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Una condesa muy solitaria

Una leyenda del estado de Veracruz nos relata la triste historia de una mujer que se casó con un rico español que además era conde. La mujer no era tan bella como encantadora y seductora, siempre sedienta de cariño que su marido no sabía darle.

Por cuestiones de trabajo el conde de Malibrán se veía en la necesidad de viajar constantemente por varias regiones del estado y por algunos otros, incluso sus excursiones llegaban a la Ciudad de México.

Estos continuos viajes obligaban a la mujer a quedarse mucho tiempo sola, y por supuesto que ella sufría con esas ausencias del conde porque lo amaba. Pero tanta soledad y lejanía tuvo por resultado que la dama dejase de amar a su marido resentida por el trato de que era objeto.

Para aliviar su soledad y su frustración, cuando el conde salía de viaje la condesa aprovechaba para hacer fiestas e invitar a sus amigos y amantes.

El mayor sueño de la condesa de Malibrán era tener un hijo, pero por más intentos que hacía no lo conseguía y estaba muy triste y frustrada. Tanta era su necesidad de ser madre que acudió a la brujería con tal de lograr su objetivo. Por fin, la mujer logró preñarse y tener a un nene. Pero para desgracia de ella el niño nació deforme. Ante hecho tan lamentable, la condesa decidió esconder a su hijo y ocultarlo de todas las miradas.Loslagatos del pozo

En cierta ocasión en que una de las criadas de la mujer se encontraba cargando en brazos al niño, el conde apareció de improviso pues había decidido acortar su viaje. Al entrar al salón principal, lo primero que vio fue a la doméstica con el monstruo en los brazos. Inmediatamente, se dirigió a la recámara de su esposa con el fin de pedirle una explicación acerca de aquel engendro.

Abrió la puerta de la recámara y sorprendió a la bella esposa en actitud pecaminosa con unos de sus amantes. Al saberse engañado por la mujer, lleno de rabia con su espada mató a la infiel y al amante en turno. Después, llamó a uno de sus criados de mayor confianza y le ordenó que echase los cuerpos de los adúlteros, más el del bebe deforme, en un pozo con lagartos que había en la casona de su propiedad. Así lo hizo el criado, además de informarle al noble que su esposa arrojaba al pozo los cuerpos de los amantes de los que ya se había hartado.

Ante tanta calamidad, el conde no tuvo más remedio que volverse loco.

Desde ese momento, todos los días se le veía caminar por las calles de Veracruz gritando: – ¡Horror, horror; justicia, justicia! ¡Qué muera sin compasión la malvada condesa de Malibrán!

Sonia Iglesias y Cabrera

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Lucia Zárate, la Hermana de las Hadas

En el año de 1890, nació en San Carlos, Veracruz, Lucía Zarate, en el seno de una familia de la clase media alta. Su padre se llamó Fermín Zárate y su madre Tomasa Licona de Zárate. Nació muy pequeñita, tan solo midió diez y siete centímetros de largo y los médicos pensaron que no viviría. Sin embargo, la nena siguió creciendo hasta que llegó a los diez años y su crecimiento se detuvo. En ese entonces medía cincuenta y un centímetros y pesaba solamente dos kilos y medio. Este hecho se debió a que Lucía fue una enana primordial ostidisplástica microcefálica, lo que la hacía ser pequeña, pero proporcionada, a diferencia de otro tipo de enanismo. Dicha condición es de origen genético, y aquellos que la presentan mantienen proporciones normales en el cuerpo, ni padecen deficiencia de la hormona del crecimiento ni deficiencia de la hormona de crecimiento. Lucía era, además de chiquita, muy frágil, de carita aniñada, nariz grande y boca regular; sus ojos pequeños y lúcidos.

