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Tlalcíhuatl-Tlaltecuhtli, la diosa sapo

El sapo es un animal tímido y nocturno, que se oculta en lugares oscuros y que por la noche sale a cazar insectos para alimentarse. En muchas culturas antiguas se le ha asociado con la Luna. Varias tribus de indios norteamericanos lo relacionaban con la fase oscura del ciclo lunar; es decir, el período de tiempo más silencioso y profundo que permite encontrar y enseñar la sabiduría. Asimismo, se le ha vinculado con diversos dioses. Por ejemplo, en la religión mexica el sapo excavador, tamazolin, (Scaphiopus Multlipicatus), “animal viejo con verrugas”, estaba relacionado con el dios del agua Tláloc, obviamente por la lluvia de la cual ambos eran partícipes, era el lento mensajero del dios, pues al dar un brinco se quedaba abstraído y mirando a la nada, como lelo. El sapo también ha tenido fama de flojo y descuidado, como nos informa fray Bernardino de Sahagún: El sapo (tamazolin) es flojo, no va caminando con las patas cuando anda, sino que nomás va dando brinquitos; y cuando brinca no va haciéndolo seguido, sino que nomás va de brinquito en brinquito (zan chocholotiuh); o brinca una vez y ahí se queda sentado, mirando, croando nomás.

Mito de mexico imagen

Los sapos y las ranas fueron asociados por los mexicas con la lluvia, cuando se escuchaba  croar a los sapos sabían que las lluvias estaba cerca. El dios Tlaltecuhtli, Señor de la Tierra, era un monstruo marino que vivió en el mar pasado el cuarto diluvio que sufrió la Tierra. En su forma femenina se la llamaba Tlalcíhuatl. La diosa Tlalcíhuatl-Tlaltecuhtli, Señor/Señora de la Tierra, la Gran Devoradora de Hombres, se representaba en la iconografía mexica con una parte de su cuerpo en forma de serpiente y la otra como un sapo con  bocas llenas de sangre en sus coyunturas, y en la posición del parto indígena con las fauces abiertas. A veces, se la representaba con la mitad de su rostro descarnado con una boca de la cual sale un tepatl, cuchillo, con ojos y boca. Su cabello era rizado, por ello asociado a los dioses de la Tierra y del Más Allá. Esta extraña diosa se tragaba los cadáveres y los hacía pasar hasta su matriz a través de su vagina dentada, a fin de encaminarlos hacia el Mictlan. Se le reverenciaba llenándose el dedo cordial con polvo del suelo y llevándoselo a la boca; se le ofrecían corazones que se colocaban en unas vasijas nombradas cuauhxicalli, la sangre se vaciaba en el temalácatl, el altar circular de sacrificios, como parte del rito de fertilidad. Hemos de mencionar que los rituales dedicados a Tlaltecuhtli sólo los realizaban los sacerdotes, por tratarse de un aspecto tan importante como era el nacimiento de una nueva vida. Como afirma Eduardo Matos Moctezuma: Al ser un rito de tránsito o de iniciación muy importante que dará pie para que el individuo pueda nacer o renacer para continuar su nueva vida, se convierte en algo sumamente sagrado que permanece or esta razón en el mundo de lo oculto.

El mito relata que Quetzalcóatl y Tezcatlipoca raptaron a la diosa del Cielo y la colocaron en un sitio donde había agua. Ellos la observaban en silencio y pensaron que era necesario fundar la Tierra. Se transformaron en serpientes gigantes y la atacaron. Cada uno de los dioses agarró un brazo y una pierna, y jalaron hasta que la partieron por la mitad: una parte la aventaron hacia arriba para crear al Cielo y las estrellas; la otra, la tiraron y se convirtió en la Tierra. Fue tan brutal la acción a que sometieron a  Tlaltecíhuatl, que los dioses viejos se enojaron, y decidieron que para mitigar el dolor infligido a la diosa de su cabeza surgiera todo lo bueno de la Tierra para que los hombres pudieran habitarla. Así pues, de sus ojos nacieron las cuevas, las fuentes y los pozos; de sus largos cabellos surgieron las flores, las plantas, y los árboles; de su piel la hierba chiquita y las pequeñas florecitas; y de su nariz, los valles y las montañas. El monolito de esta destripada diosa se encontró en las Ajaracas, en el Centro histórico de la Ciudad de México un 2 de octubre de 2006. Se trata de un disco de andesita rosa proveniente del cerro de Tenayuca que pesa doce toneladas. Matos Moctezuma dijo que se trataba de: …una deidad telúrica y nocturna del sexo femenino que porta un faldellín adornado con cráneos y huesos cruzados, además de lucir un adorno dorsal con tiras y caracoles, exclusivo de las deidades femeninas.

