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La Navidad. II. El origen de las Posadas.

Las Nueve Jornadas, como también se conoce a las Posadas, se inician el 16 de diciembre y terminan el 24 del mismo mes. Según la tradición popular, las posadas simbolizan los nueve meses de embarazo de la Virgen María. Estas fiestas rituales tuvieron su origen en las antiguas Misas de Aguinaldo, denominadas de aguinaldo, porque se ofrecían a las personas como un obsequio de Navidad. Dichas misas se acompañaban con cantos de villancicos alusivos al nacimiento del Niño Dios.

Las Misas de Aguinaldo se efectuaron por primera vez en nuestro país en el poblado de San Agustín Acolman, Estado de México, gracias a que fray Diego de Soria, monje evangelizador y prior del convento de San Agustín, consiguió del Papa Sixto V una Bula; es decir, un permiso para celebrar en la Nueva España tal liturgia, con el propósito de mejor adoctrinar a los naturales de las nuevas tierras conquistadas. Una vez obtenido el permiso papal, se iniciaron las misas que comprendían un período de nueve días, exactamente igual al número de días que antecedía a los preparativos a que se sometían los esclavos que serían sacrificados a Huitzilopochtli el 25 de diciembre. Al respecto el historiador Germán Andrade Labastida nos informa:

…durante los mismos días que los aztecas usaban para sus fiestas de Navidad, los frailes hacían con personas vestidas de determinada manera, con trajes que recordaban a los de la época de Vespasiano y de Tiberio, caracterizando personajes de aquel entonces, una representación de cada uno de los nueve días anteriores al 25 de diciembre, las diferentes jornadas que hicieron de Nazareth a Belén el patriarca José… con su esposa María…dando origen a las fiestas caseras conocidas con el nombre de posadas.

pidiendo posada -navidadEfectivamente, para dar cumplimiento a una orden del emperador de Roma César Augusto, todos los habitantes de Judea, entre ellos José y María, acudieron a Belén para ser censados. Al encontrar los albergues ocupados dado el exceso de peregrinos, tuvieron que refugiarse en un pesebre, donde nació, a la medianoche, Jesús el Cristo, para ser adorado por reyes y pastores.

Pasado el tiempo, las Misas de Aguinaldo se fueron propagando por todos los rincones de la Nueva España, y se acompañaron con música ejecutada con instrumentos prehispánicos como las sonajas y las huíjolas o silbatos, y con instrumentos hispanos como las campanitas y los panderos. Ya para 1554, los festejos y las Posadas navideñas eran cosa corriente en la Ciudad de México. Poco a poco, abandonaron las iglesias y los atrios rumbo a las haciendas con capilla, donde eran celebradas por los campesinos bajo el consentimiento de los hacendados. Posteriormente, llegaron a las casas de familias adineradas, para terminar en las vecindades de barriada donde adquirieron un profundo carácter popular. En las casas se reunían los dueños con sus amistades para rezar y conmemorar las jornadas precursoras al nacimiento de Cristo. Terminadas las oraciones y los cantos, se repartían pequeños juguetes llenos de dulces; y para los niños se ponían confites, cacahuates y frutas del tiempo en una olla adornada con papel de China y que, alborozados, rompían con los ojos vendados.
En el siglo XIX, las Posadas se habían vuelto completamente populares y escandalosas, a tal punto que fueron prohibidas, en el año de 1808, por don Pedro Garibay, virrey gobernador y capitán general de la Nueva España. La razón se debió a que se armaban muchos desórdenes en los bailes, y había muchas borracheras incompatibles con la seriedad religiosa de las celebraciones.

Antonio García Cubas, escritor estudioso de las tradiciones mexicanas del siglo XIX, nos cuenta que en el tiempo de las Posadas las casas se adornaban con tiras de papel picado y farolitos de papel de China o vidrio. En los marcos de las puertas se ponían olorosas ramas de pino y en los corredores se colocaban arcos también de pino. Cuando llegaban los invitados a la Posada, todos se arrodillaban, se persignaban y los cantores entornaban himnos religiosos, para enseguida dar inicio a la letanía de la Virgen, que todos cantaban en solemne procesión: adelante iban los niños portando velitas encendidas, seguía la gente joven y luego los adultos; después aparecían los Santos Peregrinos en su pesebre que otros niños llevaban en sus hombros o portando en sus manitas. Detrás iban los músicos tocando guitarras, bandoneones, y flautas. Al final de la procesión caminaba la servidumbre de la casa. Terminada la letanía, se “pedía posada”, tal cual hoy en día, aunque la petición tenía otra letra. Cuando entraban los Peregrinos, se les ponía sobre la mesa del comedor y los presentes se arrodillaban y rezaban siete avemarías. Seguía el rompimiento de la piñata, mientras los niños y las señoritas de la casa distribuían juguetes y colación. Sólo entonces daba inicio el baile.

En ese siglo XIX, se acostumbraba que los niños salieran a la calle a “pedir su posada”, llevando con ellos un pequeño pesebre, al tiempo que cantaban:

-Caminen pastores,            ¡Caramba!
¡Caramba!                Para Lucifer, ¡Ay!
Que hoy viene Miguel            ¡Caramba!
Con espada en la mano.        Para Lucifer

Cuando los niños llegaban a un comercio o a alguna casa, se detenían para solicitar:

Esta sí que es Nochebuena,
Noche de comer buñuelos,
En mi casa no los hacen,
Por falta de harina y huevos.

Ante esta petición, el dueño de la casa o el buen comerciante, regalaba a los niños un tlaco, moneda de la época, fruta, dulces o algún juguetito.

Las posadas han llegado hasta nuestros días desafiando el paso del tiempo y las circunstancias económicas adversas, para deleite de niños y adultos que se divierten con la procesión de los Santos Peregrinos, la petición de Posada, el rompimiento de la piñata, las canastitas de colación, con el imprescindible ponche con “piquete” y el baile al compás de salsas y cumbias, que nos desafían a resistir las nueve posadas.

Sonia Iglesias y Cabrera


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Navidad. I. El nacimiento de Jesucristo.

Los dioses redentores

Cristo fue el creador de una importante religión cuya figura, hechos y milagros se conocen por los relatos bíblicos del Nuevo testamento. Dos son los evangelios que relatan el nacimiento de Cristo: el Evangelio Según San Mateo en su capítulo I,  y el Evangelio Según San Lucas en el capítulo primero. Estos son los dos únicos testimonios bíblicos en que se relata el nacimiento de Jesús el Cristo, fundador de una religión que contiene ritos y mitos de muy antigua procedencia.

La imagen deCristo nos remonta a otros dioses redentores ligados al culto solar. Todos ellos nacen el solsticio de invierno, cuando el sol parece próximo a desaparecer el 25 de diciembre. Todos mueren para resucitar en el equinoccio de primavera, cuando el sol adquiere toda su magnificencia y termina con las tinieblas. Por ejemplo, Mitra nació en una gruta en el solsticio de invierno, de una mujer madre-virgen.

Su nacimiento fue anunciado por una estrella que apareció en Oriente, a cuyo llamado los magos sacerdotes acudieron a llevarle mirra, oro y perfumes. Mitra realizó muchos milagros, y finalmente murió y ascendió al cielo donde reside con los inmortales. Osiris nació de la diosa-virgen Saís, el 25 de diciembre; cuando nació su madre exclamó: ¡El dios que he parido es el Sol! En una de las paredes del templo de Luxor, Egipto, pueden verse las escenas de la anunciación en las que el dios Yath le participa a la virgen que dará a luz un hijo. Asimismo, puede verse al dios Knep, el Espíritu, llevando a cabo la concepción; finalmente, la escena de la adoración en el que el niño-dios recibe los dones que le prodigan tres sacerdotes.

Krishna, llamado el Redentor nació de una virgen, preñada por el espíritu de Visnú, que atravesó las paredes de la prisión en que se encontraba  a causa del miedo que tenía el rey Kansa, pues en un sueño se le había anunciado que perdería el trono por el hijo que iba a tener Devanaguy la madre de Krishna. Cuando éste nació, un viento divino abrió las puertas de la prisión y un mensajero llevó a la madre y al niño hasta un pesebre donde fue adorado por varios pastores. Buda nació como reencarnación de Visnú, de Maya su madre, sin que haya mediado intervención sexual. En cuanto nació se puso de pie ante hombres y espíritus y una estrella apareció en el cielo. Lo fueron a adorar reyes y surgió de la tierra el árbol Bo, bajo cuya sombra se transformó en Buda; es decir, en iluminado. Ya crecido, abandonó el hogar y se fue a predicar.

