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El Carnaval I. Los orígenes.

Con el propósito de comprender mejor la fiesta de Carnaval es necesario contextualizarla como parte de los rituales que conforman el ciclo de la Pasión y Muerte de Jesucristo, que da inicio, en sentido extenso, el Miércoles de Ceniza, continúa con el período de Cuaresma y termina con la Semana Santa.

Desde el punto de vista conceptual, el Carnaval está estrechamente ligado con el tiempo de Cuaresma; es decir, los cuarenta días especialmente dedicados a la preparación espiritual de la Pascua de Resurrección del Señor. Así, el Carnaval deviene el lapso de desenfreno obligado para dar pasa a la iniciación del ayuno y demás rituales de abstinencia dictados por la religión católica. Es en este marco que el Carnaval simboliza la necesidad de desahogo social, del tiempo en que está permitido romper con el orden establecido y con las normas de comportamiento cotidianas. Es el tiempo de las grandes libertades, del travestismo, del escándalo, de las injurias, las bromas, las sátiras a personajes públicos; de la gula y la sexualidad desenfrenadas. Es el tiempo en que reinan  los placeres de la carne sobre el recogimiento del espíritu. Como diría Sebastián Verti:
El carnaval es, por excelencia, la fiesta de la diversión. En carnaval se permite romper todas las reglas y rebasar todos los límites, y las fantasías no sólo pueden convertirse en realidad, sino que son la norma. Ocultos tras el disfraz más descabellado o apenas cubiertos por un sencillo antifaz, podemos cantar, bailar, reír a carcajadas.

Lo más importante es transformarse, contradecir el orden de todos los días. Ser no lo que somos siempre, sino lo que siempre hemos querido ser. En carnaval todo es posible.

En su esencia original, el Carnaval está impregnado de un simbolismo de muerte y resurrección de los ciclos vitales de la naturaleza, y, en mayor o menor medida, todos los ritos ligados a él nos hablan de la reviviscencia de la vegetación en la primavera, expresados dentro del ámbito de celebraciones a dioses antiguos de la fertilidad de las plantas y de los hombres, y del renacimiento primaveral. Como es el caso de la diosa egipcia Isis, Creadora de las Cosas Verdes; Dionisio, el Baco romano, dios de la Vegetación y el Vino; Luperco, dios de la Fecundidad; Attis, deidad de la Vegetación y la Resurrección; y Saturno, señor de la Siembra y la Agricultura.

He aquí el concepto simbólico de estas festividades celebradas en Grecia y en la Roma cercana al surgimiento del cristianismo. Fundamento de otros muchos rituales de la religión católica, pues es un hecho ampliamente reconocido que Jesucristo es la síntesis histórica de los dioses solares redentores de la culturas antiguas que le antecedieron, todos ellos representantes duales de la muerte y el renacer que rigen la vida de los hombres y los fenómenos de la naturaleza.

Acerca del origen del Carnaval contamos con varias teorías a cual más de interesante. Sin embargo, la festividad que se considera como el antecedente más directo del Carnaval es, ciertamente, la Saturnalia romana que conmemoraba el reinado magnificente de Saturno, dios de la Siembra y de la Agricultura, quien había reinado en la tierra proporcionando a los hombres paz y felicidad. Saturno enseñó a los romanos el arte de cultivar la tierra y las leyes que debían regirlos para alcanzar la armonía social absoluta. Bajo el reinado de Cronos, su nombre griego, se desconoció la esclavitud y la tiranía. Pero un desafortunado día, Saturno desapareció para no volver jamás y los hombres volvieron a caer bajo el influjo de las pasiones. A Saturno se le representaba como un anciano de luenga barba blanca, portador de una hoz en la mano.

La Saturnalia, de raigambre anterior a la fundación de Roma, se festejaba del  17 al 23 (o 25) de diciembre en las plazas y calles de Roma desde el año 217 a.C. con el propósito de elevar la moral de los ciudadanos, disminuida a causa de la derrota sufrida a manos de los cartagineses. Para otros investigadores, la fiesta daba inicio el 24 de diciembre y duraba un día; el emperador Augusto (63 a.C.-14 d.C.) decidió agregar otro día más y, posteriormente, Calígula aumentó uno más. Se encendían velas y antorchas, por el inicio del nacimiento del Deus Sol Invictus, El invencible Dios Sol, pleno de luz, y por el término de la etapa más oscura del año. La víspera de la fiesta las casas de Roma se adornaban con plantas y se encendían luminarias. La celebración empezaba con un sacrificio en el Templo de Saturno, al que seguía un banquete público, lectisternium, al tiempo que la plebe y los aristócratas gritaban: “¡Io Saturnalia!” Se comía y bebía en exceso,  entre amigos y familiares se daban lujosos regalos y figurillas de humilde barro, y se realizaban actos eróticos de todas suertes. Los roles sociales se intercambiaban, de tal manera que durante los siete días que duraba la Saturnalia, los patrones atendían los requerimientos de comida y bebida de sus esclavos; mientras que éstos injuriaban y golpeaban a sus amos, sin medir represalia de ninguna índole. Los tribunales y las escuelas cerraban, no se ejecutaba a los criminales y se hacía la guerra. La población acudía al Monte Aventino  -una de las siete colinas de Roma- a pasear y disfrutar de un piscolabis.

Además, los hombres libres jugaban al “reinado de burlas”. Consistía el tal juego en elegir, al azar  un “rey” que dictaba órdenes simples y chistosas a sus “súbditos”; por ejemplo, le ordenaba a un vasallo que cantase en plena calle, que bebiese vino aguado o que cargase a un flautista unas cuantas calles. De más está decir que este “rey de burlas” representaba a Saturno. Con el paso del tiempo, Roma y toda Europa se convirtieron al cristianismo y la imagen del “rey de burlas” pasó a la fiesta de Carnaval en la figura de un muñeco que, pasado el lapso de disipación, el pueblo quema o fusila con beneplácito.

Paralelamente a la mencionada teoría de origen del Carnaval, el simbolismo meramente cristiano de dicha celebración pretende destruir sus fundamentos paganos de muerte y resurrección de la naturaleza, para brindarnos una fiesta que tiene como origen el concepto de la Cuaresma, gestada durante la etapa de la Edad Media en Europa, negando todo fundamento de raigambre precristiana. De tal manera que las Carnestolendas, término con el que también se denomina al Carnaval, hace referencia al período carnal, derivado del latín caro, carnis, “carne”, en el que se puede comer carne, así como al período en que ha de dejarse, tolendas, de tollere, “quitar”; de tal manera que carnestolendas significa “despedida” o “adiós a la carne”.

Sonia Iglesias y Cabrera


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