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El Gato Montés y el Tecolote

Cuenta una leyenda que hace muchos siglos, antes de la llegada de los conquistadores españoles a estas tierras del Anáhuac, una noche un Gato Montés buscaba una presa para comerla, pues el hambre le arreciaba. Aguzaba sus ojos buscándola por los arbustos y la hierba. Desde las ramas de un árbol, un Tecolote de brillantes ojos le observaba, con el fin de abalanzarse sobre el Gato y picarle los ojos. Cuando vio que el Gato se encontraba distraído en su búsqueda de alimento, el Tecolote se echó sobre el felino y le dijo que tenía hambre y que le iba a sacar los ojos para saciarla, y que de paso salvaría la vida de algún animal que pudiera cazar el Gato. Éste, muy asustado, le contestó que menudo susto le había dado, y le rogó que solamente le sacase un ojo, pues si se llevaba los dos, sería muy desgraciado, ya no podría cazar y se moriría de hambre.

Al escuchar sus palabras, el Tecolote aceptó lo que le pedía el felino, pero le advirtió que a la otra noche regresaría por el otro ojo, y le pidió la dirección de su casa; el Gato Montés se la dio. El Gato perdió uno de sus ojos, ni luchar pudo para impedirlo debido a la tremenda oscuridad en que se encontraba el campo. Antes de irse, el Tecolote le preguntó cómo se llamaba, a lo que el gatito tuerto le contestó: – Me llamo Escarmentarás. -¡Qué extraño nombre el tuyo, replicó el Tecolote y se echó a volar.

Escarmentarás, el Gato Montés

A la noche siguiente, el Tecolote se encontraba en el mismo lugar, a la misma hora, esperando que llegase el Gato Montés, quien no se presentó. Sumamente disgustado por la ausencia del Gato, el ave se dirigió a la casa del impuntual. Cuando llegó vio que se trataba de un agujero, al cual no se atrevió a entrar, no fuera a ser que en su intento perdiera la vida. Consideró más prudente gritarle al Gato: -¡Escarmentarás, aquí estoy, he venido a que cumplas con lo prometido! El Gato le contestó desde su guarida que estaba tan escarmentado que no siquiera salía para ir a hacer sus necesidades.

Muy enojado el Tecolote se quedó vigilando el agujero con la esperanza de que Gato saliese. Pero empezó a amanecer y a Tecolote le empezaron a molestar los rayos del Sol que le impedían ver bien. Así que decidió irse. El Gato Montés se asomó y al ver que Tecolote ya no estaba, se alegró mucho, porque había podido conservar su ojo y podría cazar para no morir de hambre.

Desde entonces los gatos monteses no salen a cazar de noche, solamente se aventuran de día, pues lo que le sucedió a Gato, ¡los escarmentó para siempre!

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Mexicanas Prehispanicas

Coyote y la Mujer-cometa. Leyenda purépeccha.

Hace ya mucho tiempo, cuando todo era naturaleza y el hombre no había aún sido creado por los dioses,  en el Cerro de Guizachtlan vivía un Coyote que tenía la piel del color del oro, suave y brillante como las plumas del quetzal. Se trataba de un Coyote muy tierno, nada agresivo y sí muy dulce, de mirada bonachona. Lo que más destacaba Coyote eran sus ojos: negros como el azabache y luminosos como las luciérnagas. Siempre estaba Coyote paseando por la serranía, investigando entre las peñas y acercándose a los arroyos para beber agua fresca y transparente. Sus movimientos eran tranquiles y majestuosos, se sabía hermoso y poderoso, era el rey de los animales. Cuando se cansaba de sus paseos, volvía a su guarida para pasar el tiempo con su familia a la que adoraba.

Por las noches Coyote gustaba de caminar hasta la cima del cerro, después de haberse bañado en un arroyo y de haberse acicalado hasta quedar de una belleza majestuosa. Entonces, en medio de la magnífica naturaleza que lo rodeaba, veía a Nana Cutzi, la diosa de la Luna, la madre encorvada, que se movía en el Cielo acompañada de miles de estrellas y de las Pléyades que él conocía como sus Cabritillas. Una de esas noches en que Coyote se entretenía mirando hacia el infinito, vio un puntito en el Cielo. El puntito cada noche crecía más, y conforme se agrandaba iba tomando la forma de una serpiente de fuego y a veces, la de una mujer de largos y espléndidos cabellos refulgentes.

Leyenda mexicana - Coyote y la mujer cometa

La mujer hacía alarde de su belleza, y le gustaba que Coyote la admirara, era tan bella que opacaba a todas estrellas. Las Cabritillas al ver a la estupenda mujer tuvieron envidia, pues fácilmente las superaba en brillo y belleza. Las Cabritilla y las demás estrellas, incluyendo a El Arado, se sintieron ofendidos ante tanta belleza que las hacía aparecer como unos simples foquitos de escasa luminosidad. Nana Cutzi, siempre tan bella y tan blanca, no escapó a la envidia que había causada la bella mujer, de la furia que sintió al verse superada, le empezaron a salir manchas en su lisa cara que la dejaron marcada para siempre.

El Cazador del Cielo, Orión, se acercó a Coyote y le dijo: -Querido Coyote, hermano, esa mujer que apareció en el Cielo es bella, ostentosa y atractiva, pero no te preocupes, su aparición no durará mucho tiempo, pues dentro de poco desaparecerá tan rápido como llegó para irse a otros espacios siderales. Esta mujer-cometa se irá como tantas otras que de vez en vez pueblan los cielos para desaparecer tan rápido como llegaron. Entonces todo será como antes de su llegada, y la calma volverá al Cielo, a Nana Cutzi,  a El Arado, y a las Cabritillas.

Sin embargo, a pesar de las tranquilizadoras palabras de Orión, Coyote no quedó en paz. Se había percatado de que la Tierra había sufrido la influencia de la aparición de la mujer-cometa: las barrancas eran más grandes y profundas que antes y algunas desaparecían completamente, los cerros crujían, el agua de los arroyos, lagunas, y riachuelos se evaporaba, nuevos volcanes surgían en la faz de la Tierra, y los ya existentes se volvían locos y echaban fumarolas, azufre y lava, los animales se ponían a actuar extrañamente como poseídos por demonios, los animales de los cerros eran reemplazados por otros animales extraños venidos de otras tierra, todos abandonaban a sus crías. Ante estos increíbles hechos, Coyote decidió subir a la a la parte más alta del Pico de Tancítaro, el volcán más alto del estado de Michoacán, y con su voz varonil y potente, se dirigió a la mujer luminosa: -¿Quién eres extraña y bella mujer que te atreves a perturbar nuestra paz, y desequilibras la armonía de nuestro Cielo, y pones a la naturaleza en tan terrible caos? ¿Quién eres que te has atrevido a ofender a nuestra Nana Cutzi, a las Cabritillas, y a todas las otras estrellas del firmamento, causándoles desazón y envidia? A causa de tu súbita aparición la Luna se ha manchado de la cara. Pero nosotros, los animales, no te permitiremos que la ofendas, ella es nuestra amada y querida Madre Luna. Por lo tanto, te conmino a que sigas tu camino y te vayas inmediatamente. Al oír tales palabras, la mujer-cometa detuvo su camino y volteó a mirar a Coyote, al tiempo que decía: – ¿Y quién eres tú animal de cuatro patas que vive en las cuevas, tonto y majadero, cómo te atreves a insultarme? Por tus ofensas desde ahora carecerás de la capacidad de hablar, serás mudo, sólo te será dado aullar para expresar tus emociones o necesidades.

