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Leyendas de Terror

La calle del puente del clérigo

En 1649, vivió el sacerdote Don Juan de Nava, quien cuidaba a su sobrina Doña Margarita Jáuregui ya en edad núbil.

Don Duarte Zarraza, caballero portugués de buena presencia, conoció a Doña Margarita en una fiesta virreinal y la cortejó hasta hacerse novios. Don Juan investigó la vida de ese caballero y descubrió que tenía una vida disipada, también deudas y se separó de dos mujeres dejando bastardos. Así que le prohibió a su sobrina seguir el noviazgo, pero hizo caso omiso para tener un romance furtivo. Al caballero portugués también le prohibió lo mismo ni acercarse a la casa ni al puente cercano.

Como el sacerdote siempre se opuso al romance, Don Duarte tuvo deseos de matarlo. Una noche Don Duarte fue a casa de su amada para convencerla de escapar a Puebla de los Ángeles donde se casarían, pero repentinamente vio a Don Juan caminando por el puente. Don Duarte, ya iracundo, llegó al puente, discutió y le clavó su puñal al sacerdote en la cabeza, aquel cayó muerto y lo tiró al agua. Don Duarte se ocultó, porque muchos sabían de la oposición del sacerdote, y después se refugió en Veracruz por casi un año.

Pasado ese tiempo, regresó por Doña Margarita y una noche caminó por aquel puente hacia su casa… no se sabe que le sucedió, pero a la mañana siguiente amaneció muerto con mueca de terror y estrangulado por un esqueleto sucio vestido con sotana hecha jirones que tenía clavado en el cráneo el mismo que el le habia clavado al opositor de su amor. Tiempo después debido a esa leyenda, al puente y a la calle que después se formó se le llamó La Calle del Puente del Clérigo, y después se renombró a 7a. y 8a. de Allende.

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Leyendas Urbanas de Terror

El Árbol

Cuando era pequeño solíamos ir a la casa de mis abuelos cada fin de semana, prácticamente ya era de ley reunirnos con mis primos y mi demás familia.

Mis primos y yo siempre nos gustaba jugar debajo de un árbol que nos decía mi abuela que había estado allá desde hace más de 40 años, ya que su padre lo había sembrado.
Siempre una tía nos contaba que no deberíamos jugar debajo de ese árbol ya que se decía que había aire (Algo maligno), en fin siempre la ignorábamos e íbamos a jugar canicas o trompos bajo ese árbol ya que nos daba mucha sombra.
Un fin de semana que fuimos me la pase jugando bajo ese árbol casi todo el día con mis primos, nos regresamos a nuestro hogar y era todo normal.
Al siguiente día no me sentía bien, tenía mucho vomito y un tremendo dolor de cabeza, era yo pequeño aun y sentía que me estaba muriendo, estaba súper deshidratado y por más que llevaron con 2 doctores no veía mejoras.
Mi madre le llamo a mi abuela y le comento que me tenía que llevar con un curandera, ya que presentía que yo había cargado el aire maligno, por mi parte estaba muy mal de salud, estaba viendo esta borroso.
En fin, mi madre decidió llevarme con una curandera que se presumía que era la mejor de la ciudad, cuando llegamos en verdad estaba muy asustado ya que no sabía lo que me podría hacer.
Esperábamos turno ya que había 2 personas que anteriormente llegaron antes de nosotros, lo que me asusto demasiado era un letrero que decía “No insulte ni agreda a los espíritus”, me quede asombrado que hasta creo que el dolor de cabeza se me quito.
Por fin llego nuestro turno y entramos a un cuarto demasiado extraño, la señor saco unas cartas de las cuales las acomodo de forma horizontal, empezó a decir palabras extrañas y me empezó a describir todo lo que había hecho el día anteriormente en la casa de mis abuelos.
En realidad estaba asombrado, menciono que estaba jugando debajo de un árbol y que el aire maligno lo tome a las 12 de la mañana, hora que no se debe estar debajo de ese árbol, termino de leer las cartas y saco unas ramas en donde las remojo con un líquido verde y me empezó a pegar todo el cuerpo.
Cuando salimos del cuarto se sentía muy extraño, nos quitamos inmediatamente y antes de llegar a mi casa estaba completamente normal, no me sentía mal y en verdad que me sentía como nuevo, desde eso siempre he creído en todo lo relacionado con los espíritus y fantasmas, ya que he tenido una experiencia demasiada extraña que me convenció completamente de creer entre el bien y el mal.
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Leyendas Mexicanas Prehispanicas

Huixtocíhuatl, la inventora de la sal. Leyenda prehispánica.

