonó brutalmente, y el eco se encargó de repetirla.

 El monstruo cayó al suelo, herido fatalmente. Por un momento intentó arrastrarse por el suelo, dejando un camino de sangre verde y hedionda, pero Krankeit apretó el gatillo de nueva cuenta. La bala penetró en uno de los ojos de la bestia, destrozando su cerebro y matándolo finalmente. Todo quedó en profundo silencio después. La pequeña máquina del tiempo gritó a su manera, con un zumbido profundo y metálico. Sobresaltado, Krankeit contempló con horror como el artilugio comenzaba a desmoronarse poco a poco. Como si un terrón de polvo deshecho por el viento se tratara, la máquina desapareció con lentitud, quedando en su lugar el vacío más completo. Por un momento
Krankeit quedó en shock, pero eso duró poco, puesto que no pudo evitar llorar de pánico al ver que él mismo se desintegraba. Manos, piernas, brazos…su cuerpo se deshacía inevitablemente, hasta que no quedó absolutamente nada. En la llanura silenciosa, sólo permanecieron los insectos, que quedaron destinados a dominar la tierra desde ese momento. Miles de años de civilización humana se desintegraron con
Roger Krankeit. Con su pesado revólver .45, había matado al primer antepasado del hombre.

 http://www.halloween.com.es/relatos-terror/castigo-del-tiempo.htm

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Leyendas Mexicanas Prehispanicas

Xtacumbil-Xunaan

Leyendas Mayas

¡Tierra pálida y fértil; tierra hermosa, adormecida bajo el manto encantado de sus reminiscencias y entre el polvo de las grandezas de un lejano ayer! . . .¡Tierra pródiga y hospitalaria que se brinda, generosamente, al viajero y le ofrece el inapreciable tesoro de su alma llena de sinceridad, empapándolo en sus leyendas, en sus costumbres, en su inmensa poseía!. . .Tierra bendita que guarda con amor las lágrimas que aún lloran los dioses sobre el despojo de sus razas muertas, y se deleita con el perenne arrullo con que ellas se deslizan hasta el mar, y donde la vida se halla por doquiera como surgida de la nada ante el sublime conjuro de Itzamná. Donde cada paisaje parece emanar el misterioso aliento de HUNAB-KU, cual si éste hubiera bajado de invisible reino para gozar de la extraña luminosidad de sus cielos, y donde allá, en el augusto silencio de las noches obscuras, que apenas se interrumpe por el tenue soplar de los BACABES, todavía ve el caminante de los viejos caminos, peinarse sus negros cabellos a la XTABAY.

Allí está Bolonchén (Nueve Pozos) risueño pueblecillo escondido tras los pequeños montículos que corren a juntarse con la Sierra Alta, en el Norte del Estado de Campeche, apenas visitado por los mismos habitantes de la región y admirado tan sólo por los decires de la gente, como si no guardara nada extraordinario y su visita no valiera sin las comodidades que ofrecen casi todos los medios modernos de comunicación.
Allí se conservan las tradiciones del pasado como en tantas otras ciudades y pueblecillos que han podido escapar a la barbarie del modernismo, como pudiera vivir en tanto tiempo la leyenda de quel lento discurrir del «chivo brujo», por las antiguas murallas de Campeche, y como ha podido vivir el alma de los mayas, despreciando el transcurso de los siglos, en el obscuro refugio de un maravilloso cenote cercano a Bolonchenticul.

Se hizo el poblado en torno de nueve pozos naturales labrados por su dios entre la roca -pues siempre amaron el frescor de las aguas- que se proveían de ella por las filtraciones de alguna cueva ignorada a donde se había podido juntar el agua de las lluvias; pero a menudo ésta escaseaba y el pueblo sufría muy grandes penalidades para conseguirla. Era su jefe un valeroso mancebo que se había distinguido de manera brillante en unas luchas que habían tenido recientemente; luchas en las que siempre se vieron envueltos y que costaron la ruina de florecientes imperios pues en ellas había surgido de aquel joven un astuto y habilísimo guerrero. Enamórase éste, locamente de una hermosa doncella a la que todo el pueblo amaba también por su pureza y la tersura de su cuerpo, pues su sola presencia hablaba de una infinita bondad, su alma transparente era de diosa y su voz tenía el acento de los manantiales.