Sonia Iglesias y Cabrera


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En el principio. Mito purépecha.

Mi bisabuelo  Jacinto, indio purépecha puro, y curandero de su pueblo, Cherán, me contaba hace muchos años, antes de que cayera fulminado por un ataque al corazón y siendo yo aún una niña de trenzas, que su tatarabuelo le relataba muchas historias. Entre ellas le gustaba mucho la que se refería al diluvio que cayó sobre la Tierra. Me contaba  que en el principio de los tiempos sólo existían los animales, las plantas y los árboles, pero no había seres humanos. Un día, Tucupachá, el dios de todo el universo, o más bien, la palabra de Dios, decidió crear a las personas. Tomó un poco de barro, lo moldeó, y creó a un hombre y a una mujer. Pero cuando la pareja se fue a bañar al río se desbarató. Así pues, decidió probar con masa de cenizas, y les dio forma otra vez, Pero sucedió lo mismo, al bañarse la pareja se deshizo. Tucupachá pensó entonces en hacerlos de metal. Puso manos a la obra y, ¡listo!. Cuando el hombre y la mujer se metieron al agua se multiplicaron y se formaron todos los pueblos indios que habitan la Tierra. No se deshicieron, sino que se convirtieron en los padres de todas las personas.

Pasado un cierto tiempo, llegó un diluvio que arrasó con todo y con todos, solamente sobrevivieron Tezpi, un hombre muy inteligente, y su parentela que pudieron salvarse del horror del agua gracias a su ingenio. Tezpi construyó una canoa con madera de ciprés, metió en ella a su esposa, sus hijos, granos de maíz y muchos animales, y se fue navegando cerca de las nubes. Pasado un largo tiempo, las aguas del diluvio empezaron a bajar, y Tezpi envió a Curitze, el Zopilote, a inspeccionar la Tierra, pero el ave no volvió por andarse comiendo los cadáveres que encontraba. Decidió entonces mandar a Tzintzuni, el Colibrí, que regresó con las plumas llenas de olor y reflejos de la naturaleza, y con una flor en su piquito que indicaba que ya se podía habitar la Tierra. Entonces, Tezpi decidió bajar al mundo para volver a poblarlo, pues supo que Colibrí tenía razón, ya que era un mensajero del dios Sol. Así fue como el semidiós Tezpi salvó a la humanidad de desaparecer para siempre de la faz de la Tierra, lo cual debemos agradecerle… ¿O quizá no?

Sonia Iglesias y Cabrera

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Hun Nal Ye, la primera semilla de maíz.

La civilización maya geográficamente tuvo una extensión bastante considerable, pues abarcó los estados de Campeche, Chiapas, Quintana Roo, Tabasco y Yucatán; más algunos países de América Central que hoy conocemos como Guatemala, Belice, Honduras y el Salvador. Su abundante y maravillosa mitología se encuentra en libros tales como el Rabinal Achí, EL Popol Vuh, y el Chilam Balam.

En el Popol Vuh, Libro del Consejo, recopilación de los mitos de los mayas quiché de Guatemala, se encuentra el mito del ordenamiento del universo, sus niveles y sus cuatro rumbos espaciales. Para crear al mundo, los dioses utilizaron una cuerda para medir, y con ella dibujaron un cuadrado que determinaba los límites del universo. Dentro de dicho cuadrado erigieron un árbol: el eje cósmico. Según la estela de Quiriguá que se encuentra en Palenque, fechada en 3,114 a.C.,  el Primer Padre llamado Hun Nal Ye, nombre que significa Primera Semilla de Maíz o Uno Maíz  creó el Cielo levantando una casa dividida en ocho partes orientadas  hacia los puntos cardinales; colocó en el centro tres piedras para indicar el inicio de la creación, más un árbol sagrado que se llamó Wakah-Chan, representación simbólica de los “cuatro vientos”, de la vida y de la fertilidad. Este árbol sagrado unía los tres planos fundamentales del cosmos: el Cielo, la Tierra y el Inframundo; se localizaba en el plano terrenal, desde donde partían su copa y sus raíces hacia los otros mundos. A Wakah-Chan se le rendía culto al término de la época de secas, cuando daba inicio el tiempo de las lluvias, y se efectuaban los rituales dedicados a Chaac, dios del agua, convertido en cada uno de los rumbos cósmicos. Este árbol aun representa para los mayas la estabilidad del cosmos. Su espléndido ramaje verde se asocia al jade, al maíz y a la satisfacción que éste cereal proporciona al hombre. Las ramas verdes del árbol sirven de asiento a hermosos pájaros: los de las ramas del este son rojos; los del oeste, negros; blancos los del norte; y amarillos las aves del sur.

