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Leyendas Urbanas de Terror

El loco del garfio

Leyendas urbanas de Terror

 
 
"Charles habia perdido el brazo derecho hasta el codo en la guerra. Tenía que llevar garfio, pero esto no le impedia trabajar. Lo hacia en el turno de noche del Seven Eleven y habia aprendido a manejar la caja registradora con la mano izquierda.
Una oscura noche, mientras volvía a casa del trabajo por un camino de tierra cercano al lago, le paso una cosa extraña. Al pasar cerca de una lúgubre arboleda, sintió que algo le agarraba del garfio y tiraba con fuerza. Salió corriendo a toda prisa, pero no conseguia desprenderse de esa sensación. Todavia seguia teniendola cuando se acostó en su cama arropandose hasta la cabeza.
A la mañana siguiente, su primer pensamiento fue que todo habia sido un sueño. Entonces dirigió su vista al garfio que colgaba a un lado de la cama. Enganchado a él había UN DEPORTIVO CON DOS ADOLESCENTES DENTRO!!!"

2da. Version:

 

La mas famosa leyenda urbana de terror? Quien no ha oido algna vez la del loco del garfio? No hay duda de que es falsa, un simple cuento de terror de los de hoguera de campamento, pero es la leyenda clásica de las leyendas urbanas. Encontrarán 2 versiones algo distintas…(nombres ficticios)

"Joe y Molly llevaban poco tiempo saliendo juntos. Una tarde Joe llego con el coche a recoger a Molly y se la llevó a un lago muy frecuentado por los jovenes para… En fin, que estaban junto al lago en mitad del bosque, metiendose mano mientras escuchaban la radio para crear ambiente. De repente la voz de Barry White dejó de sonar para dar paso a un informativo especial: " Jeremy Bentham, el maniaco asesino atrapado la semana pasada, acaba de escapar del manicomio penitenciario, se recomienda maxima cautela puesto que es un hombre muy peligroso". La chica se extremecio: "Ese era el asesino del garfio no?" Joe respondio que si, sin darle importancia, y reanudó los toqueteos. Pero Molly estaba muy asustada y pronto empezó a querer irse a casa. Joe al principio se opuso, porque no entendia que se estropeara el momento por una estupida noticia, pero finalmente aceptó. Arrancó el coche y se dirigió a casa d la chica. Cuando llegaron a casa de Molly, él salió del coche, fue a abrirle la puerta a ella y allí se encontró, colgando, UN GARFIO!"

 
Fuente: http://desgraciashumanas.blogcindario.com/2005/10/00045-el-loco-del-garfio.html 
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Chiapas Leyendas Urbanas de Terror

La Novia

Esta leyenda de la Ciudad de Tultepec, Chiapas, es muy antigua y se ha trasmitido de generación en generación. En el pueblo vivía una mujer cuyo nombre desconocemos. Estaba comprometida en matrimonio con un señor del cual su nombre quedó en el olvido
Estaban muy felices por su noviazgo, pero justo antes de casarse, la mujer descubrió a su querido y amado novio en la cama con su mejor amiga. La novia al verlos en tal situación,  tomó un palo, y los mató a los dos a golpes. Cuando llegó el día de la boda, todos se burlaron de ella porque no tenia con quien casarse y se encontraba sola en la iglesia, sin novio alguno.
Ante tanta burla y dolor, ella se suicidó, pero antes de morir lanzó una maldición a los que se burlaron de ella. Todos murieron y pasarían terribles tormentos  por toda la eternidad.
Desde ese entonces en la iglesia se escuchan, desde las 9 de la noche hasta las 3 de la madrugada, voces que gritan -¡Vivan los novios! y suenan las campanas aterrorizando a todos los habitantes. Si uno escucha el sonido de las campanas y sale a la calle en ese lapso de tiempo macabro, se convierte en un espectro más….

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La carta misteriosa

Un día una mujer estaba caminando por la calle como cualquier día normal, en eso pasó en frente de una gitana, la gitana la vio con unos ojos de preocupación y la abordó enseguida diciéndole señora venga esta misma noche aquí mismo que tengo que decirle algo muy importante… la mujer extrañada no le dio importancia y siguió su camino…

Esa misma noche la mujer inquieta pensó en lo que le había dicho la gitana pero no fue a su encuentro. Al día siguiente la mujer volvió a pasar por el mismo lugar en donde se encontraba el día anterior la gitana, pero esta ya no estaba ahí, así que la mujer tocó la puerta que se encontraba en la misma calle donde estaba la gitana y le abrió una anciana, la mujer preguntó por la gitana a lo cual la anciana respondió que la gitana la estaba esperando la noche anterior pero como no vino le dejó encargada una carta escrita la noche anterior por a la anciana para que se la diese a la mujer a la brevedad posible… la mujer recibió la carta pero no la abrió diciendo: "Mejor la abro en mi casa"… una cuadra antes de llegar a su casa, la mujer muere atropellada por un camión… y los policías que llegaron a la escena del accidente encontraron la carta la abrieron y esta decía: "Estimada señora esta carta es para advertirle que el día de mañana no salga usted de su casa para nada, ya que ese día usted morirá atropellada por un camión"

Por Minoku

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Mary Ann

Todo empezó en Tetbury, una pequeña localidad de la campiña inglesa, situada a unos cuarenta minutos de Oxford. Hacía muchos años, en aquella localidad había vivido una chica guapísima llamada Mary Ann Sawford. Su dorada melena rubia, su cuerpo escultural y un rostro de facciones perfectas la convertían siempre en el centro de atención, y con una sola mirada de sus preciosos ojos azules todos los chicos del pueblo caían rendidos a sus pies.

Pese a su belleza, Mary Ann no era un ángel. Su soberbia y su arrogancia no tenían límites, y pensaba que por ser tan hermosa era superior al resto del mundo. esto hizo que con el tiempo la envidia que sentían las chicas del pueblo por ella se convirtiera en un odio profundo.

A Mary Ann le gustaba meterse especialmente con una chica jorobada de nombre Elizabeth, que tuvo que aguantar sus insultos constantes durante muchos años. Un día, Mary Ann se superó a si misma y humilló a Elizabeth delante de Robert, el chico a quien Elizabeth amaba.

