Categorías
Mitos Mexicanos

Tloque Nahuaque: El Arquitecto del Universo

Hace mucho tiempo, tanto que no alcanzan todas las gavillas de años para medirlo, no existía nada, tan sólo un inconmensurable vacío en el que flotaba tu divina presencia, Tloque Nahuaque y junto a ti, los elementos etéreos de la creación nadando en una especie de opalina nebulosa flotante.

Tú, Tloque Nahuaque, “dueño de lo que está cerca”, “aquel que se creó a sí mismo”, el dios creador de la primera pareja, ordenador del cosmos, amo de los Cinco Soles, arquitecto universal. Tú, dios imperecedero,  simbolizas el principio de todo lo existente, la gran sustancia cósmica del eterno movimiento y del espacio infinito, al que llamaste Ollincan, “el lugar del movimiento constante”. A ti, dios innombrable, vengo a venerarte, principio de la inteligencia, aunque carezcas de forma, aunque seas inaprensible, aunque seas invisible. Fuiste el reverenciado creador del Omeyocan, el Lugar de la Dualidad, donde moraron tus primeros hijos los dioses, donde surgió el supremo principio dual. Tú, Tloque Nahuaque, quien no contento con regalarnos las galaxias, los soles, las lunas y los planetas, creaste a tus primogénitos, los inconmensurables Ometecuhtli y Omecihuatl, Señor y Señora de la Dualidad, partes masculina y femenina de la Creación, y de ti mismo, Tloque Nahuaque.

¡Oh, dios del movimiento perpetuo y del espacio infinito! Gracias a ti los Señores de la Dualidad engendraron a los cuatro Tezcatlipoca: Xipetotec, el Tezcatlipoca rojo; Tezcatlipoca, el Tezcatlipoca negro; Quetzalcóatl, el Tezcatlipoca blanco; y Huitzilopochtli, el Tezcatlipoca azul, quienes dieron forma al universo donde sólo estaba Cipactli flotando en el vacío, muerto a manos de Quetzalcóatl para dar forma a la Tierra, cuando los dioses lo partieron por la mitad y colocaron sus mitades una sobre otra: el Cielo sobre la Tierra. Trece cielos asentados en la cabeza, lugares sagrados donde moran las divinidades, donde el último lugar te pertenece, el Omeyan, el lugar de nuestro origen, el lugar en donde surgen todas las almas de los mortales. Nueve inframundos localizados en la cola del venerable cocodrilo, culminados con el Mictlan, el Lugar de los Muertos, presidido por Mictlantecuhtli y Mictlancíhuatl, el lugar de los descarnados, refugio de las almas comunes. La Tierra, Tlalticpac ubicada en el centro, entre los cielos y los inframundos, y rodeada del Altéotl, el Agua Divina, lugar de residencia de nosotros, los pobres mortales ¡Oh maravillosa verticalidad del universo!

Quisieron los dioses que la Tierra limitase su cuadrada extensión y fuese sostenida por medio de los espacios sagrados: el norte, de nuestro amado Tezcatlipoca, lugar de la muerte y el cuchillo de pedernal. El este, lugar donde abundaban las siembras y la fertilidad, regido por Xipetotec y por el reverenciado Tláloc, rumbo sagrado simbolizado por la caña, ácatl. El oeste, donde reina Quetzalcóatl, divina residencia de la Estrella de la Tarde, de color blanco, y de símbolo calli, casa. Y el sur, bajo la soberanía de Huitzilopochtli, de color azul, cuyo glifo es el conejo, nuestro tochtli. Xiuhtecuhtli, dios del fuego y del calor, ocupa el centro de la Tierra, el calpulli sagrado que la une con el Cielo, que une los rumbos cósmicos, las aguas celestes y los vientos ¡Oh, maravillosa horizontalidad del universo!

Tloque Nahuaque, tu poderosa capacidad de multiplicación creó nuestro fecundo panteón. Gracias a ti, Tonatiuh, el dios Sol, el Quinto Sol surgido de la chispa divina del valeroso Nanahuatzin, pudo arrojar un dardo sobre la Tierra, para crear un hombre y una mujer, aunque bien es cierto que incompletos. Tloque Nahuaque, por tu inconmensurable capacidad creadora, nuestros dioses hicieron vivir a Cipactónal y a Oxomo, la primera pareja de humanos, dedicados a hilar y a sembrar la tierra, con las semillas que Quetzalcóatl proporcionó a Cipactónal y que  trajera desde el Mictlan, el lugar de los muertos, y a quienes poco después convertiría en los dioses de la astrología y los calendarios, de la noche y del día, por su obediencia y sabiduría.

Venerado y muy amado Ometéotl, como también te llaman tus hijos, tú propiciaste la creación de los Cinco Soles, convirtiendo a los dioses en astros luminosos; y en tu infinita bondad iniciaste la vida con el Sol de Agua, Atonaliuh, destruido por  grandes inundaciones,  causantes de que los hombres se convirtieran en peces, y cuyo signo llamaste 4-Agua. Este Sol lo presidió  la diosa Chalchiuhtlicue, La de la Falda de Jade, diosa de los mares y los ríos.
Tú, amado dios, permitiste que surgiera el Sol de Viento, Ehecatonatiuh, 4-Viento, desaparecido  por fuertes vientos asesinos, y permitiste que tus hijos se transformaran en monos, para refugiarse asustados, en los verdes montes, bajo la mirada hegemónica de Ehécatl, el dios del viento.

Más tarde, Tloque Nahuaque, creaste el Sol de Lluvia de Fuego, Tletonatiuh, 4-Lluvia, que pereció bajo el fuego, donde los hombres perecieron quemados y la piedra tezontle enrojeció. Todo ello aconteció bajo la férula de Xiuhtecuhtli, nuestro idolatrado dios del fuego.
No conforma con tus creaciones, divino Ometéotl, decretaste que la cuarta época, Sol de Tierra Tlalchitonatiuh, 4-Tigre, fuera masacrada por fuertes temblores, y los hombres, tus fieles, fuesen devorados por ocelotes asesinos, observados por los gigantes, y bajo el auspicio de los dioses Citlaltónac y Xochiquetzal.

Ahora, honorable Tloque Nahuaque, permíteme agradecerte la existencia de este Quinto Sol, 4-Movimiento, Nahui Ollin, que continúa el eterno camino trazado por ti, Arquitecto del Universo, y que ha de desparecer a causa de terribles movimientos terráqueos, y donde aparecerá el hambre que nos matará irremediablemente, cuando al finalizar un ciclo de cincuenta y dos años, Tezcatlipoca se robe al Sol. Este, nuestro último Sol,  desaparecerá tal como tú lo has decretado, a pesar de deber su existencia a todos nuestros dioses que para tal efecto se reunieron en Teotihuacan, y gracias al sacrifico de Nanahuatzin, el Dios Buboso, lleno de pústulas y buenas intenciones. Esa es tu voluntad.