Con la voz débil por la maldición, Coyote alcanzó a decir: – ¡La Luna y las estrellas son mis amigas, con ellas platico todas las noches. Nana Cutzi siempre será nuestra Madre Luna, la Reina del Cielo, aunque me quites la voz nada cambiará! La mujer-estrella replicó indignada: – ¡Sabe, pequeño animal peludo, que mi maldad y mi crueldad pueden ser tan grandes como mi belleza, yo puedo ocasionar terribles desgracias y calamidades. Después de mi llegada ya nada será igual ni en la Tierra ni en el Cielo, pues entérate soy Citlalmina, la Estrella con Flechas, la creadora de todas las estrellas!

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Mexicanas Prehispanicas

Las manos cercenadas. Leyenda totonaca.

Un día llegó a la Ciudad de Mexico-Tenochtitlan el príncipe Itecupinqui, hijo del Señor totonaca Itzcahuitl. Iba muy enfadado por los terribles tributos que su pueblo debía pagar a Moctezuma Xocoyotzin. Cuando caminaba por la plaza del Templo Mayor, vio a Teizalco, la esposa de Moctezuma,  hija de Totoquihuatzin, el Señor de Tlacopan, y a Tecuichpo, Copo de Algodón, la hija preferida del Huey Tlatoani. El príncipe quedó sumamente impresionado por la belleza de Copo, joven, esbelta y bella como una flor recién abierta. Siguió su camino hasta el palacio del Tlatoani. Cuando entró en la sala de recepciones vio  al emperador sentado en su silla de oro. Moctezuma era atractivo, de piel morena y brillante, cabello negro y lacio que le caía a los hombros, sus facciones recias y masculinas desmentían su carácter un tanto cuanto timorato.

Itecupinqui iba con Ichcatzin el hechicero más competente del Totonacapan que Moctezuma había pedido se le trajese, para que le diera luz acerca de un suceso que le preocupaba. El Huey Tlatoani se les quedó mirando fijamente, sin ocultar su interés, pues sabía que tenía enfrente al más famoso guerrero y al más competente de los chamanes de tierras totonacas. Pausadamente, el monarca habló: – Ha poco tiempo unos pescadores me han traído de la laguna un ave semejante a una grulla, que lleva un espejo en medio de la cabeza. El espejo es redondo y muy pulido, en él vi a las mamalhuaztli, las estrellas del cielo que perforan y taladran. A más de ello, en el espejo aparecieron unas personas extrañas montadas en animales que desconozco, parecidos a venados pero sin cuernos; estos hombres llevaban armas diferentes a las nuestras.

Leyenda mexicana, las manos cercenadas

Mis tonalpoulques no conocen el significado de estos prodigios. Por eso quiero que tú, Ichcatzin, me digas que significan. El hechicero sacó de su morral una calabaza donde guardaba ololiuhqui, una hierba alucinógena, la masticó, y afirmó que ahora podría ver el pasado y el futuro. Minutos después, Ichcatzin dijo: -No quisiera inquietarte, sabio soberano, pero las profecías de Quetzalcóatl se están cumpliendo. Unos hombres blancos llegarán por el Oriente, destruirán nuestras ciudades y matarán a nuestros hermanos, los dioses serán vencidos y sus templos destruidos, nuestros señoríos se acabarán. Es el regreso de la Serpiente Emplumada, Quetzalcóatl. Moctezuma al escuchar tales palabras sintió que el mundo se desplomaba.
Ichcatzin y el príncipe se apresuraron a regresar a Papantla, donde vivían, temiendo la cólera del tlatoani. Debían asistir a la fiesta dedicada a Centeocíhuatl, la diosa del maíz. Terminada la fiesta, Itecupinqui fue a buscar a Petálcatl, una vez que le hubieron ofrecido a la diosa el sacrificio de tórtolas, codornices y conejos. Ambos guerreros estuvieron hablando mucho tiempo, y decidieron preparar al ejército para la guerra con los seres extraños, para defender la libertad de los indios, sus hermanos. Al darse cuenta de la cobardía de Moctezuma pensaron que había llegado el momento de liberarse del yugo azteca. Pero Cacamatzin, el mejor guerrero azteca, se enteró de las intenciones del príncipe totonaca, y raudo se dirigió hacia sus tierras. Totonacas y mexicas pelearon en una cruel batalla. Flechas y macanas hirieron a los soldados de ambos mandos, murieron muchos guerreros, fue una espantosa carnicería. En un momento dado, junto a la escalinata del templo a Centéotl, se encontraron frente a frente Cacama e Itecupinqui, pelearon con sus filosas macanas. Ambos eran notables y valerosos guerreros. Súbitamente el guerrero totonaca se tropezó y el Caballero Águila aprovechó la ocasión para asestar un terrible golpe de macana en el pecho del príncipe que le dejó fuera de combate y herido de muerte. Cacamatzin lanzó un estridente grito de victoria y procedió a cortarle las manos a su contrincante. Las manos amputadas eran un poderoso talismán con poderes mágicos. Contento con su trofeo Cacama se creía invencible, gritaba enloquecido: -¡Ya tengo las manos del guerrero más poderoso del Totonacapan! ¡Ahora seré invencible y famoso!

Cacamatzin llamó a Catzintli, un reconocido embalsamador, para que le preparase las manos que había de llevar hasta Tenochtitlan para presentárselas, lleno de orgullo, a Moctezuma II. Pero Catzintli quería mucho a Itecupinqui, porque había conocido a su padre, y había servido en su corte. Esa misma noche, aprovechando un descuido de los mexicas, tomó las manos cercenadas y huyó. Llegó hasta el río Chichicasepa y en un trozo de roca basáltica gris esculpió las maravillosas manos de Itecupinqui. Cuando terminó, enterró las manos del guerrero y se dirigió al templo de la diosa Centeocíhuatl,  colocó en su altar el par de manos esculpido en la roca, para que la diosa protegiera a los totonacas de los terribles acontecimientos que se avecinaban.

Sonia Iglesias y Cabrera

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El chocolate

Esa deliciosa bebida que llamamos chocolate, propia de emperadores y dioses, se elabora con las semillas del cacao, planta perteneciente a la familia de las Esterculiáceas, del género Theobroma, cuyas especies principales son el T. Cacao, el T. Angustifolium y el T. Bicolor H. y S. Al árbol del cacao los antiguos mexicanos lo llamaban cacao-cuauhuitl, del cual diferenciaban cinco especies: cuauhcacáhuatl, mecacáhuatl, xochicacáhuatl, cuauhpatláchtli y tlacacáhuatl. De estas especies la que se empleaba más frecuentemente para hacer el chocolate era la tlalacacáhuatl, cuyo nombre significa “cacao de tierra”, las restantes servían como moneda de cambio.

En referencia a la etimología de la palabra “cacao”, la Enciclopedia de México nos informa que se trata de una voz maya, cacau, que al ser empleada por los mexicas se adoptó a la fonética del náhuatl y se convirtió en cacáhuatl.
… ( Tal vez por conducto del zoque cacahua) y a la mayoría de las lenguas europeas casi sin alteración. Parece que la radical cau, que se encuentra igualmente en las formas caoc, chauc y chac y que significa “rayo”, se emparenta con muchas palabras mayas relacionadas con el fuego, la fuerza, el color rojo y el calor. En cacau convergen los conceptos de fuerte, por su singular propiedad energética, bien conocida por los mayas y otro atributo que se expresa en la radical cac: el color rojo de su cáscara. Las siguientes lenguas mesoamericanas emplean formas afines a caco. Chol: cucuo;chorti: cacao; have: cacau; kekchí: cacao; lacandón: chau; kakchiquel: cacou; maya del Chilam Balam de Chumayel, del Códice Pérez y moderno de Yucatán: cacau; mopán: cucuh; pocomchí: quicou; popoluca de Sayula: cágua; quiché del Popol Vuh; caco o cacu; tzeltal: cacab, en el siglo pasado y actualmente (en Bachajón): cacau; tarasco: cahecua.

leyenda mexicana del chocolate

En cuanto a la palabra xocólatl, Sebastián Verti opina que era el nombre que los indios daban al cacao y que proviene de – atl, agua, y de xoco, onomatopeya del ruido producido por el agua en donde se hierve al cacao.