El más famoso de sus discursos se llama El sermón de la Montaña. A Dionisos, el Baco romano, los griegos le llamaban El Salvador, porque curaba enfermos y vaticinaba el porvenir. Era el dios de la vegetación, que moría para resucitar en un ciclo continuo. También era el dios del vino, e incluso en uno de sus múltiples milagros se la achaca haber convertido, en su templo, el agua en vino.

La fecha del nacimiento de Jesucristo
El cristianismo surgió a mediados del siglo I, y antes de concluir el siglo se predicaba en todos los países que conformaban el imperio romano. Constantino I, El Grande, lo oficializó en el siglo III. Una vez legalizada la doctrina cristiana, y por ende la existencia de Cristo, se hacía indispensable precisar la fecha de su natalicio. Esto representaba un problema, ya que ninguno de los evangelistas del Nuevo Testamento hacía referencia alguna a la fecha de su nacimiento. Ante tal problemática surgieron una serie de elucubraciones.

Por ejemplo, el Evangelio según San Lucas refiere que los pastores se encontraban en los campos trabajando cuando nació Cristo. Ahora bien, en Palestina los pastores acudían al campo con sus rebaños durante los meses comprendidos entre marzo y noviembre; lo cual permitía sólo deducir las estaciones que se situaban en ese período: primavera, verano y otoño, y no se resolvía nada acerca de la fecha. Por otra parte, en un cómputo pascual elaborado en 243 y atribuido a Cipriano, uno de los padres de la Iglesia, se situaba el nacimiento el 28 de marzo. Tomó como base la parte del Génesis en que Dios separó las tinieblas de la luz y quedaron dos partes iguales: luz y tinieblas.

De ello dedujo que la Creación tuvo lugar en una fecha en que el día y la noche tenían la misma duración, y como en el calendario romano el equinoccio de primavera se establecía el 25 de marzo, ese día se había efectuado la Creación. Como Jehová hizo al sol el cuarto día, y como para los antiguos cristianos el Mesías era el Sol de Justicia, no le cabía la menor duda de que Cristo había nacido el 28 de marzo. Para Clemente de Alejandría, el Salvador había nacido en primavera, a saber por qué. Julio El Africano, en su Cronografía del año 221, calculaba la concepción del Señor el 25 de marzo y, obviamente, su nacimiento el 25 de diciembre. Sin embargo, para otros sabios de la Iglesia, la concepción ocurrió el 6 de abril, por lo que tuvo que nacer el 6 de enero.

Constantino intentó reunir los cultos paganos solares con los valores de la nueva religión cristiana. Trataba de lograr más adeptos a Cristo por medio de una importante reforma del paganismo. Empezó por abolir los oráculos, los sacrificios privados y algunos cultos considerados inmorales que se practicaban en los templos de los dioses romanos. En este intento de reunir ambas religiones bajo el signo del Sol, Constantino instauró en 321 el día dedicado al Señor; es decir, un día de descanso semanario oficial que coincidía con el día dedicado al sol de los romanos. Y por las mismas razones, decretó como fecha del nacimiento de Cristo el 25 de diciembre, ya que coincidía con numerosos fiestas paganas.

El mismo San Agustín nos explica la adopción de la fecha: La razón por la que los padres transfirieron la celebración del 6 de enero al 25 de diciembre fue ésta: era costumbre de los paganos celebrar el mismo día 25 de diciembre el nacimiento del Sol, haciendo luminarias como símbolo de la festividad. En estas fiestas y solemnidades tomaban parte los cristianos. Pero cuando los doctores de la Iglesia se dieron cuenta de que los cristianos tenían inclinación a esta fecha, se consultaron y resolvieron que la verdadera Navidad debería solemnizarse en ese mismo día; y la fiesta de la Epifanía el 6 de enero.

Efectivamente, el 25 de diciembre se celebraban la Saturnalia, la Sigilaria o Fiesta de las Muñecas, la Juvenalia o Festival de la Juventud, y la Brumalia o Nacimiento del Sol. Una vez implantada la fiesta de la Navidad en Roma, se trató de imponer en todo el oriente cristiano, pero hubo mucha resistencia. En Antioquia, Siria, la celebración del 25 de diciembre tardó diez años en ser aceptada. No fue sino hasta 386 que Crisóstomo, Padre de la Iglesia y patriarca de Constantinopla, logró la aceptación gracias a un sermón en el que invitaba a los fieles a dejar sus casas e ir a contemplar la escenificación de Niño Dios acostado en la cuna y arropado, la cual maravillaba a los espectadores. En Constantinopla la fiesta la introdujo, en 379, Gregorio de Naziance, sin demasiados problemas. Pero en cambio en Jerusalén, los cristianos defendieron la Epifanía por considerar que ellos eran quienes mejor conocían las tradiciones y quienes debían defenderlas. Actualmente, la Iglesia Católica Romana, las iglesias protestantes y las ortodoxas de Alejandría y Antioquia, Rumania, Chipre, Grecia y Finlandia festejan la Navidad el 25 de diciembre. En cambio las iglesias calcedonianas ortodoxas de Jerusalén, Rusia, Serbia, Bulgaria, Polonia, Georgia y Checoeslovaquia la celebran el 6 de enero; al igual que las ortodoxas no caledonianas, la etíope, la copta, la sirojacobeta y la india. La iglesia Armenia conmemora el 18 o el 19 de enero.
                           

Sonia Iglesias y Cabrera

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Día de Muertos. IV. La bienvenida y despedida de las ánimas.

Recibir a las ánimas que llegan al mundo de los vivos año tras año, es el objetivo fundamental de la fiesta de Día de Muertos. Esta ceremonia es una de las más emotivas e importantes de la celebración, puesto que marca el momento culminante de acercamiento con nuestros antepasados. Es entonces cuando el arreglo de las tumbas, la elaboración del altar y la colocación de la ofrenda adquieren su verdadero sentido y función. Generalmente, la ceremonia de bienvenida inicia con el repique de las campanas de la iglesia, cuyo sonido simboliza el poder creador. Por su posición suspendida es acreedora al sentido místico entre lazador  del Cielo y la Tierra. La campana tiene el poder de entrar en el mundo subterráneo y es por ello que muchos grupos la emplean como instrumento ideal para llamar a los muertos al banquete anual. Asimismo, suele invocarse la presencia de los muertos por medio de rezos, misas e invocaciones, pues se trata de ritos piaculares que permiten a las ánimas llegar con bien y en estado de santificación a la tierra. Simbolizan la comunicación verbal con los seres espirituales y forman parte del continuum comunicativo, junto con otros actos presentes en la Fiesta de Muertos. En algunas comunidades, la música y la danza actúan como elementos psicopompes que ayudan a los muertos a encontrar el camino al mundo de los mortales, ya que desde muy antiguo ambas expresiones han tenido la facultad de desempeñar un papel mediador entre lo humano y lo divino, entre la tierra y el cielo. Otros elementos psicopompes de apelación a las ánimas lo constituyen el olor de las flores, el copal, el incienso, el humo, la luz de los cirios y de las velas.

Para recibir a las ánimas en Chacaltzingo, Morelos, a la entrada de las casas se coloca un arco de flores. La persona más anciana de la casa se sitúa al lado del arco y, con un sahumerio en las manos, invita a las ánimas a llegar hasta el altar, siguiendo el camino de pétalos de cempasúchil que los niños han formado para tal efecto. En el vecino poblado de Cuentepec, sobre el petate de la ofrenda se colocan jarros con agua fresca, para que los difuntos la beban, ya que vienen muy cansados y sedientos de su largo viaje.

En Zitala, Guerrero, el día 2 de noviembre, hacia el oscurecer, llegan cientos de maripositas blancas conocidas como “palomitas de la luz”. Se posan sobre los alimentos de la ofrenda y giran alrededor de las velas. Cada una representa a un familiar muerto, pues se las considera como espíritus viajeros y símbolo de resurrección. Por lo tanto, las almas al salir de sus tumbas adoptan la forma de mariposas.

Los cakchiqueles de Barrio de Guadalupe, reciben a las ánimas con música de tambor y de corneta. Los músicos van tocando por las calles y se detienen en las casas de los mayordomos y los regidores. Mientras tanto, las campanas repican en la mañana, al mediodía y al atardecer. El 1º de noviembre, los regidores nombran un ayuntamiento que durará solamente un día y cuya función consiste en gobernar al pueblo en nombre de los muertos. También designan un sacristán de los muertos, quien tiene la obligación de tocar la campana día y noche para invitar a las almas a divertirse bailando con música de arpa, violín y guitarra. En las casas de los muertos se colocan sillas para que éstos puedan descansar después de bailar. Cuando llegan, los familiares empiezan a rezar: los hombres rezan diez padres nuestros y las mujeres diez aves marías.

