Categorías
Tradiciones

La Fiesta de la Epifanía y los Reyes Magos.

El día de los Santos Reyes, tan deseado y esperado por los niños, se celebra el 6 de enero. Por la mañana, muy tempranito, los infantes abren los regalos que los Reyes les dejaron junto al zapato que colocaron cerca del nacimiento o el árbol de navidad. Hacia el atardecer, la familia partirá la famosa “rosca” en compañía de sus más cercanos amigos, saboreando una taza de espeso y espumoso chocolate, siempre tan agradable a nuestros paladares.

El día 6 se conmemora la Epifanía o epiphaneia, vocablo que en lengua griega significa “aparición”, “manifestación”. Este día recibe tal nombre ya que en tiempos muy antiguos se conmemoraba el nacimiento de Jesucristo, y la visita que recibiera por parte de los Reyes Magos llegados de tierras orientales.

La primera festividad de la Epifanía se celebró por primera vez en Egipto en un año que nos es desconocido, pero cuyo día coincidía con los rituales que el pueblo egipcio llevaba a cabo por el descenso de las aguas del río Nilo, que crecía e inundaba los campos cada año. El mismo 6 de enero se conmemoraba el nacimiento del dios Horus, hijo de Isis y Osiris, adorado y venerado como el Sol Naciente.

Asimismo, en Alejandría, capital y puerto de Egipto fundados por Alejandro Magno en 331 a.C., el día Tybi, 11 del calendario egipcio que corresponde a nuestro 6 de enero, el pueblo tenía la costumbre de recoger agua del Nilo y guardarla, ya que se consideraba que en este día el agua tenía el poder de convertirse en vino, creencia que coincide con el primer milagro de Cristo cuando transforma el agua en vino durante las bodas de Canaán.

Fiesta reyes magos en MexicoLos antiguos cristianos coptos, sirios, griegos y armenios el 6 de enero bendecían las aguas de cualquier río cercano a sus lugares de asentamiento, para utilizarlas todo el año en la ceremonia del bautismo de los llamados neófitos; es decir, aquellos conversos recientemente bautizados.
Hacia la primera mitad del siglo IV, la Iglesia de Oriente tomó la decisión de festejar el nacimiento y el bautizo de Jesús el día 6 de enero, al que denominó por tal causa Día de la Epifanía. La liturgia de la fiesta era muy sencilla: la noche del 5 al 6 estaba consagrada a honrar el divino nacimiento; y toda la mañana del 6 se dedicaba a conmemorar el bautismo del Niño Jesús.

A decir del sirio Efrén, Padre de la Iglesia nacido en 373, por la noche se celebraba la Natividad, la Adoración de los Pastores y la Aparición de la Estrella. Al otro día, la Adoración de los Reyes Magos y el bautismo de Cristo en las aguas de Jordán. Para este día, las casas se adornaban con una corona de adviento –símbolo del transcurso de las cuatro semanas de la llegada del Redentor-, puesto se trataba de la fiesta más importante de la cristiandad.

De este mismo siglo data un documento descubierto en Egipto que contiene la oración litúrgica más antigua que conocemos, y que el coro de la iglesia debía responder a la lectura bíblica del nacimiento de Cristo, la huída de Egipto de la Sagrada Familia, y su regreso a Nazaret:

Nacido en Belén,
Criado en Nazaret,
Vivió en Galilea.
Cuando el sacerdote leía en la Biblia la parte en que los Reyes Magos se acercan a adorar al Niño Dios, el corro cantaba:
Hemos visto la señal en el Cielo,
de la estrella luminosa.

Después, el coro mencionaba el regocijo de los pastores ante el nacimiento del Señor:
Los pastores que pacían sus rebaños
En los campos, se asombraron,
Cayeron de rodillas y cantaron:
¡Gloria al Padre!
¡Aleluya!
¡Gloria al Hijo y al Espíritu Santo!
¡Aleluya, Aleluya, Aleluya!

Existe un interesantísimo testimonio de una romana noble llamada Egeria, quien viviera durante tres años en la ciudad de Palestina. En él nos relata la fiesta de la Epifanía en la que en la noche del 5 al 6, un obispo, sus clérigos y feligreses, acudían a la gruta en la que había nacido el Niño Jesús para rezar hasta el amanecer. Iniciado el día, todos regresaban al Templo de la Resurrección cantando himnos en honor al Salvador y por la gloria de Dios Todopoderoso. El templo se iluminaba con velas y cirios. Se cantaban salmos y se decían plegarias. Hacia las once de la mañana se hacía un alto y se descansaba hasta el mediodía, tiempo en que continuaban los rituales por muchas horas más, para terminar contando un himno compuesto por Efrén.

Sonia Iglesias y Cabrera

Categorías
Leyendas Mexicanas Varias

La Banda del Automóvil Gris. Leyenda urbana.

En el año de 1915, un grupo de famosos ladrones fue conocido como La Banda del Automóvil Gris. Se presentaba en domicilios particulares de gente adinerada, y en comercios importantes para atracarlos. Los integrantes de la banda se presentaban con órdenes de cateo oficiales –pero ilícitas- , vestidos con uniformes carrancistas –verídicos- , y cometían los asaltos. Una vez efectuado el delito, se subían a un vehículo gris, un Fiat modelo 1914, y huían prestamente, hacia los barrios pobres de la Ciudad de México. La situación de inseguridad que reinaba en el país por esos tiempos revolucionarios, era propicia para cometer toda clase de delitos, pues la inseguridad social era absoluta. El gobierno efectuaba numerosos cateos en busca de armas y enemigos, verdaderos o no, lo cual favorecía la tarea delictiva de la Banda del Automóvil Gris. Los ciudadanos vivían asustados e indefensos ante tal situación, un poco como ahora.

A la banda la dirigía Higinio Granda, quien organizaba los robos y los temibles secuestros, en combinación con algunos generales carrancistas que se encontraban involucrados. Ya de por sí la entrada de Carranza y su gente, los “carranclanes”, a la capital produjo pánico debido a los saqueos y crímenes que cometían, razón por la cual, los verbos “robar” y “carrancear”, llegaron a ser sinónimos. Las órdenes de cateo utilizadas por la banda estaba firmadas nada menos que por el general Pablo González, lugarteniente de Venustiano Carranza. Este hecho era conocido por don Emiliano Zapata, quien en una carta abierta dirigida a Carranza, denunciaba: Esa soldadesca… lleva su audacia hasta constituir temibles bandas de malhechores que allanan las ricas moradas y organizan la industria del robo a la alta escuela, como lo ha hecha ya la célebre mafia del “automóvil gris”, cuyas feroces hazañas permanecen impunes hasta la fecha, por directores y principales cómplices personas allegadas a usted o de prominente posición en el ejército. Su voz no fue escuchada.

