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Mitos Cortos

De cómo surgieron las hormigas

Hace muchos miles de años, Hach Ak Yum, Nuestro Verdadero Señor, que vive en el plano superior de universo con su esposa, creó a los hombres con barro, dio vida a la selva y a todos los habitantes que la pueblan, y a las plantas que crecen el ella. Una vez que el dios Hach Ak Yum creó a las personas, decidió hacer el amor con su esposa Ak Na’, la Luna, -la fecundadora universal, protectora de la mujeres, que en su telar teje la materia prima de la vida- para tener hijos y que los hombres vieran cómo era aquello se reproducirse, siguieran el ejemplo y se multiplicaran y poblaran la Tierra con muchos lacandoncitos.

Dicho y hecho, el dios creador se apareó con su sagrada mujer y tuvo a Ixchel, Sukun Kyum y Ah Kyantho, además de otros hijos que por haberlo retado faltándole al respeto, exiló a la selva. A estos irreverentes hijos se les llamó los Hijos Rojos, encargos de producir los fenómenos climáticos y meteorológicos: granizos, truenos, rayos, vientos tormentosos, para perjudicar a la humanidad. Pero cuando Ak Na’ dios a luz a su último vástago, empezó a sangrar terriblemente, y su sangre se regó por toda la Tierra. Al ver tanta sangre derramada, el dios creador Hach Ak Yum, desesperado, agarró montones de tierra y los arrojó sobre la sangre derramada por la diosa para tratar de que no se viese. En cuanto la tierra se extendió por el suelo, empezaron a formarse todas las hormigas que habitan el mundo: salieron hormigas rojas, hormigas negras, toda clase de hormigas… fueron innumerables y se distribuyeron por todas partes para formar sus hormigueros y vivir en paz.

Sonia Iglesias y Cabrera


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Mitos Mexicanos

Los mexicas en el mito

Los mexicas no fueron el primer grupo nahua que llegó a poblar la meseta central de México, muy por el contrario, pues fueron los últimos. Cuando llegaron ya se encontraban asentados otros grupos de habla náhuatl emparentados con ellos, lingüística y étnicamente, c desde muy antiguo. Nos referimos a los tepanecas, “los que se encuentran sobre la piedra”, situados hacia el sureste del Valle de México; los acolhuas, asentados al este del lago Texcoco; los chinanpanecas, “los que viven en las chinampas”, sitos hacia el suroeste y los chalcas, “moradores de chalco”, establecidos en el sureste de Valle. Además, se encontraban los grupos de tlatepotzcas, “los que viven a espaldas de los montes”, habitantes de Tlaxcala y Huexotzingo; y los tlahuicas, “gente de tierra, que ocupaban los valles sureños, justamente en las ciudades de Cuernavaca, Oaxtepec y Tepoztlán.

Según nos cuenta el mito, todas estas tribus habían surgido de la tierra y emergieron en Chicomoztoc o “lugar de las siete cuevas”. Naturalmente, el número siete hace referencia a las tribus que comprendía el grupo nahua contando, por supuesto, a  los aztecas o mexicas. Por otra parte, dicho número siempre tuvo un carácter sagrado para ellos, al igual que  para los mayas, para quienes el dios agrario era el Dios-Siete ligado al fenómeno astronómico que determina la estación de las lluvias.

Los aztecas afirmaban que provenían de una ciudad que denominaban Aztlán, “el país del color blanco”, concebido como una isla en medio de un lago rodeado de carrizos y pleno de chinampas –podemos notar fácilmente la similitud con la posterior Tenochtitlan-, en una de cuyas orillas se levantaba el cerro de Colhuacan, “lugar de los nietos-sobrinos”, provisto de las famosas siete cuevas. De la palabra aztlán, derivó el nombre de aztecas; es decir, “la gente de Aztlán”, aun cuando ellos mismos se denominaban mexicas, vocablo proveniente del nombre de su héroe Mexitli, o Mecitli; aunque también usaban el término tenochcas, en referencia a su caudillo Tenoch.