Así acontecerá el fin del mundo, venerado Tloque Nahuaque, mientras tú, poderoso dios de la continuación y del movimiento, no permitas la realización de un nuevo Sol, producto de tu sabiduría y tu omnipotencia, en el cual los nuevos hombres puedan vivir bajo la ley del respeto mutuo, al encontrar el conocimiento dentro de sí mismos.
                                                                                                  Sonia Iglesias y Cabrera

Categorías
Mitos Mexicanos

Mayahuel y el Sagrado Iztacoctli

Soy Mayahuel, La del Cerco de Maguey, deidad del metl, la embriaguez y diosa de la fertilidad. Mi cuerpo es azul y mi cara se adorna con manchas amarillas. Llevo en mis manos los atributos que me distinguen: la doble cuerda, el algodón, el malacate. A veces, me pongo una nariguera de jade para ser más bella. Desgraciadamente, cargo con un estigma de mala suerte, pues si alguna persona nace en un día relacionado conmigo, no tendrá buen destino y terminará mal. Mi abuela, una tzitzimitl dedicada a impedir la salida de Tonatiuh, el Sol, me crió y me enseñó la magia. Soy esposa del dios de la medicina Pantécatl, El Señor de la Raíz del Pulque, quien descubrió el peyote para beneplácito de los indios.

Yo, Mayahuel, fui destruida por los demonios celestiales tzitzimime, las estrellas  que desean destruir el mundo. Una nefasta noche, el dios Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, me convenció de bajar a la tierra para hacer el amor, convertidos en las ramas de un árbol. En las llanuras alrededor de la ciudad de Tula nos apareamos. Mi abuela se despertó, y al no encontrarme en la casa, llamó a sus amigas las tzitzimime para que la ayudasen a buscarme en la Tierra. Mi abuela me descubrió convertida en rama y ofuscada de sexo, entonces me despedazó y dejó mis restos a las estrellas malignas para que gozaran devorándome. Quetzalcóatl, sin haber sido dañado, recogió mis huesos y los enterró. En ese mismo sitio brotaron muchos magueyes, que sirvieron para fabricar el octli, el pulque ceremonial. A mí, diosa de la fecundidad, me corresponde la gloria de haber descubierto la manera de raspar y succionar el metl, el maguey, para obtener el sagrado líquido; así como a mi esposo Pantécatl se le reconoce el haber descubierto cierta raíz con la que se fermenta el aguamiel.

Mis cuatrocientos senos me permitieron amamantar a mis queridos hijos, los Centzon Totochtin, los Cuatrocientos Conejos, diosecillos del pulque y de la embriaguez, procreados con mi esposo Pantécatl. Mis hermosos hijos tenían grabada su efigie en la superficie de la Luna, hecho por el cual llevaban el rostro pintado de rojo y negro, como símbolo de la parte clara y la parte oscura de Miztli. Los emblemas de mis pequeños hijos fueron una olla de pulque, un capacete de plumas de garza, orejeras de papel, una insignia de plumas rojas de guacamaya, y un collar de cuentas; de sus caderas colgaban figuras de alacranes, y adornaban sus piernas cascabeles sujetos a una tira de piel de venado. En sus manos portaban un bastón con una punta de obsidiana.

Mis queridos hijos fueron los representantes de la muerte y el renacimiento de nuestra Madre Tierra; así pues, su fiesta se celebraba cuando se terminaba de efectuar la cosecha. Yo amé a todos mis hijos por igual, a pesar de que de entre ellos algunos destacaban más que otros. Ese fue el caso de Tezcatzóncatl, “el de la casa de los espejos en el tejado”, poseedor de un templo en Tenochtitlan; Yiauhtécatl, “morador de Yauhtlan”; Acolhoa, “el que tiene hombros”; Tlilhoa,”el que tiene tinta”; Izquitécatl, “morador de Izquitlan”; Toltécatl, “morador de Toltitlan”; Papaztac, “el enervado”; Tlaltecayohua, “tierra que cae”; y Ometochtli, “dos conejo”.

A instancias mías el iztacoctli devino sagrado. Mis súbditos, los mexicas, solamente podían consumirlo en ciertas fiestas y de manera restringida. Yo permitía que los ancianos lo bebieran todos los días, pues les proporcionaba fuerzas en su decrepitud. Pero si los jóvenes macehuales que asistían como alumnos al Tepochcalli se atrevían a emborracharse y a escandalizar, era mi deseo que se les diese de palos hasta matarlos, o se les aplicara garrote delante de otros mancebos, a fin de que su muerte sirviese de ejemplo. Pero si el joven borracho era de sangre noble, yo ordenaba que el castigo del garrote se le aplicara secretamente, en consideración a su rango. Aquellos que transgredían las normas establecidas eran sentenciados a muerte por los petlacalcos o jueces de la audiencia. Los castigos no solamente alcanzaban a los que llegaban a beber pulque movidos por la curiosidad, sino también a aquellos que se atrevían a hablar mal de él, o tan sólo a tener malos pensamientos, pues inmediatamente eran acreedores a las más terribles y espantosas desgracias, y si sucedía que algún borracho insultase al octli, los dioses-conejo, mis hijos, lo castigaban severamente.

A nosotros los dioses del pulque se nos dedicaban muchas fiestas; por ejemplo, en el signo ce-mázatl, de la segunda casa denominada ome-tochtli del Tonalpohualli, se llevaba a cabo la fiesta de mi hijo, el segundo dios del pulque, el famoso Izquitécatl. Este día colocaban su imagen en el templo, le ponían ofrendas de comida, danzaban para él y le tocaban música de flauta. En el centro del patio se colocaba una gran tinaja llena de pulque, la ometochtecómatl, de la cual podían beber los ancianos, las ancianas y los guerreros hasta hartarse, utilizando un popote para succionar el líquido. La razón de tan amplio permiso, se debía a que yo consideraba que estas personas eras susceptibles de morir en cualquier momento; los viejos por su edad y los soldados por lo arriesgado de su profesión. El primer aguamiel que se obtenía para elaborar el pulque de esta celebración a Izquitécatl, se me ofrecía como  primicia sagrada.

En cada festividad dedicada a los múltiples dioses del pulque había sacerdotes  encargados de vigilar que todo se realizase debidamente. Estaban bajo las órdenes del mexica-teohuatzin, gran patriarca de los sacerdotes, sumo pontífice de la religión. Entre los ministros del pulque estaba el ome-tochtli, encargado de la fiesta dedicada al dios homónimo, realizada en el mes Tepeihuitl, maestro de todos los cantores de los templos y jefe  del pachtécatl, personaje a cuyo cargo estaba el cuidar de los vasos en que bebían los cantores, y de mantenerlos siempre llenos de octli. El ome-tchtli colocaba los doscientos tres popotes, de los que sólo uno estaba agujerado. El cantor que acertaba a escogerlo, podía beber todo el pulque que quisiera.

Recuerdo al ometochtli tomiyauh el sacerdote encargado de preparar lo requerido para la celebración al dios Ome-Tochtli Tomiyauh efectuada en el mismo mes Tepeihuitl. El acaloa ometchtli preparaba la fiesta de Acolhoa Ome Tochtli, otro diosecito del vino; y el quatlapanqui ometochtli tenía a su cargo las fiestas dedicadas al  dios del mismo nombre. El tlilhoa ometochtli vigilaba la festividad de Tlilhoa del mes Tepeilhuitl, de la misma manera que el ometochtli nappatecuhtli y el ometochtli pantécatl servían el octli en la fiesta del mes Panquetzaliztli. Por su parte, el ometochtli papaztac preparaba el teoctli para las festividades Tezoztli y Atlcahualo, donde estaba permitido que bebiesen pulque los hombres, las mujeres, los niños y las niñas.

