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El Gato Montés y el Tecolote

Cuenta una leyenda que hace muchos siglos, antes de la llegada de los conquistadores españoles a estas tierras del Anáhuac, una noche un Gato Montés buscaba una presa para comerla, pues el hambre le arreciaba. Aguzaba sus ojos buscándola por los arbustos y la hierba. Desde las ramas de un árbol, un Tecolote de brillantes ojos le observaba, con el fin de abalanzarse sobre el Gato y picarle los ojos. Cuando vio que el Gato se encontraba distraído en su búsqueda de alimento, el Tecolote se echó sobre el felino y le dijo que tenía hambre y que le iba a sacar los ojos para saciarla, y que de paso salvaría la vida de algún animal que pudiera cazar el Gato. Éste, muy asustado, le contestó que menudo susto le había dado, y le rogó que solamente le sacase un ojo, pues si se llevaba los dos, sería muy desgraciado, ya no podría cazar y se moriría de hambre.

Al escuchar sus palabras, el Tecolote aceptó lo que le pedía el felino, pero le advirtió que a la otra noche regresaría por el otro ojo, y le pidió la dirección de su casa; el Gato Montés se la dio. El Gato perdió uno de sus ojos, ni luchar pudo para impedirlo debido a la tremenda oscuridad en que se encontraba el campo. Antes de irse, el Tecolote le preguntó cómo se llamaba, a lo que el gatito tuerto le contestó: – Me llamo Escarmentarás. -¡Qué extraño nombre el tuyo, replicó el Tecolote y se echó a volar.

Escarmentarás, el Gato Montés

A la noche siguiente, el Tecolote se encontraba en el mismo lugar, a la misma hora, esperando que llegase el Gato Montés, quien no se presentó. Sumamente disgustado por la ausencia del Gato, el ave se dirigió a la casa del impuntual. Cuando llegó vio que se trataba de un agujero, al cual no se atrevió a entrar, no fuera a ser que en su intento perdiera la vida. Consideró más prudente gritarle al Gato: -¡Escarmentarás, aquí estoy, he venido a que cumplas con lo prometido! El Gato le contestó desde su guarida que estaba tan escarmentado que no siquiera salía para ir a hacer sus necesidades.

Muy enojado el Tecolote se quedó vigilando el agujero con la esperanza de que Gato saliese. Pero empezó a amanecer y a Tecolote le empezaron a molestar los rayos del Sol que le impedían ver bien. Así que decidió irse. El Gato Montés se asomó y al ver que Tecolote ya no estaba, se alegró mucho, porque había podido conservar su ojo y podría cazar para no morir de hambre.

Desde entonces los gatos monteses no salen a cazar de noche, solamente se aventuran de día, pues lo que le sucedió a Gato, ¡los escarmentó para siempre!

Sonia Iglesias y Cabrera