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Sinaloa

Las tres hermanas

Hace muchos años en la región del actual estado de Sinaloa, en el pueblo de Mázatl (hoy Mazatlán) vivían tres hermosas hermanas que eran las hijas del cacique que gobernaba dicho pueblo. Los habitantes del poblado querían mucho al mandatario ya que había sido muy buen gobernante, y el cariño se extendía hasta las muchachas, quienes además de bonitas eran muy bondadosas.

Las tres hermanas

El pueblo estaba situado en la desembocadura del río Quelite, el clima era maravilloso, tranquilo, apacible y caluroso. Sin embargo, un funesto día, el clima empezó a cambiar y se produjeron terribles vientos huracanados que arrasaron con casas y sembradíos. El mar empezó a subir en demasía; el gobernante, temeroso por la vida de sus súbditos, acudió con los sabios chamanes de la tribu para pedirles consejo acerca de lo que debía hacerse, a fin de detener la terrible catástrofe que estaban pasando. Los sacerdotes chamanes, después de consultar a los dioses, le dijeron al gobernante que la solución estaba en sacrificar a una de sus hijas. El tlatoani se mostró renuente a matar a una de sus niñas, pero ante los terribles vientos y la lluvia continua, una de las muchachas se presentó ante el mandatario y le informó que estaba dispuesta a sacrificarse para detener el horrible clima.

Cuando la joven caminaba por la playa hacia la mar dispuesta a morir, sus dos hermanas le dieron alcance afirmándole que no la dejarían morir sola. Así pues, las tres se adentraron en el océano y desaparecieron. Cuando amaneció el día siguiente, el clima había mejorado sensiblemente, ya no había vientos, la lluvia se había detenido, y el mar ya no amenazaba con desbordar al pueblo.

Ante tanta maravilla, los indígenas salieron a la playa y, estupefactos, observaron que no lejos de ella habían aparecido tres hermosas islas, justamente frente al pueblo, a las que llamaron Isla de Pájaros, Isla de Venados e Isla de los Lobos.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Zacatecas

El Cristo enterrado

Hace muchos años, en el siglo XVII, unos mineros de Zacatecas de la zona de Concepción del Oro, quisieron agradecer a Dios el privilegio de contar con tantas minas y arroyos de donde extraer ricos minerales. Se organizaron a fin de recolectar oro y mandar hacer un crucifijo con un Cristo que tuviese el tamaño natural. Cuando se reunió el oro suficiente lo enviaron a la ciudad de Saltillo para que lo hiciese un escultor. Los mineros, junto con otros creyentes, pensaban hacer una peregrinación con el Cristo, desde Saltillo hasta Mazapil, donde se encontraba la mina en que trabajaban. Así lo hicieron, la peregrinación salió el día señalado, acompañada de danzas, cohetes, y cantos.

El Cristo enterrado

En un descanso que los peregrinos hicieron cerca de la localidad de Bonanza, para luego emprender el camino por la sierra, por la noche fueron atacados por una cuadrilla de ladrones, todos perecieron a manos de los forajidos. El crucifijo fue enterrado por los malhechores, quienes pensaban recuperarlo más tarde para venderlo a buen precio. Un niño que, milagrosamente, se había salvado de la masacre ni tardo ni perezoso, fue a Bonanza, el pueblo más próximo, a solicitar ayuda. Los vecinos acudieron al lugar de los hechos sin tardanza, buscaron a los ladrones y los ejecutaron a todos.

El niño sobreviviente estaba muy traumado por la terrible matanza que había visto y olvidó decir que en el mismo sitio se encontraba enterrado un crucifijo con la imagen de Cristo. Más tarde recordó el hecho, pero nunca supo decir con exactitud donde se encontraba el sagrado entierro.

Desde entonces, muchas personas han acudido a las inmediaciones en donde se perpetrara la matanza, con el objeto de excavar y encontrar el famoso Cristo que es muy valioso. Nadie lo ha logrado y la imagen de oro puro sigue enterrada misteriosamente.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Chihuahua

La Chonita

En el estado norteño de Chihuahua la tradición oral nos refiere una leyenda muy dramática que se ha trasmitido de boca en boca desde hace muchos años. En dicha ciudad existe una calle algo apartada del centro, donde se encuentra una tienda que vende trajes de novia. La tienda cuenta con un gran escaparate donde se exhiben algunos trajes, y en el centro del  mismo se encuentra un maniquí que representa a una joven muy bella que luce  un traje especialmente hermoso. El maniquí es una obra de arte, tanta es su semejanza a una joven y su realismo es tanto que los habitantes de la ciudad le han puesto el nombre de La Chonita.