Las hazañas más destacadas del dios Hun Nal Ye se encuentran pintadas en un edificio del Petén en Guatemala; se refieren, en primer término, a cuando el dios descendió a Xibalbá, el mundo subterráneo, donde moraban los espíritus de la enfermedad y de la muerte, cuya entrada se encontraba situada a la entrada de una caverna en Alta Verapaz, Guatemala, en busca de la montaña escondida de los mantenimientos, lugar en donde se guardaban los elotes de granos amarillos y blancos. La entrada del dios-semilla al mundo subterráneo, corresponde a la época en que el grano debe sembrarse. En Xibalbá el dios tuvo que enfrentarse con los seres del Inframundo, quienes no lo aceptaron porque al dios se le olvidó llevar las ofrendas necesarias. Tal fue el rechazo de los señores de Xibalbá, que el Dios del Maíz terminó decapitado sin piedad.

Hun Nal Ye tenía dos hijos gemelos llamados Hunahpú e Ixbalanqué, quienes decidieron descender al Inframundo en busca de su padre. Ellos también entablaron grandes peleas con los seres malignos de Xibalbá. Poco después, el dios-semilla germinó en el Inframundo y se convirtió en una hermosa planta de maíz. En su viaje, el joven dios encontró a unas bellas mujeres desnudas que lo vistieron  con un faldellín de mazorcas de jade, y le adornaron con orejeras brazaletes, ajorcas y un cinturón de caracolas marinas hechas de jade. Tal vestimenta simboliza a la fertilidad por el jade, las hojas verdes y las caracolas marinas. Ya vestido con tales galas, el dios emprendió un viaje en canoa, cuyos remeros fueron un jaguar que portaba un remo en la mano, un ser fantástico que llevaba un instrumento musical elaborado en concha de tortuga, y el dios  de la lluvia Chaac. Así llegó a Xibalbá a recoger las semillas nutrientes que se encontraban en tal sitio. Las recogió y metió en un saco, y salió a la superficie de la Tierra por una grieta, simbolizada por una concha de tortuga. Su salida fue custodiada por sus dos hijos, gracias a cuyos denodados esfuerzos  resucitó. Todas estas aventuras emprendidas por el dios, son nada menos que el ciclo reproductivo del maíz: siembra, germinación y nacimiento de la planta.

Sonia Iglesias y Cabrera


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Los hombres de maíz

Algunos testimonios nahuas que retoman la mitología teotihuacana cuentan que una vez creada la Tierra, y después de haber pasado por varias etapas creativas, se le encomendó a Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, la creación de los seres humanos que poblarían al mundo en el Quinto Sol; es decir en la quinta era.

Para ello, el dios descendió al Inframundo, al Mictlan, en busca de los huesos que habían dejado las antiguas y desaparecidas generaciones de hombres que habían vivido en las cuatro eras anteriores. Después de mucho disputarse los huesos ya que Mictlantecuhtli, el Dios del Mictlan, se oponía que a Quetzalcóatl se los llevase, éste acabó por obtenerlos  y emprendió su salida del Inframundo. Pero Mictlantecuhtli, no conforme con ello, hizo un hoyo en el que el dios cayó, con la consecuencia de que los huesos se rompieron al caer. Desesperado, el dios juntó los huesos y se dirigió a Tamoanchan, lugar donde se encontraban los dioses creadores.

Quetzalcóatl le entregó los huesos a la diosa Quilaztli (o Cihuacóatl), quien los molió y les dio vida al mezclarlos con masa de maíz que llevaba la vitalidad necesaria para dar vida. En seguida, el dios roció la masa divina con sangre de su pene, y aparecieron los pobladores del Quinto Sol en una cueva que comunicaba con el interior de la Tierra, localizada debajo de la Pirámide del Sol. Así dio inicio Nahui Ollin, Cuatro Movimiento destinada a desaparecer a causa de un terrible temblor de la Tierra.

Otros datos históricos

El lugar donde fueron creados los dioses, nombre que le otorgaron los mexicas a este increíble sitio llamado Teotihuacan, pues su verdadero nombre nos es desconocido, fue el centro urbano más grande de Mesoamérica durante el Período Clásico (200d.C. a 900 d.C.). Teotihuacan se encuentra situado al noreste del Valle de México, cerca del desaparecido Lago de Texcoco.