Por su parte, Ramón Cruces Carvajal opina que xocólatl proviene del náhuatl xócoc, agrio, y atl, agua; lo que significaría “agua agria”, etimología que se sustenta en el hecho de que el cacao sin endulzar tiende a ser agrio.

Don Artemio del Valle-Arizpe cita a Eufemio Mendoza quien afirma que el vocablo chocólatl, significa “agua que gime”, por el ruido que se produce al ser batido. De tal manera que la palabra vendría de choca, llorar y atl, agua; o bien de choca, llorar, de coloa, rodear o dar vueltas y de atl, agua; lo que significaría “agua que gime al dar vueltas el molinillo”. El historiador menciona también que don Jesús Sánchez deriva la palabra de pozólatl, bebida de maíz cocido acompañado de varios ingredientes, término que los españoles descompusieron en pozolate y luego chocolate.

Sea cual fuere la etimología de la palabra, lo cierto es que los mexicas tenían en alta estima a esta deliciosa bebida cuyo fruto simboliza al corazón humano y cuya preparación representaba la sangre. Al corazón correspondían la vitalidad, el conocimiento, la afección, la memoria, el hábito, la voluntad, la acción, y la emoción. Así como la sangre tenía la importante función de fortalecer, dar vida y posibilidad de crecimiento.

La tradición oral de los mexicas nos cuenta en una leyenda que Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, dio a los toltecas el maravillo cacao, junto con algunas otras plantas y raíces comestibles, como el maíz, el frijol, y la yuca. El propósito del dios consistía en tener a los hombres bien alimentados para que pudiesen dedicarse con tranquilidad a estudiar, convertirse en hombres sabios, en magníficos arquitectos, y en delicados artistas y artesanos. Quetzalcóatl se robó el árbol del cacao del paraíso donde vivían los dioses y plantó un pequeño arbusto de hojas rojizas en las tierras de Tula. Ya que hubo plantado el arbusto, se dirigió a ver al dios del agua Tláloc y le pidió que enviara lluvia para que la planta se alimentara y creciese bella y abundante. Poco después, se dirigió a la morada de Xochiquetzal, Flor de Plumaje Precioso, diosa de la belleza y del amor, y le pidió que diese a su árbol flores maravillosas. Con el tiempo, la planta dio frutos de cacao. Entonces, Quetzalcóatl les enseñó a los toltecas a tostar los granos que crecían dentro de una vaina, a molerlos, y a batirlos con agua para obtener la estupenda bebida que conocemos con el nombre de chocolate. Los toltecas, bien alimentados con la sabrosa y energética bebida, acrecentaron sus poderes y se convirtieron en hombres fuera de serie.

Cuando llegó a conocimiento de los dioses lo maravillosos que eran los toltecas gracias al chocolate que Quetzalcóatl había tenido la desfachatez de robarles, montaron en cólera y la envidia los embargo sin piedad. Opinaban que la tal bebida sólo había sido destinada a los dioses, que nadie más podía gozar de su sabrosura y de sus cualidades. Así pues, rojos de ira, juraron vengarse de Quetzalcóatl y de los toltecas.

Un mal día, uno de los dioses, Tezcatlipoca, el eterno enemigo de Quetzalcóatl, se transformó en mercader de pulque, se acercó a la Serpiente Emplumada y le ofreció una jícara con tlachihuitli, pulque, para que lo bebiera, asegurándole que esa bebida tenía el poder de quitar las penas y cualquier incómodo malestar. Quetzalcóatl tomó el brebaje y, como era de esperarse, se emborrachó. Al otro día, el dios despertó, y al darse cuenta de lo acontecido, se sintió avergonzado y humillado por la borrachera que se había puesto y por la venganza  y la envidia de los dioses. Maltrecho y deshonrado, decidió irse para siempre. Antes de partir vio que todos los árboles de cacao que con tanto cariño habían cuidados los toltecas, estaban secos y convertidos en huisaches. Sin embargo se percató que  en el suelo habían quedado algunas semillas intactas. Quetzalcóatl las recogió y se las guardó en su morral. Al llegar a Tabasco, las arrojó en tierra fértil, donde se reprodujeron generosamente, como podemos ver hasta estos días.

Gracias a tal acción de la Serpiente Emplumada podemos disfrutar de la exquisita bebida que en todas partes se conoce como chocolate, y es un aporte de México a la coquinería de todo el mundo.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Mexicanas Prehispanicas

Su Majestad el Maíz, viaja.

No se conoce a ciencia cierta cuál fue el origen geográfico del maíz. Los investigadores aún no se han puesto de acuerdo. Sin embargo, la teoría más aceptada es aquella que propone que el maíz se originó del teocintle, palabra náhuatl que significa “maíz de los dioses”. Tal teoría se confirma por el hecho de las muchas similitudes bilógicas que presenta el teocintle con maíces más antiguos. Por medio de los fechamientos con Carbono 14 efectuados en sitios arqueológicos en Coxcatlan y las Abejas en el Valle de Tehuacán, Puebla, sabemos que el maíz era ya consumido en México entre 7,000 y 5,000 años a.C. El teocinte fue domesticado a partir de dos plantas de cuatro hileras de granos, que al ser cultivados produjeron el primer maíz que se conoció en Mesoamérica. El cómo fue domesticada esta maravillosa planta sigue siendo un absoluto misterio que algún día las investigaciones aclararán. Sin embargo, se sabe, sin lugar a dudas, que fueron los olmecas los primeros mesoamericanos que  aprendieron a cultivarlo. Esta teoría está ampliamente avalada porEnrique Flores Cano quien afirma que tal hecho ocurrió entre 1,500 y 3000 a.C.

Los pueblos indígenas americanos son básicamente grupos humanos en los que su cultura ha tenido como base de su agricultura al maíz. Su domesticación dio origen a la sedentarización de los pueblos nómadas, a la urbanización de las incipientes aldeas, y a la división del trabajo. Para 3,500 a.C. el cultivo de diversas plantas, y particularmente del maíz, era ya una actividad fundamental en la vida de los pueblos sedentarios en el área cultural de Mesoamérica.

Parece ser que el maíz llegó a suelos panameños entre el quinto y tercer milenio a.C. y de ahí se fue extendiendo hacia el sur de América, pues además de Mesoamérica, el maíz fue cultivado en casi todo el Continente Americano. En otras grandes culturas, aparte de las ya mencionadas mesoamericanas, el maíz también revistió una gran importancia, como es el caso del Área Cultural Andina cuya influencia va de la Provincia de Llanquihue, en Chile, y de Mendoza, Argentina, en el sur, hasta el sur de Nicaragua en Mesoamérica. Las subáreas culturales de la zona andina son: el Extremo Norte, que abarcaba las culturas regionales colombianas; Área Andina Septentrional, donde se asentaron las culturas de Valdivia, la Manteña y la del Milagro, más los posteriores reinos de Quito y Cañar; el Área Andina Central, donde encontramos a las culturas de Supe, Chavín, Moche, Nazca, Recuay, Wari, Chimú, Chachapoya e Inca; el Área Andina Centro Sur, con las culturas Chinchorro, Pucará, las atacameñas, la Tiahuanaco y la Aymará; el Área Andina Meridional, con las culturas chilenas; y el Extremo sur o Araucanía.

