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Mayahuel y el Sagrado Iztacoctli

Soy Mayahuel, La del Cerco de Maguey, deidad del metl, la embriaguez y diosa de la fertilidad. Mi cuerpo es azul y mi cara se adorna con manchas amarillas. Llevo en mis manos los atributos que me distinguen: la doble cuerda, el algodón, el malacate. A veces, me pongo una nariguera de jade para ser más bella. Desgraciadamente, cargo con un estigma de mala suerte, pues si alguna persona nace en un día relacionado conmigo, no tendrá buen destino y terminará mal. Mi abuela, una tzitzimitl dedicada a impedir la salida de Tonatiuh, el Sol, me crió y me enseñó la magia. Soy esposa del dios de la medicina Pantécatl, El Señor de la Raíz del Pulque, quien descubrió el peyote para beneplácito de los indios.

Yo, Mayahuel, fui destruida por los demonios celestiales tzitzimime, las estrellas  que desean destruir el mundo. Una nefasta noche, el dios Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, me convenció de bajar a la tierra para hacer el amor, convertidos en las ramas de un árbol. En las llanuras alrededor de la ciudad de Tula nos apareamos. Mi abuela se despertó, y al no encontrarme en la casa, llamó a sus amigas las tzitzimime para que la ayudasen a buscarme en la Tierra. Mi abuela me descubrió convertida en rama y ofuscada de sexo, entonces me despedazó y dejó mis restos a las estrellas malignas para que gozaran devorándome. Quetzalcóatl, sin haber sido dañado, recogió mis huesos y los enterró. En ese mismo sitio brotaron muchos magueyes, que sirvieron para fabricar el octli, el pulque ceremonial. A mí, diosa de la fecundidad, me corresponde la gloria de haber descubierto la manera de raspar y succionar el metl, el maguey, para obtener el sagrado líquido; así como a mi esposo Pantécatl se le reconoce el haber descubierto cierta raíz con la que se fermenta el aguamiel.

Mis cuatrocientos senos me permitieron amamantar a mis queridos hijos, los Centzon Totochtin, los Cuatrocientos Conejos, diosecillos del pulque y de la embriaguez, procreados con mi esposo Pantécatl. Mis hermosos hijos tenían grabada su efigie en la superficie de la Luna, hecho por el cual llevaban el rostro pintado de rojo y negro, como símbolo de la parte clara y la parte oscura de Miztli. Los emblemas de mis pequeños hijos fueron una olla de pulque, un capacete de plumas de garza, orejeras de papel, una insignia de plumas rojas de guacamaya, y un collar de cuentas; de sus caderas colgaban figuras de alacranes, y adornaban sus piernas cascabeles sujetos a una tira de piel de venado. En sus manos portaban un bastón con una punta de obsidiana.

Mis queridos hijos fueron los representantes de la muerte y el renacimiento de nuestra Madre Tierra; así pues, su fiesta se celebraba cuando se terminaba de efectuar la cosecha. Yo amé a todos mis hijos por igual, a pesar de que de entre ellos algunos destacaban más que otros. Ese fue el caso de Tezcatzóncatl, “el de la casa de los espejos en el tejado”, poseedor de un templo en Tenochtitlan; Yiauhtécatl, “morador de Yauhtlan”; Acolhoa, “el que tiene hombros”; Tlilhoa,”el que tiene tinta”; Izquitécatl, “morador de Izquitlan”; Toltécatl, “morador de Toltitlan”; Papaztac, “el enervado”; Tlaltecayohua, “tierra que cae”; y Ometochtli, “dos conejo”.

A instancias mías el iztacoctli devino sagrado. Mis súbditos, los mexicas, solamente podían consumirlo en ciertas fiestas y de manera restringida. Yo permitía que los ancianos lo bebieran todos los días, pues les proporcionaba fuerzas en su decrepitud. Pero si los jóvenes macehuales que asistían como alumnos al Tepochcalli se atrevían a emborracharse y a escandalizar, era mi deseo que se les diese de palos hasta matarlos, o se les aplicara garrote delante de otros mancebos, a fin de que su muerte sirviese de ejemplo. Pero si el joven borracho era de sangre noble, yo ordenaba que el castigo del garrote se le aplicara secretamente, en consideración a su rango. Aquellos que transgredían las normas establecidas eran sentenciados a muerte por los petlacalcos o jueces de la audiencia. Los castigos no solamente alcanzaban a los que llegaban a beber pulque movidos por la curiosidad, sino también a aquellos que se atrevían a hablar mal de él, o tan sólo a tener malos pensamientos, pues inmediatamente eran acreedores a las más terribles y espantosas desgracias, y si sucedía que algún borracho insultase al octli, los dioses-conejo, mis hijos, lo castigaban severamente.

A nosotros los dioses del pulque se nos dedicaban muchas fiestas; por ejemplo, en el signo ce-mázatl, de la segunda casa denominada ome-tochtli del Tonalpohualli, se llevaba a cabo la fiesta de mi hijo, el segundo dios del pulque, el famoso Izquitécatl. Este día colocaban su imagen en el templo, le ponían ofrendas de comida, danzaban para él y le tocaban música de flauta. En el centro del patio se colocaba una gran tinaja llena de pulque, la ometochtecómatl, de la cual podían beber los ancianos, las ancianas y los guerreros hasta hartarse, utilizando un popote para succionar el líquido. La razón de tan amplio permiso, se debía a que yo consideraba que estas personas eras susceptibles de morir en cualquier momento; los viejos por su edad y los soldados por lo arriesgado de su profesión. El primer aguamiel que se obtenía para elaborar el pulque de esta celebración a Izquitécatl, se me ofrecía como  primicia sagrada.

En cada festividad dedicada a los múltiples dioses del pulque había sacerdotes  encargados de vigilar que todo se realizase debidamente. Estaban bajo las órdenes del mexica-teohuatzin, gran patriarca de los sacerdotes, sumo pontífice de la religión. Entre los ministros del pulque estaba el ome-tochtli, encargado de la fiesta dedicada al dios homónimo, realizada en el mes Tepeihuitl, maestro de todos los cantores de los templos y jefe  del pachtécatl, personaje a cuyo cargo estaba el cuidar de los vasos en que bebían los cantores, y de mantenerlos siempre llenos de octli. El ome-tchtli colocaba los doscientos tres popotes, de los que sólo uno estaba agujerado. El cantor que acertaba a escogerlo, podía beber todo el pulque que quisiera.