Los aztecas salieron de Aztlán posiblemente en el año de 1168, y llegaron por el norte al Valle de México, para establecerse en la orilla occidental del lago de Texcoco. Otra versión nos cuenta que arribaron, en el año 1256, a un bosque de ahuehuetes que tenía un manantial que brotaba de una fuente. Este bosque se llamaba Chapultepec, o “cerro del chapulín”. En este lugar se asentaron y tuvieron que soportar los continuos ataques de que fueron víctimas por parte de los otros grupos nahuas cercanos a ellos, hasta que éstos consiguieron arrojarlos del cerro. Entonces, vencidos y apesadumbrados, debieron someterse al príncipe de Colhuacan, quien ordenó asesinar a su caudillo. Sin embargo, aun débiles y pobres, los aztecas lograron escapar a esta sumisión y se refugiaron en unas islas situadas en el occidente del lago de Texcoco. Fue en este preciso lugar donde fundaron la Ciudad de Tenochtitlan en 1370, y no en 1325, como se ha creído erróneamente.

Durante los primeros tiempos de la colonización de las islas, los aztecas fueron comandados por el gran Tenoch, a quien debió su nombre la ciudad, que viene a significar “el lugar de Tenoch”. Sin embargo, la etimología de la palabra también se presta para que se la pueda interpretar como “el lugar donde el nochtli (nopal), crece sobre la piedra (tetl).
El mito sobre la población de Tenochtitlan nos refiere que durante el peregrinaje que tuvieron que padecer los aztecas para asentarse definitivamente, dos de sus sacerdotes descubrieron en una isla un manantial de aguas cristalinas, en una de cuyas rocas cercanas se encontraba posada un águila devorando una serpiente, portento que según los sacerdotes constituía una inequívoca señal de que ahí se debía construir un templo a Hutzilopochtli, “Colibrí Zurdo”, y máxima deidad del panteón mexica. Por cierto que, ya construido el gran teocalli, aprisionó entre sus muros al mencionado manantial. Desde el punto de vista simbólico, el águila representaba al sol y al cielo diurno; y la serpiente al cielo nocturno.

Ya fundada la Ciudad de Tenochtitlan, en sus inicios estuvo gobernada por caudillos, para más adelante dar lugar a una etapa monárquica que fuera conformada por once tlatoanis, o jefes supremos, encabezada, en 1376, por Acamapixtli, y terminada, en 1521, por Cuauhtémoc, último baluarte heroico quien fuera ahorcado por el capitán Hernán Cortés en las selvas del Petén, Guatemala, el 28 de febrero de 1525, acusado, injustamente, de conjurar en contra de éste.
Todos los once tlatoanis que antecedieron a Cuauhtémoc se consideraban los herederos culturales de Ce-Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl, soberano tolteca que huyera del territorio mesoamericano, avergonzado por haberse emborrachado y cometido desmanes atroces. El apogeo de la civilización azteca tuvo lugar con el tercer Huey Tlatoani, Izcóatl, Serpiente de Obsidiana, quien, gracias a su acertado gobierno, propició la expansión de lo que, andando el tiempo, sería un gran imperio. Guerrero y conquistador, consiguió sujetar a la mayoría de los pueblos asentados en la región de Mesoamérica.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Mitos Cortos