Tres días más tarde, Elizabeth fue colérica a buscar a Mary Ann, y cuando la encontró le arrojó aceite hirviendo a la cara en venganza. Mary Ann logró sobrevivir al ataque, pero pagó un precio muy alto. Su cara angelical había quedado brutalmente desfigurada, tenía quemaduras en el pecho y el cuello, y había perdido parte de su reluciente melena.

Cuentan que la primera vez que Mary Ann vió su nuevo aspecto se pasó toda la noche gritando, y que sus alaridos desgarradores resonaron por todo Tetbury. Tras lo sucedido, Mary Ann no volvió a ser la misma.

Pasaba los días enteros encerrada en su casa, sin permitir visitas. Tapó todos sus espejos con viejas sábanas para evitar verse reflejada en ellos, y se pasaba largas horas peinándose el poco pelo que le quedaba, mientras, se repetía una y otra vez que ella era la chica más guapa del pueblo. Con el tiempo Mary Ann fue enloqueciendo y un día, incapaz de soportarlo más destapó uno de sus espejos y al verse reflejada en él lo rompió en pedazos y uso uno de los cachos de cristal para cortarse las venas.

Días más tarde encontraron su cuerpo desangrado encima de los restos del espejo, y la enterraron en el cementerio del pueblo, nadie acudió al funeral.

Transcurridos unos años desde su muerte empezaron a correr extraños rumores por Tetbury. se decía que el espíritu de Mary Ann no había abandonado este mundo, y que aún se podía contactar con ella si se la invocaba.

Cuentan que para hacerlo, debes estar solo en tu casa y esperar a que se haga de noche. entonces tienes que escribir el nombre de Mary Ann en un espejo, y acostarte. a la mañana siguiente ese espejo estará roto, y tu reflejo habrá desaparecido para siempre y en su lugar,aparecerá el rostro desfigurado de Mary Ann, observando cada movimiento que haces mientras se peina con delicadeza su raída melena.

Al principio pensarás que son alucinaciones pasajeras, pero poco a poco empezarás a verla en todas partes, en el cristal de la ducha, en el reflejo de las ventanas, en el monitor del ordenador, hasta en sueños… la espantosa cara de Mary Ann te acosará como una sombra inseparable, y si se lo cuentas a alguien pensarás que te has vuelto loco.

La medicación no podrá ayudarte, y tu vida irá empeorando hasta que llegué un día y harto de ver su horrenda cara, rompas uno de los espejos en los que se refleja.

Ese día, morirás….

 

Por Melissa

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El hombre del saco

Relato de terror

 

Eran cerca de las nueve y papá vino a darme las buenas noches. Mamá era la que siempre me acostaba y él venía cuando iba a ponerse el pijama, con lo cual no era de extrañar verlo desabrochándose la camisa o los zapatos.

– Mañana, partido- Me dijo sonriente mientras me acariciaba la cabeza.
– Sí…- Dije felizmente sin ocurrírseme nada que decir.
– Bueno, te dejo que descanses. Acuérdate mañana de desayunar bien.- dijo acariciándose la pequeña calva que le estaba saliendo. Cada vez que mi padre me daba un consejo, se me quedaba grabado en la cabeza.

Se despidió con un beso en la frente y cerró la puerta. Era extraño pero cada vez que la puerta estaba cerrada, sobre todo de noche, no parecía mi habitación. Era como si me encontrase de repente en un sitio aislado de toda la casa, lejos de todo el mundo. La lámpara de cera que me habían regalado por mi cumpleaños contribuía a ello, pues proyectaba extrañas sombras con movimiento dentro de una luz verdosa que empapaba todo el cuarto. En mi despertador de las Tortugas Ninja, el segundero sonaba con violencia aunque normalmente no me percataba de su existencia. A lo lejos oía la voz de mis padres y una suave melodía, aquella noche no parecían querer ver la tele.

Tumbado boca arriba en la cama, pegué un poco la barbilla a mi pecho y miré la ventana. Desde aquel sexto piso (y desde mi cama), lo único que veía era la luna suspendida en el aire, incompleta, sin fuerzas para dar luz. Giré la cabeza hacia la derecha y miré la puerta en la pared del pequeño trastero. Allí estaban mis juguetes y en noches como esa, en las que papá y mamá no veían la tele, se oían terribles gemidos y ruidos.

Deseé con todas mis fuerzas que aquella noche no oyera nada, pues empezaba a sentir pánico y aunque luego de día no recordaba nada, algo me hacía pensar que si esa noche volvía a tener pesadillas lo recordaría para siempre.

Pasó mucho tiempo sin que pasara nada. De vez en cuando oía alguna risa de mamá, como si papá le contara cosas graciosas y la música seguía sonando, aunque canciones distintas. El sudor frío se hizo presente en mi nuca y espalda cuando empezaron los ruidos. Eran ruidos extraños, como muelles oxidados y alguien dando pasos dentro del trastero. Ya no oía a papá ni a mamá. De repente empezaron aquellos gemidos y creí que la puerta del trastero se iba a abrir…

– ¡Papaaaaaaaaaaá!- Grité con todas mis fuerzas.

Los ruidos cesaron repentinamente, como si el sólo hecho de llamar a mi padre los aterrase. En unos instantes estaba en mi cuarto y con la luz ya encendida, me abrazaba y escuchaba mis explicaciones.

– Pero tranquilo, el hombre del saco no existe- dijo disimulando una sonrisa.
– Sí, si que existe. ¡Yo lo oigo!- Le expliqué. No me gustaba que pensase que eran “cosas de niños”.

Entonces mi padre me guiñó el ojo y se me acercó al oído para susurrarme: “Bueno, pues si existe, yo lo cazaré”. Acto seguido se levantó y se dirigió hasta mi puerta. Luego salió y me miró.

– Bueno, hasta mañana. Recuerda que los monstruos no existen- dijo en voz alta. Luego volvió a entrar en mi cuarto sin hacer ruido y cerró la puerta. Se sentó en la esquina de la pared de la puerta y la del trastero y se llevó el índice a los labios, indicándome que guardara silencio. Todo parecía un juego para él.

La lámpara de cera volvió a hacer de las suyas. Esta vez ya no se oía la música y por supuesto tampoco hablaban papá y mamá. Todo era un escandaloso silencio, a excepción de mi despertador que no hacía más que acelerar mi pulso. Tic tac, tic tac, tic tac, tic tac…

La luna aparecía y desaparecía tras mis párpados y éstos parecían más pesados cada vez. Pero cuando estaba a punto de dormirme, los ruidos comenzaron una vez más y miré con los ojos como platos a mi padre.