La Chonita

La tienda pertenece a una viuda, doña Raquel, que vivía muy feliz con su joven hija de diez y ocho años, ambas ocupaban la parte de arriba de la tienda, donde se encontraba la casa habitación. Todo marchaba de maravilla para las dos mujeres, la tienda daba lo suficiente para vivir confortablemente y sin preocupaciones económicas. Sin embargo, un triste acontecimiento puso fin a tanta felicidad, pues un buen día la hija empezó a presentar síntomas de una extraña enfermedad. Doña Raquel llevó a su hija con muchos médicos de la ciudad sin ningún resultado positivo, incluso viajaron a la ciudad de México, pero todo fue inútil, la enfermedad siguió avanzando, hasta que llegó el día en que la joven murió.

La madre, desconsolada por la pérdida de su hija, lloró mucho. En su dolor tuvo una idea. La sufrida dama decidió embalsamar a su hija, vestirla con un magnífico traje de novia y exhibirla en el centro del escaparate a fin de que todas las personas pudieran admirar la inmaculada belleza de la criatura.

Desde entonces, corre de boca en boca y en todos los ámbitos la creencia de que el maniquí central de la tienda de vestidos de novia, no es sino la Chonita, la hermosa joven que muriera en la flor de la edad.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Durango

Cuca y Gabriel

Gabriel Gavira era un muchacho nacido en el estado de Durango. De joven peleó con las tropas revolucionarias contra la dictadura de Porfirio Díaz. Luchó en muchas ciudades de la República Mexicana. Cuando se encontraba en Guanajuato conoció a una hermosa mujer llamada María del Refugio, Cuca, de la cual se enamoró perdidamente. Después de un tiempo de pelar la pava en el balcón de la casa de la chica, se comprometieron en matrimonio. Todo iba bien, pero, repentinamente, Gabriel, que ya era general y comandaba una brigada, fue llamado a la ciudad de Zacatecas. Desolado por la orden, pero obediente como buen soldado, Gavira acudió por la noche a despedirse de su novia. Tocó, salió Cuca, le dio un beso, y atenta escuchó que se hacía necesario retardar un poco la boda, pues Gabriel debía salir inmediatamente para Zacatecas. Pero Cuca se negó a separarse del su querido soldado y, decidida, le dijo que se iba con él.

Cuca y Gabriel

 A las diez de la noche se encontraban en el tren militar en el cual partían las tropas constitucionalistas a pelear contra Pancho Villa. Pasada esta contienda, y siempre junto a Cuca convertida en soldadera, las tropas carrancistas se dirigieron a Durango, donde el general Gabriel Gavira fue nombrado jefe de la Comandancia Militar y gobernador del estado y Cuca se convirtió en la primera dama.

El 24 de febrero de 1918, Pancho Villa atacó a las fuerzas militares carrancistas que se encontraban acantonadas en Santa María del Oro, Durango. Gabriel se aprestó con sus tropas a combatir y defender la plaza. Cuca no le pudo acompañar, pues se encontraba encinta de su tercer hijo. Cuca le despidió temerosa y sufrida, diciéndole: ¡Amado mío, si por desgracia murieras en campaña, ordena a tus soldados que traigan tu cadáver a la casa para poder darte un beso de despedida!

El general salió bien librado, no fue herido. Regresó a su casa ilusionado por ver  a su querida Refugio. Pero el cruel destino había decidido que no la encontrara con vida. Víctima de su mala salud y de las preocupaciones por su esposo, la mujer había muerto. Cuando llegó Gabriel, hacía ya veinticuatro horas que la habían enterrado. Inmediatamente se dirigió al Panteón de Oriente, y exhumó el ataúd con el fin de dar a Cuca el último y prometido beso. Pero cuando abrieron el ataúd, Gabriel vio que el cuerpo se encontraba boca abajo con las manos laceradas, como si Cuca hubiese sido enterrada en vida y hubiese tratado se salir de la trampa mortal. Desesperado, el general la sacó, la llevó a la casa donde fue velada durante dos días con la esperanza de que la joven reviviese; la vieron doctores, pero todo fue inútil. Gabriel la besó por última vez y Cuca fue enterrada nuevamente. En su lápida el viudo mandó que se escribiese el siguiente epitafio, que comienza: Fue en un tiempo honrada y hermosa/ raro en mujer sin fortuna/cual ninguna cariñosa/ Discreta como ninguna. Todavía puede verse la abandonada tumba de la hermosa Cuca en la Mansión del Reposo, en el lote 261, letra E.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Guerrero

