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Mitos Cortos

Ozómatl y Cihuaozómatl, los dioses monos

En los códices Borgia y Bolonia podemos ver representado al dios Mono de los mexicas como una cabeza sin cuerpo, o en forma completa vestido con manojos de hierba. En los códices mencionados aparece con orejeras ovaladas de color blanco y esplendoroso pectoral. En algunas representaciones el dios saca la lengua burlonamente.

El dios Mono llamado Macuilozomatli, Cinco Mono, representaba en la mitología mexica al espíritu masculino encarnado en los hombres que habían encontrado la muerte durante las batallas militares; ya que se trataba del portador de los augurios de muerte llegados desde el Mictlan.  Macuilozomatli tenía como compañeros de faena a Macuilcozcacuauhtli, Cinco Buitre; a Macuilcuetzpalin, Cinco Lagartija; a Macuilmalinalli, Cinco Hierba; a Macuilxóchitl, Cinco Flor; y a Macuilácatl, Cinco Caña.

Mito corto Ozomatl

A la par que el dios simio, existía en la mitología una diosa mono. Se trata de Cihuaozomatl, la Mujer Mono, espíritu femenino de las mujeres de la clase alta de la sociedad mexica que encontraron la muerte al dar a luz. La Cihuaozomatl formaba parte de las Macuiltonaleque, diosas de los excesos, cuya jefa fue la Cihuacóatl, la Mujer Serpiente, diosa del nacimiento y patrona de los médicos. Como hermanas tenía a: Cihuamázatl, la Mujer Venado; Cihuiaquiahuitl, la Mujer Lluvia; Cihuacalli, la Mujer Casa; y Cihuacuahtli, la Mujer Águila.

En el mito de creación mexica durante el Segundo Sol, Nahui Ehécatl, Cuatro Viento, regido por Quetzalcóatl se menciona la participación de los monos sagrados. El mundo desapareció después de siete veces cincuenta y dos años de existencia, cuando Tezcatlipoca golpeó a la Serpiente Emplumada y se provocó un gran huracán. Fue entonces que  los seres humanos empezaron a caminar encorvados hasta que se convirtieron en monos. Sólo sobrevivió una pareja que se refugió en un bosque.

Asimismo, Ozómatl, el mono, está representado en el símbolo décimo primero del calendario azteca o Piedra del Sol, asociado a Xochipilli, el dios Príncipe Flor, y con el rumbo cardinal del Oeste.

Sonia Iglesias y Cabrera


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Tradiciones

La Pascua Florida.

El Domingo de Pascua -también conocido como Pascua, Domingo de Resurrección, Domingo de Gloria, y Pascua Florida-, Cristo resucitó en la madrugada. Pasados cuarenta días, se les presentó a sus apóstoles y todos se fueron al Monte de los Olivos donde los bendijo; hecho lo cual subió al Cielo en medio de una maravillosa nube. Mientras tanto, un Ángel bajó de las alturas y les dijo a las personas reunidas:- ¡Qué esperáis creyentes galileos, Jesucristo no volverá a la Tierra hasta que, con esta misma majestad, venga a juzgar a todos los hombres!

La palabra pascua proviene del hebreo pesach que significa “paso” o “tránsito”. La Pascua judía se celebraba todos los años desde la víspera del día 15 de Nisán al  hasta la puesta del sol del día 22 (marzo-abril). En ella se conmemoraba el “paso” de Jehová por Egipto, el castigo infringido a los primogénitos egipcios, la liberación de los judíos del yugo egipcio, la instauración del sacrificio del cordero pascual, y la comida de los mazath o pan ázimo. Ya lo dice la Biblia: Siete días comerás ázimos y el día séptimo será fiesta de Yahveh… En aquel día harás saber a tu hijo: ‘Esto es con motivo de lo que hizo conmigo Yahveh cuando salí de Egipto’  (Éxodo 13:6)

pascua florida tradicion mexicana

La primera celebración de la Pascua cristiana, coincidió con la Pascua judía. Para los judíos-cristianos, que consideraban a Cristo como el Cordero Pascual, la Pascua estaba estrechamente ligada a la hebrea y festejaban la Pascua Florida inmediatamente después del ayuno, sin importar en qué día cayese. En cambio, los cristianos no judíos pensaban que habiendo tenido lugar la Resurrección en  domingo, la Crucifixión debía conmemorarse el Viernes Santo, sin importar el día del mes. En 325, el Concilio de Nicea decretó que la Pascua cristiana debía celebrarse el domingo después del plenilunio que sigue al equinoccio de primavera; por lo tanto, nunca antes del 22 de marzo ni después del 25 de abril. Es pues de vital importancia la fijación del equinoccio de primavera, ya que no sólo marca el inicio de una estación, sino también la duración del año solar, porque de acuerdo a la traslación y rotación de la Tierra en relación con el Sol, se ajusta el tiempo de todo el mundo. El día del equinoccio la duración del día y de la noche es igual, de doce horas. Cuando ya ha sido fijada la Pascua, se pueden determinar todas las fiestas móviles de calendario católico como la Cuaresma que da inicio cuarenta días antes de la Pascua, descartando los domingos.

