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Leyendas Mexicanas Prehispanicas

Su Majestad el Maíz, viaja.

No se conoce a ciencia cierta cuál fue el origen geográfico del maíz. Los investigadores aún no se han puesto de acuerdo. Sin embargo, la teoría más aceptada es aquella que propone que el maíz se originó del teocintle, palabra náhuatl que significa “maíz de los dioses”. Tal teoría se confirma por el hecho de las muchas similitudes bilógicas que presenta el teocintle con maíces más antiguos. Por medio de los fechamientos con Carbono 14 efectuados en sitios arqueológicos en Coxcatlan y las Abejas en el Valle de Tehuacán, Puebla, sabemos que el maíz era ya consumido en México entre 7,000 y 5,000 años a.C. El teocinte fue domesticado a partir de dos plantas de cuatro hileras de granos, que al ser cultivados produjeron el primer maíz que se conoció en Mesoamérica. El cómo fue domesticada esta maravillosa planta sigue siendo un absoluto misterio que algún día las investigaciones aclararán. Sin embargo, se sabe, sin lugar a dudas, que fueron los olmecas los primeros mesoamericanos que  aprendieron a cultivarlo. Esta teoría está ampliamente avalada porEnrique Flores Cano quien afirma que tal hecho ocurrió entre 1,500 y 3000 a.C.

Los pueblos indígenas americanos son básicamente grupos humanos en los que su cultura ha tenido como base de su agricultura al maíz. Su domesticación dio origen a la sedentarización de los pueblos nómadas, a la urbanización de las incipientes aldeas, y a la división del trabajo. Para 3,500 a.C. el cultivo de diversas plantas, y particularmente del maíz, era ya una actividad fundamental en la vida de los pueblos sedentarios en el área cultural de Mesoamérica.

Parece ser que el maíz llegó a suelos panameños entre el quinto y tercer milenio a.C. y de ahí se fue extendiendo hacia el sur de América, pues además de Mesoamérica, el maíz fue cultivado en casi todo el Continente Americano. En otras grandes culturas, aparte de las ya mencionadas mesoamericanas, el maíz también revistió una gran importancia, como es el caso del Área Cultural Andina cuya influencia va de la Provincia de Llanquihue, en Chile, y de Mendoza, Argentina, en el sur, hasta el sur de Nicaragua en Mesoamérica. Las subáreas culturales de la zona andina son: el Extremo Norte, que abarcaba las culturas regionales colombianas; Área Andina Septentrional, donde se asentaron las culturas de Valdivia, la Manteña y la del Milagro, más los posteriores reinos de Quito y Cañar; el Área Andina Central, donde encontramos a las culturas de Supe, Chavín, Moche, Nazca, Recuay, Wari, Chimú, Chachapoya e Inca; el Área Andina Centro Sur, con las culturas Chinchorro, Pucará, las atacameñas, la Tiahuanaco y la Aymará; el Área Andina Meridional, con las culturas chilenas; y el Extremo sur o Araucanía.

Tocó a Cristóbal Colón  el primer contacto con el maíz; así pues fue el primer europeo que lo conoció. Pero fue Pedro Mártir de Anglería, clérigo italiano miembro del Consejo de Indias y cronista destacado, quien nos proporciona una descripción de la planta, que a la letra dice en el libro Décadas del Nuevo Mundo:

El pan lo hacen también (los indios), con poca diferencia, de cierto trigo harinoso, de qué tienen mucha abundancia los de la Insubria y los granadinos españoles. La panocha tiene de largo más de un palmo, tira a formar punta y tiene casi el grueso de un brazo. Los granos están admirablemente dispuestos por la naturaleza; en la forma y el tamaño se parecen a la legumbre arvejón; de verdes están blancos; molidos son más blancos que la nieve. A esta clase de trigo llaman maíz.


Por otra parte, Fernández de Oviedo –madrileño, cronista y conquistador- En su libro Historia General y Natural de las Indias nos cuenta que:

Este pan tiene la caña e asta en que nasce tan gruesa como una lanza o asta quieta, y algunas como el dedo pulgar, e algo más e menos, según la bondad de la tierra donde se siembra. E cresce, comúnmente, mucho más que la estatura de un hombre; e la hoja es como de caña común de Castilla, y es mucho más luenga e más ancha, y más verde, y más domable o flexible hoja, e menos áspera. E cada una caña hecha a lo menos una mazorca, e algunas dos e tres, y hay en cada mazorca doscientos y trescientos granos, e aún cuatrocientos, e más e menos, e aún algunas de quinientos, según es la grandeza de la mazorca. E cada espiga o mazorca déstas, está envuelta en tres o cuatro hojas o cáscaras juntas e justas al grano una sobre otra, algo ásperas, e cuasi de la tez o género de las hojas de la caña en que nasce, y está tan guardado el grano por aquellas cortezas o cáscaras que lo cubren, que el sol ni el aire no le ofenden, e allí dentro se sazona.

En 1493, durante su segundo viaje, Cristóbal Colón llevó el maíz a España y lo presentó ante los Reyes Católicos: Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón. Según las crónicas nos informan, el maíz fue descubierto por el Almirante en su primer viaje a América, el 6 de noviembre de 1492, en la isla de Cuba. Al maíz los naturales le llamaban maís en voz taína. Magallanes lo encontró en Río de Janeiro hacia el año 1520; y Jacques Cartier afirma que en Hochelaga, hoy Isla de Montreal y la mayor del archipiélago de las islas de Canadá, se encontraba rodeado de campos de maíz.