Yo, Mayahuel, la del Cerco de Maguey, otorgué a los mexicas diferentes clases de pulque. Les di el iztacoctli, pulque blanco, que ahora se conoce como aguamiel; el ayoctli, hecho con aguamiel reposada por varios días, empleado para la Fiesta de los Bateos. El pulque azul, matlaoctli, lo bebían los ancianos, los casados, y los señores principales en sus casas, después de terminado el sacrificio de los esclavos en la fiesta Panquetzaliztli del quinto mes. El pulque llamado texcalceuilo, lo tomaban los ancianos frente a la estatua de Milintoc, en su templo de Tlatelolco, durante la fiesta del mes Izcalli. El denominado uiztli era el pulque nuevo, y el teometl se ofrecía a los guerreros valientes y a los hombres sabios;  el teoctli, vino de los dioses, lo consumía el sacerdote ome tochtli durante sus oficios religiosos.

He aquí los dones que gracias a mi muerte deben agradecerme los antiguos mexicas y los actuales mexicanos, pues según sé aún se sigue bebiendo en los areitos y en la vida cotidiana, para desgracia de nuestro pueblo derrotado.

Sonia Iglesias y Cabrera

Categorías
Mitos Mexicanos

Los enanos Saiyamwinkoob

Uno de nuestros abuelos, un sacerdote muy viejecito y muy poderoso llamado K’nish Ahau, nos relataba a mis amigos y a mí cuando éramos pequeños, que Hunab Ku, el dios Cosa Solitaria, dios creador y dios de dioses, incorpóreo y sin figura, fue también conocido con el nombre mágico de Kolop U Wich K’in. El abuelo contaba que esta poderosa divinidad reunía en su esencia los opuestos cósmicos, cuya dualidad simbolizaba la continua evolución del ser humano y el centro de la galaxia por excelencia. Aseguraba que en su infinita sabiduría, en un cierto tiempo muy lejano se dio a la tarea de crear a nuestros dos máximos dioses: Tepeu, El que Conquista, El Soberano; y Gucumatz, la Sagrada Serpiente Emplumada, a quienes nosotros los mayas yucatecos debemos nuestra existencia, nuestros conocimientos, y el mundo en que vivimos.
   

 A través de las pláticas del maestro-sacerdote aprendimos que este nuestro dios incorpóreo,  poseía  un hermoso símbolo compuesto por cuatro mariposas que apuntaban a los cuatro rumbos sagrados; se encontraban  colocadas en pares opuestos complementarios: negra y blanca, blanca y negra; lo material y lo inmaterial. En el centro del símbolo se encontraba un caracol cortado transversalmente, connotado cual un soplo divino que otorga conciencia a la materia, lugar central donde se encuentra la mente y el corazón del Creador; así, el símbolo deviene el equilibrio logrado a través de la medida, obtenida ésta por el movimiento continuo de los astros en el firmamento. Razón por la cual, nuestros antepasados  nombraron al dios Hunab Ku El Dador del Movimiento y la Medida. K’nish Ahau nos decía que el símbolo representaba el arte de vivir en equilibrio, meta a la cual todos los mayas debemos abocarnos.
   

Después de muchas y fecundas charlas con el maestro, aprendimos que Hunab Ku dio forma a nuestro mundo cuatro veces; cuatro fueron las creaciones necesarias para llegar a ser lo que es hoy en día el mundo en que vivimos. En la primera época no existía el Sol, solamente estaban los Saiyamwinkoob, Los Mediadores entre el Cielo y la Tierra, a quienes también solemos llamar Puzoob, Los Jorobados. Estos maravillosos seres convivían con los Yicobe Be’yichob Colelcak, Los que Tienen los Ojos como Abejas. Los Puzoob eran pequeños, lo que ustedes llaman enanos, muy trabajadores, sumamente ágiles, y de mucha fortaleza. Contaban con poderes sobrenaturales, lo que les permitió crear nuestras antiguas ciudades, las cuales fueron construidas en la más absoluta oscuridad, pues recordemos que el Sol aún no existía. A pesar de que podían cargar un peso superior al de ellos, para construir los edificios de las ciudades se limitaron a silbar, y las piedras volaron por los aires y se fueron acomodando por sí mismas, hasta formar las pirámides de las que ahora sólo vemos las ruinas abandonadas.
   

En esta primera época K’nish Ahau nos contaba que existía un camino en el Cielo que iba de Tulum y Cobá hasta Chichén Itzá y Uxmal, este camino  recibía el nombre de Kuxan-Sum, Cuerda Viviente, aunque también se le conocía como Sakbé, lo que significa en tu lengua El Camino Blanco, porque hace referencia la Vía Láctea, al Árbol del Mundo, cuya representación era una ceiba, donde habitaba el monstruo Kawak. Este camino era el cordón umbilical del Cielo, de cuyo centro brotaba la sangre que los dioses enviaban para alimentar a los mandatarios que gobernaban cada una de nuestras antiguas ciudades. Un nefasto día, la cuerda sagrada se rompió, la sangre se derramó, y los dirigentes al quedarse sin alimento, se olvidaron de venerar a los dioses y de seguir las normas de conducta establecidas. Muy enojados por tal comportamiento, los dioses les comunicaron a los enanos que enviarían una gran inundación, la Haiyococab, El Agua sobre la Tierra, que mataría a los desobligados. Prestamente, los Puzoob se prepararon y construyeron embarcaciones de piedra. Pero la tarea fue inútil, pues las barcas no les sirvieron para nada, porque se hundieron irremediablemente. Todos los enanos mágicos muriendo ahogados. Ahora podemos ver su imagen  grabada en las paredes de los edificios, así como también es posible ver aquellas canoas de piedra de los Puzoob en los  metates que se encontraron en las ruinas, cuando las excavaron tus compañeros, los hombres blancos que llaman antropólogos.
   

Pero la vida no terminaría con tan fatal inundación, así que en la segunda época Hunab Ku dio vida a los llamados Dz’olob, Los Transgresores, quienes, desafortunadamente, no tuvieron mejor suerte que los enanos, ya que perecieron en un segundo diluvio tan agresivo como el primero. K’nish Ahau nos aseguraba que fue  entonces  cuando aparecieron los itzáes, hombres sabios que se dieron a la tarea de edificar nuevas ciudades. Construían por la noche, razón por la cual recibieron el nombre de Acab-winikoob, Hombres de la Noche. Estos seres mágicos se salvaron de milagro del horrendo diluvio,  y se fueron a vivir a un sitio dentro de la Tierra llamado Oxkinkiuic, Plaza de Tres Días, situado hacia el oriente, punto sagrado del cosmos, tal vez con el propósito de evitar encontrarse con los hombres blancos conquistadores. Aún siguen esperando retornar a sus sagrados lares masacrados por los invasores. Algunos de los itzáes quedaron petrificados en las ciudades, y aún se les puede ver en las paredes de los edificios. Nos cuenta la conseja popular que en las ruinas de Cobá se puede oír, durante el crepúsculo, la música de trompetas y tambores que ejecutan nuestros antepasados durante sus ceremonias religiosas. Muchos de nosotros, los mayas actuales,  hemos visto y platicado con Batab Tráscara, el sabio monarca de los itzáes.
Sin embargo, no todo estaba perdido. El sacerdote-maestro, lleno de satisfacción y de recuerdos, nos embelesaba y esperanzaba al asegurarnos que hubo una tercera creación en la cual aparecimos los mayas o macehuales, término de la dulce lengua náhuatl que significa “gente común”. Estos mayas antiguos eran parecidos a los itzáes, aunque  sin ser tan sabios como ellos. Se limitaron a vivir en las ciudades ya existentes y nunca construyeron ninguna nueva, a decir del abuelo. Los macehuales tampoco sobrevivieron y murieron a causa de una nueva Haiyococab, a la que se nombró Hunyecil, es decir “una punta de henequén”, pues fue lo único que separó al agua del Cielo, tan grande y desastrosa fue la inundación.