Aparte de Higinio Granda, formaban la banda Santiago Risco, Bernardo Quintero, agricultor de Almoloya, Aurora García Cuéllar, de 24 años, Rafael Mercadante, uno de los principales jefes, Ángela Agis (o Sánchez) de Apan, Hidalgo, y amante de Higinio. Había otros participantes entre los que se encontraban extranjeros, pues entre ellos había cuatro españoles. Todos los integrantes habían escapado de la Cárcel de Belem de la Ciudad de México. El mismo Higinio Granda había huido de ella disfrazado de mujer, a raíz del asalto a la Cárcel por parte de los generales Félix Díaz y Manuel Mondragón, realizado a fin de liberar a Bernardo Reyes y derrocar a Francisco I. Madero. El golpe fracasó, pero un grupo de presos aprovechó la intentona para escapar: los futuros integrantes de la banda.

Ya organizada la banda, el primer golpe que dio fue al Tesoro de la Nación. Una noche se detuvo el Fiat gris frente a la Tesorería. Un guardia le ordenó al chofer moverse de ahí, el vehículo avanzó unos metros, se detuvo, y salieron dos “soldados”: José Fernández y León Cedillo, más cuatro “policías” que eran Risco, Granda, Oviedo y Chao. En el Fiat solamente quedaron dos ladrones. Mientras los bandidos explicaban al guardia que venían a aprehender a unos subversivos que vivían cerca de ahí, del carro bajo el Pifas, un cerrajero excelente y amoral, y abrió los candados de la reja, al tiempo que los mafiosos liquidaban a los otros guardias que se encontraban dentro de la Tesorería. Una vez que entraron, el Pifas abrió las cajas fuertes, y se llevaron en costales todo el contenido en dinero y alhajas. Como inicio era un buen inicio.

Entre los muchos hechos delictivos que cometieron, destaca el llevado a cabo en la casa del ingeniero Gabriel Mancera, en las calles de Donceles número 94 de la Ciudad de México. Mancera era un rico minero nacido en el estado de Hidalgo, quien contaba con varios fundos en Mineral del Chico, Hidalgo,  a más de ser dueño de varias fábricas de textiles en Tulancingo, y propietario de los ferrocarriles Hidalgo y del Noroeste. Lo robado a Mancera, quien fuera en su momento presidente municipal de Pachuca y diputado, ascendió a 434,960 pesos. En el botín se encontraba un collar de esmeraldas que pasó a adornar el cuello de la Gatita Blanca, María Conesa, primera triple española del Teatro Principal, obsequiado por Pablo González de quien fuera amante, o quizá por el mismo Higinio, con el que también tuvo sus quereres.

Los facinerosos empezaron a vigilar las casas de  mujeres solas, sin hombres en ellas, como fue el caso de la señora Carmen viuda de Rocha, y de Fabiola, su bella dama de compañía. a Fabiola Bernardo Quintero la enamoró. Al poco tiempo de hacerle la corte, se presentó en la casa de su “amada” vestido de militar. Ante el asombro de la chica, Bernardo le dijo: -¡Hazte a un lado, preciosa, que venimos a asaltar a tu patrona! Maniatándolas, procedieron a desvalijar la casa. Antes de irse Bernardo quitó el pañuelo que silenciaba  la boca de Fabiola y le dio un beso de despedida. Recordemos que la chica era guapa.

Después de muchos secuestros y robos, la banda fue apresada y se ordenó el fusilamiento de los diez cabecillas más importantes, quienes fueron condenados a pena de muerte por dos robos de los ocho de que se les acusaba. El primero en ser aprendido fue León Cedillo, quien chivateó y denunció a los demás. Granda logró escapar, y nunca se supo nada más de él. Dicho fusilamiento se encomendó al comandante militar de la Ciudad de México, el general Francisco de P. Mariel, revolucionario que llevó a cabo el levantamiento a favor de Francisco I. Madero en Huejutla, Hidalgo. Un poco de tiempo antes del fusilamiento, Pablo González conmutó la pena de muerte a José Fernández, Rafael Mercadante, Francisco Oviedo, Luis Lara y Bernardo Quintero. La ejecución de los demás integrantes de la Banda del Automóvil Gris quedó inmortalizada en una fotografía tomada por el famoso fotógrafo Agustín Víctor Casasola.

Poco tiempo después del fusilamiento, Pablo González Garza, se dedicó a preparar el asesinato de Emiliano Zapata, acontecido el 10 de abril de 1919, en la hacienda de Chinameca, Morelos.
 
Corrido de la Banda del Automóvil Gris
Señores tengan presente,
lo que les voy a cantar,
sobre esa banda de gente,
que asalta la Capital.
Será que el Diablo la ayuda,
a tanta mala acción,
o los mismos generales,
de la Revolución.
Dicen que todos salieron,
de la cárcel de Belén
y que rodean a las casas,
por encargo de la ley.
Y andan esos rateros,
en un automóvil gris,
robando tanto dinero
y joyas hay que decir.
 Unos son mexicanos
y otros no lo son
soldados y policías
¡cristianos sin corazón!
Señores pongan cuidado,
que les daré un pormenor,
son peores que un terremoto
y el jefe es un español.
Con órdenes de cateo
saquean la Capital,
cogiendo todo lo ajeno,
buscando un arsenal.
Todita la gente tiembla,
sin hallar ni qué pensar,
con estos hijos de Gestas,
Dios mismo se debe cuidar.
Ni toda la artillería,
del Palacio Nacional,
salvó a la Tesorería
de un robo sin igual.
Señores ya me despido,
que sigan sin novedad
cuídense de los vecinos
y de la autoridad.

Sonia Iglesias y Cabrera

Categorías
Mitos Cortos

K’urhikaueri, Gran Señor del Fuego. Mito purépecha.