La amaba con toda la fuerza de su corazón y no pensaba en otra cosa sino en ella; necesitaba su amor, necesitaba verla, contemplarla para poder ofrendar ante sus dones sus magnos proyectos de conquista. Y un buen día sintió empañarse el mundo de su dicha al saber que la madre de su amada, celosa del inmenso amor que sabía le profesaba y temerosa de que el joven guerrero le arrebatara para siempre el cariño que había sido para ella la más grande dulzura de su vida, había escondido a la doncella en un lugar que todos ignoraban.

Acabóse bruscamente la alegría del jefe, y con ella la del pueblo; se olvidó de la guerra y se olvidó de todo; rogó a los dioses que se la devolvieran, envió emisarios por todos los senderos para que la buscaran, y el pueblo entero se dispersó, desesperado, de que el tiempo corriera y no se hallara a la joven por ningún lado. Cuando ya empezaban sus vasallos a retornar, considerando inútil tan fatigosa búsqueda, alguien dio la noticia de que parecía oírse la voz de la doncella en el fondo de una prodigiosa gruta cercana a Bolonchén.

Leyendas mexicanas - Imagen leyenda de Xtacumbil-Xunaan Presto fue allá el guerrero con toda su gente; penetró por un estrecho y pendiente sendero que empezaba a descender desde la boca de la gruta, abierta entre las peñas, y se encontró de pronto con un hondo precipicio, en cuyos bordes se apoyaban enormes salientes de las rocas que parecían más bien columnas de cristal y brillaban fantásticamente al resplandor de las antorchas que llevaban. Callaron todos; en vano trataron de encontrar un camino para llegar al fondo de la cueva; las luces de tantas antorchas se disipaban en la inmensidad de aquellas tinieblas, pero se oía rumor de alguien que estuviera o se agitase en el fondo de la gruta.

Mandó el jefe cortar árboles y lianas de los bosques y traer cordeles de «yax-ci» para juntarlos, mandó también que todos vinieran a ayudarlo en su tarea y el pueblo trabajó noche y día en construir una gigantesca escalera para que el aguerrido mancebo pudiera bajar hasta el fondo de la caverna y contemplar a la ansiada doncella de sus sueños y dueña de su corazón.

Cuando estuvo terminada, después de sufrir indecible fatiga, bajó el guerrero seguido por las mujeres y los hombres del poblado. A la luz de las antorchas, se extasiaron todos al contemplar a la hermosa doncella, que fue conducida entre aclamaciones hasta el pueblo. Volvió a él la alegría, la tranquilidad, la vida; sus habitantes, desde entonces la veneraban y le rendían el culto que a sus dioses, porque bastaba su presencia para reanimar lo que estaba casi muerto, cual si un hechizo divino fluyera a cada paso de la virgen amada.
Ya nada importaba que en los pozos del pueblo se agotara el precioso líquido que fuera motivo de sus sufrimientos, ni que CHAC dejara de retumbar en las alturas para romper las nubes y hacer bajar el rocío de los cielos; para eso había bajado el guerrero a las profundidades de la gruta, a arrancar a esa madre celosa que es la tierra, la hermosa doncella que había escondido en sus entrañas; el agua, a la que había encontrado el mancebo en siete estanques formados en la roca, que desde entonces se llama CHACHA o agua roja, PUCUELHA o reflujo, porque es fama que tienen olas como el mar y que es preciso acercarse a él en absoluto silencio, porque al menor ruido el agua desaparece; SALLAB o salto del agua; AKABHA u obscuridad; CHOCOHA o agua caliente, por la temperatura que ésta guarda; OCIHA, por el color de leche que tiene el agua, y el último CHIMAISHA, por ciertos insectos llamados chimais que abundan en él. Desde entonces tomó también este maravilloso DZNOT (centoe) el nombre de XTACUMBIL-XUNAÁN, o de la Señora Escondida (Del verbo TACUN, esconder y XUNAAN, señora).