Nuestros abuelos mexicas idolatraron a Huixtocíhuatl, Mujer de Huixtotlan, como la diosa de los comerciantes de la sal y de las mujeres de la vida airada. Solíanla relacionar con los lagos y los mares donde existen salinas. Asimismo, la veneraron como una de las diosas de la fertilidad. Fue una hermosa divinidad acuática, cuyos colores simbólicos fueron el azul y el blanco, hermana del dios de la lluvia Tláloc, y de sus ayudantes los Tlaloques. Contrajo nupcias con Tezcatlipoca, el Espejo Humeante, Señor del Cielo y de la Tierra.

Vestía nuestra diosa huipil decorado con olas de agua  con chalchihuites bordados –piedra semi preciosa verde-  más una falda, o enredo, a juego. Pintada su cara  de color amarillo. Portaba orejeras de oro puro, gorro de papel con plumas de quetzal, y sandalias con pequeñas campanas de plata. En las manos sostenía un escudo decorado con una flor acuática elaborada con hojas de la hierba llamada atlacuezona (Nymphaea Ampla), del escudo colgaban plumas de papagayo rematadas en flecos recamados con flores hechas con plumas de águila. En el tobillo Huixtocíhuatl lucía cascabeles de oro y caracolitos blancos de reluciente plata.

La diosa de la Sal habitaba en el Cuarto Cielo –de los trece existentes surgidos de la cabeza de Cipactli, el cocodrilo que mató Quetzalcóatl para crear la Tierra- llamado Ilhuícatl Huitztlan, el Cielo de la Estrella Grande, donde se movían la estrella Venus, Citlalpol; la Luna, las estrellas, el Sol y los cometas; y donde moraba Quetzalcóatl bajo la advocación de Tlahuizcalpantecuhtli, El Señor del Lucero de la Mañana.

Contaban los narradores de leyendas mexicas que por haber peleado con sus hermanos los dioses de la lluvia, Huixtocíhuatl fue desterrada por ellos y enviada a vivir a las costas donde había aguas salinas. Llegada a su destino, se abocó a inventar la sal, o mejor, a substraerla en tinajas, procesarla, y obtener los granos para poder ser consumidos como condimento de los alimentos. Nuestra venerada diosa enseñó a los mexicas cómo embalar la sal, gruesa o fina, en pequeños costales de cuatrocientos cántaros de sal cada uno, en forma de blancos panes redondos o alargados, muy limpios carentes de cualquier suciedad o arena. Pero las dádivas de la divinidad a los indígenas no quedaron ahí, sino que les enseñó a curar las postemas (abscesos de pus supurantes) con orines, hierbas y sal llamada iztaúhyatl; y a emplearla como preservativo, como sustancia pulidora de metales, y de los dientes, a los cuales quita el horrible sarro.

A la diosa de la Sal se le festejaba en el séptimo mes del calendario llamado  Tecuilhuitontli, Pequeña Fiesta de los Señores, del 2 de junio al 21 de junio. En tal ceremonia, se le sacrificaba una mujer que debía vestir los mismos atavíos que la diosa. Desde temprano, todas las mujeres cantaban y bailaban en derredor de la doncella elegida para el sacrificio, asidas a una liana de flores, la xochimécatl. En sus cabezas, lucían coronas elaboradas con la yerba denominada iztauhyatl, “agua de la deidad de la sal”, conocida por nosotros como estafiate, la cual despedía cautivantes olores, además de curar el hígado. Los pocos hombres que solían acompañar a las danzarinas, portaban flores de cempoalxóchitl, la sagrada flor de los muertos. Toda la noche duraban las danzas y los cánticos en honor a la diosa de la sal; iban las bailarinas guiadas por ancianos capitanes que dirigían los cantos y las danzas. La doncella que representaba a la diosa danzaba en medio de las otras bailarinas; por delante de ella iba un anciano que portaba en las manos un hermoso plumaje llamado uixtopetlácotl. Todas estas danzas y cantos duraban diez días, empezaban por la mañana y terminaban a la medianoche. Al llegar la mañana del último día, los sacerdotes llevaban a cabo una fiesta y un baile llevando en las manos grandes flores amarillas, las ya nombradas cempoalxóchitl. Durante la última festividad, que duraba todo el día, llevaban al templo de Tláloc hombres cautivos que serían sacrificados a lo largo de la celebración: los esclavos llamados uixtotin, quienes lucían papeles en el cuello y un colorido plumaje de águila en la cabeza, a la manera de una pata de águila con las garras hacia arriba.