El sueño frustrado

Cuenta una leyenda del estado de Guerrero que hace muchos años una mujer llamada Carmelita Juárez soñaba, día y noche, con hacer un viaje al Vaticano para conocer en persona al Papa de aquel tiempo. A fin de realizar su sueño, durante muchos años se puso a juntar monedas de oro con bastante esfuerzo para poderse costear el pasaje.

El sueño frustrado

Pasaron algunos años y, por fin, un día Carmelita se dio cuenta de que ya contaba con el suficiente dinero para marcharse al Vaticano. Al día siguiente se aprestó para el viaje y se dirigió al puerto para tomar el barco que había de llevarla hacia destino tan deseado. Cuando llegó era de noche y decidió ir a dar una vuelta por la playa para sosegar su emoción. Como la noche estaba muy oscura y la Luna no se aparecía, tomó un candil del albergue donde se hospedaba y se dirigió a la tibia playa.

De pronto vio dos figuras a lo lejos que caminaban hacia donde ella se encontraba. Temiendo lo peor, dio media vuelta y apresuró el paso para huir de esas personas que se le iban acercando cada vez más. Pero como Carmelita era madurita, pronto le dieron alcance dos hombres mal encarados que, presto, le quitaron a la pobre mujer todo su dinero, junto con las esperanzas de ver al Santo Papa. Fue tan duro el golpe de ver frustradas sus ilusiones que al poco tiempo murió de dolor y pena.

Desde entonces, los habitantes de Guerrero aseguran que en las playas del puerto suele verse a una mujer fantasmagórica que porta un candil en la mano y pasea por la playa en espera de tomar el barco que ha de llevarla hasta Europa a ver al Pontífice.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Tabasco

El Beliceño

En la ciudad de Tenosique, en el estado de Tabasco, existió hace muchos años un hombre de Belice que vivía en la Colonia de San Miguelito. Este señor que era brujo, medía un metro noventa de altura y era de raza negra. Todas las mañanas acudía al café del mercado público que se encontraba ubicado en el Centro de Tenosique y que hoy se conoce con el nombre de Benito Juárez. Cuando en el café veía a alguna persona le preguntaba: ¿Qué cosa le sucedió por la noche que venía usted gritando como loco? Azorado y con miedo, el cuestionado siempre la contestaba qué como lo sabía, y pasaba a relatar su infortunio contestando que se le había aparecido un chivo negro horroroso. Entonces, el beliceño, riendose a carcajada batiente, replicaba: -¡Eso les suele pasar a los que andan caminando por la madrugada!

El Chivo Negro era nada menos que este hombre alto y negro que era brujo y nahual, y cuando se transformaba era un chivo enorme, sumamente peludo, con grandes ojos rojos muy saltones que miraban con maldad. A partir de las doce de la noche se les aparecía a los viandantes, y los atacaba embistiéndolos con rabia hasta matarlos a al menos asustarlos. Estos sucedía noche tras noche en la Colonia San Miguelito, a la cual se le conoció, por muchos años, con el nombre de Colonia El Chivo Negro.