Viven aún en la gruta la hermosa doncella que escondió la tierra a los amores del guerrero maya y a las miradas de todos los hombres, porque ellos también la amaron y la seguirán amando en el eterno transcurso de los tiempos. Todavía llega hasta allí, silenciosamente la sombra del mancebo; oculta por el indescifrable misterio de las tinieblas, para ofrendarle su cariño y sentir otra vez el palpitar de su cuerpo y el hechizo inefable de sus frescas caricias.

XTACUMBIL-XUNAÁN
FERNANDO OSORIO CASTRO

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Aparición en la Basílica

 

Una de las leyendas que todavía se cuentan en nuestra ciudad, es la que dicen las personas que visitan la Basílica de Guadalupe o los que por sus circunstancias duermen en la escalinatas de dicho lugar. Cuentan que hay ocasiones en las que ha sido vista una mujer que sale de la Basílica vieja, portando una vela encendida, sin que el intenso viento nocturno o una lluvia torrencial apaguen su flama . La mujer camina en dirección a la Nueva Basílica y para sorpresa de muchos atraviesa las paredes del edificio.

 

Algunos curiosos y otros que han sabido dominar el miedo han sido testigos de que ya en el interior de la Nueva Basílica, la mujer deja la vela como ofrenda y después de rezar una oración desaparece.

 

Tal vez se trata de un alma en pena que tiene como manda hacer la visita al sagrado recinto o puede ser la manifestación de algún compromiso que dejó de cumplir la persona a quien perteneció dicha imagen. No lo sabemos pero queda el misterio de dicha aparición.

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La casa de la tia toña

La historia es de una casa situada en la 3ª sección del Bosque de Chapultepec. Para quienes no conocen México, Chapultepec es un bosque en medio del Distrito Federal dividido en varias secciones, la tercera sección es solo vegetación y barrancas.

La casa está en la parte trasera del bosque, es muy peligroso por que tienes que bajar a la barranca hasta encontrar una escalinata de piedra, muy empinada y resbalosa que te lleva a un caminito

Más adelante te encuentras con un puente desvencijado, bastante viejito, donde hace años había un río, ahora apenas hay un riachuelo en algunas estaciones del año

Y cruzando está la famosa casa abandonada de la tía Toña, el bosque da un aire de miedo asociado a la película de la bruja de Blair.

Lo mejor comienza cuando llegas a la escalinata, por que muchos afirman que desde ese momento empiezan a escuchar el lamento de una anciana, otros escuchan gritos, como si los alertaran para alejarse

Cuando vas cruzando el puente, se oye como si piedras grandes o bultos cayeran en el río, se escuchan voces, susurros y ruidos desde el bosque y es frecuente tener la sensación de que te observan desde varios puntos, como si alguien te vigilara

Una de las cosas más extrañas es que, terminando de cruzar el puente se percibe una vaga niebla que comienza a circular por la zona, no importa la temperatura que haya

Al llegar a la casona abandonada es normal ver la cara de una viejita asomada en los viejos y empolvados ventanales, esperando la llegada de sus visitantes

Al entrar a la casa se siente de inmediato la presencia de algo, opresión en el pecho, el aire se vuelve pesado, inclusive muchas personas no soportan y salen mareados o se desmayan

Por las habitaciones se pueden ver sombras de todos los tamaños corriendo o escondiéndose, se oyen los lamentos de una mujer, pequeñas risas de niños,

También es muy común que los visitantes sientan que les recargan la mano en el hombro, que cuando van caminando se tropiecen con algo inexistente, inclusive que te tomen del brazo con tanta violencia que se quede la marca de una mano, algún moretón o inclusive arañazos

