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Mitos Cortos

De cómo obtuvieron el fuego los yaquis.

En tiempos muy antiguos no existía el fuego. Los indios yaquis, los animales terrestres, acuáticos, y aquellos que vuelan lo desconocían y no podían disfrutar de sus beneficios. Cierto día, todos los habitantes de los pueblos yaquis, junto con los animales decidieron efectuar un gran concilio para averiguar por qué no había fuego decidir la mejor manera de conseguirlo. Aunque carecían de este necesario elemento, estaban conscientes de su existencia y de que en algún lugar lo podían encontrar. Pensaron que tal vez se encontrara en alguna isla o en sitio dentro del mar.

En el concilio se acordó que fuera Bobok, el Sapo, el encargado de buscar el fuego. Enseguida, el Correcaminos, el Perro y el Cuervo se ofrecieron a ir con el Sapo y ayudarlo en su búsqueda. Sin embargo, aunque su ayuda era valiosa ninguno de estos animales era capaz de sumergirse en el agua sin morirse como lo podía hacer Bobok.

El Dios del Fuego lo tenía muy bien guardado dentro del mar, no permitía que nadie se lo llevase, para ello enviaba rayos y centellas a quien trataba de robar un poco de fuego y morían calcinados.

Sigilosamente, Bobok se metió al agua, encontró el lugar donde el dios guardaba el fuego, y se lo robó metiéndose un poco en la boca. Cuando se dio cuenta el Dios del Fuego, le envió los rayos y centellas que hacían mucho ruido y producían muchos destellos. Pero Bobok no se amilanó y continuó su camino, pues sabía que dentro del agua no corría peligro. De repente se formaron muchos remolinos en el agua con basura y desperdicios de madera, pero Bobok siguió nadando nada lo detenía.

En cierto momento, Bobok vio que había muchos sapos que le acompañaban nadando junto a él, todos cantaban felices y llevaban un pedacito de fuego en la boca. Eran los hijos de Bobok que le ayudaban en su noble tarea y se habían pasado pedazos de fuego unos a otros.

Al poco tiempo llegaron todos los sapos a la Tierra de los yaquis, donde estaban esperando Correcaminos, Perro, y Cuervo. A cada uno Bobok les dio un poco de fuego. Pero el Dios del Fuego se dio cuenta y les envió a los animales sus rayos mortales. Sin embargo, la cantidad de sapos que llegaba con fuego en la boca era impresionante, iluminaron todas las cosas y le pusieron fuego a los árboles y a las rocas. Desde entonces los yaquis pueden hacer fuego pues saben que dentro de las ramas de los árboles se encuentra el fuego necesario para su supervivincia.

Sonia Iglesias y Cabrera

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