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El Látigo

Tabasco es un estado de la República Mexicana que se encuentra en la región sureste del país. Fue fundado el 7 de febrero de 1824 y su capital es Villahermosa. El nombre de Tabasco proviene de Tabscoob, como se llamaba el cacique indígena que gobernaba la región cuando arribaron los conquistadores españoles en 1518.

Este bello estado, como todos los estados que conforman nuestro país, cuenta con una rica tradición oral. Entre sus mitos, cuentos y demás expresiones del folklore, existe una leyenda que se ha trasmitido de boca en boca.

Dicha leyenda nos narra que hace ya muchos años, en la Plazuela de la Concepción, en una hermosa casa de piedra, vivía una mujer a la que se conocía con el nombre de doña Beltrana. Se trataba de una mujer robusta, buena y muy piadosa, que cuidaba mucho de su reputación y del qué dirán. Acudía a misa todos los días y destacaba por ser devota.

El Látigo que se convirtió en serpiente

Doña Beltrana tenía una hija, María Violeta, que pudiera decirse que era todo lo contrario de su madre: veleidosa, grosera, impía y, sobre todo, ligera de cascos. Le gustaban muchos los hombres y se acostaba con ellos sin discriminación. Como era una joven muy bella – rubia, delgada de piel como la nata y ojos verdes-, no le faltaban pretendientes. Todas las noches se escapaba por la ventana de la sala que daba a la calle y buscaba pareja para darle vuelo a la hilacha. Cuando regresaba a su casa, doña Beltrana la esperaba con un largo látigo que empleaba para azotarla, con la esperanza de que cambiara su lasciva conducta, pero esto no sucedía. La madre estaba desesperada.

Una cierta noche, María Violeta regresó a su casa y trepando por la ventana se introdujo en ella. En esta ocasión la bella ninfómana no había podido encontrar a nadie con quien retozar y satisfacer sus apetitos sexuales; de tal manera que estaba furiosa y muy nerviosa. Cuando la señora de la casa la vio entrar, cogió el famoso látigo dispuesta a castigarla una vez más; pero María Violeta, enardecida como estaba, empujó a su madre, le quitó el látigo y empezó a darle tremendos latigazos a los que la pobre mujer respondía con gritos de dolor y cara de estupefacción ante el atrevimiento de su malvada hija.

En esas estaban cuando, ante el temor y el azoro de ambas mujeres, el látigo se convirtió en una grandísima serpiente roja de cerca de seis metros que enseguida se enroscó en el delgado cuerpo de María Violeta y la trituró rompiéndole todos los huesos y convirtiendo su carne en una masa amorfa y sanguinolenta.

Una vez que la chica estuvo muerta, como es de suponer, la terrible y vengativa serpiente salió de la casona y se dirigió hacia el Río Grijalva en el cual se sumergió. Fue un suceso terrible que nadie se explicaba, doña Beltrana alegaba que era obra de la Divina Providencia como castigo de las acciones lujuriosas que su hija, María Victoria, cometía día con día, y por haberle levantado la mano a su madre para darle de latigazos. A otros la mano solamente se les seca.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Un pueblo convertido en piedras

Las Peñas de Jilotepec, zona de belleza natural incomparable, se encuentra en el Estado de México. En tiempos prehispánicos en ese bello lugar se encontraba un pueblo de indios otomíes al que  los dioses habían privilegiado convirtiéndolo en un sitio donde nunca escaseaba la comida, el trabajo, el agua y el entretenimiento. Pero ante tanta facilidad los pobladores se corrompieron y dejaron de valorar los dones que les habían otorgado. Por lo tanto, los dioses  convirtieron al pueblo en piedra.

Pasó mucho tiempo, y se pensó a erigir otro pueblo en el mismo lugar, con personas que querían abandonar el pueblo en que vivían por no satisfacerles como deseaban. Los sabios ancianos conocían lo que había sucedido en el antiguo Peñas, y decidieron efectuar un rito para alejar el encantamiento.