La Pascua Cristiana empezó a celebrarse a partir del siglo II. Con ella da inicio la Cincuentena o Tiempo Pascual, que se prolonga hasta el Día de Pentecostés o Pascua del Espíritu Santo. Se trata de cincuenta días de regocijo en que se celebra la realidad del reino de Dios.

En México la fiesta fue implantada desde principios de la Colonia, en que se festejaba con una procesión que salía del templo de San José (situada en lo que es hoy la esquina de Isabel la Católica y Madero), con doscientos treinta andas con imágenes, acompañadas por las cofradías y los gremios, colocados por orden de importancia. Indios y españoles se vestían de blanco y llevaban guirnaldas de flores en la cabeza y en las manos; de tal manera que el acto se convertía en una verdadera Pascua Florida. Estas procesiones dejaron de existir a mediados del siglo XIX; cuando surgió la costumbre de regalar dulces y postres a los familiares y amigos, invitándolos a las tan preciadas Meriendas Chocolateras de la Pascua Florida en las cuales podían saborearse suspiros de novia, cajetas, jamoncillos, bizcochos de huevo, cabellitos de ángel, animalitos de pepita, delicias de almendra y muchos más dulces con que contaba nuestra gastronomía y de los cuales tantos han desaparecido.
El estudioso de las tradiciones don Sebastián Vertí, nos refiere:

Es por ello que la auténtica costumbre derivada de la tradición mexicana haya sido el obsequiar dulces y postres autóctonos, así como las meriendas con sus deliciosas frutas de horno.
Recientemente, y como consecuencia de la comunicación con otras culturas, se ha tratado de introducir las costumbres de otros países, entre ellas la de regalar huevos y conejitos de Pascua. Se trata de un uso popular europeo que pasó a la América sajona en la época colonial. El huevo simboliza para los pueblos campesinos (la pascua en sus orígenes judaicos fue una fiesta campesina) la creación del reino animal sobre la tierra. En cuanto al conejo, simbolizaba la fecundidad por excelencia, lo cual entendido en sentido espiritual era como una actitud de la mente humana en la que debe fructificar la palabra de Dios para dar frutos de bondad, amor y buenas acciones.

He aquí una de las tantas tradiciones que se han perdido en nuestra cultura popular.

Sonia Iglesias y Cabrera
                       


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Leyendas Mexicanas Época Colonial

La mujer herrada. Leyenda colonial.

El suceso que vamos a relatar está registrado en el capítulo octavo, de la Vida del P. don José Vidal de la Compañía de Jesús, impresa en el Antiguo Colegio de San Ildefonso, que fuera escrita por el R.P. don Juan Antonio de Oviedo, basado en un relato real del que dejó constancia el P. José Vidal. De este acontecido también dio fe el señor don Francisco de Sedano en  sus Noticias de México, en 1760, quien lo escuchó de boca de un religioso jesuita. Por lo que queda comprobado que se trata de un suceso verídico y espeluznante.

En 1670, un deshonesto clérigo vivía en la casa situada en la calle de La Puerta Falsa de Santo Domingo Núm. 3, con una mujer que era su amasia. Cerca de esta casa, en la calle de Las Rejas de Balvanera, había una casa llamada Casa del Pujavante, debido a que tenía sobre la  puerta, esculpido en la cantera, un pujavante (instrumento usado por los herreros para cortar las pezuñas de los caballos antes de herrarlos) y unas tenazas cruzadas. En tal casa vivía un herrero que era buen amigo del clérigo mencionado. Como se tenían confianza, el herrero le daba consejos al clérigo para que se apartase del mal camino y dejase a la mujer con la que cohabitaba, sin ningún resultado por otra parte. Una noche, cuando el herrero estaba dormido escuchó que tocaban fuertemente  a su puerta. Alarmado, acudió a ver quién era el impertinente que tocaba a tan altas horas de la noche. Cuando abrió la puerta se encontró con dos grandes negros que le llevaban una mula y un recado de su amigote el clérigo, en el que le pedía que herrase, sin pérdida de tiempo, a la mula, ya que la necesitaría a muy temprana hora para acudir al Santuario de la Virgen de Guadalupe. Un poco molesto, el herrero aprestó sus herramientas y le puso las herraduras a las cuatro patas de la mula. Terminada la tarea, los negros se llevaron a la mula azuzándola con terribles y despiadados golpes.

Leyenda mexicana: La mujer herrada

Al día siguiente muy temprano, el herrero acudió a la casa del clérigo para enterarse la razón por la cual su amigo debía ir al Santuario de la Virgen. Entró en la casa y se encontró que el clérigo estaba acostado con su manceba en la cama. Desconcertado, el herrero dijo: -¡Cómo es eso, amigo, haberme despertado en la noche para herrar sus mulas y aún te encuentras en la cama tan tranquilo! A lo que el clérigo respondió: – Yo no he mandado herrar a ninguna mula, ni pienso ir a ninguna parte el día de hoy. Ante estas circunstancias, ambos amigos pensaron que habían sido víctimas de una broma. El clérigo trato de despertar a su mujer. La llamó, la movió, le gritó, pero la mujer no despertó; su frialdad y rigidez le indicaron al deshonesto hombre que estaba muerta.