Se dice que el cuarto de la famosa Tía Toña está al fondo de la casa, pero nadie ha podido llegar hasta ahí y comprobar que hay en la habitación, puesto que las actividades paranormales incrementan y el aire es tan pesado que no se puede respirar, otros dicen que los que lo han logrado han quedado internados en un psiquiátrico por lo que vieron

Llega un momento en que todas esas experiencias y la pesadez del ambiente hacen que los visitantes salgan corriendo llenos de miedo, y al pasar corriendo por el puente, se sigue escuchando claramente el lamento de la mujer y las tablas crujir como si algo o alguien te persiguiera

Aunque hay muchas historias que han surgido en relación a los sucesos paranormales y la casa, hay una historia que es la verdadera, y es la siguiente

La tía Toña era una señora que vivía sola en esa casona, no tenía mucho dinero pero ayudaba como podía a muchos chicos de la calle que llegaban a vivir con ella, los cuidaba, les daba de comer y un techo donde dormir aunque fuera en el suelo

Ella ya era una señora muy grande, y los chicos eran rebeldes y muy traviesos, un día terminaron con la paciencia de la viejita, la sacaron tanto de quicio que tomó lo primero que se le atravesó y los mató a golpes

Para deshacerse de los cuerpos, los fue arrastrando y tirando uno a uno al río, después recapacitó lo sucedido y fue tal su tristeza al verse como una despiadada asesina y sola

que se dirigió a su cuarto y se suicidó, nadie sabe como, inclusive no se sabe si todavía su cuerpo se encuentra dentro de la casa, en la habitación a la que nadie puede llegar

Actualmente, la zona donde se encuentra la casa está restringida y con seguridad policiaca, principalmente por la noche, ya que durante mucho tiempo en los alrededores se encontraban los cuerpos de los visitantes o de vagabundos que buscaban refugiarse en la casa, brutalmente golpeados y asesinados.

Esta casa es real, lo sé por que hace aproximadamente 10 años yo fui con un grupo de amigos, cuando todavía el acceso no era restringido, y todo lo que les relato en esta historia nos sucedió, los lamentos, las sombras, el crujir del puente, a mi me tomaron del brazo tan fuerte que me salió un moretón, un amigo se cayó en medio de la casa, se tropezó con algo pero ahí no había nada, nos pasaron cosas muy raras en esa casa, yo personalmente no ví la cara de la viejita en la ventana, pero 3 amigos juran que la vieron claramente al llegar

Sin entrar a la casa, con solo verla, sabes que no es solo una construcción abandonada, yo nunca voy a olvidar esa experiencia, y si alguien gusta vivirla puede hacerlo, solo hay que burlar a los policías, que no es muy difícil ya que hasta tienen miedo de acercarse a la zona y tener mucho valor para llegar hasta adentro de la casa.

Por Sykanda

http://relatos.escalofrio.com/relato.php?ID=12465

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Leyendas Mexicanas Prehispanicas

La Xtabay

        • Leyendas Mayas


          Vivían en un pueblo dos mujeres; a una la apodaban los vecinos la XKEBAN, que es como decir la pecadora, y a la otra la llamaba la UTZ-COLEL, que es como decir mujer buena. La XKEBAN era muy bella, pero se daba continuamente al pecado de amor. Por esto, las gentes honradas del lugar la despreciaban y huían de ella como la de cosa hedionda. En más de una ocasión se había pretendido lanzarla del pueblo, aunque al fin de cuentas prefirieron tenerla a mano para despreciarla. La UTZ-COLEL, era virtuosa, recta y austera además de bella. Jamás había cometido un desliz de amor y gozaba del aprecio de todo el vecindario.

          No bostante sus pecados, la XKEBAN era muy compasiva y socorría a los mendigos que llegaban a ella en demanda de auxilio, curaba a los enfermos abandonados, amparaba a los animales; era humilde de corazón y sufría resignadamente las injurias de la gente. Aunque virtuosa de cuerpo, la UTZ-COLEL era rígida y dura de carácter: Desdeñaba a los humildes por considerarlos inferiores a ella y no curaba a los enfermos por repugnancia.