Tocó a Cristóbal Colón  el primer contacto con el maíz; así pues fue el primer europeo que lo conoció. Pero fue Pedro Mártir de Anglería, clérigo italiano miembro del Consejo de Indias y cronista destacado, quien nos proporciona una descripción de la planta, que a la letra dice en el libro Décadas del Nuevo Mundo:

El pan lo hacen también (los indios), con poca diferencia, de cierto trigo harinoso, de qué tienen mucha abundancia los de la Insubria y los granadinos españoles. La panocha tiene de largo más de un palmo, tira a formar punta y tiene casi el grueso de un brazo. Los granos están admirablemente dispuestos por la naturaleza; en la forma y el tamaño se parecen a la legumbre arvejón; de verdes están blancos; molidos son más blancos que la nieve. A esta clase de trigo llaman maíz.


Por otra parte, Fernández de Oviedo –madrileño, cronista y conquistador- En su libro Historia General y Natural de las Indias nos cuenta que:

Este pan tiene la caña e asta en que nasce tan gruesa como una lanza o asta quieta, y algunas como el dedo pulgar, e algo más e menos, según la bondad de la tierra donde se siembra. E cresce, comúnmente, mucho más que la estatura de un hombre; e la hoja es como de caña común de Castilla, y es mucho más luenga e más ancha, y más verde, y más domable o flexible hoja, e menos áspera. E cada una caña hecha a lo menos una mazorca, e algunas dos e tres, y hay en cada mazorca doscientos y trescientos granos, e aún cuatrocientos, e más e menos, e aún algunas de quinientos, según es la grandeza de la mazorca. E cada espiga o mazorca déstas, está envuelta en tres o cuatro hojas o cáscaras juntas e justas al grano una sobre otra, algo ásperas, e cuasi de la tez o género de las hojas de la caña en que nasce, y está tan guardado el grano por aquellas cortezas o cáscaras que lo cubren, que el sol ni el aire no le ofenden, e allí dentro se sazona.

En 1493, durante su segundo viaje, Cristóbal Colón llevó el maíz a España y lo presentó ante los Reyes Católicos: Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón. Según las crónicas nos informan, el maíz fue descubierto por el Almirante en su primer viaje a América, el 6 de noviembre de 1492, en la isla de Cuba. Al maíz los naturales le llamaban maís en voz taína. Magallanes lo encontró en Río de Janeiro hacia el año 1520; y Jacques Cartier afirma que en Hochelaga, hoy Isla de Montreal y la mayor del archipiélago de las islas de Canadá, se encontraba rodeado de campos de maíz.

De España el maíz pasó a otras regiones donde el clima era cálido y húmedo. Por ejemplo a Portugal, donde llegó en el año de 1579; al suroeste de Francia, a la Bresse, y a Galicia, España, arribó en 1612. A Venecia, Italia,  llegó en 1554; para después pasar a la planicie del Po, desde donde emprendió su camino a Rumania, Serbia y Turquía. Cerca de cincuenta años después, el maíz era conocido en todo el Continente Europeo. Los venecianos lo llevaron a Egipto en 1540 a través de  Turquía y Siria.  Se dice que los portugueses llevaron el maíz al Golfo de Guinea en el año de 1550. A China llegó en 1530, desde la India o Birmania, según consta en las crónicas del distrito de Hunan, como tributo al emperador Ming. En china se le llamó yu mai, cereal imperial. A casi un siglo de haber llegado a Europa, el maíz ya se conocía en zonas del los Balcanes y el Danubio.

Hoy en día el maíz se cultiva en casi todo el mundo; es uno de los cereales más útiles y apreciados por el hombres. Son muchas sus variantes, y muchas más las formas en que se prepara para su consumo, sobre todo en América. ¡Nuestro maíz ha viajado mucho!

Sonia Iglesias y Cabrera


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Leyendas Mexicanas Prehispanicas

Átzcatl, la hormiga sagrada. Leyenda prehispánica.

Las hormigas pertenecen al Orden de los Himenópteros y a la Familia Formicidae, de las cuales existen más de 12,000 especies. Muchos grupos humanos las han utilizado como alimento, con fines medicinales, como objetos rituales, como dioses, y como personajes que forman parte de las leyendas y la mitología de los pueblos.

Lo industrioso y cooperativo de las hormigas aparece en muchas narraciones orales del folklor de los pueblos indios, y para muchos ha tenido un papel muy importante en su cultura, como por ejemplo en el mito de creación Cahuila en el cual las hormigas agrandaron el espacio vital para que el pueblo hormiga pudiese vivir. O como en la mitología hopi que nos habla de la protección que las Personas-Hormigas brindaron a los hombres guardándolos bajo tierra durante la destrucción del Primer Mundo, en las etapas de la creación universal. Las tribus del norte de California aseguran que las hormigas son capaces de predecir los temblores, y está prohibido molestar a estos insectos en sus nidos. En muchas leyendas de los indios suramericanos las hormigas aparecen como guerreros. Algunos pueblos tienen clanes referentes a la hormiga como los pimas, quienes dividen cada pueblo en dos clanes: el Clan de las Hormigas Rojas y el Clan de las Hormigas Blancas.

En la tradición oral mexica, Ázcatl fue la hormiga roja que rebeló a Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, deidad suprema, la Montaña de Nuestra Alimentación, la Tonacatépetl, cuando un día se la encontró el dios por los alrededores de Teotihuacan. Al preguntarle a la hormiga dónde había obtenido el grano de maíz que llevaba, el insecto optó por ignorarlo y continuó su camino. Pero como el dios insistiera, Ázcatl lo invitó a que la siguiese. Quetzalcóatl no podía entrar por los lugares tan pequeños por donde nuestra amiga accedía fácilmente, por lo que el dios se convirtió en una hormiga negra. Sólo así pudo meterse en el interior de la montaña y reunirse con ella. La hormiga roja le llevó a un lugar donde había montones de granos de maíz. Emocionado, el dios tomó muchos de los granos y le dio efusivamente las gracias a Ázcatl por tan soberbio regalo. Quetzalcóatl llevó los granos a otros dioses quienes, a su vez, se los dieron a los hombres. Los granos tenían muy buen sabor, y los humanos se deleitaron con ellos. Pero pronto se acabaron, y Quetzalcóatl pensó que era muy dificultoso estar yendo a la montaña por más a cada rato. Intentó llevarse la montaña, pero no pudo; entonces, los dioses le pidieron ayuda a Oxomo, creador de la cuenta del tiempo, y a Cipactonal, diosa de la astrología y los calendarios, quienes dijeron que si Nanáhuatl, el dios leproso, patrón de las enfermedades de la piel, lanzaba un rayo sobre la Montaña ésta se abriría. Los tlaloques, dioses de la lluvia ayudantes de Tláloc, hicieron llover y Nanáhuatl lanzó un rayo que abrió la Montaña, los granos surgieron y quedaron a disposición de los hombres.

Por otra parte, el símbolo de la delegación Azcapotzalco, En el Montículo de las Hormigas, del Distrito Federal, está representado por una hormiga roja rodeada de granos de maíz, en honor al descubrimiento de este cereal por los toltecas cuando observaron que las hormigas escondían bajo la tierra suculentos granos en la región de Tamoanchan, el lugar mítico y paradisíaco, localizado arriba de los nueve niveles del Cielo, y en el lugar donde Quetzalcóatl y la diosa Quilaztli, por otro nombre Cihuacóatl, llevaron los huesos sagrados con los que crearon a los primeros seres humanos. Por tanto, las hormigas fueron sagradas para los toltecas, ya que a ellas se debía el conocimiento de una gramínea tan importante para los pueblos mesoamericanos.