Al levantar la sábana que cubría el cuerpo de la mujer, los amigos se dieron cuenta de que las manos y los pies estaban herrados, tenían sendas herraduras. Muertos de pánico, convinieron en que se trataba de una acto de la Justicia Divina, y que los dos negros eran dos demonios salidos del Averno. Inmediatamente le avisaron al cura de la Parroquia de Santa Catalina, quien acudió a la casa del clérigo, donde ya se encontraban el R.P. don José Vidal y un religioso carmelita, los cuales se habían dado cuenta de que la mujer llevaba un freno en la boca, y señales de los fuertes golpes que había recibido de los dos negros que la llevaron a herrar.

Ante tan macabro sucedido, se decidió que la mujer fuese enterrada en un hoyo que se hizo en la misma casa, y todos los presentes juraron mantener el más estricto secreto. El clérigo pecador abandonó la casa de La Puerta Falsa de Santo Domingo y nunca más se supo de él. El cura de Santa Catarina, decidió entrar al convento de la Compañía de Jesús, donde vivió hasta los 84 años en olor de santidad. Se ignora que fue del herrero, las crónicas no lo mencionan.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Mitos Cortos

Los dioses ancianos. Mito maya.

Los mayas representaron simbólicamente al tiempo, Kinh, y al Sol, Ak Kin o Kinich Ahu,  por medio  de una figura humana con rasgos de  anciano. Así, la máxima deidad, el Sol, representaba a un anciano. El dios Sol estaba vinculado con Itzamná, el dios más importante del panteón maya, quien fuera un anciano creador del universo. Aunque también solíase representarlo como un animal fantástico, una mezcla de serpiente, cocodrilo y lagarto, con pezuñas y cuernos de venado. Desde su residencia en el Cielo, Itzamná dirigía al cosmos sentado en una banda astronómica, ya que fue uno de los dioses que dibujaron las constelaciones. Itzamná fue el primer sacerdote de la cultura maya, a quien se debe la invención de la escritura y de los códices; de las ciencias y de los conocimientos. Creó a los hombres y al Mayab, el lugar donde debían residir; es por tanto el símbolo del Creador. En su faceta humana, Itzamná recibió el nombre de Zamná, gran sacerdote maya llegado con los clanes de Bacalar, los posteriores itzáes, para establecer Chichén Itzá.

Los antepasados, los moradores antiguos del mundo, fueron también ancianos, se llamaron los k’ilis kah in yum. Estos los ancianos son considerados como los primeros seres que existieron sobre la Tierra, y como los continuadores de la vida humana. El Popol Vuh, libro sagrado de los mayas, nos relata lo que decían los k’ilis:

¿Cómo haremos para formar otros seres que de veras sean superiores y sepan oír, hablar, comprender lo que dicen, nos evoquen y sepan lo que somos y lo que siempre seremos en el tiempo?

En la primera creación del mundo estuvieron los kinh; en la segunda, los abuelos que fueran creados por los kinh; en la tercera, los humanos surgieron de los abuelos. El anciano brujo sagrado, Ank’in Chilam Balam profetizó, en fecha 11 ahua katum, la llegada de los conquistadores españoles, y  expreso ahogado de sufrimiento:

¡Ay, entristezcámonos porque llegaron! Ay de Itzá, brujo del Agua, que vienen los cobardes blancos del Cielo, los blancos hijos del Cielo… sólo de pecado se hablará, sólo de pecado será su enseñanza… Tendréis exceso de dolor y exceso de miseria.

Entonces, vaticinó que cuando llegaran los hombres blancos, los ancianos morirían y se terminarían los linajes mayas, tal cual aconteció en la historia. Por tanto, los ancianos en la cultura maya se consideraban como transmisores de la sabiduría y profetas excelentes.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas

Gonzalo Guerrero. Leyenda colonial.

Don Gonzalo Guerrero, nació en Palos de la Frontera, Huelva, España, alrededor de 1470. Entró a la milicia desde muy joven. En 1510, llegó a América con Diego Nicuesa quien fuera nombrado gobernador de Veragua (territorio asentado en parte de las actuales Nicaragua y Costa Rica). Después de participar en luchas de poder entre Nicuesa y Alonso de Ojeda, navegante y gobernador, participó en la expedición de Pedro de Valdivia con rumbo a la isla de Santo Domingo. El barco en que navegaban naufragó, y solamente lograron salvarse ocho marineros que llegaron a las costas de Yucatán, entre ellos se encontraba Gonzalo y Valdivia. Después de luchar contra los indios cocomes, fueron apresados. Cuatro españoles sirvieron de alimento a los indios, y los restantes fueron encerrados en jaulas de ramas, pero lograron escapar. Llegaron con los tutul xiúes, a la cuidad de Maní, donde el cacique Taxmar, los entregó como esclavos a su sacerdote Teohom. Debido a los duros trabajos a los que fueron sometidos, sólo sobrevivieron Gonzalo y su compañero Gerónimo de Aguilar. Taxmar donó al sacerdote Na Chan Can a Gonzalo, quien a su vez lo cedió a Nacom Balam, un jefe guerrero.

