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Los Chuleles

En el estado de Chiapas situado al sur del país, existe una leyenda que nos habla de la existencia de los chuleles. En ella se nos narra que un chulel es el alma o espíritu de aquellas personas que poseen la capacidad de transformarse en animales según su gusto, la cual nunca llega a desprenderse completamente del cuerpo que la posee. Todo lo que pueda pasarle al animal en que se transforma el chulel, también le acontecerá a la persona poseedora del mismo. De tal manera que, si el chulel animal es herido, la persona aparecerá con una herida cuando vuelva a su condición humana. Es una especie de nahualismo.

Tres son las clases de chuleles: los pukujes, los ikales y los kibales. Los primeros tienen la mala costumbre de robarse a los bebés nonatos. Los segundos, dañan o matan a las personas trasnochadoras, y los terceros aman aterrorizar a la gente transformándose en bolas de fuego y dañando a quien pueden.

Para los tzotziles y tzeltales el chulel es simplemente el alma de una persona, formada de trece partes. Si una de ellas o todo el chulel se desprende del cuerpo, inmediatamente tiene lugar el padecimiento de una enfermedad, y el enfermo no sanará hasta que se logré nuevamente su unificación. Es lo que se conoce como la pérdida del alma o enfermedad del alma conocida como chulelal.

El chulel se adquiere desde que se nace y es eterno. Aparece cuando las personas aún son fetos, otorgado por los totilmeiletik, los dioses, y sale del cuerpo cuando acontece la muerte. En el cuerpo humano los chuleles se encuentran en diferentes partes del cuerpo. Por ejemplo, para algunos indígenas chiapanecos se encuentra en la sangre y el corazón. Para otros, esta diseminado por todo el cuerpo, o en la lengua, específicamente en la punta. Gracias al chulel las personas tienen inteligencia y la capacidad de hablar. Si se llega a dañar, las personas pueden volverse locas o epilépticas. Cuando una persona duerme, el chulel es capaz de dejar el cuerpo para ir a visitar a los dioses ancestrales, o puede viajar a diferentes lugares según le plazca, aunque corre el riesgo de perderse o de ser atrapado por los seres del inframundo, entre los que se encuentra Pukuj y Yahval Balamil. Los niños son los más susceptibles de perder su chulel porque aún no es muy fuerte, para fortalecerlo y adherirlo al cuerpo es necesario bautizar a los pequeños.

Cada ser humano tiene su correspondiente chulel animal, es como la tona, pues cuando los dioses dan al alma a los fetos humanos, también agregan un espíritu animal que permanecerá con ellos toda la vida, afectándose uno al otro.

Para el grupo maya zinacanteco, no solamente las personas tienen un chulel, sino también las cosas que son altamente valiosas para la comunidad como, por ejemplo, la casa, la sal, los frijoles, las cruces de madera que se colocan en los cerros sagrados o cuevas, los instrumentos musicales, etcétera.

A los chuleles se encarga de cuidarlos San Jerónimo, pues él es el patrón del destino de los mortales. Al morir, el chulel se queda en el cuerpo del muerto o en su tumba por un cierto período que puede ser de cuarenta días o por el tiempo que haya permanecido vivo el ahora difunto.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Joaquín y el alma

Joaquín era un muchacho que vivía solo en un pequeño apartamiento en la Ciudad de Durango. Las paredes de su hogar estaban pintadas de un feo color amarillo que no le gustaba para nada, por lo cual decidió cambiarlas por colores más a su gusto. Acudió a unos pintores de brocha gorda del barrio para que se encargasen de la tarea, pero como le cobraban un dineral, decidió hacerlo por su cuenta. Compró todo lo necesario en la tienda de pinturas y se puso manos a la obra el fin de semana.

Pasados tres horas, Joaquín había terminado de pintar la sala y el comedor, y como el trabajo le había cansado bastante, decidió que bien se merecía un descanso, y así poder comer una torta que contribuyera a reponerle sus fuerzas. Así pues, se dirigió a la cocina, se hizo una buena torta de pollo, se preparó un agua de Jamaica y se dirigió al comedor para disfrutar de su tentempié.