La familia de Lucía dejó el país para trasladarse a los Estados Unidos cuando ella contaba con doce años, para ser exhibida en la Exposición del Centenario de Filadelfia. Poco después trabajo en un círculo donde la pusieron como parte de una escenificación que se llamó la Hermana de las Hadas. P.T. Barnum, empresario y artista circense nacido en Estados Unidos, la quiso para su circo, y puso a Lucía acompañada de Francis J. Flyn, conocido como el General Mite, quien medía sesenta centímetros. Los rumores afirman que entre ellos dos nació un romance. Junto con él Lucía representaba escenas cotidianas en las que participaba un tío que medía dos metros treinta y cinco centímetros, chino de nacimiento y que respondía al nombre de Chang Woo-Gow. Con sus presentaciones, la pequeña Lucía hizo una buena fortuna y adquirió propiedades en su natal Veracruz.

Tras sus presentaciones en el circo Barnum, viajó varias veces a Europa donde tuvo un éxito notable, incluso actuó para la reina Victoria de Inglaterra y para el zar Nicolás de Rusia.

La pequeña Lucía Zárate

Según cuenta la leyenda, esta mujercita no renegaba de su condición, pues era muy coqueta y le gustaba hacerse de muchos y costosos vestidos y adornarse con joyas de lo mejor. Sin embargo. en todas sus fotografías aparece triste y nunca sonríe. Algunas fuentes aseguran que Lucía padecía de un ligero retraso mental. Parece ser que disfrutaba de su condición y le sacaba provecho. Como era caprichuda y mimada, tenía a su servicio un traductor, una cocinera –que le preparaba la comida que podía comer, ya que su frágil organismo no le permitía comer normalmente- y una sirvienta cuya principal tarea consistía en satisfacerle todos sus caprichos. Además, en sus viajes artísticos siempre la acompañaron sus padres y alguno de sus hermanos.

Su primer mánager fue el empresario y diputado Cristino Lobatón, a quien el presidente Porfirio Díaz habíale encargado la organización de un espectáculo de fenómenos que viajaría por la Unión Americana. En tal espectáculo pronto destacó la pequeña Lucía, y pronto de enriqueció su ambicioso mánager. Fue un éxito rotundo. En el famoso Ginnes, ha quedado registrada como la persona adulta más pequeña del mundo. La liliputiense mexicana viajó por muchos países exhibiendo su condición durante más de catorce años.

En 1890, Lucía viajó con sus padres en ferrocarril para asistir a una de sus actuaciones. El ambiente era muy frío y estaba nevando mucho: así pues, el ferrocarril se quedó aislado en las montañas de Nevada, Estados Unidos, durante quince días, lo cual fue terrible para la chica quien murió a causa de la hipotermia, el día 28 de enero, contaba con tan solo 26 años. Otra versión de su muerte afirma que murió a causa de trastornos intestinales.

A ciento veinte años de su muerte, La Mexicana Liliputiense, como la llamaban, sigue teniendo el cetro de la mujer más pequeñita de la historia.

Sonia Iglesias y Cabrera

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El Hombre de la Caja

De los indígenas tepehuas, “gente de la montaña”, que habitan en los estados de Hidalgo, Veracruz y Puebla, proviene la leyenda que a continuación relatamos.

En tiempos muy remotos y lejanos, cada que se cumplía un año, era de ley que la Tierra se inundara y todo se volviera un espantoso caos.

En cierta ocasión a un indígena tepehua se le ocurrió la idea de elaborar una caja y meterse dentro de ella para no morir ahogado cuando llegara el momento de la inundación. Y dicho y hecho, se puso a construir una buena caja con la madera que recogió de su entorno.

Cuando empezó a notar que llegaba el día de tan terrible inundación que devastaba la Tierra, el hombre se metió dentro de la caja, la cerró con un tablón y encima de la tapa colocó a un verde loro que tenía como mascota.El loro que e volvió encorvado

Mientras tanto, el agua caía torrencialmente y cada vez se inundaba más y más la Tierra, hasta que la inundación llegó al cielo. El agua se movía demasiado y provocaba que la caja chocara contra el cielo. El loro, que se encontraba encima de ella, se daba de golpes contra el cielo, y trataba de esquivarlos bajando la cabecita y encorvándose; razón por la cual ahora todos los loros andas medio agachados.