Teotihuacan fue la primera ciudad del Altiplano, cuyo trazo fue medido siguiendo el rumbo del Sol. Para el año 400 era la mayor de las ciudades: media veinte kilómetros cuadrados y contaba con 100,000 habitantes. Fue el poderoso Estado que dominó la parte central de Mesoamérica durante seis siglos, para acabar completamente arrasada hacia el año 650, consumiéndose los registros y libros testimoniales que pudieron habernos contado su historia y cultura. De la cosmovisión teotihuacana saldrá el modelo cosmogónico que será la base para muchas otras culturas mesoamericanQuilaztlias, y aun de las que subsisten en nuestros días, herederas de esta excepcional cultura teotihuacana.

 

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El pequeño Cristo se convierte en Sol.

Cuentan los abuelos hña hñu, “los que hablan la lengua nasal”, del Valle del Mezquital, Hidalgo, que hace muchos miles de años el mundo era absolutamente diferente al que conocemos ahora. El Sol no existía, las personas no conocían el maíz ni el agua, y vivían diseminados por los montes junto con los animales, pues los pueblos tampoco existían. Zithú, el Diablo, “el devorador de nombre” y amo de la castración, era el rey de todo lo existente, era el propietario. En ese entonces Cristo, diosito el hijo de Dios, era muy pequeñito, era un niño al que habían puesto por nombre Ója. El Niño Dios estaba muy solito y triste, sentadito en una sillita de madera. Estaba triste porque el Diablo y toda su pandilla de seres malévolos, lo quería matar. Ója iba de casa en casa pidiendo a la gente que le diera refugio y lo salvaran de ser asesinado por Zithú. Sin embargo, todo fue inútil, la pandilla del Diablo lo encontró y le disparó flechas que lo pusieron a la muerte. Como estaba todo malherido pero no muerto, el Diablo le ordenó al Gallo que lo vigilara para que no se fuera a escapar. Pero el Gallo decidió que no era justo lo que le hacían al Niño Dios, y dejó que escapara y se subiera a un árbol que lo condujo hasta el Cielo. Cuando habían pasado cuatro días, el Gallo cantó, pero Cristo ya estaba al lado de su papá, y los diablos  no pudieron hacer nada para recuperarlo.

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Cuando Cristo subió al lado de su padre, el Dios todopoderoso, se convirtió en el Sol, en Hyádi. Al subir al árbol, como Ója estaba herido, de sus heridas brotaron treinta y seis gotas de sangre; diez y seis se convirtieron en hermosos granos de maíz, y las otras diez y seis dieron lugar al agua: a los ríos, las lagunas y los pozos que serían inagotables y estarían marcados con una cruz. Además, el Buen Dios dejó diez y seis huevinas de pescado que se transformaron en grandes manantiales. Las huevinas  deseaban que nunca se secara el agua. Eso fue lo que le dijeron a Xúmfo Déhe, la Sirena, Señora del Agua, engalanada con aretes y collares de gotas de agua y lucidora de un hermoso vestido color de humedad, que se encargó de preguntarles qué era lo que querían que sucediera con ellas, con la huevinas. El cerro Toho, fue el encargado de proporcionar el agua necesaria para que no se secaran, ya que como todos sabemos el agua pertenece al cerro y siempre será de él, aunque fuese la Sirena la encargada de proporcionársela a la huevinas de pescado.

Así fue cómo surgieron el señor Sol y el agua bondadosa, Déhe, que gozan los pueblos otomíes. El Sol  recorre desde entonces los espacios del Cielo y el Inframundo, territorio subterráneo donde viven los muertos. El Sol sale de Oriente, de las aguas marinas chorreando gotas, efectúa su recorrido, y regresa al agua por el Poniente, pues como todos sabemos el mundo está rodeado de agua.  El Sol gira iluminando los tres niveles celestiales superiores, y el nivel donde moran los seres humanos.

El mismo Sol, cuando recibe el agua que le llega en forma de nubes vapor, juega con ellas y las emplea para cocinar sus alimentos, mientras que la sagrada agua-nube canta su canción favorita:
Yo soy la nube, soy la tormenta y recorro el mundo porque dios me ha dado el
Poder para que todos mis hijos se beneficien de mí.
¿Quién puede darles a ustedes agua cuando tienen sed sino yo?
¿Quién hace brotar el agua, nacer las plantas sino yo?
Tengo mis hijos que sufren sobre sus tierras, sobre sus parcelas,
No se perderán gracias a mí.
Porque soy la que refresca, soy la tormenta fresca
.

He aquí como el Niño Dios se convirtió en el Sol.

Sonia Iglesias y Cabrera

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El pecado de Xoxhiquetzal. Mito mexica.