Leyenda colonial de Gonzalo Guerrero

Poco a poco, Gonzalo se adaptó a la cultura maya, la hizo suya, se hizo tatuajes rituales, mutilaciones dentarias, y ostentaba bezote de oro en el belfo inferior. Cuando llegó Hernán Cortés en 1519, Aguilar, su compañero, se unió a los conquistadores, mientras que Gonzalo decidió quedarse con los indios, pues se había casado con la hija del cacique de Chetumal llamada Zazil Ha, hija de Na Chan Can, con la que había procreado tres hijos a los que permitió se les hiciese la deformación craneana. Tanta era su aculturación que permitió que su primera hija fuese sacrificada en el cenote sagrado de Chichén Itzá.

Cuando Aguilar le preguntó si deseaba regresar con sus hermanos los españoles, Gonzalo respondió, a decir de Fray Bernardino de Sahagún: Hermano Aguilar, yo soy casado y tengo tres hijos. Tiénenme por cacique y capitán, cuando hay guerras, la cara tengo labrada, y horadadas las orejas que dirán de mi esos españoles, si me ven ir de este modo? Idos vos con Dios, que ya veis que estos mis hijitos son bonitos, y dadme por vida vuestra de esas cuentas verdes que traéis, para darles, y diré, que mis hermanos me las envían de mi tierra.

Así pues, Gonzalo Guerrero se quedó en tierras mayas. Se sabe que murió luchando contra los españoles a causa de un tiro de arcabuz. De esta manera encontró la muerte el responsable del inicio de la primera casta: la de los mestizos.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Tradiciones

La Mutilación Dentaria, una tradición perdida.

Mesoamérica   
En el territorio cultural denominado Mesoamérica, florecieron culturas tan importantes como la olmeca, la tolteca, la maya, la mixteca, la zapoteca y  la mexica. Todas ellas fueron afectas a las mutilaciones dentarias; iniciadas 1,400 años antes de Cristo,  la práctica se prolongó hasta los primeros años del siglo XVI, cuando llegaron los conquistadores españoles y la prohibieron. Veamos dos ejemplos de mutilaciones.

Los mexicas   
Según un estudio realizado por el antropólogo físico Eusebio Dávalos Hurtado, los mexicas mutilaban los dientes superiores e inferiores, aun cuando en épocas anteriores de su historia solamente se mutilaron los dientes  superiores. Esta práctica se efectuaba tanto en hombres como en mujeres. Solía hacerse en los incisivos y en los caninos. Las técnicas empleadas fueron el limado; para la incrustación se uso el taladro. Se mutilaban los dientes una vez que se había llegado a la edad adulta, a fin de no lesionar el paquete vasculo-nervioso y provocar la muerte de la pieza dentaria. A los trabajos de los dientes, fuera por remediar patologías o por mutilación ornamental, los mexicas contaban con la palabra tlanatonauiztli para designarlos; a la enfermedad del neguijón que pudría los dientes la llamaban tlanqualoliztli.

Los mexicas, así como todos los grupos mesoamericanos, utilizaron láminas de pedernal y obsidiana, y frotamiento con polvos abrasivos y agua. Para la incrustación debieron tener muchos conocimientos dentales, así como  de las piedras y de los metales preciosos que incrustarían, tales como el oro, la turquesa, la jadeíta, la pirita, e incluso el hueso, que pertenece a materiales orgánicos. Los trabajos en los dientes requirieron el conocimiento de dentistas, y la finura y cuidado de joyeros y orfebres.

mutilacion dentaria mexico
Mutilación Dentaria

Los mayas

En Yucatán, las mujeres limaban los dientes del solicitante con piedras específicas y agua, y según algunas opiniones de antropólogos, sólo entre individuos de alto nivel social, sin importar si eran hombres o mujeres. Se calcula que hasta un sesenta por ciento de la población maya recurrió a la mutilación dentaria, siendo más frecuente entre los hombres. Las mujeres gustaban más del limado que de la incrustación.

La mutilación se hacía en el borde y las caras de los incisivos, en forma de escotaduras rectangulares o triangulares; algunas mutilaciones formaban una T que era el símbolo jeroglífico del Dios del Viento Ik, relacionado con el dios Chac; de tal manera,  por medio de magia simpática se tenía la connotación del dios Ik en la boca.

En las incrustaciones los mayas solían colocarse discos de jade u obsidiana en los incisivos superiores. Las perforaciones se efectuaban con el empleo de un taladro de madera tropical y un abrasivo. Las horadaciones penetraban la capa del esmalte y las capas externas de la dentina. Para la preparación de la cavidad se empleaba un taladro de hueso, lo que se infiere por los surcos circulares que se pueden ver en el fondo de las perforaciones. Los mayas de Guatemala utilizaban una broca cilíndrica con un barreno de arco o de presión para hacer la oquedad. Cuando el agujero estaba listo, se colocaba la incrustación de la piedra elegida, con estricta precisión, pues debía ajustarse perfectamente a la cavidad. La piedra se pegaba con pegamentos tan potentes, que aun hoy se encuentran piezas dentarias con las incrustaciones en su sitio.