Al cabo de un cierto tiempo, el agua de la inundación empezó a bajar, y bajó tanto que llegó de nuevo a la Tierra. En ese momento, el hombre decidió abrir la caja y salir de ella, pues se encontraba medio entumido.

Cuando quiso poner un pie en la superficie, se dio cuenta de que la tierra estaba demasiado enlodada y chiclosa, lo cual no le permitía salir, pues se quedaría atrapado en el lodo. Entonces decidió esperar hasta que se secara lo suficiente. Esperó y esperó hasta que la tierra se secó.

Cuando pudo salir, el hombre se dio cuenta de que a su alrededor habías muchos pescados que el agua había dejado en su tremenda subida. Este hecho lo puso muy contento y se dispuso a hacer un buen fuego para para los pescados y comérselos.

Por su astucia el hombre se había salvado de morir ahogado y había obtenido un sabroso y buen alimento.

Sonia Iglesias y Cabrera

Fuente: Heiras Rodríguez, Carlos Guadalupe, Pueblos Indígenas de México y Agua:Tepehuas

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La Mujer Sirena

Cuenta una leyenda que en Rancho Nuevo, poblado huasteco que se encuentra en Tamiahua, Veracruz, vivía Irene Saavedra junto con sus padres doña Demasía González y don Abundio Saavedra. La joven era muy hermosa; su pelo era largo y muy oscuro, los ojos los tenía del color del ámbar y levantados hacia las sienes, su piel oscura color cobrizo brillaba como el oro. Los tres formaban una familia sumamente feliz.

Irene y su madre eran devotas, muy creyentes de la religión católica, cuyos preceptos y rituales cumplían a carta cabal. Festejaban las fiestas católicas, iban diariamente a misa como buenas católicas y trataban de ayudar al prójimo.

Un Jueves Santo, Irene decidió ir a traer leña a un lugar que se llamaba Paso de Piedra, y a pesar de se trataba de un día de la Semana Santa en el que se tenía prohibido ir a juntar leña, la chica se alistó y partió en su búsqueda. Posiblemente se le había olvidado el hecho de que no debía hacer dicho trabajo, pues se trataba de un día de vigilia y de guardar.Irene, la mujer sirena

Una vez que Irene terminó de acarrear la leña que necesitaba, regresó a su casa muy satisfecha porque había logrado acarrear mucha. Cuando llegó a la casa le comentó a su madre que tendría que bañarse porque estaba muy sucia y se sentía incómoda. Su madre puso el grito en el cielo y le dijo que no lo hiciera por ningún motivo, pues en esos días santos no se permitía agarrar agua ni tampoco bañarse, porque sería una blasfemia y se condenaría. Irene le replicó a su madre que con el perdón de Dios al menos iba a lavarse la cara, aunque no a tomar un baño. Tomó dos hojas de jaboncillo de la cocina y se dirigió al pozo para asearse.

Un rato después la madre de Irene escuchó unos gritos desesperados que venían del pozo, corrió inmediatamente hacia el lugar donde se encontraba su hija y oyó su voz que decía: – ¡Madre, madre, por favor ayúdame! Poco a poco los angustiados gritos se convirtieron un lamento.

Ante los azorados ojos de la mujer, una enorme ola salió del pozo e Irene empezó a transformarse en otro ser: su boca era como la de un pez, sus ojos, su pelo y su piel se tornaron rojos, de la cintura para abajo se transformó en un pez lleno de escamas. Cuando la transformación terminó, la gran ola la arrastró por el río hasta el mar. Al darse cuenta los pescadores del pueblo de lo que pasaba, tomaron sus lanchas y persiguieron a Irene para rescatarla. Al momento de irla a salvar, se apareció un barco muy viejo, al cual Irene saltó muy contenta y sonriendo, al tiempo que entonaba una canción que decía: Peten ak, peten ak, “giren, giren” En ese momento muchos animales marinos se reunieron alrededor del barco, el cual momentos después desapareció dejando a los hombres boquiabiertos.