Después de comer, Joaquín empezó a sentir mucho sueño y decidió echarse en la cama a dormitar un poco; al fin y al cabo, nada ni nadie le apuraba en su trabajo de pintor en ciernes. Su gatita gris, Matilde, se acostó a su lado para acompañarle, En seguida se quedó dormido. No había pasado mucho tiempo cuando escuchó que de la sala provenían muchos ruidos, y Joaquín pensó que era la gata quien causaba tanto escándalo; salió de la recámara dispuesto a reprender a la gatita, pero vio que ésta maullaba con el lomo curvado y el pelaje erizado, a la vez que espantada volteaba para todos lados.El alma de don Bartolomé

De repente, el muchacho se fijó que una figura fantasmal se materializaba en medio de la sala, era como un ser luminoso que se dirigía hacia donde él se encontraba. Horrorizado, Joaquín intentó echarse a correr, pero sus piernas no le respondieron, estaban débiles y como clavadas en el suelo. Por fin después de un tiempo que le pareció tremendamente largo, la aparición desapareció.

Sin embargo, al otro día, sábado, volvió a suceder lo mismo. Joaquín estaba medio desquiciado del susto, vivía aterrado y escondido entra las cobijas de su cama. El día domingo, cuando apareció el fantasma, Joaquín pudo verle la cara y se dio cuenta que era don Bartolomé, el vecino que vivía en el siguiente apartamento, frente al suyo. El joven se dirigió hacia el mismo y se percató que la puerta estaba completamente abierta. Fue entonces cuando decidió entra a la casa de don Bartolomé a ver qué sucedía.

En la recámara se dio cuenta de que unos pies asomaban por debajo de la cama y al agacharse vio que pertenecían a su vecino. Al verlo ahí tirado sus primeros pensamientos fueron pensar que el pobre hombre estaba muerto, pues ya no era muy oven. Pero ya observándolo con más detenimiento notó que aún respiraba. En seguida tomó su celular y llamó a una ambulancia para que trasladaran a su vecino a la Cruz Roja de la ciudad.

Cuando los paramédicos se lo llevaron Joaquín empezó a atar cabos y llegó a la conclusión de que ¡el alma de don Bartolomé se había desprendido de su cuerpo para ir a pedirle auxilio al muchacho que vivía enfrente se de casa! Desde entonces, Joaquín nunca dudó de la existencia del alma.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Los enamorados

A finales del siglo pasado, en el poblado de El Triunfo, en Baja California, vivía un rico matrimonio que tenía una hija muy bella: la chica era rubia, blanca y delgada, además de tener muy buen carácter. Esta joven, llamada Alma, se enamoró de Narciso, un muchacho que trabajaba en el campo, de familia humilde y sin dinero. A  pesar de la diferencia económica, se hicieron novios, pero los padres de Alma no estaban de acuerdo con el noviazgo, y decidieron encerrarla en su recámara prohibiéndole que volviese a ver a Narciso.

Sin embargo, el muchacho acudía a la casa de Alma, y cuando llegaba tocaba en la pared de la cocina con una vara, para que Alma supiera que no la había olvidado. Al oír el ruido, la muchacha se ponía muy contenta y entonces podía dormir tranquila.

Un día, Narciso decidió irse a San José del Cabo para buscar un trabajo que le diera buen dinero y así poder casarse con Alma. Le dijo a una vecina que le entregara una carta a su novia donde le explicaba que había partido a hacer fortuna. Pero la mujer nunca pudo entregarle la carta a Alma, porque sus padres la vigilaban muy bien y nunca pudo verla para cumplir el encargo.

Paisaje marino de Baja California

Pasó mucho tiempo, y los padres de Alma decidieron que ya era hora de que se casara. Arreglaron la boda con los padres de un muchacho al que juzgaron conveniente. En esas estaban cuando una noche Alma escuchó un ruido en la pared de la cocina. Salió de la casa apresuradamente y se encontró con Narciso que le propuso que huyeran para casarse y ser felices.

Así lo hicieron. Se fueron a vivir a la playa donde construyeron una bonita casa, y vivieron juntos por muchos años. El 6 de noviembre de 1997, se convirtieron en los tatarabuelos de una hermosa niña llamada Alejandra.

Sonia Iglesias y Cabrera