Las Peñas de Jilotepec

Cuando estaban reunidos de pronto escucharon una voz venida del Más Allá que decía: -¡El más puro de los habitantes debe llevar en su espalda a una mujer hasta la capilla de su pueblo, pero nunca deberá mirarla, por ningún motivo! En ese momento, un muchacho se ofreció a llevar a cabo la tarea. Eligió a una bella mujer y se la cargó en las espaldas, dispuesto a llegar hasta la capilla.

El muchacho echó a andar, observado por las personas que se habían encaramado en las peñas del pueblo encantado para ver su caminata. Conforme iba avanzando la carga que llevaba se volvía más y más pesada, y más trabajo le costaba avanzar. Como no sabía la causa de lo que originaba tan enorme peso, el joven decidió voltear a ver. Cuando lo hizo vio una enorme serpiente que crecía a cada momento. En el mismo instante en que cruzó su mirada con la de la serpiente, la gente que observaba se convirtió en piedra, al igual que el muchacho y la serpiente.

Desde entonces ya nadie quiso intentar quitar el maleficio que pesaba sobre al pueblo desaparecido. Existe la creencia de que cada 3 de mayo por la noche, el antiguo poblado prehispánico de Las Peñas vuelve a vivir y se escuchan los ruidos de sus antiguos habitantes efectuando sus tareas cotidianas: lavar, barrer, forjar, o escuchan el agua que cae de las fuentes.

Sonia Iglesias y Cabrera

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María Violeta

Tabasco, también llamado El Edén de México, es un estado que está situado al sureste de la República Mexicana. Su capital es la ciudad de Villahermosa, antiguamente fundada por el español Diego de Quijada, en el año de 1564. En esta hermosa ciudad se encuentra la plaza de La Concepción, en el llamado Barrio de La Punta, sito hacia el sur de la ciudad, fundado sobre la loma de La Encarnación.

En dicha plaza había una casa habitada por una atractiva joven que se llamaba María Violeta junto con su madre doña Beltrana. La joven no contaba con buena fama, pues se la consideraba una muchachita casquivana, sin moral e inclinada a los placeres sexuales. Solía salir por la noche y regresar a su casa ya muy tarde con cierto tufillo de alcohol y de amor. Cuando llegaba a su hogar, la madre montaba en cólera y le daba tremendos latigazos con el fin de corregirla y volverla una honesta muchacha. Pero los golpes de nada servían, pues María Violeta no entendía razones y seguía con sus escapadas y sus noches de sexo y alcohol.

La terrible y enorme serpiente que mató a María Violeta.

Una cierta madrugada, María regresó a su casa muy tranquila. La madre que la había estado esperando, le salió al paso, sacó su látigo y estaba presta a golpearla, cuando se dio cuenta aterrorizada, que el látigo se convertía en una gran serpiente que se enroscó en el cuerpo de María Violeta, le rompió todos los huesos, y de su pobre cuerpo tan sólo quedó una masa ensangrentada y casi sin forma humana.

Una vez que la serpiente hubo asesinado a la chica, reptó fuera de la casa, y su enorme cuerpo se metió en el río Grijalva que quedaba cerca de la casa de las dos mujeres. Doña Beltrana, ante tal espantoso prodigio, quedó sin habla, y muda estuvo mucho tiempo tras la horripilante pérdida de su hija, a la que a pesar de su comportamiento frívolo y descocado, quería muchísimo.

El tiempo pasó y doña Beltrana enfermó de gravedad. En su lecho de muerte llamó a su confesor y le contó lo acontecido a María Violeta. ¡Al fin había recobrado el habla! Después de la confesión pasó a mejor vida.

A partir de entonces, todos los habitantes del barrio empezaron a nombrar a doña Beltrana con el epíteto de La Mujer de la Serpiente.

Sonia Iglesias y Cabrera