Pasado un cierto tiempo, dio inicio la cuarta época. Nosotros, los mayas, vinimos a poblar Yucatán una vez que fuimos creados por el Dios con barro y zacate. El zacate nos dio la cabellera, y con el barro se formaron la carne, la sangre y los huesos. Dios tuvo la precaución de crear varias parejas, a las que otorgó características raciales diferentes. A cada una le dio una parcela de tierra para su manutención. Los legítimos macehualoob viven en Quintana Roo. Desgraciadamente, nosotros los indios mayas pensamos por muchos siglos que éramos inferiores a los blancos, pero superiores a los chinos y a los negros. Afortunadamente, estas erróneas ideas se están aboliendo. El destino de nosotros los hombres de barro es sufrir pobreza y vivir en el monte; pero el sufrimiento no será eterno, pues este cuarto mundo terminará destruido por medio del fuego devorador que mandará el dios todopoderoso.

El abuelo recuerda que cuando llegaron los españoles conquistadores a Yucatán, Juan Tutul Xiu, monarca de nuestros antepasados, ante la inminente llegada de los extranjeros, decidió escapar hacia el Oriente por un camino subterráneo que iniciaba en Tulúm y se adentraba hacia el mar. Desde entonces, desde ese su refugio Juan Tutul Xiu observa la conducta de los mayas. Si tienen tratos y se entregan a los invasores, pedirá a los dioses que tapen al Sol con una cortina de humo, para que el mundo se termine definitivamente. En cambio, si los mayas se mantienen separados de los invasores, o si solamente se relacionan con los blancos que sean capaces de leer los jeroglíficos de los ancestros, entonces Juan Tutul Xiu regresará del Oriente para volver a reinar entre nosotros. Pero como hasta ahora ningún blanco ha sido capaz de descifrar la escritura maya, Juan Tutul Xiu no ha regresado, y nosotros hemos tenido que soportar el maltrato y las vejaciones de los hombres blancos.

Sonia Iglesias y Cabrera
 


Categorías
Mitos Mexicanos

Wisaka siembra las semillas de colores

Hace miles de años la Tierra era una simple isla que flotaba sobre una inmensidad de agua. Para llegar a ser lo que actualmente es, pasó por tres mundos anteriores que fueron, sucesivamente, destruidos por terribles calamidades. El primer mundo desapareció debido a las fuerzas destructivas del aire; el segundo, por una espantosa putrefacción; y el tercero a causa de una intensa lluvia que duró ochenta días y ahogó a todo ser viviente, únicamente se salvaron los indios kikapúes. Hoy en día, los kikapúes viven en el cuarto mundo, el cual será destruido por el fuego abrasador. Las personas que durante su vida hayan sido buenas y hayan cumplido con las ceremonias religiosas, se irán con Kitzigiata  -el Gran Espíritu,  el Gran Fuego, el Gran Manitú- a cazar venados por los siglos de los siglos. En cambio, aquellas personas que hayan sido malas y desdeñosas de la religión, sufrirán el tormento de estar amarradas sin poder cazar, solamente observarán la cacería, y no podrán permanecer eternamente al lado del dios supremo: Kitzigiata. Ahora bien, si el kikapú que se vaya al Cielo no se encuentra a gusto por alguna razón, el bondadoso Manitú le otorga la capacidad de reencarnar, por dos o tres veces, en el cuerpo de un nene recién nacido.

Este nuestro último mundo está formado de cuatro mundos situados en la parte de arriba de la Tierra; cuatro más se encuentran abajo; otros cuatro se localizan a la derecha del planeta; y  otros tantos permanecen en su parte izquierda. Así lo dispuso el Gran Manitú.
El Gran Wisaka
El Cielo es una enorme roca azul transparente por abajo y opaca por su parte superior. Dentro de la cúpula que forma la roca, viven el Sol y la Luna. Las estrellas, que son personas, viven fuera de ella y  están incapacitadas para ver a los indios que habitan la Tierra; pero ellos sí que pueden verlas, y deleitarse con su titilante resplandor nocturno.

Kitzigiata, el Gran Espíritu,  el dios máximo y omnipotente que vive en el Cielo, no tiene forma humana, no tiene atributos, y carece de género. Se le encuentra en todos los hogares de los kikapúes simbolizado en el fuego de una hoguera perpetuamente encendida. El Gran Manitú es el encargado de gobernar las fuerzas de la naturaleza, lo material y  inmaterial; se encarga de cuidar y proteger a los kikapúes, siempre y cuando cumplan con sus obligaciones religiosas y comunitarias como cumplir con los ritos de cacería, de purificación, los dedicados al Fuego Sagrado y, por encima de todo, con la ceremonia más importante que se lleva a cabo a principios del año kikapú, en febrero, con danzas y cantos acompañados por los divinos tambores de agua.

El Gran espíritu cuenta con cuatro ayudantes: el Cielo, El Agua, el Tabaco, y el Fuego que le auxilian en sus sacrosantas tareas. El Gran Espíritu es padre de cuatro manitúes: Wisaka, el héroe; Pepazcé, el primer indio asesinado; Mesicatuinata, el jefe guerrero; y Machemanetuha, el representante de la maldad. Estos dioses vigilan constantemente el comportamiento de los kikapúes. Todos ellos nacieron de una madre virgen.

Kitzigiata tiene dos abuelos: el Fuego y el Sol. Sus dos abuelas son la Tierra y la Luna. La Abuela Tierra tiene la costumbre de alimentarse con personas que asa en su seno. Es una diosa muy sabia que ayuda a los seres humanos otorgándoles parte de su sabiduría, siempre y cuando la veneren y la festejen como es debido. El Abuelo Sol es muy fuerte, pues es el encargado de soportar el peso del mundo, a la vez que dibuja los arcoíris en el Cielo. La Abuela Luna se dedica a mover constantemente una olla de comida para alimentar a su familia; cuando deje de revolver el caldero, el mundo llegará a su fin irremediablemente.

Un día, jugando Pepazcé en el bosque con su padre un fuerte viento llegó sorpresivamente y le mató, pues el viento lo dirigió hacia una enorme red que las panteras cornudas del Inframundo habían colocado cerca de donde se encontraban padre e hijo retozando. Pepazcé quedó atrapado en la red, y las despiadadas panteras lo golpearon hasta provocarle la muerte. Entonces, Kitzigiata colocó a su hijo en el oeste, lugar a donde van  los espíritus de los indios kikapúes una vez que han fallecido.

Un buen día, el Gran espíritu decidió que era tiempo de crear el mundo, tarea para la cual eligió a su hijo Wisaka, su preferido  de los cuatro. El dios Wisaka salió por una gran chimenea que se encontraba arriba de la cúpula del Cielo, para cumplir con su excelsa tarea. Una gran y hermosa araña tejió una telaraña, a fin de que sostuviese al mundo para que no se desfondara y se mataran todos los indios que pensaba crear. Por esa razón los kikapúes nunca matan a una araña porque es su benefactora y es sagrada.