Cuando acababa el día, llegaba la hora del sacrificio de la mujer que personificaba a la deidad. Subíanla a lo alto del templo de Tláloc seguida de los esclavos destinados a morir en primer lugar. Llegado el turno de la “diosa”, cinco jóvenes le sostenían los pies, las manos y la cabeza sobre la piedra de sacrificios. Un sacerdote le abría el pecho y le sacaba el palpitante corazón, el cual depositaba en una jícara, chalchiuhxicalli, y lo ofrecía a Tonatiuh, el dios Sol, al tiempo que se escuchaba la música de caracoles y tambores. La fiesta terminaba con una gran comilona rociada de pulque y otras bebidas, que las personas efectuaban en sus casas de los diferentes barrios que componían la limpia y hermosa ciudad de Mexico-Tenochtitlan.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas

Piquite Ziña.

En la cultura zapoteca el culto al sagrado Murciélago, Piquite Ziña, inició hacia el año 100 a.C. Piquite Ziña simbolizaba el sacrificio, la noche y la muerte. Se le relacionaba con la fertilidad y con el dios del maíz. Solía representársele con el cuerpo de un hombre vestido con taparrabos y la cabeza de un murciélago con los rasgos animales muy realistamente elaborados.

Una leyenda tradicional oaxaqueña cuenta que en tiempos pasados el murciélago se llamaba Biguidibela, Mariposa Desnuda. Un día en que hacía mucho frío, decidió ir al Cielo y pedirle al dios creador que le cubriera el cuerpo con plumas. Pero en ese momento el dios carecía de plumas y le dijo al murciélago que bajase a la Tierra y le pidiese una pluma a cada ave. Biguidibela obedeció, descendió y pidió una pluma a las aves más bellas y de deslumbrantes plumajes. Al final de su tarea, el murciélago cubría su cuerpo con despampanantes plumas que mostraba a todos aleteando feliz y vanidoso. En uno de sus vuelos creó al arco iris. Pero la vanidad venció a Biguidibela, y se volvió prepotente y grosero con las aves a quienes humillaba y encontraba carentes de cualidades. Cuando el dios creador se dio cuenta del absurdo comportamiento del murciélago, le ordenó que subiese al Cielo. Así lo hizo lleno de vanidad y emprendiendo audaces y hermosos revoloteos que ocasionaron que fuese perdiendo su colorido plumaje hasta quedar completamente desnudo, como al principio. Apenado ante este doloroso hecho, Biguidibela se fue a vivir a una cueva, y perdió la vista para no ver su carencia del otrora bello plumaje. La vanidad lo había perdido.
                                                                                                   Sonia Iglesias y Cabrera

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Mitos Cortos

Koo-Mahimm Hahay’tahm, La Mujer Pintada. Mito seri.

En un tiempo muy lejano, sólo existía el mar, el Cielo y los animales marinos. Un día los animales se reunieron y decidieron ir hasta el fondo del mar, para traer un poco de arena y formar la tierra. Cada uno de ellos lo intentó, pero el mar era tan profundo que ninguno pudo llegar hasta el fondo. Le llegó el turno a la Caguama, que es la tortuga más grande que nunca haya existido. Se sumergió en el mar y tardó muchos días en regresar. Todos los animales le esperaban con creciente ansiedad. Pasado un mes, Caguama regresó. Había podido llegar hasta el fondo del océano y había cogido bastante tierra, pero en el camino se le había caído y sólo le quedó la tierra que se le metió en las uñas. Con esa tierra arenosa se formó la Tierra.

El primer ser que existió fue una mujer que se llamó Koo-Mahimm Hahay’tahm, Mujer Pintada, pues su cara y cuerpo estaban decorados de color azul. Como era bonita la llamaban La Mujer que es Bella. La diosa había surgido del carrizo que salía de la Tierra desde el principio de los tiempos. Un día, decidió irse de donde se encontraba y llegó hasta un lugar en el cual encontró a un hombre, se casó con él y al año tuvo un hijo; al que siguio una niña, que tuvo como padre al Sol, pues un día la Mujer Pintada se acostó en un hueco que cavó en la arena.

El Sol la vio, fue hacia ella y la preñó con sus rayos luminosos. La cría se llamó Ahnt Kai’, quien fue la diosa de las mujeres y de los niños. Le gusta volar de noche y mora en una casa blanca situada en la punta de la Isla Tiburón.

De la pareja inicial de la Mujer Pintada y el hombre que encontró nacieron hombres y mujeres. A lo largo de seis generaciones, los indios se casaron entre hermanos y hermanas. Cada matrimonio procreaba sólo dos hijos: un hombre y una mujer. En la séptima generación nació sólo una niña que se casó con el hijo de un hombre de otras generaciones. La mujer procreó doce hijas y de ellas provienen todos los seris. Antes, las familias existentes vivían disgregadas; gracias a las hermanas, que permanecieron unidas,  se formó la tribu de los seris.
                    Sonia Iglesias y Cabrera

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Tradiciones

La cartonería tradicional

De entre el polifacético mundo del arte popular mexicano destaca el frágil, efímero, colorido y tradicional arte de la cartonería. Esa actividad creativa que por medio del cartón y el papel, logra espectaculares piezas artísticas.