Papá no me miró pero puso la cara que ponía cuando el mando de la tele no funciona. Se puso de pie y dio dos pasos, hasta quedar delante de la puerta del trastero. Los gemidos empezaron y mi padre, sin pensárselo dos veces, abrió la puerta del trastero. La luz de la lámpara de cera no parecía entrar en el trastero y la oscuridad era más recalcada en él. Al abrir la puerta, los ruidos se agigantaron un poco y yo comencé a estremecerme en la cama.

– ¿Papá…?

Papá se giró y puso de nuevo el índice delante de su sonrisa, como si no quisiera que lo sorprendiesen porque estaba a punto de gastar una broma. Entonces algo brilló dentro del trastero y escuché un pequeño silbido. Un segundo después, la cabeza de mi padre, desprendida del cuerpo, chocaba contra la lámpara de cera, haciéndola añicos y todo se envolvió en oscuridad.

Fui incapaz de reaccionar, me quedé petrificado mirando la forma negra en el suelo que era la cabeza de mi padre. En la penumbra empecé a escuchar un goteo y pensé que era de sangre. Algo salió del armario y al andar hacía aquellos ruidos extraños que se oían en el trastero y resonaban con estrépito en mi cabeza. Avanzó hasta donde yo miraba, cogió la cabeza de mi padre y la metió en un saco que arrastraba y donde parecía llevar otras cabezas. Luego volvió al trastero haciendo los mismos ruidos y cerró la puerta tras de sí.

En breves instantes mi madre entraría en mi cuarto para ver si todo iba bien y encendería la luz. No tenía ni idea de cómo explicarle lo que había sucedido.

Fuente: http://www.halloween.com.es/relatos-terror/el-hombre-del-saco.htm

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La venganza del ahorcado

Relato de Terror

El campesino Jared Selum fue ejecutado en la temible horca la madrugada del
día 15 de Junio de 19… Su dramático proceso de cuatro meses culminó tras un breve
periodo de negociaciones y un juicio que, a fin de cuentas, no sirvió para probar su
tan peleada inocencia.

Su penuria había iniciado ocho meses antes, cuando el cuerpo acuchillado del
terrateniente Wallace fue encontrado a orillas del pueblo Hallert por la policía.
La saña con que fueron infringidas las heridas encontradas en el cuerpo del hombre,
hizo pensar a los agentes que a Wallace le había asesinado alguna clase de
demente…o alguien con quién tuviera viejos y grandes rencores. Pronto, las
sospechas recayeron sobre dos personas: Reth Zader, antiguo socio del terrateniente,
acusado de robo por este y condenado a pasar seis años en prisión; y el pobre
campesino Selum, de quien Wallace se había aprovechado antiguamente, despojándolo de
sus tierras. Ambos tenían motivos para asesinar al terrateniente, y ambos conocían
sus movimientos y negocios. Por ello, a nadie sorprendió el hecho de que fueran
aprehendidos como principales sospechosos.

Los interrogatorios –como según afirmarían los agentes del orden tiempo después-
fueron de los más confusos y peculiares. Zader, astuto, se veía seguro y contestaba
a todas las preguntas de forma clara y tranquila. Afirmaba encontrarse muy lejos
del lugar del asesinato cuando éste se realizó, y que (a pesar de sus dudosos
antecedentes penales) sería incapaz de matar a un ser humano, y mucho menos a su
“viejo amigo” Wallace. Su tranquilidad aminoró las sospechas de la policía y logró
despejar ligeramente la suspicacia.

Respecto a Selum, se tuvo una opinión completamente opuesta a la del comerciante. El
campesino hablaba nerviosamente, y estrujaba sus manos sudorosas con fuerza. Sus
palabras denotaban un profundo odio y rencor hacia Wallace. Lo identificaba como el
principal culpable de su ruina y pobreza, mientras que les deseaba dolor y
sufrimiento a los familiares del hombre. A pesar de todo, negó haber asesinado al
terrateniente, dando como argumento el hecho de que, efectivamente, lo odiaba, pero
era un hombre cuya fe y convicciones religiosas le impedían realizar dicho acto.
Su nerviosismo podía explicarse. El simple hecho de estar en medio de u
interrogatorio de la policía podía crisparle los nervios a algunos hombres –los
agentes recordaron anécdotas sobre ello-, pero su actitud y apariencia los hizo
dudar. La forma de vestir de un campesino siempre es bastante simple, y la de Selum
no era una excepción. De mirada recia y dominante, el sujeto de rostro frío y manos
curtidas por la tierra del campo, a simple vista aparentaba un tipo fuerte y
salvaje….pero al escuchar su voz débil y temblorosa, denotaba una personalidad
nerviosa e impresionable.

Se realizaron las investigaciones, y el humilde Selum fue el principal sospechoso, a
fin de cuentas. A esto siguieron cuatro meses de juicio; pero todo fue tristemente
inútil: un inocente más murió en la despiadada horca. Se dio por cerrado el caso y
nadie recordó más al pobre campesino que un día pasara bajo la sombra del verdugo y
se balanceara agónicamente en la temible cuerda de la muerte. No obstante, y
también, nadie estaba lo suficientemente preparado para lo que ocurriría tiempo
después…

II

La noche del siguiente 15 de Junio quedó en la memoria de todo Hallert como la más
siniestro y terrorífico que el pueblo hubiese visto en toda su historia, a causa de
los terribles acontecimientos acaecidos en ella.

Esa noche, el comerciante Zader se revolvía temeroso e inquieto en su camastro.
Desde mucho, en sus sueños, contemplaba la fantasmal y carcomida imagen del
campesino Selum, quién le sonreía y señalaba macabramente. La visión era acompañada
de un gutural sonido, semejante a un chasquido animal y profano, mientras que la voz
del muerto se dejaba oír en todo su esplendor. Zader nunca pudo ver más de aquellos
sueños, pues su indescriptible horror le hacía despertar, temblando y bañado de
sudor frío y pegajoso.