Recuerdo al ometochtli tomiyauh el sacerdote encargado de preparar lo requerido para la celebración al dios Ome-Tochtli Tomiyauh efectuada en el mismo mes Tepeihuitl. El acaloa ometchtli preparaba la fiesta de Acolhoa Ome Tochtli, otro diosecito del vino; y el quatlapanqui ometochtli tenía a su cargo las fiestas dedicadas al  dios del mismo nombre. El tlilhoa ometochtli vigilaba la festividad de Tlilhoa del mes Tepeilhuitl, de la misma manera que el ometochtli nappatecuhtli y el ometochtli pantécatl servían el octli en la fiesta del mes Panquetzaliztli. Por su parte, el ometochtli papaztac preparaba el teoctli para las festividades Tezoztli y Atlcahualo, donde estaba permitido que bebiesen pulque los hombres, las mujeres, los niños y las niñas.

Yo, Mayahuel, la del Cerco de Maguey, otorgué a los mexicas diferentes clases de pulque. Les di el iztacoctli, pulque blanco, que ahora se conoce como aguamiel; el ayoctli, hecho con aguamiel reposada por varios días, empleado para la Fiesta de los Bateos. El pulque azul, matlaoctli, lo bebían los ancianos, los casados, y los señores principales en sus casas, después de terminado el sacrificio de los esclavos en la fiesta Panquetzaliztli del quinto mes. El pulque llamado texcalceuilo, lo tomaban los ancianos frente a la estatua de Milintoc, en su templo de Tlatelolco, durante la fiesta del mes Izcalli. El denominado uiztli era el pulque nuevo, y el teometl se ofrecía a los guerreros valientes y a los hombres sabios;  el teoctli, vino de los dioses, lo consumía el sacerdote ome tochtli durante sus oficios religiosos.

He aquí los dones que gracias a mi muerte deben agradecerme los antiguos mexicas y los actuales mexicanos, pues según sé aún se sigue bebiendo en los areitos y en la vida cotidiana, para desgracia de nuestro pueblo derrotado.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Mitos Mexicanos

Los enanos Saiyamwinkoob

Uno de nuestros abuelos, un sacerdote muy viejecito y muy poderoso llamado K’nish Ahau, nos relataba a mis amigos y a mí cuando éramos pequeños, que Hunab Ku, el dios Cosa Solitaria, dios creador y dios de dioses, incorpóreo y sin figura, fue también conocido con el nombre mágico de Kolop U Wich K’in. El abuelo contaba que esta poderosa divinidad reunía en su esencia los opuestos cósmicos, cuya dualidad simbolizaba la continua evolución del ser humano y el centro de la galaxia por excelencia. Aseguraba que en su infinita sabiduría, en un cierto tiempo muy lejano se dio a la tarea de crear a nuestros dos máximos dioses: Tepeu, El que Conquista, El Soberano; y Gucumatz, la Sagrada Serpiente Emplumada, a quienes nosotros los mayas yucatecos debemos nuestra existencia, nuestros conocimientos, y el mundo en que vivimos.
   

 A través de las pláticas del maestro-sacerdote aprendimos que este nuestro dios incorpóreo,  poseía  un hermoso símbolo compuesto por cuatro mariposas que apuntaban a los cuatro rumbos sagrados; se encontraban  colocadas en pares opuestos complementarios: negra y blanca, blanca y negra; lo material y lo inmaterial. En el centro del símbolo se encontraba un caracol cortado transversalmente, connotado cual un soplo divino que otorga conciencia a la materia, lugar central donde se encuentra la mente y el corazón del Creador; así, el símbolo deviene el equilibrio logrado a través de la medida, obtenida ésta por el movimiento continuo de los astros en el firmamento. Razón por la cual, nuestros antepasados  nombraron al dios Hunab Ku El Dador del Movimiento y la Medida. K’nish Ahau nos decía que el símbolo representaba el arte de vivir en equilibrio, meta a la cual todos los mayas debemos abocarnos.
   

Después de muchas y fecundas charlas con el maestro, aprendimos que Hunab Ku dio forma a nuestro mundo cuatro veces; cuatro fueron las creaciones necesarias para llegar a ser lo que es hoy en día el mundo en que vivimos. En la primera época no existía el Sol, solamente estaban los Saiyamwinkoob, Los Mediadores entre el Cielo y la Tierra, a quienes también solemos llamar Puzoob, Los Jorobados. Estos maravillosos seres convivían con los Yicobe Be’yichob Colelcak, Los que Tienen los Ojos como Abejas. Los Puzoob eran pequeños, lo que ustedes llaman enanos, muy trabajadores, sumamente ágiles, y de mucha fortaleza. Contaban con poderes sobrenaturales, lo que les permitió crear nuestras antiguas ciudades, las cuales fueron construidas en la más absoluta oscuridad, pues recordemos que el Sol aún no existía. A pesar de que podían cargar un peso superior al de ellos, para construir los edificios de las ciudades se limitaron a silbar, y las piedras volaron por los aires y se fueron acomodando por sí mismas, hasta formar las pirámides de las que ahora sólo vemos las ruinas abandonadas.
   

En esta primera época K’nish Ahau nos contaba que existía un camino en el Cielo que iba de Tulum y Cobá hasta Chichén Itzá y Uxmal, este camino  recibía el nombre de Kuxan-Sum, Cuerda Viviente, aunque también se le conocía como Sakbé, lo que significa en tu lengua El Camino Blanco, porque hace referencia la Vía Láctea, al Árbol del Mundo, cuya representación era una ceiba, donde habitaba el monstruo Kawak. Este camino era el cordón umbilical del Cielo, de cuyo centro brotaba la sangre que los dioses enviaban para alimentar a los mandatarios que gobernaban cada una de nuestras antiguas ciudades. Un nefasto día, la cuerda sagrada se rompió, la sangre se derramó, y los dirigentes al quedarse sin alimento, se olvidaron de venerar a los dioses y de seguir las normas de conducta establecidas. Muy enojados por tal comportamiento, los dioses les comunicaron a los enanos que enviarían una gran inundación, la Haiyococab, El Agua sobre la Tierra, que mataría a los desobligados. Prestamente, los Puzoob se prepararon y construyeron embarcaciones de piedra. Pero la tarea fue inútil, pues las barcas no les sirvieron para nada, porque se hundieron irremediablemente. Todos los enanos mágicos muriendo ahogados. Ahora podemos ver su imagen  grabada en las paredes de los edificios, así como también es posible ver aquellas canoas de piedra de los Puzoob en los  metates que se encontraron en las ruinas, cuando las excavaron tus compañeros, los hombres blancos que llaman antropólogos.
   