La cartonería mexicana no es de raigambre prehispánica. En nuestro país se inició durante los primeros años del virreinato, muy posiblemente hacia la primera mitad del siglo XVI, cuando los primeros frailes franciscanos, en su afán evangelizador, implantaron en nuestra tierra las principales festividades del calendario cristiano.

Tal es el caso de las famosas Misas de Aguinaldo instauradas por fray Diego de Soria en el cercano convento de San Agustín de Acolman, que darían lugar a las tradicionales Posadas, tan propias de nuestra cultura popular. En dichas celebraciones, efectuadas nueve días antes de la Navidad, se acostumbraba romper la piñata, maravilloso juguete alegórico de alma de barro y vestimenta de cartón y papel de China. El 6 de enero, Día de la Epifanía o Aparición, los tan esperados Reyes Magos obsequiaban a los infantes con cascos de cartón, junto con espadas de madera y muñecas de trapo para las niñas. Asimismo, el día de San Juan Bautista, celebrado desde la Colonia el 24 de junio, los artesanos fabricaban máscaras barbadas, caballitos y sombreros de pico, utilizando el cartón y el papel.

Para el Sábado de Gloria, como ejemplo edificante del adoctrinamiento cristiano, se elaboraban para ser quemados enormes judas de cartón que representaban diablos, brujas y alguno que otro personaje de la autoridad no muy apreciado por el pueblo, a quien simbólica y catárticamente destruían por medio del fuego.

En las celebraciones de Corpus Christi, en que se conmemora el Sacramento de la Santa Eucaristía, se acostumbraba regalar a los niños la famosa tarasca, especie de dragón alado de cartón, con ruedas en las patas y cola en forma de lanceta, réplica en miniatura de la figura que salía en las procesiones de Corpus, acompañada de las tarasquillas, monigotes de madera que se subían al lomo de la tarasca y de un grotesco gigante llamado Mojigón.

Una de las fiestas más importantes de nuestro país ha sido, sin lugar a dudas, el Día de Muertos. Para esta fecha, desde antaño los artesanos del cartón han elaborado juguetes alusivos a la muerte: esqueletos bailarines, cráneos multicolores profusamente adornados, esqueletos que representan personajes populares, entierros en sempiterno camino entre una iglesia y otra, procesiones de curas, con cabeza de garbanzo, condenados a cargar ataúdes y tumbas cuyo muerto se levanta al arbitrio de un cordel. Arte en cartón que, desgraciadamente, poco a poco tiende a desaparecer, sofocado bajo la supuesta modernidad.

Al paso del tiempo, el arte de la cartonería trascendió la etapa virreinal y nuevas expresiones vinieron a enriquecerlo. Entonces aparecieron las cornetas de cartón, los cascos militares al estilo etrusco, romano o de soldado insurgente, máscaras zoomorfas y gorros de hada  y pastora que los padres compraban a sus hijos en las verbenas de los días 15 y 16 de septiembre, festividades instituidas por decreto de la Regencia el 2 de marzo de 1822.

Fabricar objetos artísticos con un material aparentemente tan elemental como el cartón, requiere, fundamentalmente, del don de la creatividad; de esa inspiración intangible y ancestral que poseen con creces los artistas populares mexicanos y que los convierten en verdaderos artífices. Por medio de la aplicación de técnicas y acabados tradicionales, los maestros cartoneros elaboran piezas de arte que bien merecerían una vida más larga que aquélla un tanto breve a las que están condenadas.
Los artistas del cartón dan forma a sus creaciones plásticas empleando, básicamente, papel recortado y remojado en engrudo. Algunas veces trabajan con moldes y armazones de carrizo o alambre. Con estos sencillos elementos de las manos de los artesanos surgen máscaras, cascos, muñecas, caballitos, tumbitas, esqueletos, alebrijes, judas, personajes de la vida cotidiana y muchas piezas más coloreadas con anilinas que les proporcionan un luminoso acabado.

Actualmente, la mayor parte de los objetos de cartonería son lúdicos o decorativos. Cada una de las creaciones de la cartonería posee su propia técnica de manufactura. Así por ejemplo, las máscaras, los cráneos y las calaveras son elaborados por medio de moldes de yeso, barro o madera que untan con sebo para que sirva de aislante y sobre los cuales van pegando trozos de papel cortado, remojado e impregnado con engrudo o cualquier otro pegamento. Posteriormente, los artesanos dejan secar las piezas al calor del sol o cerca de una estufa preferentemente de petróleo. Cuando han obtenido el secado deseado, los objetos se pintan con blanco de España y se decoran con pinturas.