Un mito purépecha nos cuenta que al principio de los tiempos no había nada, todo era oscuro, todo era un gran círculo sin principio ni final. De pronto, de ese fondo oscuro surgió un rayo de luz que creció y creció hasta formar una gran bola de fuego que rompió la oscuridad en infinidad de pedazos. Del centro de la gran bola de fuego salió el dios K’urhikaueri, o Curicaveri, Gran Señor del Fuego, el Sol, dios de la guerra, benefactor de los humanos; y la diosa Kuerahuáperi: principios creadores masculino y femenino. Junto a ellos apareció  un soplo divino llamado Kuritacaheri.

Kuerehuáperi con el tiempo se volvió una hermosa muchacha y el Gran Señor del Fuego se enamoró de ella. Para hacerle la corte, le mandó rayos de luz que se le quedaron a la diosa en su frente, en su matriz y en sus dos manos. Entonces, la diosa se convirtió en Nana Kuerajperi, la Madre de la Creación, que dio nacimiento, en una tremenda tormenta, a todas las cosas: Tierra, montañas, árboles, ríos, lagos… Kuerahuáperi, Desatar en el Vientre, La que Da la Vida y la Muerte, tuvo cuatro manifestaciones o hijas, que son las cuatro nubes de las direcciones-colores, que pueden otorgar vida con su lluvia o destrozar los sembrados con los aguaceros y las granizadas. La más importante manifestación de la diosa madre fue su hija Xaratanga, Luna Nueva, relacionada con la fertilidad. Ella es la renovación de su madre, la Luna Menguante.

Sucedió que un día, la luz y la oscuridad chocaron, y del choque se formaron cuatro rayos que se dirigieron hacia los cuatro puntos cardinales. Entonces, el dios creador tomó la lumbre y le dio la forma de una esfera luminosa para que iluminara al mundo. La llamó Tata Huriata, Señor Sol. Poco después, K’urhikaueri decidió crear a Nana-Kutsi, Señora Luna, para que le ayudara a alumbrar la parte de la Tierra donde todavía había oscuridad. Así surgieron el día y la noche, que alumbraban al mundo alternativamente, con más o menos intensidad.

Pero Tata-Huriata se enamoró perdidamente de Kutsi, y al unirse en un abrazo fecundo, formaron el primer eclipse de que se tenga noticia. De un segundo parto nacieron las flores, los árboles, las plantas; es decir, la flora que se encuentra en nuestro planeta. Entonces, la diosa parió por tercera vez y dio a luz a todos los animales que eran muy hermosos, pero que carecían de raciocinio. De un cuarto parto, surgieron los hombres y las mujeres, quienes ya contaban con el raciocinio que les permitía distinguir la maldad de la bondad; lo más importante ocurrió cuando la diosa creadora les otorgó la palabra, uandakua; o lo que es lo mismo, la posibilidad de comunicarse, entenderse, e intercambiar ideas, facultad exclusiva de los seres humanos. Así como la diosa enviaba las lluvias y las semillas, también era capaz de provocar las sequias, que causaban tremendas hambrunas. Nana-Kutsi la que anunció la llegada de hombres extranjeros a la Tierra, augurio que los otros dioses no le creyeron…

Sonia Iglesias y Cabrera

Categorías
Leyendas Cortas

Itzpapálotl y las mariposas. Leyenda prehispánica.

A las mariposas en general, los mexicas las consideraban como las almas de los niños que visitaban la Tierra desde el Tlalocan; genéricamente, les otorgaron el nombre de Micpapálotl (Ascalapha Odorata), Mariposa del Mictlan, tal vez debido a su  hermoso color negro.  Fueron el símbolo del renacimiento y de la regeneración de los hombres. Según la escatología, los guerreros, después de pasar cuatro años en el Tonatiuh Ilhuicac, la morada celeste del Sol, regresaban a la Tierra en forma de hermosas y coloridas mariposas, para obtener el néctar de las flores con que alimentarse. Los muertos se convertían en mariposas y visitaban a sus familiares para protegerlos de los males que pudieran aquejarlos. Las mariposas volaban alrededor de la casa y de las flores. Los mexicas consideraban que era de mala educación oler un ramo de flores por arriba, se debía inhalar el aroma por un costado, pues la parte de arriba se reservaba para que las almas de los muertos disfrutaran oliendo la flor libremente encarnados en mariposas.

Los mexicas dieron diferentes nombres a las fases que comprende la vida de las mariposas. El huevo de la mariposa recibía el nombre de ahuauhpapalotl, de ahuautli amaranto, por la semejanza que presentaba con la semilla; a la larva la llamaron ocuilin; al capullo se le conocía como cochipilotl, etapa de sueño; y la mariposa adulta  papálotl. Asimismo, distinguieron varios tipos de mariposas: la iztpapálotl; la ixtapapálotl, mariposa blanca; la ichcapapálotl, mariposa de algodón; la matlalpapálotl, mariposa azul; la cospapálotl, mariposa amarilla; la xiquipilchiupapálotl, mariposa que hace bolsas; la zoquipapálotl, mariposa de lodo; la tzonincanpapálotl, mariposa que se para de cabeza, la tzahuanpapálotl, mariposa pájaro; y la quetzalpapálotl, o mariposa monarca.

La Itzpapálotl, Mariposa de Obsidiana, tenía en sus cuatro alas triángulos de color blanco. Era la advocación de la Diosa Madre Tlazoltéotl (Toci, Tonan, Coatlicue, Teteo Innan, o Ciuhuacóatl-Quilaztli) patrona de las cihuateteo, mujeres muertas durante el trabajo de parte, habitantes del paraíso de occidente, diosa madre de la guerra y de los sacrificios humanos. Miguel León-Portilla nos dice: Mariposa de Obsidiana es la tierra personificada en su maternidad; en su regazo abarca a los vivos y muertos: para nutrir a los primeros, para transformar a los segundos…

A Itzpapálotl se la representaba como fuego;  el mismo dios del fuego, Xiuhtecutli, Señor de la Hierba, llevaba un adorno en el pecho en forma de una mariposa de obsidiana. En el Códice Borgia II se la puede ver dibujada con la cabeza de una calavera, pues se creía que si una mariposa negra, Itzpapálotl, entraba en una casa era señal de muerte entre los habitantes. En los códices Borbónico y Telleriano se la dibujó relacionada con un árbol roto, mismo que simbolizaba  Tamoanchan, el lugar al que accedían las mujeres muertas en el primer parto. En todos los códices mencionados, Itzpapálotl tiene la mandíbula rota propia de las cihuateteo, las almas de las mujeres nobles muertas en el parto. Según un mito, el poderoso Quetzalcóatl apareció por primera vez en el mundo dentro de una crisálida, de la cual emergió, dolorosamente, a la luz de la perfección simbolizada por una  mariposa.