Entre los popolucas de Veracruz, las ánimas bajan a la tierra por gracia de Dios, el día 2 de noviembre. A las doce de la noche del día 1º, los familiares pronuncian los nombres de los seres queridos invitándolos a comer de la ofrenda. Las almas acuden encarnadas en hermosos grillos y coloridas mariposas, atraídos por el resplandor de las ceras que iluminan su camino. La luz es imprescindible, porque de no ponérselas los muertos no verían, se tropezarían y se lastimarían los pies.

En Tlaxpanaloya, Puebla, los indígenas nahuas piensan que las ánimas visitan a sus deudos quince días antes de la fiesta de muertos, con el fin de observar los preparativos que se están llevando a cabo. Los vivos no se percatan de su presencia porque no los pueden ver, aunque algunas veces las ánimas se encarnan en hombres y entran a la casa a platicar con los familiares. Cuando ven que ya todo está preparado y listo para esperarlos, se alegran mucho y están tranquilos hasta el memorable día.

Los tojolabales de Chiapas visitan a sus muertos en el panteón del pueblo y les ofrecen el siguiente rezo: – ”Ya llegué, padre. Ya llegué, madre. Ha llegado el día. Ha llegado la hora de venir a visitarte, para estar juntos. Te venimos a ofrecer lo que tenemos, un poco de comida. Tú lo sabes. Tú lo conoces. ¡Oh, Señor, que estoy en la tierra! Con gusto te venimos a ofrecer lo que tenemos. Coma. Será hasta la otra ocasión. Este día nuestros corazones, nuestras almas, lloran. Señor que estás en el Cielo, te pido, te suplico que nuestras lágrimas laven el dolor, la tristeza de nuestros corazones.Cuídanos, Señor, seremos tus obedientes. Así cuando se separen nuestras almas de nuestro cuerpo no sufriremos.”

Los huaves de San Mateo del Mar en Oaxaca, el Día de Muertos colocan sillas a todo el rededor de la ofrenda. El más anciano de la familia recorre la casa llevando un anafre con copal e invitando a las ánimas a comer de la ofrenda. Esta invitación se hace varias veces al día. Al tiempo que sahúma la casa, previene a las ánimas de que los alimentos son escasos, pero que se los ofrecen con mucho amor para que puedan cobrar fuerzas y regresar a su eterna morada.

Los mazatecos de San Pedro Ixcatán, Oaxaca, llaman a sus difuntos con la danza Toxo-ho, “fruto de ombligo”, en la que participan de diez a quince jóvenes. Los danzantes ejecutan saltos y contorsiones, al son de un violín y un tambor. El canto y la música son escuchados por las ánimas, tanto en la Gloria como en el Infierno. El canto dice así:
Te canto a ti, abuelo, a ti padre,
a ti madre.
En todas partes bailo el Toxo-ho,
tanto aquí como en el Infierno.

Los danzantes se disfrazan con huipiles, vestidos, rebozos y máscaras que les permiten guardar el incógnito. Primero danzan en el cementerio y, una vez que llegan las almas, recorren las calles del pueblo para recibir gratificaciones en dinero. Es obligación que bailen durante siete años seguidos. Si alguno es reconocido por la comunidad y por ello se niega a bailar, por el resto de su vida quince días antes de la fiesta, escuchará los lamentos, cantos y bailes que realizan los difuntos para castigarle por no haber cumplido con la costumbre.

Finalmente, digamos que en la Ciudad de México los chiquillos van por las calles pidiendo su “calavera”, como yo vi a mi hija hacer. En el fondo de una caja de zapatos forman la cara calada de una calavera, pegan en un extremo una vela que encienden y en el otro amarran una pita para sostener la caja. Así provistos van diciendo a las transeúntes o a los automovilistas que se detienen en los altos: – “¿No me da mi calavera?”

Sonia Iglesias y Cabrera

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Día de Muertos. III. Los altares de muertos y su simbología.s

La colocación de los altares con su ofrenda es el eje fundamental de la Fiesta de Muertos. Poner el altar a los difuntos constituye un sacrificio propiciatorio, pues por medio del ofrecimiento de alimentos y objetos se desea  tenerlos contentos y mantenerlos en paz para que, venido el caso, puedan y quieran proporcionarnos su ayuda y su protección. Por lo tanto, se trata también de un rito de apaciguamiento tendiente a hacer desaparecer el enojo de los antepasados y evitar que nos provoquen algún daño cuando, voluntaria o involuntariamente, no les pongamos su anual ofrenda.

En el campo de la simbología, el altar nos remite a lo sagrado, al sitio donde convergen todos los actos rituales, el lugar donde lo sagrado se condensa, donde el ser se vuelve sagrado. De esta concepción universal y de su especificidad cristiana, se derivan la mayoría de nuestros altares de muertos, como una derivación estructural de los utilizados en los ritos católicos: una mesa con una ara encajada en ella, sobre la cual se extienden los corporales para celebrar el sacrifico de la misa.

Como casi todas las manifestaciones tradicionales de la cultura popular que expresan la cosmovisión de los mexicanos, la costumbre de poner altares de muertos conlleva el sincretismo, la adopción y/o la adaptación de rasgos indígenas e hispanos, de aquéllos que pertenecen a la tradición precortesiana y de aquéllos que fueran impuestos por la colonización armada e ideológica.

Un análisis nos ha permitido establecer una tipología de los altares de muertos en atención a criterios tales como el espacio en donde se colocan, su estructura morfológica, la condición específica del alma del muerto y la extemporaneidad de los altares; esto es, grupos para los cuales no existe fiesta de muertos, pero que colocan sus altares en otras fechas no menos importantes. Dicho lo cual tendríamos las categorías espacio, forma, condición y tiempo como determinantes de su carácter simbólico.

Dia de los muertos. Altar con arcoPor el espacio en que se colocan tendríamos la casa, la iglesia y el cementerio. Por su forma, los altares de la casa pueden estar en la mesa y el suelo con arco o sin él, en niveles, suspendidos del techo, o en alacenas y repisas. En la iglesia pueden tener forma de ataúd o catafalco, o bien estar estructurados en niveles. En el cementerio, las tumbas sirven de altar y pueden adornarse con arco o carecer de él.

Casa, tumba e iglesia conforman tres espacios simbólicos cuya elección conlleva razones semióticas. Así pues, la casa representa el centro del mundo, la imagen del universo y la posición de los hombres frente a las potencias soberanas del otro mundo, a la vez que nos remite al ser interior, cuyas diferentes partes simbolizan los diversos estados del alma. Para cada hombre su casa es su microcosmos. Por su parte, la iglesia, el templo, es el recinto sagrado erigido a las divinidades y destinado al culto y al sacrificio; es por excelencia el reflejo del mundo divino, la habitación de los dioses sobre la Tierra. Dentro de la escatología indígena es el lugar al que acuden las almas a su regreso a la Tierra el Día de Muertos,  y del cual saldrán, renovadas y  purificadas, hacia el banquete mortuorio al que  tienen derecho el próximo año. En cuanto a la tumba, constituye la morada del difunto, tal como en vida lo fue su casa. Es un signo material del alma, el lugar de la metamorfosis donde el cuerpo se transforma en espíritu y del renacimiento que se prepara cuando llegue la hora de la resurrección. A la tumba también regresan las almas para comer la esencia de su festín novembrino y es de la tumba del cementerio desde donde muchas comunidades indígenas  dirigen y custodian las almas hacia la casa donde habitaron en vida.

Gran importancia reviste el simbolismo del arco en los altares de muerto; por ejemplo, para los nahuas de Zongolica, Veracruz, el arco simboliza la Puerta del Cielo; por él llegan las almas guiadas por el aroma de las vainas y la flor de cempasúchil. El arco se debe purificar con copal y agua bendita. La mayoría de los arcos llevan guindados frutas, flores y pan, pero los mayas de Yucatán utilizan otros motivos decorativos y simbólicos.

Cuando los altares se colocan en el suelo, debemos pensar en su valor analógico de tierra, símbolo indiscutible de la función materna, la que da forma y otorga la vida; simboliza la fecundidad y la re-generación; la tierra cría a todos los seres y los alimenta, y luego los recibe en su seno a la hora de la muerte.

