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Mitos Cortos

Quetzalcóatl. Mito mexica.

En la variada y exquisita mitología mexica Quetzalcóatl se  identifica con Venus, segundo planeta del Sistema Solar que puede verse junto al Popocatépetl durante ocho meses del año, para desaparecer durante tres. Popularmente se le conoce como el Lucero de la Mañana. Esta estrella, junto con los dos solsticios en donde Quetzalcóatl viene a la Tierra dos veces al año para aportar  fertilidad a la tierra y obtener buenas cosechas, tendrán lugar hasta la segunda llegada del dios. Quetzalcóatl es una deidad dual; según los comentaristas del códice Telleriano Remenensis, cuando Tonacatecuhtli, el dios de la creación y la fertilidad, llevó a cabo su obra máxima dividió el mundo en Cielo y Tierra con un soplo divino. Después, volvió a soplar y creó a Quetzalcóatl, por lo cual se relaciona íntimamente con el dios del aire Ehécatl. El pectoral de Quetzalcóatl es un caracol que hace resonar la voz divina cuando el viento pasa por la espiral del Ehecailacózcatl, caracol Joyel del Viento. Tonacatecuhtli creó a Quetzalcóatl con el propósito de que salvase al mundo. En los dibujos de los códices, Quetzalcóatl aparece pintado de negro, como sacerdote, y lleva un hueso en su tocado, indicador de los instrumentos empleados en los  sacrificios: espinas de maguey y agujas de hueso.

En el libro de Fray Andrés de Olmos De la Creación y Principio del Mundo y de los Primeros dioses, se nos dice que Tonacacíhuatl y Tonacatecuhtli tuvieron cuatro hijos: Tlatlauhqui Tezcatlipoca, Espejo Negro que Humea; Xipe Tótec, Nuestro señor el desollado; Yohuali Ehécatl Quetzalcóatl; y Huitzilopochtli, Colibrí Zurdo. Seiscientos años después de nacidos, la pareja de dioses creadores envió a Quetzalcóatl y Huitzilopochtli  a ordenar el mundo. Obediente y cumplidor de sus funciones, Quetzalcóatl creó al primer hombre, durante la era del Quinto Sol.  Los mexicas creían en que la Creación del universo había pasado por cinco Soles, o eras, hasta llegar a ser lo que es actualmente. En el Quinto Sol, Quetzalcóatl acudió al Mictlan, el Inframundo, en busca de los huesos divinos que le permitirían crear a los hombres.

Quetzalcoatl imagen

Mictlantecuhtli, el dueño y señor del más allá, accedió, hipócritamente, a que el dios se llevase los huesos, pero informó a otros dioses para que impidiese  la tarea de Quetzalcóatl y destruyesen los huesos y lo arrojasen  en un hoyo; lo que efectivamente sucedió. Cuando volvió en sí de la tremenda caída, Quetzalcóatl envolvió cuidadosamente los huesos y se los llevó a Tamoanchan, el lugar paradisíaco, donde con ayuda de Cihuacóatl, la diosa del nacimiento, los trituró, sangró su miembro viril y les dio forma y vida a los macehuales, a los hombres. Xólotl, el dios del atardecer, fue el ayudante de Quetzalcóatl en esta creación.

Quetzalcóatl proporcionó a los hombres los conocimientos necesarios para su supervivencia. Transformado en hormiga negra se introdujo en la montaña escondida de los mantenimientos, y tomó los granos de maíz que llevó a Tamoanchan. En dicho paraíso, los dioses decidieron que este cereal sería el alimento primordial de los seres humanos. Poco tiempo después, Quetzalcóatl rescató a la diosa Mayáhuel, prisionera de las tzitzimime, espíritus femeninos malignos, y proporcionó a los hombres el maravilloso pulque. Este maravilloso dios enseñó a los hombres el movimiento de los astros,  les enseñó a escribir y a medir el tiempo, conocimiento que les permitió elaborar el calendario agrícola y el calendario ritual que les permitió realizar los ritos y ceremonias dedicados a los dioses. En resumen, Quetzalcóatl fue  el héroe civilizador a quien  los mexicas deben su grandeza.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas

Cipactli Tlalatecuhtli. Leyenda mexica.

Cipactli Tlaltecuhtli, el Señor de la Tierra, animal cuya existencia transcurre  entre el agua y la tierra, simboliza las contradicciones de la naturaleza: noche-día, maldad- bondad, odio-amor. Dios lujurioso representativo de la fecundidad, la crueldad, y la muerte; criatura marina de cuerpo mitad cocodrilo y mitad pez; de sexo indefinido,  siempre hambriento y voraz; de cuerpo dividido en dieciocho partes articuladas, cada una provista de una boca.

Tezcatlipoca, el Espejo Humeante, Señor de los Cielos y la Tierra, encarnación de la Muerte y la Noche, fue el segundo hijo de Ometéotl, el dios creador del universo, dios dual a la vez masculino y femenino. Tezcatlipoca, junto con su hermano Quetzalcóatl, dieron origen al mundo, pues en el principio de los tiempos sólo existía el océano primigenio y nada más. Cipactli, el  Monstruo de la Tierra,  moraba en ese único mar. Un día, a posta, Tezcatlipoca metió su pie en el océano, y Cipactli se lo comió prestamente.  Cuando salió a devorar el sagrado pie, los divinos gemelos aprovecharon su salida del agua y lo atraparon. Extendieron el cuerpo del Cocodrilo sagrado, hasta formar la Tierra con él. Al conjuro divino sus ojos se convirtieron en lagunas y estanques; sus fosas nasales devinieron las cuevas que se encuentran en la naturaleza.

Los dioses creadores decidieron partir a Cipactli por la mitad: con una parte formaron el Cielo, con la otra la Tierra. Arriba, en ámbito celestial, quedaron nueve partes a las cuales llamaron Chicnauhtopa, “los nueve que están sobre nosotros” que se encuentran en la cabeza de Cipactli. Abajo, en el Inframundo, quedaron otras nueve partes, a las que denominaron Chicnauhmictlan, “los nueve mundos de los muertos”, ocupan la cola del cocodrilo sagrado. Ambas zonas se encontraban separadas por un tronco de árbol. En el espacio que quedó en medio de ellas residían  los seres humanos, en Tlalticpac, rodeada del agua divina, Atéotl, situada en la mitad del cuerpo del Señor de la Tierra. La pareja primigenia, Oxomóco y Cipactónal, a petición de Quetzalcóatl, inventaron la medición del tiempo y crearon el calendario en honor a Cipactli, cuyo primer mes de los dieciocho que lo conformaban, llevaba precisamente el nombre del legendario animal. Desde entonces, el cocodrilo sagrado simboliza  la Tierra flotando en las aguas primordiales; y sus enormes fauces son las puertas de entrada al Inframundo.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Tradiciones

Las festividades de Año Nuevo.