Chivo filtered

El brujo-nahual también tenía la capacidad de convertirse en búho e iba por las casas asustando a sus morados con sonidos extraños que salían de su pico. Todos le temían, y en cuanto lo oían se ponían a rezar toda la noche, pidiéndole a Dios no morir por haber oído su fúnebre canto.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Guanajuato

El Manco García

El Cerro Culiacán, llamado Teoculhuacan Chicomoxtoc Aztlan en la antigüedad, tiene con una altura de dos mil ochocientos treinta metros, donde se localizan ciertos vestigios  arqueológicos, y lugares de gran belleza que poseen sus nombres propios. Esta singular y mítica montaña, cuenta con una leyenda que afirma que en dicho lugar se encuentra escondido el tesoro del valiente guerrillero Albino García Ramos, obtenido en saqueos efectuados sobre todo en los estados de Zacatecas y Guanajuato. Los botines los escondía en ciertas  grutas del cerro que solamente él conocía. Se dice que para descubrir dónde está oculto el famoso tesoro, se deben reunir todas las partes de su cuerpo y llevarlas a una gruta para sepultarlo, entonces se sabrá cuál es la gruta en la que se encuentra el botín.

El Manco García


Albino García nació en Cerro Blanco, una hacienda de Salamanca del estado de Guanajuato, un 8 de marzo de 1774. Fue dirigente insurgente en la región del Bajío en los años 1810 y 1812. Le apodaban El Manco García debido a que en su juventud se lastimó un brazo al caer de un accidente y no le funcionaba.

Peleó en la Guerra de Independencia al mando de Miguel Hidalgo y Costilla en las campañas de la zona del Bajío. En 1812, las fuerzas realistas  de Alejo García Conde y de Agustín de Iturbide lo atraparon, junto con ciento treinta insurgentes. Lo fusilaron en Celaya y descuartizaron su cadáver: su cabeza se colocó en la calle de San Juan de Dios, una mano se llevó al Cerro de San Miguel en Guanajuato, y la otra, la inservible, a Salamanca, donde fue colgada de un poste. Su cuerpo quedó insepulto por ocho años, y cuando la guerra dio término, su cabeza la colocó el arquitecto Francisco Eduardo Tresguerras en un nicho del osario de la iglesia de Celaya. Actualmente, no se sabe dónde se encuentran sus despojos, ya que fueron robados hace ya mucho tiempo.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Nuevo León

La princesa y el Cerro del Topo Chico

El Cerro del Topo Chico se encuentra en el estado de Nuevo León. En realidad se trata de un volcán inactivo de mil ciento setenta y cinco metros sobre el nivel del mar del cual afirman  que es un “volcán de aire”, ya que posee un hueco por donde saca aire. Es además famoso por su virtuosa Agua Mineral Topo Chico, que surge de sus manantiales de aguas termales.

Leyenda mexicana La princesa y el cerro

Este volcán como todo el que se precie, tiene su leyenda en la que se cuenta que una princesa mexica se encontraba muy enferma; los tícitl, no sabían de qué enfermedad se trataba, pues era muy extraña. Su padre Moctezuma Ilhuicamina estaba desesperado por la condición de su hija, a la que adoraba y sufría mucho al verla tan postrada. Desesperado, el tlatoani consultó con sus sabios sacerdotes, quienes le dijeron que en tierras lejanas hacia el norte existía un manantial de aguas termales que curaban muchas enfermedades si uno se bañaba en ellas o las bebía.

Inmediatamente, Moctezuma organizó una expedición para que su hija fuese llevada en nadas, hasta el maravilloso lugar de las aguas termales. Después de muchos días, la caravana llegó a un hermoso y verde valle rodeado de montañas y donde se encontraba un cerro en forma de topo del que brotaban aguas de un manantial. En seguida, la princesa, ayudada por sus esclavas y su aya, fue sometida a un baño y se le dieron cajetes conteniendo el agua milagrosa para que la bebiese.  Este ritual se repitió durante varios días. Los sacerdotes y los guerreros que acompañaban a la joven en su largo viaje, aprovecharon  también y bebieron y se bañaron en las límpidas aguas curativas.

Cuando regresaron a la Gran Tenochtitlan todos iban alegres, lozanos y más fuertes y, por supuesto, la princesa habíase curado de su extraña enfermedad. La noticia de tal prodigio corrió por todo el reino mexica y aun más allá, cobrando fama las maravillosas aguas que se encuentran en El Cerro del Topo Chico.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Tlaxcala

El Cuatlapanga

Cuatlapanga es el nombre con el que se conoce a un volcán de dos mil novecientos metros de altura, localizado en el estado de Tlaxcala, entre los municipios de San José Teacalco y San Antonio Cuaxomulco. Además de Cuatlapanga, suele conocérsele con el nombre de El Cerro del Rostro, pues semeja la cara de una persona que estuviese gritando. Su denominación en lengua náhuatl significa “cabeza partida”. Dicho volcán se encuentra a los pies de La Malinche, volcán que mide cuatro mil cuatrocientos sesenta y un metros sobre el nivel del mar.