El Chilan Balan de Chumayel, “boca del jaguar”, libro redactado después de la conquista española, en que se recopila la tradición oral de los pueblos mayas, cuenta que:

El maíz estaba oculto bajo una gran peña y sólo las hormigas lo conocían. Un día la zorra halló y probó unos granos de maíz que las hormigas habían dejado caer cuando lo sacaban. Los comió y le parecieron deliciosos. Cuando las hormigas volvieron esa noche, la zorra las siguió, pero la grieta que había en la roca era demasiado pequeña para que pudiera alcanzar el maíz. Por lo tanto, hubo de contentarse con los granos que dejaban caer las hormigas.
Al regresar junto a los otros animales, la zorra se ventoseó; aquellos quisieron saber qué había comido que hasta sus vientos olían tan bien. La zorra negó haber hallado un nuevo alimento, pero los otros animales la siguieron en secreto y vieron lo que comía. Ellos también comieron maíz y les gustó y pidieron a las hormigas que les sacaran más granos. Las hormigas se avinieron al principio, pero viendo que no podían aprovisionar a todos los animales se negaron a sacar más maíz. Los animales pidieron ayuda a las grandes hormigas rojas y después a la rata, pero no pudieron meterse en la grieta. Finalmente, comunicaron al hombre el secreto de aquel maravilloso alimento y éste pudo romper la roca y extraer el maíz.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Mexicanas Prehispanicas

La Reina Roja. Leyenda maya.

La Reina Roja es el poético nombre que se le dio a una osamenta hallada en el Templo XIII de las ruinas de Palenque, ciudad maya del estado de Chiapas. Estas ruinas arqueológicas  abarcan una superficie de 2.5 kilómetros cuadrados, de los cuales se ha explorado solamente cerca del 10%. La ciudad maya de Palenque es considerada como Patrimonio de la Humanidad desde el año de 1987. A la llegada de los colonizadores españoles, la zona de Palenque se conocía entre los choles con el nombre de Otolum, Tierra de Casas Fuertes, por lo cual Pedro Lorenzo de la Nada, fraile dominico conquistador ideológico, le nombró “palenque”, término que en lengua catalana, palenc, significa “fortificación”. Palenque es considerada como una de las ciudades más importantes del Período Formativo maya (de 2,500 a.C. a 300 d.C.) período en que fuera fundada Lakam Ha hacia el año 100 a.C. como una aldea de agricultores. La ciudad creció durante el Período Clásico Temprano (200-600) hasta llegar a ser la capital de la región de B’akaal, “hueso”, en el Período Clásico Tardío, la cual alcanzó su máximo esplendor entre los años 615 y 783 d.C. en que se construyeron grandes centros ceremoniales, mausoleos, palacios, acueductos, y demás edificios que delatan su importancia y poderío.

Las investigaciones antropológicas más fidedignas indican que la osamenta encontrada en Palenque pertenecía a una mujer que en vida llevó el nombre de Tz’akbu Ajaw, o Ahpo-Hel su otro nombre. Fue esposa de K’inich Janaab’ Pakal II, El Grande, ahau, gobernador, del ajawlel, señorío maya, del mencionado B’aakal asentado en Lakam Ha, el Lugar de las Grandes Aguas. Pakal II nació el 23 de marzo de 603, en los inicios del Período Clásico, y murió el 28 de agosto de 683, o sea que tuvo una larga vida. El padre de Pakal fue K’an Mo’Hix, y a su madre se la conoció con el nombre de Sak K’uk. Pakal subió al trono a la temprana edad de doce años el 9.9.2.4.8.5 lamat mol, o séase el 26 de julio de 615. Su gobierno fue próspero, pues dio impulso a la construcción arquitectónica de Palenque, y se preocupó por llevar los registros jeroglíficos de su mandato. Pakal contrajo matrimonio con la Reina Roja el 19 de marzo de 626 cuando contaba con 23 años.

Tz’akbu Ajaw, Señora de la Sucesión, fue la hija de Yax Itzam Aatmi, tuun ajaw, “gobernante de la piedra preciosa”, de Ux Te’ K’uh; por cierto gobernante de mediana importancia. La Reina Roja nació alrededor de 610 en Ox Te’Kuh, en las llanuras del estado de Tabasco, y murió el 16 de noviembre de 672. La real pareja tuvo tres hijos: K’inich Kan Balam II, Serpiente Jaguar Radiante, nacido en el año de 635; K’an Joy Chitam II, Gran Pecarí Precioso dado a luz en 644; y Tiwwol Chan Mat cuyo nacimiento se situa en 648. El primer hijo fue un ahau del Señorío de B’aakal, situado en Lakam Ha’, a quien se debe la construcción los grandes edificios públicos de Palenque. El segundo hijo fue también gobernante de B’aakal, y a él se debe la talla del tablero en el Palacio de Palenque que representa el momento en que subió al trono y recibió la diadema real de manos de su padre Pakal El Grande, mientras que la Reina Roja le hace entrega de las insignias de guerra del pedernal y el escudo.

La reina roja leyenda

La Reina Roja no fue una mujer muy alta, media tan solo un metro cincuenta y ocho centímetros, que tal vez para la época era un promedio alto; lucía  el cráneo deformado a la manera tubular oblicua, como era costumbre llevar entre las mujeres de la nobleza maya. Cuando niña de cuna había sufrido el proceso del vendaje con tablillas amarradas a la cabeza para lograr la deformación craneana, la cual se consideraba como el súmmum de belleza tanto masculina como femenina. La hermosa Reina Roja con el paso de los años, que no perdonan a nadie, sufrió de osteoporosis, y posiblemente le dolían las piernas cuando caminaba por su lujoso palacio o cuando asistía a las ceremonias religiosas. Además, Tz’akbu Ajaw padecía una terrible artritis degenerativa que le impedía utilizar el telar de cintura y fabricar sus bellos collares de jadeíta y turquesa. Sus dientas careados la  deben haber hecho sufrir mucho, a pesar de haberse sometido a varias curas en manos de los doctores de la corte.

Afectada por tantas enfermedades para las cuales no había cura posible, la Reina Roja encontró la muerte en el año 672, como queda dicho, y su esposo Pakal II decidió enterrarla dentro de un sarcófago. Así pues, el enamorado esposo mandó construir el Templo de las Inscripciones para gloria del ahau, para que descansara la Reina, y para posteriormente acogerlo a él también. Para llegar a la cámara mortuoria donde reposarían ambos cuerpos, se hacía necesario descender una escalera interior, pues la cámara se encontraba a 1.50 metros bajo tierra. En esta cámara se encontró, cientos de años después, la maravillosa osamenta de la Reina Roja la cual descansaba en una de las recámaras de una subestructura que constaba de una puerta y un pasillo, dentro de un sarcófago monolítico. Dicho sarcófago medía 2.40 centímetros de largo por 1.18 de ancho y estaba colocado en un recinto abovedado. Sobre la lápida del sarcófago se encontraba un incensario y un malacate de hueso; en su lado poniente quedaron los restos de un niño de aproximadamente ocho años, y en el lado este los de una mujer de treinta años no muy alta que murió al quitársele el corazón a manos de los sacerdotes. Se trataba de “acompañantes” sacrificados a la Reina Roja para que le hiciesen compañía en su viaje al más allá. Los huesos de Tz’akbu Ajaw estaban pintados con cinabrio, un mineral de mercurio y azufre que da una coloración roja, color que dio pie a su inmortal nombre, aunque ella nunca lo supiera. La cámara en la cual fue hallada, contaba con un psicoducto: una perforación que le permitió a la Reina Roja comunicarse con Xibalbá; es decir, el Inframundo de los mayas, y descender las escaleras que desembocan en un río sagrado.