En la parte más alta de los Trece Cielos existió un hermoso lugar llamado Tamoanchan, La Casa del Descenso, donde habían nacido todos los dioses debido a la gracia de Tonacatecuhtli y Tonacacíhuatl. En ese mismo sitio paradisíaco se encontraba Xochitlicacan, El Lugar Donde Crecen Las Flores, donde habitaba la hermosa diosa Xochiquetzal, Flor de Quetzal, junto a su esposo el dios Centéotl. La diosa de la belleza y del amor vivía sumamente vigilada y nadie podía verla, tan solo las personas que estaban a su servicio que eran enanos y jorobados, quienes tenían como tarea principal entretenerla con música, cantos y bailes, y llevar sus mensajes, en caso de que Xochiquetzal desease comunicarse con alguno de los dioses que moraban en Tamoanchan. Los días de la joven pasaban tranquilamente dedicados, en su mayoría, a tejer en el telar de cintura exquisitas y suaves telas para sus huipiles.

En Tamoanchan había un árbol sagrado pleno de flores. Nadie podía tocar ninguna de tales flores, so pena de convertirse en un enamorado de la diosa. Un día en que Xochiquetzal estaba tejiendo, llegó hasta ella el dios Tezcatlipoca transformado en un hermoso y colorido pájaro y se atrevió a cortar una flor del árbol. El dios, con artimañas y de mala manera, la sedujo. Se había transgredido la prohibición de tomar las flores del árbol sagrado. El árbol, al sentir que le habían arrancado una blanca flor,  se partió por la mitad y se puso a sangrar. Cuando la pareja de dioses supremos Tonacatecuhtli y Tonacacíhuatl, se enteraron del Epecado cometido por Xochiquetzal y Tezcatlipoca, los expulsaron de Tamoanchan, junto a todos los dioses que ahí vivían. Unos se fueron a la Tierra y otros al Inframundo.

Xochiquetzal se convirtió en Tlazoltéotl, la diosa de los adúlteros y de las inmundicias, y Tezcatlipoca devino Huehuecóyotl, Coyote Viejo, dios de la danza y el canto.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Los Trece Cielos

Hubo una vez Trece Cielos que se formaron de la cabeza de Cipactli, el Cocodrilo Sagrado, monstruo marino mitad pez y mitad cocodrilo. Los dioses así lo quisieron cuando decidieron crear los niveles verticales del universo: El Inframundo, la Tierra, y el Cielo. Son trece los cielos en que habitan los dioses, a saber:

El Ilhuícatl Meztli, El Cielo Donde Está La Luna, es el primer nivel celestial, donde llegan las nubes y la Luna;  morada del Tlazoltéotl, diosa de la lujuria, el sexo y el adulterio; de Meztli, la Luna, de Ehécatl, el divino dios del viento, y de Tláloc, señor de la aguas y de los terremotos.

En el Ilhuícatl Tetlalíloc, El Cielo Donde Está El Espacio, segundo nivel universal, las estrellas se mueven y las constelaciones siguen su rumbo. Es el dominio sagrado de Citlalicue, señora de las estrellas hembras, creadora de la Vía Láctea, y de su consorte Citlaltónac, señor de las estrellas varones. Esta divina pareja tiene a su cargo a las estrellas Centzon Mimixcoa, a las Centzon Huitznáhuac, y a las constelaciones Citlaxonecuilli (Osa Mayor; Citlaltachtli, (Gémenis); Citlalcólotl, (Escorpión); Citlalozomahtli (Osa Menor); Citalhuitzitzilin (Columba y Lepus); Citlalmiquiztli (Sagitario y Corona Australis); Citalxonecuilli, (Auriga y Perseo ); Citlaltécpatl (Picis Austtrinus y Grulla); Citlalcuetzpalli, (Andrómeda y Pegaso); Citlalolli, (Leo); Citlalmázatl, (Eridanus y Fronax); y Tianquiztli, (Pléyades).

El tercer nivel, el Ilhuícatl Tonatiuh, Donde Se Mueve El Sol, se sitúa en el Occidente, hacia donde el sol camina para perderse en el Mictlan, el Inframundo. Ahí reina el dios amarillo: Tonatiuh, nuestro señor el Sol.

Al llegar al cuarto nivel, llamado Ilhuícatl Huitztlan, El Cielo De La Estrella Grande, puede verse salir a Tlahuizcalpantecuhtli  de su morada para dar aviso de que llega Tonatiuh, el regidor del Este.
Citlalicue, la Vía Láctea,  y Citlaltónac, la pareja sagrada que comanda a las estrellas, reina en el Ilhuícatl Mamaloaco, Cielo Que Se Hunde, quinto nivel en donde se trasladan las estrellas errantes y los cometas.