          Recta era su vida como un palo enhiesto, pero sufrió su corazón como la piel de la serpiente. Un día ocurrió que los vecinos no vieron salir de su casa a la XKEBAN, pasó otro día, y lo mismo; y otro, y otro. Pensaron que la XKEBAN había muerto, abandonada; solamente sus animales cuidaban su cadáver, lamiéndole las manos y ahuyentándole las moscas. El perfume que aromaba a todo el pueblo se desprendía de su cuerpo. Cuando la noticia llegó a oídos de la UTZ-COLEL, ésta rió despectivamente.

          Es imposible que el cadáver de una gran pecadora pueda desprender perfume alguno exclamó. Más bien hedará a carne podrida. PERO era mujer curiosa y quiso convencerse por sí misma. Fué al lugar, y al sentir el perfumado aroma dijo, con sorna: Cosa del demonio debe ser, para embaucar a los hombres, y añadió: Si el cadáver de esta mujer mala huele tan aromáticamente, mi cadáver olerá mejor. Al entierro de la XKEBAN solo fueron los humildes a quienes había socorrido, los enfermos a los que había curado; pero por donde cruzó el cortejo se fue dilatando el perfume, y al día siguiente la tumba amaneció cubierta de flores silvestres.

          Poco tiempo después falleció la UTZ-COLEL, había muerto virgen y seguramente el cielo se abriría inmediatamente para su alma. Pero ¡OH SORPRESA! contra lo que ella misma y todos habían esperado, su cadáver empezó a desprender un hedor insoportable, como de carne podrida. El vecindario lo atribuyó a malas artes del demonio y acudió en gran número a su entierro llevando ramos de flores para adornar su tumba: Flores que al amanecer desaparecieron por «malas artes del demonio», volvieron a decir.

          Leyendas mexicanas - Imagen leyenda de XtabaySiguió pasando el tiempo, y es sabido que después de muerta la XKEBAN se convirtió en una florecilla dulce, sencilla y olorosa llamada XTABENTUN. El jugo de esa florecilla embriaga dulcemente tal como embriagó en vida el amor de la XKEBAN. En cambio, la UTZ-COLEL se convirtió después de muerta en la flor de TZACAM, que es un cactus erizado de espinas del que brota una flor, hermosa pero sin perfume alguno, antes bien, huele en forma desagradable y al tocarla es fácil punzarse.

          Convertida la falsa mujer en la flor del TZACAM se dió a reflexionar, envidiosa, en el extremo caso de la XKEBAN, hasta llegar a la conclusión de que seguramente porque sus pecados habían sido de amor, le ocurrió todo lo bueno que le ocurrió después de muerta. Y entonces pensó en imitarla entregándose también al amor. Sin caer en la cuenta de que si las cosas habían sucedido así, fue por la bondad del corazón de la XKEBAN, quien se entregaba al amor por un impulso generoso y natural. Llamando en su ayuda a los malos espíritus, la UTZ-COLEL consiguió la gracia de regresar al mundo cada vez que lo quisiera, convertida nuevamente en mujer, para enamorar a los hombres, pero con amor nefasto porque la dureza de su corazón no le permitía otro.

          Pues bien, sepan los que quieran saberlo que ella es la mujer XTABAY la que surge del TZACAM, la flor del cactus punzador y rígido, que cuando ve pasar a un hombre vuelve a la vida y lo aguarda bajo las ceibas peinando su larga cabellera con un trozo de TZACAM erizado de púas. Sigue a los hombres hasta que consigue atraerlos, los seduce luego y al fin los asesina en el frenesí de un amor infernal.

          Tomado de: Mario Diaz Triay «Guia Turística de la Peninsula de Yucatan, La tierra de los Mayas»

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Leyendas Urbanas de Terror

No solo los perros lamen

Leyendas urbanas de terror

Se supone que es muy conocida donde yo vivo esta historia, incluso la comentaron en una estación de radio local.