De España el maíz pasó a otras regiones donde el clima era cálido y húmedo. Por ejemplo a Portugal, donde llegó en el año de 1579; al suroeste de Francia, a la Bresse, y a Galicia, España, arribó en 1612. A Venecia, Italia,  llegó en 1554; para después pasar a la planicie del Po, desde donde emprendió su camino a Rumania, Serbia y Turquía. Cerca de cincuenta años después, el maíz era conocido en todo el Continente Europeo. Los venecianos lo llevaron a Egipto en 1540 a través de  Turquía y Siria.  Se dice que los portugueses llevaron el maíz al Golfo de Guinea en el año de 1550. A China llegó en 1530, desde la India o Birmania, según consta en las crónicas del distrito de Hunan, como tributo al emperador Ming. En china se le llamó yu mai, cereal imperial. A casi un siglo de haber llegado a Europa, el maíz ya se conocía en zonas del los Balcanes y el Danubio.

Hoy en día el maíz se cultiva en casi todo el mundo; es uno de los cereales más útiles y apreciados por el hombres. Son muchas sus variantes, y muchas más las formas en que se prepara para su consumo, sobre todo en América. ¡Nuestro maíz ha viajado mucho!

Sonia Iglesias y Cabrera


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Mitos Cortos

Hunab Ku, la Mariposa Galáctica. Mito maya.

Los antiguos sacerdotes mayas afirmaban que desde antes de que el mundo existiese flotaba en el infinito un concepto después conocido como Hunab Ku, Mariposa Galáctica (nombre formado por las palabras hunab que significa “cosa solitaria”, y de k’u “dios”). Este extraordinario concepto se convirtió en el símbolo por excelencia de lo que da vida y medida, el  “dador del movimiento y de la medida” de todo lo que existe. 

Los abuelos afirman que al concepto de la Mariposa Galáctica lo consideraban los antiguos como el dios supremo creador de éste y de todos los mundos habidos y por haber; una esencia de inteligencia pura, un “ser” incorpóreo, sin figura ni representación; al cual también se le conocía por el nombre de Kolop U Wich Kín.

Tal concepto  representaba la Conciencia Universal, comprendía a la totalidad de los ancestros, los hombres, los animales, y las plantas. Se la concebía como la Conciencia que organizadora de  la materia y la antimateria en su estado bruto. Como grandes astrónomos y matemáticos que fueron, los antiguos mayas sabían exactamente donde se encontraba el centro de nuestra galaxia, a la que llamaron la Mariposa Galáctica. A partir de un disco giratorio situado en el centro de la Vía Láctea, surgieron el Sol, las estrellas, los planetas y los sistemas solares. El destino de la humanidad dependía de lo que aconteciera en dicho centro, portal de entrada hacia otras galaxias, y a la Conciencia Universal. Este centro fue el director de la energía consciente.

Los astrónomos modernos han comprobado que efectivamente el centro de la galaxia en que vivimos es una especie de disco giratorio, en cuyo centro se encuentra un hoyo negro que permite el nacimiento perpetuo de las estrellas.

Sonia Iglesias y Cabrera


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Leyendas Cortas

Las Pléyades. Leyenda tepehuana.

 Las Pléyades, “palomas” en idioma griego, son un grupo de estrellas jóvenes situadas a 450 años luz de la Tierra; los abuelos tepehuanes de Durango relatan que son mujeres jóvenes, y como todas las mujeres de la Tierra son hermanas. Estas mujeres-estrellas vivían con un hombre que las mantenía por completo; las vestía y les llevaba de comer, por lo cual ellas estaban muy contentas. Un día, el hombre no pudo encontrar alimento que llevarles, por lo que decidió sacarse sangre de la pantorrilla y ofrecérsela a las jóvenes, la sirvió la sangre en una hoja de higuera y se las llevó. A fin de que no les diese asco, el hombre les dijo que la sangre pertenecía a un venado; así las estuvo alimentando durante un cierto tiempo. Pero las bellas mujeres se dieron cuenta del engaño, se indignaron, se enfurecieron, gritaron, y decidieron irse al Cielo a vivir, en donde todavía se encuentran.

Cuando ya caída la tarde el hombre regresó a la casa, las buscó y no las encontró. Vio sus huellas en el patio y decidió seguirlas a ver si las encontraba, pero no dio resultado. Cansado de la búsqueda, el buen hombre se fue a la cama a dormir. Unos ratones se encontraban cerca del lecho, el hombre al oír ruiditos creyó que eran  las jóvenes y suplicó: – ¡Por favor, vengan a comer la sangre del venado! Pero obviamente no obtuvo respuesta. Al día siguiente continúo con la búsqueda. Las mujeres le observaban desde arriba muertas de la risa al ver su desesperación. El hombre las vio y les pidió que amarrasen sus fajillas para que él pudiese trepar hasta donde ellas estaban. Cuando estaba a punto de llegar, la mayor de las estrellas les ordenó a sus hermanas que le dejasen caer por mentiroso. Así lo hicieron. En el momento en que caía el hombre se transformó en coyote, y así se quedó hasta ahora. Si hubiera logrado subir, sería una estrella más de las Pléyades.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Tradiciones

Los «judas».

Cuando los frailes franciscanos llegaron a México a raíz de la conquista española en el siglo XVI, venían dispuestos y decididos a implantar el catolicismo entre los vencidos. Para ello, apelaron a varias tácticas de adoctrinamiento como el teatro, la música y las fiestas. Una de esas tácticas consistió en implantar los ninots (muñecos) de las Fallas de Valencia que se celebraban el 19 de marzo, día de San José. La  fecha de las Fallas estaba muy cercana a las celebraciones de Semana Santa, circunstancia que aprovecharon los frailes para elaborar un monigote a imagen y semejanza del apóstol traidor. Esta alegoría permitió a los indígenas darse cuenta de la grandeza de la religión católica y del negro futuro que esperaba a aquellos que renegaban y traicionaban al Hijo de Dios. De  esta manera, la quema de Judas se impuso en nuestro país como tantas otras costumbres y tradiciones populares que llegaron de España, pero que con el paso del tiempo se enriquecieron con el aporte y adaptación de la cosmovisión indígenas.