Como antecedentes de las celebraciones occidentales de Año Nuevo debemos mencionar a los antiguos romanos, quienes acostumbraban obsequiar a sus amigos con platos de higos y dátiles secos; los acompañaban con miel y un ramo de laurel como símbolo del deseo de que el año venidero fuese dulce y lleno de buena fortuna. Cuando en el año de 153, los romanos empezaron a festejar el Año Nuevo el 1° de enero y dedicaron el mes al dios Jano, acostumbraban celebrarlo con bailes y danzas durante varios días, y decoraban sus casas con ramas de agrifolio (acebo) de brillantes frutos rojos, con muérdago, y otras plantas consideradas mágicas y propiciatorias. Preparaban fastuosas cenas que pueden considerarse como el antecedente de nuestra cena de Año Nuevo.

Sabemos que cuando en el siglo I a.C. los romanos invadieron a los celtas, que habitaban lo que ahora conocemos como Inglaterra, observaron que en el Año Nuevo los druidas obsequiaban a la población con ramas de muérdago, para que gozasen de prosperidad; los romanos adoptaron tal costumbre que con el paso del tiempo se desvaneció. Tiempo después, en el siglo XIII, en Inglaterra se convirtió en tradición que el pueblo ofreciera regalos a los reyes, y que los esposos de la nobleza obsequiaran a sus esposas con dinero para que adquiriesen artículos personales, pues se pensaba que ello propiciaría la prosperidad del lar. Asimismo, la chimenea debía limpiarse muy bien para recibir al año venidero decorosamente.

La celebración del Año Nuevo se ha practicado en todos los países del mundo –sea cual fuere la fecha en que inicien el conteo del año-, con modalidades y funciones tan variadas como diferentes son las culturas y las religiones que se profesan. En la Nueva España, las celebraciones del Año Nuevo iniciaron en 1545, siguiendo la costumbre española de despedir la Noche Vieja y festejar el año entrante. El 31 de diciembre es el Día de San Silvestre, quien fuera papa en la época en que el emperador Constantino declaró al cristianismo como religión oficial del Estado Romano. Según una leyenda italiana, San Silvestre libera cada año al pueblo de Poggio Catino, en la provincia italiana de Rieti, de un terrible dragón que habita en una caverna situada en las profundidades de la Tierra, y a la que se accede por medio de una escalera de 365 escalones; es decir, el mismo número como días tiene el año. Con tal acción libertaria, San Silvestre cierra, simbólicamente, las “puertas” a las religiones paganas, y “abre” con el Año Nuevo las “puertas” al cristianismo.

Del siglo XIX, contamos con un testimonio de la marquesa Calderón de la Barca que a la letra dice:
¡Año Nuevo! Se advierten manifestaciones especiales de alegría para festejar la llegada de Año Nuevo. Suenan más las campanas, se dicen más misas. Los trajes de los campesinos que por las calles discurren, tienen mayor aspecto de alegría y por las calles mismas pasa mayor número de carruajes que llevan en su interior damas mejor vestidas que de ordinario, cuando no van en traje de visita.

Por su parte, Antonio García Cubas, historiador y escritor mexicano del siglo XIX, relata que en la noche del día de San Silvestre los templos estaban pletóricos de gente que rezaba acompañada por los acordes de la música de órgano; es decir, que se efectuaban misas en este día. Todo el mundo se deseaba feliz Año Nuevo, y se intercambiaban flores y regalos que las familias pudientes enviaban con sus respectivos criados.

Actualmente, en la Ciudad de México la costumbre de regalar se ha perdido. La noche del 31 de diciembre hay  celebraciones  más profanas que religiosas; se recibe al año con luz de velas que guíe a las almas de los muertos, y para que los vivos encuentren orientación en el año que comienza. Se lleva a cabo una cena cuya minuta es similar a la de la cena de Navidad. Además, como una herencia española, cada comensal debe comer doce uvas, una por cada campanada de media noche, pide buena fortuna y formula deseos para que se cumplan durante los meses del año por venir. Con la última campanada, los abrazos y buenos deseos aparecen entre los concurrentes a la cena. Los chiquillos truenan cohetes y globos, y encienden luces de Bengala. Las personas, para las que esta fecha reviste carácter religioso, asisten a una misa de acción de gracias y bendicen doce velas que encenderán, de una en una, cada primero de mes.

Cada grupo indígena de México festeja la fecha que nos ocupa según sus tradiciones e idiosincrasia. Por ejemplo, los indios huicholes el 31 de diciembre llevan a cabo el cambio de varas; es decir, de autoridades. Cada una de las cinco comunidades que conforman el grupo huichol, tiene su gobierno tradicional e independiente. La organización política está integrada por un gobernador, un juez, un capitán, y un alguacil o alcalde. Para el relevo de autoridades los huicholes recurren a un kawitero, un sabio anciano que, ayudándose de los sueños, designa a los sucesores. Una vez elegidos los gobernantes, acuden a la cabecera municipal a oficializar los cargos. De regreso a sus comunidades, dan inicio los rituales que se prolongan por seis días. Se acostumbra sacrificar animales para comer, efectuar danzas sacras, ofrecer comida y bebida a las nuevas autoridades, mientras se ejecutan las llamadas danzas de los Matachines.

El Año Nuevo es la fiesta más importante de los kikapúes del estado de Coahuila que celebran los primeros días de febrero. Se trata de una ceremonia de renovación en la que se enciende el Fuego Nuevo, se estrena ropa, se levanta el luto a los deudos, se componen los desperfectos de las casas y, al término de la celebración, se lleva a cabo un juego ritual conocido con el nombre de lacrosse. Durante la fiesta hay danzas y cantos en los que participan hombres y mujeres. Destaca el uso de un tambor de agua con el cual se acompaña una danza especial para esta fecha. Además, se bailan las danzas de El Coyote, El Búfalo, y danzas guerreras de estirpe muy antigua.