Los judas de menor tamaño también se hacen en moldes. En cambio los grandes, que a veces llegan a medir hasta cinco metros, requieren de una armazón de carrizo, material que debe limpiarse muy bien para que no quede rastro de la pulpa que se pudre y echa a perder el trabajo. Durante el proceso de armado, el carrizo se moja constantemente, a fin de que no pierda su flexibilidad, se rompa y no se pueda trabajar. A la estructura que se forma con el carrizo o alambre, los artesanos la llaman “alma”. Cuando se emplea el alambre, se va uniendo por medio de cuerdas enceradas. Ya que está preparada el “alma”, se cubre con papel y engrudo, hasta darle la forma a la figura que se quiere hacer, se deja secar, se pinta y se le agregan sus venas de cohetes.

Los alebrijes, figuras fantásticas derivadas de la cartonería tradicional, suelen elaborarse con «alma», o bien solamente con las manos y el papel engomado, modelando extraordinarias esculturas policromadas. Con el fin de calcular el tamaño y el grosor de los alebrijes, el artesano utiliza la técnica del escantillón, cuyo instrumento es nada menos que la cuarta de su mano, pero también puede medir valiéndose de un hilo y una varita. A veces, suele dibujar la figura sobre el piso para que le sirva como una especie de “patrón”.

Los instrumentos de trabajo de los cartoneros son, básicamente, tijeras, martillos, pinceles de pelo animal, formones, cuchillos, brocas, agujas, lijas y brochas. Como materias primas emplean alambre, barniz, anilinas, blanco de España, cartulina, cartoncillo, carrizo, cola, hilo de cáñamo, madera, otate, japán, sebo, yeso, vinagre y variados tipos de papel como el metálico, de China, estaño, estraza, manila y periódico.

Las más de las veces las artesanías en cartón se fabrican en talleres familiares, acondicionados en la casa para tal efecto. En el trabajo participan, en mayor o menor medida, todos los miembros de la familia, quienes aprenden el oficio en el cotidiano quehacer y adquieren el conocimiento y la experiencia a través de generaciones. En los talleres familiares existe una cierta división del trabajo, pero siempre encontramos el maestro o la maestra que se auxilia de sus oficiales y aprendices. Entre los lugares más destacados que elaboran la cartonería, cabe mencionar al Distrito Federal, la Ciudad de Oaxaca, Miguel Allende y Celaya en Guanajuato, Michoacán, Zacatecas y el Estado de México

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Mexicanas Prehispanicas

Quimichpapálotl, el murciélago legendario.

En la dulce lengua náhuatl al murciélago se le conoce con los nombres de quimichpapálotl, “ratón mariposa”; y tzicanan, “murciélago”. Su carácter sagrado ha prevalecido hasta nuestros días en muchas comunidades indígenas y aún se mantienen vigentes leyendas y mitos en la tradición oral.

Una leyenda mexica narra que Tzinacan, otro nombre de Quimichpapálotl, nació de la simiente y la sangre que derramó Quetzalcóatl durante uno de sus auto-sacrificios. Poco después, la Serpiente Emplumada buscó a la diosa Xochiquetzal y mordió su órgano genital y lo llevó a manos de los dioses. Del agua con que lo lavaron surgieron múltiples flores de exquisitos aromas. Los dioses decidieron llevar el órgano a Mictlantecuhtli, el Señor del Inframundo, quien lo recibió, lo lavó otra vez, y de esa agua sagrada nació el cempasúchil, la amarilla flor de los muertos.

Otra leyenda nos narra que un día Quetzalcóatl estaba lavando su divino cuerpo cuando sus manos tocaron su pene y eyaculó. El semen cayó sobre una roca y de ella nació el murciélago quien se convirtió en el mensajero de los dioses por excelencia.

Quimichpapálotl estuvo relacionado con los puntos cardinales, pues fue el genio del este, así como el océlotl, jaguar, lo fue del norte; acipactli, monstruo del agua, representaba al genio del oeste; y cuautli, el águila, se relacionaba con el sur. Los templos nahuas dedicados a  Tzinacan fueron construidos en forma de herradura, con los altares ubicados hacia el este, donde se ubicaba el Inframundo. Los sacerdotes solían invocarlo para curar las enfermedades que pudiesen atacar a sus alumnos y darles muerte, pues consideraban que el dios tenía el poder de mantener la vida o de quitarle cortando el hilo invisible que unía el cuerpo con el alma.