La fecha exacta en que se realizó la primera “quema de judas” no la conocemos, puesto que no ha llegado a nosotros ningún testimonio de los primeros cronistas. Sin embargo, es posible deducir que la costumbre se haya iniciado a partir de 1521, fecha de la derrota de los mexicas. El historiador Luis González Obregón plantea la posibilidad de que los judas hayan surgido en la misma época en que en la Nueva España se instauró la Santa Inquisición, y se llevaban a cabo los Actos de Fe: quemas públicas de herejes. En aquel entonces, el pueblo parodiaba las ejecuciones del Santo Oficio elaborando efigies de cartón a la manera de los oidores y demás autoridades españolas. En este momento histórico, los judas abandonaron su función adoctrinadora, para convertirse en muñecos contestatarios de las arbitrariedades de la oligarquía hispana. Oigamos a González Obregón:
Durante Semana Santa se vendían muñecos que simbolizaban a Judas Iscariote, junto con otro tipo de muñecos que eran representaciones de los herejes, los cuales al terminar los autos de fe inquisitoriales se quemaban como consecuencia de la sentencia establecida por el Santo Tribunal… los niños con esa tendencia imitativa que les caracteriza, después de presenciar los autos de fe se iban a jugar a sus casas y quemaban muñecos que fingían ser los reos del Santo Oficio.

Los oidores y los regidores españoles montaron en cólera cuando vieron su imagen reproducida en estos peleles de cartón y prohibieron su quema. Sin embargo, la prohibición no tuvo efecto y la costumbre siguió realizándose contra viento y marea. En esa ya lejana época, los judas se quemaban en la Plaza del Volador. El tiempo fue transcurriendo y henos aquí a mediados del siglo XIX. A pesar del carácter contestatario de los judas y de las continuas prohibiciones a que se vieron sujetos, los efímeros muñecos se negaron a desaparecer con muy justa razón. El Sábado de Gloria, y aun desde el Jueves Santo, los vendedores de judas y de matracas hacían su aparición por las calles de la Ciudad de México.

El matraquero, persona muy querida y celebrada, acomodaba sus juguetes clavándolos en una vara de carrizo. Las matracas, cuyo sonido simboliza el ruido de los huesos rotos de Dimas y Gestas los dos ladrones que acompañaron a Cristo en el Monte Calvario, destacaban por su colorido y variedad. Las había de madera adornada con mueblecitos, violincitos, guitarritas, macetitas, cubetitas, escobitas. Otras, se engalanaban con figuras de cera que representaban chinas poblanas, bailarinas, charros, frutas y flores. Estos dos tipos de matracas los compraba el pueblo, ya que no eran onerosas y sí bastante asequibles. En cambio, las hechas de oro y plata, marfil y hueso con sus dijes de filigrana no se compraban con el matraquero, sino en las tiendas de la calle de Plateros. Eran caras y sólo podían ser adquiridas por las personas adineradas.

En cuanto a los juderos, llevaban un palo de madera al que suspendían los rojos diablos carnudos y alados, o los charritos sombrerudos y panzones colocados sobre una tablita o un cartón. El judero era un personaje que llevaba camisa de manta, pantalones de dril, huaraches de cuero, sarape trincado al hombro y sombrero de palma tejida. A las diez de la mañana del Sábado de Gloria, las campanas de Catedral se echaban a repicar bulliciosamente y la artillería ponía a funcionar sus cañones y armas con gran estruendo. Dichas acciones tenían por objeto anunciar que el sacerdote que oficiaba la misa entonaba ya el Gloria in Excelsis Deo, señal inequívoca de que se había llevado a cabo la Resurrección de Jesucristo. Entonces, en ese preciso momento, en las principales calles de la ciudad, como Tacuba y San Francisco, se efectuaba la famosa “quema de judas”.

Los enormes muñecos tenían colgados de sus cuerpos de cartón chorizos, dulces, regalitos, bolsas con panes y hasta tripas con aguardiente. Cuando el pelele estallaba, los objetos volaban sobre la multitud, siempre dispuesta a atraparlos y disfrutar de ellos. Horas más tarde, la multitud dejaba la fiesta y el barullo para dirigirse a la Plaza de Santo Domingo. De ahí salía una procesión que conducía al Santo Entierro hasta la iglesia de la Concepción. Por supuesto que Santo Domingo se convertía en una verbena donde las personas podían tomar pocillos con chocolate que compraban en los portales, acompañados de mamones y rosquillas que ofrecían los mamoneros. Con estas diversiones se terminaban los festejos del Sábado de Gloria.

A todo esto, los judas continuaban su trayectoria de muñecos contestatarios que muchos problemas les había ya ocasionado. Y así, el 17 de marzo de 1853, siendo dictador Santa Anna, el coronel Miguel María de Azcárate dio a conocer un decreto en el cual se prohibía la manufactura y quema de los “judas”. Sin embargo, esta prohibición no acabó con los judas. Años después, el gobierno imperialista de Maximiliano de Habsburgo los volvió a prohibir. Pero la costumbre revivió, pues en la década de los cincuenta, los judas se quemaban en el barrio de la Merced, en las iglesias de Regina, La Palma, San Pablo el Nuevo, y la Profesa. Los comerciantes de estos rumbos solían obsequiar ropa y zapatos para que fuesen colgados en los judas. En este tiempo, los personajes que hacían los juderos se habían diversificado mucho. El 20 de marzo de 1961, el entonces Departamento del Distrito Federal prohibió la venta de cohetes, por lo que la “quema de judas” fue suspendida por temor a las multas. Lo mismo sucedió en 1988, cuando se produjo un accidente en la Merced y el regente prohibió la venta de cohetes para ser usados en cualquier festividad. A pesar de tantas prohibiciones a que han estado sujetos los judas de cartón aún se hacen pues, a Dios gracias, la cultura popular es lo bastante fuerte para resistir los embates de las adversas circunstancias sociales que se presentan y se han presentado en la historia de nuestro pueblo.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Mexicanas Época Colonial

Los últimos días de Hernán Cortés. Leyenda colonial.