Una vez terminado el mundo, Wisaka creó a los hombres con semillas de maíz que sembró en el seno de la Madre Tierra. De las semillas rojas nacieron los indios, de las negras los hombres negros, de las amarillas los chinos, de las blancas los hombres blancos, y de las cafés los mexicanos y los españoles.

Wisaka no sólo fue el creador del mundo y de los hombres, sino que es el héroe cultural que dio a los kikapúes el conocimiento suficiente para construir sus tres tipos de casas: la cuadrangular, fabricada con paredes de carrizo, que los acoge en el verano; la elíptica hecha de troncos y tule que los protege durante el invierno; y el tipi portátil de cuero de venado, tan útil cuando se van de cacería. Además, les enseñó a fabricar arcos y flechas, y  a bailar las danzas religiosas que han permanecido hasta nuestros días, como la Danza de los Guerreros  -que simboliza el regreso de la cacería y de las guerras entabladas con otros grupos-  ejecutada junto al Fuego Eterno, representante de Kitzigiata.

El maravilloso dios Wisaka les dio a los indios las leyes que regulan su vida, y los mandamientos que ningún miembro de la comunidad debe ignorar: no suicidarse, no matar a ningún kikapú ni a ningún indio, no matar a los mexicanos, no beber en exceso, no mentir, no cometer incesto, no robar, no cometer adulterio, no hacer brujerías, no chismear, no acumular riqueza, y cumplir siempre con las ceremonias religiosas. A más de estos dones, el dios les dio la lengua kikapú para comunicarse, la cual no deben perder ni olvidar por ningún motivo, ya que Kitzigiata la creó exclusivamente para ellos.

Cuando Wisaka empina el codo en demasía, sin querer mueve las rocas y se producen tremendos temblores, pero no lo hace por maldad, sino solamente por estar un poco borrachito, pues aunque es un héroe cultural de los kikapúes no carece de ciertas debilidades, como nosotros los simples humanos.

Sonia Iglesias y Cabrera

Categorías
Mitos Mexicanos

El dios Kakal crea el mundo

Cuentan los abuelos tzotziles que la creación del mundo se realizó en varias etapas. En el inicio de los tiempos todo estaba completamente oscuro, la Tierra  la habitaban solamente monos, demonios y judíos. El Sol no existía, y dentro de esa tremenda oscuridad se movía Uh, la Luna, la Santa Madre, la Virgen María, la Patrona del Parto.

Un buen día, la Madre del Cielo quedó embarazada sin haber tenido relaciones sexuales, pues aunque estaba casada con San José se mantenía pura. Durante toda su preñez los monos y los demonios la molestaban constantemente. En cuanto tuvo a su hijo los demonios lo mataron sin piedad. Cuando murió el Dios-Sol viajó hacia el poniente y llegó al Inframundo. Tres días después resucitó como Kakal, el Padre Sol, y entonces la Tierra conoció el primer amanecer, y con él el día y la noche. Al cuarto día de resucitado, cuando el Sol se encontraba en el cénit, mató a los demonios que le habían dado muerte, y creó el Primer Mundo. Aparecieron los relieves de la Tierra,  los animales, la naturaleza y la pareja primigenia  que Kakal hizo de barro, y de la cual nacieron los seres humanos.

Cuando los hijos nacían, a los seis meses  los hombres se los comían hervidos. Este hecho enojó mucho al Padre Sol, quien  envió a la Tierra un diluvio de agua hirviente. Todo se volvió oscuro, los hombres murieron ahogados y devorados por los pumas, los jaguares y las serpientes. Pero los niños no murieron, sino que les salieron alas y se convirtieron en maravillosos pájaros. Los pocos hombres que pudieron salvarse huyeron a las cuevas y las montañas. Los que se refugiaron en las montañas comieron frutas, plantas silvestres y bellotas, por lo que se convirtieron en ardillas y monos. Aquellos que se metieron en las cuevas se nutrieron de plantas y bulbos, y se convirtieron en mapaches. Una mestiza sobrevivió a la hecatombe del diluvio, porque se subió a la cima de un cerro acompañada de su perro, lo obligó a hacer el amor con ella, y quedó preñada. Así surgieron los ladinos. Los únicos seres humanos indios que se salvaron de la inundación fueron los sacerdotes, ya que eran nahuales y tenían la capacidad de convertirse en monos araña aulladores que se subieron a los árboles a fin de salvarse.

Poco después de tal destrucción, el Padre Sol labró un hombre  de madera. El Padre le dio un instrumento musical de una sola cuerda, como el hombre no supo tañirlo, el Creador, enojado, le rompió las manos y los pies. Pero pronto se arrepintió, y fabricó unos nuevos miembros que le colocó al pobre hombre, quien de puro contento se puso a bailar y a cantar. El Padre Sol, en su bondad, le construyó una casa y le esculpió una mujer. De esta pareja nacieron nuevos seres humanos, pero como no sabían hacer nada ni tan siquiera hablar, Kakal envió a la Tierra una nueva inundación de la que sólo se salvó una pareja que se metió en una caja para guarecerse. Cuando tiempo después las aguas se retiraron, el Padre Sol se llevó a la pareja a su casa, pero la pareja no quiso quedarse en ella por le tenían rencor al dios por haberlos querido matar anteriormente. El Sol, furioso, los convirtió en monos. Así surgió el Segundo Mundo y así desapareció. Solamente sobrevivieron la serpiente-cascabel y la serpiente-oveja, a quienes el dios de Olontic, el Inframundo,  escondió en sus lares subterráneos.

Durante el Tercer Mundo Kakal creó a Adán y a Eva con un poco barro. Iban desnudos y carecían de casa y sustento. La Tierra estaba cubierta de agua, y el Sol les pidió a los dioses del Inframundo que encauzaran el agua para formar los ríos. Y como la Tierra era plana provocó un fuerte terremoto que le dio relieve. La Madre del Cielo regó la tierra con la leche de sus senos y brotaron plantas que dieron papas; sembró las cuentas de su collar y surgieron los frijoles; de la sangre del talón del dios Sol aparecieron las plantas de chile; cortó un trozo de carne de su ingle y de su axila, y los convirtió en el sagrado maíz, el mejor regalo que dio a los hombres.
Los seres humanos de este Tercer Mundo  aprendieron a cosechar, a edificar casas, a criar cerdos y aves, y a tejer en el telar de cintura, pero estaban incapacitados para tener hijos. Entonces, decidieron hacerlos de madera. Pero estos seres de madera no podían hablar ni caminar, por lo que resultaban inútiles. A fin de que tuvieran hijos como es debido, el Padre Sol les envió un mensajero para que les enseñara a hacer el amor. Pero el mensajero era un demonio disfrazado que fornicó con una mujer casada para enseñarla. El marido de la mujer lo supo y, enojado,  le prohibió aprender a hacer el amor.