Dia de los muertos en Mexico. Altar escalonadoHay también altares que adoptan la forma de pirámides escalonadas que participan del simbolismo del túmulo, el montecillo artificial con que algunos pueblos antiguos cubrían los cuerpos de los difuntos y que servía para evocar la colina que surgió de las aguas primordiales en el nacimiento de la Tierra. La forma ascendente del túmulo, que con el paso del tiempo devino catafalco, simboliza la comunicación con el Cielo, con las almas que lo moran y con Dios. Es, por ende, el lugar del encuentro entre dos mundos: el de acá y el del más allá que se ponen en contacto durante la celebración a los muertos.

Si atendemos a la condición específica del alma del difunto, encontramos altares dedicados a los muertos grandes que fallecieron de muerte natural, y que ocupan el lugar preferencial de los altares. Otros dedicados a los muertos en forma violenta: los “matados” y “fracasados” llamados así porque no murieron como Dios manda, no tienen altar propio sino que comparten una parte del altar dedicado a los muertos grandes. A veces, se les pone un altar que consta tan solo de flores y velas, en el lugar donde ocurrió su trágica muerte. El ánima sola es un alma triste porque no tiene quien le ponga altar, es por eso que en muchos barrios de Xochimilco, los “fiscales” y los “mandones” piden parte de la ofrenda de las casas, para obsequiarla a esta ánima que llega el 1º de noviembre a las dos de la mañana. Debido a que van tocando una campanita desde la iglesia y a lo largo de su recorrido, reciben el nombre de “campaneros”, y a su acción se le denomina campanatome. Acompañan el sonido metálico de las campanas con un sonido nasal que producen con la boca, a fin de simular que las ánimas están pidiendo su ofrenda. A su vez, los nahuas de Chicontepec, Veracruz, además del altar principal dedicado a los muertos grandes, colocan otro más pequeño, en la parte externa posterior de la casa, destinado al ánima sola.

Los niños muertos también tienen derecho a sus altares. A los angelitos, los nimbos o abrojos, y a  los limbos el pueblo les dedica altares con características especiales; a saber, su comida no debe condimentarse con chile porque les perjudicaría la salud; es imprescindible que  los candelabros, las flores,  los sahumerios y casi todos los objetos que se colocan en el altar, sean blancos, pues este color simboliza la pureza. A los niños muertos se les ponen dulces de alfeñique o azúcar vaciada, con los que se elaboran multitud de figuras. En otros lugares, los altares se adornan con juguetitos de barro pintados; así, cuando lleguen las ánimas chiquitas podrán jugar tal como lo hacían en vida. Todos los altares cuentan con panes en miniatura, pues es sabido que a los niños les gusta mucho, al igual que las frutas y el dulce de calabaza. Es característico que los elementos de la ofrenda se elaboren a escala reducida, de acuerdo al tamaño del muertito. Si se ponen objetos grandes o que pertenezcan a los altares de adultos, los niñitos se enojarán, se pondrán tristes y no comerán de lo ofrecido.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Día de Muertos. II. Las fechas.

Actualmente, el Día de Muertos es la celebración, de carácter general, más importante de todo México, tal vez sólo equiparable a los festejos navideños y a los de Semana Santa. Esta importancia radica, en primera instancia, en que se trata de una conmemoración cuyo tema primordial  los ancestros, los difuntos, los antepasados, han sido objeto de adoración y veneración desde tiempos realmente remotos y que constituye uno de los primeros rituales universales que los seres humanos han celebrado.

dia de los muertos en MexicoPor otra parte, para nosotros la veneración a los antepasados es una celebración cuya larga existencia se inicia en épocas anteriores a la presencia hispana, continúa en la Colonia, en la cual comienza su proceso de sincretismo y mestizaje, que la modifica sustancialmente, hasta llegar a ser la fiesta, rica y variada, que todos conocemos y vivimos actualmente. Pero si esta larga existencia no bastara para darle tanto realce, también está el hecho de que se trata, no ya de una festividad, sino de muchas en una sola. En efecto, por ser México una nación conformada por cincuenta y seis grupos indígenas -o más según algunos antropólogos- más otro llamado mestizo, la fiesta de Día de Muertos es el centro de una variadísima gama de manifestaciones culturales relacionada con ritos mortuorios, circunscrita a marcos de referencia históricos, étnicos, grupales, ecológicos, familiares, e individuales. Con esto queremos decir que nuestro Día de Muertos no es una expresión homogénea de la cultura popular, sino por el contrario es heterogénea, distinta, diferente; en una palabra, cambia en atención al sector popular que lo festeje. No hay, pues, un solo Día de Muertos, sino tantos como variante rituales hay en las culturas que integran nuestra sociedad pluriétnica y pluricultural.

Sin embargo, a pesar de la enorme variedad que conlleva la fiesta, todas las variantes que en ella encontramos giran alrededor de ciertas prácticas comunes: la bienvenida y despedida de las ánimas, el arreglo de la tumbas en el cementerio, la colocación del altar, los alimentos y bebidas que conforman la ofrenda, la velación en el cementerio, la celebración de oficios religiosos, y el reparto de la ofrenda entre familiares y amigos. Todas estas actividades realizadas dentro de un período, más o menos similar, que no rebasa los meses de octubre y noviembre.

Las fechas de Día de Muertos
Paradójicamente, el Día de Muertos comprende varios días, y a veces, en algunos grupos tantos indígenas como mestizos, tiene Octava, es decir, el período de siete días que sigue a una solemnidad en la que se prolonga o se vuelve a realizar la misma festividad. Esta costumbre proviene de la creencia bíblica donde se afirma que la Creación tuvo una duración de siete días, más el octavo que corresponde a la eternidad bienaventurada y de la cual la Fiesta de Muertos es un anticipo y una prenda.

Si la fechas de las celebraciones se enmarcan dentro de los meses de octubre y noviembre, no es un hecho fortuito, sino que responde a que dichos meses están estrechamente vinculados con el calendario agrícola, cuando se inicia la recolección de los sembrado durante la primavera y se vienen a subsanar con las cosechas las anteriores etapas de escasez y pobreza y, por tanto, la fiesta resulta menos onerosa, ya que como todos sabemos, se trata de una celebración sumamente costosa para los familiares de los difuntos quienes no reparan en gastos para comprar lo mejor para la ofrenda.

El Día de Muertos constituye el primer gran banquete después de la temporada de peor escasez de los meses de septiembre-noviembre; banquete auténtico en el sentido alimentario que básicamente se organiza para los muertos y se comparte con ellos. Las fechas más recurrentes nos precisan que el 1° de noviembre se celebra a los muertos chiquitos o “angelitos”; y el día 2  a los muertos grandes o adultos. Sin embargo, las cosas se nos complican cuando sabemos que entre los totonacas de Veracruz, el 18 de octubre, día de San Lucas, se festeja a aquellos que encontraron una muerte violenta: los accidentados, ahogados y asesinados. El 31 reciben a los angelitos, el 1° de noviembre a los adultos, quienes regresan al más allá el 30 del mismo mes, después de haber salido del Reino de los Muertos el 24 de agosto, y haber gozado de Octava. En cambio, sus congéneres de Papantla y Zihuateutle, en Veracruz y Puebla, respectivamente, el 29 y el 30 de octubre lo dedican a los fallecidos “nuevos”, de no más de un año de muertos, y el 1°, 2 y 3 de noviembre a quienes han muerto hace ya más de diez años.

Por su parte, los mestizos tlaxcaltecas empiezan la fiesta el 29 de octubre cuando llegan las almas de los que murieron sin bautismo, los ahogados y los muertos que nunca nacieron; es decir, los nimbos, los “que no vieron la luz”. El 30 de octubre lo dedican al ánima sola, aquella que no tienen familiares ni nadie que se acuerde de ella. Un día después, el 31, arriban los angelitos, seguidos el 2 de noviembre por los muertos adultos.

En cambio, las ánimas choles de Oaxaca son más elásticas, porque del 25 de octubre al 5 de noviembre todas vienen a la tierra como Dios les da a entender, ya que el resto del año “están muy ocupadas”. Las almas mixtecas, más ordenadas, reciben el 31 de octubre a los angelitos, el 2 de noviembre a los adultos, y el 3 a las ánimas solitarias y a los limbos.

A su vez, los nahuas de Zongolica, Veracruz, se preparan el 31 de octubre para recibir a los limbos, y despuesito, ese mismo día, acogen a los koneme, niños sí bautizados. El día 1° de noviembre llegan los huehue, o sea, los adultos muertos de muerte natural; seguidos por las ánimas solas, los huérfanos y los criminales. Todas estas almas llegan a las 12 del día en perfecta secuencia. Los nahuas de Xoxocotla, Morelos, inician la celebración nueve días antes del 2 de noviembre, período en el que repican las campanas de seis a siete de la noche, para recordarle a la población que es el momento de irse preparando para recibir a los abuelos. Para esos nueve días se pone una ofrenda con dos vasos de agua, un ramo de flor de muerto, y un plato con ciruelas que se dan en ese tiempo. Después, festejan las fechas tradicionales.