Era una niña de 9 años (aproximadamente), hija única de padres de gran influencia en la política local; esta niña tenía todo lo que hubiese querido y deseado una niña normal con buena educación, pero con una soledad incomparable. Sus padres solían salir a fiestas de caridad y reuniones del ámbito político, y la dejaban sola.

Todo cambió cuando le compraron un cachorro de raza grande (esto para que cuidase a la niña cuando creciera), pasaron los años y la niña y el perro se volvieron inseparables. Una noche como cualquier otra los padres fueron a despedirse de la niña; el perro, ya acostumbrado a dormir con la niña, se postraba abajo de la cama.

Los padres se fueron y pronto la niña se sumió en un sueño profundo, ya aproximadamente como a las 2:30 de la madrugada, un fuerte ruido la despertó, eran como rasguños leves y luego más fuertes. Entonces, temerosa, bajó la mano para que el perro la lamiese (era como un código entre ella y el perro) y lo hizo y entonces ella se tranquilizó y durmió otra vez.

Cuando ella se despertó por la mañana descubrió algo espantoso: En el espejo del tocador había algo escrito con letras rojas, era sangre que decía así:N0 SÓLO LOS PERROS LAMEN. Entonces dio un grito de terror al ver a su perro crucificado en el suelo de su habitación.

Se dice que cuando los padres la encontraron ella no hablaba de otra cosa más que de "¿quién me lamió?" y decía el nombre de su perro, se volvió loca y hasta la fecha está en un manicomio y sus padres, tratando de olvidar lo que hallaron en el cuarto y a su hija, se fueron al extranjero.

Y la incógnita más grande es: según los que fueron a investigar al cuarto de la niña, el perro ya estaba muerto, es decir crucificado en el suelo, desde hace horas. ¿Quién le lamió la mano a la niña debajo de la cama?

 

Nombre: Manuel Martín Cañadas

Edad: 22 años

Lugar de nacimiento: Miramontes (Cáceres)

Fecha en que hemos recogido la leyenda: Verano de 1999
 
Lugar: Navalmoral de la Mata

 

Nombre del recopilador: Iván Fernández Elices

http://www.augustobriga.net/memoria/leyendasurbanas/Nosololosperroslamen.html 

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Leyendas Mexicanas Prehispanicas

El Canancol

Leyendas Mayas

Cuénteme, don Nico: ¿por qué pone ese muñeco con esa piedra en la mano en medio de su milpa?, pregunté un día a un ancianito agricultor.

Su cara se animó con una sonrisa de niño, en tanto que me contestaba: Sé que usted no cree, pero le diré: soy pobre, muy pobre y no tengo quien me ayude a cuidar la milpa, pues casi siempre cuando llega la cosecha, me roban el fruto de mis esfuerzos. Este muñeco que ve no es un muñeco común; es algo más; cuando llega la noche toma fuerzas y ronda por todo el sembrado; es mi sirviente… Se llama Canancol y es parte mía, pues lleva mi sangre. El sólo me obedece a mí… soy su amo.

Don Nico siguió diciendo: Después de la quema de la milpa se trazan en ella dos diagonales para señalar el centro; se orienta la milpa del lado de Lakín (Oriente) y la entrada queda en esa dirección. Terminado esto, que siempre tiene que hacerlo un men (hechicero) se toma la cera necesaria de nueve colmenas, el tanto justo para recubrir el canancol, que tendrá un tamaño relacionado con la extensión de la milpa. Después de fabricado el muñeco, se le colocan los ojos, que son dos frijoles; sus dientes son maíces y sus uñas, ibes (frijoles blancos); se viste con holoch (brácteas que cubren las mazorcas).