Pero la vida no terminaría con tan fatal inundación, así que en la segunda época Hunab Ku dio vida a los llamados Dz’olob, Los Transgresores, quienes, desafortunadamente, no tuvieron mejor suerte que los enanos, ya que perecieron en un segundo diluvio tan agresivo como el primero. K’nish Ahau nos aseguraba que fue  entonces  cuando aparecieron los itzáes, hombres sabios que se dieron a la tarea de edificar nuevas ciudades. Construían por la noche, razón por la cual recibieron el nombre de Acab-winikoob, Hombres de la Noche. Estos seres mágicos se salvaron de milagro del horrendo diluvio,  y se fueron a vivir a un sitio dentro de la Tierra llamado Oxkinkiuic, Plaza de Tres Días, situado hacia el oriente, punto sagrado del cosmos, tal vez con el propósito de evitar encontrarse con los hombres blancos conquistadores. Aún siguen esperando retornar a sus sagrados lares masacrados por los invasores. Algunos de los itzáes quedaron petrificados en las ciudades, y aún se les puede ver en las paredes de los edificios. Nos cuenta la conseja popular que en las ruinas de Cobá se puede oír, durante el crepúsculo, la música de trompetas y tambores que ejecutan nuestros antepasados durante sus ceremonias religiosas. Muchos de nosotros, los mayas actuales,  hemos visto y platicado con Batab Tráscara, el sabio monarca de los itzáes.
Sin embargo, no todo estaba perdido. El sacerdote-maestro, lleno de satisfacción y de recuerdos, nos embelesaba y esperanzaba al asegurarnos que hubo una tercera creación en la cual aparecimos los mayas o macehuales, término de la dulce lengua náhuatl que significa “gente común”. Estos mayas antiguos eran parecidos a los itzáes, aunque  sin ser tan sabios como ellos. Se limitaron a vivir en las ciudades ya existentes y nunca construyeron ninguna nueva, a decir del abuelo. Los macehuales tampoco sobrevivieron y murieron a causa de una nueva Haiyococab, a la que se nombró Hunyecil, es decir “una punta de henequén”, pues fue lo único que separó al agua del Cielo, tan grande y desastrosa fue la inundación.

Pasado un cierto tiempo, dio inicio la cuarta época. Nosotros, los mayas, vinimos a poblar Yucatán una vez que fuimos creados por el Dios con barro y zacate. El zacate nos dio la cabellera, y con el barro se formaron la carne, la sangre y los huesos. Dios tuvo la precaución de crear varias parejas, a las que otorgó características raciales diferentes. A cada una le dio una parcela de tierra para su manutención. Los legítimos macehualoob viven en Quintana Roo. Desgraciadamente, nosotros los indios mayas pensamos por muchos siglos que éramos inferiores a los blancos, pero superiores a los chinos y a los negros. Afortunadamente, estas erróneas ideas se están aboliendo. El destino de nosotros los hombres de barro es sufrir pobreza y vivir en el monte; pero el sufrimiento no será eterno, pues este cuarto mundo terminará destruido por medio del fuego devorador que mandará el dios todopoderoso.

El abuelo recuerda que cuando llegaron los españoles conquistadores a Yucatán, Juan Tutul Xiu, monarca de nuestros antepasados, ante la inminente llegada de los extranjeros, decidió escapar hacia el Oriente por un camino subterráneo que iniciaba en Tulúm y se adentraba hacia el mar. Desde entonces, desde ese su refugio Juan Tutul Xiu observa la conducta de los mayas. Si tienen tratos y se entregan a los invasores, pedirá a los dioses que tapen al Sol con una cortina de humo, para que el mundo se termine definitivamente. En cambio, si los mayas se mantienen separados de los invasores, o si solamente se relacionan con los blancos que sean capaces de leer los jeroglíficos de los ancestros, entonces Juan Tutul Xiu regresará del Oriente para volver a reinar entre nosotros. Pero como hasta ahora ningún blanco ha sido capaz de descifrar la escritura maya, Juan Tutul Xiu no ha regresado, y nosotros hemos tenido que soportar el maltrato y las vejaciones de los hombres blancos.

Sonia Iglesias y Cabrera
 


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Colombia

Profecía De Los Indígenas U´Wa De Colombia

«COSA EXTRAÑA EN EL HOMBRE: NACER NO PIDE,  VIVIR NO SABE Y….. MORIR NO QUIERE».

Una mañana de mayo pasado, los viejos madrugadores del pueblo de Marytown, perdido en las costas que bordean el sudeste de los Estados Unidos, se levantaron como todos los días a echarles unas migajas de pan a los pájaros marinos que merodean con mansedumbre por los patios y que se han ido convirtiendo en sus amigos.

Lo que vieron los dejó espantados: las gaviotas de cabeza negra, que son tan bellas, también tenían negro el plumaje. Del pico les goteaba una mancha babosa. No podían levantar el vuelo de la arena, con las patas hundidas en una masa de chapapote pastoso, como el asfalto cuando se derrite. Una de las gaviotas miró a la gente pidiendo ayuda.

Según cuentan los testigos, más allá de la playa, cerca del río, tres garzas morenas habían muerto con los ojos despepitados. El guiso espantoso que navegaba corriente abajo, matando todo lo que se le atravesara, era la mezcolanza de petróleo crudo de la empresa British, que cayó pocos días antes a las aguas del Golfo de México.

A esa misma hora los alcatraces de la bahía de Santa Marta, al norte de Colombia, desayunaban su ración cotidiana de buñuelos de carbón. El periodista Antonio José Caballero, grabadora en mano, esperaba en la playa el regreso de los pescadores que habían salido a trabajar temprano. Mientras aguardaba, la cámara de su teléfono celular retrató la pala enorme de un barco carbonero que arrojaba al mar el polvo negro que sobró en las bodegas.