Sonia Iglesias y Cabrera

Categorías
Tradiciones

La Navidad. V. El Origen de los Villancicos.

¿Qué son los villancicos y de dónde provienen?
El villancico o villancete es una composición poética popular formada por una cancioncilla inicial, que constituye el villancico propiamente dicho; una o más estrofas más largas denominadas mudanzas, a las que sigue un verso de enlace –característico del villancico- y de otro verso llamado de vuelta que rima con el villancico inicial, y que permite la repetición total o parcial del villancico, dicha repetición recibe el nombre de estribillo. Por ejemplo:

Villancico:                             Verso de enlace:
Míos fueron, mi corazón,          no seáis desconocida

Los vuestro ojos ajenos           Verso de vuelta
¿Quién los quiso ser ajenos?    No me los hagáis ajenos
Mudanza:                              Estribillo:
Míos fueron desconocida,         Los vuestro ojos morenos
Los ojos con que miráis,
Y si mirando matáis,
Con miraros dais la vida.   

En su forma poética el villancico deriva de otra más antigua, la muwasshä, composición árabe que termina en una estrofa en mozárabe, árabe vulgar, llamada jarsha, y que fue muy empleada en la poesía de los poetas árabe-españoles. La palabra jarsha significa salida. Las jarshas pertenecen al tipo de las cantigas de amigo. La más antigua que se conoce data de la mitad del siglo XI. Esta teoría se la debemos a Raúl Dorra. En cambio, para Lázaro Carreter, el villancico proviene del zejel, así como las cantigas gallegas, portuguesas, los rondeles franceses y algunos poemas italianos y provenzales. El zejel consta de un estribillo para ser cantado por el coro, y de cuatro versos que canta el solista; los tres primeros constituyen la mudanza, son asonantes y monorrimos; el cuarto verso se llama de vuelta y rima con el último verso del estribillo era el que daba la señal al coro para repetir el estribillo. Veamos:

Estribillo:                        Verso de vuelta:
Allá se me ponga el sol      con este dolor.
Do tengo el amor               Estribillo:
Mudanza:                        Allá se me ponga el sol
Allá se me pusiese             do tengo el amor.
Do mis amores viese
Antes que me muriese.

Las formas poéticas mencionadas constituyen las primitivas composiciones realizadas en castellano; por tanto el origen de los villancicos, en tanto que estructura poética, pertenece a la época en que España iniciaba su lírica en lengua castellana. En aquel entonces, el villancico designaba una incipiente poesía pastoril de carácter profano y no religioso. De los villancicos surgieron las églogas o composiciones poéticas de índole bucólica; los autos sacramentales, o dramas en verso dedicados a los misterios del señor; y los cantos pastoriles populares que se cantaban durante la Misa de Gallo, cuyo tema central giraba en torno al nacimiento de Cristo, con los cuales dieron inicio los villancicos religiosos tal cual los conocemos.

Los villancicos llegan a nuestro país
Fueron los primeros frailes que llegaron a México, los franciscanos, quienes  los trajeron con su carácter ya religioso. Cuando los indígenas aprendieron el Credo junto con la lengua española, la música y el canto a la manera europea, se dieron a la tarea de componer villancicos que cantaban en las misas, sobre todo en la época de Navidad. Incluso en 1543, el Cabildo Metropolitano instauró un coro de niños y jovencitos indígenas que interpretaban chanzonetas de Pascua y villancicos de natividad. Don Henríquez Ureña nos dice: … a fines del XVI se componen villancicos para las fiestas obligatorias de las catedrales: Madrid, Toledo, Sevilla, México, Puebla, sobre todas. Para ellas se escriben y se imprimen letras en que abundan los elementos populares, imitados a lo divino; forman rudimentos de dramas líricos sacros, nacidos de la canción popular.

Una vez en México, los villancicos dividieron su producción en dos vertientes. Por un lado estaban los compuestos por el pueblo, debidos al ingenio de indígenas y mestizos casi siempre anónimos; y por otro, se encontraban los villancicos que componían personas del calibre de Pedro de Trejo, Fernán González de Eslava y Sor Juana Inés de la Cruz. Más algunos autores de menor importancia como Ambrosio de Montoya, Pedro de Soto Espino, Gabriel Santillana y Alonso Ramírez Vargas. Veamos un hermoso villancico como ejemplo.

Pedro de Trejo
Nació en Plascencia, Extremadura, España, en 1534. Hacia mediados de siglo viajó a la Nueva España, donde poco después fue acusado ante la Santa Inquisición de hereje, apresado y juzgado injustamente. Su sentencia lo llevó hasta San Juan de Ulúa, lugar en que se pierde la pista de su existencia. Escribió El Cancionero General, exquisita obra que data del año 1569. Este cancionero lo tenía en su haber el señor Francisco Pérez de Salazar a principios del siglo XX y actualmente se encuentra perdido. Afortunadamente, en 1940 se hizo un facsímile del cancionero del cual una parte ha llegado hasta nosotros. En esta parte se encuentran siete villancicos, de los cuales reproducimos uno:

Villancico al nacimiento de Cristo Dios y Salvador
Quién es este que nació:                En un ser Dios y hombre están   
Es el que es dador de la vida           bien hay que tal nos dio
Y que tal es la parida                      Y que tal es la parida
Cual quiso lo que parió.                   Cual quiso lo que parió
Os cielos, los elementos                 Es Dios del Cielo venido
Lo imposible y lo imposible              viene al suelo a donde estaba,
De ver su Dios invisible                   Y bajó donde quedaba
Visible, están ya contentos              Por ser ya el tiempo cumplido
Este es el cuento de cuentos           en Trinidad permitido.
Que el demonio no entendió             Un solo Dios acordó
Y que tal es la parida                       Y que tal es la parida
Cual quiso lo que parió.                    Cual quiso lo que parió.
Este es de quien dijo Juan
A nuestros antecesores,
Es hecho carne de amores,
Y la gloria de Él verán.

                   
Sonia Iglesias y Cabrera

Categorías
Leyendas Mexicanas Varias

«La Adelita». Leyenda revolucionaria.