La Reina Roja llevaba una máscara mortuoria hecha con cien piezas de malaquita (procedentes de las costas de Guerrero), la hermosa piedra semipreciosa de color verde, y dos conchas a manera de orejeras; dos láminas de obsidiana hacían las veces de pupilas y cuatro de jadeíta fungían como iris. Una máscara más pequeña de jade adornaba una especie de cinturón; la reina portaba pulseras, cuentas circulares y un collar. Como corona ostentaba una diadema, símbolo de la nobleza maya.
Actualmente, la Reina Roja se encuentra resguardada en una bodega de la zona de Palenque donde espera su liberación.

Sonia Iglesias y Cabrera


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El funesto matrimonio de Tariácuri. Leyenda purépecha.a

Hubo una vez que por razones político-religiosas, el Señor de Curínguaro dio a Tariácuri una de sus hijas para que contrajera matrimonio con ella. El propósito oculto de tal dádiva era quitarle a Curicaveri, el máximo dios. Para ello, la muchacha debería ser obediente con Tariácuri y no abandonarlo en ningún momento. Tariácuri se encontraba en Zinbani haciendo flechas cuando vio llegar a los viejos que le llevaban a la joven. Les dio la bienvenida mientras los ancianos le informaban que Chánshori le enviaba a la chica, para que le ayudase  a guardar sus aperos cuando viniese de sus labores, y para confeccionar mantas para el dios Curicaveri y para el mismo Tariácuri. El joven, complacido, aceptó la ofrenda en nombre del dios, y obsequió a los ancianos con una sabrosa comida. Poco después, los mensajeros se despidieron llevando consigo bellas mantas y camisetas para entregar a su Señor. La mujer tomó posesión de la casa de Tariácuri, y al poco tiempo quedó encinta. Pero la joven era licenciosa y frecuentemente se escapaba para ir a Curínguaro a emborracharse con sus amigos. En una ocasión ya no volvió más, y Tariácuri, extrañado, le preguntó a su tía el paradero de la muchacha. La tía le respondió que se había ido a la casa paterna sin siquiera enviar un mensajero avisando de su ausencia. Tariácuri le pidió a su tía que fuera a buscarla, pero ella le respondió que tal vez fuera mejor que él fuese en su búsqueda. Tariácuri emprendió la marcha acompañado de su séquito. En Zirimba Angátacuto atrapó un venado y recogió leña. Al llegar al pueblo encendieron un gran fuego en honor del dios Uréndequauécara de Corínguaro al que sacrificaron el venado. Cuando llegó ante su suegro, el príncipe se dio cuenta que todos los amigos, parientes y mujeres del Señor estaban borrachos. Su suegro le instó a que desollase al venado para asarlo y comerlo a fin de quitarse la borrachera. Cuando estaban comiendo, el suegro le preguntó a Tariácuri la razón por la que no había llevado a su esposa, a lo que él respondió que no era su intención visitarlo, sino que había ido tan solo a llevar una ofrenda al dios Uréndequauécara, y que había aprovechado para pasar a saludarlo. Chánshori le invitó a beber, pero Tariácuri le respondió muy airado y enojado: -No tengo de beber, que me tomo luego el vino y cairéme aquí, encima de vosotros, porque me tomo muy malamente. En seguida agarró su arco y sus flechas y, sin despedirse,  salió de la casa. Chánshori envío un hijo suyo a darle alcance. Tariácuri le preguntó la razón por la cual se esposa no se encontraba en la casa de su padre, el cuñado prometió indagar el paradero de la joven. De regreso, y una vez informado Chánshori, les preguntó a las mujeres de su harén si sabían dónde estaba la joven esposa de Tariácuri. Pero nadie la había visto. Entonces el Señor dijo: -¿Quién dijo que la apartase de su marido? Id a buscalla. Al enterarse la joven huidiza que todos la estaban buscando, sigilosamente se refugió en sus antiguos aposentos. Cuando la encontraron, la llevaron delante de su padre, quien enseguida se percató de que llevaba los belfos llenos de licor y la cara tiznada. Enojado, le preguntó la razón por la cual había abandonado a Tariácuri, a lo que la joven respondió que su esposo pensaba matar a sus hermanos y familiares, que la cuestionaba mucho acerca de su carácter y forma de ser de manera inadecuada y grosera, que le decía mostrándole una flecha en la mano: – Mira, mira mujer, con estas tengo de matar todos tus hermanos y parientes. ¿Cómo, son valientes hombres? ¿Son ligeros? ¿Para qué se quieren poner bezotes? ¿Es por ventura bezote el que se ponen? ¿No es un palo que se ponen allí? ¿Son esforzados? ¿No son mujeres’ Y las guirnaldas de trébol que se ponen en la cabeza no son sino cintas de mujeres que se ponen en el cabello. Y las orejeras de oro no son orejeras de oro, mas zarcillos de mujeres. ¿Por qué no se las quitan y se ponen zarcillos? Y lo labrado que tienen en las espaldas no es de valientes hombres, mas labores de mujeres. Y las camisetas que traen no son sino mantas de mujeres y sayas. ¿Para qué traen los cueros de tigre en las muñecas? ¿Son por ventura valientes hombres? Mejor harían de comprar sartales para ponerse en las muñecas. Y las otras insignias que traen de valientes hombres y los mástiles que traen, que no son mástiles mas sayas y fajas de mujeres. Y los arcos que traen no son arcos, mas telares de mujeres; y las flechas no son sino lanzaderas y husos de mujer… Yo los mataré, acabaré con todos. Mira, mira, mujer, con estas les tengo de flechar. En una palabra, según la mentirosa esposa estaba llamando cobardes maricones a sus hermanos.

Al oír lo relatado, Chánshori se enojó mucho, y ordenó a su cohorte de ancianos que se llevasen a la joven y la entregasen a su marido. Pero en el camino la mala esposa se encontró con dos de sus amigos de juerga: Xorópeti y Taréquasinguata, quienes la invitaron a beber vino, la emborracharon y fornicaron con ella. Al otro día, Tariácuri fue a recoger leña para el templo de Curicaveri, terminada su tarea se sentó en el portal de su casa para desayunar. En esas estaba cuando su infiel esposa salió, muy bañada y fresca, por la puerta de la casa llevando en las manos una jícara llena de pescado. Su actitud era como la de alguien que sabe que ha hecho mal, pero trata de disimularlo. Llena de temor ofreció la jícara con pescado a su esposo y le dio la bienvenida. Tariácuri llamó a una tía y le ordenó que cociese el pescado, al tiempo que decía: – Ven acá y lleva este pescado y cuécelo todo. Nosotros, ¿qué, habemos de comer pescado del burdel?… Llevadlo todo y coceldo y queden algunos pocos para que pongamos ofrenda dello a Curicaveri. Esta afrenta no se ha hecho a mí sino a Curicaveri. Rauda, la muchacha entró en la casa… y Tariácuri se fue al monte por leña.