Entre los popolucas, mixes, nahuas, huaves y zapotecos (del Istmo de Tehuantepec) los niños elaboran al “Viejo”, que será quemado a las doce de la noche para despedir el año que se acaba y recibir el que se inicia. El “Viejo” es un muñeco que los infantes elaboran con ropa y huaraches usados. Su cabeza es un coco al que se le dibuja una cara con carbón, se le pone un sombrero y un cigarro, y su cuerpo se rellena de cohetes y elotes. Cada barrio tiene su “Viejo”. Los niños, acompañados por los mayores, recorren las casas pidiendo la “limosna” (dinero o comida) en nombre del “Viejo”. El dinero que recaudan es utilizado para comprar dulces que se reparten entre ellos; la comida obtenida se distribuye entre los participantes.

Estos son unos pocos ejemplos de la enorme variedad de celebraciones de Año Nuevo que se realizan en nuestro país: México.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Mexicanas Prehispanicas

Tariácuri. Leyenda purépecha.

Tariácuri fue el valeroso caudillo que fundó las bases del imperio de los purépecha. Dicho imperio alcanzó su máximo desarrollo durante el Período Posclásico de Mesoamérica (2500 a.C.-200 d.C.), hacia la zona noroeste de México, en lo que  hoy día es el estado de Michoacán. El área que ocuparía el imperio estaba, inicialmente, habitada por pueblos que hablaban lenguas emparentadas con el náhuatl y el purhé, y que mantenían un comercio activo entre ellos. En el siglo XIII, grupos de cazadores y recolectores llegaron a la zona del Lago de Pátzcuaro. Uno de ellos fue el grupo de los uacúsecha (chichimecas), encabezados por Hireti-Ticátame, originario del Naranxan, por el Zacapu actual. A Hireti le sucedió en el mandato Zicuirancha, su hijo, quien ordenó el traslado de la tribu a la parte que ahora se conoce como Santa Fe de la Laguna.

Se presume que Tariácuri nació en Tarimichundiro, un barrio de Pátzcuaro; aunque también se da como lugar de su nacimiento Xarácuaro, una isla del Lago de Pátzcuaro. Su madre, que había nacido en Janitzio (o en Xarácuaro), era hija de un pescador. Tariácuri fue hijo de Pauácume, señor de los chichimecas, a su vez hijo de Curatame I. Pauácume era un sacerdote, un axamiecha, un “enviador”. Como su padre murió siendo Tariácuri muy pequeño, fue educado en Tarimichundiro por tres sacerdotes: Chupítani, Tacaqua (Tétaco), y Nuríuan, quienes le destinaban como curití, sacerdote,  de Curicaveri, el Dios del Fuego. Ellos le decían:

-Señor Tariácuri, ya tienes discreción: trai leña para los cúes, da de comer leña a Curícaveri, porque te han hecho huérfano los isleños de la laguna, que te mataron a tu padre. Tú, ¿no le llamarás ahora padre su fuera vivo y madre? Y matárontele tu tío, hermano de tu madre y tus criados, porque tú estabas en la isla de Xaráquaro donde nasciste. Trae leña para los cúes y acuérdate desta injuria, para vengalla, en los tíos de tu madre. (Relación de Michoacán)

En su niñez Tariácuri fue muy travieso, pues sus sacerdotes educadores se pasaban jalándole las orejas para que obedeciera. En su juventud, Tariácuri vivió en muchas poblaciones, hasta que finalmente se asentó en Pátzcuaro, en donde fue gran señor cazonci hasta que le llegó la muerte. Contrajo matrimonio dos veces: con la hija de Chanshori, fundador de Curinguaro,  suegro y enemigo de Tariácuri, y con dos hijas de Zurunban, señor de Tariaran, una de ellas llamada Mauina.

…y llamó Zurunban un mayordomo suyo llamado Huyana y dijo que buscase cacaxtles y que hiciese cargas de mantas para que llevase Tariácuri. Y entróese en su aposento y compuso dos señorsa, con sus buenas sayas y collares de turquesas al cuello y sus zarcillo de tortugas y otras mantas y tomólas de la manos a entrambas y sacólas donde estaba Tariácuri y díjole: “señor, vete a tu casa y lleva estas dos para que te den agua a manos y sean tus camareras”. Y respondió Tariácuri: “así será, señor, como dices” Y aderazándose para se partir y dióles muchas mujeres Zurunban a sus hijas, que las acompañasen e serviesen. Y sacaron todo el ajuar de las señoras de muchas petacas y alhajas de mujeres. Y así se partió Tariácuri para su casa… (Relación de Michoacán)

Tariácuri tuvo tres hijos: Curatame, Hiquingare, y Tamapucheca, a quien mandó matar junto con su hermano Curatame. Éste su hijo era muy aficionado a las bebidas, le gustaba emborracharse, lo cual  desagradaba a Tariácuri. Por ser el mayor, debía sucederle en el trono, pero Tariácuri dudaba ante el vicio que le dominaba. Una vez que Curatame le invitó a una fiesta, le golpeó en la cabeza y lo desconoció como señor de linaje, por lo cual Tariácuri renunció a hacerlo su heredero, y ordenó a Tangaxoan que le matase con una cachiporra. Así pues, Hiquingaje fue su sucesor en el trono de Pátzcuaro.

Curatame se baña, vela en la casa de los papas y se pone los atavíos de guerrero: «su carcaj a las espaldas y su cuero de tigre como guirnalda en la cabeza y muchos cascabeles de culebras, de las colas, que colgaban por las sienes y un collar de huesos de pescado de la mar, ricos» .Luego se embarca en Aterio y atraviesa el lago de Pátzcuaro en una canoa acompañado de sus criados hasta el lugar en donde Hiripan, Tangaxoan e Hiquingaje, siguiendo las órdenes de Tariácuri, habían hecho unos ranchos. Después de comer, Curatame pide vino y toma hasta emborracharse, entonces Tangaxoan saca una porra que tenía escondida entre la paja y lo mata a golpes. Enterado de la noticia, Tariácuri manda echar el cuerpo de Curatame a la laguna y a partir de entonces vuelve como señor a Pátzcuaro.  (Relación de Michoacán)

Tariácuri empezó a hacer la guerra desde muy joven luchando contra otros grupos aledaños a los que deseaba someter. En una de esas guerras fue derrotado y obligado a abandonar Pátzcuaro, para refugiarse en las montañas en Hoata-Pexo, al este de Pátzcuaro, y luego en el monte Upapohuato. Poco después, conoció al señor de Tariaran, Zurumban, que lo envió a incursionar en la zona de Tierra Caliente. Más adelante, volvió a apoderarse de Pátzcuaro, extendió sus dominios, y repartió el imperio entre sus hijos y sobrinos: a Hiquingare, su hijo menor, le dio Pátzcuaro; a Hirépani, su sobrino, Ihuatzio; y a Tangáxoan, también su sobrino, le otorgó Tzintzuntzan. Lugares que fueron cabeceras del imperio.