La famosa Adelita de la canción existió en la vida real antes de convertirse en personaje de leyenda como soldadera revolucionaria; es decir, que formó parte de las mujeres que participaron en la Revolución Mexicana de 1910, que marchaban junto con los soldados como cocineras, enfermeras, ayudantes, enterradoras, y amantes. Su nombre completo fue Adela Pérez Velarde. Nació en Ciudad Juárez el 8 de septiembre de 1900. Fue nieta de Rafael Velarde, quien fuera amigo de don Benito Juárez y en cuya casa el Benemérito se alojó, en su camino hacia el norte de la República Mexicana, en los días aciagos de su lucha contra los invasores franceses.

Adela se dedicó a la enfermería, la cual estudió pese a la oposición de su padre, un rico comerciante de Ciudad Juárez. En 1914, dio la casualidad que atendiese a un soldado herido llamado Antonio del Río Armenta quien, profundamente enamorado, le escribió un corrido súper conocido por todos los mexicanos y algunos extranjeros. Veamos su letra completa:
 
Leyenda mexicana La AdelitaEn lo alto de la abrupta serranía,
Acampado se encontraba un regimiento,
Y una joven que valiente lo seguía
Locamente enamorada del sargento.

Popular entre la tropa era Adelita,
La mujer que el sargento idolatraba,
Que a demás de ser valiente era bonita,
Que hasta el mismo coronel la respetaba

Y se oía que decía,
Aquel que tanto la quería:

Si Adelita se fuera con otro
La seguiría por tierra y por mar,
si por mar en un buque de guerra
si por tierra en un tren militar.

Y si Adelita quisiera ser mi novia,
Y si Adelita fuera mi mujer,
Le compraría un vestido de seda
Para llevarla a bailar al cuartel.

Una tarde en que la escolta regresaba,
Conduciendo entre sus filas al sargento,
Y la voz de mujer que sollozaba,
Su plegaria se escuchó en el campamento.

Al oírla, el sargento, temeroso
De perder para siempre a su adorada,
Ocultando su emoción bajo el embozo,
A su amada le canto de esta manera:

Adelita, Adelita no me vayas a olvidar
Y si acaso yo muero en batalla,
Y mi cadáver lo van a sepultar,
Adelita, por Dios te lo ruego,
Que con tus ojos me vayas a llorar.

Ya me despido de mi querida Adela
Solo un recuerdo quisiera yo llevar
Su retrato grabado en mi mente
Para nunca su amor olvidar.
 

Existen otras versiones acerca de quién fue el verdadero compositor de este corrido tan famoso. Para algunos, la compuso un capitán veracruzano llamado Elías Cortázar Ramírez. Otros interesados opinan que se debe a la pluma de un sinaloense, Ángel Viderique, que la creo a orillas del mar, ya que uno de sus versos dice: “La seguiría por tierra y por mar…”. Se cree también que el corrido fue compuesto en abril de 1913, cuando fue tomada la ciudad de Camargo, Chihuahua por las tropas revolucionarias. A veces al corrido se le considera anónimo, y que una vez el general Domingo Arrieta lo escuchó en un rancho sinaloense, le gustó mucho, y pidió a al maestro de la Banda Militar, Julián S. Reyes que lo escribiera y lo instrumentalizara.

Como Adelita formaba parte de la Brigada de la Cruz (o Asociación Mexicana de la Cruz Blanca) fundada por la señora Leonor Villegas de Manón, desde 1913 se dedicaba a atender a los heridos soldados villistas de la famosa División del Norte comandada por Francisco Villa. La chica se incorporó a la División, entonces al mando del general Carlos Martínez, a muy temprana edad, trece años. Estuvo en el Ejército del Noroeste en Chihuahua, Zacatecas, Torreón, Aguascalientes, Morelos y en la Ciudad de México. “Adelita” la llamaban el general Pancho Villa y el general Rodolfo Fierro, diminutivo con el que pasó a la leyenda. Entre sus conocidos figuraban generales tan importantes como Pablo González y Venustiano Carranza.

Cuando la Revolución se dio por terminada, Adela recibió un homenaje por sus servicios prestados en batalla y, en 1941, se la nombró veterana de la Revolución por su participación contra la Usurpación Huertista, recibiendo una pensión vitalicia que la alejó del trabajo burocrático que en ese tiempo ejercía. En 1962, se la nombró miembro de la legión de Honor Mexicana. El documento oficial de su pensión dice a la letra:

Primera Comisión de Hacienda
La señorita Velarde es veterana de la revolución, según lo compruebe por oficio No. 9734 de fecha 22 de febrero de 1941, girado por la secretaría de la Defensa Nacional. Ostenta la condecoración del Mérito Revolucionario que se otorga por ser vivíos prestados durante el segundo período comprendido del 20 de febrero de 1913 al 15 de agosto de 1914. La interesada militó al lado del Venustiano Carranza, quien la tenía en muy alta estima, así como otros jefes revolucionarios que la trataron y reconocieron sus grandes dotes humanitarias, ya que dedicó su juventud y su vida al cuidado de heridos y enfermos, Al triunfo de la Causa, prestó servicios en la Cruz Blanca Neutral, habiéndosele otorgado una mención honorífica por su labor altruista y desinteresada.
Artículo Único. Como recompensa a los servicios prestados, se concede a la señorita Adela Velarde Pérez, pensión de $750 mensuales que le será pagada íntegramente por la tesorería General de la Nación, mientras la interesada conserve su estado actual civil.
Sala de Comisiones de la H. Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.- México, D.F., a 8 de diciembre de 1961.

La legendaria Adelita murió de cáncer, olvidada y en la miseria, la noche del 4 de septiembre de 1971, en el Hospital de San Antonio Texas, Estados Unidos. Sic transit gloria mundi.

Sonia Iglesias y Cabrera

Categorías
Mitos Cortos

Pitao Cozobi. Mito zapoteco.

Mito mexicano ZapotecoLa palabra “zapoteco” procede del náhuatl; significa “hombre” o “pueblo del zapote”, como denominaban los mexicas al grupo que formó la civilización en lo que actualmente es el estado de Oaxaca. Pero los zapotecas se denominaban a sí mismos be’nezaa, “el pueblo de las nubes”, pues consideraban que de ellas descendían. Su cultura abarcó un período que va de 500 a.C. a 750 d.C.