El hombre trató de justificar sus peculiares temores con razones lógicas y obvias.
Era ya un año desde la ejecución de Selum, el “presunto” asesino de Wallace, pero
quien en realidad había sido inocente de todo crimen. Tomó como algo absolutamente
natural a sus pesadillas…tal vez el recuerdo de su muerte lo hacía sentirse
culpable. Después de todo, tenía ya dos víctimas en su conciencia…
Zader dejó escapar una risa estúpida de alivio, y dio un ligero masaje a su cuello.
Doce lentas campanadas, provenientes del chapitel de una iglesia lejana, resonaron
en los oídos del hombre. La medianoche envolvió al pueblo dormido, con su fantasmal
y mística oscuridad. Los sonidos de la noche sonaron más fuertes, acentuados; y el
continuo aullar de los perros viajó a través del helado y silbante aire nocturno.
Había calma…los minutos corrían lentamente.

Zader –ya incorporado- observaba por la ventana el calmado paisaje que representaba
la calle, vacía y silenciosa. Estiró su mano y tomó una botella de whisky que
descansaba sobre una mesa. La abrió rápidamente y bebió algunos tragos. El viento
mecía las ramas de los árboles cuando decidió abrir de par en par la ventana de su
habitación y sentir esa brizna fresca del verano. Sintió calma al pasar el licor por
su garganta y estirar los brazos para desperezarse cómodamente. Apoyó su rostro en
su mano derecha, sin prisa, calmada y perezosamente. Los faroles de la calle se
habían fundido días atrás, dejando sin luz mercurial a las rústicas viviendas del
pequeño barrio. Este adjetivo era bastante acertado: la extensión del vecindario de
Zader era muy poca y en raras ocasiones podía verse a algún transeúnte paseando, y,
claro esta, mucho menos durante la noche. Zader, casi adormilado por el alcohol,
dejó caer la cabeza sobre el pecho, cuando creyó escuchar un sonido macabro que le
resultó horriblemente familiar: una extraña y peculiar sucesión de chasquillos
guturales. La botella resbaló de su mano y fue a dar al suelo, donde estalló,
derramando el whisky por todos lados. Sintió un escalofrío y subió la cabeza para
observar por la ventana abierta. La calle permanecía igual que antes; solitaria, sin
una sola alma. Más sin embargo, aquellos horripilantes chasquidos seguían
escuchándose. Sí, a Zader no le quedó duda alguna…eran los mismos chasquidos que,
durante diez noches, escucharía incesantemente en lo más profundo de sus sueños.

El hombre respiró con dificultad y aguzó la vista. La oscuridad, negra y espesa
como un manto, lo cubría todo. Únicamente la luna alumbraba con su débil luz
blancosa a los tejados de algunas casas. El sonido aumentaba de forma considerable.
Zader creyó escucharlo a pocos metros de él, resonando cruelmente y avanzando con
lentitud.

Presa del pánico, dejó escapar un sollozo patético y lastimero cuando a lo lejos,
iluminado por un rayo de luz lunar, distinguió a la misteriosa figura que emitía los
sonidos. Caminando lentamente, un hombre de vestimenta blanca y manchada, se dirigía
hacia la ventana desde la cual observaba el comerciante. El individuo, alto y
extremadamente delgado, llevaba en la mano derecha una manta carcomida y andrajosa,
teñida con manchas de color tierra. Poco a poco, la misteriosa figura avanzaba, y a
su paso los chasquidos subían de tono, hasta volverse cacofónicos e insoportables.
Zader, llorando cobardemente, intentó alejarse de la ventana, pero estaba
inmovilizado por completo. La luna brilló con intensidad momentáneamente, bañando
con su luz al sujeto. Fue en ese momento cuando Zader creyó enloquecer de horror.
Frente a él, una visión espantosa, horrenda, le sonreía burlonamente. De piel
putrefacta y rostro descarnado, el ser aullaba de forma espectral y demoníaca. Ese
engendro de la noche, cuyos miembros secos y cadavéricos brillaban nauseabundamente
bajo la luz nocturna, alargó los brazos en busca del tembloroso comerciante,
mientras en sus ojos huecos brillaba una ansiosa luz fosforescente de triunfo
consumado…

III

Al día siguiente, los agentes policíacos del pueblo de Hallert no lograban
determinar que cosa era más horrenda: La brutal forma en que el comerciante Reth
Zader había sido muerto la noche anterior o la expresión que tenía este en su
rostro. Zader había sido ahorcado en la rama de un árbol, con una soga vieja y
rasposa. Sus pies y manos fueron salvajemente arrancados y esparcidos por los
alrededores, junto con numerosas machas de sangre que el asesino marcó sádicamente.
El pecho, completamente rasgado, aún goteaba sangre, roja y caliente.

Su rostro –lo más horrible del macabro conjunto- causó una fuerte impresión en la
policía. Los músculos de la cara estaban contraídos en una mueca de horror
indefinible, como de alguien que contempló una visión aterradora antes de morir…
A pesar de la magnitud del caso, por una extraña razón fue cerrado ante la
admiración pública. Existió un motivo para que los agentes desistieran en sus
investigaciones…un motivo que se mantuvo en secreto bajo la más estricta
confidencialidad. La policía de Hallert no es supersticiosa, ni mucho menos
creyente de hechos fantasmales y demoníacos. Pero lo que encontraron en el
cementerio del viejo páramo fue motivo de una larga serie de conmoción y debates:
El reporte de una tumba violada movilizó a un par de agentes, quienes se llevaron
una macabra sorpresa. El osario era aquél donde reposaban los retos del infeliz
campesino Selum, muerto en la horca un año antes. Había tierra porosa por todos
lados, y la tapa del ataúd de madera apareció completamente rota y astillada. Más lo
que provocó que aquellos hombres huyeran aterrados del cementerio fue la visión del
putrefacto cadáver…porque allí, en el fondo de la impía caja sepulcral, el
asqueroso cuerpo sostenía fuertemente entre sus cadavéricas manos, lo que parecía
una pierna humana, burdamente arrancada a partir de la rodilla y todavía sangrante.
Y en su horripilante boca, vagaba una mueca de risa, propia de alguien que ha
cumplido su añorada venganza…

Fuente: http://www.halloween.com.es/relatos-terror/la-venganza-del-ahorcado.htm

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Los gatos de Ulthar

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Se dice que en Ulthar es un pueblo situado más allá del río Skai, nadie puede matar un solo gato; cosa que creo firmemente cuando contemplo el que tengo ronroneando ante el fuego. Pues el gato es enigmático, y está familiarizado con las cosas extrañas que los hombres no pueden ver. Es el alma del antiguo Egipto, y depositario de las leyendas de las ciudades olvidadas de Meroe y Ophir. Es pariente de los señores de la selva, y heredero de los secretos de la vieja y siniestra África. La Esfinge es su prima, y recuerda lo que ella ha olvidado.