Tariácuri era un hombre audaz, ingenioso, manipulador, responsable y honrado. De humor divertido, aunque algo colérico e impredecible, capaz de llegar a muchas crueldades, pero a quien los purépecha deben su grandeza. Nuestro héroe murió en el siglo XV. Se le enterró en Pátzcuaro; y aunque su tumba no contenía grandes ofrendas, los españoles conquistadores la saquearon vorazmente. La ceremonia de su muerte seguramente siguió la costumbre tradicional:

Pues moría el cazonci, sabiéndolo los señores questaban en el patio, alzaban grandes voces llorando por él y abrían las puertas de su casa y entraban donde estaban y ataviábanle. Primeramente bañábanle todos los señores que andaban allí, muy diligentas y los viejos sus continuos; y bañaban todos aquellos que habían de llevar consigo. Y ataviábanle desta manera: puníanle junto a las carnes una camiseta de las que usaban los señores, muy delgada, y unas cotaras de cuero y poníanle al cuello unos huesos de pescados blancos, muy preciados entre ellos, y cascabeles de oro en las piernas y en las muñecas piedras de turquesas, y un tranzado de plumas y unos collares de turquesas al cuello y una orejeras grandes de oro en las orejas y dos brazaletes de oro en los brazos y un bezote grande de turquesas, y hacíanle una cama de muchas mantas de colores, muy alta… (Relación de Michoacán).

Así terminaba el largo reinado de Tariácuri, el más grande emperador purépecha.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Mitos Cortos Oaxaca

La Tierra, el Sol y la Luna. Mito mazateco.

Cuentan nuestros ancestros mazatecos de Oaxaca que la Tierra es plana como una mesa y se encuentra sostenida por cuatro “posteles” (postes), clavados en el agua. Más allá del agua se encuentra el Mar Sagrado. Cuando se produce un temblor, se debe a que el agua se mueve; cuando tiembla en la noche, es señal de que va a llover, pero si tiemble en el día es porque va a haber mucho calor. Debajo de la Tierra moran unos hombres chiquitos y negros porque cuando pasa el Sol los requema, ya que siempre están desnudos; su pelo es chino y muy negro. Estos seres reciben el nombre de gran. Los gran son muy ricos, pues cuando pasa el Sol derrama oro en su recorrido. A la Tierra la encierra el Cielo, que es como un globo o como una bola de cristal. La Tierra cuenta con dos aberturas por las que entran y salen el Sol y la Luna. Por un lado de la Tierra sale el Sol, ahí se encuentra todo lo bueno; y por el otro, su opuesto, se oculta, ahí se encuentra todo lo malo. En este lado vive Chad-Nai, el Espíritu Malo, El Maligno. No se sabe qué existe a los lados de la Tierra. El Sol sale por occidente (sic), allí nacen las horas y los días; cuando el Sol se oculta llega la noche y todas las personas deben permanecer en sus casas, sobre todo los niños, pues es cuando los espíritus aberrantes están sueltos y producen daños.

Mito corto mazatecoLas Estrellas están regadas por el Cielo, son lucecitas, velas encendidas de los difuntos que han muerto hace muchos años; o florecitas que adornan el altar del Padre Eterno, el Sol, llamado Nai Tsuit, Padre Luz Resplandeciente. Él vigila y juzga los delitos y pecados que se cometen en la Tierra, y en tal vigilancia le ayuda la Luna. La luna se llama Nai’tza, es un dios, es el Padre Segundo, y es mucho menos resplandeciente que el Sol. En la Luna se puede ver a un conejo que huyó de la Tierra. El Sol y la Luna son hermanos, el primero es el hermano mayor; ellos robaron la luz a una vieja bruja que la escondía bajo una piedra dentro de agua. Cuando robaron la luz, el Sol y la Luna huyeron al Cielo para que nunca volviera a caer en malas manos.

El Arco Iris se llama Yaa, es una bella serpiente. Yaa sabe cuándo va a llover y cuándo la lluvia no quiere parar. Es como un tubo por donde entra el agua de la lluvia y luego cae en el mar. Los antiguos cuentan que Yaa fue una hermosa muchacha que salió a pasear al campo y se perdió. Los colores del Arco Iris son las franjas coloridas de su huipil.

También se dice que la Tierra está sostenida por un hombro de la Virgen Isabel. Cuando se cansa de sostenerla, se la pasa al otro hombro, razón por la cual se producen los temblores. Encima de la Tierra se encuentran las estrellas. Son como el Sol pero pequeñitas, y están subordinadas a él, trabajan para él. Entre las estrellas sobresale el Lucero de la Mañana, que era una niña huérfana que vivía con una tía que la maltrataba mucho. Cansada del maltrato, un día huyó y se subió al Cielo, en donde devino el Lucero de la Mañana. (Entrevista con Juan Madariaga, informante mazateco)

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas

Tangáxoan Tzintzicha, el último cazonci purépecha.