Los otomíes dedican el 28 de octubre a los que murieron repentinamente y nunca pudieron llegar a su destino; el 29 recuerdan a los ahogados; el 30 festejan a los limbos; el 31 a los angelitos; y, al final, el 1° de noviembre, llegan los muertos adultos.

Es costumbre que los amuzgos de Oaxaca reciban el 24 de octubre a los angelitos; el 30 a los “matados” repentinamente; el 31 a los muertos de muerte natural y el 1° de noviembre se dedica a Todos los Santos.

Muchos más simples, los pai-pai de Baja California reciben el 2 de noviembre a todas las ánimas. Mientras que los tzeltales de Chiapas, como siguen la cronología del antiguo calendario maya, celebran el día de muertos el 15 de octubre, y finalizan la fiesta el 2 de noviembre, siguiendo la tradición hispana. Basten estos ejemplos para ilustrar la riqueza temporal del Día de Muertos en México.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Día de Muertos. I. Las primeras ceremonias mortuorias.

Hace 230,000 años, en ese período de la Piedra Antigua, vivió, durante el último interglaciar y el comienzo de la glaciación Würm, el famoso Hombre de Neanderthal en las zonas de las actuales Europa, África, Australia y Asia Menor, que atravesaban las etapas medias y superior del Paleolítico. Estos hombres, dado su desarrollo cerebral, su modo de vida y su increíble facultad de invención se encontraban mucho más cercanos al Homo Sapiens que les continuaría, que al Pithecanthropus que les antecediera. Deben su nombre al hecho de que sus primeros restos fósiles se encontraron en los alrededores de Düsseldorf, Alemania, dentro de una caverna del valle de Neanderthal.

A través del estudio de casi cuarenta esqueletos del tipo Neanderthalensis, los paleontólogos han podido llegar a una descripción de sus características somáticas. Los hombres no eran muy altos, medían 1.63 metros, y sus compañeras, alcanzaban un promedio de 1.56. Los huesos del cráneo eran gruesos y su capacidad craneal se aproximaba a los 1,500 centímetros cúbicos, ciertamente muy parecida a la  del hombre actual. Su apariencia ya no era tan simiesca como la de su antecesor, por su postura erguida y vertical y a despecho de su frente huidiza, tenía arcos supra ciliares bastantes pronunciados, el mentón poco notorio, el cráneo ligeramente alargado, la nariz ancha y el cuerpo pesado y robusto.

dia de los muertos en MexicoLa industria lítica del Neanderthal se componía de punzones con bordes retocados y de raspadores que usaba para trabajar la madera. Sus herramientas y sus armas poseían mangos, lo que les permitía una mayor eficacia para cazar animales grandes como mamuts, rinocerontes lanudos y muchas otras especies que integraban su hábitat. Vivían de la caza y la recolección, de los productos que obtenían en los ríos y mares, y completaban su dieta con bayas, musgos, líquenes y pequeños animales como serpientes y lagartijas. La agricultura les era completamente desconocida. Con el fin de llevar a cabo sus actividades, los neandertales se reunían en cuadrillas, lo que implicaba una cierta organización social y un incipiente lenguaje para comunicarse.

Aparte de su cultura material, contaban con una cultura espiritual, como lo prueban los cofres de piedra encontrados en Drachenloch, Suiza, que guardan cráneos de oso, incrustados sobre placas calcáreas, orientados hacia un mismo punto cardinal; y los restos de un hogar que presupone la existencia de un fuego sagrado asociado a sacrificios rituales. Pero sobretodo, nos da cuenta de su riqueza espiritual el hecho de que los neandertales contaban con ritos mortuorios que practicaban para sus difuntos. Estos hombres enterraban a sus muertos en tumbas abiertas especialmente para ello, con una profundidad de 55 centímetros. Las tumbas se cavaban, generalmente, en las cuevas que utilizaban como habitación, muchas veces cerca de los fogones, tal vez con el propósito de que el calor “reviviera” al muerto. Los cuerpos se colocaban de lado con las piernas encogidas; o bien, en posición superior estirada, como es el caso del esqueleto de un muchacho que descubrió el arqueólogo Otto Hauser en Le Moustier, Francia, en el año de 1908.

El rito mortuorio llegó a ser tan elaborado que incluso contaban con “cementerios”, como lo prueban los hallazgos de estaciones prehistóricas que albergan más de diez entierros, localizados en grutas y protegidos por huesos grandes de animales y piedras. Es notable la existencia de enterramientos de cráneos solos, o en conjunto, en donde muchos de ellos presentan lesiones, que tal vez se deban a muertes violentas o a ritos de carácter religioso. Algunos de estos cráneos muestran un orificio en el occipital, para poder extraer el cerebro y comérselo ritualmente. Tanto los hombres como las mujeres recibían el mismo tipo de sepultura, pero parece ser que los niños se enterraban con especial cuidado. Los cadáveres infantiles aparecen pintados o espolvoreados con tierra roja. Tal vez se trata de la misma pintura que usaban en vida como adorno ritual, pero esto es sólo una mera especulación.

De cómo efectuaban los neandertales sus ceremonias mortuorias no conocemos nada, solamente podemos pensar que no debieron ser muy elaboradas, dado su nivel cultural. Lo que sí sabemos es que a los muertos se les colocaba una ofrenda con implementos de sílex y hueso, flores, trozos de carne, semillas de cereales silvestres y algunos adornos de uso diario. Estos hallazgos sugieren la presencia de creencias religiosas y la idea de que el Neandertal creía que la vida no terminaba con la muerte, sino que seguía en alguna parte llamada el mundo de los espíritus, en donde los muertos tenían  las mismas necesidades que experimentaban cuando transitaban por este mundo.

La evolución biológica y cultural del hombre continuó, y a finales del Paleolítico Superior y principios del Mesolítico, apareció nuestro querido Homo Sapiens Fossilis. La primera raza de este hombre sabio, se encontró en Cro-Magnon, Dordoña, Francia, en el año de 1868. El historiador Carl Grimberg, nos informa al respecto: Los esqueletos exhumados en ese lugar y los que lo fueron, después, en Europa y Africa del Norte, se caracterizan por ser muy robustos y de elevada estatura (1.80 m. aproximadamente). El cráneo poco grueso y de gran capacidad no difiere del nuestro.

Entierro dia de los muertos

El Homo Sapiens Fossilis vivió entre 40,000 y 10,000 años a.C. Su cultura material comprendía el tallado en piedra de cuchillas, raspadores, buriles y barrenas y el trabajo de herramientas y adornos en huesos, cuyas técnicas habían alcanzado la perfección. Contaba ya con anzuelos y arpones y llegó hasta inventar el lanza venablos, que le permitió cazar más eficazmente. Nuestro hombre vivía, como su antecesor, de la caza, la pesca y la recolección, aunque todas ellas mucho más perfeccionadas debido a sus acabados implementos líticos y a que sus armas eran más numerosas y variadas. Construía sus casas a la entrada de las cuevas, formando agrupaciones familiares o clanes, dirigidas por un chamán y un consejo de ancianos.

Sus ritos mortuorios consistían en enterrar a los muertos cubriendo sus cabezas, sus piernas y sus pechos con piedras, como si quisieran impedir que el muerto se irguiera. En otros enterramientos, los cadáveres aparecen encogidos y amarrados, pintados el cuerpo o la cabeza, con almagre –óxido rojo de hierro-. Junto al muerto colocaban instrumentos de piedra y alimentos animales, para que pudiera alimentarse en el más allá.

Los espacios de enterramiento variaban. Algunas veces el cadáver se inhumaba en el sitio donde el difunto había vivido y, posteriormente, la familia abandonaba el lugar. En ocasiones, el muerto se quemaba en el fuego del hogar, hasta que se convertía en cenizas. Otra veces, cavaban tumbas donde se tendía el despojo y se le cubría con muchas piedras, no fuera a ser que regresara de ese mundo al que había partido y provocara el susto de los vivos. Pero también era frecuente que el cuerpo se dejara en una caverna cuya entrada se tapaba con una piedra grande, sin más ceremonia. A los enterramientos se agregaban los implementos de trabajo y de la vida cotidiana para que pudiesen servirse de ellos en el más allá.