Tezcatlipoca, dios de lo invisible, de la Osa mayor, y regidor del Norte, habita en El Cielo Donde Está Lo Negro, el Ilhuícatl Yayauhco, el lugar donde nace y se va extendiendo la noche.

Huitzilopochtli, señor de la voluntad y el sol, guerrero consumado regidor del Sur, vive en el Ilhuícatl Xoxoauhco, en el Cielo Donde Está lo Azul, séptimo nivel, donde el Sol aparece en el amanecer.

Mictlantecuhtli y Mictancíhual, la pareja mortal, los señores del Inframundo, habitan este lugar de tempestades, donde nace la oscuridad, nombrado Ilhuícatl Nanatzcáyan, El Lugar Donde Rechinan Los Cuchillos de Obsidiana. Octavo lugar de universo celeste.

En la Región del Blanco, el Ilhuícatl Teoiztac, noveno estadio divino, está  Quetzalcóatl, dios de vida, sabiduría y conocimiento, el regidor del Este; le acompañaban los tzitzimime, los terribles espíritus celestes que se divierten atacando al Sol al amanecer y al anochecer, e intentan destruir al mundo.
En la región amarilla del Oriente, el Ilhuícatl Teocozáuhco, décimo nivel celestial, reina Tonatiuh, y de ahí partía para dirigirse hacia el Occidente y cruzar el Mictlan.

Xiuhtecuhtli, nuestro dios del fuego, señor de la hierba, mora como amo y señor, con su rostro amarillo y envejecido, en el décimo primer nivel, el llamado Ilhuícatl Teotlatláuhco, la región  roja, el cielo rojo con rayos de luz para recordar que la primera creación del mundo fue el fuego terrenal. Le hacen compañía al buen dios Chantico, su esposa, reina de los fuegos del corazón y del hogar, responsable de la maduración de las niñas enanas. Junto a la pareja divina estan los Xiuhtotontli, los dioses del fuego: del blanco, Xiuhiztacuhqui; del rojo, Xiuhtlatlauhqui; del amarillo, Xiuhcozauhqui; y del azul, Xiuhxoxoauhqui.

En Donde Moran Los Dioses, el Ilhuícatl Teteocan,  se encuentran los dioses creadores, los Tezcatlipocas, lugar por excelencia  donde los dioses nacen, renacen y se transforman. En el Norte, Tezcatlipoca, el Espejo que Humea, Señor del Cielo y de la Tierra; en el Este, Xipetótec, El Desollado, la parte masculina del universo; en el Oeste Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, la deidad principal; y en el sur, Huitzilopochtli, Colibrí Zurdo, el dios más adorado de los mexicas, asociado con el Sol. Décimo Segundo Cielo.

Finalmente, en el décimo Tercer Cielo, el Ilhuícatl Omeyocan, Lugar de la Dualidad, el más alto de los cielos, reside  la pareja creadora: Ometecuhtli, regidor del ciclo de vida, dios de lo inerte y lo inherente; y Omecíhuatl, diosa del sustento y la furtividad.

Sonia Iglesias y Cabrera


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De cómo nacieron las mariposas. Mito pápago.

Un día después de que el dios I’itoi creó al mundo, Hermano Mayor se encontraba sentado en una piedra observando a unos niños jugar con mucha alegría. Se dio cuenta de la belleza que le rodeaba, de la fragancia de las flores y los árboles, oyó con beneplácito el alegre canto de  los pájaros, y se regocijó del maravilloso azul del cielo. Vio con gusto a las mujeres que molían el maíz, su pelo brillando al sol y su morena belleza. ¡Todo era tan hermoso! Pero al momento, el Hermano Mayor tomó conciencia de que toda esa belleza terminaría, que con el tiempos los niños envejecerían y morirían, que las mujeres serían gordas y feas, que sus cabellos sería grises, que las hojas de los árboles se pondrían cafés, y que las flores se marchitarían y perderían su aroma. Entonces, el corazón del dios se puso triste. En esas estaba cuando vio unas hojas de maíz en el suelo que danzaban a la luz del Sol, entonces comprendió que debía hacer algo para capturar todas las cosas hermosas que había estado observando. Tomó su bolsa de la Creación y empezó a meter en ella un poco del azul del cielo, algunos rayos de sol, algo de la negrura del cabello de las mujeres, amarillo de las hojas caídas, un poco del verde de los pinos, de las flores tomó el rojo, el púrpura y el color anaranjado, y guardó el canto de los pájaros. Una vez que metió todo en la bolsa de la Creación, llamó a los infantes y les ordenó que abriesen la bolsa. Así lo hicieron. Al momento salieron volando miles de hermosas mariposas de todas las combinaciones de colores imaginables. Las mariposas como flores voladoras volaban sobre las cabezas de los niños y de las mujeres iluminándolas, mientras emitían hermosos cantos.

