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La princesa Eréndira y el Lago de Zirahuen

Hace ya muchos siglos, cuando los españoles invadieron a tierras mexicanas para conquistarlas, un capitán con sus tropas llegó hasta las tierras de Michoacán. Iba a entrevistarse con el emperador purépecha que se llamaba Tangaxoan, que tenía una hermosa hija a la que había puesto por nombre Eréndira.

La joven princesa Eréndira era muy bella, y al verla el capitán se enamoró profundamente de ella. Un día, el capitán español raptó a la bonita muchacha y la escondió en un verde valle rodeado de muchas montañas. Eréndira estaba muy triste y sufría mucho. Se acordaba de su casa, de su madre y de su padre.

Estaba tan desesperada, que los dioses del Día y de la Noche, llamados Juriata y Xaratanga, oyeron sus trágicos sollozos y decidieron ayudarla. Hicieron que las lágrimas que brotaban de los ojos de la princesa se hicieran muy fuertes y poderosas. Entonces, sus lágrimas empezaron a formar un charco que, poco a poco, se convirtió en un gran lago. Los dioses con su poderosa magia convirtieron las piernas de Eréndira en una hermosa cola de pescado. Se había convertido en una linda sirena.

Vista del hermoso Lago de Zirahuen

Ahora el valle contaba con un nuevo lago al que pusieron por nombre el Lago de Zirahuen. Eréndira nunca se olvidó del lago por el que había podido salvarse, y desde entonces, las personas que viven por esos lugares, dicen que la princesa se va a nadar algunas noches al hermoso lago, y que al amanecer sale del agua para hechizar a los hombres que son malos.

Sonia Iglesias y Cabrera