En general, los mayas sólo emplearon el limado y la incrustación, que fueron las técnicas de su preferencia. Se usaban independientes una de la otra, o combinadas en un mismo diente. Sin embargo, a la llegada de los españoles los mayas solamente empleaban el limado, pues hacía ya quinientos años que la práctica de la incrustación se había perdido, dado el colapso de la civilización maya.

Ni los dioses se escapan de la mutilación dental, como lo prueba el dios solar maya que presenta uno de los dientes superiores limados en forma de T. Es más, según las interpretaciones del antropólogo Gutierre Tibón, en toda Mesoamérica las mutilaciones dentarias aparecen antes en las representaciones de los dioses que en los hombres, como se ve en múltiples figuras y esculturas de dioses tales como el mencionado Ik, en la divinidad Chac, y en Kinich Ahu, el Dios del Sol. El dios supremo de los mayas, Itzamna, Rocío del Cielo, representado como un anciano demacrado y sin dientes, presenta en la quijada inferior, dos únicas muelas a cada lado, símbolo del poder y la gran fuerza generadora. Así pues, para los mayas antiguos, el diente representaba la fuerza y la energía vital, el poder y el éxito en la lucha, capacidades que se perdían a la par que se iban perdiendo los dientes. Concepción que se refuerza en el Popol Vuh cuando nos cuenta: Estos jóvenes (Hunaphu y Xbalanque) deseaban abatir al soberano que se había hecho insoportable por su soberbia; concertaron un plan para llevar a cabo sus propósitos, vigilándolo continuamente, Hunaphu logró el momento propicio para lanzarle por medio de una cerbatana una de bola de barro endurecido que le dislocó la mandíbula y le aflojó los dientes, los cuales Vacub-Cakix Siete Guacamaya, tenía incrustados en piedras preciosas. Hunaphu e Xbalanque recurrieron entonces a Zaquiminac y Zaquimacis, para que fingiéndose médicos le sacaran los dientes a Vacub-Cakix, quien debía ignorar que le habrían de practicar tal operación. Haciéndole creer que ejercían el oficio de sacar gusanos de sus dientes, causantes de su mal.

El poder de Vacub-Cakix estaba en sus dientes -aparte de sus ojos- cuando se los sacaron le pusieron unos de maíz, pero no era igual y sus rasgos se afectaron y decayeron, ya no eran más los de un jefe de gran poder; entonces el rey Siete Guacamaya murió, falto de poder y prestancia.   

Sonia Iglesias y Cabrera


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Leyendas Mexicanas Época Colonial

Los ojos del Nazareno. Leyenda colonial.

En el altar de la iglesia del Convento de las Capuchinas, se encontraba una imagen de Jesús de Nazareno. Era una bellísima imagen elaborada en Guatemala, que, originalmente, estaba destinada para ser venerada en la capilla de la casa de los condes de Santiago Calimaya, situada en la hoy Avenida Pino Suárez número 30. Después de permanecer en la capilla por un tiempo, uno de los condes obsequió la escultura al convento. Se trataba de una majestuosa imagen del Ecce Homo sangrienta y doliente como pocas, los fieles temblaban de dolor y pena al verla, tal era su realismo. Los ojos del Nazareno, hechos de vidrio,  expresaban una triste mirada plena de humildad y dolor, eran el rasgo sobresaliente de la escultura.

La doliente imagen salía en procesión todos los viernes santos y recorría las calles de la ciudad, seguida de penitentes que se flagelaban las espaldas hasta desfigurarlas y hacerlas sangrar. El Nazareno era el patrón de la Cofradía, y cada año le celebraban efectuando un novenario. Para tal ocasión, en el presbiterio (espacio en torno al altar mayor) de la iglesia de las capuchinas se levantaba un altar especial, en el que se remplazaban las sencillas potencias de plata del Nazareno, por otras elaboradas en oro, con los rayos cubiertos de esmeraldas, rubíes y diamantes, y con las bases adornadas con una gran amatista y perlas. Las potencias eran hermosas, valiosas, y sumamente costosas. Las telas que engalanaban el altar estaban bordadas por las manos de las diestras monjas con hilos de oro. Había candeleros de plata maciza, tallados por artistas indígenas y mestizos que eran un primor; en ellas se colocaban velas escamadas que las pacientes monjas formaban para el efecto. No faltaban las flores en jarrones de fina porcelana china.

Una tranquila tarde en que el silencio cubría el convento y las monjas dormían la siesta, la iglesia se encontraba cerrada. Domitilo Alderete, el sacristán, no dormía; aprovechaba el tiempo y el sosiego para arreglar los pliegues de una cortina de damasco carmesí que se resistía a sus acomodos estéticos. Domitilo había sido un artista de la acrobacia, pero desgraciadamente un mal día había sufrido un cruel accidente que lo alejó por completo de su peligrosa profesión, pero conservaba su agilidad y su fuerza. No le quedó otro remedio que volverse sacristán, decisión de la que no se arrepentía.