Cuenta la leyenda que el último viaje que Cortés emprendió a España no fue tan agradable como el primero que realizara en el año de 1540. El rey le recibió bastante fríamente, sin que por ello en la corte dejaran de llevar a cabo bastantes festejos para celebrar su llegada. Las hermosas joyas en oro y plata que el Capitán le llevaba a Carlos V, de valor inestimable, se habían perdido en un naufragio. El rey, que había prometido interceder en el pleito entre Cortés y el virrey de Mendoza, no tomaba cartas en el asunto, a pesar del tiempo transcurrido. Las cosas no le iban muy bien al marqués. Así las cosas, Cortés pensó en regresar a la Nueva España a morir lejos de la tierra que le trataba tan mal a pesar de las riquezas que le había proporcionado. Para preparar su retorno se refugió en Sevilla, sin pensar que ahí le aguardaban nuevas preocupaciones, a causa del desastroso matrimonio que había hecho su hija María. Tantas vicisitudes le procuraron una fuerte diarrea y otros males no menos graves, que le llevaron a refugiarse en Castilleja de la Cuesta, a fin de evitar a los continuos visitantes que lo importunaban a más y mejor.

Don Hernán había hecho su testamento el 12 de octubre de 1547 en Sevilla, ante el notario don Melchor de Portes y cinco testigos. Las clausulas del testamento estipulaban que si moría en España su cuerpo se depositara en la capilla cercana al sitio donde muriese, para luego ser trasladado a la Nueva España y ser enterrado en Coyoacán en el monasterio de la Concepción de la orden de San Francisco, que se construiría específicamente, en donde  habría una cripta destinada a albergar sus restos mortuorios y los de sus familiares. Asimismo, disponía que al morir se les diesen a cincuenta hombres pobres “ropas largas de paño pardo y caperuzas de lo mismo”, para que con antorchas iluminasen su entierro, finalizado el cual recibirían un real cada uno. También disponía el Capitán que a su muerte en tierras españolas, todas las iglesias y monasterios efectuasen misas, y que luego se oficiaran mil más por las almas del Purgatorio, dos mil por las almas de sus compañeros de conquista, dos mil dedicadas “a quien tenía algunos cargos de que no se acordaba ni tenía noticia”. Además, pedía que a su muerte todos los criados que estuviesen a su servicio fueran regalados con vestidos de luto, se les dice de comer y beber, y a los que no se quedasen al servicio de su hijo Martín, se les pagara “enteramente lo que se les debiese de sus quitaciones”. Una de las clausulas del testamento de Cortés, ordenaba que sus huesos fuesen llevados a México de acuerdo al criterio de su esposa doña Juana de Zúñiga; y que se agregasen a la cripta los esqueletos de su madre doña Catalina Pizarro, que se encontraban en la iglesia del monasterio de Texcoco, y los de su anterior esposa doña Catalina depositados, a la sazón, en el monasterio de Cuernavaca. Agregaba el dicho testamento que en el monasterio de la Concepción, que debía ser construido expresamente para albergar su cuerpo en la capilla mayor, solamente los restos de sus descendientes directos podían ser colocados en ella.

Una vez terminadas las disposiciones de su testamento, el Capitán se retiró de Sevilla y se dirigió a Castilleja de la Cuesta, donde le cuidó fielmente su hijo Martín Cortés, el marqués que no el otro, el bastardo.

Un escritor sevillano relata que Castilleja de la Cuesta era por ese tiempo poco más que una aldea, un lugarón. Algunos caballeros de conocido solar, pero escasos de fortuna, le habían escogido por asiento, y no era extraño se viesen aparecer y descollar, entre las humildes moradas de los labriegos, vastos caserones, destartaladas viviendas, que servían de retiro a estos pobres, pero linajudos hidalgos.

En Castilleja de la Cuesta, Cortés se alojó en la casa de su amigo Alonso Rodríguez de Medina,  la más bonitas del lugar; en ella encontró la muerte en uno de los aposentos de la parte de abajo, en donde el conquistador se encontraba acostado una noche del 2 de diciembre de 1547, acompañado de su hijo Martín Cortés y de su amigo Alonso. Su confesor le había administrado los santos óleos y recibido su confesión. Cortés estaba agitado y su respiración era alto dificultosa. Pasaba de la calma a la desesperación agitada. Su hijo le consolaba. La leyenda nos dice que sus últimas palabras pronunciadas con “acento lúgubre y tristísimo” fueron: -¡Mendoza… nó… nó…Emperador… te, te lo prometo… 11 de noviembre… mil quinientos… cuarenta y cuatro! Aludiendo, sin duda, al rey de España, Carlos V,  y a sus continuos pleitos con el primer virrey de la Nueva España, don Antonio de Mendoza y Pacheco.

En la Historia general y natural de las Indias,  nos dice Gonzalo Fernandez de Oviedo y Valdés:
… que don Juan Alonso Guzmán, duque de medina Cidonia, como gran señor y verdadero amigo de Hernán Cortés, celebró sus exequias y honras fúnebres la semana antes de la Navidad de Chripsto, Nuestro Redemptor, de Sevilla, é con tanta pompa é solempnidad como pudiera hacer con muy grand príncipe. É se le hizo un mausoleo muy alto é de muchas gradas, y encima un lecho muy alto, entoldado con todo aquel ámbito é a la iglesia de paños negros, é con incontables hachas é cera ardiendo, é con muchas banderas é pendones de sus ramas del marqués, é con todas las ceremonias é oficios divinos que se pueden é suelen hacer á un grand príncipe un día á vísperas é otro á misa, donde le dixeron muchas, é se dieron muchas limosnas á pobres. É concurrieron quantos señores é caballeros é personas principales ovo en la cibdad, é con el luto el duque é otros señores é caballeros; y el marqués nuevo o segundo del Valle, su hijo, lo llevó é tuvo el ilustrísimo duque é par de sí: y en fin, se hico en esto lo posible é sumptuosamente que se pudiera hacer con el mayor grande de Castilla.