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Entonces, un pájaro que se paró sobre el hombro de I’itoi, le dijo al dios que no estaba de acuerdo en que las mariposas tuvieran el mismo maravilloso canto que los pájaros, que eso les pertenecía desde el inicio de la Creación, que las mariposas eran ya bonitas teniendo todos los colores del arco iris, que no era justo que, además, poseyeran el bello canto de los pájaros. Hermano Mayor estuvo de acuerdo con lo dicho por el ave y les quitó el canto a las mariposas. Desde ese momento no pueden cantar, pero alegran con su belleza colorida a todos los pueblos indios.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Ehecatl, dios del viento

Si Ehécatl no hubiese soplado sobre el Sol y la Luna durante la creación del Quinto Sol, los astros se hubiesen quedado fijos, pues con su aliento fue capaz de otorgarles el  sagrado movimiento, el Ollin. León Portilla nos dice: Sol y luna permanecen estáticos. El viento zumba, ventea reclamante y pone al sol en movimiento, que avanza, se desplaza con rítmica luz, cruza su camino y se guarda en su casa. Sopla de nuevo el viento y la luna comienza su andar. De esta manera se sucede el uno al otro y así salen en diversos tiempos, el sol en su camino diurno y la luna en la noche alumbran en ella.

Ehécatl, un día se enamoró de una hermosa joven llamada Mayahuel, pero como ella no sabía amar, Ehécatl decidió dar a todos los hombres la capacidad de enamorarse, y por extensión a Mayahuel, la diosa del maguey y de la borrachera. Enamorados los dos, simbolizaron su amor por medio de un maravilloso árbol, que se encuentra en el mismo lugar en que Ehécatl llegó a la Tierra. Ehécatl era guapo, aunque no lucía su belleza porque solía usar una máscara en forma de pico que le cubría la boca, y a veces hasta usaba dos máscaras que le servían para limpiar el camino a Tláloc, el dios de la lluvia, y a los tlaloques, sus ayudantes, pues Ehécatl siempre presidía a la lluvia. Algunas veces le gustaba presentarse con la máscara de la muerte y un cráneo enorme y desnudo, con la boca alargada para mejor soplar el viento. Gustaba de ponerse un caracol cortado en el pecho, el Joyel del Viento, que solía tocar  produciendo el sonido del viento; llevaba orejeras de epcololli (concha torcida), y una sarta de caracoles. Fray Diego Durán, el cronista, refiere:
El ornato deste ydolo era que en la cauveca tenía una mitra de papel puntiaguda pintada de negro y blanco y colorado, De esta mitra colgaban atrás vnas tiras largas pintadas con unos rapacejos al cavo que se tenían á las espaldas… Tenía una manta toda de pluma muy labrada de negro y colorado y blanco á la mesma hechura quel joyel como una ala de maripossa. Tenía un suntuosso braguero con las mesmas colores y hechura que le daua debajo de las rodillas. En las piernas tenía unas calcetas de oro y en los pies unas sandalias calcadas.

Si el viento soplaba por el Este, lugar en donde se encontraba el Tlalocan, Ehécatl adoptaba el nombre de Tlalocáyotl; si por el Norte, por el Mictlan, se hacía llamar Mictlanpachécatl; pero si el viento soplaba por el Oeste, por donde moran las mujeres muertas en parto, su nombre era Cihuatecáyotl; en cambio, si el viento procedía del Sur, se hacía llamar Huitztlampaehécatl.

Como a nuestro dios le gustaba ser venerado, tenía un templo que se localizaba en la ahora  calle de Guatemala, por el número 16, en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Se trataba de un templo circular, situado frente al Templo Mayor de Tenochtitlan, de techo cónico almenado, miraba hacia el Este lo que debía haber producido asombrosos juegos de luz al pasar entre los dos adoratorios del Templo Mayor. A la entrada había dos fauces de serpientes, no olvidemos que una de las advocaciones del dios es Ehécatl-Quetzalcóatl, grandes ollas y demás elementos de ornato.