En los templos llamados Cuauhcalli de Tenochtitlan, existía una sala compuesta de dos cuartos secretos: uno circular y otro rectangular. La sala recibía el nombre de Tzinacalli, La Casa del Murciélago. En esta sala se efectuaban las ceremonias de iniciación de los guerreros Jaguar y Águila. En el cuarto rectangular se guindaba un espejo de obsidiana y se encendía en el fuego una hoguera. El iniciado debía quedarse durante una noche en esta cuarto oscuro, mirarse en el espejo  y resistir. Si aguantaba verse y esperar, pasaba al cuarto circular donde un sacerdote le prendía fuego a la imagen del guerrero fabricada en papel amate, hecho que simbolizaba el paso de las tinieblas a la luz. El candidato debía  caminar hasta la luz de la fogata y decir las palabras: -¡Soy un hijo de la Gran Luz, Tinieblas, apártense de mí! En ese momento se escuchaba un poderoso batir de alas y aparecía la sombra de un ser humano con alas de murciélago que intentaba decapitar al intruso que se había atrevido a invadir sus dominios. Si el guerrero mostraba miedo, se le abría una puerta por la cual podía salir. En cambio, si resistía al temor hasta el amanecer y hacía frente a Quimichpapálotl, la puerta se abría para dar paso a un sacerdote-guerrero que le daba la bienvenida y le invitaba a entrar al templo, pues había demostrado su valentía.

Tzinacan, en su calidad de animal sagrado, quedó registrado en muchos de los códices  que han llegado hasta nosotros. Según nos presenta al murciélago el Códice Borgia (láminas 49 a 52) -o Códice Yoalli Ehécatl, Noche y Viento-  se trata de un animal que arrancaba las cabezas, un demonio entre los seres fantásticos del bestiario. Se le representa pintado de verde, en una mano lleva un átlatl, y con  la otra le saca el corazón a un esqueleto rojo con manchas amarillas. Como pectoral tiene una cabeza humana sangrienta. En la lámina 44 de dicho Códice, el sagrado Murciélago entrega a Xochiquetzal, diosa de las flores, un corazón humano, acción interpretada como  la entrega de la  vida del dios a la diosa, hecho que nos presenta al murciélago como un dador de vida.

En el Códice Vaticano B (láminas 24 a 27, figura 2) de comienzos del siglo IV, se le representa con una cabeza en las manos, pintado de color rojo, y con los bordes de los ojos  amarillos. Por su vestimenta y actitud sugiere a un tlacazinacantli, es decir, un hombre disfrazado de murciélago, ya que debajo de la garra del animal podemos ver una mano humana. Como tocado lleva una venda en la frente a la manera de dios solar, adornada con un chalchíhuitl, piedra verde sagrada, y con una cabeza de ave estilizada que le cae sobre la frente; a más, luce el gorro cónico de Quetzalcóatl, mitad rojo y mitad negro, con plumas en la parte de la nuca, por lo que se relaciona con Quetzalcóatl y el sacrificio.

El Códice Féjévary-Mayer (láminas 41 y 42) nos muestra un hombre-murciélago cubierto de piel, con cabeza de murciélago, pintado de verde, el cabello oscuro, con un escudo en la región occipital, y una pequeña bandera de papel atributos todos que simbolizan al dios de la muerte. En la mano derecha lleva una cabeza humana y en la otra un corazón arrancado del pecho de la víctima.
                               
Sonia Iglesias y Cabrera

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Mitos Cortos Mitos Mexicanos Sinaloa Sonora

Itom Achai e Itom Aye. Mito mayo.

El mundo fue creado por Itom Achai, Padre Sol, Nuestro Padre, identificado también como Jesús, y por Itom Aye, Nuestra Madre. Itom Achai se representa por medio de una especie de cruz de brazos iguales, similar a la cruz gamada. La tarea de ambos consiste en cuidar a los indios, y con ese fin la Madre les realiza muchos milagros, pues Itom Aye forma parte de la Sagrada Familia cristiana. Itom Achai hizo al mundo y creó todo lo que existe; lo hizo muy bien y correctamente. Pero el dios tenía un amigo llamado Caifás, que es el  Diablo, que quiso imitarlo en aquello de crear mundos. Así, cuando Itom Achai creó a la gallina, que se puso muy contenta porque el dios le había dado el aliento, Caifás quiso hacer otra y la hizo de barro; pero  la elaboró tan mal que resultó un tecolote. Sin embargo, a pesar de su error, Caifás tenía mucho poder, tanto como el dios, pero lo empleaba incorrectamente, ya que lo usaba  para hacer el mal y por eso muchas de las cosas que hacía no servían para nada.

El Señor Dios Itom hizo también la luz del día y a las personas que eran todas buenas. Cuando hizo al primer hombre utilizó barro y lo puso a dormir en un sueño profundo; mientras tanto, procedió a sacarle una costilla al hombre de barro, para dar forma y vida a la mujer. Caifás, en cambio, cuando hizo a los seres humanos, los hizo malos, tal como él era. Los templos también fueron hechos por Dios, quien decidió poner a prueba a los humanos y les dio un lapso de seis mil años, a fin de ver si lo escogían a él o a Caifás. Este Diablo, hace todo los posible por ganar para que lo escojan a él, pero tan sólo han transcurrido  dos mil años y todavía quedan cuatro mil para saber quién de los dos va a ganar.