Riox crea al mundo

Hace muchos miles de años, Riox (Dios) creó al mundo. Para que le ayudara en la manutención de los otros dioses que vivían con el en el Cielo, dio vida a otro ser divino. Cuando Riox creó a los hombres por primera vez los hizo de lodo, pero estaban tan sin consistencia que se caían, no podían voltear para atrás porque su cabeza se les rompía. Tampoco podían hablar. Un buen día los hombres de humedecieron y desaparecieron.
Para llevar a cabo la segunda creación los dioses se reunieron con la Abuela, Ixpiyacoc, y con el Abuelo, Ixmucané, para saber qué hacer. Entonces Riox, El Formador, hizo a los hombres con granos de maíz y madera del árbol tzité. Este seres de madera se multiplicaron y tuvieron muchos hijos, pero como eran de palo no tenían alma ni entendimiento, andaban a gatas sin destino, y no tenían conciencia de quién los había creado. Pasado cierto tiempo, el dios Huracán les envió una inundación y todos los hombres de madera se destruyeron.
En la tercera creación, Riox creó a los hombres de tule y de tzité. Pero eran incapaces de hablar y de entender nada. Una resina que cayó del Cielo y los golpes de armas que recibieron de los dioses por estar tan mal hechos y por ser inútiles, los mató. De estos seres descienden los monos.
La cuarta creación dio inicio cuando Hunahpú y su hermano gemelo Ixbalenqué –hijos del dios Hunhuahpu y de Ixquic- subieron al Cielo para convertirse en el Sol y la Luna. Fue entonces cuando Tepeu, el dios del Cielo, y Gucumatz, el dios de las tempestades, pensaron que había que crear nuevos hombres. Huracán, el dios del viento fue el encargado de llevarla a cabo ayudado por otros dioses. Los hombres fueron hechos de maíz blanco y amarillo. Ixmucane, la Abuela diosa del maíz, hizo nueve bebidas con maíz blanco y amarillo y se las dio a beber a los nuevos hombres para darles fuerza.
El universo está formado por dos planos: en el superior habitan los dioses, los ángeles, los apóstoles, y el Diablo y sus ayudantes. En el plano de abajo moran unas personas muy pequeñas que tienen los pies chuecos, los seres humanos antepasados de los tzotziles, y otros dioses que son diferentes a los que viven arriba. Fue Jesucristo quien puso en la Tierra, en el plano bajo, a esas personas pequeñitas. Pero como no estaban conformes los dioses el Apóstol-Obispo fue nombrado para que le dijera a Riox que pusiera a los seres pequeñitos y a los antepasados de los tzotziles en la parte de arriba. Riox accedió cuando se dio cuenta que los pequeñitos no veneraban ni rendían culto a los dioses, ya que el ser tan chiquitos les impedía cargar imágenes en las procesiones, a más de que tenían muy poco fe y respeto por los dioses, no sabían comer como es debido y carecían de educación. Ante estos hechos Riox accedió al cambio y mandó a los seres pequeñitos al plano superior, con la condición de que debían venerar y rendir culto a los dioses, de lo contrario regresarían al plano inferior. Los antepasados de los tzotziles estaban contentos, pues en la parte baja la vida era muy difícil, había mucha hambre, y cuando el Sol pasaba el calor era terrible y se tenían que cubrir con lodo y esconderse en las cuevas para no morir quemados.

Sonia Iglesias y Cabrera


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Leyendas de Terror

Las brujas de Naica

Naica es una ciudad del estado norteño de Chihuahua situada en el Municipio de Saucillo y dedicada a la minería desde el siglo XVIII. Aparte de su destacada producción de plomo y de su famosa Cueva de los Cristales de Selenita, es conocida porque es una ciudad maldita plagada de brujas que se la pasan haciendo daño a los sufridos mortales. Si las personas no toman las debidas precauciones y se recogen en sus casas antes de la diez y media de la noche, es muy posible que se arrepientan de por vida, si es que la conservan. Las brujas, esas malas pécoras, salen de las minas abandonadas en forma de bolas de fuego voladoras, para llevarse a las niñas.

leyenda de terror brujas

Monserrat era una muchacha rubia, espiritual, frágil, delgada y etérea como un nebuloso ectoplasma que vivía en Naica. Obediente y dulce, todo el pueblo la apreciaba y la quería, sus padres la adoraban. Tenía la niña la costumbre de llevar siempre una camelia en el pelo. Pesar de su corta edad, pues solo contaba con diez y seis años, trabajaba en la panadería de don Isidoro, un español panzón y apestoso que había llegado a la ciudad de Naica deseoso de “hacer la América” y lo había logrado. Monserrat era la encargada de hacer el pan de bizcocho en la panadería, pues habilidad no le faltaba ni tampoco conocimientos que adquirió de su abuela doña Catarina, buena repostera ya fallecida.