A partir de ese hecho, todos los jueves santos, la madre de la muchacha acude a la playa con la esperanza de volver a ver a su hija. Por su parte, los pescadores aseguran que cuando escuchan el canto de Irene deben alejarse, ya que aquel que llegue a verla sufrirá muchas desgracias en la vida y hasta podría morir. Se les presenta la mujer-sirena como una bella mujer de pelo rubio, dulce voz y grandes senos, cuando el desdichado que la ve quiera acercarse a ella para tocarla, Irene se convierte en un ser horripilante que hace que el mar se agite mucho y le voltea la lancha para matarlo ahogado.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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La Eterna Juventud

Una leyenda del estado de Veracruz nos cuenta la historia de un hombre que decidió radicar en la ciudad llamada la Villa Rica de la Vera Cruz. Había comprado una casa en la que pensaba vivir. Se trataba de un hombre muy viejo. La casa que escogió era pequeña y adecuada a sus necesidades, y no era lujosa sino sencilla.

El anciano era muy reservado, no entablaba plática con nadie; sólo se le veía en la iglesia los domingos cuando acudía a misa. Por las noches sus vecinos escuchaban ruidos de carpintero; es decir, se le oía cortar madera y clavarla. Como el ruido iba en aumento, los vecinos se encontraban muy extrañados y curiosos, pues no se explicaban lo que el viejo estaría haciendo.Los libros del anciano librero

Finalmente, un día abrió la puerta y todos vieron que lo que hacía el buen señor no era otra cosa que acondicionar una librería. Los libros estaban expuestos para aquellos que desearan comprarlos; eran muy antiguos, y muchas fueron las personas que acudieron a la librería para para deleitarse con ellos, se maravillaban con su contenido, y sobre todo con las maravillosas ilustraciones que tenían.

Entre los visitantes había un joven llamado Joaquín a quien gustaban mucho los libros de historia y aquellos que trataban temas religiosos. El muchacho estaba feliz con la librería en donde encontró libros de temas muy variados que desconocía y le abrían nuevos horizontes. Así pues, Joaquín se hizo asiduo a la librería. Pero, aunque el anciano ya le conocía, nunca trató de entablar plática con él. Sin embargo, el muchacho trataba de charlar y le preguntaba acerca de la antigüedad y de los autores de los libros, pero el librero no soltaba prenda y se mantenía en silencio.

En cierta ocasión, Joaquín encontré en uno de los anaqueles un libro polvoriento y maltratado. En una de sus páginas vio la ilustración de un cáliz que llamó su atención. Quiso comprar el libro, y preguntó por su precio que resultó sumamente elevado. A pesar de ser un joven de buena familia con bastante dinero, no le alcanzó la platita que llevaba. Entonces, decidió llevarse el libro a escondidas de su dueño. Pensó en leerlo y deleitarse con la bella ilustración del cáliz y luego volverlo a colocar en el estante donde lo había encontrado.

Llegó a su casa más fatigado que en otras ocasiones; se encerró en su recámara para ver el famoso cáliz que relucía en comparación a las otras ilustraciones que se veían descoloridas y maltratadas. Estuvo varias horas en su cuarto viendo el cáliz. Cansado se dirigió al cuarto de baño y se miró en el espejo y… ¡horror, vio su imagen envejecida! Joaquín contaba con veinte años y ahora parecía de treinta y cinco. Cada minuto envejecía más y más. Sumamente asustado decidió regresar, ya que estaba seguro de que lo que le estaba sucediendo tenía relación con el libro robado.

Cuando llegó a la librería se dio cuenta que el anciano se veía considerablemente rejuvenecido. Puso el libro en su lugar, y se percató de que estaba aún más envejecido, la piel estaba muy arrugada y su pelo blanco; además, sentía achaques de anciano. Se dirigió al librero para preguntarle qué era lo que estaba pasando, pero éste seguía con su habitual silencio, al tiempo que se volvía cada vez más joven. Joaquín desesperado gritaba, y los clientes que entraban le tomaban por el librero y no le creían lo que contaba. El librero se limitaba a decir que su padre estaba chocho. Corrió a patadas a Joaquín diciendo que mientras hubiera personas curiosas y ladronas, él tendría garantizada la eterna juventud.