Cuando los hombres son malos les envía un diluvio, para que se ahoguen. En el Diluvio que les envió sólo quedó Noé y su Arca con sus animales formando parejas. Cuando sucedió la catástrofe del Diluvio, el dios  envió a Kooni, el Cuervo, para que le dijese si ya había terminado, pero Kooni nunca regresó. Decidió entonces enviar a una paloma la cual si regresó portando  una flor en el pico, señal de que el Diluvio había terminado.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas

Los aluxo’ob

Los aluxo’ob, plural de aluxe, seres fantásticos de pequeña estatura de no más de cuarenta centímetros, viven en las cuevas, los bosques, y junto a las piedras, acompañados de sus perritos de barro. A la puesta del sol, gustan de salir a pasear a los montes y a las milpas.

Van vestidos a la usanza maya y tienen la carita de un niño indígena. Para tenerlos en paz, se les ponen ofrendas de comida y, de esa manera, cuidan que las milpas produzcan cosechas abundantes y  dejan de molestar a los humanos enviándoles un aire que los enferma y les produce escalofríos. Para que las milpas sean fértiles, los aluxo’ob secuestran a los chaakob, diosecitos de la lluvia, y lo ponen a trabajar en la milpa. También se les pide que cuiden una finca o un henequenal.

Un jmeen, chamán, se encarga de hacer una figura de un aluxe con barro, cera, tela, hoja de elote o madera, que va desde los cinco a los veinticinco centímetros de altura. Con semillas de frijol se forman sus ojos, dientes y uñas y para vestirlo se emplean hojas de elote. La figura ya engalanada se presenta al dios Sol y al dios Chaak de la lluvia y se derraman nueve gotas de la sangre de uno de los dedos del propietario. El chamán sopla en la parte posterior del aluxe y dice el nombre del propietario que ahora es el amo del duendecillo.

Esta ceremonia asegura que el aluxe se encargará de espantar a los ladrones con pedradas y gritos estridentes, y enfermará a las personas que se acerquen a la milpa a hacer de las suyas. Es indispensable que el amo del aluxe le ponga su ofrenda y le otorgue días de descanso –tradicionalmente martes y viernes-, pues de no ser así, la furia del aluxe recaerá sobre él. Es en ese momento que aparece con sombrero y fusil acompañado de un perrillo. Una vez terminado su trabajo de cuidador de la milpa, el jmeen les explica de forma clara al aluxe que ya no se requieren sus servicios y que se puede retirar.
                                   
Sonia Iglesias y Cabrera

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Tradiciones

La pintura corporal de los mexicas.

Dellos se pintan de prieto, y ellos son de la color de los canarios, ni negros ni blancos, y dellos se pintan de blanco, y dellos de colorado, y dellos de lo que fallan, y dellos se pintan las caras, y dellos todo el cuerpo, y dellos solo los ojos y dellos solo la nariz. Cristóbal Colón, Diario.

La pintura corporal se ha utilizado en una gama muy amplia de culturas pasadas y presentes. Los lugares en donde se ha empleado abarcan América, África, Australia, Asia, la Polinesia y Europa. Los colores que se utilizan en las pinturas facial y corporal son muchos y muy diversos, tantos como provee el medio ambiente. Por ejemplo, en América predomina el color rojo del cual  por siglos han hecho uso pueblos tan dispares como los kutchin, los cree, los seris, los cherokee, los tupi, y otros grupos más. Aclaremos que el color rojo se combina con otros colores, pero manifiesta su predominio, sin dejar por ello de tratarse de decoraciones policromas. Los indios de América del norte pintan el rostro con más frecuencia que el cuerpo; en cambio, en América del sur, se acostumbra pintarse cara y cuerpo. La pintura puede ser ocasional, con motivo de determinadas ceremonias, o permanente, como parte de las costumbres cotidianas. Algunas veces la pintura está restringida sólo a los hombres,  otras sólo a las mujeres, como fue el caso de las prostitutas mexicas. Es válido afirmar que cada grupo cultural tiene sus propios diseños, sus motivos, su simbología, sus características y su combinación cromática, según el caso en que se utilice la pintura. Veamos cómo fue que nuestros antepasados los mexicas hicieron uso de la pintura corporal y facial, misma que sigue empleándose en numerosos pueblos indígenas de nuestro país con carácter ceremonial o cosmético.