Sonia Iglesias y Cabrera

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La máscara en México.

La palabra máscara proviene del vocablo árabe mashara que significa bufón. Por extensión connotativa el término se amplió desde el siglo XV, para adquirir el significado que actualmente le damos de «rostro falso o postizo». La existencia de la máscara es universal, ya que se ha presentado en todas las culturas del mundo,  podemos afirmar que es tan antigua como la propia humanidad.

En México, la máscara forma parte de la artesanía ceremonial que produce la cultura popular. Es el instrumento por medio del cual los hombres que forman parte de las comunidades indígenas y mestizas se identifican con los dioses -católicos o paganos-, los espíritus y los héroes mitológicos de su cosmogonía, con los personajes históricos y con aquéllos que viven en la memoria colectiva. Al momento de colocarse una máscara, tiene lugar una transformación del Yo que permite a los hombres adoptar la personalidad y la esencia de esos seres sobrenaturales, o no, para, con propósitos rituales comunitarios de función mágica religiosa, obedecer a motivaciones tendientes a la satisfacción de necesidades espirituales y materiales.

La historia de la máscara en México es muy larga. Trasciende los tiempos de la colonización española, para alargarse hasta las épocas de las primeras migraciones que poblaron el territorio americano. Durante el período del florecimiento de las culturas mesoamericanas, la máscara se utilizaba en ocasiones de índole ritual. Tal es el caso de la cultura mexica en donde la encontramos formando parte de las ceremonias funerarias, para ser colocada sobre la faz inerte de personajes importantes. También formaba parte del atuendo de los sacerdotes, quienes la usaban para realizar sus funciones mágico-religiosas. En algunas ocasiones, la máscara era la careta que se colocaba a los prisioneros que se sacrificaban a alguna deidad a la que se le rendía culto. Aun los mismos dioses portaban máscara, como era el caso del dios Xipe Tótec, Dios del Desollamiento, que orgulloso ostentaba su máscara del piel humana. (Imagen debajo: Máscara de la Danza de los Viejitos).

mascaras de mexicoActualmente, la máscara mexicana no ha abandonado su carácter ritual y debemos considerarla como el producto de un sincretismo cultural en el que participan elementos indígenas, europeos, asiáticos y africanos que llegaron a México a partir de la conquista española, elementos que se fueron incorporando en el devenir histórico de quinientos años de colonización.

Aparte de su función ceremonial, la máscara lleva en sí misma el valor de ser una obra de arte popular, producida por artesanos del pueblo mexicano quienes emplean para su manufactura diversos materiales tales como cuero, cartón, alambre, hojalata, madera, ixtle, barro y muchos otros más. La máscara mexicana se encuentra indisolublemente ligada a la danza tradicional, expresión del arte popular en la que se conjugan el teatro, la música, la coreografía, la poesía y la majestuosidad del vestuario. La esencia de la danza tradicional está impregnada de la mística y de la magia de la cosmovisión de los grupos y sectores de México. La danza tradicional, a diferencia de la danza académica de carácter meramente individual, conlleva una motivación ritual de índole mágico-religiosa en la que participan los integrantes de la comunidad. Es el pueblo el que baila. Los ejecutantes son parte de ese pueblo, su aprendizaje es heredado, y se baila no por gusto o placer meramente individual, sino por razones colectivas que atienden a promesas religiosas, invocaciones propiciatorias para obtener beneficios, encargos a los santos para satisfacer necesidades específicas, agradecimientos por haber obtenido una buena cosecha, o como una forma de honrar y venerar a Dios y a los santos que conforman el panteón católico. Las danzas tradicionales se bailan, en su mayoría, portando máscaras como un elemento más de la vestimenta que realizan las artísticas manos de las mujeres que cosen, bordan, tejen, y hacen alarde de belleza y colorido. (Imagen debajo: Máscara de la Danza de los Tecuanes).

Mascara de la danza de los tecuanes en MexicoLa ejecución de las danzas no es arbitraria, sino que se lleva a cabo durante las fiestas religiosas que se celebran entre las comunidades indígenas y mestizas de todo el país. Sin temor a equivocarnos, podemos decir que al año se realizan más de cuatro mil fiestas en celebraciones tales como Navidad, Semana Santa, Día de Muertos, la de los santuarios de peregrinación, y las dedicadas a los santos patronos de barrios, pueblos, ciudades y gremios. Así pues, encontramos a la máscara en las danzas que se realizan en las Fiestas Patronales, pues en México, todos los pueblos y ciudades de provincia y algunos barrios citadinos, tienen un santo patrono a quien, las más de las veces, deben su toponímico. Ejemplos de estas danzas son la Danza de los Viejitos del estado de Michoacán,  la de los Tecuanes de Guerrero,  la Danza de Negritos de Veracruz, y la Danza de los Tejorones. En las celebraciones de Carnaval tenemos las danzas de los Chinelos de Morelos, la de Las Mascaritas de Oaxaca, y la de Los Zuavos Franceses de Huexotzingo, Puebla. Para la Semana Santa tenemos a los pintados de la Judea, de Nayarit, y a los Diablos coras del Miércoles Santo. El Día de Muertos aparecen personajes enmascarados como el Xantolo de los huastecos de San Luis Potosí, y El Viejo del Monte de San Pablito en la Sierra de Puebla. Dentro de las danzas de Pastorelas o Coloquios, tenemos a los Diablos y Luciferes portando escalofriantes máscaras. Valgan estos pocos ejemplos para ilustrar lo dicho acerca de esta tradición, sin ánimo de abarcar el gran número de danzas en las cuales los danzantes portan las espléndidas máscaras de nuestro arte popular.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Nuestro Tequila.

Proceso de fabricación y tipos de tequilas.

El tequila es una bebida tradicional de México que se produce en el municipio de Tequila,  en Amatitan. y Arandas, Jalisco, pero con denominación de origen para Michoacán, Nayarit, Guanajuato y Tamaulipas. Se fabrica por la fermentación y la destilación del jugo del agave azul (Agave Tequilana Weber) -planta que florece una sola vez para morir en seguida, diferente al agave pulquero  -que se encuentra en el corazón de la planta.

En la fabricación del tequila se llevan a cabo diferentes procesos del todo indispensables: la jima, que consiste en la separación de las pencas del corazón del agave; la hidrólisis, que permite obtener los azúcares simples, sobre todo la fructuosa; la extracción, en la cual se lleva a cabo la separación de los azúcares de la fibra de la penca; la formulación, tequila ciento por ciento de agave, llamado tequila noble, o tequila con un 49 por ciento de azúcares provenientes de otras fuentes, conocido como tequila mixto, a los que se agrega la levadura; la fermentación, producida por la acción de las levaduras; y la destilación, o separación de los constituyentes del mosto realizada en alambiques.
Con estos procesos se obtienen el tequila blanco (tequila joven), el tequila reposado, el añejo y el extra añejo. Según el añejamiento  de éste último, se obtienen varios tipos de tequila: el blanco o “plata” que se logra cuando se termina su destilación de tan sólo horas o un día, y tiene una graduación de 35 a 55° GL; el reposado que permanece de dos meses a un año en barricas de encino o roble, de color ambarino y con la misma graduación que el anterior; y el añejo con un año de antigüedad reposado en barricas de roble blanco, de color dorado oscuro y fuerte sabor a madera; y el extra añejo de más de tres años de antigüedad. Ningún tequila debe almacenarse más de cuatro años porque se estropea y se echa a perder.

Leyendas y mitos tequileros
Respecto al origen del tequila, una vieja leyenda nos relata que hace ya varios siglos unos indígenas de Jalisco se guarecieron en una cueva para escapar a una fuerte tormenta que se solazaba sobre unos campos de agave. Unos imprevistos rayos cayeron sobre los corazones de las plantas, los quemaron, los almidones se cocieron y surgió una especie de miel. Un excitante aroma llegó a los habitantes de esa región, quienes tomaron trozos de los corazones quemados y lo saborearon, pues eran sumamente dulces. Uno de los indios dejó un poco del meloso líquido en un jarro y lo olvidó por un tiempo. Cuando días después regresó a su choza, descubrió que un agradable olor inundaba su casa y que del jarrito salía una especie de espuma blanca. Curioso, probó ese nuevo brebaje que en seguida le calentó el pecho y le proporcionó bienestar. Pasado un rato, sentíase ligero, animoso, y alegre. Comunicó su hallazgo a sus compañeros quienes lo probaron y estuvieron de acuerdo en que tan maravilloso líquido era un verdadero regalo de los dioses, específicamente de Mayahuel, la diosa que dio a los indios el pulque.