 En otra ocasión, cuando Tariácuri se alistaba para la fiesta de Purécotaquaro para la cual sacaban a Curicaveri y al dios de la guerra llamado Pungárecha de sus templos, vio llegar a Xorópeti y a Taréquasinguata, los dos amigos de parranda de la disoluta esposa. Los amiguitos deseaban participar en la celebración a los dioses. Tariácuri les dios la bienvenida. Al percatarse la mujer de la llegada de sus cotlapaches, se arregló esmeradamente para recibirlos. Se preparó una buena comida y todos se pusieron a comer y a beber. Al ver que Tariácuri no bebía le preguntaron la razón, a lo que contestó que no bebía por no emborracharse y descomponerse, pero que ellos lo hicieran. Al llegar la tarde, se despidió de ellos para ir al monte a recoger matas de trébol y leña para el templo. Mientras tanto, la esposa y sus amigos se divertían de los lindo, tomaban sin medida, y magreábanse a placer. Al llegar a su casa, Tariácuri la vio toda desarreglada y preguntó a su tía por su esposa. La tía le informó que estaba enferma, que tal vez tenía “senguero”; Tariácuri acudió a verla a sus aposentos. La encontró cubierta hasta la cara con una manta, la destapó y se dio cuenta que toda la cara y el cuerpo estaban tiznados, y las ropas mal puestas y desgarradas… Pero no quiso reprenderla por temor a causar una guerra con Chánshori. Y así siguió el mal comportamiento de la mujer por mucho tiempo. Hasta que un día, cansado de llevar los cuernos, Tariácuri decidió deshacerse de la funesta mujer y tomar una nueva esposa. Los problemas se terminaron.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Tariácuri. Leyenda purépecha.

Tariácuri fue el valeroso caudillo que fundó las bases del imperio de los purépecha. Dicho imperio alcanzó su máximo desarrollo durante el Período Posclásico de Mesoamérica (2500 a.C.-200 d.C.), hacia la zona noroeste de México, en lo que  hoy día es el estado de Michoacán. El área que ocuparía el imperio estaba, inicialmente, habitada por pueblos que hablaban lenguas emparentadas con el náhuatl y el purhé, y que mantenían un comercio activo entre ellos. En el siglo XIII, grupos de cazadores y recolectores llegaron a la zona del Lago de Pátzcuaro. Uno de ellos fue el grupo de los uacúsecha (chichimecas), encabezados por Hireti-Ticátame, originario del Naranxan, por el Zacapu actual. A Hireti le sucedió en el mandato Zicuirancha, su hijo, quien ordenó el traslado de la tribu a la parte que ahora se conoce como Santa Fe de la Laguna.

Se presume que Tariácuri nació en Tarimichundiro, un barrio de Pátzcuaro; aunque también se da como lugar de su nacimiento Xarácuaro, una isla del Lago de Pátzcuaro. Su madre, que había nacido en Janitzio (o en Xarácuaro), era hija de un pescador. Tariácuri fue hijo de Pauácume, señor de los chichimecas, a su vez hijo de Curatame I. Pauácume era un sacerdote, un axamiecha, un “enviador”. Como su padre murió siendo Tariácuri muy pequeño, fue educado en Tarimichundiro por tres sacerdotes: Chupítani, Tacaqua (Tétaco), y Nuríuan, quienes le destinaban como curití, sacerdote,  de Curicaveri, el Dios del Fuego. Ellos le decían:

-Señor Tariácuri, ya tienes discreción: trai leña para los cúes, da de comer leña a Curícaveri, porque te han hecho huérfano los isleños de la laguna, que te mataron a tu padre. Tú, ¿no le llamarás ahora padre su fuera vivo y madre? Y matárontele tu tío, hermano de tu madre y tus criados, porque tú estabas en la isla de Xaráquaro donde nasciste. Trae leña para los cúes y acuérdate desta injuria, para vengalla, en los tíos de tu madre. (Relación de Michoacán)

En su niñez Tariácuri fue muy travieso, pues sus sacerdotes educadores se pasaban jalándole las orejas para que obedeciera. En su juventud, Tariácuri vivió en muchas poblaciones, hasta que finalmente se asentó en Pátzcuaro, en donde fue gran señor cazonci hasta que le llegó la muerte. Contrajo matrimonio dos veces: con la hija de Chanshori, fundador de Curinguaro,  suegro y enemigo de Tariácuri, y con dos hijas de Zurunban, señor de Tariaran, una de ellas llamada Mauina.

…y llamó Zurunban un mayordomo suyo llamado Huyana y dijo que buscase cacaxtles y que hiciese cargas de mantas para que llevase Tariácuri. Y entróese en su aposento y compuso dos señorsa, con sus buenas sayas y collares de turquesas al cuello y sus zarcillo de tortugas y otras mantas y tomólas de la manos a entrambas y sacólas donde estaba Tariácuri y díjole: “señor, vete a tu casa y lleva estas dos para que te den agua a manos y sean tus camareras”. Y respondió Tariácuri: “así será, señor, como dices” Y aderazándose para se partir y dióles muchas mujeres Zurunban a sus hijas, que las acompañasen e serviesen. Y sacaron todo el ajuar de las señoras de muchas petacas y alhajas de mujeres. Y así se partió Tariácuri para su casa… (Relación de Michoacán)

Tariácuri tuvo tres hijos: Curatame, Hiquingare, y Tamapucheca, a quien mandó matar junto con su hermano Curatame. Éste su hijo era muy aficionado a las bebidas, le gustaba emborracharse, lo cual  desagradaba a Tariácuri. Por ser el mayor, debía sucederle en el trono, pero Tariácuri dudaba ante el vicio que le dominaba. Una vez que Curatame le invitó a una fiesta, le golpeó en la cabeza y lo desconoció como señor de linaje, por lo cual Tariácuri renunció a hacerlo su heredero, y ordenó a Tangaxoan que le matase con una cachiporra. Así pues, Hiquingaje fue su sucesor en el trono de Pátzcuaro.

Curatame se baña, vela en la casa de los papas y se pone los atavíos de guerrero: «su carcaj a las espaldas y su cuero de tigre como guirnalda en la cabeza y muchos cascabeles de culebras, de las colas, que colgaban por las sienes y un collar de huesos de pescado de la mar, ricos» .Luego se embarca en Aterio y atraviesa el lago de Pátzcuaro en una canoa acompañado de sus criados hasta el lugar en donde Hiripan, Tangaxoan e Hiquingaje, siguiendo las órdenes de Tariácuri, habían hecho unos ranchos. Después de comer, Curatame pide vino y toma hasta emborracharse, entonces Tangaxoan saca una porra que tenía escondida entre la paja y lo mata a golpes. Enterado de la noticia, Tariácuri manda echar el cuerpo de Curatame a la laguna y a partir de entonces vuelve como señor a Pátzcuaro.  (Relación de Michoacán)

Tariácuri empezó a hacer la guerra desde muy joven luchando contra otros grupos aledaños a los que deseaba someter. En una de esas guerras fue derrotado y obligado a abandonar Pátzcuaro, para refugiarse en las montañas en Hoata-Pexo, al este de Pátzcuaro, y luego en el monte Upapohuato. Poco después, conoció al señor de Tariaran, Zurumban, que lo envió a incursionar en la zona de Tierra Caliente. Más adelante, volvió a apoderarse de Pátzcuaro, extendió sus dominios, y repartió el imperio entre sus hijos y sobrinos: a Hiquingare, su hijo menor, le dio Pátzcuaro; a Hirépani, su sobrino, Ihuatzio; y a Tangáxoan, también su sobrino, le otorgó Tzintzuntzan. Lugares que fueron cabeceras del imperio.