Otra versión de su muerte asegura que sus restos fueron trasladados al monasterio de San Isidro, mientras se le trasladaba a la Nueva España conforme a sus deseos.  El cuerpo fue recibido por el prior y los monjes del monasterio, ante el escribano de la villa de Santiponce, Andrés Alonso, y teniendo como testigos a ilustres señores. Se le colocó, provisionalmente, en el sepulcro de los condes de Medina Cidonia que se encontraba en el altar mayor. En tal sitio reposó el cruel Capitán hasta el 9 de junio de 1550, cuando sus restos se quitaron para colocar los de Alonso Pérez de Guzmán, duque de Medina Cidonia. Entonces se le trasladó al altar de Santa Catarina en el mismo monasterio. De ahí, fueron llevados sus despojos a la Nueva España en el año de 1566, como lo pidió en su testamento don Hernando Cortés, marqués del Valle de Oaxaca y capitán general de la Nueva España y del mar del Sur, donde su llegada pasó completamente inadvertida por autoridades, cronistas, pueblo, y clero. ¡Sic Transit Gloria Mundi!

Sonia Iglesias y Cabrera


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Mitos Cortos

La creación del mundo. Mito huasteco.

Cuentan los viejos sabios teenek que hubo un tiempo en que no existía nada. No había Tierra ni Cielo, tan solo había un mar infinito y una terrible oscuridad. Un buen día, los dioses decidieron crear el universo y lo concibieron como un todo orgánico estructurado en tres planos. En el plano superior se encuentra el Cielo, sostenido por un pilar llamado T’ithach. Este plano constituye la morada paradisíaca de los dioses, y su naturaleza es caliente.

En el segundo plano está situada la Tierra, Tsabaal, el lugar en que transcurre la vida de los seres humanos. La Tierra se apoya en cuatro hombres situados en los cuatro rumbos cardinales. Estos hombres murieron ahogados, son muy frágiles y están agrietados, por lo que cada año se rompen y se van hacia el Oriente, donde vive Muxi, el Abuelo Trueno, dios omnipotente de la lluvia. Cuando fenecen los pilares humanos en seguida son remplazados por otros hombres que perdieron la vida de la misma manera. Tsabaal es muy bella, siempre verde y fresca, ella es la dueña de todos los animales que habitan sobre su superficie. Es la Diosa Madre con poder absoluto sobre los humanos; se viste como una Puulik Miin, Gran Madre Abuela. La Tierra cuida de que nunca falte el agua y el viento, que también le pertenecen. Los dioses quisieron que la Tierra se moviese en el Tiempo, K’ih, y por el Tiempo. K’ih es su compañero, tiene movimiento pero carece de forma.

El plano inferior estaba formado por el Inframundo, de naturaleza fría y habitada por los muertos. Los dioses quisieron que los tres planos del universo se comunicasen por medio de fluidos mágicos, simbolizados por dos serpientes entrelazadas, las cuales se mueven continuamente, de acuerdo a un movimiento helicoidal.

El universo alberga siete planetas femeninos. Cada planeta posee un compañero: el Movimiento, el cual es de sexo masculino. Los nueve planetas se mueven de acuerdo a los acontecimientos que suceden en la Tierra; así pues, se encuentran regidos por las guerras, el conocimiento, la peste, el clima… La patrona de los planetas y de las estrellas es una gran estrella que recibe el nombre de Puulik Oot, quien a su vez obedece y es regida por el astro Sol, el rey de reyes. Tanto los planetas como las estrellas pueden ser utilizados por los seres humanos para su beneficio.

A los indios teenek los creó una pareja divina: Maam y Muxi, quienes también crearon a la maravillosa planta del maíz. A las demás plantas y a las frutas las cuida Musi, el Trueno, que vive en el mar; gracias a él crecen y maduran. Antes de los actuales hombres, los dioses creadores hicieron varios infructuosos intentos; pero los hombres que produjeron no sirvieron porque eran débiles ya que solamente se alimentaban de la frutita del algodón. Un día, la Abuela Madre fabricó masa de maíz y dio vida a dos hombres y a dos mujeres. Con el olote hizo sus huesos. Desde entonces, los indios no pueden vivir sin el maíz. El dios Muxi envía el maíz a la Tierra, sin el cual los hombres perecerían inevitablemente, porque forma parte de su carne. Los teenek son hombres de maíz.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Mitos Cortos

Huehuecóyotl, el Coyote Viejo. Mito mexica.

Huehuecóyotl, también conocido como Tambor Viejo, fue el dios tramposo de la música, el baile, la canción, la narración, y  la alegría. Los mexicas le asociaron con la buena suerte y la narración histórica. Acertadamente, se le consideró el patrón de la sexualidad desenfrenada; símbolo de la astucia, la sabiduría y el pragmatismo. Los códices y los mitos nos cuentan que Coyote dio el fuego a los hombres, fungió como intermediario entre este mundo y el más allá, curó por medio de los sueños enfermedades tales como  la artritis; y adquirió la fama de seductor capaz de incrementar la potencia sexual de los humanos y  poseedor de la capacidad de cambiar de género a su gusto; a más de poder transformarse en cualquier animal u  hombre. Huehuecóyotl formó parte de los dioses mexicas, fue numen del dios Tezcatlipoca, Señor del Cielo y de la Tierra.