En este Tercer Mundo los hombres hacían fiestas rituales en los atrios de las iglesias; tenían herramientas de trabajo que funcionaban solas sin que ellos tuvieran que fatigarse. Ante esta situación, los dioses del Inframundo hablaron con el Dios Padre y le dijeron que si los hombres no trabajaban no se cansarían y no tendrían necesidad de venerarlo. El Padre Sol reflexionó y ordenó a los hombres que se pusieran a trabajar como dios manda, y le adorasen y rezaran como era lo correcto.
En ese entonces todos los seres humanos hablaban español, pero como peleaban continuamente, Kakal los separó en grupos, y les ordenó que cada uno hablara un idioma distinto. Así, los tzotziles aprendieron la lengua tzotzil.
Pero los hombres eran malvados y tontos, condición que enfadaba al Sol, por lo que les envió un gran terremoto que destruyó completamente al Tercer Mundo.

Finalmente, el Padre Sol creó el Cuarto Mundo, nuestro mundo actual, que cuenta ya con cuatrocientos años de existencia, y será destruido cuando el dios lo decida y cómo lo decida.
Nuestra Tierra es cuadrada, rodeada de mar y asentada en sus esquinas sobre los hombros de cuatro dioses, los llamados Cuch Uinahel Balumil, los Sustentadores del Cielo y de la Tierra. Cuando los dioses se mueven se producen los terremotos. Cuatro columnas sostienen al Cielo, situadas en el noroeste, noreste; sureste y suroeste; debajo de las cuales habitan enanos negros requemados por el sol que les pasa muy cerca.

Categorías
Leyendas Mexicanas Varias

Leyendas y mitos populares para tareas escolares

Los mitos y leyendas que a continuación presentamos  son aquellos que con mayor frecuencia se utilizan para realizar las tareas de la escuela. Por ser muy populares dentro de la tradición oral mexicana, te ofrecemos una serie de relatos que consideramos de gran ayuda para tus trabajos escolares.

Para consultarlos, no tienes más que pulsar la leyenda o el mito de tu elección. Deseamos que disfrutes su lectura.

Mitos


¿Qué es un mito? – Definición de mito

El mito  es un relato fabuloso que pertenece a la tradición oral de los pueblos, en el cual intervienen como actores principales personajes sobrenaturales como dioses, semidioses, héroes y personajes fantásticos. Para una definición más amplia y detallada oprime aquí.

Ejemplos de mitos

Mitos cortos: La Mujer Dormida y el Cerro Popocatepetl  – El conejo de la luna  – Dioses de la Muerte  – El murciélago de colores

Características del mito

Las principales características del mito son: ser un relato sagrado, anónino, se renueva con cada narración, dinámico y no se puede ubicar en el tiempo real sino en el mítico. A través de él conocemos parte de la cosmovisión de los pueblos. Más características aquí.

Las funciones de los mitos

La principal función del mito expresa la cosmovisión y la ideológia de una cultura o comunidad. Explica los fenómenos de la naturaleza y los hechos sociales por medio de relatos míticos. Para ampliar este tema presiona aquí.

Tipos de mitos

A continuación nombraremos de manera breve los tipos de mitos existentes. Ver más sobre tipos de mitos.

Mitos cosmogónicos: Son relatos orales tradicionales que expresan la cosmovisión, y en los cuales los personajes, son dioses primarios o secundarios, héroes culturales, y seres mágicos y fantásticos. Con ellos el hombre ha tratado de dar una explicación a la creación del mundo. Ver ejemplos de mitos cosmogónicos

Mitos teogónicos: Estos mitos son los encargados de explicar el surgimiento de los dioses de una mitología determinada. Nos explican la historia de sus vidas y de sus hazañas. Ver ejemplos

Mitos antropogénicos: En ellos se relata el surgimiento de los hombres que son creados por los dioses empleando diferentes materiales vivos como los animales o inertes como lo serían el barro y lodo. También nos narran cómo los dioses enseñan a vivir a sus seres creados en la Tierra, en su sociedad. Ver ejemplos de mitos antropogénicos

Mitos etiológicos: Son los relatos mitológicos que tienen como objetivo explicar el origen de las cosas, los animales, las plantas, y de las instituciones que rigen la vida de los hombres. Ver ejemplos de mitos etiológicos

Mitos escatológicos: Son aquellos relatos que tienen a su cargo la explicación del fin del mundo, el cual será destruido por medio de causas naturales que se desencadenaran como el agua, el fuego, los terremotos, y en general debido a cualquier catástrofe o desastre natural al que el hombre tiene pavor. Ejemplos de mitos escatológicos

Mitos morales: En estos mitos se relata la lucha entre el bien y el mal, la lucha de los contrarios siempre presente en el quehacer humano. Como es el caso de la continua lucha entre Quetzalcóatl y Tezcatlipoca, su contrario. Ejemplos de mitos morales

 

 

Leyendas


¿Qué es una leyenda? – Definición de leyenda

La Leyenda es un género de la tradición oral que narra acontecimientos sobrenaturales o que han ocurrido en el mundo real de una comunidad determinada. Ver definición completa.

Características de la leyenda

Nos permite conocer las concepción del mundo de los seres humanos de una comunidad. Sirve para entretener a los oyentes. Ampliar sobre este tema.

Ejemplos de leyendas cortas

Tipos de leyendas

A continuación nombraremos los tipos de leyendas. Para ver más oprime aquí.

Leyendas históricas: Son aquellas que narran acontecimientos que han tenido lugar durante las guerras o cuando se lleva a cabo la conquista de un pueblo a otro. Como ejemplo tenemos la leyenda mexica que nos habla acerca de los portentos y maravillas que anticiparon y sirvieron de augurio para anunciar la inminente conquista española.

Leyendas etiológicas: En la cuales se relata el origen de los diversos elementos de la naturaleza, como podrían ser los lagos, peñas, montañas, mares. y ríos.

Leyendas escatológicas: En ellas el relato tiene como personajes principales a el Diablo y su maléfica interacción con los seres humanos; o bien a anécdota significativas en la vida de los santos, como se nos relata en la leyenda del indio Juan Diego.

Leyendas rurales: Son aquellas que tienen como escenario el campo y como personajes principalmente a campesinos que son afectados, para bien o para mal, por acontecimientos en los que intervienen actores sobrenaturales

Leyendas urbanas:  Se trata de aquellas leyendas que suceden en las ciudades de nuestro país en un tiempo muy cercano al actual; o bien en la misma actualidad. Cuando este es el caso, se la suela considerar como una historia moderna que nunca ha sucedido, pero se la considera como verdadera. En ellas interactúan seres fantásticos, sobrenaturales que accionan con hombres reales.

Diferencias entre mito y leyenda

Los personajes que aparecen en ambos relatos son en uno sagrados y en la otra reales o fantásticos. Unos son arquetipos divinos y los otros no. El mito otorga respuestas a preguntas existenciales, no así la leyenda. El conjunto de mitos de un pueblo conforma su mitología. En cambio la leyenda nunca es mitológica. El mito no puede ubicarse en el tiempo, la layenda si permite precisar el tiempo en que tuvo lugar un determinado hecho. Ver más diferencias y similitudes entre mito y leyenda.

 

 

 

Categorías
Leyendas Mexicanas Prehispanicas

Diferencias y similitudes entre mitos y leyendas

El mito y la leyenda son relatos que se divulgan en forma oral, de una generación a otra. Son narraciones que nacen espontáneamente como una expresión colectiva de una raza o pueblo, debido a una necesidad de crear una imagen del mundo y una necesidad de manifestar una fe. En ellos participan seres y hechos sobrenaturales.

Su origen no puede establecerse con precisión y a pesar de que ambos son historias orales que se trasmiten de padres a hijos, no son lo mismo.

