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Tradiciones

La miniaturas mexicas.

Una opinión muy generalizada entre los estudiosos del arte popular mexicano consiste en considerar a la miniatura como la expresión más bella y delicada de todas nuestras manifestaciones artesanales. En cierto sentido lo anterior es verdad, ya que es un hecho irrefutable que se requiere mayor destreza y maestría para ejecutar piezas de diminutas dimensiones, que aquéllas que se necesitan para elaborarlas de mayor tamaño, aun que se trate de un mismo objeto. Es por ello que la miniatura mexicana goza de tan alto prestigio en el mundo.

Según el Diccionario de uso del  español de María Moliner, la miniatura es una: Pintura de pequeñas dimensiones, realizada con tantos detalles como si fuera de mucho más tamaño (…) Por extensión, reproducción en muy pequeño tamaño, hecha generalmente para servir de modelo, de juguete o de adorno, de una cosa mucho mayor.

Ahora bien, estamos ciertos de que se trata de una definición muy amplia, pero conocerla nos permite acercarnos hacia una precisión más acorde con nuestra necesidades. Efectivamente, la miniatura es un objeto pequeño que representa a uno mayor. Pero aquí cabe una interrogante: ¿Qué tan pequeño? A este respecto, los investigadores no han llegado a un acuerdo total. Algunos incluso llegan a hablar de medidas, determinando que para que un objeto sea una miniatura debe medir 1.33 centímetros, aunque las haya de menor tamaño. En realidad, definir las medidas que debe tener una miniatura es tarea ardua y, tal vez, sin importancia, ya que nunca se llegaría a un acuerdo satisfactorio para todos. Por lo tanto, más nos vale quedarnos con la definición de Moliner y tratar de precisar su sentido en atención a las funciones de la miniatura, toda vez que el término está sujeto a cierta relatividad semántica que no debemos olvidar. Acerquémonos brevemente a los antecedentes prehispánicos de la miniatura.

Miniaturas mexicas

El miniaturismo popular tiene sus raíces en las culturas mesoamericanas. Respecto a la cultura mexica, el cronista del siglo XVI, fray Bernardino de Sahagún nos informa en su obra Historia General de las Cosas de Nueva España:

Al tiempo de bautizar la criatura luego aparejaban las cosas necesarias para el bateo, que era que le hacían una rodelica y un arquito, y sus saetas pequeñitas, cuatro una de las cuales era del oriente, otra del mediodía y otra del norte; y hacíanle también una rodelita de masa de bledos, y encima ponían un arco y saetas, y otras cosas hechas de la misma masa.

Este testimonio de Sahagún nos informa que algunas miniaturas mexicas tenían una función ceremonial, puesto que se usaban en el rito bautismal. Según fuera el sexo del bautizado se le ponían utensilios en pequeño que le correspondieran. En el párrafo anterior, hemos visto lo que se hacía con masa de amaranto si se trataba de un niño. En cambio, si era una niña la bautizada, se le obsequiaban malacates y lanzaderas en pequeña escala.
Por su parte, fray Diego Durán nos cuenta:

… si era varón… poníanle en la mano derecha una pequeña espada, y en la otra, una rodelilla chiquita. Esta ceremonia hacían al niño 4 días arreo… Y si era hija, después de lavada cuatro veces, poníanle en la mano un aderezo pequeño de hilar y tejer, con los dechados de labores. A otros niños ponían a los cuellos carcajes de flechas y arcos en las manos. A los demás niños de la gente vulgar les ponían las insignias de lo que el signo en que nacían conocían. Sin su signo se inclinaba a pintor, poníanle un pincel en la mano; si a carpintero, dábanle una azuela, y así de los demás…

Es decir, que se les colocaban objetos en miniatura a los infantes, según el oficio que dictara su tonalli.

 Otros objetos pequeños que fabricaban los mexicas fueron los tepitones, figurillas de barro que, a manera de dioses tutelares, protegían y ayudaban a las familias. Se les colocaba en un altar o adoratorio construido ex profeso en la casa para rendirles culto. Francisco Javier Clavijero en su Historia de México antes y después de la conquista española, nos legó un testimonio al respecto:
Tepitón (pequeñito) era el nombre que daban los mexicanos a sus penates o dioses domésticos y a los ídolos que representaban. De estos idolillos debían tener en sus casas seis los reyes y caciques, cuatro los nobles y dos los plebeyos. En los caminos públicos se veían en todas partes (…) eran infinitos (…) la materia ordinaria de que se hacían era el barro y algunas especies de piedras y de maderas, pero también los hacían de oro (…) y algunos de piedras preciosas.

Los tepitones también se regalaban durante las numerosas fiestas sagradas dedicadas a celebrar a los dioses durante todo el año. Las figuritas se guardaban y luego de depositaban en la tumba del difunto en cuya casa se encontraban. Así como también se agregaban a los entierros miniaturas de perros xoloitzcuintlin, que representaban al dios Xólotl, el dios encargado de acompañar a los muertos en su largo camino al más allá.

Otro tipo de figuras que fabricaban los mexicas en tamaño reducido fueron los muñecos articulados en brazos y piernas, que se quemaban junto a los cadáveres en las ceremonias mortuorias como representación del difunto, y que después de la cremación se recogían junto a las cenizas de éste, para ser colocados y venerados en los altares familiares.

Asimismo, las pequeñas figuras articuladas servían como títeres con que los niños jugaban, y los sacerdotes las utilizaban como parte indispensable de ciertos rituales. Pues si bien es cierto que algunos muñecos articulados medían treinta o más centímetros, los hubo que no sobrepasaron los seis centímetros. Una muestra se encuentra en el Museo Anahuacalli.

Cuando los españoles hicieron su aparición e irrumpieron en tierras mesoamericanas, trajeron con ellos estilos, materiales y técnicas artísticas que se incorporaron a las ya existentes, y dieron origen a nuevas formas de creación. El arte de la miniatura no fue ajeno a este proceso y también se vio afectado. Así, de la mezcla de la técnica indígena con la española, más otras influencias posteriormente recibidas como la asiática, nació nuestra actual miniatura mexicana.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Mexicanas Varias

Las mujeres de Emiliano Zapata. Leyenda revolucionaria.

