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Las cuatro Marías

Tapalpa es un poblado muy antiguo, pues proviene desde la época prehispánica, que se encuentra en el estado de Jalisco, en la Región Lagunas.  Su nombre significa en otomí “tierra de color”. Como todos los pueblos de la República Mexicana, es poseedor de una rica tradición oral que comprende mitos y leyendas. La leyenda que ahora vamos a relatar forma parte del folklore de dicho poblado.

A finales del siglo XIX, vivían en Tapalpa cuatro mujeres que estaban unidas por el compadrazgo. Las cuatro llevaban por primer nombre el de María, así pues, eran: María Amaranta, María Natalia, María Eduviges y María Tomasa. Los habitantes del pueblo las llamaban las Marías Lenguas; mote que se habían ganado a pulso por ser sumamente chismosas y gustar hablar mal de todo el que podían. Material no les faltaba. Sus chismes habían causado ya varios estragos en la reputación de muchos de los vecinos, razón por la cual eran temidas por todos. Parece ser que la más chismosa de todas era María Tomasa, por tener una imaginación muy fecunda que le ayudaba a fabricar chismes donde no lo había o a enriquecer y aumentar los ya existentes.

Para llevar a cabo sus habladurías solían reunirse en una pila que se encontraba cerca de sus casas, y que recibía el nombre de La Pila. Cierto día se encontraban las comadres muy a gusto hablando mal de las personas, cuando se acercó a la pila un indígena otomí. Macario era muy viejo y siempre se había dedicado a la brujería, oficio que había heredado por generaciones desde tiempos muy antiguos.

Al escuchar el chismerío que se traían, Macario se dirigió a las Marías Lenguas y les dijo muy serio y amenazador que, si no dejaban de estar hablando boberías e inventando chismes de las personas, les iba a ir muy mal y tendrían que pagar las consecuencias que sus actos parlanchines les atraerían.

Las Marías al oír al brujo indio hablar, se pusieron a reír de él y a insultarlo muy agresivamente. Ante los insultos, Macario les respondió muy tranquilo que quedaban advertidas y que, si continuaban con sus habladurías, el castigo que recibirían sería tremendo. Como las comadres siguieron burlándose del indio, éste tomó agua de la pila, y diciendo unas palabras mágicas les arrojó el agua a las cuatro mujeres.

Al sentir el agua hechizada sobre sus cuerpos, las mujeres tuvieron como un ataque y se contorsionaban revolcándose en el suelo. Poco a poco, se fueron convirtiendo en serpientes. Macario en ese momento se dirigió a ellas y les dijo: – ¡Por ser tan malas personas y chismosas, yo las condeno a convertirse para siempre en serpientes de piedra, para que sirvan de ejemplo a las personas que gozan arruinando al pueblo con sus funestos chismes!

Y así fue, las serpientes de piedras se subieron a la pila y cada una tomó un lugar en donde estarían para siempre. Desde entonces a la pila se le conoce con el nombre de la Pila de las Culebras.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

 

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¡El que la hace, la paga!

Tapalpa se encuentra ubicada en el estado de Jalisco. El nombre de esta población proviene de la lengua otomí y significa Lugar de Tierra de Color, de dicha localidad proviene la leyenda que a continuación relataremos.

En la iglesia de Tapalpa vivía el padre Bernardo. Entre sus feligreses había una mujer, Marta, que cada domingo iba a confesarse. El cura ya estaba cansado de oírla, pues sus confesiones tenían mucho de fantástica y de terroríficas, por lo cual suponía que eran puro invento de la dama.

Un domingo del mes de octubre, apareció en el confesionario Marta, como ya era costumbre y el padre Bernardo se apresuró a escucharla a fin de quitárselo pronto de encima. La mujer le dijo que había visto un aparecido en su casa, y lo describió: era un hombre robusto, pero de baja estatura, moreno y de pelo lacio, con una protuberancia en la nariz. Al oír el relato el cura le preguntó a Marta si lo había conocido en vida, pregunta a la cual la mujer contestó que no, que nunca lo había visto ni conocido. Pero le afirmó que el espanto estaba seguro de conocer al padre Bernardo.La Iglesia de Tapalpa

Ante estas palabras el sacerdote se mostró extrañado y expresó: ¿Ese ente del Más Allá le dijo a usted dónde me conoció? La mujer haciendo memoria le respondió al cura: – ¡Sí, padre mío, creo recordar que mencionó un sitio en el que había abedules o algo relacionado con ellos!

Al escuchar la respuesta a Bernardo se le fueron los colores de la cara, pues en una finca donde había muchos abedule le había dado muerte a su hermano menor. Después de cometido tan nefando crimen, Bernardo había huido del pueblo en donde se encontraba la finca y se escondió en la población de Tapalpa, que quedaba bastante lejos. Llegó a este nuevo poblado y se hizo pasar por un cura al que esperaban en la iglesia y que, por supuesto, nunca llegó, posiblemente asesinado por Bernardo, el falso cura, y del cual tomó su identidad.

El cura Bernardo siguió interrogando a Marta y le preguntó si el espectro le había dicho algo más. Marta aseguró que no, que solamente le había pedido que fuera con el sacerdote del templo porque quería hablar con él.

Asustado ante lo acontecido Bernardo le dijo a la mujer que se fuera a su casa y que la esperaba a la siguiente semana. Al anochecer, el falso cura encendió un gran cirio y con la Biblia en la mano se puso a rezar con un fervor inhabitual en él.

Cuando dieron las doce de la noche con doce minutos, súbitamente la puerta de la iglesia se abrió, y un tenebroso fuerte viento como venido del Infierno echó las bancas por tierra. En ese momento se escuchó una terrible voz que decía: ¡Conque ahora te escondes bajo una identidad que no te corresponde, te haces pasar por quien no eres! ¡Pero te juro que pagarás por tu espantoso crimen! A lo que Bernardo respondió: ¡No me arrepiento, pues nunca dejaría que ella fuese tuya!

Entonces, el aparecido emitió unas palabras en un lenguaje extraño, una lengua que ningún humano había escuchado antes y Bernardo, el cura apócrifo, cayó al suelo convertido en polvo.

Sonia Iglesias y Cabrera