La mitología nos refiere que Huehuetéotl estaba casado con Temazcalteci, la diosa de los temascales, y tenía como amante a Xochiquetzal, que aparte de ser la diosa del amor, lo era de la sexualidad, las prostitutas y las jóvenes. En su advocación homosexual tuvo como amantes a Opochtli, dios de la cacería y la pesca, y a Xochipilli, deidad de las artes, patrón de los homosexuales y de la prostitución masculina. Se trataba de un dios dual, en él se representaban el bien y el mal, la juventud y la vejez, lo masculino y lo femenino.

En el Códice Borbónico, uno de los códices mexicas precolombinos, lo vemos representado como un coyote bailando, con las manos y los pies de ser humano, y tañendo un par de sonajas que muchas veces se convierten en un tambor vertical. Siempre está bromeando, embromando a otros dioses, y metiéndose en terribles problemas. Cuando se aburre, incitaba a los hombres a guerrear tan solo por el placer de verlos pelear. Sus poderes mágicos le permiten utilizar la transformación para llevar a cabo fechorías de muy diversa índole. En el Códice se le ve pintado de color rojo –el color solar- con tocado de coloridas plumas, vestido con un máxtlatl, taparrabo, calzando fuertes cacles, y cubierto de vendas de papel amate; porta una canasta  con cuatro círculos -símbolos del calor, de la vida y de la espiritualidad-, que representan el signo solar tonallo. En el calendario azteca su día sagrado era el cuetzpallin, lagartija (símbolo fálico de Mesoamérica), en posición cuarta de la trecena, cuyo punto cardenal corresponde al Sur

En el Códice Telleriano Remensis, a Huehuecóyotl se le identifica como una energía tutelar de los artesanos de la pluma, y como el encargado de los atavíos de los dioses y señores. Se le ve arreglando al dios Tezcatlipoca con un penacho de plumas, apanecáyotl, y una barba, también de plumas del ave xiuhtótotl, de color azul turquesa, para que el Espejo Humeante acudiera a Tollan regiamente vestido y se enfrentara a Quetzalcóatl, su dualidad rival. Recordemos que Coyote es uno de los tonalin (espíritus asociados al día del nacimiento) de Tezcatlipoca, el famoso y omnipotente dios de los gobernantes, hechiceros y guerreros, hijo de Ometéotl, el creador del universo y principio dual masculino y femenino.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas

Los Pak’an y los Lints’i’. Leyenda huasteca

Cuentan los indios teenek de San Luis Potosí que hace muchos muchos años, cuando Dios creó a los hombres, el universo, y la naturaleza, le dio vida también a los pak’an, criaturas gigantescas cuya morada fueron las sierras. Los pak’an tuvieron una gran descendencia, algunos descendientes muy inteligentes y otros no tanto; todos conformaron las diferentes razas que hay en el mundo. Unos de los descendientes fueron los lints’i’, gigantes casi tan grandes como los pak’an. Los lints’i’ poseían dos brazos y tres pies, y su cuerpo estaba cubierto de pelo. Eran robustos, carecían de dientes pues no los necesitaban, ya que se nutrían de la esencia de los alimentos crudos: satisfacían su apetito con el olor de los frescos granos de maíz y del aroma de las flores. Por esta razón, contaban con un olfato muy desarrollado. Su característica principal era la pasividad, pues no les gustaba  entablar peleas ni guerrear con sus vecinos. Nadie se metía con ellos ni intentaba darles caza.

La vida transcurría tranquila para los lints’i’, hasta el día en que apareció una nueva raza que decidió sentar sus lares en la Huasteca Potosina. Se trataba de seres humanos, de menor estatura que los lints’i, que se alimentaban de carne cruda y de los frutos silvestres que recogían en sus cacerías. Cuando los humanos descubrieron a los gigantes, sintieron mucho miedo, pero poco a poco el miedo fue desapareciendo al darse cuenta de que eran pacíficos e inofensivos. Los seres humanos entablaron una guerra contra ellos con el fin de  correrlos y quedarse con las tierras que les  pertenecían a los tranquilos lints’i’.

Los gigantes no opusieron ninguna resistencia al ataque de los humanos. Llevaron a cabo una reunión y decidieron ir a establecerse a otras tierras, para continuar como hasta ahora habían vivido: en paz y en armonía, sin tener que soportar a los invasores. Pero los humanos no cejaron en su crueldad y los perseguían y provocaban a todo momento, hasta que lograron extinguirlos con sus sanguinarias matanzas. Según nos cuenta la leyenda, no todos los lints’i’ murieron, los que sobrevivieron se fueron a vivir al interior de la Tierra a la que se metieron por una cueva que se encuentra en la Sierra de Piaxtla. Ahí viven todavía y rara vez salen a la Tierra.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Tradiciones

La Semana Santa II, El Triudo Sacro.

Los tres días restantes de la Semana Santa  reciben el nombre de Triudo Sacro. El Jueves Santo nos cuentan los Sagrados Evangelios que Cristo cenó acompañado de sus doce discípulos, hecho que conocemos como la Última Cena. Consistía ésta en un cordero macho asado, absolutamente sin ningún hueso roto, pan ázimo y una ensalada de amargas hierbas; tal como lo ordenaba el Éxodo en su capítulo XII, para conmemorar el día de la Pascua Judía, en memoria del cordero que los judíos, esclavizados por el faraón egipcio, sacrificaron en sus casas, y con cuya sangre marcaron sus puertas, para preservarse de la matanza; pues Jehová, enojado por el trato de esclavos que se daba a su pueblo, había mandado al Ángel de Dios a exterminar a todos los primogénitos de las familias judías.