A esa misma hora, en las playas legendarias de Juanchaco y Ladrilleros, cerca de Buenaventura, los lancheros de cabotaje que llevan carga y pasajeros por los pueblos que se arraciman en las orillas del Pacífico limpiaban sus motores preparándose para un nuevo día de trabajo. Como si fuera la cosa más natural del mundo, arrojaban al mar el contenido de unos tanques repletos de residuos de gasolina, queroseno y diésel. Un langostino magnífico, que medía un jeme, iniciaba el día tomándose su primera taza de combustible. Cuando vi la fotografía en El País de Cali me dieron ganas de echarme a llorar.

A esa misma hora, en la zona industrial de Cartagena de Indias, abierta sobre la bahía del Caribe resplandeciente, los trabajadores de una compañía empacadora se sentaron a desayunar en los comedores de su empresa. En ese momento volvieron a ver, como venía sucediendo en las mañanas más recientes, que una nata de tizne cubría la superficie del café con leche, y que una mermelada negra, tan semejante al betún de limpiar zapatos, se había pegado al pan y al queso blanco.

Entonces, no aguantaron más. Se levantaron todos, sin que nadie los hubiera convocado, y comenzaron a golpear los platos contra los mesones. La algarabía se oyó en media ciudad. Las autoridades ambientales ordenaron el cierre de un muelle vecino, que se dedica a cargar carbón a cielo raso, sin mayores precauciones ni cuidados, sin tubos cerrados ni conductores protegidos. Seis días después el muelle fue reabierto.

A esa misma hora, en la región acuática de La Mojana, que cubre un gigantesco territorio húmedo de los departamentos de Bolívar, Sucre y Antioquia, bajaban resoplando los ríos Cauca y San Jorge, que se desbordan en caños y ciénagas. El apóstol Ordóñez Sampayo, que se ha gastado la vida defendiendo de la contaminación a campesinos, cosechas y animales, apareció en la plaza de Guaranda con el dictamen médico en la mano: los doctores certificaban que los tres niños que nacieron deformes tenían mercurio en el sistema sanguíneo.

El terrible mal de Minamata, como lo saben los japoneses, porque las empresas en cualquier parte del mundo, en Tokio o en Majagual, arrojan porquerías químicas a las corrientes, y primero se pudren las aguas, y después nacen degenerados los peces y los camarones, y después nacen sin ojos los niños cuyas madres, en aquellos caseríos extraviados de la mano de Dios, consumen esa agua y esos pescados.

En las cabeceras de ambos ríos, las compañías mineras, que buscan oro entre la tierra, hacen sus excavaciones con un sancocho de mercurio y ácidos. Arroyos y acequias se llevan el mazacote. Los bocachicos mueren con la boca abierta en los playones. Las espigas de arroz no volvieron a crecer.
En medio del desastre causado por las inundaciones, y como si fuera poco, las yucas harinosas de antes florecen ahora con un hongo químico a manera de cresta. El hambre campea entre los pocos ranchos que no se ha llevado el invierno. Las emanaciones de las lagunas huelen a lo mismo que huele un laboratorio de detergentes.

Hay que decir, también, que los empresarios mineros se defienden diciendo que Ordóñez Sampayo está loco. Claro que está loco: ningún hombre cuerdo expone su pellejo ni dedica su vida entera a defender a un ruiseñor, una mojarra, un plátano pintón, una mazorca de maíz o a una mujer embarazada que carga un fenómeno en el vientre.

Epílogo

Aquella mañana, cuando los pescadores de Santa Marta regresaron a la playa, el periodista Caballero los acompañó en su tarea de descamar y abrirles el buche a los escasos pescados que traían.

-¿Qué es eso? -preguntó, intrigado, al ver unas bolas negras en el estómago de un bagre.

-Carbón, amigo -le contestó uno de ellos, levantando el animal-. Pelotas de carbón. Eso es lo que comen ahora.

Caballero tomó más fotografías y se las llevó a algunos funcionarios de la industria carbonera.

-No se preocupe -le contestó el gerente-. Vamos a construir un nuevo muelle de última generación.

-No lo dudo -dijo el reportero, con una mueca de dolor que parecía sonrisa-. No lo dudo: será la última generación.

El día que Caballero me contó esa historia, y me enseñó sus fotografías, ya no sentí ganas de echarme a llorar, como la vez aquella del langostino bañado en combustible. Lo que sentí ahora fue rabia. Cuando ya no quede una sola hoja de acacia, cuando el último pulpo haya muerto atragantado con ácido sulfúrico y cuando nuestros nietos nazcan con un tumor de carbón endurecido en la barriga, entonces será demasiado tarde. Dispondremos de computadores infrarrojos de última generación, pero ya no habrá agua para beber; los celulares de rayos láser se podrán comprar en las boticas, pero el sol no volverá a salir; los niños encontrarán el algoritmo de 28 a la quinta potencia con solo cerrar los ojos, pero dentro de 20 años no sabrán de qué color era una golondrina.

Los invito a todos a ponerse de pie antes de que se marchite el último pétalo. Usen el arma prodigiosa del Internet para protestar. Hagan oír su voz. Que el correo electrónico de los colombianos sirva para algo más que mandar chistes y felicitaciones de cumpleaños. Porque, si seguimos así, el día menos pensado no quedará nadie que cumpla años. Ni quién envíe felicitaciones. 

Escrito por el periodista Juan Gossaín

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Mitos Mexicanos

Wisaka siembra las semillas de colores

Hace miles de años la Tierra era una simple isla que flotaba sobre una inmensidad de agua. Para llegar a ser lo que actualmente es, pasó por tres mundos anteriores que fueron, sucesivamente, destruidos por terribles calamidades. El primer mundo desapareció debido a las fuerzas destructivas del aire; el segundo, por una espantosa putrefacción; y el tercero a causa de una intensa lluvia que duró ochenta días y ahogó a todo ser viviente, únicamente se salvaron los indios kikapúes. Hoy en día, los kikapúes viven en el cuarto mundo, el cual será destruido por el fuego abrasador. Las personas que durante su vida hayan sido buenas y hayan cumplido con las ceremonias religiosas, se irán con Kitzigiata  -el Gran Espíritu,  el Gran Fuego, el Gran Manitú- a cazar venados por los siglos de los siglos. En cambio, aquellas personas que hayan sido malas y desdeñosas de la religión, sufrirán el tormento de estar amarradas sin poder cazar, solamente observarán la cacería, y no podrán permanecer eternamente al lado del dios supremo: Kitzigiata. Ahora bien, si el kikapú que se vaya al Cielo no se encuentra a gusto por alguna razón, el bondadoso Manitú le otorga la capacidad de reencarnar, por dos o tres veces, en el cuerpo de un nene recién nacido.