Absorto en el arreglo de la cortina, Domitilo Alderete escuchó de pronto que de la puerta que daba acceso a la iglesia llegaban unos ruidos como si alguien quisiera forzarla por medio de una ganzúa. Al poco rato, un hombre penetró al interior con mucho sigilo para no hacer ruido. Al verlo, Domitilo se escondió detrás de la cortina y vio al hombre que de puntitas se acercaba al altar del Nazareno. Subió hasta donde se encontraba la imagen y le arrancó de la cabeza una de las suntuosas potencias, que guardó en un saco que traía para tal efecto. El ladronzuelo ya se aprestaba a quitarle las otras dos potencias al Nazareno cuando el sacristán tomó uno de los jarrones del altar y le dio tremendo golpe en la cabeza, quien cayó al suelo medio atarantado; con esfuerzo consiguió abrir los ojos y su mirada chocó con la doliente y acuosa del Cristo, cuyos ojos parecía que acaban de llorar de tristeza y desencanto. Al sentir la mirada, el caco lanzó un grito desgarrador, su cuerpo empezó a temblar como el azogue, un frío mortal le recorría las venas del cuerpo, su expresión acusaba miedo y hasta terror pánico. Su rostro mostraba la palidez de los muertos y sus ojos parecían los de un demente. El criminal tenía por nombre Teodosio Liñán, desde muy temprana edad se había dedicado al robo y a la estafa, era vicioso y cruel, y la edad le había hecho refinar sus malas artes. Era un delincuente de la peor especie, que vivía en el pecado del vicio y la lujuria.

Al ver en el suelo al hombre, el sacristán levantó a Teodosio en brazos y se dirigió hacia el Palacio Virreinal. Cuando llegó, a todos los alcaldes del virrey les comunicó que el hombre que llevaba era un ladrón sacrílego que había querido desvalijar al santo Nazareno. Teodosio, por su parte, no escuchaba nada de lo que se decía, se limitaba a decir cosas incoherentes que nadie entendía sin dejar de temblar. Fue enviado a la Cárcel de la Corte. El preso gritaba furioso y sudaba de miedo ante las cosas terribles que sólo él podía ver y oír y que le perseguían causándole tal terror. Las autoridades se dieron cuenta que Teodosio había perdido la razón y decidieron trasladarlo al Hospital de San Hipólito, que en aquel entonces albergaba a la gente pobre que se volvía loca de atar. Teodosio se quedaba sentado en una esquina de la gran sala del hospital, muerto de miedo y con las manos en los ojos tratando, en vano, de librarse de la mirada acusadora del Nazareno que lo perseguía sin tregua.

Los sudores de miedo y los temblores de pánico no le dejaban vivir, su vida era un calvario. Entre las incoherencias que pronunciaba había frases que los guardianes entendían. Teodosio decía: – ¡Él me dio una bofetada aquí! Y se llevaba la mano a una de sus mejillas. El tiempo pasó; muchos años habían transcurrido desde aquel sacrílego intento de robar el altar del Nazareno. Teodosio seguía igual, si no es que peor, siempre viendo la mirada acusadora de aquellos ojos inmóviles, que a veces lloraban de tristeza. El ladronzuelo ya nunca más recobró la razón, sólo le restaba esperar la muerte y bajar a los tenebrosos y calientes infiernos. Moraleja: Nunca se debe robar un recinto sagrado, so pena de sufrir los desvaríos de Teodosio Liñán.

Sonia Iglesias y Cabrera


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Leyendas Cortas

La Pirámide del Tajín. Leyenda totonaca.

Los abuelos relatan que en una cueva situada entre Totomoxtle y Coatzintlali, existía un templo dedicado al dios del trueno, la lluvia y las aguas de los ríos. Siete sacerdotes se reunían en el templo cuando llegaba el tiempo de sembrar las semillas y cultivar la tierra. Siete veces invocaban a los dioses, y cantaban en dirección a los cuatro rumbos del universo. Siete por cuatro suman veintiocho, el número de días de que consta el ciclo lunar. Los sacerdotes tocaban el gran tambor del trueno, arrastraban pieles de animales por la cueva, lanzaban flechas encendidas al Cielo, para que la potente lluvia arrojara sus aguas a la selva. Entonces llovía a torrentes y los ríos Papaloapan y Huitzilac se desbordaban.

El tiempo fue pasando; y en un momento dado llegaron gentes extrañas que decían venir de tierras lejanas. Arribaron por el Golfo de México. Los hombres, las mujeres y los niños extranjeros siempre sonreían, parecían estar muy felices, y en efecto lo estaban, pues después de haber pasado muchas calamidades en el mar, por fin habían llegado a tierras tropicales donde encontraron frutas, animales, agua potable y un hermoso clima. Decidieron asentarse en las tierras encontradas a las que llamaron Totonacapan.