La mitología zapoteca narra que hubo un dios llamado Pitao Cozobi, Dios de las Cosechas y del Maíz Tierno; cuyo nombre, literalmente, significa el Dios de la Comida Abundante. Los sacerdotes le dedicaban ceremonias especiales –antes y después de las cosechas- durante las cuales hacían sangrar sus orejas y sus narices, a fin de llenar una urna con sangre, la cual representaba a Pitao Cozobi. La sangre se regaba en las milpas antes de la siembre y después de las cosechas. Al término del ciclo agrícola, el sacerdote principal, daba las gracias al dios por los buenos resultados obtenidos. Se trataba de un rito propiciatorio para lograr una buena recolección de mazorcas.

A Pitao Cozobi se le representaba, antropomórficamente, con un magnífico tocado que llevaba la máscara de un animal con boca de tigre, adornado con plumas de aves fantásticas y mazorcas de maíz. Cozobi simbolizaba al Sol de Occidente; así como Pitao Pexe, el Señor de la Riqueza, representaba el Sol de Oriente; Pitao Zig, el Señor de las Miserias, el Corazón del Monte y Dios de la Tierra, al Sol del Norte; y Pitao Copijcha, el mismísimo Sol, al Sur. La representación material de Cozobi se encuentra en numerosas urnas funerarias, siempre con su tocado de mazorcas y su color blanco, asociado siempre al Occidente.

Pero no sólo Pitao Cozobi fue una deidad agrícola para los zapotecos, también estaban el Dios Murciélago, Señor del Inframundo; y Pitao Cocijo. Éste último dios, Trece Flor, era el encargado de hacer llover sobre las milpas y el patrono del Paraíso, de la Tierra y de los campesinos.
El investigador José Alcina Franch, encontró en la zona de Villa Alta y San Miguel Sola, Oaxaca, un importante dios del maíz conocido con el nombre de Lozucui, que no era otro sino el mismo Cozobi de los valles oaxaqueños.

Sonia Iglesias y Cabrera

Categorías
Leyendas Cortas

Jerónimo de Aguilar. Leyenda colonial.

Jerónimo de Aguilar nació en el pueblo de Écija, Sevilla, en el año de 1489. Llegó a América como soldado, junto con el conquistador Juan de Valdivia. Cuando los españoles conquistaron las islas del Caribe, Vasco Núñez de Balboa en una nueva expedición colonizadora salida de Cuba, fundó la ciudad de Santa María de la Antigua del Darién, en Colombia, a orillas del Mar Caribe, en 1510. Acompañando al conquistador iban Gonzalo Guerrero y Jerónimo de Aguilar. De regreso a Cuba, el 15 de agosto de 1511, una tormenta hizo naufragar el barco frente a la isla de Jamaica. Sólo se salvaron ocho hombres que llegaron a las costas de Yucatán en un batel. Al bajar de la barca, se toparon con los indios maya-cocomes y todos murieron menos Gonzalo y Jerónimo, quienes se quedaron un largo tiempo en Yucatán. Ocho años después, fueron encontrados por Hernán Cortés, quien rescató a Jerónimo, siendo elección de Gonzalo el quedarse a vivir con los indios, pues había formado una familia. Más tarde, combatió contra los españoles. Diego López de Cogolludo, en su crónica Historia de Yucatán, narra:
Con el buen tratamiento del general Hernando Cortés, con no hacer los españoles daño alguno á los indios, se acabaron de asegurar todos los de la Isla, y traían buena provisión de bastimentos para el ejército. (…) Desta familiar comunicación con los indios, dice el coronista Herrera, resultó que algunos dieron á entender que cerca de aquella Isla en Tierra firme de Yucatán, había hombres semejantes á los españoles con barbas, y que no eran naturales deste reino, con que tuvo ocasión Hernando Cortés de buscarlos.

Leyenda corta de Jeronimo de AguilarCortés envió una carta a Jerónimo y Gonzalo para avisarles que serían rescatados. Pagó a los caciques de los cocomes con camisas y cuentas a cambio de su libertad. Jerónimo recibió la carta y… habiéndola leído se holgó mucho (bien se deja entender el grado en que seria) y que fue á su amo con ella, y los rescates para que le diese la licencia, la cual luego dio para que se fuese donde tuviese gusto. Gerónimo Aguilar habida licencia de su amo, fue en busca de otro compañero suyo llamado Gonzalo Guerrero y le enseñó la carta, y dijo lo que pasaba. (Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de Nueva España)

Pero Gonzalo respondió:
Hermano Aguilar, yo soy casado y tengo tres hijos. Tienenme por cacique y capitán, cuando hay guerras, la cara tengo labrada, y horadadas las orejas que dirán de mi esos españoles, si me ven ir de este modo. Idos vos con Dios, que ya véis que estos mis hijitos son bonitos, y dadme por vida vuestra de esas cuentas verdes que traéis, para darles, y diré, que mis hermanos me las envían de mi tierra.

Así pues, Jerónimo se fue con Cortés a la conquista de México y le sirvió de intérprete en maya, junto con la Malinche que hablaba náhuatl, además del maya. Del español al maya por medio de Jerónimo, y del maya al náhuatl por medio de la Malinche. Por sus servicios al Capitán, Jerónimo recibió, en encomienda, Molango, Xochicoatlan, y Malilla. Se casó con Elvira, una indígena tlaxcalteca con la que procreó una hija: Luisa de Aguilar. Murió Jerónimo de Aguilar en el año de 1531, cerca del río Pánuco. No se conoce el sitio donde fue enterrado este legendario personaje.
                       

Sonia Iglesias y Cabrera

Categorías
Tradiciones

La Navidad. IV. El origen del Árbol de Navidad.

Los primeros cristianos evangelizadores aprovecharon la adoración que los paganos tenían a los árboles, para consolidar el mito del nacimiento y existencia de Cristo. Una leyenda nos cuenta que en 522, un monje inglés llamado Winfrido, convertido después en San Bonifacio, caminaba por los bosques pertenecientes al caudillo germano Gundhar, a quien deseaba convertir al cristianismo. Era una fría noche del solsticio de invierno en la cual el hijo de Gundhar iba a ser sacrificado al Dios de la Agricultura, Donar, bajo el gran roble sagrado. Cuando el sacerdote iba a asestar el golpe mortal, Bonifacio, de un solo tajo de hacha, derribó el árbol. Todos los asistentes callaron. Bonifacio, solemne y majestuoso, señaló un pequeño abeto, símbolo de la vida perpetua, y lo nombró Árbol del Niño Dios; e instó a Gundhar a celebrar el nacimiento de Cristo con obsequios y bondad, y no con asesinatos. El germano cortó el abeto y lo colocó en el gran salón de su palacio, para que todos pudieran admirarlo y así celebrar su conversión al cristianismo. 