Mito

Definir qué es un mito (del griego, muthos) no es, desde luego, tarea fácil. Una definición entregada por la Real Academia de la Lengua, señala que el mito es una “narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico. Con frecuencia interpreta el origen del mundo o grandes acontecimientos de la humanidad.” Y agrega que es una “Historia ficticia o personaje literario o artístico que condensa alguna realidad humana de significación universal”.

A partir de esta definición, podemos agregar que los mitos son relatos que cuentan cómo se crearon los cielos, de dónde provienen los vientos o cómo nacen los propios dioses; los mitos nos transportan a un tiempo sagrado distinto al nuestro, más abierto a los hombres como su propio horizonte.

Estructura del mito

La estructura del mito —que intenta significar (no explicar) su medio de supervivencia: el mundo natural, el espíritu y la sociedad en que pervive y muta— no es obra de hombre, pueblo, tribu o cultura alguna, ni está al alcance de su comprensión racional —a tal punto que cualquier interpretación dada por el pueblo mismo del que surgió, o en el que subsiste, debe ser considerada como la más alejada de la verdad—; surge de, apela y conmueve a los entramados inconscientes que diseñan la personalidad, la cultura y el ser mismo del hombre en cuanto tal.

Un mito es, simplemente, un espejo de aumento en donde el espíritu humano, como tal, se observa con una mirada que cala hasta los huesos de su propia estructura; es el desvelador, el presentador, el mediador del espíritu ante sí mismo, aquello que le permite advertir que su estructura interna coincide con la externa y no es más que una con ella.

Leyenda

En definición de la Real Academia de la Lengua, leyenda es una “relación de sucesos que tienen más de tradicionales o maravillosos que de históricos o verdaderos”.

La leyenda es un relato hablado que se conserva en la tradición oral de un pueblo. Indica lugares con precisión y en su origen tiene antecedentes históricos. Por lo mismo, sus personajes son identificables, aunque nunca iguales al personaje o hecho en el cual se basan. Posteriormente, la leyenda pasa a la escritura, con lo cual se fija, perdiendo una de sus características: la capacidad de transformarse.

La leyenda es una narración ficticia, pero basada en la realidad, ligada a temas de héroes, de la historia patria, de seres mitológicos, de almas, de santos o sobre los orígenes de hechos varios.

La leyenda pertenece al folclore y por ello corresponde a la más arraigada sabiduría de un pueblo.

Expresa los deseos, los anhelos, los temores, los ideales y sueños que son parte de la visión global que tiene ese pueblo de su propia historia y de sus relaciones con la naturaleza.

Cuando se hacen estudios históricos, etnográficos, sicológicos, sociológicos y geográficos es necesario recurrir también a la leyenda para ver cómo la colectividad percibe su forma de ser y su medio.

La leyenda no pretende explicar lo sobrenatural; es un relato que,  a partir de hechos y personajes reales, hace resaltar algún atributo o característica de un pueblo, región o ciudad.

La leyenda no pretende explicar nada, sino relatar un suceso. Tiene un fin moralizante y es didáctica.

Si bien transcurre en un tiempo histórico reconocible, la leyenda se diferencia de la historia porque ésta son hechos comprobables, mientras que nadie puede probar que lo narrado en una leyenda haya ocurrido realmente, y porque la historia se conoce por la escritura, a diferencia de la leyenda que se difunde oralmente.

Diferencias entre mito y leyenda

1. El mito es un relato que intenta explicar un misterio de la realidad y que está asociado generalmente a las creencias y ritos de un pueblo. La leyenda no pretende explicar lo sobrenatural pues es un relato que resalta alguna característica o atributo de un pueblo, ciudad o región a partir de personajes y hechos reales.

2. Mito y leyenda se diferencian en cuanto a los personajes y al escenario donde se desarrollan los acontecimientos. El ámbito donde se desarrollan los mitos es en un tiempo en el que el mundo no tenía su forma actual, en cambio las leyendas se ubican en tiempos más modernos o posteriores a la creación del mundo. Los personajes del mito son, por lo general, dioses o seres sobrenaturales mientras que en la leyenda son casi siempre seres humanos o animales antropomórficos.

3. El mito y la leyenda cumplen funciones diferentes. Para las diferentes culturas el mito narraba sucesos reales y verdaderos, los cuales eran modelos sagrados para los hombres; la leyenda  en cambio, no pretende narrar hechos verdaderos sino instruir o entretener, por lo tanto, su función es didáctica.

4. En el mito lo extraordinario o sobrenatural es imprescindible, en la leyenda es un accesorio.

5. En el mito existe la “inspiración divina” que le da a conocer al hombre la explicación de algún fenómeno porque se da en el comienzo del mundo (un dios es el único que le puede contar a los hombres lo que de otro modo no podría saber). Por el contrario, en la leyenda se conoce lo dicho porque se sabe que se ha trasmitido de generación en generación, posiblemente desde el instante en que alguien fue testigo del hecho ocurrido.

Categorías
Leyendas Mexicanas Prehispanicas

¿Qué es una leyenda?

Que es una leyendaUna leyenda es una narración tradicional que incluye elementos de ficción, a menudo sobrenaturales, y se transmite de generación en generación. Se ubica en un tiempo y lugar que resultan familiares a los miembros de una comunidad, lo que aporta al relato cierta verosimilitud.

En las leyendas que presentan elementos sobrenaturales, como milagros, presencia de criaturas feéricas (sobrenaturales) o de ultratumba, etc., estos se presentan como reales, pues forman parte de la visión del mundo propia de la comunidad en la que se origina la leyenda. En su proceso de transmisión a través de la tradición oral las leyendas experimentan a menudo supresiones, añadidos o modificaciones, surgiendo así todo un abanico de variantes.

Los hermanos Grimm definen la leyenda como un relato folclórico con bases históricas.

Otra definición profesional moderna ha sido propuesta por el folclorista Timothy R. Tangherlini en 1990:

«Típicamente, la leyenda es una narración tradicional corta de un solo episodio, altamente ecotipificada, realizada de modo conversacional, que refleja una representación psicológica simbólica de la creencia popular y de las experiencias colectivas y que sirve de reafirmación de los valores comúnmente aceptados por el grupo a cuya tradición pertenece».

Contrariamente al mito, que se ocupa de dioses, la leyenda se ocupa de hombres que representan arquetipos (tipos humanos característicos), como el del héroe o el anciano sabio, como se aprecia por ejemplo en las leyendas heroicas griegas y en las artúricas.

Características de las leyendas

 Una leyenda, a diferencia de un cuento, está ligada siempre a un elemento preciso y se centra en la integración de este elemento en el mundo cotidiano o la historia de la comunidad a la cual pertenece. Contrariamente al cuento, que se sitúa dentro de un tiempo («Érase una vez…») y un lugar (por ejemplo, en el Castillo de irás y no volverás) convenidos e imaginarios, la leyenda se desarrolla habitualmente en un lugar y un tiempo preciso y real, aunque aparecen en ellas elementos ficticios (por ejemplo, criaturas fabulosas, como las sirenas).

Como el mito, la leyenda es etiológica, es decir, tiene como tarea esencial dar fundamento y explicación a una determinada cultura. Su elemento central es un rasgo de la realidad (una costumbre o el nombre de un lugar, por ejemplo) cuyo origen se pretende explicar.