En Ulthar, antes de que sus diputados prohibiesen matar gatos, vivían un viejo campesino y su esposa que disfrutaban poniendo trampas a los gatos del vecindario para matarlos. No sé por qué lo hacían; hay quienes detestan los maullidos por la noche, y no les gusta que los gatos anden furtivamente por patios y jardines al anochecer. Sea cual sea el motivo, este viejo matrimonio gozaba atrapando y matando todo gato que se acercaba a su casucha miserable; y por lo que se oía después en la noche, muchos de los lugareños sospechaban que tenían un modo de matarlos de lo más singular. Sin embargo, no hablaban de esto con el viejo matrimonio, debido a la habitual expresión de sus rostros arrugados, y a que su choza era muy pequeña y estaba oculta y oscurecida bajo unos olmos corpulentos, en el fondo de un patio abandonado. En verdad, aunque los dueños de los gatos odiaban a estos viejos, los temían aún más; y en vez de tacharles de brutales asesinos, se limitaban a cuidar que ninguno de sus adorados gatos se aproximara impensadamente a la apartada casucha oculta bajo los árboles sombríos. Cuando por un descuido inevitable se perdía alguno, y se oían los maullidos por la noche, su dueño lloraba con impotencia, o se consolaba dando gracias al Destino por no haber sido uno de sus hijos el desaparecido de este modo. Pues la gente de Ulthar era simple, y no sabía de donde vinieron los gatos al principio.

Un día entró por las estrechas y empedradas calles de Ulthar una caravana de extraños vagabundos que procedían del sur. Eran trotamundos atezados, distintos de aquellas gentes ambulantes que pasaban por el pueblo dos veces al año. Decían la buenaventura a cambio de plata en los mercados, y compraban alegres abalorios a los mercaderes. Nadie sabía de que país venían estos vagabundos; pero observaron que eran dados a rezar extrañas plegarias, y que a los lados de sus carromatos llevaban pintadas extrañas figuras con cuerpo humano y cabeza de gato, de halcón, de león o de carnero. Y el jefe de la caravana llevaba un tocado con dos cuernos y un curioso disco entremedias.
Iba en esta singular caravana un niño que no te padre ni madre, sino sólo un gatito pequeño y negro al que cuidaba. La peste no había sido amable con él, aunque le había dejado este ser diminuto y peludo que dulcificaba su dolor; cuando se es muy joven, uno puede encontrar gran alivio en las vivarachas travesuras de un gatito negro. Así, el niño a quien las atezadas gentes llamaban Menes sonreía cada vez más, y llora cada vez menos, cuando se sentaba a jugar con su gracioso gatito en las escaleras de un carromato decorado de singular manera.

A la mañana del tercer día de estancia en Ulthar, Menes no pudo encontrar a su gatito; al verle sollozando en el mercado, los lugareños le hablaron del viejo y de su esposa, y de lo que se oía por la noche. Al escuchar todo aquello sus sollozos dieron paso a la reflexión, y finalmente a la plegaria. Extendió los brazos hacia el sol y rezó en una lengua que los lugareños no entendieron; aunque no pusieron mucho empeño en entender, ya que les acaparaban la atención el cielo y las formas curiosas que adoptaban las nubes. Era muy extraño, pero tan pronto como el niño hubo terminado su oración, parecieron formarse en lo alto las figuras brumosas y oscuras de unos seres exóticos, criaturas híbridas coronadas con los cuernos y el disco entremedias. La Naturaleza está llena de tales ilusiones para sugestionar a quienes son imaginativos.

Esa noche, los trotamundos se fueron de Ulthar, y no se les volvió a ver. Y los habitantes se sintieron consternados al darse cuenta de que no había un solo gato en todo el pueblo. De cada uno de los hogares había desaparecido el gato familiar; los grandes y los pequeños, los negros, los grises, los rayados, los amarillos y los blancos. El viejo Kranon, que era el burgomaestre, juró que habían sido las gentes atezadas quienes se los habían llevado en venganza por la muerte del gatito de Menes; y maldijo a la caravana y al niño. Pero Nith, el flaco notario, declaró que el viejo campesino y su esposa eran más sospechosos aun, ya que su odio a los gatos era conocido por todos, y más atrevido cada vez. Sin embargo, nadie se atrevió a acusar al siniestro matrimonio, aun cuando el hijo del posadero, el pequeño Atal, aseguraba haber visto a todos los gatos en aquel patio maldito, bajo los árboles, avanzando con paso medido, lenta y ceremoniosamente, y describiendo un círculo alrededor de la choza en fila de a dos, como si ejecutasen algún inaudito ritual. Los lugareños no sabían si creer al chico; y aunque temían que el malvado matrimonio hubiese hechizado y exterminado a todos los gatos, preferían no enfrentarse con el viejo campesino mientras no saliese de su patio tenebroso y repugnante.

Así que el pueblo de Ulthar se acostó embargado por la ira y la impotencia; y he aquí que al despertar por la madrugada, ¡cada gato había regresado a su hogar respectivo! Los grandes, los pequeños, los negros, los grises, los rayados, los amarillos y los blancos; no faltaba ninguno. Todos aparecieron gordos y lustrosos, emitiendo sonoros ronroneos de satisfacción. Los ciudadanos hablaban maravillados del caso. El viejo Kranon insistió una vez más en que había sido el pueblo atezado quien se los había llevado, puesto que los gatos jamás regresaban vivos de la choza del viejo matrimonio. Pero todos coincidieron en una cosa: que la negativa de los gatos a probar sus respectivas raciones de comida y su plato de leche era sumamente singular. Y durante dos días enteros, los lustrosos y perezosos gatos de Ulthar no tocaron alimento alguno, y se limitaron a dormitar junto al fuego o al sol. Una semana transcurrió, hasta que los lugareños observaron que no había luz, por la noche, en las ventanas de la choza oculta bajo los árboles. Luego, el flaco Nith comentó que nadie había visto al viejo ni a la vieja desde la noche en que desaparecieron los gatos. Una semana después, el burgomaestre decidió vencer su temor y visitar la vivienda extrañamente silenciosa; como era su deber, aunque tuvo el cuidado de hacerse acompañar por Shang el herrero y Thul el cantero como testigos. Y cuando echaron abajo la frágil puerta no encontraron otra cosa que dos esqueletos humanos limpios y mondos en el suelo de tierra, y un montón de cucarachas que corrían por los rincones oscuros.