Este nuestro último mundo está formado de cuatro mundos situados en la parte de arriba de la Tierra; cuatro más se encuentran abajo; otros cuatro se localizan a la derecha del planeta; y  otros tantos permanecen en su parte izquierda. Así lo dispuso el Gran Manitú.
El Gran Wisaka
El Cielo es una enorme roca azul transparente por abajo y opaca por su parte superior. Dentro de la cúpula que forma la roca, viven el Sol y la Luna. Las estrellas, que son personas, viven fuera de ella y  están incapacitadas para ver a los indios que habitan la Tierra; pero ellos sí que pueden verlas, y deleitarse con su titilante resplandor nocturno.

Kitzigiata, el Gran Espíritu,  el dios máximo y omnipotente que vive en el Cielo, no tiene forma humana, no tiene atributos, y carece de género. Se le encuentra en todos los hogares de los kikapúes simbolizado en el fuego de una hoguera perpetuamente encendida. El Gran Manitú es el encargado de gobernar las fuerzas de la naturaleza, lo material y  inmaterial; se encarga de cuidar y proteger a los kikapúes, siempre y cuando cumplan con sus obligaciones religiosas y comunitarias como cumplir con los ritos de cacería, de purificación, los dedicados al Fuego Sagrado y, por encima de todo, con la ceremonia más importante que se lleva a cabo a principios del año kikapú, en febrero, con danzas y cantos acompañados por los divinos tambores de agua.

El Gran espíritu cuenta con cuatro ayudantes: el Cielo, El Agua, el Tabaco, y el Fuego que le auxilian en sus sacrosantas tareas. El Gran Espíritu es padre de cuatro manitúes: Wisaka, el héroe; Pepazcé, el primer indio asesinado; Mesicatuinata, el jefe guerrero; y Machemanetuha, el representante de la maldad. Estos dioses vigilan constantemente el comportamiento de los kikapúes. Todos ellos nacieron de una madre virgen.

Kitzigiata tiene dos abuelos: el Fuego y el Sol. Sus dos abuelas son la Tierra y la Luna. La Abuela Tierra tiene la costumbre de alimentarse con personas que asa en su seno. Es una diosa muy sabia que ayuda a los seres humanos otorgándoles parte de su sabiduría, siempre y cuando la veneren y la festejen como es debido. El Abuelo Sol es muy fuerte, pues es el encargado de soportar el peso del mundo, a la vez que dibuja los arcoíris en el Cielo. La Abuela Luna se dedica a mover constantemente una olla de comida para alimentar a su familia; cuando deje de revolver el caldero, el mundo llegará a su fin irremediablemente.

Un día, jugando Pepazcé en el bosque con su padre un fuerte viento llegó sorpresivamente y le mató, pues el viento lo dirigió hacia una enorme red que las panteras cornudas del Inframundo habían colocado cerca de donde se encontraban padre e hijo retozando. Pepazcé quedó atrapado en la red, y las despiadadas panteras lo golpearon hasta provocarle la muerte. Entonces, Kitzigiata colocó a su hijo en el oeste, lugar a donde van  los espíritus de los indios kikapúes una vez que han fallecido.

Un buen día, el Gran espíritu decidió que era tiempo de crear el mundo, tarea para la cual eligió a su hijo Wisaka, su preferido  de los cuatro. El dios Wisaka salió por una gran chimenea que se encontraba arriba de la cúpula del Cielo, para cumplir con su excelsa tarea. Una gran y hermosa araña tejió una telaraña, a fin de que sostuviese al mundo para que no se desfondara y se mataran todos los indios que pensaba crear. Por esa razón los kikapúes nunca matan a una araña porque es su benefactora y es sagrada.

Una vez terminado el mundo, Wisaka creó a los hombres con semillas de maíz que sembró en el seno de la Madre Tierra. De las semillas rojas nacieron los indios, de las negras los hombres negros, de las amarillas los chinos, de las blancas los hombres blancos, y de las cafés los mexicanos y los españoles.

Wisaka no sólo fue el creador del mundo y de los hombres, sino que es el héroe cultural que dio a los kikapúes el conocimiento suficiente para construir sus tres tipos de casas: la cuadrangular, fabricada con paredes de carrizo, que los acoge en el verano; la elíptica hecha de troncos y tule que los protege durante el invierno; y el tipi portátil de cuero de venado, tan útil cuando se van de cacería. Además, les enseñó a fabricar arcos y flechas, y  a bailar las danzas religiosas que han permanecido hasta nuestros días, como la Danza de los Guerreros  -que simboliza el regreso de la cacería y de las guerras entabladas con otros grupos-  ejecutada junto al Fuego Eterno, representante de Kitzigiata.

El maravilloso dios Wisaka les dio a los indios las leyes que regulan su vida, y los mandamientos que ningún miembro de la comunidad debe ignorar: no suicidarse, no matar a ningún kikapú ni a ningún indio, no matar a los mexicanos, no beber en exceso, no mentir, no cometer incesto, no robar, no cometer adulterio, no hacer brujerías, no chismear, no acumular riqueza, y cumplir siempre con las ceremonias religiosas. A más de estos dones, el dios les dio la lengua kikapú para comunicarse, la cual no deben perder ni olvidar por ningún motivo, ya que Kitzigiata la creó exclusivamente para ellos.

Cuando Wisaka empina el codo en demasía, sin querer mueve las rocas y se producen tremendos temblores, pero no lo hace por maldad, sino solamente por estar un poco borrachito, pues aunque es un héroe cultural de los kikapúes no carece de ciertas debilidades, como nosotros los simples humanos.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Mapa de ciudades Mayas y sus ruinas

Por caminos paralelos e independientes, los pueblos indígenas del continente americano conformaron desde la antigüedad culturas muy complejas, avanzadas y distintas entre sí.