Por los campos de Morelos
Se escucha cantar al viento.
Un canto que no envejece,
Un canto que se hace eterno;
Emiliano está en los cerros,
Emiliano no se ha muerto.

Fragmento del corrido a zapata, de Paco Chanona

Es innegable que Emiliano Zapata fue un hombre guapo, carismático, interesante y, según la leyenda, sumamente mujeriego, aunque parecer ser que siempre regresaba a su primer amor: doña Inesita. Emiliano nació en Anenecuilco, Morelos, el 8 de agosto de 1879, y murió, cruelmente asesinado, en Chinameca un 10 de abril de 1919. Nació en una familia campesina; su padre se llamaba don Gabriel Zapata y su madre doña Cleofás Salazar. Este hombre, el más importante de los caudillos de la Revolución Mexicana que estuvo al  mando del glorioso  Ejército Libertador del Sur, de niño fue educado por un viejo profesor, ex soldado juarista, de nombre Emilio Vera. De muy joven trabajó como labrador y arriero, para poco después ser llevado a la fuerza por la leva, por haber raptado a la muchachita: Inés Alfaro Aguilar. En 1910, se encontraba en el 9° Regimiento de Caballería en la ciudad de Cuernavaca, Mor., como caballerango del jefe del Estado Mayor de Porfirio Díaz, don Pablo Escandón. Más adelante pasó a servir a Ignacio de la Torre, yerno del tirano Díaz.

En 1909, Emiliano fue elegido calpuleque, jefe, de la junta que defendía las tierras de Anenecuilco, cargo que le permitió estudiar los documentos que acreditaban el derecho de los pueblos de la comarca a las tierras de la zona, y que la Ley Lerdo, promulgada por Ignacio Comonfot, había negado y rechazado. Desde entonces, se convirtió en líder agrarista pro defensa de los derechos de los campesinos a la tierra: “Tierra y Libertad” fue su lema. El 10 de marzo de 1911, tras una plática de Pablo Torres Burgos con Francisco I. Madero, en los Estados Unidos, Emiliano tomó las armas junto con otros 72 campesinos, bajo la proclama el Plan de San Luis. Emiliano acababa de entrar de lleno en la Revolución.

Emiliano Zapata y Josefa EspejoEmiliano Zapata tuvo nueve «esposas». La primera fue Inés Alfaro Aguilar con la que procreó a Guadalupe, Nicolás, nacido en la Villa de Ayala, Morelos el 6 de diciembre de 1904 y fallecido el 17 de agosto de 1979 en la ciudad de México; Juan, Ponciano, y María Elena, de los que se ignoran los datos de su nacimiento y muerte. Inés fue una joven morena, dulce, resignada, que siempre perdonó a Emiliano sus infidelidades con otras mujeres, no en vano era mujer de la época y campesina de nacimiento.

La segunda mujer de don Emiliano se llamó Josefa Espejo Sánchez (foto), natural de San Miguel de Anenecuilco, nacida el miércoles 19 de marzo de 1879, hija de Fidencio Espejo Avelar y Guadalupe Sánchez Merino. Josefa pertenecía a una familia de hacendados porfiristas de dinero y poder político, cuya casa estaba situada en el Camino Real que llevaba a la Villa de Ayala, al pie del cerro El Mirador y frente al canal de Los Tomases. Josefa tuvo una infancia feliz, mimada y llena de satisfacciones; con una preparación religiosa muy rigurosa como era costumbre dentro de las familias acomodadas de la época, y con aprendizaje de la lectura y escritura a cargo de su profesora María de Jesús Rivera, a más de la obligada preparación en las tareas del hogar. Todo era tranquilidad y paz en el hogar hasta que la “niña” Josefa conoció y se enamoró de Zapata. El padre no aceptaba el romance de su hija con un gañán desprovisto de dinero y de clase social inadecuada; además de ser contrario a don Porfirio Díaz. Según afirman varios testimonio, el padre amonestaba a Josefa con estas palabras: -¡Emiliano no te conviene; es un verdadero barrendero, jugador, mujeriego que no tiene ni burro que montar! Pero nada pudo detener el amor de la pareja, y valiéndose de mil excusas lograban cartearse con la complicidad de un amigo del caudillo. Cuando la chica iba a lavar vasijas en el agua del apantle de los Tomases, Emiliano, acompañado de tal amigo,  colocaba una carta en el sombrero el cual dejaba caer al agua, para que su amada pudiese recogerlo unos metros más adelante y apoderarse de la misiva. O bien, por la noche Emiliano silbaba y ponía a su caballo a correr a todo galope, así Josefa se enteraba que al día siguiente debía recoger un mensaje bajo una piedra del tecorral, el muro pequeño de rocas apiladas, que sólo ellos conocían.

Las condiciones del noviazgo mejoraron cuando la familia se trasladó a la Villa de Ayala en el año de 1909. Entonces Emiliano llegó al atrevimiento de llevarle serenata a su novia. Cuando murió don Fidencio, el padre de Inés, los novios clandestinos se casaron en el mes de agosto de 1911 en la Parroquia de San José de la Villa de Ayala. El vestido de novia lo diseño la señora Olaya Naranjo de San Pedro Apatlaco, y el fotógrafo fue el señor Salvador Medina. Ni que decir tiene que la boda llevó al rompimiento con las familias porfiristas de la región, quienes nunca perdonaron a los Espejo el haber emparentado con un revolucionario de “mala muerte”. Los padrinos de la boda fueron Francisco I. Madero y su esposa Sara Pérez de Madero, quienes obsequiaron a Josefa con un camafeo de oro y coral, y aretes a juego. El banquete de bodas consistió en frijoles y arroz, y estuvo amenizado con bandas de música de viento. Según cuenta la leyenda, Emiliano pidió a Josefa que no usara el vestido de novia que era un tanto cuanto lujoso, y que en su lugar se pusiese un vestido de percal de los usados por las campesinas. Del matrimonio nacieron Felipe, el primogénito, fallecido a los tres años a causa de la mordida de una víbora del cascabel en el cerro del Jilguero, cuando sus padres, por razones políticas, se ocultaban en él. La segunda hija se llamó Josefa, quien nació en Tlaltizapán, y murió a causa de la picadura de alacrán. Josefa perdió a sus dos hijos y siempre vivió en un continuo temor de ser asesinada en manos de Victoriano Huerta, el presidente golpista, o por Venustiano Carranza, quien en su afán de dañar al Caudillo del Sur, hizo presas a la madre de Josefa, doña Guadalupe Sánchez, y a sus hermanas Félix, Juana e Ignacia; así como a su sobrino Ángel, y a su tía Gabriela Espejo.