Tangáxoan II nació en fecha desconocida. Hijo mayor de Henziua (Zuangua), Señor de Cumanchen, fue el último cazonci (caltzontzin o irecha) de Tzintzuntzan, “donde está el templo del colibrí mensajero”, ciudad que fuera fundada por Tariácuri en 1325, junto al Lago de Pátzcuaro, en la región de la Meseta Tarasca. Tangáxoan recibió de su padre, Zuanga, el reinado en el año de 1521. Zuanga fue hijo del  décimo sexto irecha llamado Harame, quien luchó valientemente en la famosa Guerra del Salitre, y murió muy viejito a causa de una epidemia de viruela. Tangáxoan participó en la tal guerra, emprendida contra los pueblos de Autlán y Sayula, la cual perdió ante el empuje de los pueblos confederados y aliados, comandados por Copatzin, Señor de Autlán, “lugar donde camina el agua”, ciudad de la región Costa Sur de Jalisco. Como Zuanga no dejó claro quién le sucedería en el mando, se provocó un cierto caos en el gobierno, aunado a que poco tiempo después de la muerte de su padre, Tangáxoan recibió la vista de unos guerreros mexicas que llegaron a pedir ayuda armada para luchar en contra de los españoles. Tangáxoan, desconcertado, no supo qué hacer y mandó asesinar a los guerreros para que así le llevasen el mensaje a Zuanga hasta el más allá, al país de los muertos.

 A la llegada de un grupo de españoles, Tzintzicha organizó una cacería y ordenó ataviar a los hispanos como si fueran dioses, con guirnaldas de oro en la cabeza y rodelas al cuello, y les regaló cinco venados, tortillas de bledos, pulque y frutas; además les dio mujeres. A su vez, los españoles le obsequiaron con un perro –para que cuidase a su esposa-  y diez puercos. Poco después, llegaron más españoles, y Tzintzicha les ayudó a la conquista de Colima, proporcionándoles guerreros. Finalmente, llegó el sanguinario Cristóbal de Olid. En 1522, el irecha tuvo que rendirse, -después de varias huidas por el territorio purépecha y arrastrando tras de sí una actitud temerosa y mojigata, como su colega Moctezuma-  para evitar una  masacre de las acostumbradas por los bárbaros hispanos. Derrotados, Tangáxoan y su pueblo juraron obediencia a la Corona española y el emperador selló un pacto de paz con Olid. Poco después, al cazonci se le bautizó con el nombre de Francisco. Su hijo, don Antonio Huittzimengari, le sucedió como cacique de Pátzcuaro.

Conquista Michoacan por Nuño de GuzmánNuño de Guzmán, en 1529, acusó a Tangáxoan de seguir practicando su antigua religión a pesar de su supuesta conversión, de conspirar contra el gobierno español, e incluso de haber ordenado la muerte de varios hispanos. A causa de estas acusaciones, se le arrastró con un caballo, le dieron garrote y, finalmente, le ahogaron: su cadáver fue quemado en una hoguera. Debido a este hecho, el pueblo purépecha se levantó, comandado por Eréndira, Mañana Risueña, la hija de Tangáxoan. Veamos el documento de su condena:

Sentencia contra el Cazonci.
Fallo que devo condenar e condeno al dicha (sic) Cazonzi llamado don Francisco, en pena de lo que así ha delinquido, a que de la prisión donde está, sea sacado, las manos e pies atados, con una soga a la garganta, e con voz de pregonero que manifieste su delito, e sea metido en un zerón, si pudiere ser havido, e atado a la cola de un rocín, e sea traído en derredor del lugar donde está asentado este real e sea llevado junto al paso de este río e allí sea atado a un madero e quemado en vivas llamas hasta que muera naturalmente e hecho polvos. E si el dicho Cazonzi quisiere morir como cristiano, pues ha recibido agua del batismo, puesto después que la recibió era tornado a idolatrar, como por su confesión e por este proceso consta e paresce. Mando que antes que sea quemado, le sea dado un garrote a la garganta en manera que el dicho Cazonzi muera, e del espíritu vital sea apartado, e después sea echado en el fuego e quemado como dicho es. (“Proceso que hizo Nuño de Guzmán contra el Cazonzi” Año de 1530)

Sonia Iglesias y Cabrera

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Tradiciones

La historia de los Reyes Magos.

A estos santos monarcas también los conocemos como los Reyes Magos. Cuando Jesús nació en Belén unos magos, procedentes de Oriente, llegaron hasta su pesebre con el fin de ofrecerle regalos al recién nacido, pues sabían que se trataba del Mesías, el hijo de Dios Padre y Salvador de la Humanidad. Cada uno de los magos en su palacio, situado en la ciudad de Sava (Saveh) en Persia, había visto una estrella que anunciaba el nacimiento del Niño Dios, y había decidido ir a venerarlo a Belén.

Montados en un camello, un elefante y un caballo, según la más conocida tradición, y cargados de un precioso tesoro consistente en varios kilos de piedras preciosas, collares, plumas de avestruz, bálsamos, cofres de áloe, ébano y sándalo, llegaron hasta el humilde pesebre sobre el cual la estrella se detuvo para señalar el recinto sagrado. Tenía tres días de nacido el Niño, cuando recibió las ofrendas y les dio a los reyes a cambio un cofrecito que contenía una piedra, la cual simbolizaba el hecho de que tenían que ser firmes y constantes en su fe. Pero como los magos desconocían su significado, arrojaron la piedra a un pozo; hecho lo anterior, desde una nube bajó una enorme llamarada hasta la piedra. Entonces los magos comprendieron que la piedra era un talismán y tomaron parte del fuego para llevarlo a sus respectivos lares y mantenerlo encendido y utilizarlo en los holocaustos sagrados.

Historia de los reyes magos - Sarcofago

En cuanto a la estrella que se les apareció a los Reyes Magos, un director del observatorio del Vaticano, jesuita irlandés apellidado Treanor, publicó en el Oservatore Romano que la estrella fue la conjunción, demostrada posteriormente por métodos modernos y científicos, de Júpiter y Saturno, bajo el signo de Picis, en el año 7 de la era cristiana. Este fenómeno fue pronosticado y observado por astrónomos babilónicos y persas, por lo que los Reyes Magos la asociaron con el nacimiento del Mesías. En realidad, los Reyes Magos fueron sacerdotes del mazdeísmo, antigua religión persa basada en Ahura Mazda (u Ormuz en idioma avéstico), suprema deidad del zoroastrismo, y en el Zend-Avesta, la colección de textos sagrados persas. Constituían una casta muy cerrada de carácter sumamente austero. En Persia, los magos se distinguían por su afición al estudio, pues eran verdaderos astrólogos y teólogos. Sus principales funciones consistían en mantener el fuego sagrado dedicado a los dioses, estudiar el curso de los astros y descifrar el significado de los sueños.