Entre estos pueblos, fueron los mayas de Mesoamérica los que llegaron más lejos en el desarrollo de formas organizativas que permitieron el florecimiento de una sofisticada civilización, llevando a puntos culminantes aspectos como el urbanismo, la arquitectura, las artes plásticas, las matemáticas, la astronomía, la escritura y la ingeniería agrícola, para luego desvanecerse en poco tiempo por causas aún no bien explicadas.

¿Quieres ver las impresionantes ciudades de la civilización maya?

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Mapa de ciudades Mayas y sus ruinas

Por caminos paralelos e independientes, los pueblos indígenas del continente americano conformaron desde la antigüedad culturas muy complejas, avanzadas y distintas entre sí.

Entre estos pueblos, fueron los mayas de Mesoamérica los que llegaron más lejos en el desarrollo de formas organizativas que permitieron el florecimiento de una sofisticada civilización, llevando a puntos culminantes aspectos como el urbanismo, la arquitectura, las artes plásticas, las matemáticas, la astronomía, la escritura y la ingeniería agrícola, para luego desvanecerse en poco tiempo por causas aún no bien explicadas.

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El dios Kakal crea el mundo

Cuentan los abuelos tzotziles que la creación del mundo se realizó en varias etapas. En el inicio de los tiempos todo estaba completamente oscuro, la Tierra  la habitaban solamente monos, demonios y judíos. El Sol no existía, y dentro de esa tremenda oscuridad se movía Uh, la Luna, la Santa Madre, la Virgen María, la Patrona del Parto.

Un buen día, la Madre del Cielo quedó embarazada sin haber tenido relaciones sexuales, pues aunque estaba casada con San José se mantenía pura. Durante toda su preñez los monos y los demonios la molestaban constantemente. En cuanto tuvo a su hijo los demonios lo mataron sin piedad. Cuando murió el Dios-Sol viajó hacia el poniente y llegó al Inframundo. Tres días después resucitó como Kakal, el Padre Sol, y entonces la Tierra conoció el primer amanecer, y con él el día y la noche. Al cuarto día de resucitado, cuando el Sol se encontraba en el cénit, mató a los demonios que le habían dado muerte, y creó el Primer Mundo. Aparecieron los relieves de la Tierra,  los animales, la naturaleza y la pareja primigenia  que Kakal hizo de barro, y de la cual nacieron los seres humanos.

Cuando los hijos nacían, a los seis meses  los hombres se los comían hervidos. Este hecho enojó mucho al Padre Sol, quien  envió a la Tierra un diluvio de agua hirviente. Todo se volvió oscuro, los hombres murieron ahogados y devorados por los pumas, los jaguares y las serpientes. Pero los niños no murieron, sino que les salieron alas y se convirtieron en maravillosos pájaros. Los pocos hombres que pudieron salvarse huyeron a las cuevas y las montañas. Los que se refugiaron en las montañas comieron frutas, plantas silvestres y bellotas, por lo que se convirtieron en ardillas y monos. Aquellos que se metieron en las cuevas se nutrieron de plantas y bulbos, y se convirtieron en mapaches. Una mestiza sobrevivió a la hecatombe del diluvio, porque se subió a la cima de un cerro acompañada de su perro, lo obligó a hacer el amor con ella, y quedó preñada. Así surgieron los ladinos. Los únicos seres humanos indios que se salvaron de la inundación fueron los sacerdotes, ya que eran nahuales y tenían la capacidad de convertirse en monos araña aulladores que se subieron a los árboles a fin de salvarse.

Poco después de tal destrucción, el Padre Sol labró un hombre  de madera. El Padre le dio un instrumento musical de una sola cuerda, como el hombre no supo tañirlo, el Creador, enojado, le rompió las manos y los pies. Pero pronto se arrepintió, y fabricó unos nuevos miembros que le colocó al pobre hombre, quien de puro contento se puso a bailar y a cantar. El Padre Sol, en su bondad, le construyó una casa y le esculpió una mujer. De esta pareja nacieron nuevos seres humanos, pero como no sabían hacer nada ni tan siquiera hablar, Kakal envió a la Tierra una nueva inundación de la que sólo se salvó una pareja que se metió en una caja para guarecerse. Cuando tiempo después las aguas se retiraron, el Padre Sol se llevó a la pareja a su casa, pero la pareja no quiso quedarse en ella por le tenían rencor al dios por haberlos querido matar anteriormente. El Sol, furioso, los convirtió en monos. Así surgió el Segundo Mundo y así desapareció. Solamente sobrevivieron la serpiente-cascabel y la serpiente-oveja, a quienes el dios de Olontic, el Inframundo,  escondió en sus lares subterráneos.

Durante el Tercer Mundo Kakal creó a Adán y a Eva con un poco barro. Iban desnudos y carecían de casa y sustento. La Tierra estaba cubierta de agua, y el Sol les pidió a los dioses del Inframundo que encauzaran el agua para formar los ríos. Y como la Tierra era plana provocó un fuerte terremoto que le dio relieve. La Madre del Cielo regó la tierra con la leche de sus senos y brotaron plantas que dieron papas; sembró las cuentas de su collar y surgieron los frijoles; de la sangre del talón del dios Sol aparecieron las plantas de chile; cortó un trozo de carne de su ingle y de su axila, y los convirtió en el sagrado maíz, el mejor regalo que dio a los hombres.
Los seres humanos de este Tercer Mundo  aprendieron a cosechar, a edificar casas, a criar cerdos y aves, y a tejer en el telar de cintura, pero estaban incapacitados para tener hijos. Entonces, decidieron hacerlos de madera. Pero estos seres de madera no podían hablar ni caminar, por lo que resultaban inútiles. A fin de que tuvieran hijos como es debido, el Padre Sol les envió un mensajero para que les enseñara a hacer el amor. Pero el mensajero era un demonio disfrazado que fornicó con una mujer casada para enseñarla. El marido de la mujer lo supo y, enojado,  le prohibió aprender a hacer el amor.

En este Tercer Mundo los hombres hacían fiestas rituales en los atrios de las iglesias; tenían herramientas de trabajo que funcionaban solas sin que ellos tuvieran que fatigarse. Ante esta situación, los dioses del Inframundo hablaron con el Dios Padre y le dijeron que si los hombres no trabajaban no se cansarían y no tendrían necesidad de venerarlo. El Padre Sol reflexionó y ordenó a los hombres que se pusieran a trabajar como dios manda, y le adorasen y rezaran como era lo correcto.
En ese entonces todos los seres humanos hablaban español, pero como peleaban continuamente, Kakal los separó en grupos, y les ordenó que cada uno hablara un idioma distinto. Así, los tzotziles aprendieron la lengua tzotzil.
Pero los hombres eran malvados y tontos, condición que enfadaba al Sol, por lo que les envió un gran terremoto que destruyó completamente al Tercer Mundo.