Mucho se habló después entre los habitantes de Ulthar. Zath, el alguacil, discutió largamente con Nith, el flaco notario; y Kranon y Shang y Thul fueron abrumados a preguntas. En cuanto al pequeño Atal, el hijo del posadero, fue interrogado a fondo, y se le dio un caramelo en recompensa. Hablaron del viejo campesino y su mujer, de la caravana de atezados vagabundos, del pequeño Menes, de su gatito negro, de la plegaria de Menes y el cambio del cielo, de la acción de los gatos la noche en que se fue la caravana, así como de lo que encontraron mas tarde en la choza que hay bajo los árboles sombríos del patio repugnante.

Al final, los diputados aprobaron esa famosa ley de que hablan los mercaderes en Hatheg, y que discuten los viajeros de Nir; a saber: que en Ulthar, nadie puede matar un solo gato.

Fuente: http://www.halloween.com.es/relatos-terror/los-gatos-de-ulthar.htm

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Claustrofobia

Relato de Terror

La cueva, ante sus ojos, parece tener un raro poder hipnótico.
La entrada es poco más alta que el tamaño medio de un ser humano. Quizá un metro noventa, o quizá menos…
Pero Toño se siente irresistiblemente empujado a entrar en ella.
Algo, en su interior, grita desesperadamente. Le previene de que no debe traspasar el umbral de piedra.
Toño vacila.
Da un paso.
Luego otro vacilante, luego otro más seguro…
Finalmente, penetra decididamente en el oscuro agujero.

El interior no es tan oscuro como él temía. Avanza entre un olor dulzón a tierra húmeda. Las paredes, efectivamente, rezuman humedad, minúsculas gotas que resbalan lentamente, como perezosas lagartijas, roca abajo, hasta ser absorbidas por la tierra que tapiza el suelo de la cueva.
El pasillo se alarga, entre curvas suaves. Toño nota que sus cabellos rozan algo. Es el techo de la cueva. Parece como si el techo estuviera cada vez más bajo. Quizá el pasillo se estrecha paulatinamente a medida que se prolonga…
Esa sola idea basta para atenazarle el corazón. Su corazón, débil y enfermizo de por sí… un corazón aprensivo que no resiste la idea de cuatro paredes cerradas…
¡CLAUSTROFOBIA!
Esa es la palabra…
Y en ella refleja todo su temor. Un temor formado por una parte de morboso placer, que le empuja a seguir adelante por el corredor de piedra a sabiendas de que las paredes son cada vez más estrechas y el techo y el suelo se hallan cada vez mas cerca…
La fuerza invencible sigue empujándole adelante, aunque ahora debe caminar ya agachado…
La luz disminuye. Debería haber desaparecido ya, pero aún basta para vislumbrar levemente el camino que se extiende serpenteante ante él. Un brusco descenso del techo. Toño tiene que caminar sobre sus rodillas y sus codos para seguir avanzando.
Aquella depresión del techo pasará pronto… tiene que pasar… y luego podrá seguir caminando normalmente, erguido, quizá incluso se halle en una caverna natural con estalactitas y estalagmitas… Una foto de las Grutas de Cacahuamilpa pasa fugazmente ante sus ojos.
Respira fatigosamente, con una extraña opresión. El esperado ensanchamiento no llega. En vez de eso, el paso entre las paredes de piedra es cada vez mas angosto, obligándole a arrastrarse como una serpiente para seguir avanzando, empujado por alguna extraña e incomprensible fuerza…
Asustado, Toño se da cuenta de que ya no tiene espacio ante él. El corredor, angosto como una conejera, termina bruscamente ante la piedra que forma el corazón de la montaña, como si algún desalentado ingeniero hubiera dejado su trabajo e medio terminar…
Claustrofobia…
El asfixiante terror a los espacios cerrados hace presa en él.
Debe volver atrás, rápidamente, ganar la salida, el cielo azul, el aire fresco, la,…
No, no es posible.
¿Por qué no puede retroceder?
Sus manos se apoyan fuertemente en el suelo a fin de intentar impulsarle hacia atrás… pero es inútil.
No puede moverse. Por lo menos, no con ayuda de las manos.
Entonces son las rodillas las que, desesperadamente, tratan de constituirse en punto de apoyo para impulsarse hacia atrás. Pero sólo consigue desgarrarse la tela del pantalón y desollarse la piel.
No puede moverse. Está clavado en el suelo, con la roca sobre su espalda, bajo su pecho, ante su cabeza y quizá, muy posiblemente, detrás de sus pies…
Como una película, un brutal zoom hacia atrás le hace ver a si mismo prisionero en una inmovible cárcel de piedra, con toneladas de piedra sobre él y debajo de él, por delante, por detrás, como si ahora también él formara parte de la montaña que le ha aprisionado en sus entrañas…
Abre la boca.
Llena sus pulmones de aire viciado, húmedo, oscuro, con sabor a tierra. Un alarido desesperado, desgarrador, salvaje, brota de su garganta.

-Toño… por Dios, ¿qué te ocurre?
La mano de Ana, fuertemente, le sacude.
El final del alarido sale, agonizante, de sus pulmones.
-Toño… ¿qué tienes?
Mira a su alrededor. Un armario, un rectángulo de luz que viene de la calle. Lo único que toca su cuerpo es la ropa del pijama, y encima de ella la de la cama.
Ana, preocupada, le mira con cierta inquietud.
-Ha sido ese sueño otra vez, ¿verdad?
-Si… el horrible… ¡me moriré si sigo soñando eso! Mi corazón… no lo resistirá…
-Tranquilízate, cariño… mañana volveremos otra vez a ver al cardiólogo.
Y, si es necesario, a un psicoanalista. Pero tienes que dejar de soñar esas cosas horribles…
-¿"Esas", dices? No, Ana… Sólo hay una pesadilla… sólo una… siempre la misma…

El médico retira los cables, que se han calentado al contacto con el cuerpo de Toño.
Luego, tira de una larga hoja de papel y observa los grafismos de cordillera que la cabeza lectora ha impreso en ellos.
-Tenemos que cuidarnos, amigo- dice, empleando ese "nos" tan característica y paternalista de los médicos.
-¿Estoy peor?
-Bueno, no es eso exactamente… pero no hay mejoría, que es lo que nosotros esperábamos. Ese corazón está muy fatigado…