Sin embargo, los siete sacerdotes que vivían en la caverna no estuvieron de acuerdo en que los totonacas invadieran sus tierras, y decidieron producir muchos truenos, relámpagos, , y lluvia para asustarlos. Llovió por mucho tiempo. Alguien se dio cuenta de que tales catástrofes las producían siete sacerdotes que moraban en una cueva. Los totonacas se reunieron en cónclave y decidieron embarcar a los siete sacerdotes provistos de alimentos y agua, y enviarlos al mar de las turquesas, de donde nunca más regresaran. Pero quedaba el problema de los dioses del trueno y de la lluvia. Conscientes de que nada podían hacer contra las divinidades que causaban tales estropicios naturales, los sabios sacerdotes y los principales señores totonacas decidieron adoptar a los dioses, venerarlos y rendirles pleitesía,  para evitar su furia vengadora se hicieron sus fieles.

En el mismo sitio donde estaba la cueva, el templo, y los dioses del trueno y la lluvia, los totonacas levantaron otro magnífico templo, la Pirámide del Tajín, que en lengua totonaca significa el “lugar de las tempestades”. A los dioses del trueno de de la lluvia, se les rezó durante trescientos sesenta y cinco días, que es igual al número de nichos con que cuenta este magnífico templo, para que durante todo el año se tenga buen tiempo y la lluvia caiga satisfactoriamente cuando llega el momento de regar las milpas.

Sonia Iglesias y Cabrera


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Mitos Cortos

Los Yuntzilob. Mito maya.

Yuntzilob, los patrones,  llevan por nombre unos diosecitos fantásticos que han formado parte de la mitología maya desde los tiempos antiguos. Se han negado a morir, y aún se habla de ellos en la tradición oral de los mayas actuales. Los diosecitos yuntzilob poseen la capacidad y el poder de controlar los fenómenos naturales. Los yuntzilob son espíritus de aire, pero cuando lo desean se materializan en forma de viejitos pequeñitos, para pasearse por los campos y la selva. A ellos pertenecen las aves, especialmente las blancas; por lo cual los mayas las respetan, y nunca las dañan o las matan.

En atención a las funciones que ejercen, existen muchos tipos de yuntzilob: los Yuntzilob Balam son los encargados de proteger los cultivos, las personas y los pueblos; los Yuntzilob Chaac están dedicados al control de la lluvia y los fenómenos relacionados con el agua; y los Yuntzilob Kuil-Kaaxs protegen la selva. Pero su protección no es gratuita, pues los yuntzilob exigen que se les realicen ceremonias para brindar su ayuda.

Aunque a todos se les quiere y reverencia por igual, se considera a los Yuntzilob Chaac como los más importantes. Cuando Jesucristo lo ordena, vuelan por el cielo montados en caballos y producen la lluvia que llevan en una calabaza, el agua nunca se agota. Muchas veces la Virgen María los acompaña en sus cabalgatas; es entonces cuando se producen lluvias torrenciales que se recogen en canales subterráneos, y que llegan a depósitos que nunca se llenan y que nadie conoce. Estas terribles lluvias nunca perjudican a los seres humanos porque son benignas.

Entre los Yuntzilob Chaac existen jerarquías. La jerarquía superior la ocupan los Yuntzilob Chaak que habitan los espacios sagrados; es decir, los puntos cardinales. Ellos son los encargados de vigilar a los yuntzilob de la lluvia persistente, de los cielos barridos, de la llovizna, y de los cielos iluminados. Los Yuntzilob habitan las cuevas y los cenotes. Frecuentemente realizan reuniones para repartirse el trabajo de proporcionar el agua a los hombres. Cuando se reúnen, en la Tierra se producen tormentas eléctricas.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Tradiciones

Juegos purépecha.

El uarhukua cha’anakua
Los indígenas p’urhépecha del estado de Michoacán, practican un juego que data de muchos siglos atrás, desde aquellos tiempos en que aún no habían llegado los españoles conquistadores a nuestras tierras indias: se trata del uarhukua cha’anakua, juego que simboliza el paso del Sol por la esfera celeste, y el aspecto dialéctico del día y la noche, la vida y la muerte, el bien y el mal. Este juego es una de las varias modalidades de los juegos de pelota que se jugaban en tiempos precolombinos, pero en el que no había apuestas.

Para jugarlo se requieren de dos equipos con cinco chanaris, jugadores; cada uno, los cuales con un bastón hecho de madera, intenta lanzar una pelota por los aires o por la tierra, a fin de meterla en la meta contraria, a despecho de sus adversarios quienes tratan de impedirles la jugada. La línea de saque queda al centro del terreno. Ubicados los jugadores en el campo, los capitanes se paran en la línea divisoria, dan tres golpes con la parte baja del bastón sobre la línea lateral y sobre de la pelota; con ello se indica que el juego da comienzo. Los golpes a la pelota se deben dar siempre por el lado derecho, pero se puede maniobrarla por ambos lados. Los equipos cuentan con dos capitanes, un juez que inspecciona los tiempos y los tantos (jatsíraku en singular) de los jugadores, para ver quién es el equipo ganador. Sólo los capitanes pueden dirigirse al juez en caso de alguna anomalía o cambio de jugador. El bastón no se debe levantar por arriba de la cintura; no se debe batear, patear o pisar la pelota; está prohibido detenerla intencionalmente con el cuerpo u obstruirla; y mucho menos se permite hacer caer a un jugador contrincante, entre otras prohibiciones más. Cada equipo lleva mantas que los identifican y que son hechas por las mismas familias de los jugadores.
La pelota o zapandukua, puede ser de madera, piedra o trapo, ésta última es la más usual en el estado. Los mismos indígenas son los que elaboran su pelota con un núcleo de hule espuma al que forran con tiras de algodón y amarran, fuertemente, con mecates (salvo en el caso de la pelota encendida que se hace con madera de colorín, la cual se deja remojar durante dos días en petróleo o gasolina) El diámetro de la pelota varía entre los doce y los catorce centímetros, con un peso de alrededor de doscientos cincuenta gramos para los niños, y de trescientos cincuenta a quinientos para los adultos. El bastón, que es similar al usado en el jockey, se talla de madera de tejocote, encino, cerezo o palo blanco. Ambos implementos simbolizan la relación que el hombre tiene con la naturaleza. Cuando emplea el bastón el jugador hace suya la fuerza del árbol del que fue tallado.