Joaquín murió poco después en la calle, abandonado, sus padres no le pudieron auxiliar pues buscaban a su joven hijo que habían reportado extraviado a las autoridades. El librero, otra vez rejuvenecido, había pactado con el Diablo su eterna juventud a cambio del alma de los mancebos curiosos que se robaban el Libro del Cáliz.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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El Callejón de «Jesús Te Ampare»

Jalapa, cuyo nombre en lengua náhuatl significa “manantial en la arena”, es la capital del estado mexicano de Veracruz. Su nombre oficial es Jalapa-Enríquez. Esta hermosa ciudad se fundó gracias a varias familias de indios totonacas que se asentaron en el sito. A la llegada de los españoles a esta localidad, en 1519, recibieron en santa paz a las huestes de Hernán Cortés, para convertirse en 1521 en tributaria de la corona de España.

La tradición oral de Jalapa cuenta con un sin fin de leyendas, a cuál más de curiosas. De entre ellas relataremos a continuación una que tuvo su origen hace ya muchos siglos, durante la etapa colonial.

A la entonces Villa de Jalapa llegó en cierta ocasión una familia procedente de España. La hija del matrimonio español contaba con diecisiete años de edad, y era considerada como toda una belleza: alta, delgada, rubia, de ojos verdes y sonrisa cautivadora. La familia compró una hermosa casona para instalarse la cual se encontraba situada en un callejón.El famoso Callejón de Jesús te Ampare

Por azares del destino la joven conoció a un estudiante que vivía en Jalapa. Ambos se enamoraron y se hicieron novios. El respondía al nombre de Cosme de Taboada y se trataba de un atractivo y educado joven, apenas un poco mayor que la chica. Como los padres los padres le apreciaban, el joven contaba con el permiso para visitarla a través de las rejas del balcón de la sala. Juntos se pasaban horas platicando de una y mil cosas y jurándose amor eterno.

Así transcurrían las amorosas tardes de los jovencitos. Hasta que, en una ocasión, en un feo día de llovizna ligera, un borracho pasó por la ventana de la casa en donde se encontraba la pareja y vio a los amantes en amorosa plática. Como el ebrio había perdido hacía poco a su esposa a la cual adoraba, al ver la felicidad de los novios se llenó de envidia y rencor.

Mientras el borracho los observaba con odio, los chicos gozaban de su felicidad sin sospechar los sentimientos que había provocado en aquel tipo briago.

Sigilosamente, el borracho se fue acercando a Cosme y sacó una navaja del su cinto. Atacó al joven por la espalda y le provocó multitud de heridas mortales. Al ver lo que sucedía, la bella muchacha grito empavorecida: – ¡Cosme, que Jesús te ampare!

A partir de ese momento, los habitantes de Jalapa empezaron a nombrar al callejón donde se encontraba la casona de la familia española como El Callejón de la Muchacha de Jesús te Ampare o El Callejón de Jesús te Ampare, como hasta la fecha se la conoce.

Sonia Iglesias y Cabrera

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La hija desobediente

En Actopan, Veracruz, vivía una niña muy bonita con su madre. La pequeña era una adolescente de hermosos ojos azules como las turquesas, y rubia como el trigo maduro. A la pequeña le encantaba ir a bañarse al Río Actopan que corre por debajo de las montañas y surge en un lugar llamado El Descabezadero, para seguir su curso y desembocar en el Golfo de México.

El río está situado en una región deslumbrante por su belleza, razón por la cual a la pequeña le gustaba tanto ir a bañarse y a nadar a dicho lugar. No le gustaba perderse por nada su diversión favorita.

Cierto día, la niña se alistó para dirigirse al Río Actopan como lo hacía todos los días. Preparó su vestido de percal con el que se metía al agua cristalina del río y su toalla. Cuando estaba a punto de salir de su casa, su madre la llamó y le dijo que ese día no iría a nadar, ya que era Viernes Santo y debían acudir a la iglesia para venerar al Señor Jesucristo como era obligación de todo buen católico.