Al termina de cenar, Jesús lavó los pies de casa uno de sus apóstoles como símbolo de su sagrada humildad. Cumplida su tarea, tomó de la mesa un trozo de pan, rezó, lo bendijo lo distribuyó en pedacitos entre sus discípulos, mientras decía: –¡Tomad y comer, éste es mi cuerpo! Poco después cogió el cáliz de plata que contenía el vino, oró, lo bendijo y exclamó: -¡Bebed todos de él, que ésta es mi sangre. Haced esto en memoria de mí! En ese momento quedó instituido el sacramento de la Sagrada Eucaristía, que siguió celebrándose como parte del ritual de Semana Santa, al igual que el lavatorio de pies. Este día, los feligreses realizan la famosa “visita a las siete casas”. En cada una de las iglesias rezan una “estación” o un “viacrucis” entero. Este peregrinaje simboliza los lugares por donde transitó Cristo cuando fue apresado.

El Viernes Santo Jesús, en el Huerto de Getsemaní del Monte de los Olivos, rezó aguardando a ser capturado por los soldados romanos, a consecuencia de la traición de Judas Iscariote, y Jesús fue sentenciado a morir en la cruz en el Monte Calvario o Gólgota.

Así pues, el Viernes Santo se celebra la Pasión y Muerte de Cristo. Es un día de ayuno y de abstinencia. Los oficiantes de la iglesia se visten de negro, el altar se vacía, y las velas se apagan como señal de luto, porque Cristo murió hace dos mil años.

Este día, en muchos pueblos de México y en la ciudad capital se representa la Pasión de Cristo como parte de las expresiones del teatro popular religioso, cuyo origen se remonta a los tiempos en que los frailes evangelizadores se dieron a la tarea de implantar el teatro religioso medieval, como parte de sus instrumentos evangelizadores. Fue entonces cuando organizaron la representación de “pasos”, forma teatral de corta duración, de tres o cuatro personajes que se escenificaba el día del Santo Entierro, y se acompañaba de música y danza. El primero de estos pasos escenificado en suelo conquistado, se llamó El Auto de la Pasión de Cuernavaca, presentado entre los años de 1525 y 1540. A finales del siglo XVI, fray Francisco de Gamboa, todos los viernes de Cuaresma representaba, en la Capilla de San José de los Naturales de la Ciudad de México, Pasos de la Pasión que organizaba la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad, donde los actores no hablaban. En la mencionada Capilla, fray Juan de Torquemada escenificó los famosos neixcuitilli, escenas mudas ejemplares sobre el Calvario del Señor. Hacia 1583, se tienen noticias de la representación de la Pasión en Chalco Amecameca, organizada por frailes dominicos. Asimismo, en el Pueblo de Coyoacán se presentaba una obra todos los viernes santos. En el siglo XVIII, se escribió en lengua náhuatl La Pasión del Domingo de Ramos que se escenificaba en Tepalcingo, Morelos, organizada por la Cofradía de Jesús Nazareno e integrada por españoles e indígenas, obra desaparecida a mediados del siglo XIX. Su contenido está basado en los Evangelios bíblicos, en los apócrifos y en la inventiva popular.

En Axiopan, Morelos, se presentó a mediados del siglo XVIII, la Pasión según San Mateo, cuyo manuscrito se encuentra, actualmente, en el Archivo Histórico del Museo Nacional de Antropología e Historia. Esta obra incluía cuarenta personajes en escena. En la antigua provincia de Chimalhuacán-Chalco que comprendía Tlalmanalco, Amecameca, Ozumba, Chimalhuacán, Chalco, Cuautla, Yautepec, Yecapixtla, Xochitlan, Tepoztlán, Huexotzingo y Tepalcingo, se escenificaba lo que conocemos como el Ciclo de la Pasión de Tlalmanalco-Amecameca, obras escritas en náhuatl y castellano. En 1768, su representación fue prohibida, pues el dominico fray Antonio Victoria, Comisario del Santo Oficio, aseguraba que las representaciones eran irrespetuosas, ya que Cristo salía semidesnudo y Judas hacía puras payasadas. Las obras de este ciclo fueron escritas y dirigidas por frailes franciscanos, dominicos y agustinos.

Actualmente, las representaciones de la Pasión siguen escenificándose en muchos de los estados de la República tales como Campeche, Chiapas y San Luis Potosí, destacando por su número y belleza las del Estado de México, Distrito Federal, Guerrero, Hidalgo, Michoacán, Morelos, Puebla y Querétaro.

El Sábado Santo es el día en que se sepultó a Cristo. Cuando murió, uno de sus discípulos llamado José de Arimatea, se presentó ante Pilatos para solicitarle el cuerpo del Señor. Junto con su amigo Nicodemo, embalsamó y perfumó el cadáver, y lo envolvió en una sábana, para sepultarlo en una pequeña gruta que tapó con una losa. Ese mismo día, Jesús bajó al Infierno y sacó a las almas de los santos que quién sabe porqué se encontraban ahí atrapadas                                                                                                                                          

Anteriormente, se le conocía como Sábado de Gloria, por conmemorarse la resurrección de Cristo. Pero en 1962, el Concilio Vaticano II convocado por el Papa Juan XXIII, dispuso que la ceremonia conmemorativa se realizase no por la mañana como antaño, sino a la medianoche. Este día, en muchos estados y en la Ciudad de México, se realiza la tradicional “quema de Judas”, y, en las zonas más populares es costumbre mojar a las personas con cubetadas de agua, como símbolo de buena suerte y bendición, y jalarles el pelo o darles de “cocos” a los niños, para que crezcan saludables. Es entonces cuando aparecen apostados en las esquinas los vendedores de judas de cartón y matracas de colorida madera.

El Domingo de Pascua, Cristo resucitó en la madrugada. Pasados cuarenta días, se les presentó a sus apóstoles y todos se fueron al Monte de los Olivos donde los bendijo; hecho lo cual subió al Cielo en medio de una maravillosa nube. Mientras tanto, un ángel bajó de las alturas y les dijo:- ¡Qué esperáis creyentes galileos, Jesucristo no volverá a la tierra hasta que, con esta misma majestad, venga a juzgar a todos los hombres!

