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Luz y Rafael

Vicente Saldívar y Oñate, Caballero de las Órdenes de Santiago y Alcántara decidió construir su mansión en la Plaza Mayor de Zacatecas. Encargó la decoración de los salones a un joven que había sido educado en el Convento Franciscano de Guadalupe: Rafael de Santa Cruz. Uno de los religiosos del convento franciscano era fray Diego de la Concepción, un pintor español con mucho talento, quien se había ocupado de enseñarle a pintar a Rafael desde pequeño.

La hija de don Vicente, de nombre Luz y poseedora de una extraordinaria belleza, admiraba la obra del pintor Rafael de Santa Cruz y le observaba pintar a hurtadillas. Como era de esperar, los dos jóvenes se enamoraron. Pero ambos se daban cuenta de que se trataba de un amor sin esperanzas. El talentoso pintor sabía que pronto dejaría de ver a su amada pues las pinturas que tenía que realizar en los salones debía de terminarse muy pronto, pues se acercaba la fecha del la inauguración del palacio. Razón por la cual, el muchacho apresuró cuanto pudo el ritmo de su trabajo, hasta que su salud empezó a protestar, ya que las pinturas le provocaban mareos y sus ojos se irritaban. Cuando Rafael se sentía muy fatigado se iba al solárium del la mansión, que adornaban plantas y pájaros, y ahí se encontraba con su amada Luz.

Pero llegó el día en que terminó su trabajo. Don Vicente le pagó largamente por las magníficas pinturas realizadas. Muchos influyentes de la ciudad le ofrecieron nuevos trabajos, pero el joven los rechazó pues se encontraba muy fatigado y, además, tenía en mente irse a Italia a seguir estudiando pintura. Sin embargo, al ver la tristeza que embargó a Luz cuando supo de sus planes, desistió de su ansiado viaje a Europa. En lugar de ello, compró una pequeña casa atrás de la mansión de don Vicente, que quedaba justo frente al solárium que todos los días regaba su adorada.

Como Rafael seguía sintiéndose mal, no le quedó más remedio que consultar con un médico. El diagnóstico fue que el pintor se encontraba mal del corazón y de los pulmones. El médico le aconsejó que cambiase de casa, pues se encontraba situada en una parte alta, lo cual no ayudaba a mejorar de sus males. Pero Rafael se negó a mudarse, pues sabía que ya no podría ver a Luz, aunque fuera de lejecitos, como hasta entonces lo venían haciendo, pues ambos eran conscientes de lo imposible de su amor.

El Solárium

En esas estaban, cuando una dama le encargó al pintor una imagen de Nuestra Señora de la Luz que iba a regalar al convento. Rafael aceptó. Trabajaba todo el día, menos en los momentos en que sabía que Luz acudía a la galería a regar las plantas. Entonces detenía su trabajo y se asomaba a su ventaba a verla.

Tres días después de haber terminado la imagen, Rafael murió junto a su caballete de trabajo. Luz, cuando no le vio más asomarse, envió a un cochero a la casa de su amor para ver que ocurría. Fue terrible su dolor cuando se enteró de la muerte de su amado. Desde entonces puede verse en la capilla del convento la imagen de Nuestra Señora de la Luz, cuya hermosa faz no es otra sino la Luz, la amada del pintor Rafael.

Sonia Iglesias y Cabrera