Una errónea creencia muy difundida respecto al tequila cuenta que el emperador Moctezuma II en una cena ofrecida a Hernán Cortés, le obsequió con una copa de tal bebida. Creencia que oscila entre la verdad y la mentira como toda leyenda que se precie. Lo que sí es un hecho es que en tiempos prehispánicos el agave  se utilizaba para muchos menesteres, pues ya era conocido por los pueblos mesoamericanos desde hace alrededor de 9000 años. Con sus pencas se construían techos, se fabricaban agujas, cuerdas y papel, las pencas secas servían como combustible, y con sus cenizas se elaboraba una especie de jabón. Además, su savia servía para curar heridas y quemaduras, como hasta la fecha se emplea. Asimismo, el maguey azul usaba para preparar miel y fibras para tejer, de su tronco horneado se obtenía un dulce muy sabroso que en nuestros días recibe el nombre de “mezcal”.

La primera taberna tequilera de la Nueva España.
Pero la triste realidad nos confirma que el tequila, o “vino mezcal”, como se llamó en sus primeros tiempos, se inventó durante la época colonial, pues el proceso de destilación fue desconocido dentro de las culturas indígenas del México prehispánico. El proceso de destilación los españoles lo aprendieron a su vez, de los árabes asentados en la Península Ibérica durante siete siglos. Se puede ubicar tal invento en el primer tercio del siglo XVI y los indígenas fueron utilizados como mano de obra en su proceso de producción, mismo  que se realizaba en las antiguas “taberna” artesanales.
Cristóbal de Oñate y Osaña, conquistador español, después de una cruenta batalla con los indígenas de la región occidental de México, fundó el 15 de abril de 1530 la población de Santiago de Tequila, junto con frailes franciscanos a las órdenes del padre Juan Calero, quien muriera a manos de indígenas insurrectos, colgado de un ídolo, representación de un dios nativo.

Setenta años después, en octubre de 1600, llega a Tequila Pedro de Tagle, marqués de Altamira y Caballero de la Orden de Calatrava, y funda el primer lugar donde se elaboró, se vendió y se consumió el tequila al que se denominó “taberna”, en la Hacienda de Cuisillos, junto a los plantíos del agave azul. A estas primeras producciones de tequila se les nombró “vino mezcal de Tequila”. En un inicio, los primeros hacendados producían tequila casi para consumo propio, sin pensar en una comercialización más amplia, pero ya hacia 1542, se pensó en una distribución comercial; sin embargo, por la prohibición de la Corona de fabricar vinos o licores en la Nueva España y temiendo perjudicar la importación de vinos españoles, el tequila se comenzó a elaborar clandestinamente. La antigua población de Santiago de Tequila se encontraba situada en el occidente de México, en lo que fuera Nueva Galicia, en un lugar llamado Teochichán, “lugar del dios”. Su nombre proviene del apóstol Santiago, patrón protector de España, y Tequila deriva de la palabra náhuatl tecuilan que significa “lugar de tributos”, habitado originalmente por chichimecas, otomíes, y tribus nahuatlacas. El 8 de diciembre de 1655, se nombra patrono de la población a Santiago Apóstol y, un año después, el 16 de octubre se le eleva la población a la categoría de villa, con el nombre de Villa de Torres y Argos de Ulloa y Chávez, que era el apelativo del Gobernador de la Audiencia de Nueva Galicia.
                                   

Sonia Iglesias y Cabrera

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La cartonería tradicional

De entre el polifacético mundo del arte popular mexicano destaca el frágil, efímero, colorido y tradicional arte de la cartonería. Esa actividad creativa que por medio del cartón y el papel, logra espectaculares piezas artísticas.

La cartonería mexicana no es de raigambre prehispánica. En nuestro país se inició durante los primeros años del virreinato, muy posiblemente hacia la primera mitad del siglo XVI, cuando los primeros frailes franciscanos, en su afán evangelizador, implantaron en nuestra tierra las principales festividades del calendario cristiano.

Tal es el caso de las famosas Misas de Aguinaldo instauradas por fray Diego de Soria en el cercano convento de San Agustín de Acolman, que darían lugar a las tradicionales Posadas, tan propias de nuestra cultura popular. En dichas celebraciones, efectuadas nueve días antes de la Navidad, se acostumbraba romper la piñata, maravilloso juguete alegórico de alma de barro y vestimenta de cartón y papel de China. El 6 de enero, Día de la Epifanía o Aparición, los tan esperados Reyes Magos obsequiaban a los infantes con cascos de cartón, junto con espadas de madera y muñecas de trapo para las niñas. Asimismo, el día de San Juan Bautista, celebrado desde la Colonia el 24 de junio, los artesanos fabricaban máscaras barbadas, caballitos y sombreros de pico, utilizando el cartón y el papel.

Para el Sábado de Gloria, como ejemplo edificante del adoctrinamiento cristiano, se elaboraban para ser quemados enormes judas de cartón que representaban diablos, brujas y alguno que otro personaje de la autoridad no muy apreciado por el pueblo, a quien simbólica y catárticamente destruían por medio del fuego.

En las celebraciones de Corpus Christi, en que se conmemora el Sacramento de la Santa Eucaristía, se acostumbraba regalar a los niños la famosa tarasca, especie de dragón alado de cartón, con ruedas en las patas y cola en forma de lanceta, réplica en miniatura de la figura que salía en las procesiones de Corpus, acompañada de las tarasquillas, monigotes de madera que se subían al lomo de la tarasca y de un grotesco gigante llamado Mojigón.

Una de las fiestas más importantes de nuestro país ha sido, sin lugar a dudas, el Día de Muertos. Para esta fecha, desde antaño los artesanos del cartón han elaborado juguetes alusivos a la muerte: esqueletos bailarines, cráneos multicolores profusamente adornados, esqueletos que representan personajes populares, entierros en sempiterno camino entre una iglesia y otra, procesiones de curas, con cabeza de garbanzo, condenados a cargar ataúdes y tumbas cuyo muerto se levanta al arbitrio de un cordel. Arte en cartón que, desgraciadamente, poco a poco tiende a desaparecer, sofocado bajo la supuesta modernidad.

Al paso del tiempo, el arte de la cartonería trascendió la etapa virreinal y nuevas expresiones vinieron a enriquecerlo. Entonces aparecieron las cornetas de cartón, los cascos militares al estilo etrusco, romano o de soldado insurgente, máscaras zoomorfas y gorros de hada  y pastora que los padres compraban a sus hijos en las verbenas de los días 15 y 16 de septiembre, festividades instituidas por decreto de la Regencia el 2 de marzo de 1822.

Fabricar objetos artísticos con un material aparentemente tan elemental como el cartón, requiere, fundamentalmente, del don de la creatividad; de esa inspiración intangible y ancestral que poseen con creces los artistas populares mexicanos y que los convierten en verdaderos artífices. Por medio de la aplicación de técnicas y acabados tradicionales, los maestros cartoneros elaboran piezas de arte que bien merecerían una vida más larga que aquélla un tanto breve a las que están condenadas.
Los artistas del cartón dan forma a sus creaciones plásticas empleando, básicamente, papel recortado y remojado en engrudo. Algunas veces trabajan con moldes y armazones de carrizo o alambre. Con estos sencillos elementos de las manos de los artesanos surgen máscaras, cascos, muñecas, caballitos, tumbitas, esqueletos, alebrijes, judas, personajes de la vida cotidiana y muchas piezas más coloreadas con anilinas que les proporcionan un luminoso acabado.

Actualmente, la mayor parte de los objetos de cartonería son lúdicos o decorativos. Cada una de las creaciones de la cartonería posee su propia técnica de manufactura. Así por ejemplo, las máscaras, los cráneos y las calaveras son elaborados por medio de moldes de yeso, barro o madera que untan con sebo para que sirva de aislante y sobre los cuales van pegando trozos de papel cortado, remojado e impregnado con engrudo o cualquier otro pegamento. Posteriormente, los artesanos dejan secar las piezas al calor del sol o cerca de una estufa preferentemente de petróleo. Cuando han obtenido el secado deseado, los objetos se pintan con blanco de España y se decoran con pinturas.

Los judas de menor tamaño también se hacen en moldes. En cambio los grandes, que a veces llegan a medir hasta cinco metros, requieren de una armazón de carrizo, material que debe limpiarse muy bien para que no quede rastro de la pulpa que se pudre y echa a perder el trabajo. Durante el proceso de armado, el carrizo se moja constantemente, a fin de que no pierda su flexibilidad, se rompa y no se pueda trabajar. A la estructura que se forma con el carrizo o alambre, los artesanos la llaman “alma”. Cuando se emplea el alambre, se va uniendo por medio de cuerdas enceradas. Ya que está preparada el “alma”, se cubre con papel y engrudo, hasta darle la forma a la figura que se quiere hacer, se deja secar, se pinta y se le agregan sus venas de cohetes.