Mujer India PintandoseLa pintura corporal entre los  mexicas, tuvo funciones ceremoniales y castrenses. En los famosos tianguis de Tenochtitlan y de Tlatelolco, había pintores y pintoras que decoraban la piel de los solicitantes mediante el correspondiente pago. Las personas acudían a estos artistas cuando debían asistir a alguna ceremonia importante, a un baile o una batalla. Los pintores utilizaban cajetes conteniendo diversos colores, y pinceles de varias medidas, para decorar la faz y el cuerpo de las personas. Fray Toribio de Benavente, Motolinia, nos cuenta en su Historia de los indios:

Cuando habían de bailar en las fiestas solemnes, se pintaban y se tiznaban de mil maneras; y para esto el día en que había baile, por la mañana venían luego los pintores y pintoras al tianguis… con muchos colores y sus pinceles, y pintaban a los que habían de bailar los rostros, y brazos y piernas de la manera que ellos querían; y así embijados y pintados, se iban a vestir diversas divisas… y de esta manera se pintaban para salir a pelear cuando tenían guerra o alguna batalla.   

Las prostitutas mexicas también solíanse pintar de colores. Por ejemplo, empleaban  lodo y  añil para que el cabello brillase esplendorosamente. Los senos y los brazos los decoraban con motivos varios en color azul, xiuhuitl. El rostro lo pintaban con grasa amarilla fabricada con axin,  cuyo tinte se extraía de un insecto conocido con el nombre de axocuilin, criado en un árbol llamado axquáhuitl. Los insectos se recolectaban y se hervían para hacer un ungüento que se guardaba en hojas de maíz. El pigmento de color amarillo intenso recibía el nombre de coztic. Estas mujeres dedicadas a la prostitución, solíanse teñir los dientes con grana, masticaban todo el tiempo tizctli, chicle, y se dejaban el largo pelo suelto a fin de verse más atractivas.

Pintura corporalLas mujeres mexicas no dedicadas al sexo como profesión, usaban bellos y decorados huipiles y faldas; coloreaban su cara de amarillo, de rojo, o de negro, color éste último que obtenían de incienso quemado. Los pies se los pintaban de color negro, y para  sus cabellos empleaban una yerba verde llamada xiuhquílitl, que les daba un brillo sorprendente y una bella tonalidad morada. A los dientes les ponían grana. La pintura corporal abarcaba el pecho, el cuello y las manos.

Por su parte, los caballeros del Sol y los comendadores de los Guerreros Águila solían pintarse el cabello de la coronilla y  se lo amarraban con una cinta de cuero roja.  Cuando recibían el nombramiento de cuachic, después de haber realizado veinte notables hazañas, se rapaban completamente, a excepción de un manojo de pelo que dejaban sobre la oreja izquierda, y se pintaban la rapada cabeza: una mitad azul y una mitad roja. Esta pintura tenía una función protectora para los guerreros, además les infundía valor y coraje en las batallas. Asimismo, los guerreros se pintaban la piel del cuerpo de color amarillo, obtenido de una piedra llamada tecozahuitl; la finalidad consistía en  asustar al contrincante.   

Los pigmentos que usaron los mexicas en sus pinturas murales, códices y cuerpos los obtuvieron de plantas, animales y minerales. El azul provenía de la planta añil; el rojo de la grana y la cochinilla, nocheztli, “sangre de la tuna”; el anaranjado del achiote; el negro de la madera del palo de Campeche quemada; el blanco de la piedra quimaltizatl y de la tierra mineral tizatlalli; el azul celeste y el turquí, se obtenían de la planta xiuhquilipitzahuac; del capulín, el morado; del los tallos del girasol, xochipalli, el verde; del cempasúchil, el amarillo fuerte; del algodón coyuche, el café claro; de la corteza del colorín, tzompantli, el amarillo; de la corteza de encino, los marrones y los cafés oscuros. El morado y el violeta se conseguía de una molusco que se cría en el Pacífico, el púrpura pansa, conocido entre los mixtecos con el nombre de tucohoyi.

Así pues, había semillas, flores, raíces, maderas, tallos, hojas y aun frutos como el capulín, los limones y el tamarindo que proporcionaban una gran gama cromática. Las tierras, los óxidos de hierro, la tiza, las piedras contribuían a enriquecer el colorido mundo azteca.
En el mercado se encontraban vendedores de pigmentos de todo tipo. Fueron tan importantes lo colores en la cosmovisión mexica que incluso contaron con un dios llamado Xiuhtecutli, El Señor Azul, el Dios de Fuego, adorado y reverenciado como uno de los dioses más importantes del panteón azteca. También conocido como el Señor Turquesa y el Señor Hierba.

Nota: La segunda imagen corresponde a una pintura de Diego Rivera.

Sonia Iglesias y Cabrera