En algunas de las primitivas pinturas cristianas encontradas en las catacumbas romanas, donde se practicaban clandestinamente las primeras ceremonias, aparecen más de tres Reyes Magos: cuatro, seis y hasta doce de ellos dedicados a adorar al Santo Niño. No fue sino hasta el siglo V, cuando el Papa León I decretó que los Magos habían sido tres, posiblemente porque cada uno representaba a una raza de las entonces más relevantes; pues es sabido que Melchor representa la raza aria, Gaspar la semita, y Baltasar la camita o negra. Beda el Venerable (Ca. 673-735), eclesiástico inglés y doctor de la Iglesia, nos relata que Melchor era un anciano de larga y poblada barba; Gaspar, joven, lampiño y rubio, y Baltasar negro y de tupida barba.

En cuanto a sus apelativos no han sido iguales en todos los países. Sabemos que los etíopes los llamaban Ator, Sater y Paratoras; los hebreos los conocían como Magalath, Galhalath y Serakin; los sirios les denominaron Kagpha, Badadilma y Badakharida, y los griegos les pusieron los nombres de Apelicón, Amerín y Damascón. Los nombres con que los conocemos actualmente quedaron consignados, en el siglo VII, en un documento anónimo que se conserva en la Biblioteca Nacional de París.

Cuando los Reyes Magos murieron, se les enterró en Persia en sepulcros de gran lujo y belleza, colocados uno junto a otro. Hasta el siglo XIII los cenotafios (tumbas monumentos) conservaron los cuerpos intactos, con sus largas barbas y cabelleras, muy cerca del Cala Atepereistán; o sea, el alcázar de los adoradores del fuego.

En el siglo IV, Santa Elena, madre de Constantino, primer emperador romano convertido al cristianismo, se llevó los restos de los magos de su sepulcro, por considerar que se encontraban en manos de infieles, y los depositó en un inmenso sarcófago de granito que mandó construir en Bizancio, capital antiguo imperio romano de Oriente (Imperio Bizantino).
Pasado medio siglo, un obispo de Milán, San Eustorgio, trasladó de Bizancio a su Diócesis los sagrados cuerpos. Para tal efecto, utilizó un carro tirado por bueyes. Sobre el camino que debía recorrer el santo en su misión, resplandeció la estrella que había brillado y guiado a los Santos Reyes hacia Belén cinco siglos antes. Cuando pasaban por los Balcanes, un lobo hambriento agredió a uno de los bueyes y le dejó imposibilitado para halar. Entonces, el fraile domó al lobo y lo ató a la yunta para que reemplazase al animal de tiro. Al llegar a su destino,  la ciudad de Milán, mandó edificar una hermosa tumba para que los creyentes pudieran visitarle en peregrinación.

Pero estaba escrito que los Reyes no descansasen en paz. En 1162, Federico Barbarroja, emperador de Occidente, en una de sus expediciones a Milán saqueó la regia tumba y su consejero Reinaldo de Dassel, le pidió llevarse los restos. Sin embargo, cuando acudió por ellos, los sacerdotes del templo negaron que ahí estuviesen los tres Reyes Magos, y lo engañaron diciéndole que en esos sarcófagos sólo se encontraban los cadáveres de Dionisio, Rústico y Eleuterio, santos venerados, pero de no mucha importancia. Escéptico, Reinaldo mandó levantar la lápida que los protegía y encontró las tumbas vacías, pues manos piadosas se habían anticipado llevándose los restos a la iglesia de San Gregorio el Palazzo. Reinaldo, indignado, decidió buscarlos arduamente hasta encontrarlos y llevárselos hasta la ciudad de Colonia Agripina, llamada así en honor de las madres de Nerón, hoy en día conocida simplemente como Colonia.

Para poder recibir a todos los peregrinos que año con año acudían a la ciudad a honrar a los Reyes Magos, Federico Barbarroja emprendió la construcción de una gran catedral. En 1248, el arzobispo Conrado de Hostaden colocó la primera piedra de lo que sería la Catedral de San Pedro. Terminada la obra, Maese Nicolás de Verdun elaboró una urna de oro y plata que pesaba 350 kilos, en la que se conservaron las reliquias.

En 1495, Rodrigo Borgia, después convertido en el Papa Alejandro VI, a instancias del duque de Milán Ludovico el Moro, le pidió al arzobispo de Colonia la restitución de los santos despojos que les fueran quitados. Sin embargo, el clérigo se rehusó. Tampoco tuvieron éxito las gestiones del Papa Pío IV, de origen milanés, ni de Gregorio XIII, ni el rey de España Felipe II, quien a la sazón gobernaba el Milanesado. Tiempo después, un cardenal de Milán llamado Ferrari, obtuvo la devolución de una tibia, un húmero y un esternón. Durante la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de los huesos permanecieron en Colonia de donde desaparecieron. Actualmente, nadie sabe dónde se encuentran.

Del tesoro de los Reyes Magos sí tenemos noticias. Se dice que desde el siglo IV se guardan en el monte Athos, cerca se Tracia, en Grecia. En dicho monte existen varios conventos en los que se custodian, además de manuscritos pre medievales y medievales, las joyas de los emperadores bizantinos, fragmentos de la Santa Cruz, y los fabulosos tesoros que recibiera el Niño Dios de parte de los Reyes Magos.

Sonia Iglesias y Cabrera


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Leyendas Mexicanas Varias

«Hey, familia, danzón dedicado a…»

Los orígenes del danzón
El ritmo musical y baile conocido con el nombre de “danzón” tiene su origen en la danza y la contradanza europea (ritmo de danza en compás binario compuesto por secciones de ocho compases que se repiten) que llegó a La Habana en 1762, cuando migraciones de colonos franceses y negros de Haití llegaron a Cuba, a raíz de las revueltas de los trabajadores de los trapiches contra los patrones franceses. La contradanza se arraigó  en Cuba, y al recibir las influencias musicales del país, dio origen a una música criolla especie de contradanza, pero ya con sabor cubano. Un ejemplo lo encontramos en la composición Los Ojos de Pepa de Manuel Saumeill. La contradanza aumentó sus partes formativas y alargó el tiempo de baile, y se le llamó “danzón”, es decir, danza grande. El primer danzón  recibió el nombre de Las Alturas de Simpson (titulado así en alusión a un barrio de matanzas); se estrenó en Matanzas, una provincia de Cuba, el 1° de enero de 1879, ejecutado por una orquesta compuesta de trombón, cornetín, un fingle, dos clarinetes, un contrabajo, dos violines, un güiro y dos timbales. Este danzón (más otros 144) lo compuso Miguel Faílde, hijo de gallego y de una mulata cubana, quien también dirigía la orquesta. El danzón estaba estructurado por una introducción, un trío de clarinete y un trío de metales, y lo interpretaba la llamada “orquesta típica”. Ni qué decir que este danzón fue un éxito total, obligatorio en cada fiesta habanera.