Al morir Zapata, Josefa fue conocida como La Generala, quien encontró la muerte el 8 de agosto de 1968, en su casa de la Villa de Ayala. Fue la única esposa legal de Emiliano Zapata, reconocida oficialmente el 1° de diciembre de 1934 por el general lázaro Cárdenas del Río en su protesta como presidente de la República.

A más de Josefa, el enamoradizo Emiliano Zapata, tuvo amoríos con Margarita Sáenz Ugalde (Yautepec, Mor. 1899-México, 1974), Petra Portillo Torres, María de Jesús Pérez Caballero, Georgina Piñeiro, Gregoria Zúñiga, Matilde Vázquez, y Luz Zúñiga, con quien no tuvo hijos. Zapata tuvo en total 16 hijos habidos de sus famosos y legandarios amoríos.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Mitos Cortos

La Arña Gris salva a la Tierra de caerse. Mito pima.

Cuentan los indios pimas, o’odham, “pueblo del río”, del estado de Sonora, que en el principio de los tiempos no existía absolutamente nada, ni Cielo, ni Tierra, ni agua. Pasado muchísimo tiempo, miles de años, la Oscuridad formó una enorme masa de la cual surgió el Espíritu del Chamán de la Tierra, Juh-Wert-A-Mah-Kai, flotando incesantemente sin poder descansar ni tener un lugar donde posarse para descansar.

Un día en que se encontraba especialmente cansado, el Espíritu decidió construirse un lugar donde poder reposar y vivir cómodamente. Tomó un poco de polvo de su pecho y un poco de su sudor, los mezcló cuidadosamente y formó un terrón, sobre el cual cantó y bailó hasta que surgió un arbusto de creosota (Larrea Tridentata), planta muy común en los desiertos. Acto seguido, Chamán de la Tierra creó a las hormigas, y a la termita llamada hiaptic quien hizo crecer al terrón hasta que Tierra alcanzó el tamaño en que la conocemos. Chamán de la Tierra cantaba y bailaba, y al compás de sus pasos la Tierra se iba formando maravillosamente; hizo surgir al Cielo que desde entonces sirve para tapar a la Tierra; asimismo, apareció la primera casa de los pimas. De repente, la Tierra se deformó, se desunió, y quedó inservible para ser habitada. Chamán de la Tierra decidió crear a la Araña Gris para que tejiese una telaraña alrededor de las orillas de la Tierra que la sostuviera y pudiera volverse a unir. Así lo hizo la Araña Gris, y  tejió tan bien y tan fuerte la telaraña que la Tierra quedó firme y sólida.

Gracias a la buena fabricación de la telaraña mágica y sagrada los hombres pueden vivir en el mundo sin caerse.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas

«¡Ahí viene El Coco!». Leyenda colonial.

¿Quién no ha sido amenazado siendo pequeño, por ese ser fantástico llamado El Coco? Pero, ¿quién es El Coco?. Pues El Coco es un personaje fantasmagórico que existe en la tradición oral de casi todos los pueblos de América Latina y de España. En algunas partes del Cono Sur se le conoce como El Cuco; en Brasil recibe el nombre de Cuca, y en el Paraguay se la llama Cucú. En Cuba recibe el nombre de Cocorícamo; en Perú, se transforma en Cucufo. En México se le conoce con el temido nombre de El Coco; pero no en todo México, ya que  por ejemplo en Michoacán y Zacatecas se le llama Kukui. Pero llámese como se llame la principal tarea de El Coco consiste en asustar a los niños que no quieren dormirse, que se obstinan en desobedecer o que se portan muy mal: -¡Pedro, si no obedeces lo que te digo viene El Coco y te va a llevar!

Mucho se ha especulado acerca del nombre de El Coco, unos estudiosos dicen que procede del latín coquus, cocinero; otros que del náhuatl kojko, daño. Pero como El Coco suele representarse como un fantasma cuya cabeza es una calabaza vacía con tres orificios que hacen las veces de ojos y boca, el lingüista y filólogo catalán Joan Corominas deduce que los hombres del almirante Vasco de Gama, cuando conocieron el fruto de la palmera le llamaron “coco” por los tres hoyuelos que presenta en la parte superior que se asemejan a la cabeza de calabaza de El Coco. Recordemos que, popularmente, también se la llama a la cabeza “coco”: me duele el coco, te van a partir el coco, le patina el coco…

El Coco - Leyenda Corta de MexicoLa referencia más antigua de la existencia de El Coco, se encuentra en el Cancionero de Antón de Montoro (c.1404-c.1483), poeta satírico judío probablemente nacido en Córdoba, España, que data de 1445. En él pueden leerse los siguientes versos:

Tanto me dieron de poco
Que de puro miedo temo,
Como los niños de cuna
Que les dicen ¡cata el coco!

Por otra parte, la nana más antigua para dormir a los niños en la que se menciona a El Coco, proviene del siglo XII, como parte de una obra dramática titulada El Auto de los desposorios de la Virgen de Juan Caxés:

Ea, niña de mis ojos,
Duerma y sosiegue,
Que a la fe venga el coco,
Si no se duerme.

Terminemos con unas palabras del estupendo poeta español Federico García Lorca, acerca de este intimidante personaje sin figura:

El Coco […] forma parte de ese mundo infantil, lleno de figuras sin dibujar, que se alzan como elefantes entre la graciosa fábula de espíritus caseros que todavía alientan en algunos rincones de España.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Tradiciones

El Día de la Candelaria. II.

En México, la fiesta del Día de la Candelaria se celebra desde los inicios de la Colonia implantada como parte de la evangelización a los indígenas. Curiosamente, en el calendario mexica el día 2 de febrero daba inicio el llamado mes Atlcahualo o Quauitleoa, en el cual se celebraban las honras a los Tlaloques, diosecitos de la Lluvia; a Chalchiuhtlicue, Diosa del Agua; y al Dios de los Vientos, Quetzalcóatl.