Los alebrijes, figuras fantásticas derivadas de la cartonería tradicional, suelen elaborarse con «alma», o bien solamente con las manos y el papel engomado, modelando extraordinarias esculturas policromadas. Con el fin de calcular el tamaño y el grosor de los alebrijes, el artesano utiliza la técnica del escantillón, cuyo instrumento es nada menos que la cuarta de su mano, pero también puede medir valiéndose de un hilo y una varita. A veces, suele dibujar la figura sobre el piso para que le sirva como una especie de “patrón”.

Los instrumentos de trabajo de los cartoneros son, básicamente, tijeras, martillos, pinceles de pelo animal, formones, cuchillos, brocas, agujas, lijas y brochas. Como materias primas emplean alambre, barniz, anilinas, blanco de España, cartulina, cartoncillo, carrizo, cola, hilo de cáñamo, madera, otate, japán, sebo, yeso, vinagre y variados tipos de papel como el metálico, de China, estaño, estraza, manila y periódico.

Las más de las veces las artesanías en cartón se fabrican en talleres familiares, acondicionados en la casa para tal efecto. En el trabajo participan, en mayor o menor medida, todos los miembros de la familia, quienes aprenden el oficio en el cotidiano quehacer y adquieren el conocimiento y la experiencia a través de generaciones. En los talleres familiares existe una cierta división del trabajo, pero siempre encontramos el maestro o la maestra que se auxilia de sus oficiales y aprendices. Entre los lugares más destacados que elaboran la cartonería, cabe mencionar al Distrito Federal, la Ciudad de Oaxaca, Miguel Allende y Celaya en Guanajuato, Michoacán, Zacatecas y el Estado de México

Sonia Iglesias y Cabrera

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La pintura corporal de los mexicas.

Dellos se pintan de prieto, y ellos son de la color de los canarios, ni negros ni blancos, y dellos se pintan de blanco, y dellos de colorado, y dellos de lo que fallan, y dellos se pintan las caras, y dellos todo el cuerpo, y dellos solo los ojos y dellos solo la nariz. Cristóbal Colón, Diario.

La pintura corporal se ha utilizado en una gama muy amplia de culturas pasadas y presentes. Los lugares en donde se ha empleado abarcan América, África, Australia, Asia, la Polinesia y Europa. Los colores que se utilizan en las pinturas facial y corporal son muchos y muy diversos, tantos como provee el medio ambiente. Por ejemplo, en América predomina el color rojo del cual  por siglos han hecho uso pueblos tan dispares como los kutchin, los cree, los seris, los cherokee, los tupi, y otros grupos más. Aclaremos que el color rojo se combina con otros colores, pero manifiesta su predominio, sin dejar por ello de tratarse de decoraciones policromas. Los indios de América del norte pintan el rostro con más frecuencia que el cuerpo; en cambio, en América del sur, se acostumbra pintarse cara y cuerpo. La pintura puede ser ocasional, con motivo de determinadas ceremonias, o permanente, como parte de las costumbres cotidianas. Algunas veces la pintura está restringida sólo a los hombres,  otras sólo a las mujeres, como fue el caso de las prostitutas mexicas. Es válido afirmar que cada grupo cultural tiene sus propios diseños, sus motivos, su simbología, sus características y su combinación cromática, según el caso en que se utilice la pintura. Veamos cómo fue que nuestros antepasados los mexicas hicieron uso de la pintura corporal y facial, misma que sigue empleándose en numerosos pueblos indígenas de nuestro país con carácter ceremonial o cosmético.

Mujer India PintandoseLa pintura corporal entre los  mexicas, tuvo funciones ceremoniales y castrenses. En los famosos tianguis de Tenochtitlan y de Tlatelolco, había pintores y pintoras que decoraban la piel de los solicitantes mediante el correspondiente pago. Las personas acudían a estos artistas cuando debían asistir a alguna ceremonia importante, a un baile o una batalla. Los pintores utilizaban cajetes conteniendo diversos colores, y pinceles de varias medidas, para decorar la faz y el cuerpo de las personas. Fray Toribio de Benavente, Motolinia, nos cuenta en su Historia de los indios:

Cuando habían de bailar en las fiestas solemnes, se pintaban y se tiznaban de mil maneras; y para esto el día en que había baile, por la mañana venían luego los pintores y pintoras al tianguis… con muchos colores y sus pinceles, y pintaban a los que habían de bailar los rostros, y brazos y piernas de la manera que ellos querían; y así embijados y pintados, se iban a vestir diversas divisas… y de esta manera se pintaban para salir a pelear cuando tenían guerra o alguna batalla.   

Las prostitutas mexicas también solíanse pintar de colores. Por ejemplo, empleaban  lodo y  añil para que el cabello brillase esplendorosamente. Los senos y los brazos los decoraban con motivos varios en color azul, xiuhuitl. El rostro lo pintaban con grasa amarilla fabricada con axin,  cuyo tinte se extraía de un insecto conocido con el nombre de axocuilin, criado en un árbol llamado axquáhuitl. Los insectos se recolectaban y se hervían para hacer un ungüento que se guardaba en hojas de maíz. El pigmento de color amarillo intenso recibía el nombre de coztic. Estas mujeres dedicadas a la prostitución, solíanse teñir los dientes con grana, masticaban todo el tiempo tizctli, chicle, y se dejaban el largo pelo suelto a fin de verse más atractivas.

Pintura corporalLas mujeres mexicas no dedicadas al sexo como profesión, usaban bellos y decorados huipiles y faldas; coloreaban su cara de amarillo, de rojo, o de negro, color éste último que obtenían de incienso quemado. Los pies se los pintaban de color negro, y para  sus cabellos empleaban una yerba verde llamada xiuhquílitl, que les daba un brillo sorprendente y una bella tonalidad morada. A los dientes les ponían grana. La pintura corporal abarcaba el pecho, el cuello y las manos.

Por su parte, los caballeros del Sol y los comendadores de los Guerreros Águila solían pintarse el cabello de la coronilla y  se lo amarraban con una cinta de cuero roja.  Cuando recibían el nombramiento de cuachic, después de haber realizado veinte notables hazañas, se rapaban completamente, a excepción de un manojo de pelo que dejaban sobre la oreja izquierda, y se pintaban la rapada cabeza: una mitad azul y una mitad roja. Esta pintura tenía una función protectora para los guerreros, además les infundía valor y coraje en las batallas. Asimismo, los guerreros se pintaban la piel del cuerpo de color amarillo, obtenido de una piedra llamada tecozahuitl; la finalidad consistía en  asustar al contrincante.   

Los pigmentos que usaron los mexicas en sus pinturas murales, códices y cuerpos los obtuvieron de plantas, animales y minerales. El azul provenía de la planta añil; el rojo de la grana y la cochinilla, nocheztli, “sangre de la tuna”; el anaranjado del achiote; el negro de la madera del palo de Campeche quemada; el blanco de la piedra quimaltizatl y de la tierra mineral tizatlalli; el azul celeste y el turquí, se obtenían de la planta xiuhquilipitzahuac; del capulín, el morado; del los tallos del girasol, xochipalli, el verde; del cempasúchil, el amarillo fuerte; del algodón coyuche, el café claro; de la corteza del colorín, tzompantli, el amarillo; de la corteza de encino, los marrones y los cafés oscuros. El morado y el violeta se conseguía de una molusco que se cría en el Pacífico, el púrpura pansa, conocido entre los mixtecos con el nombre de tucohoyi.

Así pues, había semillas, flores, raíces, maderas, tallos, hojas y aun frutos como el capulín, los limones y el tamarindo que proporcionaban una gran gama cromática. Las tierras, los óxidos de hierro, la tiza, las piedras contribuían a enriquecer el colorido mundo azteca.
En el mercado se encontraban vendedores de pigmentos de todo tipo. Fueron tan importantes lo colores en la cosmovisión mexica que incluso contaron con un dios llamado Xiuhtecutli, El Señor Azul, el Dios de Fuego, adorado y reverenciado como uno de los dioses más importantes del panteón azteca. También conocido como el Señor Turquesa y el Señor Hierba.

Nota: La segunda imagen corresponde a una pintura de Diego Rivera.

Sonia Iglesias y Cabrera