-Toma… aquí tienes las gotas…
Toño, obedientemente, las toma mientras Ana acaba de abrocharle la chaqueta del pijama y pasa cariñosamente los dedos por la piel de su pecho.
-No te desmoralices, ¿quieres? No me gusta verte deprimido…
Toño asiente, en silencio. Su frente se puebla de un sudor frío. Acaba de presentir que volverá a tener la pesadilla.
Se tumba en la cama, se arropa, aprieta las sábanas en torno a su cuerpo como para protegerse de un enemigo invisible y viscoso que caerá sobre él en cuanto Ana apague la luz de la mesilla de noche…

La cueva. La oscuridad.
Olor a humedad, un pasillo cada vez más angosto… piedras que aprisionan su pecho, su espalda, toso su cuerpo…
Un alarido. Otro más. El último.

Ana, sobresaltada, toca el cuerpo de Toño. Rígido, frío. Sus ojos están clavados en el techo, como si éste se hubiera movido, como si hubiera bajado para aplastarle…
Su corazón no late desacompasado como es habitual después de su pesadilla. Ana aplica el oído al pecho de Toño. Nada. Silencio. Su corazón se ha detenido.

Todo es oscuro. Toño abre los ojos. La pesadilla otra vez…
Sigue el olor a tierra, y el olor a humedad. Intenta mover los brazos, pero no puede. Quizá con las rodillas…
Pero, como es habitual, tampoco las rodillas sirven.
Tendrá que gritar para despertarse y acabar con aquella horrible angustia.
Abre la boca. Va a gritar. Pero, de repente, algo cruza su mente.
Hay algo distinto. ¿Qué es?
La posición… no está boca abajo, como cuando lucha desesperadamente para salir del túnel.
No. Está boca arriba. Boca arriba…
Y hay otro olor. Un olor nuevo, aparte de la humedad, la tierra… un olor a madera.
A madera recién barnizada.
Toño adivina que el barniz es de color negro. Y advierte ahora el movimiento exterior… un movimiento de balanceo…
Un golpe brusco. Es el final del viaje. Algo blando cae sobre él, sin tocarle, pero Toño oye el ruido, nota la vibración. Olor a tierra Húmeda, recién movida…
Intenta gritar, pero ningún sonido sale de su garganta. Y las paletadas de tierra, lenta e inexorablemente, caen sobre la tapa de su ataúd mientras Toño desgarra sus uñas contra la madera, en un salvaje e inútil intento por sobrevivir…
Su palabra terrible, claustrofobia, se une ahora a otra mucho más terrible aún: catalepsia…
¿Por qué no esperaron un poco entes de enterrarlo? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? …

 

Fuente: http://www.halloween.com.es/relatos-terror/claustrofobia.htm

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Castigo del tiempo

Momentáneamente, el aislado cuarto sin ventanas quedó envuelto en la penumbra a causa de una violenta variación en el voltaje. Un clic metálico se escuchó de pronto, y una nube de color verdoso brillo bajo la pálida luz de una lámpara de escritorio. Roger Krankeit sonrío complacido; no tenía fuerzas para más. Su mayor invento, finalmente, estaba hecho. Después de días y noches de trabajo y sufrimiento, la mayor creación de la imaginación humana había tomado forma: Krankeit acababa de inventar la tan soñada máquina del tiempo. Orgulloso, contempló con deleite el pequeño artilugio lleno de cables y minúsculos botones. Era pequeño, en efecto…perfecto para ser utilizado cuando Krankeit lo dispusiera; perfecto para cumplir todas las posibilidades que había imaginado. Podría viajar al pasado y absorber el conocimiento de las épocas y los grandes científicos. Conocería a Bohr, Einstein o al mismo Galileo. Mejor aún, viajaría al futuro y utilizaría sus conocimientos para aplastar a los hombres de ciencia modernos…podía hacer todo lo que quisiera.

Pero la ambición de Krankeit fue más allá de lo que había imaginado hasta entonces.
Sus pensamientos formaron una idea ansiosa y punzante: iría hasta el momento en que el hombre apareció en el mundo. Contemplaría a los primeros humanos y, tal vez, hasta podría convertirse en una figura de adoración al revelarles secretos y enseñanzas. Sí…sería un Dios para ellos.

El artilugio emitió un largo zumbido y dejó escapar una nube de humo amarillento por su punta en forma de espina. Estaba ansioso por ser utilizado…
¡Al diablo el presente! Krankeit escaparía hacia el pasado y formaría su propio futuro, un futuro en que el fuera el hombre más grande. Presionó algunos botones y su máquina quedó lista para el viejo. Antes de ello, Krankeit se dirigió hacia un destartalado escritorio y tomó un viejo y pesado revólver de calibre .45 Colt.
Potencia, justo lo que requería para su expedición. No sabía con que bestias prehistóricas podía enfrentarse…lo mejor era ir bien preparado. Guardó el arma en un bolsillo de su blanca bata de laboratorio y tomó entre sus brazos al pequeño artilugio. Bajó un par de palancas e –inmediatamente- una niebla obscura y espesa cubrió sus ojos.

Una nausea terrible se apoderó de el y sintió que la cabeza se desprendía de su cuello. La niebla, poco a poco, comenzó a disiparse, y Krankeit pudo ver con claridad. No se encontraba ya en su miserable cuarto de trabajo. Ante sus ojos se extendía una llanura gigantesca y solitaria. En el cielo brillaban tres soles anaranjados, y una serie de arbustos completamente desconocidos poblaban el suelo fértil, hirviente de insectos negros y asquerosos. Algunas cuevas, probables refugios de bestias, podían ser observadas a lo lejos, y Krankeit dirigió sus pasos hacia ellas; la fascinación inicial se había convertido en la ansiedad del descubridor. Al acercarse a una gruta y encontrarla vacía, escuchó un ruido sordo que provenía de su espalda. Giró su cuerpo y dejó escapar un grito al observar la cosa que había estado detrás de el. Un ser horrendo, semejante a un mono deforme, lo miraba detenidamente con unos ojos gigantescos y brillantes. El ser caminaba a cuatro patas, siendo estas velludas y enormes, como las de un gorila. El monstruo abrió su horrenda boca, dejando ver una hilera de dientes putrefactos y una lengua negra, mientras emitía un aullido temible, salvaje. Krankeit no esperó más. Con un movimiento rápido echó mano de su revólver y descargó un tiro contra la bestia. La detonación sonó brutalmente, y el eco se encargó de repetirla.