Monse, como la llamaban de cariño, salía de su trabajo a las nueve de la noche y se dirigía tranquilamente a su casa. Una noche de Luna llena, Monse se desvió un poco de su camino acostumbrado, para ir al lago a ver cómo la Luna se reflejaba en su superficie. Tan extasiada se encontraba gozando del espectáculo que se olvidó de la hora. Cuando tomó conciencia de su impertinencia, la campana de la iglesia sonaba las doce de la noche. Montserrat observó que de las montañas mineras se desprendían bolas de fuego que se acercaban rápidamente a la ciudad, trato de corre pero no pudo, una de las bolas se acercó a ella, se transformó en una horripilante y repugnante bruja que la tomó por la cintura, le mordisqueo el cuerpo y se la llevó. Nunca nadie supo más de Monse, pero todos sabían que las brujas se llevaban a las mujeres jóvenes para convertirlas en futuras brujas. Ese fue el horrendo destino de la panaderita, confirmado cuando cerca de lago encontraron una camelia marchita… Monse se había convertido en una espeluznante bruja de Naica.

Por Sonia Iglesias y Cabrera

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Mitos Mexicanos

Tatei Urinaka, el universo

Tatei Urinaka, el mundo-diosa, está formado por una calabaza a la que circundan cinco hermosos mares, y  dividida en cinco regiones donde habita un dios poderoso cuyo nombre no se conoce. Tatei Urinaka es de índole femenina, simboliza la fertilidad y la matriz. Abajo de la calabaza se encuentra una zona cóncava, Heriepa, ahí moran los seres humanos. En la parte de hasta arriba de la calabaza está el Cielo, una puerta que da acceso al mundo de los muertos. La parte baja de la calabaza cobija al Inframundo: Watet Uapa, cavidad oscura y acuática. Las tres partes están regidas por el movimiento del Sol, Tau, que baja del Cielo hasta el mar, continúa su recorrido por debajo de la calabaza y vuelve a subir por una escalera mágica llamada Umumui por la montaña situada en el Este.

Los límites del mundo están marcados por rocas situadas en cada punto cardinal. Cada punto está regido por una deidad de la cual toma su nombre: el Norte, Tzakaimute; el Sur, Rapaviemeta; el Oeste, Haramara; y el Este, Nariwame.
La Tierra, Heriepa, es femenina, surgida del sacrificio de la dios Tatei Urianaka quien copuló con Kauyumarie, el Ciervo-Sol, y su vientre se ensanchó lo suficiente para formar a la Tierra, a quien Tatewari, el dios del fuego, dividió en cinco rumbos cardinales al mando del Sol  cuidados por venados: en el Norte está Narihuame; en el Sur, Ushikuikame; en el Este, Kauyumarie; y en el Oeste, Watemukame. La Tierra, aunque de índole femenina, está gobernada por cuatro venados machos.

El Cielo, Taheima, de índole masculina, está formado por la deidad Tatei Werika Wimari, Joven Madre Águila, el espíritu el Cielo, surgida de una sombra de Kauyumarie. Esta diosa se representa como un águila de dos cabezas que irradia energía entre ellas, y de la cual se creó el Cielo. Esta diosa-águila se encuentra en el centro del firmamento y se encarga de cuidar la entrada a la región de los muertos. El Cielo es inmaterial, ventoso. Cerca del Sol, vive la Luna, llamada Mezeri. Debido a la lunación que dura veintiocho días, el Cielo tiene características masculinas y femeninas. El Sol es más poderoso que la Luna, sube al Cielo por el Este por medio de cinco pasos sagrados que lo llevan hasta la cima de la montaña Rreunar: Sheiwitari, Jutariaka Niwetari, Jairaka Niwetari, Nairaka Niwetari, y Ashuwirieka,  llega al Oeste donde se mete en el Inframundo. Al dejar la Tierra, el Sol por cuatro mares hasta que llegar al quinto. Un mar rojo lleno de flamas y espuma candente donde se introduce en un hoyo para adentrarse al Inframundo. Cuando desciende, se provocan enormes olas que llegan hasta el Cielo. El mundo celestial está gobernado por las águilas que son tan importantes como el Sol. En el centro se encuentra Tatei Werika Wimari, que tiene a su lado dos águilas más pequeñas rodeadas por otras más que se sitúan en cada uno de los puntos cardinales: Shurike (Sur), de plumas negras bordeadas de blanco; Piwame (Norte) de color gris con blanco; Kuishutasha (Oeste) de color amarillo y blanco; y Japuri (Este) rosa y negro. Todas las diosas femeninas del Cielo están relacionadas con el Sol. Arriba del Sol se encuentran las estrellas que surgieron por las chispas que produjo el astro cuando ascendió por primera vez al Cielo, de la cual la más importante es la Estrella de la Mañana y dos constelaciones: Simanixi, La Cabra, y Nivericate, La Campana. Las estrellas acompañan al Sol en su recorrido diurno, como cristales de roca que representan a las almas de los antepasados, pero se quedan en el Cielo cuando el Sol debe pasar por el Inframundo.