En dicho mes, se engalanaba a los niños que serían sacrificados en honor a los Tlaloques. Se les llevaba en peregrinación sobre andas adornadas con bellas plumas y con flores de muchas clases de mucha hermosura y fragancia. Los “dioses-niños” iban precedidos por músicos que ejecutaban melodías sacras, por los mejores cantores del templo, y por los danzantes dirigidos por su capitán. Los niños elegidos para el sacrificio eran pequeñines aún lactantes. Se les escogía que  tuviesen dos remolinos en el pelo y que hubiesen nacido bajo un signo fausto, ya que se pensaba que eran los que más satisfacían a los dioses y, por tal razón, provocarían mejores y abundantes lluvias, tan indispensables para el ciclo agrícola y la vida de los hombres y de la comunidad. Estos niñitos se sacrificaban, principalmente, en los cerros llamados Tepetzingo, Tepepulco, y en el remolino de la laguna denominada Pantitlan, lo que explica el porqué se escogían a los niños con remolinos capilares. La procesión se dirigía hacia los cerros, todos los fieles iban llorando, pero no de tristeza, sino como tributo, pues pensaban que el llorar constituía un buen augurio para que lloviese satisfactoriamente.

Tal vez por tratarse de un día cuyo fundamento era el agua, elemento de purificación tanto en la religión católica como en la mexica, o porque los niños jugaban un papel protagónico, les fue relativamente fácil a los indígenas en vías de adoctrinamiento aceptar la festividad y los rituales del 2 de la Candelaria en la que aparecía un niño santo consagrado, desde su nacimiento, al sacrificio.
Desde que la fiesta se impusiera en la capital colonial, poco a poco se fue extendiendo a todos los rincones de la Nueva España. Cada región y cada grupo étnico la impregnaron de las características de su propia cultura. Actualmente, la fiesta se celebra con bailes populares, juegos pirotécnicos, procesiones, alboradas, ferias, música de banda, representaciones teatrales religiosas, intercambio de flores, danzas tradicionales, y, por supuesto, la bendición del Niño Dios, de las candelas, y de las semillas. Como nos refiere Samuel Salinas:

Dia de la candelaria imagenCon la fiesta de la Candelaria se cierra el ciclo de celebraciones de la Epifanía que en griego quiere decir  “aparición” de Jesucristo ante los Reyes Magos. Mientras la iglesia se llena de candelas y padrinos, de Niños dioses vestiditos, adornados, de oraciones y sermones, en los atrios de los templos hay danzas y verbenas populares.
Por lo menos en ciento cincuenta pueblos, barrios  y ciudades de México hay fiesta popular el día de la Candelaria. Sobresale el encuentro de huapangueros y la procesión en el río de Tlacotalpan, Veracruz, la feria agrícola de Amealco, Querétaro, las danzas de los Palitos y la Conquista en Arandas, Jalisco; la ceremonia de devolución de la rosca de Reyes en Campeche, Campeche; las calendas en Oaxaca, la larga fiesta que comienza una semana antes en Coatetelco, Morelos, la bendición de las semillas y las imágenes en Contadero Cuajimalpa, Distrito Federal; los carros alegóricos en Gómez Farías, Jalisco, la Danza de la Malinche en Jaltipan, Veracruz; la bendición de las flores de siempreviva y semillas en San Lucas Teopilco, Tlaxcala; la escenificación de la Sagrada Familia en Tecomán, Colima; y la veneración al Niñopa en Xochimilco, Distrito Federal.

Particularmente importante es la fiesta del barrio de la Candelaria en Coyoacán, Distrito Federal. Da inicio el día 29 de enero, cuando se invita a los niños al “víctor”, para que recorran el barrio portando carrizos adornados con flores y papel de colores y obsequiando estampitas de la Virgen de la Candelaria. El 1º de febrero llegan las bandas y la rondalla, encargada de tocarle a la Virgen las “mañanitas” a los doce de la noche. Las bandas las costean, principalmente, los mayordomos de las ceras –llamados cereros- y los otros mayordomos. A las “mañanitas” las acompañan los constantes tronidos de los cohetes.

A las 6 de la mañana, se ofrece un desayuno de atole, café, tamales y ponche a todos los participantes a la fiesta. Al poco rato, los cohetes anuncian la salida de la Virgen de la Candelaria en procesión, acompañada de la banda de música. Atrás, caminan las mujeres, las niñas y los niños con sus niñitos dios en canastas, charolas y sillitas adornadas con flores y ceras. Después de un largo recorrido por el barrio, la santa imagen acude a la iglesia de Los Reyes. Ahí, a la entrada del templo, esperan a la Virgen las imágenes adornadas con flores del Señor de las Misericordias de Los Reyes, el Señor de los Milagros del Ajusco, y San Sebastián  del Barrio de Xoco.

El tronido de dos grandes cohetes y el redoble de las campanas, anuncian que es hora de que la procesión regrese. Al frente, va la Virgen de la Candelaria seguida por las imágenes, las mujeres y los niños, los coheteros, y la banda. En medio de cohetes, campanas que redoblan y el Himno Nacional interpretado marcialmente por la banda de música, la procesión entra en la iglesia, donde darán inicio los cantos, la misa, la bendición de los niños y las candelas, y los feligreses rezan la oración a la Virgen de la Candelaria:

Virgen de Candelaria, madre de Dios
 y madre nuestra,
Con toda la devoción y
confianza, que un hijo pone en su madre, quiero ofrecerte,
hoy, mi persona, mis cosas y mi vida entera.

Acéptalas, madre mía.
Te pido protección para aquellos hijos tuyos,
que por circunstancias de la vida, se encuentran fuera de sus
hogares, y desde lejos te invocan con sincero corazón.