Ante este aviso, la infanta montó en cólera y de ahí pasó a una tristeza profunda al ver desbaratados sus planes. Pero como era una niña voluntariosa, esperó a que su madre estuviese ocupada y tomando sus ropas de natación, que ya tenía preparadas, se escapó furtivamente de su casa y se dirigió al Río Actopan, precisamente al lugar al que llaman El Descabezadero.

Al poco rato, su madre la empezó a llamar para salir con rumbo a la iglesia, pero nunca obtuvo ninguna respuesta. Ante el silencio de la muchachita la mujer la buscó por toda la casa con la esperanza de encontrarla y que no se les hiciese tarde para la misa. Por más que la buscó no la encontró.

Al dar aviso a las autoridades de que su hija se había perdido o quizá hubiese sido raptada, todos se pusieron a buscar a la pequeña por todas partes. Recorrieron el pueblo de Actopan, fueron a las casas de sus amiguitas sin resultado positivo alguno, fueron a las orillas del río, y nada. ¡La niña había desaparecido! Al día siguiente, la madre desfallecida de dolor tuvo que aceptar la pérdida de su única hija. Desconsolada la lloró por muchos años, hasta que murió de pena. Nunca más se supo del paradero de la hija desobediente.

Sin embargo, desde su desaparición han sido muchas las personas que la han visto junto al río bañándose y limpiando su pequeño cuerpo y sus largos cabellos rubios. Es el fantasma de la hija desobediente que se aparece hasta nuestros días y no descansa en paz como penitencia a su desobediencia.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

 

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El hombre que no respetaba las tradiciones

En Rancho Nuevo, un antiguo pueblo de la Huasteca Veracruzana, vivía una señora llamada Dominga, muy respetuosa de su marido y de los deberes conyugales. Estaba casada con un señor que respondía al nombre de Abundio Saavedra, quien no era muy partidario de seguir las tradiciones y costumbres de su comunidad. Ambos eran padres de Irene, una muchacha muy bella a quien no le faltaban enamorados que admirasen sus bellos ojos verdes los cuales destacaban en su piel color miel.

El Día de Muertos el señor le ordenó a su esposa que no pusiese altar de muertos para sus parientes en la casa o en el panteón, porque consideraba que los difuntos no podían regresar a comer absolutamente nada. Al día siguiente cuando se dirigía su milpa a trabajar vio en el cementerio a muchos muertitos que disfrutaban la comida que sus familiares les habían colocado en la ofrenda. Y también observó a un hombre y a una mujer viejos que se retorcían de dolor porque llevaban una vela prendida en la espalda. Cuando se fijó bien se dio cuenta que esa pareja eran sus padres que lo miraban con enojo y reproche ya que no tenían nada que comer en ese día en que los muertos regresan a la Tierra para comerse la esencia de los alimentos que se les ofrendan.El Altar de Muertos y la Ofrenda

En ese momento el hombre lleno de miedo y de arrepentimiento por su mala acción, dio la media vuelta y se dirigió corriendo a su casa. Cuando llegó llamó a gritos a su mujer y le ordenó que matase a un puerco para hacer unos buenos tamales. Compró cirios. Imágenes y cohetes; alquiló músicos jaraneros para que tocaran al día siguiente en la tumba de sus padres que se encontraban en el Panteón de San Juan. Ya que terminó con los preparativos destinados a sus padres le dijo a Dominga que estaba muy cansado y muy triste, que tenía muchas ganas de llorar y que se iba a dormir porque tenía mucho sueño. Se durmió en un catre que se encontraba en al patio.

Pasadas dos horas, Dominga le dijo a su hija que fuera a traer a su padre, para que cenará chicarrones y tamales que estaban deliciosos. Al llegar la chica al patio y acercarse al catre, vio que su padre estaba muerto, rígido, y en la cara presentaba una terrible mueca de terror, tal cual si hubiese visto al Diablo. La joven se puso a gritar como desesperada. Los habitantes del pueblo se conmovieron ante tal tragedia y se dieron cuenta de que Abundio había programado su muerte y su propia ofrenda sin saberlo él mismo.