A su vez, el Inframundo, Watet Uapa conlleva el concepto de los cinco mares, cual cinco regiones llenas de serpientes, algunas de las cuales atacaron al Sol al inicio de la Creación. Los mares, llamados Tatei Haramara, tienen una amante que es una roca llamada Washiewa, situada frente a las costas de Nayarit. Cada uno de los mares está asociado a una deidad que lo rige, sus nombres son: Shewitemaka, Jutariakamaka, Jairakamaka, Nauriakamaka, y Aushiviriamaka. Es en Watet Uapa donde los antepasados vivieron cuando aún no tenían forma definida; está gobernado por el dios de la muerte, Tukákame, asociado con los animales de la noche que acechan al Sol en su trayectoria nocturna. Por eso siempre va vigilado por Tatewari. Cuando el Sol entra en el Inframundo debe pasar por Shiraunita, un mar de ruido; por Mayashure, el lugar de los precipicios; por Paritauta, la tierra de la oscuridad; y por Werikamuta, el lugar del águila que sube. En el Inframundo también mora Tatewari, el dios del fuego y Nakawé, la diosa máxima de los huicholes.

Sonia Iglesias y Cabrera


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Mitos Cortos

De cómo obtuvieron el fuego los yaquis.

En tiempos muy antiguos no existía el fuego. Los indios yaquis, los animales terrestres, acuáticos, y aquellos que vuelan lo desconocían y no podían disfrutar de sus beneficios. Cierto día, todos los habitantes de los pueblos yaquis, junto con los animales decidieron efectuar un gran concilio para averiguar por qué no había fuego decidir la mejor manera de conseguirlo. Aunque carecían de este necesario elemento, estaban conscientes de su existencia y de que en algún lugar lo podían encontrar. Pensaron que tal vez se encontrara en alguna isla o en sitio dentro del mar.

En el concilio se acordó que fuera Bobok, el Sapo, el encargado de buscar el fuego. Enseguida, el Correcaminos, el Perro y el Cuervo se ofrecieron a ir con el Sapo y ayudarlo en su búsqueda. Sin embargo, aunque su ayuda era valiosa ninguno de estos animales era capaz de sumergirse en el agua sin morirse como lo podía hacer Bobok.

El Dios del Fuego lo tenía muy bien guardado dentro del mar, no permitía que nadie se lo llevase, para ello enviaba rayos y centellas a quien trataba de robar un poco de fuego y morían calcinados.

Sigilosamente, Bobok se metió al agua, encontró el lugar donde el dios guardaba el fuego, y se lo robó metiéndose un poco en la boca. Cuando se dio cuenta el Dios del Fuego, le envió los rayos y centellas que hacían mucho ruido y producían muchos destellos. Pero Bobok no se amilanó y continuó su camino, pues sabía que dentro del agua no corría peligro. De repente se formaron muchos remolinos en el agua con basura y desperdicios de madera, pero Bobok siguió nadando nada lo detenía.

En cierto momento, Bobok vio que había muchos sapos que le acompañaban nadando junto a él, todos cantaban felices y llevaban un pedacito de fuego en la boca. Eran los hijos de Bobok que le ayudaban en su noble tarea y se habían pasado pedazos de fuego unos a otros.