Dulce Virgen de Candelaria, consuelo de los afligidos y
Reina de los hogares cristianos: derrama tu gracia sobre nosotros
y sobre nuestras familias: y haz, que sin olvidarnos de Ti, tengamos
siempre, salud y paz. AMEN.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Michoacán

Los Chorros de Varal. Leyenda michoacana,

El estado de Michoacán de Ocampo cuenta con un municipio llamado Los Reyes, cuya cabecera es la localidad de Los Reyes de Salgado. La Ciudad de Los Reyes fue fundada por Cédula Real el 12 de mayo de 1594, en honor a los tres Reyes Magos;  en 1859 se le dio la categoría de “villa”, por lo que se la denominó Villa de Salgado, en memoria de José Francisco Trinidad Salgado Rentería, un valeroso insurgente. Dista la actual ciudad de  Los Reyes a 220 kilómetros  de la ciudad de Morelia.

El Municipio de los Reyes cuenta con tres zonas geográficas: la sierra, el valle y tierra caliente. En esta última zona, en Tierra Caliente, se encontraba situada la Hacienda La Mancuerna, cuya propietaria era la familia Barragán. Dicha hacienda era sumamente próspera, pues abundaba en terrenos propicios para el cultivo de caña de azúcar, mismo que desde hacía cuatro siglos se llevaba a cabo en la región. La hacienda abastecía de caña de azúcar a toda la región de Uruapan, y la azúcar elaborada se la llevaba a vender hasta la capital del estado, Morelia, donde se empleaba para la fabricación de dulces tradicionales.

Los Chorros de Varal

La familia no era nueva en la región, pues los Barragán se habían asentado en la Hacienda la Mancuerna por cuatro generaciones. La vida en la estancia era la común en las existentes en  la época: lujos y buena vida para los patrones, y pobreza y malos tratos para los peones que trabajaban en ella y a quien se debía la bonanza de los Barragán. Pero a pesar de ello, todos vivían en relativa paz y armonía. Los Barragán no tenían enemigos, y los peones eran trabajadores, tranquilos y sumisos.

El primero de los Barragán que llegó a la Hacienda la Mancuerna muchos años atrás, tuvo una nieta llamada Antonia, la cual fue hija única. Debido a esta condición, a la muerte de sus progenitores heredó toda la fortuna de la familia; así como la obligación de administrar la famosa Hacienda. Antonia era un tanto cuanto independiente, fuerte de carácter, por lo que no le gustaba recibir órdenes. Nadie la quería en el pueblo, ni los hombres la deseaban como esposa. Sin embargo, tuvo muchos amantes a los que utilizaba sexualmente, para después rechazarlos sin importar herir sus sentimientos. De uno de sus amantes que era peón de la misma estancia, la muchacha tuvo una hija, a la que puso por nombre Esmeralda. Esta hija destacaba por su belleza y por sus hermosos ojos negros. De otro amante venido de Los Reyes, nació una más de las hijas de Antonia, Rubí, cuya sonrisa cautivaba a todo aquel que la veía. De un amorío con un joven francés, Antonia concibió a Perla, bella criatura blanca como la leche y, por cierto, la más bonita de las tres hermanas. Las jóvenes no se parecían en nada, sino en que todas eran extraordinariamente bonitas, y en que las tres habían nacido con un trágico destino…

Como era lógico, las muchachitas vivían en la Hacienda la Mancuerna con su madre; nunca  había emprendido viaje alguno como no fuera para ir a la iglesia del pueblo de Los Reyes. Cuando la mayor de las hermanas, Esmeralda, llegó a la edad casadera, Antonia dispuso que irían a las ferias y a las fiestas que se realizaban en las ciudades circunvecinas, a fin de encontrarles el novio adecuado para que pudiesen contraer matrimonio. Así pues, las jóvenes viajaron muy frecuentemente a Zamora, Uruapan y Morelia. En las fiestas las tres muchachas sobresalían por su belleza y donaire de las demás jóvenes, no se perdían un solo baile, y siempre contaban con algún pretendiente dispuesto a agasajarlas. Cuando Esmeralda cumplió los dieciocho años, Antonia decidió a hacer una fiesta en la Hacienda de los Reyes, para conseguirle el joven adecuado para convertirse en su marido. A la fiesta acudieron galanes de todo Michoacán y aun de Jalisco, pues la fama de la belleza de las niñas era bien conocida en ambos estados. Todo iba muy bien, todas parecían contentas y emocionadas.

El día de la fiesta, Antonia recibió muchas peticiones de casamiento para las chicas, quienes habían causado estragos entre los jóvenes casaderos, que les habían entregado muchos pañuelos como prendas de amor. Los padres de los pretendientes y Antonia presionaban a las hermanas para que escogiesen, de entre tantos candidatos, a los tres que debían convertirse en sus maridos. Ante tanta presión, Esmeralda, Rubí, y Perla decidieron no elegir a nadie por el momento, sino pedir a la madre que les diese un poco de tiempo para seleccionar con calma al indicado. Ante esta decisión, los enamorados estaban desesperados y enfadados,  hubo incluso quien intentó robarse a Rubí. Una noche los pretendientes en el colmo de la impaciencia armaron un fuerte alboroto, con balacera,  muertos y heridos. Nadie supo quién inicio el disturbio, pero a raíz de la revuelta las hijas de Antonia desaparecieron misteriosamente.

Antonia, en un estado demencial ante la desaparición de sus queridas hijas, esa misma noche salió a buscarlas; pero nunca regresó y nadie volvió a verla jamás. Según dijeron los habitantes de Los Reyes en sus chismorreos, alguien le había dicho a Antonia que sus hijas habían sido secuestradas por un hombre que iba en un carro hacia el sur del estado. Antonia, siguiendo esta pista, inició una búsqueda que duró meses, pero que no dio ningún resultado. Triste, amargada y casi loca, la madre de las chicas regresó a la Hacienda a llorar la pérdida de sus bien amadas hijas. Tiempo después, justamente debajo de los terrenos de la hacienda de los Barragán, brotaron tres chorros de agua: era el llanto de la madre por cada una de sus desafortunadas y desaparecidas hijas.

El sitio donde brotó el agua se conoce hoy en día como Los Chorros del Varal, magnífica caída de agua de setenta metros de altura, a la que se llega descendiendo setecientas ochenta y seis gradas, y donde los turistas y lugareños suelen ir a nadar, sin sospechar que están nadando en las lágrimas de Antonia, la madre de Esmeralda, Rubí y Perla, las infelices muchachas raptadas por un desalmado pretendiente.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas

De cuando Eréndira, la Risueña, se casó. Leyenda purépecha.