El canancol estará sentado sobre nueve trozos de yuca. Cada vez que el brujo ponga uno de aquellos órganos al muñeco, llamará a los cuatro vientos buenos y les rogará que sean benévolos con (aquí se dice el nombre del amo de la milpa), y le dirá, además, que es lo único con que cuenta para alimentar a sus hijos. Terminado el rito, el muñeco es ensalmado con hierbas y presentado al dios Sol y dado en ofrenda al dios de la lluvia; se queman hierbas de olor y anís y se mantiene el fuego sagrado por espacio de una hora; mientras tanto, el brujo reparte entre los concurrentes balché , que es un aguardiente muy embriagante, con el fin de que los humanos no se den cuenta de la bajada de los dioses a la tierra. Esta es cosa que sólo el men ve.

Leyendas mexicanas - Dibujo de la leyenda del canancolLa ceremonia debe llevarse a efecto cuando el sol está en el medio cielo. Al llegar esta hora, el brujo da una cortada al dedo meñique del amo de la milpa, la exprime y deja caer nueve gotas de sangre en un agujero practicado en la mano derecha del muñeco, agujero que llega hasta el codo.

El men cierra el orificio de la mano del muñeco, y con voz imperativa y gesticulando a más no poder, dice a éste: Hoy comienza tu vida. Este (señalando al dueño), es tu señor y amo. Obediencia, canancol, obediencia… Que los dioses te castigarán si no cumples. Esta milpa es tuya. Debes castigar al intruso y al ladrón. Aquí está tu arma. Y en el acto coloca en la mano derecha del muñeco una piedra.

Durante la quema y el crecimiento de la milpa el canancol está cubierto con palmas de huano; pero cuando el fruto comienza a despuntar, se descubre… y cuenta la gente sencilla que el travieso o ladrón que trate de robar recibe pedradas mortales. Es por lo que en las milpas donde hay canancoles nunca roban nada.

Es tan firme esta creencia, que si por aquella época y lugar se encuentra herido algún animal, se culpa al canancol.

El dueño, al llegar a la milpa, toma sus precauciones y antes de entrar le silba tres veces, señal convenida; despacio se aproxima al muñeco y le quita la piedra de la mano; trabaja todo el día, y al caer la noche, vuelve a colocar la piedra en la mano del canancol, y al salir silba de nuevo. Cuando cae la noche, el canancol recorre el sembrado y hay quien asegura que para entretenerse, silba como el venado.

Después de la cosecha se hace un hanincol (comida de milpa) en honor del canancol; terminada la ceremonia se derrite el muñeco y la cera se utiliza para hacer velas, que se queman ya en el altar pagano, ya en el altar cristiano.

Y calló el viejecito después de haber hablado con acento de creyente perfecto.

        •  

          Leyenda tomada del libro «El alma de Campeche en la leyenda maya» de Elsie Encarnación Medina E.

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Leyendas Urbanas de Terror

La muñeca

Ésta es la historia de la muñeca de porcelana de mi hermana, la muñeca que le había regalado una anciana mujer el verano anterior. Un día estaba estudiando en mi habitación y oí un ruido raro. Me levanté para ver lo que era y justo cuando lo hice, el ruido dejó de oírse. Por la noche me tuve que quedar con mi hermana porque mis padres iban a cenar fuera. Yo no tenía mucho sueño y bajé a ver la tele, cuando al rato escuché como si mi hermana hablase con alguien. Subí y me escondí para ver lo que era. Era mi hermana hablando con su muñeca. No le di importancia, porque era pequeña. Después bajé y seguí viendo la tele. Al rato oí a mi hermana gritando, subí a toda prisa y vi a mi hermana muerta y las manos de la muñeca llenas de sangre. La muñeca estaba embrujada. Empecé a llorar, cogí la muñeca y la quemé. En ese instante me quedé dormida, y cuando desperté, nada de eso había pasado.

Nombre: Sandra Terrón Elices

Edad: 23 años

Lugar de nacimiento: Fuenlabrada (Madrid)

Fecha en que hemos recogido la leyenda: Verano del 2000
Lugar: Jarandilla de la Vera (campamento)

 

Nombre del recopilador: Iván Fernández Elices

http://www.augustobriga.net/memoria/leyendasurbanas/Munieca.html