Existe otra leyenda que nos relata que Martín Lutero, monje alemán (1483-1546), una noche cercana a la Navidad paseaba por los campos cubiertos de nieve, cuando bajo el resplandor de la luna los árboles, totalmente salpicados de nieve, le mostraron los bellos destellos luminosos que de ellos emanaban. Lutero, impresionado, permaneció un momento silencioso y luego decidió regresar a su casa. Al otro día, muy de mañana, fue al bosque por un pequeño pino y lo puso en el interior de su hogar. En sus ramas colocó pequeñas velas que, al encenderse, semejaban el maravilloso efecto que Lutero viera en el bosque.

arbol navidad

Una vez que la costumbre de poner un árbol navideño se arraigó entre los germanos, los niños y jóvenes adornaban un árbol y lo paseaban por las calles de su pueblo, para propiciar que la primavera apurase su llegada y volviera a renacer el verdor en los campos. Los jovenzuelos coronaban sus cabezas con flores y, llevando el árbol como bandera, tocaban a las puertas de las casas para pedir fruta y panes. Mientras tanto, los mayores se divertían bailando y libando alrededor de un gran árbol que se colocaba en el centro del poblado.

Durante la Edad Media, en Europa se festejaba la Navidad colocando en las casas ramas de boj, jengibre, abedul, encina y pino, árboles que nunca pierden su ramaje verde. Fue en Alsacia donde se implantó la costumbre de usar pino.

En 1600, en la población de Sélestat, Bajo Rin, situada en la ahora Alsacia francesa, se erigió un árbol navideño al que se adornó con manzanas y hostias -las cuales darían lugar, con el devenir del tiempo a las tradicionales galletitas de navidad, tan usuales en los países nórdicos- como adornos arbóreos. Un siglo después, las hostias se sellaban con pintaderas que representaban las imágenes de Adán y Eva, y fue en Estrasburgo, capital de Alsacia, donde, cinco años después, el Árbol de Navidad enriqueció su decorado con rosas de papel multicolor, que simbolizaban a las rosas de Jericó florecidas en la Navidad para que María caminase sobre ellas; figuras de azúcar, y finas hojas de metal dorado que simbolizaban el ruido producido por los regalos que los Santos Reyes obsequiaran al Niño Dios. Poco tiempo después, las fábricas de vidrio de Meisenthal, en Lorena,  y de Turingia, Alemania, fabricaron bolas de colores para adornar los árboles.

En 1840, a petición de la duquesa Hélène d’Orleans y por influencia de las familias alsacianas, se colocó un Árbol de Navidad en el Palacio Real de las Tullerías, en París, Francia. En ese mismo siglo, la tradición llegó a Inglaterra cuando, desde su nativa Sajonia-Coburgo, la introdujo el príncipe Alberto, consorte de la reina Victoria.

A los Estados Unidos de Norteamérica el Árbol de Navidad llegó en 1821. La costumbre se inicio en Lancaster, Pensilvania, llevada por un grupo de alemanes asentados en dicha ciudad. En un principio, los árboles se exhibían en lugares públicos y en los grandes almacenes. Más adelante, entraron a los hogares, en donde se les decoraba con figuras de papel brillante, manzanas, galletas y velas encendidas.

El árbol de navidad llega a México
De cómo y cuando llegó a México el Árbol de Navidad, existen dos versiones. La primera nos dice que a principios del siglo XIX, llegaron al país familias alemanas con el deseo de forjarse un capital en estas tierras. Celosas de sus costumbres, no quisieron perderlas, y conservaron la tradición de poner el Árbol de Navidad adornado. En tiempos del Imperio de Maximiliano de Habsburgo, iniciado en 1864, tal adorno llamó mucho la atención y fue ganando adeptos entre las familias mexicanas, pero pronto se olvidó la costumbre, a raíz de la muerte del usurpador.

La otra versión nos informa que, en 1878, el famoso general Miguel Negrete, acérrimo enemigo político de Porfirio Díaz y ministro de guerra durante la presidencia de Benito Juárez, colocó un árbol navideño en su casa por haber quedado muy impresionado con los que vio en uno de sus viajes a los Estados Unidos. El acontecimiento fue tan impresionante que fue descrito por la prensa: “El árbol sembrado de luces, cubierto de heno, extendía sus ramas a una gran distancia, y contenía como 250 juguetes, entre los que cada invitado tenía derecho a elegir uno designado por un número que de antemano se repartió; los objetos consistían en juguetes de muy buen gusto y aun de lujo”.

Sea cual fuere la versión verídica, el hecho es que actualmente la costumbre de poner árbol de Navidad ha sido adoptada por varios sectores de la población mexicana, sobre todo en las ciudades, donde las familias colocan el árbol, acompañado del tradicional nacimiento, adornado con esferas, foquitos y escarcha o con figuras de hojalata, trigo, pan y papel, para hacer más vistosa esta controvertida costumbre que ya cumplió más de cien años en México.

Símbolos del Árbol de Navidad.
El árbol en sí representa el Paraíso de cuyos frutos comieron Adán y Eva, el Pecado original, y es el recordatorio de que ha llegado el Mesías para salvar a la humanidad. Es el Árbol de la Vida eterna. La forma triangular del pino hace referencia a la Santísima Trinidad. Las oraciones que se dicen durante el Adviento son de cuatro colores: el azul representa las oraciones de reconciliación, el color plata connota a las oraciones de agradecimiento, el oro simboliza a las oraciones de alabanza, y el color verde a la abundancia, la fortaleza y a la naturaleza. Se dice que la estrella que se coloca en la punta del Árbol, representa la Fe que guía a los cristianos, en recuerdo de la Estrella de Belén. Las esferas son el símbolo de aquellas manzanas que colocara San Bonifacio y que representan a las tentaciones a que está expuesto el hombre. Las luces del Árbol, que en su inicio eran velitas, simbolizan la luz de Cristo. Los lazos son los símbolos de la unión entre las familias y los amigos queridos.
                            Sonia Iglesias y Cabrera

Categorías
Leyendas Mexicanas Época Colonial

Las apariciones de la Virgen de Guadalupe.