El Cuatlapanga

Hace ya cientos de años, vivía en la región de Tlaxcala un guerrero al que se le conocía con el nombre de Cuatlapanga. Estaba enamorado locamente de una muchacha esclava llamada Malinche. Cuatlapanga deseaba casarse con la joven que era poseedora de una belleza fuera de lo común. Sin embargo, su amo no estaba muy de acuerdo con ese matrimonio tan desigual, y porque estaba encaprichado con Malinche. Para evitar que se consumara el matrimonio, el tal amo sometió a diversas pruebas al enamorado guerrero que le llevaron fuera de la comunidad.

Mucho tiempo pasó Cuatlapanga cumpliendo las tareas a que había sido sometido por el cruel amo. Pero por fin cumplió con su cometido y pleno de felicidad acudió a la ciudad de Tlaxcala donde vivía el amo y la esclava. Al verse frente a frente, Cuatlapanga preguntó por la bella muchacha, pero el amo se limitó a señalar con la mano hacia un determinado sitio. Siguiendo la dirección señalada, el valiente guerrero se dirigió a ella. Al llegar al lugar indicado se encontró con una tumba en la cual descansaba su querida amada. Las personas que le vieron llorar desconsolado le informaron que Malinche había muerto de dolor y tristeza al ver que su amado no aparecía, pues hay que hacer notar que Cuatlapanga se había demorado demasiado en cumplir con las pruebas.

Completamente dolido y casi muerto de amor los dioses lo vieron llorar, y como eran compasivos se apiadaron de él y lo convirtieron en piedra  donde se encontraba la tumba de la impaciente Malinche. Desde entonces, se puede ver al pie del cerro de la Malinche a Cuatlapanga gimiendo y profiriendo gritos de dolor con la boca abierta.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Aguascalientes

El puente de piedra

Durante la época de la Colonia, en Aguascalientes vivía un señor llamado don Bonifacio Gorostiza. Este buen hombre tenía una sobrina llamada Emelina, cuyos padres habían muerto a causa de un tornado que había desolado el pueblo donde vivían con su hija. Ante esta tragedia don Bonifacio la recibió en su casa, a la cual llegó la sobrina acompañada de una criada. Emelina tenía quince años y una belleza sobresaliente. Pretendientes no le faltaban.

El puente de piedra

Seis meses después de haber llegado la muchacha a casa de su tío, apareció en la ciudad don Fabricio Hernández, cacique conocido por sus tropelías y su desvergüenza. Ante este hecho, don Bonifacio mandó a unos peones a seguir al tal cacique, a fin de impedir que se encontrase con Emelina, pues era sumamente mujeriego. Sin embargo, no pudo impedir que un Domingo de Ramos, Emelina y Fabricio se encontraran en el parque de la ciudad. En cuanto se vieron, se enamoraron. Dieron comienzo las citas clandestinas de los enamorados que se las arreglaban de mil maneras para poderse ver a escondidas, pues sabían que don Bonifacio nunca aprobaría sus relaciones. Se reunían preferentemente en el puente de piedra, que estaba a la salida de la ciudad.

Pero un fatal día el tío de Emelina los sorprendió y, enfurecido, se le fue a golpes al cacique. Fabricio sacó de su funda un pequeño puñal muy filoso, y le cortó la garganta al pobre del tío. Al sentirse herido, don Bonifacio se aferró al cuerpo del asesino y ambos cayeron al río que estaba abajo del puente. Emelina, desesperada por la muerte de su amado, juró serle fiel para toda la vida. El tiempo pasó, y la joven no pudo soportar más su desgracia y decidió quitarse la vida. Tomó el puñal de su tío, se llegó hasta el puente y, pronunciando el nombre de su amado, se lo clavó en el corazón.

Desde entonces, al anochecer, se escuchan en el puente de piedra los sonidos de la pelea de los dos hombres, el chapuzón de su caída, y los lamentos de Emelina llamando desesperada a su adorado Fabricio que nunca acude al desgarrador llamado.

Sonia Iglesias y Cabrera