La fiesta a Ehécatl se celebraba el 3 de febrero. Un esclavo joven, que no tuviese ningún defecto, durante cuarenta días antes de la celebración debía pasearse por toda la ciudad de Tenochtitlan vestido con los atuendos del dios. Por las noches, se le encerraba en un cuarto celosamente vigilado. Se le servían las mejores comidas y se adornaba su cuello con flores ceremoniales. Por el día, el joven bailaba y cantaba por las calles, mientras recibía numerosos obsequios de las personas que acudían a verlo. Dos ancianos le visitaban nueve días antes de la fiesta para avisarle que ya se acercaba el Neyolmaxiliztli, el Apercibimiento. Para evitar que el joven se deprimiera y todo se arruinara, se le daba a beber Ytzpacalatl, una bebida elaborada con una planta alucinógena. A las doce de la noche del día 3 del mes Atlacahualo (Sahagún), se le sacrificaba y su corazón se le ofrecía a la Luna; durante el sacrificio le cantaban: Viento de oriente y poniente, /Viento del norte y del sur, /Viento que infunde la vida, /Música de caracol. /Ehécatl,/ Con corazón endiosado, /Canto yo para ti, /Las vibraciones sonoras, /Mi aliento es para ti.

Una vez descorazonado, su cuerpo se tiraba por las escaleras del templo, de donde lo recogían los pochtecas y lo cocinaban en la casa del principal comerciante, donde se realizaba un solemne banquete.

Sonia Iglesias y Cabrera


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Mitos Cortos

Chikon Tokoxo se casa. Mito mazateco.

En la montaña sagrada Nindo Tokoxo vivían todos los dioses mazatecos, entre ellos una pareja de ancianos que tenía un hijo, el único. Los padres consideraron que ya era tiempo de casarlo y buscaron una buena chica que fuera también hija de dioses. Cuando los ancianos la encontraron, el padre fue a pedirla una madruga entre  las tres y las cuatro, a fin de que nadie se diese cuenta. Pero un pajarito de nombre Chalandi estaba de guardia en la casa de la muchacha.  El padre acudió tres veces a pedir a la chica, sin resultado satisfactorio. A la cuarta vez acudió el pretendiente, pero ante tal atrevimiento el padre de la muchacha se molestó y le preguntó si ya estaba capacitado para efectuar las tareas que correspondían a su sexo, como sembrar y cortar leña para poder casarse. El joven respondió que sí, y el futuro suegro le replicó que como condición para casarse con su hija debía sembrar maíz, calabaza, y frijol ayocote en todos los cerros de su propiedad en tres días. El muchacho aceptó en seguida, pensando en la manera de cumplir con tamaño compromiso en tan poco tiempo, dado lo enorme del terreno.

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Entristecido por lo difícil de la tarea, se sentó en una piedra y vio una parvada de pájaros chajma chan. Habló con el líder de los pájaros y le relató el terrible problema en que estaba metido por amor a una bella joven. Los pájaros lo escucharon y se compadecieron. Le dijeron que ellos realizarían el trabajo de roza y sembrarían todo lo pedido por al padre de la novia convertidos en peones de labranza. Muy contento el novio acudió con el futuro suegro para avisarle que la faena estaba hecha.  Desconcertado, al hombre no le quedó más remedio que darle la mano de  su hija. Como los pájaros-peones estaban hambrientos le dijeron al joven que les diera comida, pero no sabía guisar; entonces ña prometida le dijo que eso tenía fácil solución y tomó un totsin, un colibrí, lo mató, y con la mitad hizo un tezmole que alcanzó para que comieran todos, incluido el padre y sus familiares. Terminada la comida, los novios se fueron a vivir al Nindo Tokoxo.

La suegra de Isabel, que así se llamaba la chica, todos los días le pedía que fuera a la milpa de su marido a traer maíz. Cuando llegaba, arrancaba un elote de cada esquina de la milpa y del centro, los llevaba a la casa de su suegro y, por arte de mágia, se convertían en cinco costales rebosantes de elotes. Asombrada, la suegra decidió espiarla y un día la siguió hasta la milpa. Se dio cuenta de los poderes mágicos de Isabel y de la imposibilidad para doblegarla como era su intención. Un día en que la chica se encontraba sola en la casa y el marido en la milpa, la envidiosa suegra la corrió de la Montaña Sagrada. Isabel salió huyendo, y conforme recorría el campo les iba poniendo nombres a los lugares por donde pasaba: Ndá Ninda, Agua de Zorra; Ndá Cho, Agua Animal, y así sucesivamente.
Esta diosa fue conocida por los antiguos con los nombres de Chjoon Ndave, Na Isabel, Na Lisa y Chjoon Cha Asay. Y a su joven esposo lo llamaron Chikón Tokoxo, el famoso dios y héroe cultural de los mazatecos.

Sonia Iglesias y Cabrera