La compuesta de flores maravilla.
Divina protectora Americana,
Que a ser se pasa Rosa Mexicana
Apareciendo Rosa de Castilla.

Sor Juana Inés de la Cruz

La mañana del día 9 de diciembre de 1531, muy tempranito, un indio mexicano, natural de Cuautitlán, llamado Cuahtlatoatzin, bautizado Juan, y por sobrenombre Diego, acudía desde su pueblo Tolpétlac a oír misa al templo de Santiago el Mayor, Patrón de España, ubicado en el barrio de Tlatelolco. Cuando al llegar el alba arribó al pie del cerro del Tepeyac, oyó que de la cima provenía un dulce y melodioso canto de pajarillos que se esparcía por todo el lugar.

Asombrado, volteó hacia el sitio de donde procedía tal prodigio y vio una nube blanca y resplandeciente rodeada de un colorido arco iris. Súbitamente, escuchó una dulcísima voz que le hablaba en lengua náhuatl, al tiempo que vio una hermosa señora que decía:

-Hijo mío, Juan Diego, a quien amo tiernamente como a pequeñito y delicado, a dónde vas?
A lo que Juan Diego le respondió:

-Voy, noble dueña y señora mía, a México al barrio de Tlatelolco a oír la misa que nos muestran los ministros de Dios y sustitutos suyos.

Seguido lo cual, la Virgen hizo su famosa petición:

-Sábete, hijo mío, muy querido, que soy yo la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios, Autor de la Vida, Creador de Todo y Señor del Cielo y de la Tierra, que está en todas partes, y es mi deseo que se me labre un templo en este sitio, donde, como Madre piadosa tuya y de tus semejantes, mostraré mi clemencia amorosa, y la compasión que tengo de los naturales y de aquellos que me aman y buscan y de todos los que solicitaren mi amparo, y me llamaren en sus trabajos y aflicciones; y donde oiré sus lágrimas y ruegos, para darles consuelo y alivio; y para que tenga efecto mi voluntad, has de ir a la ciudad de México, y al palacio del Obispo, que allí reside, a quien dirás que yo te envío, y como es gusto mío que me edifique un templo en este lugar, le referirás cuanto has visto y oído, y ten por cierto tú, que te agradeceré lo que por mí hicieras en esto que te encargo, y te afamaré y sublimaré por ello; ya has oído, hijo mío mi deseo; vete en paz, y advierte que te pagaré el trabajo y diligencia que pusieres; así harás en esto todo el esfuerzo que pudieres.

Ante esta divina petición, Juan Diego acudió presto a entrevistarse con fray Juan de Zumárraga, primer obispo de México, quien desconfiado del relato del indio, no le creyó y le despidió pidiéndole que volviese en unos días. Desalentado Juan Diego por la poca credibilidad que otorgó Zumárraga a su relato, por la tarde regresó al Tepeyac para informar a la Virgen del fracaso de su misión y pedirle que encomendara la tarea a alguien más importante y respetado que un simple indio. Sin embargo, María Santísima insistió en que debía regresar al otro día a llevar de nueva cuenta su petición al obispo. El indio aceptó con profunda humildad y al día siguiente, domingo 10 de diciembre, después de oír misa, Juan Diego volvió al palacio del obispo, humillado y con lágrimas en los ojos. Ante tanta insistencia Zumárraga empezó a dudar y formuló ciertas preguntas al indio, al tiempo que le pedía  algún prodigio o señal que le indicase que, efectivamente, se trataba de la Madre de Dios. Entonces, Juan Diego se marchó, seguido de cerca por frailes menores encargados por el obispo de espiarle en sus pesquisas; pero, misteriosamente le pierden la pista una vez llegado al cerro. El indio le hizo saber a la Virgen la petición del prelado y le instó a regresar al día siguiente, para darle la señal demandada. Pero, el 11 de diciembre Juan Diego faltó a la cita con la Virgen debido a que su tío Bernardino, a quien quería mucho y era como su padre, tuvo fiebre muy alta causada por la enfermedad llamada por los indios cocoliztli. Fue tan mal curado por los médicos indios que fue necesario llamar a los religiosos de Tlatelolco para que le diesen la Extremaunción. Así, la madrugada del 12 de diciembre, Juan acudió a Tlatelolco evitando pasar por el sitio de las apariciones. La Virgen, al darse cuenta de la maniobra, se le apareció por el paraje por donde iba Juan Dieguito y lo interceptó preguntándole hacia dónde se dirigía. El indio, apenado, le explicó a la Madre del Señor la razón de su incumplimiento, a lo cual la Virgen le ordenó que fuese a lo alto del cerro a recoger rosas en su ayate y se las entregase a Zumárraga y díjole:

-Ves aquí la señal que has de llevar al obispo, y le dirás que por señas de estas rosas, haga lo que le ordeno…

Maravillado Juan Diego de encontrar rosas en un cerro tan yermo, agarró las más que pudo y se dirigió a la ciudad de México. Llegó ante Zumárraga, desplegó la tilma, cayeron las rosas al suelo, y apareció la imagen de la Virgen de Guadalupe tal como la conocemos hoy en día, plasmada en la más humilde de las vestimentas.

Más tarde, el obispo y otros clérigos acompañaron a Juan Diego a su casa, donde el tío Bernardino, sano y contento, relató que se le había aparecido la Virgen para devolverle la salud e indicarle que, de ahora en adelante, la nombraran la Virgen María de Guadalupe.

En cuanto al divino ayate, fue guardado por el Obispo de México en su capilla particular y, poco después, llevado al altar mayor de la Catedral, para que todo el pueblo pudiese admirar tal portento.

Hoy, la sagrada imagen de la Virgen aparece en el interior de los hogares, en comercios, en los talleres, en los transportes, en las fachas de las casas y aun en los altares de muertos. Con su nombre se llama a miles de mujeres mexicanas. En todo México su presencia se enraíza profundamente, cohesiona y da identidad a los mexicanos. La devoción guadalupana es profunda, impulsa constantemente a los peregrinos a asistir a la Villa de Guadalupe desde los más remotos confines de México y aun del extranjero. La asistencia a la Basílica constituye una forma de venerarla, sobre todo el 12 de diciembre cuando diversas manifestaciones de la religiosidad popular se congregan confundidas en un sincretismo ancestral en que se funden lo indígena con lo español, para dar vida a la fiesta más importante de nuestro calendario ritual.

Sonia Iglesias y Cabrera