Finalmente, el Padre Sol creó el Cuarto Mundo, nuestro mundo actual, que cuenta ya con cuatrocientos años de existencia, y será destruido cuando el dios lo decida y cómo lo decida.
Nuestra Tierra es cuadrada, rodeada de mar y asentada en sus esquinas sobre los hombros de cuatro dioses, los llamados Cuch Uinahel Balumil, los Sustentadores del Cielo y de la Tierra. Cuando los dioses se mueven se producen los terremotos. Cuatro columnas sostienen al Cielo, situadas en el noroeste, noreste; sureste y suroeste; debajo de las cuales habitan enanos negros requemados por el sol que les pasa muy cerca.

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Brinco del Diablo

Abasolo, Guanajuato es uno de los lugares turísticos con más sabor a leyenda y tradición, la leyenda se formó en 1933, año en que según cuenta la leyenda, se apareció el diablo brincando de un picacho a otro, por lo cual se colocó una cruz para poderlo retirar.

Abasolo esta situado en la falda norte de la llamada sierra de Huanimaro donde se eleva un promotorio rocoso reconocido originalmente como el cerro de los tres picachos, debido esto a que parece tener tres promontorios rocosos que emergen de la gran masa que cubre la sierra ya mencionada.

Leyenda el Brinco del Diablo. Abasolo, Guanajuato.

Desde hace mucho tiempo los vecinos se acostumbraron a realizar paseos a un pequeño valle que se encuentra detrás de los picachos siendo la fecha del paseo mas importante, la del 14 de septiembre, fecha con la que se iniciaban los festejos patrios.

En esta ocasión (1933), desde el 13 de septiembre por la mañana empiezan los lugareños a llevar maderos y ramas con las que harían sus enramadas para esta fecha, cuando de repente al ir subiendo la cuesta varios de ellos observan extrañados como sobre el cerro empiezan a arremolinarse unas gruesas nubes que sin punto de transacción sueltan un gran torrente de agua acompañado de un viento huracanado que los detiene a todos, ya que todo el horizonte se cubre de una gran oscuridad, quebrada solamente por el estallido de los truenos que iluminaban con sus rayos todo el horizonte circundante.

Es gracias a los relámpagos el que todos pudieron ver que algo insólito estaba sucediendo, un hombre vestido de frac, se dibujada a las luz de los relámpagos saltando tranquilamente de un picacho a otro observando que a cada salto arreciaba la tormenta al grado que en cuestión de segundos estaban ya todos empapados.

Dicho fenómeno nunca antes visto en la población, metió el miedo en la mente limpia y sencilla de sus moradores, por lo que impulsivamente dan media vuelta y corren alocadamente en dirección al pueblo a donde llegan atropellándose unos a otros, llegando hasta el centro de la población en donde se erguía la iglesia del lugar, corriendo sin pensarlo a la casa del señor cura, aporreando la puerta y llamándolo a gritos.

Al salir el señor cura que en ese tiempo acababa de llegar al pueblo llamado Don Efrén Urincho, se aprietan a su alrededor todos los presentes y cada quien a su modo, a gritos y con ademanes le platica de lo que estaba sucediendo. La tormenta, el viento huracanado, los relámpagos y sobre todo el hombre de frac, que tranquilamente saltaba de un picacho a otro, mas el señor cura, dudando de lo que le contaban les pide que esperen a que pase la tormenta para comprobar lo que decía y mientras tanto vayan a sus casas, ofreciéndoles investigar todo al día siguiente.

Una vez escuchado lo que les dice el señor cura todos corren a refugiarse a sus casas, mas como la tormenta no cedía y al contrario arreciaban los relámpagos y la fuerza de la tormenta la curiosidad obligaba a sus moradores a estar pendientes de los relámpagos y ver hacia los picachos, en donde a cada relámpago se veía una y otra vez en su cesión interminable, al hombre de frac saltar tranquilamente de picacho a picacho llenándose toda la gente de terror, por lo que apenas amanece de todos los rumbos sale la gente que se acerca a la parroquia despertando al párroco a quien vuelven a explicarle lo que pasa y le piden ayuda, van comentando el suceso cuando alguien dice que se hagan dos cruces y se ponga una en cada picacho propuesta que es aceptada por todos por lo que de inmediato se busca la madera y en el atrio de la iglesia se hacen las dos cruces para después de ser bendecidas por el párroco sale este con toda la población en peregrinación rumbo al cerro de los tres picachos.

La distancia entre el pueblo y los picachos es corta y sin embargo por la fuerza del viento en contra y la tormenta que no cedía se fue haciendo lento, muy lento hasta que al fin llegan al primer picacho en donde el señor cura después de bendecir las cruces, ordena hacer un agujero para clavar la cruz.

Conforme iban avanzando en la perforación del agujero, parecía más irritada la naturaleza, ya que: nubes, agua y rayos, formaban un concierto dantesco que tenia aterrorizados a todos y solo la gran fuerza de voluntad del párroco los obligaba a continuar.

Una vez terminado el primer agujero, es colocada la primera cruz rociándola con agua bendita y diciendo unas oraciones para luego continuar al otro picacho en donde realizan la misma operación escuchándose al ponerse la segunda cruz, un grito infrahumano que parecía salir de la barranca acompañado de un temblor repentino que origino que varias rocas gigantes se desprendieran de los picachos y rodaron laderas abajo para detenerse a la orilla del pueblo fenómenos estos, que hicieron que a todos se les pusieran los pelos de punta y un continuo santiguad saliera de las bocas que se transforman en admiración al contemplar, como la lluvia y el viento desaparece y las nubes dejan el paso a un brillante sol, pidiendo el señor cura a los presentes le acompañen a dar gracias a Dios por los favores recibidos y acomodándose sobre una roca, celebra por primera vez la santa misa en ese lugar.