Cuando Eréndira, la Risueña, la querida princesa purépecha iba a contraer matrimonio, un cacique de un señorío cercano a Pátzcuaro, donde vivía la joven, envió a un mensajero a pedir la mano a su señor padre. Al llegar al mensajero a su destino, el padre de Eréndira preguntó: -¿Pues, qué hay, señor? ¿Qué negocio es por el que vienes? A lo que el mensajero respondió: -Señor, envíame el Señor de Tzintzuntzan a pedir a tu hija*. Entonces el padre replicó: -Seas bien venido. Efecto habrá, basta que lo ha dicho. – Señor, dice que le des a tu hija, para su hijo, preciso el mensajero. El padre, gustoso, aceptó afirmando que estaba de acuerdo porque él había pensado en el hijo del señor de Tzintzuntzan para marido de su hija, ya que el mismo pertenecía a ese lugar y a ese linaje, y prometió enviar a Eréndira con un propio a la casa de tan noble señor. En seguida, el padre de la joven se dirigió a sus esposas y concubinas y les preguntó: -¿Qué haremos a lo que nos han venido a decir? Y ellas le respondieron: – ¿Qué habemos nosotras de decir? Señor, mándalo tú solo. -¡Sea como dicen! Replicó el padre.

ErendiraEn seguida, las mujeres procedieron a ataviar a la princesa y a preparar su ajuar que consistió en mantas para el esposo, hachas para partir la leña de los templos, petates para la espalda, y cinturones de cuero. Las mujeres que acompañarían a Eréndira se arreglaron lujosamente, y colocaron en envoltorios los efectos personales de la muchacha que consistían en joyas, petacas, algodón para hilar, y sus hermosos trajes. Cuando partieron a la casa del novio, la princesa y su séquito de mujeres iban acompañados de varios sacerdotes. Al llegar a la casa de su prometido vieron con satisfacción que ya estaban preparados los grandes tamales de boda hechos de maíz y rellenos de frijoles molidos; a más, había jícaras, mantas, ollas, maíz y chile, semillas de amaranto, enaguas y demás ropa femenina. Los parientes y amigos se reunieron en una estancia donde un sacerdote colocó a la pareja nupcial en el centro. Y dijo: –Esta envía tal señor, ques su hija. Plega a los dioses que lo digáis de verdad pedilla y que seáis buenos casados. Plega a los dioses que seaís buenos casados y que os hagaís beneficios. Mirá que señalamos aquí nuestra vivienda de voluntad, no lo menospreciemos ni seamos malos, porque no seremos infamados y tengan qué decir del señor que dio su hija.

El discurso continuaba recomendando a los novios ser fieles y alejarse de la lujuria y las malas acciones, para evitar se ahorcados o matados con la porra. A Eréndira le invitaba a no hablar con ningún hombre en la calle, y a portarse correctamente para evitar las habladurías. Al novio de la princesa lo instó a que si descubría que Eréndira le había sido infiel, la rechazase y la regresara a su hogar paterno.

Terminado el discurso, el sacerdote preguntó a los novios si habían entendido bien las normas matrimoniales, y precedió a nombrar a todos los antepasados que habían vivido en ese sitio y a recordarles que procedían del noble linaje de los chichimecas. Una vez casados, la pareja real y los invitados pasaron a un salón para disfrutar de los tamales y de otros sabrosos manjares y bebidas. El suegro de Eréndira, muy orgulloso, les enseñó, el terreno que les había regalado para que fuese sembrado. A las mujeres del séquito y a los sacerdotes que le acompañaron les obsequió con mantas, y al padre de la novia le entregó un lujoso presente.

*Textos originales en cursiva tomados de la Relación de Michoacán.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Mitos Cortos

El Bulto Sagrado de Ñuhú. Mito mixteco.

Podemos considerar a la cultura mixteca como una de las más antiguas de Mesoamérica. Sus primeros poblados agrícolas aparecieron durante el tercer milenio a.C., en la zona llamada por los mexicas Mixtecapan, localizada en el estado de Oaxaca y parte de Guerrero y Puebla.

Los mixtecos antiguos creían en un dios del maíz llamado Cohuy, encargado de velar las milpas y las cosechas, y en un espíritu de la Tierra que vivía en los manantiales, caminos, piedras y milpas. Se trataba de un ser fantástico que recibiera el nombre de Ñuhú Nde’yu, Diosecito de la Tierra. Dicho personaje, representado como un bulto sagrado, tenía apariencia humana, su color era rojo y ocre; llevaba pequeñas protuberancias alrededor de todo su cuerpo, que bien podrían indicar su esencia pétrea. No tenía ni brazos ni piernas; sus ojos eran redondos, y grandes colmillos salían de su boca.

En los códice Colombino-Becker (que narra la vida de los gobernantes mixtecos) y Bodley (registros genealógicos), aparecen numerosas representaciones del bulto sagrado dedicado a Ñuhú Nde’yu, a quien se le consideraba como el protector de las siembras. Este bulto se encontraba en el templo del Señorío de Jaltepec, Oaxaca, al cual acudían los gobernantes mixtecos antes de tomar posesión de su mandato. El bulto sagrado de Ñuhu se le otorgó, inicialmente, al Señor 10 Caña Águila de Fuego, quien fuera el primer gobernante de Jaltepec, como parte de los objetos ceremoniales que se le entregaban al asumir el mando, pues en ese lugar se  veneraba al bulto de manera especial. La escena de la entrega se puede ver en el Códice Selden, en el momento en que varios caciques de pueblos aledaños hacen entrega del bulto al que acompañan un escudo, una flecha,  y algunos instrumentos de sacrificio. Cuando el Señor 10 Caña recibió al sagrado Ñuhú y las ofrendas correspondientes, procedió a llevar a cabo los rituales de auto sacrificio dedicados al espíritu. Después de tres años de rituales y ofrendas dedicados al Bulto de Ñuhú, el señor de Jaltepec, tomó posesión del Señorío y se casó con  la Señora 2 Lagartija. Desde entonces, todos los nuevos gobernantes estaban obligados a rendir honores y sacrificios al Bulto Sagrado de Ñuhú, con el fin de legitimar religiosamente el poder dinástico de los señores.