Sonia Iglesias y Cabrera


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Leyendas Mexicanas Época Colonial

Juan Cansino y la bella esclava herrada. Leyenda colonial.

En el esplendoroso Valle de México un día, muy temprano por la mañana, una hermosa joven indígena de larga cabellera negra y ojos de obsidiana, se desataba los cordones de sus sandalias hechos con cintas de oro y guarnecidas de piedras preciosas. Ya despojada de sus cacles y con los pies libres, procedió a quitarse el suntuoso huipil de fino algodón blanco, entretejido con pelo de conejo y piececillas de oro trabajadas finamente. La joven se quedó sólo con su  cuéitl, su enagua, decorada con estampados de flores y de aves exóticas. En seguida, procedió a desatarse las gruesas trenzas para dejar caer libre a su lustrosa cabellera, y proceder a la limpieza de su melena y de su joven y fuerte cuerpo con las clarísimas aguas del arroyo junto al que se había colocado. Usando como jabón la yerba llamada amolli se aseó cabellera y cuerpo. Secóse con un lienzo de suave algodón y empezó a vestirse nuevamente. La joven no se había dado cuenta que, escondido entre los matorrales y muy cerca del arroyo, la observaba un joven soldado de Hernán Cortés llamado Juan Cansino. El muchacho era fuerte, guapo, y mujeriego. Al ver a la doncella, Juan quedó muy impresionado con su belleza. Tres días seguidos volvió al mismo lugar con la esperanza de volverla a ver, pero ella no apareció. Al cuarto día, cuando Juan ya desesperaba, la bella india regresó y procedió a asearse cabellera y cuerpo como acostumbraba. En esas estaba cuando sintió que unos fuertes brazos la aferraban y la conducían un bosque cercano el cual atravesaron hasta llegar al campamente en donde se encontraban las tropas del Capitán Cortés. Juan, sigilosamente y sin que nadie se diese cuenta, metió a la chica en una choza y la sentó en un icpalli, la silla indígena que había robado a un cacique. Ante tanta hermosura e impresionado por su increíble cabellera, Juan le declaró su amor a la asustada niña quien, sin proponérselo, había sucumbido ante la gallardía de Juan Cansino y se había enamorado de él.

Las ordenanzas oficiales de Cortés decretaban que todas las joyas, dinero, piedras preciosas, plumajes, y en fin, todas las riquezas que se encontrasen, debían serle entregadas para apartar el quinto real y distribuir lo restante, de manera equitativa, entre sus capitanes y la soldadesca; además, los esclavos indios debían ser herrados y confiscados para que Cortés dispusiera de ellos como más le conviniese. Juan y la joven india estaban muy angustiados porque no había dado parte de su hallazgo a Cortés, y en caso de ser descubierto sería ejecutado lo que implicaba que ya nunca más podría ver a su amada. Un buen día la joven le dijo a Juan que como ambos se querían con locura lo mejor sería que le herrase la cara y la convirtiera en su esclava. A la niña no le importaba perder su belleza con tal de permanecer al lado de su amante. Así se hizo Juan y herró ambas mejillas a su amada con un hierro al rojo vivo.

Culúa,  el cacique padre de la india, por mucho tiempo la estuvo buscando, hasta que alguien le informó que estaba con los españoles y era la esclava de uno de ellos, de un tal Cansino. Culúa, inmediatamente, acudió a ver Cortés para contarle lo que le habían hecho a su hija predilecta, la cual, a causa del herraje sufrido, había perdido se hermosura y se había convertido en una pobre esclava al servicio de Juan Cansino. El conquistador, conmovido ante la pena de Culúa, mandó apresar a Juan y ordenó que se instalase un cadalso en el Real, para que el desobediente joven pagara por sus delitos y fuese degollado.

Juan CansinoAnte  tan terrible situación, Juan Cansino  nombró su defensor al doctor Alonso Pérez. Sin embargo, de nada valieron las valiosas artes del letrado, ni sus argucias ni su sabiduría, pues Juan fue declarado culpable y merecedor de la pena que se le imponía. Sin muchas esperanzas, el joven le pidió a su abogado defensor que fuese a ver a Hernán Cortés para solicitarle una entrevista a solas. Cortés, magnánimo, le concedió la entrevista. Poco después, el capitán y Juan se encontraban en el sitio donde estaba ya construido el cadalso en que había de morir el enamorado raptor.

Los tambores de las capitanías estaban listos para tocar el redoble, las banderas se veían gachas en señal de luto, los conquistadores, tan sanguinarios y duros generalmente, estaban tristes y llorosos. Ante un terrible silencio, Hernán Cortés tomó la palabra: -Capitanes y soldados, Juan Cansino desobedeció y no hizo caso de mis ordenanzas, por lo cual le he sentenciado a  ser degollado. Ya está listo el cadalso, el hacha y el verdugo para que sea cumplida la sentencia. Sin embargo, yo soy una persona agradecida y siempre recordaré con gratitud que cuando me encontraba en la Isla La Española, preso y vejado, Juan Cansino me liberó con riego de perder su propia vida, la arriesgó para salvarme de una muerte segura. Por este hecho, del que siempre estaré agradecido, hoy yo le perdono la vida y conmutó la pena a ser desterrado a España.

Juan, emocionado y lleno de gratitud, abrazó a Cortés, al cacique Culúa y a la hermosa india de espectacular cabellera negra y lacia. Los tambores redoblaron alegres, las banderas ondearon al viento, todos los capitanes reían y se abrazaba de contento, y Juan Cansino fue llevado en hombros por todo en campamento Real. Culúa también perdonó a Juan.

Poco tiempo después, el soldado de Cortés y la bella esclava herrada, llegaron a Castilla, se establecieron en una modesta pero bonita y confortable casa, donde vivieron muy felices y tuvieron muchos mesticitos…

Sonia Iglesias y Cabrera