Los que acompañaron al señor cura al cerro para poner las cruces observan la gran distancia existente entre los picachos y la gran profundidad que hay en medio de los dos por lo que murmurando bajo y aún con temor decían, en verdad eso que saltaba entre un picacho y otro era el diablo ya que ningún humano podría hacerlo.

Leyenda de Guanajuato, Brinco del Diablo

A partir de ese entonces, dichos picachos que se levantan en el lado sur de Cuitzeo de Abasolo son rebautizados con el nombre del “brinco del diablo”.

Este suceso lo confirman la existencia de las dos cruces que desde aquellas fechas se elevan airosas en la punta de cada picacho que se eleva por el lado sur de la población.

Leyenda enviada por Mariluz Rios Gomez

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Leyendas Mexicanas Varias

Leyendas y mitos populares para tareas escolares

Los mitos y leyendas que a continuación presentamos  son aquellos que con mayor frecuencia se utilizan para realizar las tareas de la escuela. Por ser muy populares dentro de la tradición oral mexicana, te ofrecemos una serie de relatos que consideramos de gran ayuda para tus trabajos escolares.

Para consultarlos, no tienes más que pulsar la leyenda o el mito de tu elección. Deseamos que disfrutes su lectura.

Mitos


¿Qué es un mito? – Definición de mito

El mito  es un relato fabuloso que pertenece a la tradición oral de los pueblos, en el cual intervienen como actores principales personajes sobrenaturales como dioses, semidioses, héroes y personajes fantásticos. Para una definición más amplia y detallada oprime aquí.

Ejemplos de mitos

Mitos cortos: La Mujer Dormida y el Cerro Popocatepetl  – El conejo de la luna  – Dioses de la Muerte  – El murciélago de colores

Características del mito

Las principales características del mito son: ser un relato sagrado, anónino, se renueva con cada narración, dinámico y no se puede ubicar en el tiempo real sino en el mítico. A través de él conocemos parte de la cosmovisión de los pueblos. Más características aquí.

Las funciones de los mitos

La principal función del mito expresa la cosmovisión y la ideológia de una cultura o comunidad. Explica los fenómenos de la naturaleza y los hechos sociales por medio de relatos míticos. Para ampliar este tema presiona aquí.

Tipos de mitos

A continuación nombraremos de manera breve los tipos de mitos existentes. Ver más sobre tipos de mitos.

Mitos cosmogónicos: Son relatos orales tradicionales que expresan la cosmovisión, y en los cuales los personajes, son dioses primarios o secundarios, héroes culturales, y seres mágicos y fantásticos. Con ellos el hombre ha tratado de dar una explicación a la creación del mundo. Ver ejemplos de mitos cosmogónicos

Mitos teogónicos: Estos mitos son los encargados de explicar el surgimiento de los dioses de una mitología determinada. Nos explican la historia de sus vidas y de sus hazañas. Ver ejemplos

Mitos antropogénicos: En ellos se relata el surgimiento de los hombres que son creados por los dioses empleando diferentes materiales vivos como los animales o inertes como lo serían el barro y lodo. También nos narran cómo los dioses enseñan a vivir a sus seres creados en la Tierra, en su sociedad. Ver ejemplos de mitos antropogénicos

Mitos etiológicos: Son los relatos mitológicos que tienen como objetivo explicar el origen de las cosas, los animales, las plantas, y de las instituciones que rigen la vida de los hombres. Ver ejemplos de mitos etiológicos

Mitos escatológicos: Son aquellos relatos que tienen a su cargo la explicación del fin del mundo, el cual será destruido por medio de causas naturales que se desencadenaran como el agua, el fuego, los terremotos, y en general debido a cualquier catástrofe o desastre natural al que el hombre tiene pavor. Ejemplos de mitos escatológicos

Mitos morales: En estos mitos se relata la lucha entre el bien y el mal, la lucha de los contrarios siempre presente en el quehacer humano. Como es el caso de la continua lucha entre Quetzalcóatl y Tezcatlipoca, su contrario. Ejemplos de mitos morales

 

 

Leyendas


¿Qué es una leyenda? – Definición de leyenda

La Leyenda es un género de la tradición oral que narra acontecimientos sobrenaturales o que han ocurrido en el mundo real de una comunidad determinada. Ver definición completa.

Características de la leyenda

Nos permite conocer las concepción del mundo de los seres humanos de una comunidad. Sirve para entretener a los oyentes. Ampliar sobre este tema.

Ejemplos de leyendas cortas

Tipos de leyendas

A continuación nombraremos los tipos de leyendas. Para ver más oprime aquí.

Leyendas históricas: Son aquellas que narran acontecimientos que han tenido lugar durante las guerras o cuando se lleva a cabo la conquista de un pueblo a otro. Como ejemplo tenemos la leyenda mexica que nos habla acerca de los portentos y maravillas que anticiparon y sirvieron de augurio para anunciar la inminente conquista española.

Leyendas etiológicas: En la cuales se relata el origen de los diversos elementos de la naturaleza, como podrían ser los lagos, peñas, montañas, mares. y ríos.

Leyendas escatológicas: En ellas el relato tiene como personajes principales a el Diablo y su maléfica interacción con los seres humanos; o bien a anécdota significativas en la vida de los santos, como se nos relata en la leyenda del indio Juan Diego.

Leyendas rurales: Son aquellas que tienen como escenario el campo y como personajes principalmente a campesinos que son afectados, para bien o para mal, por acontecimientos en los que intervienen actores sobrenaturales

Leyendas urbanas:  Se trata de aquellas leyendas que suceden en las ciudades de nuestro país en un tiempo muy cercano al actual; o bien en la misma actualidad. Cuando este es el caso, se la suela considerar como una historia moderna que nunca ha sucedido, pero se la considera como verdadera. En ellas interactúan seres fantásticos, sobrenaturales que accionan con hombres reales.

Diferencias entre mito y leyenda

Los personajes que aparecen en ambos relatos son en uno sagrados y en la otra reales o fantásticos. Unos son arquetipos divinos y los otros no. El mito otorga respuestas a preguntas existenciales, no así la leyenda. El conjunto de mitos de un pueblo conforma su mitología. En cambio la leyenda nunca es mitológica. El mito no puede ubicarse en el tiempo, la layenda si permite precisar el tiempo en que tuvo lugar un determinado hecho. Ver más diferencias y similitudes entre mito y leyenda.