Todavía en el siglo XVI,  el Bulto de Ñuhú seguía utilizándose como parte de la fiesta agrícola llamada Huicotuta, Fiesta del agua, en la que los sacerdotes de Yanhuitlán lo sacaban de su escondite secreto –por aquello de las persecuciones del Santo Oficio- durante la época de la cosecha del maíz; sacrificaban una paloma y encendían copal en honor del dios-espíritu Ñuhú.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Tradiciones

El Día de la Candelaria. I.

Antecedentes histórico-religiosos
En el calendario cristiano, el día 2 de febrero se conmemora la fiesta de la Purificación de la Santísima Virgen María llevada a cabo cuarenta días después del nacimiento de Cristo, y la presentación de Jesús en el Templo de Jerusalén, centro del culto judío, construido en el año 1000 a.C. por el rey Salomón, y destruido por los invasores babilonios en 586 a.C.

Las dos ceremonias de esta fiesta se empezaron a celebrar en la ciudad de Jerusalén desde el siglo IV y, poco a poco, la costumbre se fue extendiendo a varios países del Medio Oriente.
La fiesta de la Candelaria llegó a Roma a finales  del siglo V, impuesta por el Papa Gelasio (¿-496) con el propósito de sustituir a la Fiesta del Fuego y de la Fertilidad conocida como la Lupercalia que los romanos pagamos seguían efectuando en honor de Luperco o Fauno, dios de la Fertilidad. El día 15 de febrero (ante diem XV Kalendas Martias), llamado en lengua latina dies februatis; o sea, día del toisón, los seguidores de Luperco –el famoso Fauno Luperco-  se reunían en una cueva del Monte Palatino, donde había vivido el fauno lobo quien tomando la forma de una hembra loba había amamantado a los gemelos Rómulo y Remo, fundadores míticos de Roma, y le sacrificaban bajo la higuera Ruminalis, un perro y un macho cabrío, animales considerados impuros. Una vez muertos, los animales eran desollados y los lupercos se ponían sus pieles, la februa, sobre el cuerpo y recorrían la ciudad propinando latigazos a todas las mujeres que les salían al paso, con el fin de propiciarles una segura fertilidad; los hombres también resultaban golpeados y con ello alcanzaban la purificación.

Cuando la fiesta cristiana fue plenamente aceptada en Roma, se le incluyó la Letanía; es decir, se agregaron procesiones cantadas como parte del ritual. Más adelante, en el siglo IX, la fiesta se enriqueció con la ceremonia de la Bendición de las Candelas, de donde le viene el nombre de Día de la Candelaria.
Por su parte, el historiador Luis Weckmann ahonda en los orígenes de la Candelaria cuando nos refiere:
La fiesta de la Candelaria (2 de febrero) es quizá de origen moro (…) en todo caso en la Europa Central y nórdica constituía una de las dos grandes festividades anuales de la religión precristiana de la fertilidad (cuyas sacerdotisas dieron origen a la idea de las brujas). Como recuerda Ocaranza, la Candelaria es la fiesta de la Purificación; y las velas benditas ese día se conservan para auxiliar a los moribundos o para librarse de los peligros del rayo y del trueno y de las tentaciones del demonio.

Asimismo, la bendición de las velas que se llevan en la procesión durante la celebración de los oficios, simbolizan la llegada de Cristo como “la Luz que ilumina a los gentiles”.

A la festividad que nos ocupa se la conoce con diversos nombres: La Presentación del Señor, la Purificación de María, la Fiesta de la Luz y la Fiesta de las Candelas.

La Virgen María
Acerquémonos un poco, ahora, a la historia mítica de la Virgen María. Para ciertos estudiosos, entre los que contamos a sir James George Frazer, algunos de los aspectos y características de la Virgen, derivan de los misterios atribuidos a la diosa egipcia Isis, tales como la pompa de sus rituales, sus sacerdotes afeitados y tonsurados, los maitines y las vísperas que se le rezan, la música de las ceremonias que se le dedican, las aspersiones, las procesiones, las imágenes adornadas con profusión de joyas y el hecho de que a Isis algunas veces se le haya representado amamantando a Horus, su hijo, posición semejante a la de la Virgen cargando en brazos al Niño Jesús.

Esta deidad egipcia, diosa Suprema y Universal, fue esposa y hermana de Osiris, y, junto con Horus, formaban la triada principal del panteón egipcio. Fue acogida por los griegos cuando conquistaron Egipto y la sincretizaron con la diosa Deméter, Madre de los Cereales. En Alejandría, puerto y ciudad de Egipto, se convirtió en la patrona de los marineros y en diosa de la Luna. Cuando los romanos, a su vez, invadieron tierras egipcias, el culto a Isis fue introducida en Roma y se la consideró como Madre Universal de la Naturaleza, la Mayor de las Diosas, Reina y Soberana de los Hombres y fue adorada bajo muchos nombres y muchas formas. Tal fue la veneración de que fue objeto que llegó hasta considerarse el prototipo de la madre y la esposa, y, por ende, de la mujer.

En la tradición cristiana, a decir de Jean Chevalier:
El símbolo de la Virgen nueva fecundidad. , madre divina en cuanto Theotokos, designa el alma en la que Dios se recibe a sí mismo, engendrándose a sí mismo, pues sólo él es. La Virgen María representa el alma perfectamente unificada, en la que Dios se hace fecundo. Ella es siempre virgen, pues queda siempre intacta respecto a una.

Si es madre del Cristo histórico, es evidente que, en la medida en que este acontecimiento histórico es interiorizado, no deja en absoluto de ser madre y permanece virgen con respecto a esta nueva fecundidad. El hijo divino nace sin la intervención del hombre en el misterio cristiano, que enlaza por eso mismo con los ritos de la antigüedad que representan el nacimiento milagroso del héroe. La virgen madre de Dios simboliza la tierra orientada cara al cielo, que así se convierte en una tierra transfigurada, en una tierra de luz. De ahí su papel y su importancia en el pensamiento cristiano, como modelo y puente entre lo terrenal y lo celestial, lo bajo y lo alto.