Desde ese terrible día, la madre y la hija se dedicaron con mucho fervor a la religión, e iban por todos los pueblos de la región celebrando las fiestas religiosas de los santos patronos y honrando a los muertos en sus funerales, en el panteón y en las ofrendas de muertos.

Sonia Iglesias y Cabrera

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La olla de monedas de oro y la sirena

 Hace muchos años en Orizaba, ciudad que se encuentra en el estado de Veracruz, vivía un hombre muy rico en una casa muy grande y lujosa. Como era tan rico, tenía miedo que le robaran su dinero los ladrones que no faltaban; razón por la cual decidió enterrar una gran olla llena de monedas de oro en un ojo de agua que se encontraba en el campo cerca de su casa.

Para que vigilara la olla, el hombre rico decidió poner junto al ojo de agua la estatua de bronce de una hermosa sirena. Y ahí quedó la sirena cuidando la olla de monedas de oro del temeroso hombre. Pasó el tiempo, y el hombre rico se murió de un paro cardíaco. Nadie supo nunca que se encontraba enterrada una olla en el ojo de agua, pues el ricachón había tenido buen cuidado de guardar su secreto.

La olla de monedas de oro escondida

Mientras esto sucede, la sirena todos los 24 de junio de cada año, a las doce de la noche, deja de ser estatua para convertirse en una hermosa sirena de verdad, con la cola color de turquesa. Cuando se convierte en sirena  nada por todo el ojo de agua que es muy grande. Cuando empieza a amanecer, la hermosa sirena se vuelve a convertir en estatua para seguir vigilando la olla de las monedas de oro que nadie ha descubierto todavía.

Sonia Iglesias y Cabrera

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Las botas del patio

Orizaba ciudad situada en el centro del estado de Veracruz, cuenta con la Alameda Central, fundada en 18543, uno de los paseos más socorridos de los orizabeños donde acuden a relajarse y a pasar un buen rato. Frente a la Alameda se encuentran dos escuelas muy conocidas. Los sábados, en una de ellas, se impartían clases de inglés. En una ocasión la maestra de inglés, junto con su grupo, estaba esperando que abrieran el salón de clase. Todos se encontraban en el patio, cuando de pronto escucharon el sonido de unos pasos, pero no vieron a nadie. Siguieron aguardando, y los pasos se repitieron. Al principio pensaron que se trataba de una broma, pero al volverlos a oír, decidieron ir a ver de dónde provenían. Buscaron y buscaron, pero no había nada ni nadie.

Las botas del patio

Su búsqueda les llevó hasta la barda de la escuela, donde se detuvieron a conversar acerca de lo ocurrido. En esas estaban cuando volvieron a escuchar los misteriosos pasos y al levantar la vista, vieron un par de botas militares que caminaban sobre el filo de la barda. Ante tal visión, se asustaron mucho y se agacharon en el suelo. Unos a otros se miraban muertos de miedo, cuando, repentinamente, las botas empezaron a bajar de la barda, para dirigirse a un tronco muy grueso que estaba tirado en el suelo y desaparecieron.

Tirados en el pasto y temblando de terror, los encontró el portero, el encargado de abrirles el salón. Cuando le vieron, le contaron lo que habían visto, y esperaron con paciencia sus burlas. Sin embargo, el portero no se río ni se burló. Les dijo que era muy frecuente que en ese lugar sucedieran cosas sorprendentes que nadie se explicaba. Y que él había visto tantos sucesos misteriosos que ya ni miedo tenía. Aunque no todas las personas le creían y muchos le consideraban loco de atar. Pero esta vez les había sucedido a la maestra y los alumnos y no dudarían de sus palabras.

Desde entonces, todo Orizaba cree en las apariciones del patio de la escuela y en las botas militares que caminan solas sobre la barda.

Sonia Iglesias y Cabrera