Tariácuri era un hombre audaz, ingenioso, manipulador, responsable y honrado. De humor divertido, aunque algo colérico e impredecible, capaz de llegar a muchas crueldades, pero a quien los purépecha deben su grandeza. Nuestro héroe murió en el siglo XV. Se le enterró en Pátzcuaro; y aunque su tumba no contenía grandes ofrendas, los españoles conquistadores la saquearon vorazmente. La ceremonia de su muerte seguramente siguió la costumbre tradicional:

Pues moría el cazonci, sabiéndolo los señores questaban en el patio, alzaban grandes voces llorando por él y abrían las puertas de su casa y entraban donde estaban y ataviábanle. Primeramente bañábanle todos los señores que andaban allí, muy diligentas y los viejos sus continuos; y bañaban todos aquellos que habían de llevar consigo. Y ataviábanle desta manera: puníanle junto a las carnes una camiseta de las que usaban los señores, muy delgada, y unas cotaras de cuero y poníanle al cuello unos huesos de pescados blancos, muy preciados entre ellos, y cascabeles de oro en las piernas y en las muñecas piedras de turquesas, y un tranzado de plumas y unos collares de turquesas al cuello y una orejeras grandes de oro en las orejas y dos brazaletes de oro en los brazos y un bezote grande de turquesas, y hacíanle una cama de muchas mantas de colores, muy alta… (Relación de Michoacán).

Así terminaba el largo reinado de Tariácuri, el más grande emperador purépecha.

Sonia Iglesias y Cabrera

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La cuetlaxóchitl, Flor de Noche Buena.

Y se discute, furia desatada,
sobre tu origen, cuando tú eres nuestra.
Matriarcal Cuetlaxóchitl, bien amada,
solemne y bendecida, fiel Maestra.

Autor desconocido.

Esta conocida y bella flor, ha formado parte de nuestra cultura desde hace ya varios siglos, pues se le conocía desde antes del esplendor mexica, etnia tan amante de las plantas y las flores, como podemos constatarlo por los muchos jardines botánicos que crearon para su deleite, y en los cuales cultivaban muy variadas especies llegadas de todas las regiones conocidas por los aztecas. En efecto, muchas fueron las flores que admiraron nuestros antepasados, algunas las utilizaban como ornato por su natural belleza, otras se emplearon como parte de la terapéutica, y las más, para honrar a los dioses en las múltiples ceremonias que les dedicaban durante el transcurso del calendario festivo.

Leyenda mexicana flor noche buenaDe entre las muchas flores con que los mexicas contaban, la cuetlaxóchitl destacaba por su elegancia y exquisitez. Su nombre en lengua náhuatl significa “flor que se marchita”, posiblemente aludiendo a lo efímero de su existencia. Otros etimólogos pretenden que su denominación nos remite a “flor de cuero”, lo cual no es muy probable ya que no se trata de una flor de consistencia dura. La leyenda nos cuenta que en el norte del territorio de Taxco se daba un arbusto de bellas flores blancas. Después de una batalla en la cual los mexicas derrotaron a los chontales y los diezmaron, las flores sin razón alguna, se marchitaron, y los vencedores optaron por llamar a la flor “flor que se marchita”. Cuando llegó el tiempo de la siguiente floración, los arbustos se cubrieron de flores de un hermoso color rojo debido a la sangre derramada por los vencidos chontales.

Ritualmente, la cuetlaxóchitl aparecía en casi todas las fiestas sagradas mexicas; sobre todo en la denominada Tlaxochimaco, del noveno mes y dedicada a Huitzilopochtli, Dios de la Guerra en la cual este ser sagrado se adornaba con guirnaldas, sartales, y collares elaborados con esta flor. Para los aztecas esta flor simboliza la pureza y la nueva vida que obtenían los guerreros muertos en batalla, pues pensaban que  tenían la facultad de regresar a la Tierra en forma de mariposas o colibríes para chupar el néctar de la cuetlaxóchitl. Por esta razón, se la ponía en las ofrendas mortuorias dedicadas a los guerreros muertos en el cumplimiento de su deber.

A la llegada de los españoles, la flor adquirió el nombre con el que la conocemos actualmente y perdió el dulce apelativo náhuatl. Se convirtió en la Flor de Noche Buena, precisamente porque se daba en mayor cantidad en los meses cercanos a la Natividad del Señor. Su nombre científico es Eupherbia Pulcherrima. Se trata de un arbusto lechoso de la familia de las Euphorbiáceas que puede llegar a medir hasta seis metros de altura. Presenta grandes hojas y flores cupuliformes, amarillas y pequeñas, a las que cubren brácteas de color rojo intenso, aunque algunas veces pueden ser blancas, amarillas y de color salmón. Esta flor invernal, originaria de un poblado llamado Cuetlaxochitlán, cercano a Taxco y ahora desaparecido, crece en clima cálido durante los meses de noviembre y diciembre, por lo que durante los primeros tiempos de la etapa colonial, los frailes la emplearon para adornar las iglesias y los belenes, aprovechando su anterior uso ritual y adaptándolo a la nueva religión. Una leyenda relata que una muy pobre pequeña niña se encontraba llorando cerca de una iglesia en la Noche Buena, porque no tenía ningún regalo que ofrendar a la Virgen María y al Niño Dios. Un ángel la vio desde el Cielo y se le acercó para indicarle que recogiese hierbas que se daban en el camino y las llevase al altar de la Virgen. La pequeña obedeció. Cuando colocó las hierbas en el altar se convirtieron en bellísimas flores de un rojo intenso que hicieron felices a la niña, la Virgen María y el Niño Jesús.

Otra leyenda da fe de que en un pueblo montañés un cura dio el encargo a una pobre mujer de tejer una manta para tapar al Niño Dios el 24 de diciembre. Pero la mujer enfermó gravemente, y su hijita de diez años se acomidió a ayudarla. En su torpeza a la niña se le enredaban todos los hilos del telar y no logró tejar la tela. Cuando el plazo se cumplió, la niña lloraba angustiada detrás de un arbusto por no haber cumplido con el encargo. Una viejita se le apareció y le aconsejó que cortara algunas ramas del arbusto y las llevase al altar de Jesús. La llorosa niña hizo lo que le ordenaba la anciana señora. Cuando puso las ramas en el florero, se llenaron de maravillosas flores en forma de estrella que pudo obsequiar al Niño. Al salir de la iglesia, se percató de que todas las secas ramas de los arbustos del camino estaban llenas de maravillosas flores rojas como la sangre.

En el siglo XIX, Joel Poinsett, primer embajador norteamericano en México, la llevó a su país, específicamente a Charleston, donde pronto se aclimató y pudo comercializarla por todos los estados de la Unión Americana. Más tarde, introdujo la flor en Europa, donde gustó mucho. Poinsett nunca mencionó que se trataba de una flor mexicana, y durante mucho tiempo se creyó que era una flor norteamericana, e incluso se la conoce con el nombre de Ponsetia.

La Cuetlaxóchitl, la Flor de Noche Buena y la Ponsetia, comparten otros nombres. Se la llama Flor de Pascua, Flor de Fuego, Santa Catarina, Catalina, y Bandera. En los Estados Unidos se la denomina Chistmas Flower, y en Argentina se la conoce como Estrella Federal, santo y seña de los republicanos que pelearon contra los colonialistas españoles.

Además de ser bella, ritual y patriótica la cuetlaxóchitl también tiene propiedades terapéuticas. Tomada en infusión produce más leche en las mujeres que están amamantando, pero debe ser dosificada adecuadamente, porque de lo contrario es peligrosa. Las brácteas mezcladas con octli, se usan para teñir telas y cuero, con las que se obtiene un color rojo escarlata. El jugo de los tallos se puede usar como depilatorio. Con la flor se preparan cataplasma y fomentos contra la erisipela y algunas enfermedades de la piel  como los granitos que padecen muchos adolescentes.

Sonia Iglesias y Cabrera