Al poco tiempo llegaron todos los sapos a la Tierra de los yaquis, donde estaban esperando Correcaminos, Perro, y Cuervo. A cada uno Bobok les dio un poco de fuego. Pero el Dios del Fuego se dio cuenta y les envió a los animales sus rayos mortales. Sin embargo, la cantidad de sapos que llegaba con fuego en la boca era impresionante, iluminaron todas las cosas y le pusieron fuego a los árboles y a las rocas. Desde entonces los yaquis pueden hacer fuego pues saben que dentro de las ramas de los árboles se encuentra el fuego necesario para su supervivincia.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Mitos Mexicanos

El regalo del Padre Sol. Mito tzotzil.

En la Primera Creación la pareja humana inicial fue hecha de barro. Cuando los hijos de sus descendientes tenían seis meses de nacidos, se los comían, una vez que los habían hervido en agua. Este hecho enojó al Padre Sol quien mató a la pareja y castigó a los hombres enviándoles un horrible diluvio de agua hirviendo. Los hombres rompieron sus ollas para que sus espíritus pudieran escapar. Vino una terrible oscuridad y todos murieron devorados por las serpientes, los pumas y los jaguares que nacieron en esa oscuridad. Pero los niños no murieron, sino que les salieron alas y se convirtieron en pájaros. Los pocos hombres que lograron salvarse se fueron a refugiar a las cuevas y a las montañas. Los que se fueron a  éstas, comieron frutas, plantas silvestres y bellotas, por lo que se convirtieron en ardillas y monos. Los que se escondieron en las cuevas comieron bulbos y plantas. Ese fue el castigo que les dio el Padre Sol por no haber muerto en la inundación como él les ordenara. Además, los convirtió en mapaches, a quienes ya se les olvidó que un día fueron hombres. Por eso se meten a las milpas a comerse el maíz tierno. Una mujer sobrevivió porque se subió a la cima de un cerro con su perro, hizo el amor con él obligándolo, y quedó embarazada. Así surgieron los ladinos (mestizos). Los únicos que se salvaron de tal inundación fueron los sacerdotes, porque eran monos araña y aulladores que se subieron a los árboles.

Y los hombres fueron creados

En la segunda creación, el Padre Sol dio vida a un segundo hombre hecho de madera labrada, que pudo hablar en cuanto estuvo terminado. El Sol le dio un instrumento de madera con una sola cuerda, pero como el hombre no supo cómo tocarlo, el Padre le rompió las manos y los pies, pero luego les hizo otros. De puro gusto, el hombre se puso a bailar. Después el Sol le construyó una casa y le dio una mujer. En esa casa vivieron y se multiplicaron; así fue como surgieron los seres humanos. Pero como no sabían hacer nada ni hablaban, el Padre Sol les envió otra inundación de la que tan solo se salvó una pareja que se metió en una caja. Poco a poco, las aguas se retiraron y surgieron los valles, las cuevas, los cerros; pero también los demonios y las serpientes. El Sol se llevó a su casa a la pareja que se había salvado y le preguntó si quería quedarse con él. Como ellos no quisieron porque le reprocharon que casi los hubiera matado, el Sol se enojó y los convirtió en monos. Y volvió a desaparecer la raza humana

La inundación destruyó todo menos a los reptiles: la serpiente de cascabel, la serpiente-oveja y la ballena, porque el dios que vivía en la parte subterránea, se los llevó con él y los alimentó. La comida que les dio los transformó en pollos, pero luego volvieron a su estado normal y se fueron a sus propias cuevas.