En una ofrenda del Opeño, en el Municipio de Jacona, Michoacán, los arqueólogos encontraron algunas figurilla que data de 1,500 a.C. En ellas están representados cinco jugadores con su mazo, y tres mujeres que se consideran espectadoras del juego. Según nos cuenta la tradición oral, hace ya bastante tiempo los partidos se jugaban entre comunidades, y las reglas se acordaban antes de dar inicio al combate: no había un número limitado de jugadores, la pelota se situaba entre los dos pueblos y ganaba aquel que llevaba primero la pelota hasta su comunidad. La bola era empujada por una rama de árbol, lo más semejante a un bastón, de ahí su nombre Uarhukua.

A veces, la pelota del juego se enciende con fuego, exactamente como un sol encendido que cruzara el cielo o como un cometa volando por los aires nocturnos. Los jugadores no se queman con la pelota, a pesar de no ir protegidos: tan solo llevan pantalón de manta, un paliacate amarrado a la cabeza, camisa y huaraches. Este juego de la pelota encendida se efectúa desde las celebraciones de Día de Muertos hasta el Año Nuevo Indígena: el 1º de febrero, por lo tanto, es un juego ritual que se efectúa en la noche para lograr un luminoso efecto. Las dos modalidades del juego: con pelota encendida y sin encender, se juegan en espacios abiertos, frecuentemente en canchas de seis u ocho metros de ancho, y de uno sesenta a dos de largo. O bien, se utilizan las calles o la plaza principal de los pueblos. Aunque estrictamente hablando, se haría necesaria una cancha de doscientos metros de largo por ocho de ancho. Aparte de la función lúdica, el juego tiene otras funciones que fomentan la sociabilidad de la comunidad, la identidad y la cohesión del grupo purépecha. Pues cuando se juega participa todo el pueblo viendo el partido y disfrutando de la música que ejecutan las bandas tradicionales.

K’uilichi cha’anakua o los palillos que suenan
Este juego tradicional del los p’urhépecha tiene origen prehispánico. En el Códice Borgia se encuentra dibujado un tablero del tal juego. Ha resistido al tiempo ya que los ancianos se lo enseñan a los niños, a fin de que no se pierda la costumbre. Este juego se forma con dos equipos integrados cada uno, por uno o más miembros. Por supuesto, es mejor que sean más los participantes, ya que así el juego es de mayor emoción. Para comenzar, cada jugador tiene cuatro fichas que pueden ser semillas, hojitas, piedritas o palitos. Se requiere de un tablero pintado sobre una piedra plana, una madera, cartón o piel, y de cuatro palillos de caña o bambú de doce centímetros, los cuales se parten a la mitad; cada uno tiene un determinado valor. El tablero es un gran cuadrado, que lleva al centro otro cuadrado más pequeño que continúa las líneas de sus ángulos inferior derecho y superior izquierdo; mismos que se encierran en un pequeño círculo. En cada uno de los ángulos del cuadrado mayor hay un cuadrado pequeño. En todas las líneas trazadas en el tablero hay cinco puntos negros. Los palillos son como los dados. Cada jugador hace dos tiros y avanza por el tablero según la puntuación que le indique el valor de los palillos. En la salida del tablero, hay dos puntos donde se cruzan los jugadores: si quedan en esos lugares su ficha se “quema” y hay que volver a empezar. Después, se entra ya al área grande del tablero y se sigue avanzando sorteando los obstáculos que son las posiciones de las fichas enemigas, a las cuales se trata de evitar o de hacer que se “quemen”. Si se cae en una casilla ocupada (los puntos negros) se tiene que volver a empezar el juego. Cuando los que juegan son dos, gana aquél que logra sacar sus cuatro fichas, haciendo todo el recorrido del tablero y “quemando” a su compañero. Pero si los que jugaron fueron dos equipos de más de uno, gana el equipo del primero que sacó todas sus fichas del tablero o “quemó” al contrincante. Jugadores de un mismo equipo no se “queman” entre ellos mismos. La tirada más alta con los kúilichi es de treinta y cinco, que se puede dividir en quince y veinte, si se mueven dos fichas. Se trata de un juego de apuestas de dinero o de objetos, o cualquier cosa que se quiera apostar.

Sonia Iglesias y Cabrera