Hacia inicios del siglo XX, el danzón se fue modificando e incorporó elementos de otros ritmos musicales como el son cubano (ritmo de la parte oriental de Cuba) y del son montuno, como se escucha claramente en el danzón titulado El Bombín de Barreto, de José Urfé. Desde entonces el danzón ha seguido su camino. En cuanto a la estructura musical del danzón nos dice un investigador que: es una especie de rondó que se desarrolla bajo el esquema AB-AC-AD-AF, es decir, (A) introducción que después se torna en estribillo, (B) desarrollo del primer tema, (A) estribillo, (C) desarrollo del segundo tema, (A) estribillo, (D) ocasionalmente, desarrollo del tercer tema, (A) estribillo, poco acelerado al final que resuelve en (F) «montuno» final, ligeramente más vivo. Como en los temas B, C y D pueden acomodarse las melodías de canciones populares de cualquier nacionalidad, trozos de ópera o de piezas muy conocidas, el danzón adquiere una gran versatilidad que le permite ser fácil y francamente aceptado en diferentes ámbitos. 

El Ministerio de Cultura de Cuba, decretó al danzón como parte del Patrimonio Inmaterial de la isla, dentro del marco del XXII Festival Cubadanzón-2013.

Salón MexicoEl danzón llega a México
El danzón llegó a nuestro país en el año de 1890, vía Yucatán, y se arraigó inmediatamente, sobre todo en el estado de Veracruz, donde fue  llevado por inmigrantes cubanos que salieron de Cuba huyendo de la situación política causada por la Independencia de España, la intervención armada de los Estados Unidos, y la instauración del primer régimen constitucional. En todo México el danzón gustó mucho, y muy pronto se empezaron a formar orquestas danzoneras como la de Severiano y Albertico, la de los Chinos Ramírez, y la Danzonera Pazos. A la orquesta inicial se le agregaron nuevos instrumentos como el saxofón barítono, y los metales que agregaron más trompetas y trombones. Hoy en día, el danzón forma parte importante de las tradiciones populares del Puerto. De Veracruz el danzón pasó a la Ciudad de México, gustó, se aclimató, y dio origen a la aparición del famoso Salón México, centro de reunión de los amantes del danzón, ubicado en la calle Pensador Mexicano No. 16, en la Colonia Guerrero.

El Salón México
El Salón México se inauguró el 20 de abril de 1920. Ocupó  un edificio que había sido la conocida Panadería los Perros. En la apertura participó la Danzonera de Tiburcio Hernández, El Babuco, timbalero cubano muy conocido en México. Contaba el Salón México con una sala de espejos y tres pistas  de baile. Cada sala albergaba a los bailadores según la clase social a la que pertenecieran: en la pista conocida con el nombre de “Mantequilla”, bailaban los integrantes de la clase alta y los intelectuales; en la llamada “Manteca”, se encontraban las personas de la clase media; y en  denominaba “Sebo”, se refugiaban los bailarines de la clase baja. El decorado era tipo californiano, con grecas mexicanas y flores al estilo guaje michoacano. En el salón Renacimiento, el de postín, había bastidores con pinturas folclóricas de José Gómez Rojas, El Huentote, que representaban danzas como la de Los Chinelos y el Jarabe Oaxaqueño. En la planta baja, las personas se divertían con espejos deformantes, como los de Chapultepec. El Salón México contaba con un señor que por 20 centavos rociaba de perfume “francés” a la pareja de baile que lo solicitara. Como al Salón acudían todas las clases sociales de la ciudad, se daba el caso de que algunas mujeres humildes acudieran sin zapatos; razón por la cual un buen día apareció un letrero que rezaba: “No tirar colillas porque se queman los pies las señoritas”; a mas de otros letreros que recomendaban: “Favor de no limpiarse las manos en las cortinas” (verídico). Las tres salas del Salón se llamaban: La Maya, La Azteca y La Tianguis. Estaban distribuidas en semi círculo; en medio, se encontraba un quiosco-bar para la venta de licores y cervezas, y otro en el que se podían adquirir bocadillos. El Salón abría sus puertas los sábados, domingos, lunes, y jueves durante doce horas seguidas: de cinco de la tarde a cinco de la mañana del otro día. Las orquestas más ligadas al Salón México fueron la de Juan de Dios Concha y sus estrellas, la de Dimas Prieto, Gonzalo Curiel, y la famosísima de Consejo Valiente “Acerina”. Fueron famosas las Posadas organizadas en el Salón México cada temporada navideña. Los bailadores  personificaban a los Santos Peregrinos, y se pedía posada con todas las de la ley, letanía incluida. Un atractivo más del Salón México fueron los concursos de baile en los que participaron bailarines populares famosos como La Negra Palomares, Carlos D. Barriel, El Calcetín, y Jesús Ramírez, El Muerto, entre otros muchos más. El jurado lo integraban personajes de la época, como por ejemplo El Indio Fernández, quien dirigió la conocida película Salón México estrenada en 1948. Los premios eran una copa, dinero y un diploma.

El Salón México dejó de existir en 1962, por disposición del regente Ernesto Uruchurtu, como parte de su campaña “moralizadora”.

Sonia Iglesias y Cabrera


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Mitos Cortos

Los Dioses del Agua. Mito mexica.

El más importante dios del agua fue Tláloc, Néctar de la Tierra, dios del rayo, de la lluvia, y de los terremotos; hacía brotar con su lluvia las verdes plantas, los árboles y las frutas; enviaba los relámpagos, los rayos, las tempestades, los peligros del mar y de los ríos. Habitaba el Tlalocan, el paraíso, situado en la región oriente del universo, donde con su cara y cuerpos teñidos de negro o azul y su olla en la espalda hecha de plumas de quetzal, aguardaba majestuoso, haciendo sonar sus cascabeles, a que sus fieles adoradores le rindieran homenaje el tercer mes, Tezoztontli, y le ofrecieran las primicias de las flores que colocaban en el templo llamado Iopico, que nadie estaba facultado para oler antes que el dios.