En la Tercera Creación el Padre Sol dio vida a Adán y Eva. Los hizo de barro; iban desnudos y no tenían casa ni comida. Como la Tierra era plana, el Padre Sol envió un terremoto que le dio relieve. Pero la Tierra seguía cubierta de agua, y el Sol pidió a los dioses subterráneos que hicieran cauces para los ríos y le ordenó a los mares que se evaporaran lo suficiente para dejar libre a la Tierra de tanta agua. Con la leche de sus senos, la Virgen salpicó a la Tierra, y a las gotas les salieron raíces y plantas que luego dieron papas. Pero Adán y Eva no sabían comérselas y la Virgen les enseñó. De su collar roto se crearon los frijoles, y de la sangre del talón del Sol, los chiles. De su ingle y de su  axila, el Padre se cortó un trozo de carne que se convirtió en maíz, el cual regaló a los hombres a quienes gustó mucho. Después, los seres humanos aprendieron a sembrarlo y a cosecharlo, a hacer casas, vestidos, cocinar y criar cerdos y aves. Como estos hombres no tenían hijos, trataron de hacerlos de madera, pero existía el problema de que no podían caminar ni hablar  por ser de palo. Para que aprendieran a hacer hijos de verdad, el Sol les envió un mensajero que les enseñó a hacer el amor. Pero no se dieron cuenta de que el mensajero era un demonio que se había acostado con una mujer casada para enseñarles bien cómo se debía hacer el amor. El marido de la mujer se enojó y le prohibió ver al mensajero.

Los hombres, que ya sabían hacer fiestas, bailar y cantar, decidieron hacerle una fiesta al Padre Sol en el atrio de la iglesia, porque les había dado herramientas de trabajo como machetes, hachas y azadones. Las herramientas tenían la facultad de trabajar solas, por lo que los hombres no hacían nada porque no sabían cómo emplearlas. Los dioses del Inframundo hablaron con el Sol y le dijeron que eso no estaba bien, que si los hombres no trabajan no se cansarían y entonces no le rezarían. Entonces, el Dios Padre les ordenó a los hombres que trabajaran y lo adoraran. Todos los hombres hablaban español. Pero como se peleaban mucho entre sí, el Padre ordenó que se separaran en grupos y que cada uno empleara una lengua diferente. Así aprendieron a hablar tzotzil. Pero el Padre Sol no estaba conforme, ya que los hombres eran malos y estúpidos, por lo cual mandó un terremoto y lo destruyó todo. Esta vez el Padre Sol creó el mundo actual. En él aparecieron todas las costumbres y tradiciones de los indios tzotziles. Este mundo actual cuenta con 150 o 400 años.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Las larvas doradas. Mito xochimilca.

Hubo un tiempo que Xochimilco padeció una gran sequía y el sol calcinaba todo cuanto tocaba. No había alimentos y los macehuales morían de hambre. Fue entonces cuando los tlamati, los sabios, decidieron subir a lo alto del Cerro de la Estrella, el Citlaltépetl, a fin de acercarse al Cielo, al Omeyocan, Lugar de la Creación Dual, donde moran Ometecuhtli y su esposa Ometecíhuatl, y pedir a ambos dioses que propiciaran la lluvia que tanta falta hacía. Pero los sabios esperaron en vano: no hubo respuesta divina.

Pasaron varias noches, hasta que  de la Vía Láctea, la Iztacmixcóatl, llegó una voz que les decía que Mixcóatl, Dios de las Tempestades y de la Caza, les enviaría las tan ansiadas lluvias, y que Citlalnenque, la Estrella Viajera, les daría el tlaol, el maíz, para que les sirviera de sustento. Pero todo ello a condición de que cuando murieran sus almas no podrían ir al Sol, sino que irían a radicar en la Iztacmixcóatl, la Serpiente Blanca de Nubes. En ese preciso momento Ehécatl, Dios del Viento, atrajo muchos nubarrones sobre la Tierra, Tlalli, y del centro de la Iztacmixcóatl surgió la Citlalnenque, que iluminó y mojó la quemada Tierra con su cabellera. Cuando pasó por el Cerro de la Estrella arrojó a los sabios el Citlalcuítlatl, el Excremento de las Estrellas, que los dejó sin sentido. Cuando lo recobraron, los sabios vieron que en el lugar donde había caído el Excremento Sagrado había larvas doradas que unas hormigas negras se llevaban a varios lugares, y se sepultaban con las larvas en la tierra húmeda y fértil.

Mito corto de mexico - larvas doradas

Pasó un cierto tiempo y de la tierra brotaron retoños de maíz y de frijol que provenían de las doradas larvas que habían obsequiado a los sabios los dioses de la dualidad, por medio de la hermosa cabellera de la Citlalnenque, la Estrella Viajera.

Sonia Iglesias y Cabrera