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La malvada sirena

En el Estado de México se encuentra el hermoso Lago de Zumpango. Es un lago de agua dulce, que antiguamente eran uno de los que formaban los cinco lagos de la Cuenca de México. Su nombre significa “muro de calaveras”. Este lago cuenta con una leyenda, parte de la rica tradición oral del Edomex.

Dicha leyenda nos habla de que hace mucho tiempo vivía en el lago una sirena sumamente bella. Su pelo era largo y negro, sus ojos verdes y su piel nacarada. Esta hermosa mujer pez solía aparecerse por las tardes a los muchachos que tenían la mala fortuna de pasar por el lago y ser vistos por ella. Los jóvenes que llegaban a verla desaparecían, nunca más regresaban a sus hogares porque la dama de la cola de pescado los atrapaba y los mataba.

En una cierta tarde, la sirena se le apareció a un muchacho que por descuido caminó de cerca del lago y escuchó un hermoso canto que le obligó a detenerse en la orilla. Cuando la sirena se asomó desde el agua, el hombre la vio y cayó desmayado. Al poco tiempo despertó, y cuál no sería su sorpresa cuando se dio cuenta de que se encontraba en una cueva situada en el fondo del lago.

Cuando cobró conciencia y la sirena pudo verlo a su gusto, quedó absolutamente fascinada con la belleza del joven, quien era increíblemente guapo. Por tal motivo decidió no matarlo y vivir con él en la cueva. El muchacho estaba tremendamente atribulado, pues el tiempo pasaba y estaba muy preocupado por su madre, quien seguramente estaría preguntándose qué había pasado con su adorado hijo; además, la madre se encontraba muy enferma y necesitaba la atención del desaparecido.

Con mucha angustia el joven le pidió a la sirena que le dejara ir a su casa para avisarle a su madre que se encontraba bien y darle su medicina. La mujer pez aceptó dejarle marchar, con la condición de que regresara al lago. Corriendo, el muchacho se fue a su casa y cuando llegó al pueblo les contó a todos los vecinos lo que le había ocurrido con la sirena. Asustados y solidarios los escondieron muy bien para que la mujer no pudiese encontrarlo y él no tuviera que regresar.

Una vez oculto el muchacho, los habitantes del pueblo acudieron al lago con el fin de atrapar a la sirena. Pensaron en secar el lago para sacarla y asesinarla. La sirena se había dado cuenta de lo que estaba pasando y se encontraba enojada e histérica por el engaño de que había sido víctima por parte de su galán. Tan enojada estaba que entonó un canto tan terrible y tan fuerte que lo pudo escuchar el joven desde su escondite. Salió de él como hechizado e inmediatamente se dirigió al Lago de Zumpango, sin que hubiera poder humano que lo detuviese.

Cuando llegó al lago y se tiró en él, no se encontró con la hermosa sirena, sino con un ente terriblemente feo y demoníaco, espantoso, quien al verlo se acercó a él y lo ahogó en el fondo del lago frente a la entrada de la cueva. Al ver que el muchacho se había echado al agua, los vecinos siguieron sacando el agua, hasta que pudieron acceder al fondo, donde se encontraron con el cadáver del chico asesinado y con un cartel donde la sirena había escrito que si continuaban desecando el lago les iba a ir muy mal a todos los habitantes del poblado. Por supuesto que detuvieron su tarea y se volvieron al pueblo, olvidando para siempre al joven asesinado.

La sirena sigue paseándose por las orillas del Lago de Zumpango y haciendo de las suyas con todo aquel que tenga la imprudencia de acercarse a sus aguas por las tardes.

Sonia Iglesias y Cabrera

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La Mujer Sirena

Cuenta una leyenda que en Rancho Nuevo, poblado huasteco que se encuentra en Tamiahua, Veracruz, vivía Irene Saavedra junto con sus padres doña Demasía González y don Abundio Saavedra. La joven era muy hermosa; su pelo era largo y muy oscuro, los ojos los tenía del color del ámbar y levantados hacia las sienes, su piel oscura color cobrizo brillaba como el oro. Los tres formaban una familia sumamente feliz.

Irene y su madre eran devotas, muy creyentes de la religión católica, cuyos preceptos y rituales cumplían a carta cabal. Festejaban las fiestas católicas, iban diariamente a misa como buenas católicas y trataban de ayudar al prójimo.