 El monstruo cayó al suelo, herido fatalmente. Por un momento intentó arrastrarse por el suelo, dejando un camino de sangre verde y hedionda, pero Krankeit apretó el gatillo de nueva cuenta. La bala penetró en uno de los ojos de la bestia, destrozando su cerebro y matándolo finalmente. Todo quedó en profundo silencio después. La pequeña máquina del tiempo gritó a su manera, con un zumbido profundo y metálico. Sobresaltado, Krankeit contempló con horror como el artilugio comenzaba a desmoronarse poco a poco. Como si un terrón de polvo deshecho por el viento se tratara, la máquina desapareció con lentitud, quedando en su lugar el vacío más completo. Por un momento
Krankeit quedó en shock, pero eso duró poco, puesto que no pudo evitar llorar de pánico al ver que él mismo se desintegraba. Manos, piernas, brazos…su cuerpo se deshacía inevitablemente, hasta que no quedó absolutamente nada. En la llanura silenciosa, sólo permanecieron los insectos, que quedaron destinados a dominar la tierra desde ese momento. Miles de años de civilización humana se desintegraron con
Roger Krankeit. Con su pesado revólver .45, había matado al primer antepasado del hombre.

 http://www.halloween.com.es/relatos-terror/castigo-del-tiempo.htm

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La casa de la tia toña

La historia es de una casa situada en la 3ª sección del Bosque de Chapultepec. Para quienes no conocen México, Chapultepec es un bosque en medio del Distrito Federal dividido en varias secciones, la tercera sección es solo vegetación y barrancas.

La casa está en la parte trasera del bosque, es muy peligroso por que tienes que bajar a la barranca hasta encontrar una escalinata de piedra, muy empinada y resbalosa que te lleva a un caminito

Más adelante te encuentras con un puente desvencijado, bastante viejito, donde hace años había un río, ahora apenas hay un riachuelo en algunas estaciones del año

Y cruzando está la famosa casa abandonada de la tía Toña, el bosque da un aire de miedo asociado a la película de la bruja de Blair.

Lo mejor comienza cuando llegas a la escalinata, por que muchos afirman que desde ese momento empiezan a escuchar el lamento de una anciana, otros escuchan gritos, como si los alertaran para alejarse

Cuando vas cruzando el puente, se oye como si piedras grandes o bultos cayeran en el río, se escuchan voces, susurros y ruidos desde el bosque y es frecuente tener la sensación de que te observan desde varios puntos, como si alguien te vigilara

Una de las cosas más extrañas es que, terminando de cruzar el puente se percibe una vaga niebla que comienza a circular por la zona, no importa la temperatura que haya

Al llegar a la casona abandonada es normal ver la cara de una viejita asomada en los viejos y empolvados ventanales, esperando la llegada de sus visitantes

Al entrar a la casa se siente de inmediato la presencia de algo, opresión en el pecho, el aire se vuelve pesado, inclusive muchas personas no soportan y salen mareados o se desmayan

Por las habitaciones se pueden ver sombras de todos los tamaños corriendo o escondiéndose, se oyen los lamentos de una mujer, pequeñas risas de niños,

También es muy común que los visitantes sientan que les recargan la mano en el hombro, que cuando van caminando se tropiecen con algo inexistente, inclusive que te tomen del brazo con tanta violencia que se quede la marca de una mano, algún moretón o inclusive arañazos

Se dice que el cuarto de la famosa Tía Toña está al fondo de la casa, pero nadie ha podido llegar hasta ahí y comprobar que hay en la habitación, puesto que las actividades paranormales incrementan y el aire es tan pesado que no se puede respirar, otros dicen que los que lo han logrado han quedado internados en un psiquiátrico por lo que vieron

Llega un momento en que todas esas experiencias y la pesadez del ambiente hacen que los visitantes salgan corriendo llenos de miedo, y al pasar corriendo por el puente, se sigue escuchando claramente el lamento de la mujer y las tablas crujir como si algo o alguien te persiguiera

Aunque hay muchas historias que han surgido en relación a los sucesos paranormales y la casa, hay una historia que es la verdadera, y es la siguiente

La tía Toña era una señora que vivía sola en esa casona, no tenía mucho dinero pero ayudaba como podía a muchos chicos de la calle que llegaban a vivir con ella, los cuidaba, les daba de comer y un techo donde dormir aunque fuera en el suelo

Ella ya era una señora muy grande, y los chicos eran rebeldes y muy traviesos, un día terminaron con la paciencia de la viejita, la sacaron tanto de quicio que tomó lo primero que se le atravesó y los mató a golpes

Para deshacerse de los cuerpos, los fue arrastrando y tirando uno a uno al río, después recapacitó lo sucedido y fue tal su tristeza al verse como una despiadada asesina y sola

que se dirigió a su cuarto y se suicidó, nadie sabe como, inclusive no se sabe si todavía su cuerpo se encuentra dentro de la casa, en la habitación a la que nadie puede llegar

Actualmente, la zona donde se encuentra la casa está restringida y con seguridad policiaca, principalmente por la noche, ya que durante mucho tiempo en los alrededores se encontraban los cuerpos de los visitantes o de vagabundos que buscaban refugiarse en la casa, brutalmente golpeados y asesinados.

Esta casa es real, lo sé por que hace aproximadamente 10 años yo fui con un grupo de amigos, cuando todavía el acceso no era restringido, y todo lo que les relato en esta historia nos sucedió, los lamentos, las sombras, el crujir del puente, a mi me tomaron del brazo tan fuerte que me salió un moretón, un amigo se cayó en medio de la casa, se tropezó con algo pero ahí no había nada, nos pasaron cosas muy raras en esa casa, yo personalmente no ví la cara de la viejita en la ventana, pero 3 amigos juran que la vieron claramente al llegar

Sin entrar a la casa, con solo verla, sabes que no es solo una construcción abandonada, yo nunca voy a olvidar esa experiencia, y si alguien gusta vivirla puede hacerlo, solo hay que burlar a los policías, que no es muy difícil ya que hasta tienen miedo de acercarse a la zona y tener mucho valor para llegar hasta adentro de la casa.

Por Sykanda

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