Las leyendas se agrupan a menudo en ciclos alrededor de un personaje, como sucede con los ciclos de leyendas en torno al rey Arturo, Robin Hood, el Cid Campeador o Bernardo del Carpio.

Las leyendas contienen casi siempre un núcleo histórico, ampliado en mayor o menor grado con episodios imaginativos. La aparición de los mismos puede depender de motivaciones involuntarias, como errores, malas interpretaciones (la llamada etimología popular, por ejemplo) o exageraciones, o bien de la acción consciente de una o más personas que, por razones interesadas o puramente estéticas, desarrollan el embrión original.

Cuando una leyenda presenta elementos tomados de otras leyendas se habla de «contaminación de la leyenda».

Categorías
Leyendas Cortas Tamaulipas

El Jinete sin cabeza

En el Municipo de Llera, en el estado de Tamaulipas, existía, hace más de un siglo un próspero rancho con muchas cabezas de ganado vacuno, manadas de yeguas unas con burro manadero que producían potrillos y mulitos. Había gallinas, patos, guajolotes, y muchos árboles de nogales, naranjos, limas, limones, aguacates y papayas. En ese rancho vivía un joven con su bella esposa. Él era todo un hombre de a caballo, y el mejor vaquero de la región. Había andado con Pedro José Méndez en la lucha contra los franceses invasores.
Ella era hermosa, nacida en Tampico, y hablaba varios idiomas. Una tarde de otoño, muerto de hambre y jalando un caballo que rengueaba con los cascos muy gastados, llegó un soldado de caballería que no era mexicano, pidió agua y comida. Una vez que se los dieron contó a la mujer en inglés: -Vengo huyendo de la guerra de los Estados Unidos, perdí todo menos el honor, voy a la Ciudad de México para enlistarme en el ejército, soy militar y no sé hacer otra cosa.  Le dieron hospedaje y alimentación a él y su caballo. -Agarramos fuerzas y nos vamos, solía decir.
El soldado era acomedido y servicial, rajaba leña, cuidaba caballos, los herraba y les untaba manteca en los cascos.  Platicaba mucho con la señora. En cierta ocasión, el ranchero los encontró muy juntos bajo un árbol, en el río. Celoso, a él le ató las manos por detrás y con la ayuda de sus vaqueros aventó la reata a la rama más alta, se la puso en el cuello y que lo colgó. A su esposa la corrió por infiel.

El Jinete sin Cabeza
Fue tan grande el coraje y su vergüenza, que con una correa lazó las patas del difunto colgado, y  la estiró con su caballo hasta que se desprendió la cabeza.  Desde, en las noches de luna llena se ve cabalgando a galope tendido a un jinete sin cabeza que en la mano llevaba un sable. Para exorcisar al fantasma llegaron sacerdotes a bendecir todos aquellos  lugares, pero los cascos se seguían escuchando en la oscuridad.
Cuando construyeron la vía del ferrocarril Tampico-Victoria allá por 1890, se cuenta que pasajeros y maquinistas al cruzar aquel tramo de la vía, escuchaban gritos en un idioma que no entendían. Algunas personas vieron junto al tren a  un caballo que echaba chispas con sus cascos montado por un jinete sin cabeza.

Leyenda enviada por Francisco Javier Vázquez.

Categorías
Leyendas Mexicanas Prehispanicas

Las orejas del conejo

Los cuentos del conejo son populares no sólo en Estados Unidos sino también en otras partes del Nuevo Mundo. Este animalito es un personaje astuto, travieso y alegre. Le gusta burlarse de los otros animales, grandes y pequeños, especialmente del coyote de México. Aunque es un pícaro, el conejo es generalmente el héroe de todos los cuentos. Esta leyenda es de origen maya.

Una vez, hace miles de años, el conejo tenía las orejas muy pequeñas, tan pequeñas como las orejas de un gatito. El conejo estaba contento con sus orejas, pero no con el tamaño de su cuerpo. Él quería ser grande, tan grande como el lobo o el coyote o el león. Un día cuando iba saltando por los campos, el conejo vio al león, rey de los animales, cerca del bosque.

-¡Qué grande y hermoso es!- dijo el conejo. -y yo soy tan pequeño y feo.

El conejo estaba tan triste que se sentó debajo de un árbol y comenzó a llorar amargamente.

-¿Qué tienes, conejito? ¿Por qué lloras?- preguntó la lechuza que vivía en el árbol.

-Lloro porque quiero ser grande, muy grande- dijo el conejito.

La lechuza era un ave sabia. Cerró los ojos por dos o tres minutos para pensar en el problema y luego dijo:

-Conejito, debes visitar al dios de los animales. Creo que él puede hacerte más grande.

Leyenda de las orejas del conejo. Leyenda de mexico-Mil gracias, lechuza sabia. Voy a visitarlo ahora respondió el conejo. Y fue saltando hacia la colina donde

vivía el dios.

-Buenos días. ¿Cómo estás?- dijo el dios de los animales cuando vio al conejito.

-Buenos días, señor. Estoy triste porque soy tan pequeño.

Su majestad, ¿podría hacerme grande, muy grande?

-¿Por qué quieres ser grande?- preguntó el dios con una sonrisa.

-Si soy grande, algún día yo, en vez del león, puedo ser rey de los animales.

-Muy bien, pero primero tienes que hacer tres cosas difíciles. Entonces voy a decidir si debo hacerte más grande o no.

– ¿Qué tengo que hacer?

-Mañana tienes que traerme la piel de un cocodrilo, de un mono y de una culebra.

-Muy bien, señor. Hasta mañana.

El conejo estaba alegre. Fue saltando, saltando hacia el río. Aquí vio a su amigo, el pequeño cocodrilo.

-Amigo cocodrilo, ¿podrías prestarme tu piel elegante hasta mañana? La necesito para …

-Para una fiesta, ¿no?- dijo el cocodrilo antes de que el conejo pudiera decir la verdad.

-Sí, Sí- respondió rápidamente el conejo.

-¡Ay, qué gran honor para mí! Aquí la tienes.

Con la piel del cocodrilo, el conejo visitó al mono y a la culebra. Cada amigo le dio al conejo su piel para la fiesta.

Muy temprano a la mañana siguiente, el conejo fue despacio, muy despacio, con las pieles pesadas ante el dios de los animales.

-Aquí estoy con las pieles- gritó felizmente el pequeño conejo.

El dios estaba sorprendido. Pensó: «¡Qué astuto es este conejito!» Pero en voz alta dijo:

-Si te hago más grande, puede ser que hagas daño a los otros animales sin quererlo. Por eso voy a hacer grandes solamente tus orejas. Así puedes oír mejor y eso es muy útil cuando tus enemigos estén cerca.

El dios tocó las pequeñas orejas del conejo y, como por arte de magia, se le hicieron más grandes. El conejo no tuvo tiempo de decir nada, ni una palabra.

-Mil gracias, buen dios. Usted es sabio y amable. Ahora estoy muy feliz- dijo el conejo. Y fue saltando, saltando por los campos con las pieles que devolvió a sus amigos con gratitud.

Al día siguiente vio al león que estaba visitando a la lechuza.

La lechuza le dijo al conejo:

-Buenos días, amigo mío. Eres muy hermoso. Y para ti es mejor tener las orejas grandes que el cuerpo grande.

Con mucha dignidad, el león dijo:

-La lechuza tiene razón.

Y desde aquel día el conejo vivió muy contento con su cuerpo pequeño y sus orejas grandes.