Un Jueves Santo, Irene decidió ir a traer leña a un lugar que se llamaba Paso de Piedra, y a pesar de se trataba de un día de la Semana Santa en el que se tenía prohibido ir a juntar leña, la chica se alistó y partió en su búsqueda. Posiblemente se le había olvidado el hecho de que no debía hacer dicho trabajo, pues se trataba de un día de vigilia y de guardar.Irene, la mujer sirena

Una vez que Irene terminó de acarrear la leña que necesitaba, regresó a su casa muy satisfecha porque había logrado acarrear mucha. Cuando llegó a la casa le comentó a su madre que tendría que bañarse porque estaba muy sucia y se sentía incómoda. Su madre puso el grito en el cielo y le dijo que no lo hiciera por ningún motivo, pues en esos días santos no se permitía agarrar agua ni tampoco bañarse, porque sería una blasfemia y se condenaría. Irene le replicó a su madre que con el perdón de Dios al menos iba a lavarse la cara, aunque no a tomar un baño. Tomó dos hojas de jaboncillo de la cocina y se dirigió al pozo para asearse.

Un rato después la madre de Irene escuchó unos gritos desesperados que venían del pozo, corrió inmediatamente hacia el lugar donde se encontraba su hija y oyó su voz que decía: – ¡Madre, madre, por favor ayúdame! Poco a poco los angustiados gritos se convirtieron un lamento.

Ante los azorados ojos de la mujer, una enorme ola salió del pozo e Irene empezó a transformarse en otro ser: su boca era como la de un pez, sus ojos, su pelo y su piel se tornaron rojos, de la cintura para abajo se transformó en un pez lleno de escamas. Cuando la transformación terminó, la gran ola la arrastró por el río hasta el mar. Al darse cuenta los pescadores del pueblo de lo que pasaba, tomaron sus lanchas y persiguieron a Irene para rescatarla. Al momento de irla a salvar, se apareció un barco muy viejo, al cual Irene saltó muy contenta y sonriendo, al tiempo que entonaba una canción que decía: Peten ak, peten ak, “giren, giren” En ese momento muchos animales marinos se reunieron alrededor del barco, el cual momentos después desapareció dejando a los hombres boquiabiertos.

A partir de ese hecho, todos los jueves santos, la madre de la muchacha acude a la playa con la esperanza de volver a ver a su hija. Por su parte, los pescadores aseguran que cuando escuchan el canto de Irene deben alejarse, ya que aquel que llegue a verla sufrirá muchas desgracias en la vida y hasta podría morir. Se les presenta la mujer-sirena como una bella mujer de pelo rubio, dulce voz y grandes senos, cuando el desdichado que la ve quiera acercarse a ella para tocarla, Irene se convierte en un ser horripilante que hace que el mar se agite mucho y le voltea la lancha para matarlo ahogado.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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La olla de monedas de oro y la sirena

 Hace muchos años en Orizaba, ciudad que se encuentra en el estado de Veracruz, vivía un hombre muy rico en una casa muy grande y lujosa. Como era tan rico, tenía miedo que le robaran su dinero los ladrones que no faltaban; razón por la cual decidió enterrar una gran olla llena de monedas de oro en un ojo de agua que se encontraba en el campo cerca de su casa.

Para que vigilara la olla, el hombre rico decidió poner junto al ojo de agua la estatua de bronce de una hermosa sirena. Y ahí quedó la sirena cuidando la olla de monedas de oro del temeroso hombre. Pasó el tiempo, y el hombre rico se murió de un paro cardíaco. Nadie supo nunca que se encontraba enterrada una olla en el ojo de agua, pues el ricachón había tenido buen cuidado de guardar su secreto.

La olla de monedas de oro escondida

Mientras esto sucede, la sirena todos los 24 de junio de cada año, a las doce de la noche, deja de ser estatua para convertirse en una hermosa sirena de verdad, con la cola color de turquesa. Cuando se convierte en sirena  nada por todo el ojo de agua que es muy grande. Cuando empieza a amanecer, la hermosa sirena se vuelve a convertir en estatua para seguir vigilando la olla de las monedas de oro que nadie ha descubierto todavía.

Sonia Iglesias y Cabrera

Sonia Iglesias y Cabrera