Así, María fue Madre Inmaculada de Jesús. Nació el año 19 antes de nuestra era. Sus padres fueron Joaquín y Ana, cuyo matrimonio fue estéril por más de veinte años, razón por la cual prometieron a Jehová que, en caso de tener descendencia, le consagrarían completamente a su hijo o hija. Por lo cual María, al cumplir tres años de edad, fue entregada al Templo para dedicarse a servir a Dios.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Tlaxcala

El Niño Milagroso de Tlaxcala. Leyenda tlaxcalteca

El Santo Niño Milagroso de Tlaxcala (el más pequeño de los estados del México) representa una de las figuras más importantes de las tradiciones religiosas y artesanales de nuestra imaginería popular. La tradición oral nos cuenta que en los primeros años del siglo XX, un humilde artesano que vivía en la ciudad de Tlaxcala trabajaba en la talla imágenes religiosas que elaboraba en madera de ayacahuite, para ganarse la vida y poder alimentar a su esposa y prole. Pero como el artesano no era muy artista ni contaba con mucha creatividad, las imágenes que tallaba no eran de buena calidad, sino bastantes toscas, y un tanto cuanto ingenuas.

El Niño Milagroso de Tlaxcala

La familia del artesano se encargaba de vender la producción recorriendo a pie las calles de la ciudad de Tlaxcala. Un día del mes de junio de 1913, en su recorrido diario los vendedores pasaron delante de la casa de la familia Anzures, de buenos recursos y pudiente. Al oír los pregones, la señora Anzures salió a la calle y les compró una escultura del Niño Jesús, aun cuando no le hacía mucha falta, pues tan sólo trataba de ayudar a la esposa y los hijos del artesano. Sin embargo, Concepción, Conchita como se la llamaba de cariño, la más dulce y bonita de las hijas de los Anzures, quedó fascinada con la imagen del Niño Jesús. Le gustó tanto que enseguida la tomó en sus brazos, y le otorgó su eterna devoción.

Cuando llegó el 23 de diciembre, Conchita colocó al Santo Niñito en el pesebre del “nacimiento”, como es costumbres entre los católicos de México. Tiempo después, el día 2 de febrero dedicado a la Virgen de la Candelaria y a la festividad de la Presentación del Señor, día ritual en que se “viste” al Niño Dios, y se le levanta del belén para arrullarlo y llevarlo a bendecir a la iglesia, la familia Anzures atavió a la imagen con un hermoso ropón de color azul celeste, y gorrito y zapatitos a juego tejidos con estambre. Conchita fue la encargada de “levantarlo”.

En el momento en que realizaba tal acción, sintió que el Niño se movía en sus brazos. Aunque la muchacha pensó que todo era producto de su imaginación, lo comentó a las personas invitadas a la celebración de la “tamalada” que se encontraban con ella y su familia. Intrigados todos los participantes se acercaron a mirar a la imagen y, efectivamente, se dieron cuenta de que se movía ligeramente. Ante tan maravilloso acontecimiento, se pusieron a rezar  novenarios y le dedicaron triduos (celebraciones religiosas que duran tres días) al Niño Jesús.

Como es de suponer, tal milagro fue conocido por la población. La fama del Niño prodigioso se extendió por la ciudad, por lo que todos los días llegaban a la casa de los Anzures devotos a pedirle favores al dios o a agradecerle los recibidos. Ante esta circunstancia, la familia decidió donar la imagen a la iglesia para que el Santo Niño Milagroso tuviera un lugar adecuado donde fuera adorado. El obispo de Tlaxcala, el 26 de febrero de 1914 envío una carta al cura de la iglesia para que pusiera la imagen del Niño en un nicho cerrado bajo llave, el cual no debía abrirse sin una orden expresa del obispo en cuestión.

La Parroquia que albergó la imagen fue construida en el siglo XVI. Su fachada corresponde al estilo Barroco Palafoxiano; su interior es Neoclásico del XIX. Cuenta con una capilla barroca donde se encuentra una imagen de la Virgen de Guadalupe trabajada con trozos de conchas marinas. En otra capilla, también de estilo barroco, se puede ver al Santo Niño Milagroso, protector de los niños recién nacidos, los no natos, y las mujeres embarazadas con problemas de alto riesgo.

El Santo Niño Milagrosos de Tlaxcala llevó al cabo numerosos milagros. Por ejemplo, el 28 de febrero de 1934, una mujer fue herida de gravedad por una pistola, lo cual le provocó una severa hemorragia interna. Su casa estaba en un poblado donde no había médico ni nadie que pudiera auxiliarla. Sus hijos, enloquecidos de angustia, lloraban y rezaban al Niño Milagroso. Uno de sus hijos decidió ir a la ciudad de Tlaxcala, para buscar un médico que pudiese salvarle la vida. Encontró a un doctor que acudió prestamente a la casa de la mujer herida. Al revisarla, el médico comunicó al angustiado esposo que no había nada que hacer, la muerte era inminente. Pero la familia no perdió la fe. Esposo e hijos se pusieron a rezar y a rogarle al Niño Milagroso que la salvara. Cuatro días después, la mujer estaba completamente restablecida. Al otro día, la familia en pleno acudió a la iglesia para dar gracias al Niño por tan maravilloso milagro.

Otro milagro que se le atribuye se produjo cuando una señora que estaba muy enferma de paperas acudió al templo de San José, y le pidió al cura que le pasara la imagen sobre las partes inflamadas. El padre aceptó y, poco después, la mujer se curó del mal que la aquejaba.
La fiesta del Santo Niño Milagroso de Tlaxcala se celebra el 14 de febrero. Los fieles acuden a la Parroquia de San José a rezar, adorarlo, llevarle flores, dulces y juguetitos para que se divierta y siga ayudando a los sufridos mortales.

Una de las oraciones del  Niño Milagroso es la siguiente:
Niño Divino, Niño Milagroso, sé siempre mi amparo, cuida mi camino;
Tú que los presos sacas de dura prisión,
Haz que sea preso, dame tu protección; cúrame niñito;
Si me sucediera una desgracia o algo me llegara a pasar,
¡Oh, Niño Milagroso! Tú me has de salvar.
Un enfermo grave pronto sana.
De ti me despido, Niño Adorado; todos mis apuros dejo a tu cuidado.
AMÉN.

Sonia Iglesias y Cabrera