A los diosecitos llamados tlaloques se les reverenciaba el primer mes, Atlacahualo, en la misma fecha que hoy celebramos la Purificación de la Virgen de la Candelaria. Estos duendecillos, hermanos de Chalchiuhtlicue, moraban junto a Tláloc en el Tlalocan, desde donde presenciaban los sacrificios de niños que se les ofrecían en los montes cercanos a la ciudad de Tenochtitlan. Desde el interior de los cerros, los tlaloques enviaban a la Tierra cuatro clases de agua. Para ello se valían de vasijas de barro, las cuales rompían causando pavorosos truenos y lluvia en abundancia. Había cuatro tlaloques principales, que a su vez eran ayudados por los ahuaque y los ehecatotontin, almas de aquellos que habían muerto por enfermedades, o a causa de accidentes relacionados con el agua. Para la fiesta dedicada a los tlaloques los sacerdotes buscaban muchos niños de teta, comprándolos a sus madres: escogían aquéllos que tenían dos remolinos en la cabeza, y que hubiesen nacido bajo un signo fausto; pues decían que éstos eran más agradables al sacrificio y los dioses otorgaban mucha agua. Uno de los tlaloques más importantes fue Nappatecuhtli, patrono de los que trabajaban las palmas y los carrizos. A él se le agasajaba con una fiesta en la que se vestía a un hombre con los atavíos del dios, para después sacrificarlo. El día que debía morir, le ponían en la mano un recipiente de color verde pleno de agua. Con una rama de sauce, Nappatecuhtli rociaba a sus adoradores con el líquido. Lo mismo hacia con las casas por las que iba pasando antes de su sacrificio. El propósito de tal ritual consistía en purificar y “bendecir” hombres y moradas.

Chalchihiuhtlicue, La de la Falda de Jade, gobernaba las aguas de los mares y los ríos. Producía tempestades y ahogaba a quien anduviese por dichas aguas. Era la patrona de los vendedores de este preciado líquido, pues el agua solía venderse en las canoas que recorrían el lago y en los mercados de Tenochtitlan y Tlatelolco. La cara de la diosa estaba pintada de color amarillo y portaba un hermoso collar de piedras preciosas, chalchihuites, con pandantif de oro. Llevaba una diadema de papel azul con un penacho de plumas verdes; orejeras de turquesa y huipil con enredo azul claro. Su fiesta principal, la Etzacualiztli, se celebraba en el mes del mismo nombre, para cuya ocasión se elaboraban unas puchas, etzalli, hechas de maíz amarillo. Los antiguos creían que toda el agua de los ríos provenía del Tlalocan, el Paraíso Terrenal, de donde la mandaba Chalchiuhtlicue. Los montes estaban situados sobre él, razón por la cual estaban plenos de agua. Es por ello que los sacrificios y homenajes que se dedicaban a los dioses del agua se efectuaban en los cerros, porque nada podía haber tan sagrado que esta bendición proveniente del Tlalocan: el átl.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas

El Niño Fidencio.

José de Jesús Fidencio Constantino Síntora, más conocido como el Niño Fidencio, fue uno de los más famosos curanderos de México. Nació el 18 de noviembre de 1898 en Espinazo, Nuevo León. Aunque para otros investigadores nació un 13 de noviembre en el Valle de las Cuevas, Guanajuato. Sus padres fueron el señor Socorro Constantino y la señora María del Tránsito Síntora. Parece ser que tuvo más de tres hermanos. En su niñez, y junto con su amigo Enrique López de la Fuente, aprendió a curar con hierbas. Asistían juntos a la escuela primaria y ayudaban en el curato del padre Segura, que era tío de Enrique. Su instrucción llegó hasta tercer grado de primaria. Desde pequeño adivinaba la suerte de sus compañeritos y hacía predicciones. Se dice que su desarrollo físico como hombre nunca fue completo, pues siempre fue lampiño, agudo de voz, y virgen de por vida.

Más tarde, en 1912, ambos jóvenes partieron a la ciudad de Morelia, Michoacán, a trabajar como ayudante de cocina de una familia pudiente. Llegada la Revolución, Enrique se adhirió a la lucha armada y Fidencio se fue a vivir a Loma Sola, Coahuila, con su hermana Antonia. En el año de 1921, tras años de separación, Fidencio se fue a vivir con su amigo Enrique a Espinazo, como cocinero y niñero de su hijo Ulises. En este tiempo, Fidencio comenzó a llamar “padre” a su amigo, pues le consideraba un protector. Es en este año que dio inicio su carrera de curandero. Su forma de curar era sui generis: operaba sin anestesia a sus pacientes, sin que sintiesen el más mínimo dolor; subido a un árbol de pirul arrojaba diversos objetos a los enfermos: los que recibían el golpe se curaban. Otras veces, acudía con sus pacientes a un charco de lodo que se encontraba en las afueras del pueblo, en donde sumergía a los dolientes quienes salían completamente curados. El 8 de febrero de 1928, Fidencio curó al entonces presidente de la República Plutarco Elías Calles de lepra nodular. Este hecho acrecentó su ya merecida fama. Miles y miles de pacientes acudían a Espinazo para ser curados por El Niño Fidencio.

Murió Fidencio en Espinazo en el año de 1938, a la edad de 40 años, debido a las duras jornadas de trabajo que realizaba, pues trabajaba hasta de 48 horas seguidas, para curar a los miles de enfermos que acudían de todo el país. Se dice que sus últimas palabras, junto al famoso pirul donde agonizaba, fueron: -Ya me voy, pero volveré, y nadie sabrá en quien. Unos cuantos minutos después de su muerte, una mujer cayó en trance y dijo: -¡Yo les dije que me iba y volvería, y aquí estoy de nuevo!

Desde entonces muchos de sus seguidores empezaron a curar en su nombre y se conocen con el nombre de “cajitas”. Sigue siendo venerado en Espinazo, a donde acuden los dolientes a curarse con las “cajitas”.

Sonia Iglesias y Cabrera